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Naucalpan, ciudad sin vida (1)


ERA DE LA OPINIÓN… de que el incendio ocurrido el 30 de enero en el predio de La Victoria donde se encontraba un Centro de Acopio de Residuos Sólidos (basura) del gobierno de Naucalpan de Juárez había sido provocado. Tal vez nunca sepamos si en efecto así fue y quién encendió la mecha.

En su momento gente del Sindicato Único de Trabajadores del Estado de México y Municipios (SUTEyM) señaló al gobierno del alcalde Edgar Olvera como presunto culpable. En contraposición, el gobierno municipal se escudó en sus razones, echando la pelota al terreno del sindicato en medio del conflicto que en esas fechas los tenía confrontados. Conflicto que luego ambas partes zanjaron en apariencia tras la firma del nuevo contrato colectivo el 4 de septiembre.

Lo que comienza por estos días a esclarecerse es el beneficio que a una y otra partes significó un hecho más allá de intencionado o accidental. Y es que en la guerra como en el amor —y en la política— todo se vale, dicen.

Quizá la principal causa de muchos de los problemas que aquejan a Naucalpan es que nunca ha tenido un verdadero centro; y, el gobierno actual, en el afán de apegarse a su lema de procurar orden y conciencia, y de hacer de Naucalpan una “ciudad con vida” convida a sus pobladores a establecer un centro urbano reconocible, fundamental, desde el que puedan trazarse nuevas líneas y formas de convivencia, conexión, y de política social que requiere el municipio para incrustarse con éxito y refrendar su importancia política y económica en el desarrollo estatal, regional y nacional.

Como parte del Plan de Desarrollo Urbano del alcalde Edgar Olvera, que se basa en buena parte en el del exalcalde José Luis Durán, no tanto en el de Azucena Olivares —según nos reveló en exclusiva Óscar Zárate, Exdirector de Desarrollo Urbano y actualmente asesor en el tema del munícipe—, lo que hoy se entiende, aunque desdibujado, como centro de Naucalpan resulta un punto neurálgico fundamental de entre varios en la región y de ahí la necesidad de crear un centro real, un punto donde confluyan ordenadamente no solo las vías de comunicación, sino los pobladores de los barrios fundacionales (San Bartolo, El Conde, Los Remedios y los que conformaron en tiempos añejos las Haciendas de Alce Blanco, Echegaray, entre otros) desde donde se justifique la vocación comercial e industrial del municipio y se tracen las redes de conexión con zonas aledañas.

1. Algo más que una “manita de gato”

El reordenamiento del centro de Naucalpan, pues, no se trata de una obra de mero maquillaje, sino una “cirugía mayor”, de toda una transformación como bien explicó el Exdirector de Desarrollo Urbano, Óscar Zárate, a Indicios Metropolitanos en una reciente entrevista (ZÁRATE, "Con la Victoria en el centro", 2016).

Cuando comenzó a realizarse el Paseo de “Las Marinas” en Ciudad Satélite, cuya primera fase tuvo un costo de alrededor de los seis millones de pesos, se suscitaron como era de esperarse resistencias. El gobierno sabía que ello pasaría y por lo mismo tomó ese proyecto como punta de lanza para, como se dice vulgarmente, “medir el agua a los camotes”. El propio Zárate así lo comentó en su momento, en una entrevista anterior dada a Indicios Metropolitanos, aceptando —palabras más o menos— que:
Se trató de un experimento social por medio del cual pudimos establecer por dónde y cómo hallaríamos resistencias y, por lo mismo, para determinar las maneras probables y posibles para conciliarlas o afrontarlas (ZÁRATE, "Sobre que vamos en Satélite", 2016).

Así y como pudo constatar Indicios Metropolitanos con el paso del tiempo, en tres momentos distintos del remozamiento y rehabilitación de dicho paseo en Ciudad Satélite, tales resistencias evolucionaron de la oposición casi total a la aceptación casi total. En medio de todo, los grupos que tomaron como bandera la obra para enmascarar sus rencillas internas y arrebatarse ora unos, ora otros, las instalaciones del Centro Cívico de la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite, o incluso promover —como otrora en la década de los setentas— la idea de convertir a Ciudad Satélite en un municipio autónomo, quedaron, puede decirse, como el perro de las dos tortas. Ninguno de los grupos, aquel del lado del presidente “legítimo” Benjamín Macedo y aquel del lado de la “mesa directiva interina” encabezada por Antonio Gómez Pedroso (fallecido el 8 de octubre de 2016) ha seguido cabalmente las vías legales para dirimir sus diferencias y, en cambio, ambas partes han optado por adoptar el papel de despojados y víctimas de usurpadores, demandando penalmente u organizando asambleas y levantando actas de dudoso valor o efectividad.


Ahora, nuevos grupos de vecinos satelucos —como gustan llamarse—, por lo menos uno no tan notorio, saltan a la palestra en interés de recuperar las instalaciones a despecho de los otros dos. Si no entro en detalles, es porque estos forman parte de una crónica un poco más puntual y compleja que he venido armando.

Este nuevo grupo espera incidir en el ánimo del gobierno municipal, para que este intervenga en el asunto. Lo que este grupo no entiende o no quiere ver es que el propio alcalde, a través del Secretario de Gobierno (entrevistado por Indicios Metropolitanos el día de la inauguración del Paseo “Las Marinas”, a mediados de julio) ha dejado claro que no intervendrá de ningún modo directo.

Definitivamente no podemos intervenir. Es una asociación civil en el uso y consagración de una garantía constitucional. Sin embargo, estamos muy atentos para participar como amables conciliadores. Satélite no merece este conflicto.

Esto que fue alguna vez ejemplo internacional de integración social, se está volviendo una vergüenza internacional por la falta de respeto a los colonos.

El Centro Cívico [de Ciudad Satélite] no es propiedad del Estado. Es un área de donación, donada a la Asociación de Colonos. No existe un comodato. Sin embargo, en las características jurídicas en que está [la circunstancia], […] tal vez el gobierno del Estado tomare una prerrogativa estatal, lo vaya a mantener en reserva en protección de los derechos de los colonos (JIMÉNEZ López, "Naucalpan no intervendrá en conflicto de Colonos de Satélite", 2016).

De nuevo, así en el municipio como en una de sus zonas residenciales, la falta de un centro es indicio del grado de desorden y descomposición que impera.

2. La seguridad en el centro

Los problemas que aquejan a Naucalpan, sobre todo en el tema de la seguridad, han orillado a que naucalpenses organizados exhorten o de plano exijan de varias maneras a sus gobiernos a rendir claras cuentas: así hemos tenido manifestaciones, protestas, foros, mesas de trabajo con la finalidad de ponernos de acuerdo ciudadanía y autoridades para hacer conciencia, a veces con orden y también, hay que decirlo, muchas ocasiones sin él. La falta de un centro, ya geográfico, ya conceptual, sin duda extravía a cualquiera.

Estos reclamos también se han hecho, en algunos casos —como pusieron en práctica estos mismos Indicios Metropolitanos—, mediante las Unidades de Transparencia creadas al efecto y por ley.
El 5 de octubre, movidos por esta preocupación, naucalpenses organizados en la Contraloría Ciudadana para la Vigilancia y la Transparencia A.C., presidida por Héctor Miranda Martínez, entregaron un oficio al gobierno de Edgar Olvera, exhortándolo alcalde a presentar de forma pública y en fecha específica: 15 de octubre, su programa en materia de Seguridad Ciudadana y Tránsito Municipal.


El hecho se suma a las manifestaciones que han venido sucediéndose desde agosto de 2014 —la más reciente el sábado 9 de octubre— y como un indicio de la elevación en el tono de exigencia de la ciudadanía naucalpense, en particular, y mexiquense en general.
La situación actual del municipio obedece a diversos factores […como el] protagonismo, pues el gobierno no puede aceptar una propuesta que no tenga su origen en él; el segundo factor es la forma en la que se conducen nuestras autoridades (oficiales de policía) quienes en términos generales son catalogados como delincuentes y corruptos; la falta de transparencia y acceso a la información es otro de los problemas, pues como ciudadanos y ante el desconocimiento de los programas y la forma en la que se ejercen los recursos financieros del ayuntamiento, siempre nos estamos cuestionando “¿Qué hace y cómo se gasta el dinero nuestro gobierno?, y diciendo que no hacen nada pues desconocemos sus programas de trabajo, sus metas y objetivos, el gobierno no da elementos para confiar; el último elemento obedece a la falta de mecanismos gubernamentales que permitan al ciudadano vigilar el ejercicio de la función pública y su legalidad, este último elemento no existe simplemente porque al gobierno no le interesa ni quiere tener sobre sus espaldas a alguien que vigile su actuar […] (CONTRALORÍA CIUDADANA PARA LA VIGILANCIA Y TRANSPARENCIA A.C., 2016).
El hecho, además, ocurrió en el contexto justo cuando los gobiernos estatal y municipal informaban: 1) el comienzo del plan de reordenamiento de la cabecera municipal; 2) la entrada de más de 3 mil efectivos federales (policía y ejército) al Estado de México, para reforzar la seguridad.

Es decir, por un lado, tenemos una ciudadanía ávida de seguridad y transparencia, perdida en medio de la dinámica de un municipio sin centro geográfico, pero también sin centro conceptual desde el cual ordenar y hacer conciencia sobre la dinámica y la vocación que lo sustenta.

Por otro lado, esa misma ausencia de un centro rector de la idea de lo que somos como naucalpenses explica la endeble identidad y la falta de un verdadero sentido de pertenencia. Cada grupo se identifica con su colonia, pueblo, barrio o fraccionamiento sin sentirse parte incluida en un todo orgánico, con metas y objetivos compartidos. Así, la mezcolanza y revoltura que se experimenta al andar las calles de Naucalpan se traduce en desarraigo todavía más que en oportunidad para el conflicto, el desencuentro, la desazón, la incertidumbre, terreno fértil para la comisión de delitos, el ocultamiento y la corrupción. Por eso es importante el tema del reordenamiento a gran escala de Naucalpan.
Foto: Perfil de Óscar Zárate Arenas, Exdirector de Desarrollo Urbano y hoy asesor del alcalde Edgar Olvera.

Creando un centro concreto y específico, una plaza cívica donde se reúnan los principales poderes —se entienden: el administrativo-político (gubernamental), comercial y financiero (civil), y del orden (militar-policial), con excepción ¿por ahora? del religioso—, al más rancio estilo de otras ciudades en México, como lo misma capital de la nación, originadas en la época colonial o mucho después, como Naucalpan, los temas que nos interesan: salud, seguridad, economía, ecología, política, movilidad, etc., podrán tener un significado distinto, así como las solucione que hoy parecen estar faltando o siendo deficientes. Y por ello, como dijo el Secretario del Ayuntamiento, Horacio Jiménez López en entrevista al colega Mario Ruiz de Vallemex Noticias:
El programa de reordenamiento del comercio en la vía pública en el primer cuadro del municipio seguirá conforme a los plazos que tienen fijados.
Precisó que, a unos días de haberse puesto en marcha, y encontrar ciertas resistencias naturales por la medida, no cesarán en los esfuerzos para recuperar al mismo tiempo el espacio público y ponerlo al servicio de la sociedad.
Destacó […] que el proyecto del cambio total de imagen que en más de 40 años no se tenía, forma parte de un programa integral de reingeniería y movilidad urbana, entre otros.
[…] Enfatizó que, por el momento, se encuentran “aguantando” los temas, sobre todo los de mayor polémica, bajo riesgo calculado y a sabiendas que la situación tampoco iba ser fácil tras cuatro décadas de permitir la saturación del espacio público y de numerosas ilegalidades (JIMÉNEZ López, "Es un hecho la transformación a gran escala de Naucalpan", 2016).
Sólo hay un serio problema en el dicho del Secretario y esto es continuar asociando casi de forma exclusiva los cambios que se vienen efectuando con un asunto de “imagen”.

La población naucalpense puede apreciar las modificaciones de orden estético en el urbanismo de su municipio, pero mientras estas modificaciones no se traduzcan en algo más que solo maquillaje y no entienda el trasfondo, seguirá, como en aquel experimento social y lo que viene, oponiéndose, resistiéndose, rechazando todo cambio que considere lesivo a sus intereses creados o supuestos.

(Continúa en la segunda parte.)

El futuro es de quien se atreve



BAJO EL ESPÍRITU CRÍTICO del pensamiento de Octavio Paz, la promulgación efectuada por el presidente Enrique Peña Nieto de la Reforma Energética cifró el momento culminante de su primer año de mandato en una nueva democracia mexicana hoy marcada por las venturas de la alternancia.

El PRI, que hoy gobierna, se distingue claramente del PRI de antaño al menos en un aspecto: está "reformado". Era necesario "reformar" para que el peso específico, no de una persona como la presidencial bastante disminuida por las reformas políticas de años anteriores, sino de los jóvenes cuadros que comienzan a despuntar pudieran asomarse como promesas del México que queremos.

Las paleontológicas generaciones de políticos de todo tinte y logotipo tenía y aún tiene atorados en los gañotes así como en el alma, la leyenda, el mito, los dogmas a los que aludía Octavio Paz en muchos de sus ensayos críticos como esas anclas densas que han mantenido a la barcaza encallada en el estero. La izquierda, la derecha, la etiqueta que se quiera mencionar han coexistido con sus temores, sus ensueños, sus ambiciones, sus intereses particularísimos pasándose por el arco del triunfo las necesidades verdaderas del pueblo, de la nación entera. La acumulación de poder político, de riqueza, de mendicidad ha hecho de México un país que, siendo mosaico natural, se ha convertido en un caleidoscopio de vergüenzas. Quien mira a través de su lente solo puede sentir tristeza, asco, y esbozar una sonrisa irónica. Sin embargo, quien sabe mirar, entre esos trozos de cristal halla el verde de la esperanza.

México, con todo el dolor que la incertidumbre de hoy le lacera, es más fuerte que cualquier mezquindad barata. Los recursos en su subsuelo, mares, terreno y atmósfera son y seguirán siéndole propios, empero compartidos —como debe ser— con el resto de la humanidad que conforma el planeta, y esto sin importar la nominación monetaria del dinero invertido en su explotación y aprovechamiento.

Los de hoy son tiempos de transformación. Un pueblo que se entiende como dador de parte del patrimonio de la humanidad ya no puede apostar a la exclusividad de nada y menos en una era donde la interdependencia es más que marcada, es la consigna cotidiana.

Cada vez, los seres humanos nos encaminamos más y más a la unidad necesaria. Y lo estamos haciendo por vía de la integración sistemática, ora de los recursos, ora de los afectos, ora de la economía, ora de la ecología. En la medida que nos vayamos entendiendo más como administradores obligados solidarios de la necesidad y menos como abusivos mercedarios de la abundancia, entonces la caridad, que siempre debe comenzar por casa, tendrá más sentido y sus huellas serán los indicios de un mejor mañana.

Una reforma energética, una educativa, una hacendaria, una anticorrupción, etc., son apenas el primer paso para modificar lo justo. Pero como bien apuntó Ricardo Anaya, cuando fuera presidente de la Cámara de Diputados, aún falta lo más arduo y clave que es la implementación de dichas reformas. Ponerlas en práctica va revelando la pertinencia y bondad de las mismas o todo lo contrario. Entonces y al cabo de un plazo mediano de unos 20 años sabremos los mexicanos si la promulgación fue un acierto o un yerro, como por ahora nos va pareciendo en algunos puntuales aspectos.

La historia se construye paso a paso, con buenas y malas intenciones, pero también con el reconocimiento del infortunio o la fortuna de las decisiones de unos pocos que, al amparo del poder presumiblemente otorgado por el libre sufragio, pretenden signar como afirmaciones de lo promisorio.

Es la primera ocasión que las fuerzas políticas de México hacen algo ¿realmente pensando a futuro?; quizá porque los problemas que se vislumbran van materializándose lenta, paulatina, irremisiblemente. No son tiempos de gobernar solo en función del ahora, así en lo privado como en lo público, sino de hacerlo con la claridad de que el futuro pertenece a quien se atreve al cambio.

No debemos olvidar que somos, como decía Octavio Paz, "contemporáneos de los otros hombres".