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Los empeños del señor (1a. parte)

-- [Foto: Pilar Ponce de León ] --
EN 2002 PARTE DEL GREMIO de la arquitectura se escandalizó tras la remodelación que sufriera el Casino de la Selva en Cuernavaca, construido originalmente por Félix Candela, autor entre otros edificios del famoso Palacio de los Deportes. Ahora, otra de sus obras ha sufrido los atropellos de la necedad, la ignorancia y la desidia.

Hace algunos años el templo y hoy parroquia de Nuestro Señor del Campo Florido ubicado en el fraccionamiento La Florida se vio sometido a algunas modificaciones en su interior, el edificio fue remozado de los efectos naturales del tiempo; pero, a decir de algunos vecinos de la localidad de profesión arquitectos, lo hecho resultó en una atrocidad que afectó el valor estético original de la construcción, especialmente en su interior, al cambiarse acabados y modificarse detalles arquitectónicos, si bien no faltaron los vecinos que aplaudieron y vieron con buenos ojos las "novedades".

En fechas recientes y curiosamente luego de que la caravana con la cual el gobierno estatal promueve la prevención de la salud, asentándose temporalmente en los alrededores del inmueble como dio cuenta de ello Indicios Metropolitanos, el párroco consideró necesaria la construcción de unos baños públicos para aparente beneficio de la feligresía.

No es la primera ocasión que los párrocos de este templo han incidido en el inmueble. Hace algunos años los vecinos protestaron por la intención de que se construyeran unos nichos subterráneos, ello dio lugar a que finalmente la torre del campanario fuera remodelada para dar cabida a ellos. Los baños que ahora se construyen, además de romper con la armonía arquitectónica, se ubican justo al lado de dicha torre lo que ha dado pie a las especulaciones de parte de los pobladores.

Indicios Metropolitanos se ha dado a la tarea de investigar y en breve dará pormenores sobre el caso.

Quepa añadir con ánimo introductorio que,en los términos de organización de la iglesia católica mexicana, la citada parroquia corresponde al y depende del Segundo Decanato de la Tercera Zona "San Felipe de Jesús" de la Arquidiócesis del Arzobispado de Tlalnepantla, Estado de México.

Foto: Pilar Ponce de León

Rumor de teclas

The Typewriter es una pieza corta compuesta en 1950 por el compositor estadounidense Leroy Anderson, en el ánimo de la producción de obras para el consumo mayoritario que implicaba el nacimiento del nuevo medio: la televisión.
Una época, junto con los 60s, de abierta experimentación con los sonidos y, en general, con las formas en todas las artes con ejemplos como Stockhaussen, Andy Warhol, por mencionar solo dos de un cúmulo de artistas de todo el mundoy todas las manifestaciones que dieron un nuevo impulso y, en mi opinión humilde y de expertos en la materia, quizá el último de gran valía al arte de las vanguardias que lograrían sostener su ritmo de producción e innovación hasta mediados de los 80s, cuando comenzó a reflexionarse muy seriamente sobre la idea de "la muerte del arte" y el "fin de las vanguardias", toda vez que de entonces a la fecha sólo atestiguamos una serie de repeticiones sobre lo mismo, con muy pocos elementos novedosos generalmente aportados por las nuevas tecnologías en constante y efímera evolución.
Por otra parte, es una especie de "homenaje" a un invento que revolucionó las formas de comunicación, democratizando el poder de la imprenta, llevándolo al hogar, a la escuela y la oficina, haciendo popular la herencia de Gütenberg. Quienes hemos tenido la fortuna de escribir con esos aparatos, aun cuando nos fascina la modernidad, ese sonido, esa textura del papel en el rodillo, la dureza o suavidad del flexible movimiento de las teclas nos conectaba como nunca con el sonido mismo de la palabra escrita. Escribir directamente sobre la máquina era respirar cada sílaba, imprimir el ritmo de cada palpitación de las ideas fluyendo desde el cerebro hacia las puntas de los dedos; lo más similar a empuñar la pluma para cortar el viento, para enfrentar la injusticia, para seducir a la prenda del deseo. Por eso aún guardo mis máquinas, poque si hubiere un Armagedón, su nobleza y durabilidad permitiría dar cuenta del fin de una era y el comienzo de otra. Sí, añoro la campanilla que anuncia el final y el principio, suerte de profecía del silencio en diálogo con la memoria.

Festival mexiquense "Color y Magia"



Con espíritu festivo, el estado de México ofrece a partir del 24 de septiembre y hasta el 2 de octubre el Festival Mexiquense “Color y Magia” como una ventana que propicia el encuentro artístico y cultural a propósito de la conmemoración que se desarrolla en estas fechas.
Consolida las bases para difundir la identidad estatal, a través del arte y la cultura, en un marco de aceptación y respeto por la diversidad.
El programa privilegia el sentido solidario y la libre manifestación de las ideas indispensables en el desarrollo de la humanidad.
Con el festival se muestran, a través de la diversidad de su programa, motivos para que el público nacional e internacional visite la capital de nuestro estado, y lo reconozca como un punto de integración de los diversos sectores de la sociedad, a través de la cultura, en un entorno de convivencia pacífica.
Color y Magia nos da la confianza de lograr un mejor futuro, con la fusión de lo mejor del pasado luminoso y el comprometedor esfuerzo del presente del Estado de México.
Click aquí para obtener le programa de espectáculos y actividades. PROGRAMA

Crean Centro Cultural Roberto Cantoral

Un año luego, muere Roberto Cantoral. Este, una de muchas de sus tantas aportaciones.

Fallece el Compositor Roberto Cantoral

Buen reportaje, no tengo nada más que añadir.

SONIDOS DE VIDA Y DE MUERTE

¡Me encuentro patidifuso!
Enclaustrado, abrumado por mi duelo, hasta esta fecha me entero de la muerte de un artista (etnoartista, como se le definía) que tuve el gusto de conocer en persona en la época cuando quien suscribe producía el programa radiofónico Sin Máscaras, conducido por la periodista Elizabeth Vargas. Una gran pérdida, definitivamente, tanto para la difusión de las tradiciones prehispánicas en materia musical, como para la investigación y la experimentación musicales, pues cuando en Estados Unidos y Europa comenzaba a explorarse la producción de espectaculos musicales a partir de la producción de sonidos, teniendo como único o principal instrumento el cuerpo, ya Jorge Reyes tenía un camino andado en la utilización de percuciones, vientos y sintetizadores en la producción de obras modernas a la vez que llenas de una sensibilidad profundamente ancestral.
Sonidos de vida y de muerte, remembranzas silbadas de anhelos conquistadores, golpes de pecho que movían a la contrición y el hallazgo del alma de las piedras.
Jorge, un hombre bueno, tímido, muy tímido; sensible, extremadamente sensible; sencillo por antonomasia, fue de los pocos artistas internacionales de México que, aun en medio de la fama, transitaba por el mundo como cualquier viandante, como cualquier desconocido. Las hojas secas cantaban bajo su caricia, el palo de agua arrullaba la conciencia, los caracoles murmuraban el grito del tiempo, los cascabeles hendían sus chispeantes lágrimas en el fuego nuevo, la garganta balbuceaba frases guturales, aullidos, tonos prolongados que narraban la intimidad de la luna.


Cómplice de los huesos, de la madera, de la arena, del viento, del maíz, Jorge Reyes fue, era, es, será (gracias a sus grabaciones) traductor de chaneques. Seguramente hoy deambula entre las nubes huracanadas, bajo las sombras de chopos y encinas, agitando sauces llorones, recorriendo cascadas, hundiendo su alma en el sueño de antaño y volviéndolo el deseo de hogaño.
Me entero de la noticia cerca de los días de difuntos. Jorge Reyes murió el 8 de febrero de este año. Con razón no me enteré, ese día, cumpleaños de una de las mejores amigas de la juventud de mi madre, día previo al cumpleaños de mi madre, 5 días luego de mi cumpleaños, 9 días después de la muerte de mi amada Coneja, qué iba a estar en este mundo, si con dificultad podía salir de la hondura del dolor propio.
Hoy, sumo a mis duelos acumulados y que no acabo de superar por ir uno detrás de otro, uno más. ¡Dios, así no puedo; cuántas pruebas más!