Tengo todo excepto a ti...


Se ve que no te voy,
se ve que no me vas.
Se ve que en realidad sólo me quieres
como un amigo más, como algo de siempre.

Ya ves, me equivoqué, creí que era feliz.
Pensaba que yo lo tenía todo,
tantos amigos, caprichos,
amores locos...

Tengo todo excepto a ti
y el sabor de tu piel.
Bella como el sol de abril.
Qué absurdo el día en que soñé
que eras para mí.

Tengo todo excepto a ti
y la humedad de tu cuerpo.
Tú me has hecho, por que sí,
seguir las huellas de tu olor,
loco por tu amor.

Se ve que no te voy,
se ve que no me vas.
Pues tengo todo menos tu mirada
y sin tus ojos, mis ojos ya no ven nada.

Tengo todo excepto a ti
y el sabor de tu piel.
Bella como el sol de abril.
Qué absurdo el día en que soñé
que eras para mí.

Me sobra juventud,
me muero por vivir,
pero me faltas tú.

Tengo todo excepto a ti
y la humedad de tu cuerpo.
Tú me has hecho, por que sí,
seguir las huellas de tu olor,
loco por tu amor.

Esta frase encierra un absurdo, pues significa que en realidad no lo tiene uno todo. Y no es para sentirse mal, ninguno estamos del todo plenos en la vida, siempre hay algo que sentimos que nos falta o nos sobra. O estamos colmados o estamos insatisfechos y es causa de las expectativas que nos hacemos de las cosas y las personas, somos dados a poner todos los huevos en el mismo canasto cuando en verdad la fe, siendo una, es divisible entre las posibilidades que la vida ofrece.

En realidad, de todo tenemos todos algo, aunque sea un triste indicio, mismo en que se encierra la esperanza de más y mejor.

Si nos metemos en honduras metafísicas, los seres humanos, en tanto seres, es decir entes, somos tan cosas como lo que denominamos así.

Cosificarnos no es sino entendernos lo más humildemente posible como uno entre tantos entes que existen; lo que en todo caso nos distingue del resto es que somos animados, esto es, tenemos un ánima, a la que damos características de espíritu (inteligencia) y alma (forma de manación o fluctuación).

En el afán de considerarnos además únicos, nos queremos separar del resto de los animales aduciendo que los otros tienen una inteligencia, cierta manera de conciencia, pero no espíritu y ya no digamos alma (aún hoy la discusión clásico-griega y medieval al respecto se sostiene a pesar de los avances científicos en pro o en contra).

Más que plantear que la frase mentada se trata de una frase "vacía", lo que afirmo es su carácter de ab-surdo, o sea de "lo totalmente otro, distinto" (de acuerdo con la etimología del término).

El enunciado expone el trasfondo de una creencia compartida por todos nosotros: creo tener todo (dinero, poder, fama, dicha, etcétera), pero también hace evidente la conciencia que alcanza quien, más allá de su acto de credulidad o su fe, en un lapso, en un instante cae en cuenta que ante el impedimento de tener (que no poseer) a ese otro (humano o divino) para sí tanto o más valioso que el resto, sencillamente no lo tiene todo (ni el mismo Dios lo tiene todo, puesto a reflexionar sobre su particular situación agravada por la eternidad, por más que lo definamos como omnipotente y omnisciente y ubicuo).

Ese hueco, ese (eso sí) vacío, esa nada consciente, impertinente insight existencial es efecto de alguna causa, de una falla, ya en lo humano como en lo divino; por ejemplo, el rechazo de la persona querida, deseada o necesaria para considerarse uno pleno, satisfecho. O más simple, la espera en soledad de la réplica del otro.

La totalidad no significa completud como la solitud no supone aislamiento o abandono. Esto es, para ponerlo con otras palabras quizá más llanas, como la imagen que esboza en su letra el tango "Fumando espero":

Fumar es un placer, genial, sensual
fumando espero a la que tanto quiero
tras los cristales de alegres ventanales
y mientras fumo mi vida no consumo
porque flotando el humo me suelo adormecer
tendido en mi sofá, fumar y amar
vera mi amada feliz y enamorada
sentir sus labios o besar con besos sabios
y el devaneo sentir con mas deseo
cuando en sus ojos veo sedientos de pasión
por eso estando mi bien
es mi fumar un edén
dame el humo de tu boca
dame que mi pasión provoca
corre que quiero enloquecer
de placer sintiendo ese calor
de el humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.
dame el humo de tu boca
dame que mi pasión provoca
corre que quiero enloquecer
de placer sintiendo ese calor
de el humo embriagador
que acaba por prender
la llama ardiente del amor.

Mientras espero a la que quiero (una de esas tantas musas que pueblan mi poesía y otros escritos) las tengo a todas, ¡sí, soy el "todas mías"!, me hago a la idea de que tengo todo, lo prescindible y lo imprescindible a mi alrededor, mas no la tengo a ella en específico como ni ella a mí (independientemente de que pueda tener a otro más acomodado a su existencia).

Por eso hablé en un comienzo de expectativas, de esperanza. Y esta conciencia comporta tanto placer como dolor que encierra un absurdo, pues significa que en realidad uno no lo tiene todo. Y no es para sentirse mal, ninguno esta del todo pleno en la vida, siempre hay algo que todos sentimos que nos falta o nos sobra. O estamos colmados o estamos insatisfechos y es causa de las expectativas que nos hacemos de las cosas y las personas, somos dados a poner todos los huevos en el mismo canasto cuando en verdad la fe, siendo una, es divisible entre las posibilidades que la vida ofrece.
En realidad, de todo tenemos todos algo, aunque sea un triste indicio, mismo en que se encierra la esperanza de más y mejor.

Ni aunque se escriba con cepillo dental…

Ni aunque se escribiere con cepillo dental habría lengua pura. Lo anterior obedece a la reflexión derivada respecto de esta imagen alrededor de la que he afirmado: el primero en pedir disculpas ya perdió, porque las disculpas se ofrecen no se piden.

Hay una lógica y paradigmática diferencia entre ofrecer disculpas y pedir perdón, como bien escribí hace tiempo en uno de mis blogs en mi artículo "Aprender a perdonar". Cierta amistad comentó sobre mi apunte (sic transit):

"Ah pues don Antonio , esta bien que seas puritano de la sintaxis, pero dale oportunidad al inspirado e ingenuo autor de este pensamiento".

Ahora yo me pregunto desde cuándo propugnar por la corrección en el significado de lo que se dice para erradicar los equívocos causados por la indolencia gramatical es purismo lingüístico.

Es verdad que en el decir cotidiano poseemos y empleamos fórmulas idiomáticas que apelan a un conjunto de funciones metalingüísticas que dan por sentados determinados significados connotativos, en pocas palabras, apostamos a que con decir "pío" nos damos a entender cabalmente. El problema con esta apuesta es que presume la posibilidad de que dichas fórmulas obedecen a estructuras de pensamiento fijas, al margen de cualquier interpretación. La indolencia gramatical al hablar o escribir deriva de esta ingenuidad, a veces justificada por la ignorancia, a veces por la irresponsable y soberbia creencia de que, pues el lenguajes es flexible y dinámico, igualmente lo son las sigas significativas que unen a las palabras.

Esta indolencia, no obstante lo reprobable y nociva, debo darle crédito de que también es portadora de algunas virtudes en la evolución del mismo lenguaje, como bien hice notar en mi artículo sobre los cambios en el vocablo "chido".

Ahora bien, si somos permisivos a ultranza y abrazamos la máxima de dejar hacer, dejar pasar sin detenernos a ver las consecuencias de nuestros actos (y el acto verbal no es menor comparado con los de otra índole), entonces lo que propiciamos no es simplemente el “mal decir” como forma aceptada de conducir nuestros pensamientos y expresiones, sino más grave aún, extendemos mediante la principal herramienta de comunicación justo esa indolencia a otras maneras de ser y expresar que descansan en el lenguaje.

Por otra parte, el puritanismo también es odioso. Lo sé. Por lo mismo lo que practico en mis escritos y llamados de atención a diestra y siniestra distan de ser puritanos. Porque es una aberración prohibir lo que nos es connatural. No podemos atar las palabras. Su destino es evolucionar, pero la evolución forzada por la indolencia, la ignorancia o la tergiversación programada no es evolución sino involución. Aunque parezca exagerado el ejemplo, imagina una rosa a la que le arrancas los pétalos a la vez que rezas dubitativo “me quiere, no me quiere”; imagina regalar margaritas rojas a tu amor.

La mutación es intrínseca al lenguaje, y está visto que de esa mutación, cuando es ficticia, surgen esperpentos. ¿Por qué hacer de la indolencia el campo fértil donde germinen monstruosidades idiomáticas? La indolencia no es fruto de la espontaneidad, las transiciones lingüísticas a lo largo de siglos sí.


¿Qué es la antropología de la imagen? Entrevista con Hans Belting

Satelucos sospechan ampliación del Viaducto Bicentenario

Vecinos de Satélite protestaron recientemente en sospecha por la probable construcción de una rampa que conectaría el Viaducto Bicentenario con el distribuidor vial en Puente de Vigas que forma parte del Circuito Interior Mexiquense.

Respecto de esta nota relacionada con el Viaducto Bicentenario sólo digo: en su momento los vecinos de La Florida alertamos lo pertinente, Satélite no quiso escuchar ni participar como consta también a varios de los presentes en las conversaciones con personal de las empresas OHL y Rioboo, y la dependencia SAASCAEM (a la sazón dirigida por el Ing. Manuel Ortiz hoy Secretario de Obras del gobierno de Eruviel Ávila).

En esas conversaciones, muchos de los cambios sugeridos sobre el proyecto original por los vecinos de La Florida en atención a las observaciones de vecinos de colonias aledañas y sobre el tramo en cuestión evitaron que Satelite quedara encerrada. En esas mismas charlas quedó asentado, claro y comprometido que no habría conexión con el distribuidor vial de Puente de Vigas a través o sobre el Río Chico de los Remedios (donde sobre el Viaducto Bicentenario aún queda un "pantalón" pendiente), sino que dicha conexión se haría justo donde ahora los vecinos de Satélite se oponen tardíamente. La razón: es la salida más lógica, más directa y con menos afectación.

Ahora los vecinos de Satélite claman errando el argumento en su comunicación (como nos sucedió al comienzo a los vecinos de La Florida), alegando "ecocidio" lo  que resulta exagerado y resta justificantes a su oposición.

Sí, hay que decirlo, que todos debemos mantenernos observantes y no gratuitamente obsequiosos. Todos, seamos o no de Satélite debemos cerrar filas para que las afectaciones sean verdaderamente las mínimas y no sólo obstaculizar sino mejor proponer soluciones viables.

LO MEMORABLE COLECTIVO

21 de abril de 2014

Foto: Archivo VETA Creativa
Revisando mis materiales en archivo, al fin pude encontrar la copia fotostática ampliada del fragmento de artículo publicado en una conocida revista de espectáculos hacia 1993, y en cuyo final incluí (cosa prácticamente inusual en ese tipo de revistas de contenidos de información ligera y de entretenimiento) una nota de corrector. Ilustro la publicación de ahora con dicha imagen. Para ser más exacto se trata de la copia de la prueba de corrección tras ser revisada por el jefe de información y cuyos apuntes, añadidos y taches manuscritos destacan la forma como una aportación puede ser borrada literalmente por algo así como 10 plumazos, lo cual acepto sin guardar rencor. Ahora, pongamos el tema en contexto.

A 24 años de introducida una palabra: memorabilia

Entre los años 1992 y 1994 fungí como corrector de estilo de la revista TVyNovelas a la sazón dirigida por su creador, el periodista de espectáculos Jesús Gallegos. Entonces también trabajaba como formador de la revista su hijo, Armando Gallegos que en la actualidad se desempeña como director de la misma en consecución de Juan José Origel.

En esos años uno de los negocios de restaurante más pujantes por novedosos a causa de su concepto temático era el Hard Rock Café. Entre muchas de las cosas que lo destacaban era lo que llamaban su “memorabilia”.

Sería el año 1993 cuando la mentada firma, que entonces tenía entre sus accionistas a Miguel Alemán Magnani, hijo de Miguel Alemán Velasco socio de Emilio Azcárraga Milmo en Televisa; la mentada firma, decía, contrató además de espacios publicitarios para anuncios uno para un publirreportaje en la revista. La gente de la empresa envió la información y el director de la revista me pidió hacerle la corrección de estilo. A sabiendas que se trataba de un publirreportaje era poco, muy poco lo que podía yo hacer (por políticas empresariales y criterios editoriales), sin embargo consideré importante y pertinente que una palabra nueva y que tras una larga investigación apoyada por otros correctores de revistas vecinas de la misma editorial Intermex, por cierto entonces recientemente comprada por Grupo Televisa; consideré importante y pertinente, repito, incluir una nota para beneficio de los lectores que, me constaba, estaban en la misma duda que yo respecto de la palabreja, misma que tampoco tenía registro en inglés dado el origen de la información, siendo la franquicia estadounidense (y vaya que consulté diccionarios de varias lenguas).

Volviendo a la idea. Tras una acuciosa consulta, la mejor solución fue recurrir a las etimologías toda vez que es relativamente usual que muchas palabras anglosajonas conserven la etimología y fonética casi igual de vocablos originarios de las lenguas indoeuropeas. Así, me di a la tarea de ir más allá de la descripción básica y mercadológica que Hard Rock Café hacía de su “memorabilia” sin definirla a carta cabal.

Sobre y desde la tauromaquia (otra vez)

Cada tanto se da en las redes sociales una ya odiosa discusión alrededor de temas como la tauromaquia. Esto generalmente propiciado por aquellas almas sensibleras, moralinas que lloriquean hasta porque se arrastra la mosca moribunda.

En más de una ocasión he entrado al debate y he escrito tanto en los comentarios como en mis espacios líneas alrededor del tema. Ahora, otra vez, me dan pie para abordar el tópico. Más que ser repetitivo, el conjunto habrá de leerse con el tiempo como una aproximación caleidoscópica a una práctica que equivale a la punta de la flecha anclada en el talón de Aquiles del hombre.

Esta vez un amigo y colega escritor muy querido, Joaquín Guerrero Casasola, con quien sustuve en la juventud debates álgidos sin que ello merme nuestro mutuo afecto, expone su parecer al respecto y, de la mano de otros contactos suyos, en resumen argumenta que:

... hay cosas que son demostrables objetivamente, que no son subjetivas. El sufrimiento físico es una de ellas. Ejercer dolor y sufrir. ¿Podemos situar eso en el ámbito de ser tolerantes? ¿Tolerar que se ejerza dolor? Puedo entender que la gente exprese su parecer de una forma dura o apasionada o lo que sea y que eso parezca virluento. Pero eso es la forma, no el fondo. Bien, eso es lo que creo. Ahora bien, es verdad que hay personas que defienden a los animales y para otras causas no mueven un dedo, pero eso no hace inválido lo primero, es decir la defensa de los animales. Si para defender una causa debiéramos ser congruentes y defenderlas todas no habría quien pudiera defender ninguna [...] Por otra parte, entiendo que cambiar de visión para muchas personas y aceptar lo inaceptable de la fiesta brava es imposible, pues es algo profundamente cultural. Uno de mis mejores amigos va cada ocho días a los toros. ¿Voy a dejar de quererlo por eso? No, pero no puedo decir que una verdad demostrable, palpable, deja de serlo. Asimismo, como algunos saben uno de mis escritores predilectos, Hemingway, era fanático de los toros y de la cacería. Leo gustosamente, incluso con deleite relatos que hablan de eso como las nieves del Kilimanjaro. Pero eso no significa que, como lo dije antes, ejercer sufrimiento sea cosilla de nada.
Al ir exponiendo mi parecer, mi pensamiento al respecto, solté la idea (hecho indubitable, verdad palpable, demostrable) de que el dolor es parte de la vida. Sufrir es vivir es padecer. Vivir es morir y aprender a morir es aprender a vivir, tanto en carne propia como ajena, pero ¡tenemos tanto miedo al dolor! A esto él reviró:

El dolor es parte de la vida, pero eso no me da derecho a pegarte cuatro tiros.

Así, siguiendo el diálogo construí la siguiente réplica:
Tendrías tanto derecho como el derecho mismo te asistiere. El derecho (aun el derecho natural como concepto) como la tauromaquia son invenciones humanas; la segunda muy anterior al primero, por cierto. Ese derecho natural del que ya nos hablaba en época muy reciente Rousseau no se contrapone en nada a lo que su contemporáneo Sade mostraba como la mayor hipocresía del hombre. De hecho, es muy curioso que en ambos coexistieran ideas semejantes en cuanto al "derecho" que da la brutalidad del hombre para ejercer actos que la moral sensiblera y sensacionalista considera deleznables, pecaminosos, reprobables, "contra natura". La consigna revolucionaria en que se desarrollaron sus ideas sobre dejar hacer y dejar pasar, aplicadas a la convivencia armónica con la naturaleza no olvidaba la obligación fundamental del hombre de confrontar o infligir el dolor y el placer necesarios para ser eso, humano. Garaudy deja claro, en el más sesudo tratado sobre la libertad que se ha escrito, que los animales no son libres por estar determinados por la necesidad y el hombre, antes que hombre, es animal; es cuando hace conciencia de esto que accede a la posibilidad de ser libre, pero jamás logrará liberarse de la necesidad que fundamenta su derecho natural.

Cuando Xicoténcatl (un contacto de mi amigo) argumenta: "el arte se ubica en el ámbito de la sensibilidad, por lo tanto no pueden coexistir sensibilidad y dolo para causar el dolor en otro ser" parece olvidar, o quizá pesa más en su ánimo la vergüenza ajena, incluso la adoración más extendida al dolor y que encontramos ni más ni menos que en el arte sacro de todas las culturas y muy acentuadamente en el cristianismo (en todas sus formas, de manera especial el catolicismo; y no menciono esto aquí y ahora usando cual pretexto la proximidad de la Semana Santa, que conste). Que se supla la imagen del cordero sacrificial con la del "hijo de Dios" no hace menos excecrable el derramamiento de sangre per se. Pero decir esto sin considerar el trasfondo cultural es simplificar tanto el cristianismo como el derecho y la tauromaquia que aquí nos ocupa. La sensibilidad emocional o intelectual detrás de la manifestación artística del ritual de la misa o de la tienta cumplen con un conjunto de funciones lingüísticas muy específicas cuya finalidad es justamente sensibilizar respecto del objeto o sujeto central del rito.

El hombre honra a quien entrega su vida valerosa y dignamente más que a quien deja de existir en la placidez del camastro. Cada elemento de la fiesta brava tiene su razón de ser, grata o ingrata y va mucho más allá que la sencilla y vana apetencia.

Las culturas orientales conminan a no temer al dolor, mientras las occidentales conminan a soportarlo. Ambas ven en el dolor, más que el final del camino o el último recurso, ven en él la antesala al placer de la liberación, el camino por el cual se arma de valor el guerrero, la senda hacia la trascendencia, la gloria y el nirvana. Freud mismo lo comprendió al explicarnos la importancia existencial entre Eros y Tanathos. El erotismo de la fiesta brava la inviste de un aire conciliatorio mejor que vindicatorio. En la confrontación no están nada más un hombre y una bestia, sino cada cual poniéndose a prueba a sí mismos con sus limitaciones, y no porque el hombre lleve un estoque o una pica es menos vulnerable. La crueldad y la saña que se alega en el matador quizá sea más una proyección simpática de parte del espectador respecto de lo que no querría experimentar en carne propia, siendo ya el toro o el torero mismo. Pero bien haría en preguntarse si no aplica esa misma saña y crueldad de otras maneras no menos reprobables o excusables en su cotidianidad.


Yo no trato de convencer a nadie de volverse aficionado a la fiesta taurina, villamelón de la misma como soy; me agrada la parafernalia pero me impresiona como a cualquiera la sangre sea del toro o el torero (simpatizo con ambos). Tampoco pretendo prohibir por simplista horror una tradición que es mucho más que un espectáculo y que dice más de mí como ser humano que otras prácticas. Cuando vemos las imágenes rupestres de cazadores nos imaginamos un mundo prehistórico pastoril, romántico donde todo lo excusa la necesidad de sobrevivir, pero pasamos por alto los rituales y prácticas asociadas. Cuando vemos en National Geographic la sangría de vacas por los Masai, la excusamos alegando que la vaca no sufre el pinchazo (por que no muere desangrada) y nos parece de nuevo romántico y bucólico, gracioso, semejante modo de comulgar con la naturaleza y los dioses, o lo justificamos apelando a un argumento más relacionado con la necesidad de sobrevivencia de la tribu, pero pasamos por alto que previo y posterior al sacrificio hay danzas, cantos, rezos, aplausos, vítores de contento, tantos como olés o luces alrededor del toro.

Mientras mi amigo "cree" (a creer al templo) que "hay verdades demostrables objetivamente, que no son subjetivas" y que la evidencia del pesar sangrante de la bestia es suficiente razón para horrorizarse, la experiencia demuestra que la relatividad cultural es un hecho en sí y ninguna verdad, por demostrable que sea (y menos en tratando de "verdades sociales") es absoluta. Así como ha habido naciones con pretensiones imperialistas que han impuesto ya la monarquía o la democracia en su afán de prevalecer y dominar, ha habido ideologías variopintas con semejante aspiración de ser las únicas, las mejores, las más asequibles, las más centradas o las más generalistas. Y en el andar creímos necesario ubicarnos a derecha o izquierda, a nivel de piso o en gayola para abrazar el presumible mejor punto de vista.

En el contraste que los hombres"civilizados" damos a lo crudo y lo cocido, invariablemente terminamos por retirar nuestros sentidos de lo crudo, horrorizados; preferimos lo cocido. La sangre dentro del cuerpo es vida en cocimiento continuo, en consumo hacia la muerte. La sangre fuera del cuerpo es vida en crudo que mana o coagula la idea de lo exangüe, el escatológico e irremisible final de todo, sea que haya sido extraída por ceremonia conciliatoria con lo divino o por necesidad sanitaria y médica. Pero si esa misma carne desnuda de toda "dignidad" epitelial es cocida por el arte flamígero y consumida en comunión y hermandad, ¿acaso no cobra nuevo significado? ¿Qué nos lastima más en nuestra sensibilidad, la expresión y los rastros sanguinolentos de la bestia herida o la dicha y admiración de los espectadores a nuestro lado conformando con nosotros esa masa anónima, enajenante de la que quisiéramos separarnos para validar nuestra autonomía e independencia egotistas? ¿Qué nos lastima más la crudeza de la existencia o el cocimiento cultural que nos la hace más digerible? ¡Nos avergüenza tanto todo lo que nos hace más humanos! Cuando no es una ceremonia, nos indignan la ropa o la desnudez o la palabra grotesca o lo que nos hace aparentemente distintos a unos de otros. Nos creemos el culmen de la creación, cuando solo somos un eslabón de la misma; ni siquiera EL eslabón, ni el perdido.


Antropológicamente todos los rituales, nos gusten o no, tienen una finalidad didáctica o paidética (para ser más exacto), son susceptibles de modificación como todo en esta vida, maxime tratándose de cosas hechas por voluntad humana. Claro que siempre es deseable erradicar los usos y costumbres dañinos, perniciosos, más cuando terminan desvirtuando la idea original y son contrarios a los derechos fundamentales, pero no deja también de ser una práctica intolerante de unos pocos o unos muchos que buscan imponer su manera de comprender la vida, los haceres del hombre a otros pocos o muchos; es finalmente otra forma de discriminación contra la que esos mismos dicen estar.

Comencé este apunte refiriendo a revolucionarios y termino con un antecedente ilustrado. Diderot alertaba sobre la filosofía idealista y lo nocivo de su ingenuidad cuando abrazaba la grosera sensiblería. En el complejo teatro que es el mundo, cada escena, por catártica que parezca en su modo de herir nuestra sensibilidad hace del drama de la vida la idea misma de ser.

Yo amo a los animales y amo al hombre, pero no por eso tiendo a sobrevalorarlos ni a menospreciarlos. Dejo a cada cual en su justo sitio de la existencia.

La estética del horror es quizá la más terrible de todas las formas de sensibilidad, no por ello puede o debe ser mirada de soslayo con vergüenza o asco. Una actitud legítima y auténticamente estética pasa por lo bello tanto como por lo feo, por lo horrendo y monstruoso tanto como por lo sublime y lo proporcionado. El horror de algo es un recordatorio de lo perfectible, de lo que nos es excelsamente humano.

Y sin embargo, se mueve

Una amistad en Facebook afirma en su muro: "Los verdaderos amig@s siempre llegan a tiempo y los demás cuando tienen tiempo. !!"

A lo que respondo:

Noooo, pues si con semejantes argumentos se mide a la gente, pues ya me fregué para toda la vida y con toda la gente, al menos contigo, porque yo, que creo ser buen amigo jamás he tenido entre mis virtudes la puntualidad, vaya ¡ni para nacer! (mis padres y hermanas no me dejarán mentir). Eso sí, quien me busca, para bien o mal, siempre me encuentra.

El tiempo es (demostrado científicamente) cosa relativa como muchas otras, pero nos empeñamos en quererlo usar como la medida más determinante de la exactitud. Es, parece, el último bastión que nos queda para aferrarnos a una dignidad de lo que creemos netamente humano. ¡Qué estúpidos somos!

Primero dejamos la tierra plana y llamamos loco al que afirmara su redondez; luego dejamos de ser el centro del universo (sistema solar) y tachamos con el sambenito de hereje o nigromante al que demostrara lo contrario; después nos supimos emparentados con los primates y cínicos nos burlamos de todo lo que implicara el término evolución hasta que estalló la revolución de las clases y puso en tela de juicio la brutalidad humana; enseguida y más recientemente nuestro ego se atomizó por causa nuestras culpas por más que querramos soterrarlas en el subconsciente y aunque optemos por fincarlas en nuestros ancestros; casi a la vez se nos dijo eso, que el tiempo es relativo y de pronto nos dimos cuenta que casi todo en esta vida y la sociedad también lo es, pero los principios administrativos con que nos guiamos se aferran a contradecir los hechos porque "así funcionamos bien".

Más para acá que para allá, se nos advirtió que el fin de la historia estaba cerca y ocurrió y como no leímos o ni siquiera ojeamos a Fukuyama y malinterpretamos a Huntington en su observaciones sobre el choque de civilizaciones pues nos reímos, como nos espantamos en cambio (a querer o no) con el advenimiento de las fechas límite 2000, 21 de diciembre de 2012, y remitiéndonos a las profecías más abigarradas nos investimos de apologistas del final de los tiempos. Pero insisto, el tiempo es algo relativo y lo que no acabó para ti hoy, acabará en algún mañana.

El ser humano todavía transita su párvula edad, pero se cree como señalaba Dalí en broma surrealista: el non plus ultra. Como el artista, aun cuando pelea por la igualdad y la libertad propende a proclamarse monárquico en sus aspiraciones capitalistas e imperialista en sus pretensiones de solidaridad socialdemócrata, entre doloridos golpes de pecho exultados por una pederastia santificada por los medios.

En otra ocasión, otro amigo, de mucho más tiempo en mi vida, afirmó palabras más o menos aquí: estar ocupado no es lo mismo que ser productivo. ¿Será? Miro hacia arriba el tiempo, espacio y palabras y signos que he ocupado para escribir ¿o producir? estas líneas y, lejos de toda tentación keynesiana, tayloriana o fayoliana o mayoyiana (Elton Mayo) estoy claro que no supondrán en conjunto la equivalencia esperada de time = money para un sistema social como el nuestro, sin embargo, la productividad asociada está aquí, presente, como lo está en las ruinas piramidales en Giza o en las ruinas humanas de cientos de miserables pernoctando bajo los puentes de las grandes ciudades. Mis dedos son máquinas que avanzan a una velocidad de ¿cuántos caractéres por minuto? Mis ojos son máquinas que leen ¿cuántas palabras, cuántas imágenes por minuto? Mi mente, tan inasible, de manera misteriosa produce ¿cuántas ideas por minuto? Esas ideas, ¿valen dinero por lo que son o son por lo que pueden valer en dinero o simplemente son aun cuando no valgan ni un centavo a los ojos de quien hasta aquí ha llegado, pacientemente, para extraer alguna utilidad y beneficio de ellas?

Ensayar con las palabras es esto. Hablar aparentemente de todo y nada. Tomar un tema y desde él derivar las reflexiones capaces de construir un discurso que llegue (o no) a una conclusión específica. ¿La pregunta que sigue para terminar por ahora es? ¿Importa lo que yo colija? Si expongo mi corolario, no faltará quien me tache (ya ha sucedido más de una vez entre propios y extraños) de petulante engreído rollero que por mi manera de decir las cosas pretendo imponer mi razón. Si dejo el espacio abierto para que tú, amable lector, concluyas... ¿qué dirías sobre lo escrito? ¿Cuántas palabras, signos, tiempo emplearías en las empresas de pensar, organizar ideas, expresarlas en un medio como este? ¿Tu brevedad o largura serían efecto de tu capacidad o de tu incapacidad de síntesis o de análisis? 

Tiempo, medida, relatividad, evolución, ego, administración, ocio y negocio, sociedad, ser humano, productividad, fueron algunos conceptos literal o marginalmente tratados aquí a partir del dicho de una par de amistad o contactos tan comunes como tú o yo, tan poco o muy enterados en los autores mentados como tú o yo. ¿Sabios... como tú o yo? La palabra, sin embargo, se mueve.

Mi guerra más breve


Al expresar sus recuerdos, un buen amigo, ex condiscípulo preparatoriano, colega y la primera persona que me entrevistó en la vida (y no por las causas que más hubiera querido yo) ha removido mis recuerdos...

Con quien yo jugaba más era con mamá, era en realidad mi única compañera de juegos, considerando que la diferencia de edad con mis hermanas además del género suponía intereses muy distintos. Los amigos de la escuela o vecinos eran eso, solo eso y para esos momentos del patio o la calle. Con mi madre jugué casi todo incluso a los soldaditos. Sólo una vez jugué con papá y fue la guerra más determinante, la más breve de la historia.

Recuerdo que tardé poco más de una hora en acomodar los soldaditos en los diversos rincones de la sala, pensando en las estrategias, las mejores localizaciones, colinas, valles, cañadas donde emboscar, trincheras, poblados, caminos para pertechos... Había lo mismo soldados medievales, abigarrados caballeros andantes, que tropas de la primera guerra, guerreros aztecas... Mientras mamá hacía la comida.

Era miércoles, el día de la semana cuando papá llegaba a comer. Ese día llegó antes, unos minutos antes de lo esperado y lo vi como la oportunidad dorada para jugar juntos. Él aceptó de buen grado, tiró una, dos canicas ocasionando pocas bajas entre mis fuerzas, de pronto su diminuta estatura encuclillada se levantó con un mirar mezcla de fastidio y tiranía, sonrisa maléfica, enfiló el pie derecho a mis baterías y arrasó rápidamente (bueno, yo lo ví ocurrir en cámara lenta) con ellas al grito emocional de "¡Y cae una bomba atómica!; y ¡se acabó la guerra!"... Me quedé helado, en menos de un minuto el esfuerzo de más de una hora para levantar un ejército acabó disperso por la estancia. Imaginé cientos de mutilaciones, sangre por todos lados, restos, ruinas. Enseguida ordenó: "Vete a lavar las manos, vamos a comer ya" y se dirigió al baño a hacer lo propio. Escuché a mi madre anunciar desde la cocina que la comida estaba lista para servir.

Desde entonces mis juegos predilectos incluso por computador son los de soldaditos, los de estrategia, los que puedo jugar en solitario y, aun cuando me puede frustrar la inhabilidad con los controles, sé que puedo repetir hasta el cansancio la escena con el fin de vencer la adversidad, lo inesperado. Mi padre no fue de juegos ni de deportes, en cambio fue de discusiones, de charlas, de palabra, de ambición, de lucha, de paciente y amorosa impaciencia. Hoy quisiera saberlo del otro lado de la línea, escuchar su voz, tener la oportunidad de volver a acariciar su hermosa faz.

A veces no sé dónde publicar las cosas que escribo. Y no tanto porque tenga creados alrededor de 20 blogs distintos, sino porque algunos textos caen en varias categorías. Desde la muerte de papá el 18 de agosto de 2013 me hice la promesa de destinar uno de mis espacios para asentar mis memorias alrededor de él. Hacer una especie de mausoleo públicamente personal o personalmente público para honrar a quien fue raigambre, parte de mis fundamentos. Es la fecha que no lo hago, porque estoy dando vueltas a la idea de reducir el número de blogs, achicar el agua del bote de mis pretensiones antes de naufragar por ambicioso. Solo que decidir qué se va y qué se queda, dónde es más prudente y justo incluir qué clase de textos no me ha sido sencillo. Por lo pronto quede este texto aquí, un monólogo de entre mis varios, en lo que escombro la casa.

El futuro es de quien se atreve



BAJO EL ESPÍRITU CRÍTICO del pensamiento de Octavio Paz, la promulgación efectuada por el presidente Enrique Peña Nieto de la Reforma Energética cifró el momento culminante de su primer año de mandato en una nueva democracia mexicana hoy marcada por las venturas de la alternancia.

El PRI, que hoy gobierna, se distingue claramente del PRI de antaño al menos en un aspecto: está "reformado". Era necesario "reformar" para que el peso específico, no de una persona como la presidencial bastante disminuida por las reformas políticas de años anteriores, sino de los jóvenes cuadros que comienzan a despuntar pudieran asomarse como promesas del México que queremos.

Las paleontológicas generaciones de políticos de todo tinte y logotipo tenía y aún tiene atorados en los gañotes así como en el alma, la leyenda, el mito, los dogmas a los que aludía Octavio Paz en muchos de sus ensayos críticos como esas anclas densas que han mantenido a la barcaza encallada en el estero. La izquierda, la derecha, la etiqueta que se quiera mencionar han coexistido con sus temores, sus ensueños, sus ambiciones, sus intereses particularísimos pasándose por el arco del triunfo las necesidades verdaderas del pueblo, de la nación entera. La acumulación de poder político, de riqueza, de mendicidad ha hecho de México un país que, siendo mosaico natural, se ha convertido en un caleidoscopio de vergüenzas. Quien mira a través de su lente solo puede sentir tristeza, asco, y esbozar una sonrisa irónica. Sin embargo, quien sabe mirar, entre esos trozos de cristal halla el verde de la esperanza.

México, con todo el dolor que la incertidumbre de hoy le lacera, es más fuerte que cualquier mezquindad barata. Los recursos en su subsuelo, mares, terreno y atmósfera son y seguirán siéndole propios, empero compartidos —como debe ser— con el resto de la humanidad que conforma el planeta, y esto sin importar la nominación monetaria del dinero invertido en su explotación y aprovechamiento.

Los de hoy son tiempos de transformación. Un pueblo que se entiende como dador de parte del patrimonio de la humanidad ya no puede apostar a la exclusividad de nada y menos en una era donde la interdependencia es más que marcada, es la consigna cotidiana.

Cada vez, los seres humanos nos encaminamos más y más a la unidad necesaria. Y lo estamos haciendo por vía de la integración sistemática, ora de los recursos, ora de los afectos, ora de la economía, ora de la ecología. En la medida que nos vayamos entendiendo más como administradores obligados solidarios de la necesidad y menos como abusivos mercedarios de la abundancia, entonces la caridad, que siempre debe comenzar por casa, tendrá más sentido y sus huellas serán los indicios de un mejor mañana.

Una reforma energética, una educativa, una hacendaria, una anticorrupción, etc., son apenas el primer paso para modificar lo justo. Pero como bien apuntó Ricardo Anaya, cuando fuera presidente de la Cámara de Diputados, aún falta lo más arduo y clave que es la implementación de dichas reformas. Ponerlas en práctica va revelando la pertinencia y bondad de las mismas o todo lo contrario. Entonces y al cabo de un plazo mediano de unos 20 años sabremos los mexicanos si la promulgación fue un acierto o un yerro, como por ahora nos va pareciendo en algunos puntuales aspectos.

La historia se construye paso a paso, con buenas y malas intenciones, pero también con el reconocimiento del infortunio o la fortuna de las decisiones de unos pocos que, al amparo del poder presumiblemente otorgado por el libre sufragio, pretenden signar como afirmaciones de lo promisorio.

Es la primera ocasión que las fuerzas políticas de México hacen algo ¿realmente pensando a futuro?; quizá porque los problemas que se vislumbran van materializándose lenta, paulatina, irremisiblemente. No son tiempos de gobernar solo en función del ahora, así en lo privado como en lo público, sino de hacerlo con la claridad de que el futuro pertenece a quien se atreve al cambio.

No debemos olvidar que somos, como decía Octavio Paz, "contemporáneos de los otros hombres".

LA SUPREMA PUTA

Quizá de las cosas que más me pueden seducir, aparte de las bellas formas de una mujer, está el lenguaje, el poder de la palabra bien acomodada, reluciente, empleada con buen propósito.

Recientemente nuestros magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en México, han sentenciado censurar, ¡censurar!, ¡penalizar más bien! el empleo de las palabras "puto", "puñal", "joto", entre otras para referirse a una persona (especialmente los homosexuales). Es la más imbécil y deleznable forma de lacerar lo que nos sustenta como hispanohablantes: nuestra lengua común, fundamento de nuestra cultura, dicho esto sin desmedro de las otras lenguas que la enriquecen so pena histórica del pecado del olvido y la conquista como son las indígenas, tan deliciosas y musicales. No se trata, eso sí bien dicho por los magistrados, de contravenir la libertad de expresión y voy de acuerdo que no debe ser excusa esta para el inadecuado uso de esas u otras palabras con un propósito ofensivo. Pero entonces lo que debe ser penalizado es la acción del decir, aún más la intención detrás del dicho. La intención en esto sí es lo que cuenta, pero como es tan difícil probar la intencionalidad de un acto, la ley ahora hace jurisprudencia para anclarse en lo más "evidente": la palabra.

PALABRAS PRESAS

Bajo la publicación de cierto amigo venezolano en Facebook se dio una "confusión" lingüística luego que bromeé con él al apuntar que sólo me anda "cucando" con las imágenes de las bellas amigas que me comparte (sólo en foto, ¡qué caray!). ¡Se quedó estupefacto, algo ofendido por que usé la palabra "cuca"! Me explicó que no sabía qué quería decir y que en Venezuela es una "mala palabra", sin entrar en detalles.

Yo, ni tardo ni perezoso, me di a la tarea de hacer la pertinente aclaración apuntando la definición de "cucar"del Diccionario de la Real Academia y no solamente:

El verbo también acepta la forma "cuquear" (derivación onomatopéyica del sonido del pájaro Cu Cú, empleado desde antiguo a modo de señal para provocar a los compinches en determinada acción a actuar conforme a lo planeado). En efecto, siguiendo la Enciclopedia del Idioma de Martín Alonso y el Diccionario de Latinoamericanismos del Dr. Santamaría o distintos diccionarios de sinónimos como el de Miguel Doezis, se dan como acepciones para "cucar": azuzar, provocar, incitar, guiñar, instigar, impeler a un animal o persona humana para que actúe de determinada manera.

Alguien más agradeció la "corrección" y seguí (edito, actualizando y ampliando):

El breviario cultural tuvo a bien, sin ánimo petulante, ayudarnos a todos a seguir aprendiendo, algo que no dejamos de hacer todos los días en distintos ámbitos. Ayer no habías escuchado o leído "cucar", hoy tu bagaje, tu acervo (que no acerbo) en cuanto a léxico se ve ampliado por un vocablo nuevo, reconocimiento de la ortografía y ampliación de relaciones significativas y de uso. ¡Es lo rico de leer!

Después, con una pena que comprendo bien, mediante correo privado, mi amigo me solicitó no insistir en el tema y tras explicarme que en Venezuela popularmente se llama "cuca" a la vagina. Así hice (respetando su muro) y su identidad nacional, no sin ceder a la tentación de ampliar el breviario cultural con buen humor de este modo:
Gracias por enriquecer mi acervo. Jajaja... No seguiré, pero ¡qué te preocupas! Si tú no tienes cuca, no puedes cuquear, jajaja. Y menos mal que ninguno tenemos una tía a la que digan de cariño Cuca, ahí va Doña Cuca, jeejejejeje (muy común en México y en España y otros países hispanohablantes como diminutivo de Refugio (Cuca, Cuquita) como ella http://cucacooking.blogspot.mx/ o como nombre para alguna mascota (derivado de cucita, como se denomina en zoología a la perrita faldera. 
Por cierto, últimamente hay muchas cucas (abreviatura de cucaracha, el insecto, que también en el caló mexicano se refiere groseramente a la vagina) rondando mi casa, ¡hay plaga! (del insecto, ojalá hubiera de las otras, sería más entretenido y suculento).
Ahora me doy a la tarea de abundar, para enriquecimiento y solaz de todos aquellos interesados en ampliar su vocabulario, incluso de aquellos magistrados, ministros de la Suprema Corte de Justicia que ahora repiensan la posibilidad de revertir su sentencia penalizante de las palabras maricón, puñal, joto en tanto presumibles alusiones a la homosexualidad de una persona.

Hay también la persona cuca o cuco (la taimada y astuta, solapada, pilla, calculista que ante todo mira por su medro o comodidad), la que se pone cuca (arreglada en el vestir y la apariencia, coqueta). Cuca es una oruga o larva de cierta mariposa nocturna (muy aparte de esta aquí retratada, inspirada en aquella). Es otro nombre para el cuclillo, ave trepadora; ¡cuco! es la expresión empleada en un juego de naipes también conocido como "malcontento", para señalar que se tiene el rey y no trocar. Es otra manera de referirse al tahúr. En Andalucía se llama así al culero del niño, al calzón interior femenino, al oriundo de Almodóvar del Río. En Santander, España, es una acepción para la nuez. En Salamanca dícese del ganado vacuno que tiene los cuernos excesivamente cerrados. En Guadalajara, España, es otra forma de referir al coquero, culero, talega, lienzo que se pone atrás a los niños pequeños para que hagan sus necesidades. En México, la frase "hacer a uno cuco o cuca" es hacer burla de alguien. Cuco también es otra manera de llamar al coco o fantasma que se figura para meter miedo a los niños.

De lo anterior se derivan: cucología, que en Navarra es la cuquería, es decir la gramática parda, o sea la habilidad para conducirse en la vida y para salir a salvo o con ventaja de situaciones comprometidas. Cucón, en Navarra es la coca o coco o golpe que se da en la cabeza de otro con los nudillos de la mano cerrada.

Si en Venezuela cuca popularmente refiere a la vagina, miembro femenil, la cucona es, por contraste en Argentina el pene o miembro viril. Los cucos, en Rioja, son una especie de guisantes muy pequeños para pienso del ganado.

En fin, que no podemos andar por cada región penalizando palabras. ¡Como si pudiéramos encarcelar la lengua a punta de cucas (dicho sea esto sin albur)!

Y para rematar, qué tal imaginarnos a las palabras que vayamos penalizando por virtud de la inteligencia jurídica y el criterio de los magistrados y legisladores cómo pasarían el tiempo entre los barrotes del desuso y el olvido. Yo creo que el gran Cuco Sánchez, puede darnos buena idea.





LENGUAJE DOSIFICADO

Llevo un par de días mascando la noticia acerca de de que los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación buscan revertir la restricción del uso de las palabras maricón y puñal por considerarlos (en una primera oportunidad) ofensivas por homofóbicas. La andanada de críticas (entre las cuales sumo y he sumado las mías) no se hizo esperar y para ello muchos utilizamos el mismo lenguaje restringido para referirnos a los ministros como putos, jotos, maricones, puñales, floripondios, maricas, mariquitas (y recuerdo al gran comediante mexicano Jesús Martínez "Palillo") acobardados pulpos chupeteadores del erario nacional "jijos de su mal dormir", y todo para referirme o referirnos al hecho grosero por obtuso de acusar a las palabras de lo que jamás podrán ser culpables: la intención.

Es de sabios cambiar de opinión y parece que ahora eso es lo que sucede. Los señores ministros (en el plural incluyo a las mujeres; es innecesario jugar con la aborrecible y tediosa fórmula diplomática introducida por Vicente Fox y otros en afán de granjear a los géneros) están reconsiderando su decisión no sólo por injusta para un elemento fundamental de nuestra idiosincrasia y cultura (el lenguaje, la lengua, el idioma), sino por inoperante. Lo que debe castigarse o premiarse siempre es el propósito no el instrumento empleado. El crimen o la ofensa no los comete el "puñal", sino quien lo empuña con todas sus razones, ventajas y desventajas. A veces entre amigos decimos "no seas maricón (cobarde, timorato), lánzate a la conquista de la morra esa o a resolver tal problema" y el aludido no se da por vilipendiado.

Más y mejor harían los homosexuales (y no nada más) en esa muy merecida y loable lucha por ejercer y exigir sus derechos en también obligarse a engruesar su piel y no andar ahora sí que de chilletas maricones diciendo a diestra y siniestra "mírelo miorcó". En una sociedad igualitaria y democrática como la que propugnamos quien se lleva, se aguanta. O todos coludos o todos rabones. Si son tan hombrecitos o mujercitas para hacer valer lo que les corresponde, séanlo también para adaptarse y orientar el sentido de la adaptación de esta a veces agobiante sociedad injusta en su heterosexualidad.