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¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!

Foto: Archivo Indicios Metropolitanos. "¡Oh, capitán, mi capitán!", imagen generada con inteligencia artificial.
Autor: Alfred Steppenwolf


ERA DE LA OPINIÓN…, influenciado por la mercadotecnia política, de que los candidatos eran simples cosas de quita y pon, corcholatas, cartas de una baraja, removibles a veces por la gracia de un prodigioso dedo flamígero, a veces por algo que los dizque entendidos llaman la voluntad popular. ¡Qué equivocado estaba! O debería decir que estábamos, tú y yo, amable lector. Todos.

El voto en la mano no es letra de cambio ni garantía de calidad.

Los electores, aunque se los quiera ver como individuos, en el contexto de una elección  y más de una campaña, solo son parte de la masa y, la masa, lo saben bien Carlos Alazraky y otros colegas, no piensa, reacciona. Por eso, las campañas propagandísticas apelan a lo que las masas consumen: popularidad, atractivo, motivación, sentimientos. Buscan satisfacer lo más inmediato o, cuando mucho, lo más mediato en cuanto a carencias, resolver deficiencias. No más.

Eso explica también por qué políticos, empresarios e intelectuales acaban juntándose en clubes donde conciliar sus sueños y fantasías, separados del conglomerado y creyéndose los semidioses mandamases sobre la comunidad, aunque esta los vea con recelo. Desprecian al vulgo suponiéndole mera recua a la que es obligado guiar a punta de chicote, chiflido, golosina o canciones, mientras comprenden la travesía del modo como haría el capitán de un navío desfallecido en la cubierta, al lado del timón.

Claro está, es deseable que el elector, ya en la soledad de la cabina donde asienta su sufragio a depositar en la urna, como el individuo que es, sopese los planes, proyectos, ideas, propuestas (mejor que promesas), personalidades, pros y contras de un candidato y su partido respecto de los contendientes, por comparación, y que exprese mediante la boleta su aprecio por tal o cual específico, o en alianza con otras fuerzas, intereses e ideologías distintas de la imperante. Al final eso sucede, de malas o de buenas. Pero mal hacen los sobrios petulantes en pretender que, para los cargos de representación popular, y más los de la envergadura del presidencial, solo tengan cabida, a despecho y contrapelo de los derechos fundamentales asentados en la Carta Magna, los individuos candidatos con "capacidad", "experiencia", "conocimientos", así sean feos, inmorales o impopulares; o, ya de perdida, que cumplan con un diez por ciento de capacitación y un noventa por ciento de leal probidad.

Con toda la legitimación que conforme a derecho le asista a un individuo, ni el ejercicio de una profesión, ni los grados académicos, ni la experiencia, ni el sentido común garantizan que, ya no digamos un candidato, sino el mismo triunfador de unos comicios, será lo non plus ultra. La falibilidad humana siempre será un factor determinante en el ejercicio del poder, tanto como en el de cualquier acción realizada por el hombre (y aquí hablo del ser humano, para que no me tachen de misógino los socotrocos de apostadores por el lenguaje inclusivo y dizque políticamente correcto).

En algún momento de nuestra historia democrática, el voto era un mero trámite. Hoy se procura darle significado como efectiva, eficiente y eficaz forma de expresión de las preferencias ciudadanas, en cualquiera de las maneras que adopte: voto nulo, blanco, directo, indirecto, virtual o abstención.

Pero el voto también podemos verlo metafóricamente como un equilibrista caminando sobre una cuerda floja sin red de seguridad debajo, un violinista danzando sobre un tejado. Basta un mal paso o un soplo más fuerte de lo calculado para que las cosas salgan como no se habían imaginado.

Lemas como "La honestidad valiente, "La corrupción somos todos", "Arriba y adelante, "Por el bienestar de todos", "La esperanza de México", "La solución somos todos" y muchos más, ponen en evidencia sintética lo expuesto en lo antedicho. Los hechos y dichos están ahí, incontrovertibles, registrados por esos mismos medios oficialistas o no, a los que tanto se aplaude cuando no se los ataca.

¡Votando, que es gerundio!

La popularidad es fundamental para la construcción de liderazgos. No lo digo yo, lo dicen —valga la cacofonía entrante— los expertos psicólogos, sociólogos, politólogos o colegas comunicólogos, y no de ahora, sino desde que comenzaron los estudios sobre el tema allá por la década de los treintas del siglo pasado. No es un tema nuevo. De ahí que el populismo no es malo en sí, al contrario —ya se lo explicaba el presidente Obama al presidente Enrique Peña Nieto—, tiene una función específica en el arrastre de los grupos y masas. El problema se suscita cuando el populismo, basado en la popularidad, insisto, se pervierte y da pie a la demagogia. Y esta puede darse indistintamente entre quienes se definen de "derecha" como en quienes lo hacen cual de "izquierda", o hasta de "centro". En la casa del jabonero, el que no cae, resbala. Nada tiene que ver con afanes comunistas, socialistas, socialdemócratas o capitalistas. Sú único afán es provocar a las conciencias, seducirlas para conseguir su atención y favores con miras a una supuesta misión compartida y que alguien, puede ser cualquiera el ungido, no sabemos quién, ha de encabezar. Poco importa si la muchedumbre es tarada, imbécil, idiota o enterada. Hasta ahora la costumbre ha sido que quien levanta la mano y dice "¡yo quiero!" es tomado como feliz cordero para el sacrificio, noble sacrificio de sufrir la gloria o el infierno. Pero vivimos tiempos de transformación. Tal vez la bendición o maldición recaiga sobre mí, o sobre este o ese de allende. ¡Del agua mansa nos salve Dios!; y tengamos cuidado con lo que deseamos, pues los deseos, tarde o temprano, para bien o mal, se cumplen.


Por lo tanto, quienes se rompen la cabeza por hallar quién puede ser el capitán del navío, deben buscar candidatos populares, con capacidad de arrastre pero que no sean demagogos ni den pie al amotinamiento. Para no caer en la demagogia, su tipo de liderazgo ha de ser lo que debe definirse de entre los nueve existentesCabe destacar que estos estilos de liderazgo no son mutuamente excluyentes, y muchos líderes pueden combinar diferentes enfoques según las circunstancias y las necesidades de la comunidad (según se la vea como sistema de grupos organizados, conjunto de equipos o con el vago término de "sociedad civil"):

  1. Liderazgo autocrático: Este tipo de liderazgo se caracteriza por un control centralizado y una toma de decisiones unidireccional. El líder autocrático toma decisiones sin consultar al equipo y espera obediencia total.
  2. Liderazgo democrático: En este estilo de liderazgo, se promueve la participación activa de los miembros del equipo en la toma de decisiones. El líder democrático valora las opiniones y aportes de los demás antes de tomar una decisión final.
  3. Liderazgo laissez-faire: En este enfoque, el líder adopta un enfoque de "dejar hacer" y otorga a los miembros del equipo una gran autonomía y libertad para tomar decisiones. El líder se convierte en un recurso y brinda apoyo cuando se solicita, pero no se involucra de manera activa en la dirección del equipo.
  4. Liderazgo transformacional: Este tipo de liderazgo implica inspirar y motivar a los miembros del equipo para alcanzar niveles más altos de desempeño y lograr objetivos comunes. Los líderes transformacionales fomentan la creatividad, la innovación y el desarrollo personal de los seguidores.
  5. Liderazgo transaccional: Aquí, el líder establece acuerdos y recompensas claras con los miembros del equipo a cambio de un rendimiento determinado. El líder monitorea el cumplimiento de las tareas y ofrece incentivos o sanciones según los resultados.
  6. Liderazgo carismático: Los líderes carismáticos ejercen una fuerte influencia sobre los seguidores a través de su personalidad carismática y su capacidad para comunicar una visión convincente. Inspiran a los demás y generan entusiasmo y compromiso.
  7. Liderazgo situacional: Este estilo de liderazgo se basa en la idea de que no hay un enfoque único que sea efectivo en todas las situaciones. Los líderes situacionales adaptan su estilo de liderazgo según las necesidades y la madurez de los miembros del equipo.
  8. Liderazgo visionario: Los líderes visionarios tienen una visión clara del futuro y son capaces de comunicarla de manera persuasiva a los demás. Inspiran a los seguidores con un propósito común y los guían hacia metas a largo plazo.
  9. Liderazgo orientado a los resultados: Los líderes orientados a los resultados se centran en la consecución de objetivos y en la mejora del desempeño. Establecen estándares altos, fomentan la rendición de cuentas y dirigen a los miembros del equipo hacia el logro de resultados tangibles.

Las relaciones peligrosas o qué sabroso pollito con papas.

El término "sociedad civil" tiene sus orígenes en la filosofía política y ha sido utilizado y desarrollado por varios pensadores y académicos a lo largo de la historia. Sin embargo, se atribuye al teórico político inglés del siglo XVII, John Locke, la formulación más influyente del concepto de "sociedad civil".

Locke planteó la idea de una sociedad civil como un ámbito separado y distinto del gobierno y la autoridad política. En su obra Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil (1690), estableció la distinción entre la sociedad política, que era el ámbito de la autoridad estatal y la legislación, y la sociedad civil, que se refiere a las relaciones y asociaciones voluntarias entre los individuos en la sociedad. Le faltó hacer la distinción con el ámbito de la autoridad judicial, porque entonces no existía la división de poderes como hoy la conocemos.

Posteriormente, otros filósofos y teóricos políticos, como Jean-Jacques Rousseau y Alexis de Tocqueville, contribuyeron a desarrollar el concepto de sociedad civil en sus propias obras. Desde entonces, el término ha sido ampliamente utilizado en la teoría política y el discurso académico para referirse a la esfera de la actividad social, económica y cultural que existe fuera del ámbito del gobierno, y que involucra la interacción y la organización de los individuos en asociaciones y organizaciones no estatales. Pero también, a ciencia y paciencia, a querer o no, se fue propiciando el divorcio franco entre los gobernantes y los gobernados llevando a dos visiones de mundo: a) quienes ven el mundo como el tablero de ajedrez donde se ejerce el poder mientras la sociedad civil conforma las piezas del juego; b) quienes ven a los gobernantes, autoridades, funcionarios y representantes como empleados sujetos al dictado de una vaga razón popular. Lo que hoy estamos viviendo y atestiguando en México y el mundo, ese afán popular por someter a los líderes traza una fina y peligrosa raya que separa la democracia, por imperfecta que sea, y la oclocracia, la que puede conducir a una toma de decisiones impulsiva y a la vulneración de los derechos y las libertades de aquellos que no están en línea con la opinión o la voluntad de la mayoría, o de una minoría que se autodefine como representantes virtuosos de dicha amorfa mayoría.

Esa forma de categorizar al gobernante, en tanto funcionario público, como "empleado del pueblo", como subalterno de una autoridad difusa es un craso error. Como lo es también la visión extrema contraria. El elegido no es por definición ni caudillo ni mártir, ni ogro filantrópico ni capataz, ni pedagogo ni pescador de hombres.

Los líderes válidos no se autonombran o autoeligen o autoproponen. Para que un liderazgo, cualquiera de sus tipos, sea sólido, este debe ser reconocido y aceptado por los otros, por la gente que conforma el grupo al que pertenece ese individuo; y el rol debe ser asumido por quien lo detenta. Si uno de estos dos factores no ocurre, el liderazgo, tarde o temprano, pierde fuerza, poder y queda reducido a una función complementaria, lo cual tampoco es despreciable, pues siempre se espera y sucede que convivan los nueve tipos de liderazgo en un mismo grupo y de forma simultánea, complementándose. No quiere decir que solo unos pocos pueden ser líderes. Todo lo contrario, en cada persona hay una o más formas de liderazgo como respuestas adaptativas a las situaciones que envuelven a la organización de la que son parte. La dinámica de la alternancia del liderazgo es una constante en todo sistema social.

De ahí, la importancia en la selección de candidatos radica no en el plan, programa, proyecto o visión de campaña, sino en la personalidad con el potencial de llevar a efecto dicho plan, y de adaptarse a la circunstancia de su aplicación. De entenderse y coordinarse con los otros tipos de liderazgo para conducir la nave a buen puerto. Para que eso ocurra, el elegido debe estar arropado por un equipo que abarque los restantes tipos de liderazgos que lo complementen. Es verdad que en algún momento estos otros podrían sustituirlo, pero para que eso suceda debe ser por causas mayores o un cambio radical en la circunstancia de origen.

¿Quiénes seleccionan a esos nueve liderazgos? Mejor dicho, ¿quiénes los reconocen entre la multitud? Los otros, la gente misma en un proceso "natural" de "¡sigan al bueno", al audaz, al inteligente, al poderoso, al carismático, al conocedor, al relacionado, al sensible, al calculador estratega o al ferviente místico. Eligiendo siempre con apego a la circunstancia que aqueja definiendo la situación del grupo o la masa. No lo hacen de forma artificial y artificiosa con base en métodos y protocolos retorcidos, densos, cartabones inflexibles sujetos a los lineamientos de una ideología.

El verdadero líder no tiene necesidad de ir de casa en casa recabando firmas. La gente con solo mirarlo, escucharlo, leerlo y tratarlo lo identifica. Poco importa su sexo o su preferencia sexual.

De ahí también que, por años, la mercadotecnia política ha estado equivocada en mirar a los candidatos individuales, como productos y, a los partidos que los contienen e impulsan, como marcas. Sólo hay algo cierto en ese enfoque y es la posibilidad de que el producto, asociado a la marca, con base en sus propiedades y objetivos, motive la adhesión del elector visto, de nuevo un error, como público consumidor. Sí, también es cierto que todo candidato, visto como producto, está sujeto a una fecha de caducidad, pero no como individuo, como persona. De ahí que lo elegido no son botellas de refrescos, unos burbujeantes otros libres de azúcares, sino personas. La mercadotecnia, pues, ha sido el factor pervertidor de la política ya de por sí podrida desde antaño. Pero es la mercadotecnia también la que, revisando sus principios aplicados a este tema, puede transformar la manera como los electores, ya en su individualidad, voten conforme a su leal saber, entender y sentir, y muy aparte de lo que la masa puede sugerir por inercia social.

Hoy México es una nave encallada. Su capitán, su Ulises, atado al mástil no consiguió eludir los cantos de las sirenas y nos llevó a derivar por una odisea en la que los monstruos a enfrentar fueron, en su mayoría, productos de su delirio. Entre otras cosas, eso explica nuestra división. Ahora está por verse si nosotros seremos capaces de remar o nadar hasta la orilla. En esta circunstancia, cabe recordar a Walt Whitman.

¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado.
La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio.
Próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama,
Siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave;
Más, ¡ay!, ¡oh corazón!, ¡mi corazón!, ¡mi corazón!
No ves las rojas gotas que caen lentamente,
Allí, en el puente, donde mi capitán
Yace extendido, helado y muerto.
¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Levántate para escuchar las campanas.
Levántate. Es por ti que izan las banderas. Es por ti que suenan los clarines.
Son para ti estos búcaros, y esas coronas adonardas.
Es por ti que en las playas hormiguean las multitudes,
Es hacia ti que se alzan sus clamores, que vuelven sus almas y sus rostros ardientes.
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Deja pasar mi brazo bajo tu cabeza!
Debe ser sin duda un sueño que yazgas sobre el puente.
Extendido, helado y muerto.
Mi capitán no contesta, sus labios siguen pálidos e inmóviles,
Mi padre no siente el calor de mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
La nave, sana y salva, ha arrojado el ancla, su travesía ha concluido.
¡La vencedora nave entra en el puerto, de vuelta de su espantoso viaje!
¡Oh, playas, alegraos! ¡Sonad, campanas!
Mientras yo, con dolorosos pasos,
Recorro el puente donde mi capitán
Yace extendido, helado y muerto.

Voto Ciego. Un ejercicio interesante.

Fuente: Voto Ciego

RECIENTEMENTE recibí una invitación a participar en un ejercicio interesante creado por la colega periodista Pamela Cerdeira del colectivo periodístico femenino Opinión 51. El ejercicio llamado Voto Ciego tiene como finalidad la promoción del voto informado a partir de las propuestas de campaña de las candidatas al gobierno mexiquense, Alejandra Del Moral (alianza Va por México formada por PRI-PAn-PRD) y DelfIna Gómez Álvarez (Morena-PT-PVEM).

La idea es que se emita la preferencia por las propuestas, sin asociarlas con los candidatos o el partido o alianza y de esa manera, tras el resultado, el votante puede darse cuenta de cuál es su inclinación aparente. Incluso puede verse sorprendido porque aun pensando en una candidata o partido de su elección basada solo en las propuestas podría verse inclinada hacia el contrario.

Más de una vez, en más de una elección, muchos hemos insistido a los votantes en la importancia de no dejarse llevar solo por la apariencia del candidato o la marca partidista que lo soporta, que lo preferible son las ideas, aunque es sabido que ya sobre la marcha solo quedan como promesas huecas. E igualmente hemos insistido que las opciones legales para la emisión del sufragio efectivo no nada más abarcan la posibilidad de inclinarse por un candidato, partido o alianza, sino dejan abiertas las posibilidades (aunque todavía como meros datos estadísticos sin efecto directo sobre la decisión, cosa que falta reglamentar en la ley) de anular el voto, votar en blanco anotando un partido o candidato no registrado en la boleta, e incluso la abstención misma, todas las anteriores formas de expresar la voluntad democrática ciudadana.

El conocimiento previo de las propuestas puede ser un factor determinante al momento de inclinar la balanza electoral, pero no es el único. Este ejercicio o experimento nos permite centrarnos en lo teóricamente importante sacando del panorama otros elementos que pueden abonar a la disonancia cognoscitiva en el elector, es decir generar ruido al momento de optar. Cerrando las opciones a solo las propuestas de los candidatos, este experimento fuerza al elector a estar, como dice la canción infantil, o con melón o con sandía, y no dudar en la posibilidad marginal de "la vieja del otro día" inclinándose por una anulación si no se siente convencido por ninguna propuesta, o simplemente por sacarle la vuelta a la responsabilidad y el riesgo de votar por la propuesta menos viable, o más torpe o absurda.

Como explica Cerdeira en el sitio de Voto Ciego [corrección de estilo mía, para evitar la innecesaria corrección política que deriva en incorrecciones gramaticales]:

[…] en [… dos mil dieciocho] inició Voto Ciego para poder conocer y comparar las propuestas de los [candidatos] a la presidencia.

En aquel entonces[,] la parte tecnológica corrió a cargo de Gerardo Saucedo y dos de sus alumnos. Pocos años después[,] intentamos replicar el ejercicio para elecciones estatales pero encontramos con tristeza que no había muchas propuestas. Este año, y en preparación para la elección [de dos mil veinticuatro,] presentamos Voto Ciego con las candidatas al gobierno del Estado de México. Votar solo por las propuestas nos permite conocer qué ofrecen las candidatas sin los sesgos que generan sus partidos.

Diferenciar […] una propuesta […] de un buen deseo […] es uno de los ejercicios más importantes en la elaboración de este sitio, por ejemplo, si un candidato propone "acabar con la impunidad", pero no dice cómo, es solo un buen deseo.

Nuevo dilema paradigmático: votar o votar

El experimento de voto ciego, también conocido como "evaluación ciega" o "revisión ciega", se utiliza en diversos campos para evitar el sesgo y la influencia de factores irrelevantes en la evaluación de un trabajo o propuesta, tales como la apariencia del candidato o la duda que inciden en la indecisión. El experimento busca forzar al elector a optar de forma cerrada por una y solo una de las opciones básicas presentadas aleatoriamente. Al eliminar los factores distrayentes ayuda a comprender de manera ajustada las tendencias preferenciales. Algunos ejemplos de resultados del experimento de voto ciego en diferentes contextos son estos:

  1. Publicaciones científicas: En un estudio de la Universidad de California en Berkeley, se utilizó el voto ciego para evaluar artículos científicos enviados a una revista académica. Los revisores no conocían la identidad de los autores de los trabajos y evaluaron los artículos solo por su calidad científica. Como resultado, se encontró que los artículos escritos por mujeres y minorías étnicas recibieron calificaciones más altas que cuando los revisores conocían su identidad.
  2. Audiciones de música: En una audición a ciegas realizada por la Orquesta Filarmónica de Berlín en la década de mil novecientos cincuenta, se pidió a los músicos que audicionaran detrás de una cortina para que los jueces no pudieran ver su apariencia física ni su género. Como resultado, se seleccionaron más mujeres músicas y se amplió la diversidad de género en la orquesta (el mismo método es el que hoy es empleado por el reality show "La Voz").
  3. Selección de candidatos políticos: En algunas elecciones, los votantes pueden emitir su voto sin conocer la identidad del candidato. Por ejemplo, en las elecciones de la Junta Escolar de Minneapolis, los votantes reciben una boleta con solo los nombres de los candidatos, sin información adicional como su género o afiliación política.
  4. Selección de jurados: En algunos sistemas judiciales, el voto ciego se utiliza para seleccionar a los miembros del jurado. Los miembros del jurado no conocen la identidad de las partes involucradas en el caso y se les evalúa únicamente por su capacidad para ser imparciales y justos en su decisión.
  5. Evaluación de proyectos de arte: En algunos concursos de arte, se utiliza la revisión ciega para evaluar las propuestas de los artistas. Los jueces no conocen la identidad del artista y evalúan las obras solo por su calidad artística y su ajuste a los criterios del concurso. Como resultado, se ha descubierto que los artistas mujeres y minorías étnicas son seleccionados con mayor frecuencia que cuando los revisores conocen su identidad.

El experimento de voto ciego se ha realizado en diferentes ocasiones y en diferentes contextos. El concepto de voto ciego se refiere a un método en el cual los votantes no conocen la identidad de los candidatos, con el objetivo de minimizar la influencia de factores no relevantes para la elección. En otras palabras, confronta al votante con un dilema cerrado y no abierto, es decir, a votar o votar, en vez de votar o no votar. Por una parte puede pensarse como una forma de manipulación del voto al concentrar la atención del elector en las opciones concretas y coartando su libertad para elegir entre opciones dadas sin alternativas quizá vagas como la posibilidad de anulación del voto por motivos de inconformidad, ignorancia o evasión. Pero también puede ser visto como un método para promover el involucramiento a partir de conocer los fundamentos detrás de las opciones a elegir, o simplemente la simpatía por las opciones mostradas por sí mismas. Por supuesto puede ocurrir que ninguna de las opciones presentadas convenza al votante, pero este, forzado a elegir de entre ellas una, o toma como punto de partida de su decisión el conocimiento previo, el sentido común, la lógica de las premisas propuestas, la forma, las consecuencias deducidas o determinados presupuestos. Y claro, ello no obsta tampoco ni garantiza que al final los resultados pudieren ser satisfactorios para el elector.

Una variante de este experimento se llevó a cabo en dos mil nueve en el Reino Unido, en una competencia de oratoria organizada por la Sociedad de Debates de Oxford. En esa competencia, los jueces evaluaron las presentaciones de los oradores detrás de una cortina, de manera que no pudieran verlos y se enfocaran únicamente en la calidad de los discursos.

Otro ejemplo es el experimento realizado por la organización Democracy Fund Voice en las elecciones primarias de Virginia, Estados Unidos, en dos mil diecisiete. En ese caso, los votantes participantes fueron asignados aleatoriamente a uno de tres grupos: uno que votó normalmente, otro que votó con información adicional sobre los candidatos, y un tercer grupo que votó sin conocer la identidad de los candidatos.

Voto ciego en Estado de México

El ejercicio hecho ahora por Opinión 51 para las elecciones de gobernador del Estado de México de dos mil veintitrés es interesante por varias razones. Si por un lado y personalmente, al hacerlo, me sentí forzado a votar por propuestas bajo un criterio de "la menos mala" y me faltaron las opciones electorales contempladas en la ley del voto nulo y el voto blanco, que a veces se antoja más anular que votar por una propuesta infundada de un candidato u otro, por otro lado me puso delante una metodología que varios han estado tratando de implementar en México, la de la segunda vuelta.

La segunda vuelta sería muy sana en nuestro sistema político, pues mientras en el arranque de las elecciones podría darse la posibilidad de la anulación cerrando el camino a los menos votados, en la segunda vuelta ya todos los electores tendríamos que estar forzados a decidir de manera franca por los punteros y determinar el grado de libertad del voto informado frente al voto solo reaccionario.

A quienes estamos más o menos enterados nos queda relativamente claro que las candidatas mexiquenses Alejandra del Moral y Delfina Gómez en realidad no tienen mucho para donde hacerse. Sus promesas de campaña entonces solo varían en redacción, intención, alcance, proyección y posibilidad de desarrollo. Todas apelan en su forma y en su fondo a algún modo de populismo más o menos evidente, y todas, para no variar, no son soportadas por una explicación acerca de las maneras de conseguir las metas propuestas, las que no por fuerza se han trazado de veras atendiendo a necesidades reales. Entonces, cabe la pregunta, ¿qué es mejor, votar por una plataforma de promesas, propuestas, sugerencias, ideas, aunque luego pudieren ser irrealizables independientemente del candidato; o votar por la persona que promete realizarlas, aunque tenga mucha o poca cola que le pisen?

En mi caso, forzado a pensar en esas únicas candidatas, mi predilección me llevó a responder con una idea en mente: no quiero a Delfina gobernando Edomex, pero Del Moral no acaba de convencerme. Entre dos sopas me incliné por la segunda. Pero, ¡oh, sorpresa!, votando por las propuestas descubrí en los resultados que mi inclinación se hallaba más cargada hacia Morena, aun pensando en la alianza Va por México.

Resultados de los votos emitidos ciegamente por el autor del blog.

Ahora yo los invito a ustedes a hacer el ejercicio y sorprenderse de la tendencia de su voto, del conocimiento que tienen o carecen acerca de las propuestas de aquella candidata o partido por quien sienten simpatía. E invito también, y sobre todo a los candidatos y los partidos que representan, a reflexionar con miras a debates y campañas, pues afinar plataformas, presentar propuestas realistas y alcanzables, evitar promesas vanas permitirá a ellos hacer propaganda más efectiva, eficiente y eficaz, motivando a la acción, sin caer campañas sucias o negras que deberían quedar en un segundo plano, y nos permitiría a los electores juzgar de manera más sensata el proyecto de municipio, estado o país que se nos propone construir y desarrollar en conjunto.

Por supuesto, hacer el ejercicio también podrá ser tomado por muchos como una suerte de entrenamiento torcido para, llegado el momento de los comicios, el criterio del votante se vea formado o deformado, y no precisamente informado. Es decir, por ejemplo, si en el experimento descubro que pensando en B voté por A mayormente, eso puede incidir en que me empape de las propuestas de B o simplemente, sin abundar, refuerce mi actitud hacia mi candidata predilecta y mi repulsión hacia la competidora contraria. Pero también puede suceder que, al hallar y descubrir que mis respuestas me inclinaron hacia la candidata que naturalmente repelo, pueda reconsiderar en función de la aparente sensatez de las mismas y por tanto sentirme inclinado a modificar mi intención de voto.

En fin. en dos mil dieciocho, para la elección presidencial quedó de manifiesto aquello de que, en la tierra de los ciegos, el tuerto es rey. Así llegó Andrés Manuel López Obrador, presidente de todos nosotros los mexicanos, lo hayamos votado o no en conciencia. Pues es la oportunidad de darnos cuenta cuán ciegos podemos estar para las elecciones venideras.

Para practicar el voto ciego has clic AQUÍ.

El mensaje de la revocación



EN LA NOCHE del 19 de abril de 2022, el presidente Andrés Manuel López Obrador difundió su mensaje relativo a los resultados del plebiscito de Revocación de Mandato, la nueva figura de democracia directa que muchos pugnamos durante años para que fuera incluida en la Constitución y ahora fuera promovida por él mismo (de forma ilegal, solo los ciudadanos pueden hacerlo) con la finalidad de instaurar el ejercicio. Alguien, de algún modo, tenía que hacerlo para generar conciencia en el pueblo sobre esta "arma democrática" para ejercer presión sobre sus gobernantes y definir el destino de la nación.

En el mensaje de poco más de catorce minutos, el presidente hizo un balance muy a su estilo de la jornada electoral. Pero, aquí en Indicios Metropolitanos quiero destacar un fragmento en particular que podrá prestarse tanto a suspicacias de parte de los detractores del presidente, como a loas ciegas de parte de los simpatizantes o a críticas sensatas en busca de la moderación.


En el fragmento, a partir del minuto 7:05, el presidente afirma [corrección y edición de estilo mía]:

[…] fue una muy buena jornada y lo esencial es […] que estamos haciendo valer la democracia.

Imagínense ustedes si mañana pasa el tiempo y gana la elección un presidente, hombre o mujer, y a los dos años se demuestra que incumple con su responsabilidad social, que se dedica a robar, a saquear. Bueno, ya existe en la Constitución este procedimiento de la revocación de mandato y ojalá, hacia adelante, pues los presidentes se comprometan a que, sin necesidad de llegar al 40% para que sea válida la elección […], aún sin eso, si se pierde en [un plebiscito] pues ¡hay que dejar el cargo! Porque no se puede gobernar sin el apoyo del pueblo. No se puede gobernar sin autoridad moral. Porque si no se tiene autoridad moral, no se tiene autoridad política. ¡No le hace que no sea vinculatoria la consulta! […] El gobernante [debe tener] vergüenza. [Debe tener] dignidad y no estar a fuerza, porque eso no es democracia. Eso es legalidad, pero no necesariamente democracia.

Enseguida, el presidente hace una descalificación, otra vez, de "sus adversarios" y de los "conservadores" a quienes atribuye las razones detrás del abstencionismo abultado. Es decir, desde su óptica machacona, divisoria y paranoica, quienes nos abstuvimos tuvimos razones conservadoras para no asistir. Aunque su lectura es errónea, esta vez sí le doy la razón en algo, en estricto sentido así fue: conservadora.

A modo de manifiesto personal

No puedo hablar por otros, pero sí por mis motivos. Tras mi abstención hay un mensaje claro. Yo me abstuve de asistir a emitir mi sufragio esta vez porque no me iba a prestar a una ilegalidad, a un ejercicio, por muy noble que sea en principio, viciado de origen y que bien puede dar pie a un conjunto de trampas políticas con miras a un futuro de mediano plazo.

Puedo estar en desacuerdo con la forma de gobernar de Andrés Manuel López Obrador y su gabinete, pero soy consciente de que fue electo legal y legítimamente por una mayoría relativa del pueblo mexicano que tiene todo el derecho a expresar tal inclinación, además de que puedo compartir en gran medida muchos de los razonamientos que la llevaron a decidir así.

La izquierda mexicana tiene derecho de llegar al gobierno, de ejercer el poder y ponerse a prueba como lo hizo en su momento la derecha mediante la transición histórica del PRI al PAN. El pueblo mexicano expresó así su hartazgo frente a la política y los políticos de siempre, aun cuando haya topado con más de lo mismo bajo un disfraz chabacano. Y sigo convencido de que en 2024 volverá a ganar un candidato o candidata de izquierda. Ahora mismo me atrevo a augurar además que será una mujer y muy probablemente lesbiana o hasta transexual, porque todos los mexicanos tienen el mismo derecho a votar y ser votados.

Sí, el mío fue un voto conservador, porque quiero conservar al presidente electo por esa mayoría, aun así no haya yo votado por él, pues es justo que cumpla con su juramento hecho en la toma de posesión. Es justo hacer valer su derecho tanto como sus obligaciones, las que debemos exigirles todos. Porque esta figura originalmente no era pensada con retroactividad aplicable al gobernante de hoy, sino como previsión para mermar las aviesas aspiraciones de los futuros. Porque este gobernante, al margen de su hablar obtuso, debe hacer válida su palabra encomendada al pueblo y gobernar para, por y desde todos, los que simpaticen con él como los que no, porque todos hacemos al pueblo entero y no existe el pueblo del patriarca y el de los otros. ¡Porque ese discurso divisionista debe cesar ya! y deben verse resultados concretos en vez de tanta palabrería distractora.

Aun si los resultados hubieran sido adversos y en vez de inclinarse la mayoría de los votantes por ratificar a AMLO en el cargo hubiera triunfado la revocación; muy aparte de mis dudas sobre la posibilidad de que el astuto Andrés hubiera aceptado la derrota (jamás lo ha hecho, siempre esgrime algún pretexto o artimaña en contra), entonces también mi abstención habría tenido validez conservadora. Porque lo que estaría yo buscando conservar entonces habría sido el respeto de la voluntad ciudadana.

Me abstuve porque quería tener claro el panorama estadístico (igual que AMLO) de cómo están distribuidas las simpatías con miras a las elecciones de 2024. Y ahora sé bien que, sí, aunque no quieran reconocerlo los lopezobradoristas, hay una merma en los apoyos y la izquierda tiene un camino para remontar y recuperar lo perdido si no quiere sufrir un descalabro. Pero, lo mismo aplica para la oposición.

Lo que hay detrás del abstencionismo actual no es desidia, ni negligencia ni ninguneo ni parsimonioso conformismo. Lo que hay es un mensaje de ¡ponte a trabajar! Los mexicanos estamos sentados en el porche, capoteando el temporal, esperando verte montado en tu carreta de bueyes ya no para ir a hacer campaña, sino para traer el producto del esfuerzo de todos nosotros. A menos que quieras, Andrés, que se aplique a rajatabla la paráfrasis y en la carreta lo transportado sea el féretro con tu cadáver.

Si a los datos duros sumamos este dato blando, el mandatario mexicano tendría que saberse aún más comprometido con el cargo asignado y las expectativas. Aunque difícil, todavía tiene tres años para revertir la mala imagen de que ahora goza entre el resto de los mexicanos y el mundo (pese a sondeos) que o votaron por revocar o anularon o los que no asistimos, nos abstuvimos. ¿O qué, gobernará solo al modo y al son que le cante una minoría de diecisiete millones de mexicanos? Esos que votaron a favor, ¿no son también de la misma manera "conservadores" aunque en pequeña escala? Conservadores de una circunstancia que no ha logrado enfilar al país a mejores niveles de convivencia y desarrollo, por más que se aleguen y pretexten pandemias y recesiones, sin que ello les reste importancia relativa.

El mensaje de la revocación es claro y el propio presidente lo asentó, quiero pensar que sin cinismo: sin autoridad moral, no hay autoridad política; sin el apoyo del pueblo, no se puede gobernar. Andrés Manuel, demuéstranos, como dices, que tienes vergüenza y ponte ya de una buena vez a gobernar, no te lo demandamos diecisiete millones de mexicanos alegres, sino más de 100 millones de votantes y no votantes (en los que incluyo a los menores de edad) que necesitamos ver resultados palpables ¡ya!

Cuando el Comal le dijo a la Olla

Fuente: redespoder.com

EL AÑO PASADO una noticia circuló sin mucha pena ni gloria, tristemente. Y digo tristemente por la referencia con la fecha y el personaje central de la misma. Me refiero al aniversario 114 del natalicio de Francisco Gabilondo Soler "Cri-Cri".

Desde diciembre de 2020, sus nietos y dueños de los derechos sobre la obra del cantautor habían anunciado que en enero de 2021 "regresaría el grillito cantor" con quien de seguro, como tantos mexicanos, creció nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador.

Quién nos iba a decir que reviviría de forma viral tras la adaptación hecha por "El Duende" (locutor de XEW) a la canción de "El ratón vaquero", para hacer una parodia del caso y el enojo del presidente acerca de la "Casa de Houston" asociada a su hijo José Ramón López Beltrán. Espero que Radiópolis haya contado con los permisos correspondientes, porque la descendencia de Cri-Cri tiene fama de ser muy exigente y dura con los derechos, con justa razón.

Es verdad que la familia del compositor puede tener una postura política específica, pero ¿se habrán prestado a esta vacilada? ¿La habrán promovido? ¿Fue idea de Carlos Loret de Mola, de Víctor Trujillo o de algún trasnochado al que la ocurrencia, de no tener los permisos, le podría salir muy cara su "herejía"?

La canción de "El Ratón Vaquero" como muchas de las canciones de Cri-Cri tiene desde su origen una carga de crítica sociopolítica como hemos demostrado comunicólogos, semiólogos en diversos estudios y en este caso concreto una crítica que traspasa las fronteras más allá de la crítica por el valor trasnacional del idioma como una herramienta hegemónica. Lo vemos lo mismo en "El Comal y la Olla", en "El Chorrito", "Ché Araña" y muchas más. Por supuesto, la fantasía fabuladora del compositor abarcó varios temas y puntos de vista, no todos con esa carga digamos que de velada lección que no todos comprenden en la primera lectura. Cabe preguntar si con la adaptación a sus letras se abona o se resta al valor cultural de su obra. Pienso que solo se desarrolla una ampliación interpretativa y utilitaria de la misma.

What a heck!

Que yo recuerde es la primera vez que se hace y difunde un material como el que desde ayer circula por las redes sociales insuflando los ánimos de tirios y troyanos. Creo recordar que una versión semejante anduvo ya rondando en tiempos de la presidencia de Donald Trump y sus ataques a los mexicanos.

Habrá qué ver cómo reacciona el ya de por sí enojado presidente Andrés Manuel López Obrador a esta parodia. Porque, está visto que está bueno para hacer reír, pero no para reírse y si algo debe recordar es que quien a hierro mata a hierro muere y quien se lleva, se aguanta. Y de poco vale que alegue un "derecho de réplica" cuando ni siquiera comprenden ni el mandatario ni su equipo la ley reglamentaria correspondiente al artículo sexto constitucional sobre el derecho a la manifestación de las ideas, la informacíon y la expresión y que asienta con claridad definitoria [subrayado mío]:

Artículo 6o. La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público; el derecho de réplica será ejercido en los términos dispuestos por la ley. 

La ley reglamentaria además indica con precisión [subrayado mío]:

Artículo 4. Los medios de comunicación, las agencias de noticias, los productores independientes y cualquier otro emisor de información responsable del contenido original, serán sujetos obligados en términos de esta Ley y tendrán la obligación de garantizar el derecho de réplica de las personas en lostérminos previstos en la misma.

Las agencias de noticias, los productores independientes y cualquier otro emisor de información, responsables del contenido original, cumplirán la obligación a que se refiere el párrafo anterior, através de los espacios propios o donde sean publicados o transmitidos por terceros.

Artículo 5. La crítica periodística será sujeta al derecho de réplica en los términos previstos en esta Ley, siempre y cuando esté sustentada en información falsa o inexacta cuya divulgación le cause un agravio a la persona que lo solicite, ya sea político, económico, en su honor, imagen, reputación o, vida privada.

Artículo 6. La publicación, transmisión o difusión de la rectificación o respuesta formulada en el ejercicio del derecho de réplica, deberá publicarse o transmitirse por los sujetos obligados de manera gratuita.

En caso de que la réplica o rectificación derive de información difundida por una inserción pagada, el medio de comunicación podrá repetir el costo de los gastos originados por la publicación de la réplica a quién haya ordenado la inserción.

La publicación de la réplica o rectificación deberá realizarse sin comentarios, apostillas u otras imágenes o expresiones que desnaturalicen la función de la réplica, rectificación o respuesta.

El —llamémoslo con un eufemismo— diferendo que ha significado el choque de trenes entre el Presidente y la prensa en México con ataques y descalificaciones directas y difamatorias, cada vez más subidas de tono por parte del Ejecutivo a personalidades de los medios de comunicación, opositores, disidentes, críticos, intelectuales en distintos momentos como Denisse Dresser, Roger Bartra, Ricardo Rocha, Carmen Aristegui, Julio Hernández López "Astillero", Carlos Loret de Mola, Raymundo Rivapalacio, Joaquín López Dóriga, algunos de los cuales fueron incluso feraces defensores de su propuesta política por el cambio, hoy, esos, los más visibles dentro de toda una pléyade, habrían de sumarse a los periodistas en efecto asesinados moral, económica, política o físicamente a lo largo del sexenio y cuyo número rebasa períodos previos igualmente criticables.

La espada de Damlocles

Este diferendo, decía, rebosó el vaso de la tolerancia por ambos lados. Por el lado del Presidente generando iracundia desmedida e iquisitorial, revanchista tras la detonación que significó la bomba del reportaje sobre una probable causa delictiva de tráfico de influencias tras las propiedades de Carolyn Adams, la esposa del hijo del mandatario, José Ramón López Beltrán. El reportaje, difundido por el canal Latinus que encabezan entre otros familiares de su archienemigo y ex gobernador de Tabasco Roberto Madrazo Pintado, derivó en la descomposición del ánimo presidencial y su recalcitrante reacción, a su vez, en una indignada manifestación solidaria del gremio periodístico no solo de México sino con voces del extranjero a través de dos foros que se efectuaron en las salas de chat de Twitter con las etiquetas #TodosSomosLoret y #notodossomosloret, e incluso se dieron contestaciones en blogs bajo la etiqueta #notodossomoselpresidente.

La crítica al máximo yerro de Andrés Manuel López Obrador podría inclinar notablemente la balanza de su popularidad, aunque también es cierto que aún cuenta con una importante cantidad de adeptos, simpatizantes, corifantes y enceguecidos ciudadanos que continúan creyendo en sus promesas vanas y sus provocaciones.

Y en esas provocaciones quiero ahora centrarme. Porque, podremos gritar, manotear, rasgarnos las vestiduras por causa del escándalo; pero, si somos justos y equilibrados, tenemos que reconocer que detrás de los excesos del poder político también están los excesos del poder económico y mediático que hoy ven seriamente amenazados sus intereses. Ese poder "fáctico" vive cómodo y tanto como el Presidente en un Estado dividido y desigual. Si uno divide echando sal en las heridas y rencores del pasado, de las diferencias de clase y las injusticias heredadas que han tenido como causa y consecuencia la perpetua corrupción de un sistema social y político, entonces el otro divide continuando las desigualdades a partir de una meritocracia más nutrida de inquina que de valores. Ninguno, al final de cuentas, tiene la estatura moral para darnos lecciones de bonhomía. Ni Andrés Manuel con su alegada honestidad valiente y su cartilla moral, cuyo Código de Ética para la Función Pública el propio presidente ha pisoteado; ni Carlos Loret y tantos más al final más convertidos en la careta de los intereses económicos que en la verdadera búsqueda de la verdad y el afán por informar.

Sí, tiene razón el Presidente, es grosero que una celebridad sea un futbolista o un periodista gane los millones exhibidos y que muchas veces la ganancia obedezca no tanto al trabajo realizado o la carrera y la trayectoria, como a otros factores más sospechosos. Sí, tiene razón el Presidente al comparar su salario pagado con los impuestos de los mexicanos, pero yerra y también nos da un bofetón, aunque diga que le da pena, al mostrarnos, de esa manera burda, la miseria y desigualdad que aun existe en nuestro país y sobre la que ni él ni su gabinete ni su séquito de corifantes han hecho nada para revertir sino todo lo contrario.

Sí, tiene razón Loret de Mola, puestos todos en la misma balanza, ocurre que no solo el de arriba anda desnudo, sino toda una nación de ciegos donde el tuerto es rey y el príncipe no es más que un mendigo.

Vámonos preparando


ERA DE LA OPINIÓN... de que el Presidente Andrés Manuel López Obrador llegará al final de su sexenio, pero…

A ver… Yo no quiero pensar mal. Yo no le deseo mal a nadie, cuantimenos a nuestro Presidente ni quiero ser ave de mal agüero, pero tal parece que AMLO nos ha estado preparando para una transición adelantada, y no me refiero al juego del tapado y las corcholatas que tanto furor generó en 2021. Tenemos varios indicios que me llevan a lo que pienso y expondré enseguida.

Entre el afán y la realidad

Si algo ha tenido López Obrador como característica, esto ha sido su astucia, además de ser un provocador y otros adjetivos bien o mal ganados.

Esta astucia, por encima de su discutible conocimiento sobre determinadas materias, de la mano de su tozudez que a veces raya en la obcecación lo ha llevado cínicamente a donde está y a andar varios pasos por delante de quienes se han colocado en calidad de detractores y opositores; entre los segundos me declaro formado en la fila, aunque mirando de soslayo por aquello de no entumirme en posturas anquilosantes.

Desde que tomó el poder, AMLO nos ha estado poniendo el tapetito para lo que vendrá. Y no podemos decir que no ha sido congruente con su palabra, aunque nos choque y resulte a veces repugnante. Todas y cada una de sus promesas de campaña las ha ido cumpliendo, nos guste o no, y aun cuando ese cumplimiento no por fuerza signifique que ha mejorado al país, sino al contrario, lo ha hundido y no nada más segmentado. Ha sido congruente, ni duda cabe, con su forma de pensar conservadora y tan es así que en él se cumple viceversa aquello de "dime de qué presumes y te diré quién eres", acusando en los otros lo que se refleja en sus ojos.

Si algunos han querido ver su plumaje enfangado con las salpicaduras que han hecho sus corruptos familiares y colaboradores, pues están equivocados, porque para empezar, aunque lo asocien con el ganso por su socorrida frase de inspiración fálica "me canso, ganso", pues de ave no tiene nada y de fósil todo, no solo en su etapa universitaria, sino por su paso por la escuela del PRI, no nada más por su mote bien puesto por taimado de peje lagarto.

Lo que podría venir

Lo que podría estarse anunciando, decía al comienzo, es una transición adelantada. Si no estoy equivocado en mi lectura y a pesar de tantas distracciones y piedritas que nos han puesto en el camino, este suceso podría tomarnos por sorpresa y por ello mismo sentar las bases para justificar, con base en otros argumentos complementarios a los que yo he expresado en este blog y sus espacios en Facebook y Twitter, el pronóstico de una continuidad de la izquierda gobernando México en 2024.

Veamos los indicios para mi actual sospecha, pero los más realistas, no los efectistas y distractores que han servido para dar tema de conversación indignada a los chimoleros.

Primero tenemos una "tozuda" insistencia en la realización del plebiscito para la revocación de mandato, para la cual la Suprema Corte hizo como que la virgen le habló y no modificó la pregunta, que por otro lado es irrelevante porque, a querer o no, politiquerías aparte, el mandato tiene como toda moneda dos caras, una implica la revocación y la otra la ratificación, poco importa cuál es el anverso y cuál el reverso o el sentido del voto o si la pregunta se queda como está, redactada con redundancia:

¿Estás de acuerdo en que el C. Lic. Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza o siga en la Presidencia de la República hasta que termine su período?; la disyuntiva es innecesaria de expresar, a menos que sigamos la máxima de comunicar a prueba de tontos.

Gramaticalmente habría podido ser redactada de dos formas mejores:

  • ¿Estás de acuerdo en que al C. Lic. Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, se le revoque el mandato por pérdida de la confianza?; la negativa como voto implica la ratificación.
  • ¿Estás de acuerdo en que el C. Lic. Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, siga en la Presidencia de la República hasta que termine su período?; la negativa como voto implica la revocación, sin especificar la causa motivante.

Arrieros somos y en el camino andamos

Como sea, las condiciones ya están dadas, se ha cumplido con los requisitos mínimos de ley —aun cuando AMLO la haya violado al convertirse en el primer promotor; porque la promoción tendría que haber ocurrido y tendrá que suceder desde ahora por iniciativa de la propia ciudadanía; pero, alguien tenía que arrear a los bueyes que somos para que jalara la carreta y pudiera ararse este nuevo surco donde fructificarán los granos de nuestra democracia.


Las condiciones ya están dadas, decía, se ha cumplido con los requisitos mínimos de ley y habrá la revocación con fecha 10 de abril de este año, así sea que el INE se vea forzado a buscar bajo las piedras por la falta de presupuesto y hacerla, no con pinzas, por lo delicado, sino con pinzas de ropa, por lo exiguo. La cantidad de casillas que podrán instalarse entonces apenas servirán como un muestrario de alfombras para justificar esa sospecha que ya voy anunciando.

Dado que el propio Andrés Manuel empujó tanto sería de esperarse que respetará la veda de propaganda gubernamental y, respetando las reglas, modificará los contenidos de sus mañaneras, para no entrar de nuevo en los dimes y diretes ya vividos meses atrás por su burdo intervencionismo disfrazado de "derecho" de difusión, de expresión y publicación. Pero, entonces ya no sería el AMLO contestatario y jodón que conocemos, así que seguro continuará en el tenor y el tono, no se diga en su rijosidad para con nosotros los periodistas y comunicadores.

La revocación y la media vuelta del hijo del lobo obrador

El ejercicio ese de la revocación, ya lo he dicho, desde un punto de vista estrictamente de la participación ciudadana y el reforzamiento de nuestra democracia es un asunto bueno, necesario, y en algún momento tenía que ponerse en práctica, así fuera como un ensayo para el futuro, dada la novedad de la figura. Independientemente del resultado, ya luego no nos dirán que no sabemos cómo y con qué se come. Siempre hay una primera vez para todo, y a la revocacíon le llegó su tiempo como meses atrás a la consulta popular. Faltan otras figuras contempladas en la Constitución, ya les llegará su momento al Referéndum y al Plebiscito que, aun siendo similares a las ya puestas en práctica, sus sutiles diferencias de organización y medición requieren también que se ensayen, aunque impliquen, como es ya claro, un costo específico. Así que no nos quejemos, no seamos como ese "millonario" que ha adquirido un jaguar y no quiere ni siquiera que le dé el sol porque cuesta mucho tenerlo; para eso, mejor ni hubiéramos metido en la cochera de nuestra democracia esas figuras de la consulta popular, la revocación de mandato, el referendum y el plebiscito, complementarias al ejercicio de nuestra voluntad ciudadana y la gobernanza.

Poco importará ahora, es claro, que haya mucha o poca participación. Se necesita un primer pretexto para, de ser necesario, justificar la quizás adelantada renuncia del Presidente que, además, podría alegar motivos de salud. Ya he puesto antes el doble escenario. Un voto afirmativo de la revocación hace al mandato inconsútil, es decir continuo, al menos en este primer ejercicio por ser la ley intransitiva, no retroactiva y por lo mismo inaplicable al mandatario en turno, ahora, pero aplicable en futuras revocaciones. Un voto negativo redunda en lo mismo, justificando con forma de ratificación la continuidad legítima y legal. Sin embargo, en el primer caso, puede darse la ocasión de que el Presidente opte por mostrarse congruente con su discurso populista y adoptar la respuesta ciudadana para justificar su renuncia al cargo y, como ocurre con AMLO, incluso emplear su condición de salud actual para justificar dicha salida. La misma, hay que decir, que podría darse igualmente a pesar de la supuesta ratificación en caso de un voto en ese sentido.

Y aquí está el segundo indicio que leo en el estado de salud de Andrés Manuel López Obrador, la práctica "rutinaria" del cateterismo hace unos días, su acondicionamiento físico y el "teatro" médico tras y alrededor de sus dos contagios por covid-19 y su variante ómicron en medio de una pandemia cuya administración ha sido, por decir lo menos, polémica cuando no, a ojos de unos nacionales y extranjeros, desastrosa, su salud se presenta como un pretexto de salida digno, como reza el bolero y en el que la plana mayor de la política tiene el script bien aprendido y entendido.


Entonces yo daré la media vuelta y me iré con el sol cuando muera la tarde

Nunca antes, fuera de la muerte de Benito Juárez, la renuncia de Porfirio Díaz y los magnicidios de Francisco I. Madero y Venustiano Carranza, México había experimentado de manera planificada y prevista por la ley la probable ausencia del mandatario, y nunca antes la ley misma había sido ampliada a que semejante condición constitucional pudiere ser promovida por los ciudadanos por lo pronto para los cargos de presidencia federal y gubernaturas, faltaría incluir las alcaldías, que es el siguiente paso.

De ahí la importancia de este ejercicio de revocación y la sospecha de que se nos está preparando el terreno para, como democracia más consolidada, podamos estar en condiciones de una transición forzada por la circunstancia, ahora y en el futuro y sin que ello signifique el desgajamiento del país.

Es tanto como sentar las bases para futuras revoluciones silenciosas basadas en la voluntad popular mejor que en las armas y las ciegas entrañas de la irracionalidad. Sin necesidad de reformar la constitución para ampliar o recortar mandatos, pero sí haciendo flexibles los modos de transición y transferencia del poder. Si tal se consigue, México se colocaría como una democracia no solo y otra vez adelantada, sino ejemplar para el mundo entero tal como sucedió justo con la Revolución que sirvió de modelo para la URSS y hasta para el mismo EE.UU. AMLO así pasaría como pretende, como el más querido y perceptualmente el mejor, no solo por su índice de popularidad, o sus sistemáticos denuestos a sus adversarios, sus venganzas justicieras o su manirrota tendencia a despilfarrar el erario en torcidas caridades electoreras.

Esto que digo, lo sé, va a contrapelo de lo que muchos suponen y seguro se preguntarán si el "dictador" AMLO, como lo tachan, sería capaz de sacrificarse personalmente por un bien mayor de la nación en la búsqueda de construir un mejor México. La respuesta es que sí y nos la dio con su tercer indicio que, más allá de la retórica discursiva y la manipulación mediática, significó el anuncio de su "testamento político".

El testamento político

Así como unos desorientados llaman a la revocación una mafufada, mientras algunos han leído en el anuncio del testamento político una vacilada, una ocurrencia más de AMLO, una petulancia megalomaníaca del Presidente producto de su egolatría, y otros, en cambio, han leído una especie de evangelio, entre esos extremos yo leo el afán congruente de la aspiración siempre reconocida y dicha a voz en cuello por AMLO de su afán, compartido con cualquier mandatario y político de cepa, de trascender en la Historia del país.


"Quiero ser recordado como el mejor Presidente de México", dijo no solo alguna vez, sino varias, y la mayoría de nosotros nos fuimos de bruces con una lectura superficial a partir, como es natural, de las expectativas acerca de sus obras, las que hemos ya puesto de cabeza en su análisis de pros y contras. Ni vale el cansancio detenerse en examinar las discusiones a favor o en contra de Tres Bocas, el aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya y un no muy largo etcétera. Es verdad que por ahora se perfila para ser recordado, en lo administrativo, como el peor presidente que hemos tenido; pero, si somos justos, no solo lo administrativo tendría que pesar. La visión mesiánica detrás tal vez nos lo pone como ese ungido por el sistema para, acomodando las piedras, hacer camino en la senda que otros no han querido andar, sacrificando el propio nombre y hasta la integridad física y emocional, no en calidad de mártir, menos de santo, pero al menos como el artífice que, para construir puentes entre lo sido y lo por ser, ha debido derruir montañas, talar bosques, inundar poblados, joder manglares, ir a contracorriente, sentando las bases del porvenir.

¡Pero, no se rían! Mi anterior párrafo no ha sido un sarcasmo, aunque sí una ironía. Piensen en la ironía: si mañana AMLO nos dice "me voy", no nos dejará ni huérfanos ni indefensos, pobres tal vez, bapuleados, divididos, pero con una mayor conciencia del México que necesitamos ser. Piénsenlo: nos está adelantando no lo inevitable, sino lo previsible, como explicó Lorenzo Córdova al comunicar la convocatoria para votar en la revocación de mandato:


Con la aprobación y emisión de la convocatoria podemos decir que la revocación de mandato es, como ejercicio democrático de participación ciudadana directa, un hecho absolutamente cierto y previsible que habrá de materializarse en la jornada de votación del domingo 10 de abril […].

Tal vez mañana habremos de decir ¡el Presidente ha muerto! ¡Viva el Presidente! Vámonos preparando.


Habemus revocación de mandato


EL HUMO BLANCO asomó en las chimeneas del INE anunciando que se cumplió el requisito de ley para efectuar el ejercicio constitucional de la figura democrática de la revocación de mandato, es decir que se juntaron las tres y medio firmas ciudadanas necesarias y aún más, parece haberse rebasado con suficiencia.

Muy al margen de los dimes y diretes alrededor de la revocación de mandato, el que se haya cumplido y tal vez rebasado el mínimo de firmas para la solicitud es sin duda un éxito. Explico por qué.

Las dos caras de la moneda

El hecho es sin duda un triunfo que más de uno utilizará para colgarse la medallita, empezando por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, siguiendo con sus huestes y de la runfla de detractores que, llevados por la inquina, unos y otros, se movilizaron para hacer posible que se lanzara al aire la moneda y en la esperanza de que, en el volado, caiga y se asiente una de las dos caras, la revocación o su anverso, la ratificación.

Siendo una figura plebiscitaria (que no consulta popular) de acuerdo con la ley solo puede ser requerida por la ciudadanía, concretamente por un porcentaje específico del padrón electoral, "poco importa" que el Presidente haya sido el primer promotor. Ese hecho de suyo ilegal, digamos que por ser la primera vez que se hace este ejercicio, como la consulta popular, podríamos hacernos de la vista gorda y dejarlo pasar, pues al fin alguien tenía que mover las aguas y crear las ondas que pusieran en acción semejante novedad que, a todas luces, enriquece mejor que empobrece nuestra democracia.

Cierto, la consulta popular pasada fue una farsa, pero fue una farsa necesaria como describí en su momento:

Más allá de lo supuesto, la consulta popular es un recurso de participación ciudadana necesario, noble y legal que necesita ponerse en práctica para volverse vinculante. Lo mismo sucederá próximamente con el plebiscito (que no consulta) a votarse el 21 de marzo de 2022 en relación a otro tema fundamental como lo es la revocación de mandato. Por ahora, lo de menos es la pregunta o la respuesta, lo que vale es el ejercicio y no las engañifas y ruidosos llamados a la confusión. La gente tiene ganas, afán de tomar parte activa en las decisiones del estado y no nada más sufrir vigilante las consecuencias de las decisiones peregrinas de sus gobiernos.

¡Primera llamada, primera!

Siempre hay una primera vez para todo en esta vida, y todos los primerizos pasan angustias y sinsabores. Esto no podía, no puede ser distinto. La experiencia previa de la consulta popular hecha formalmente con apoyo en la institucionalidad del INE abrió el camino, a trompicones si se quiere, para que en el futuro puedan hacerse otras consultas, claro, con medida y sensatez, haciendo preguntas oportunas, pertinentes y convenientes en los términos que indica la Constitución, empleando las vías institucionales para el efecto y no como ahora, con una pregunta amañada, confusa, manoseada y ocurrente, pero sin duda provocadora en esencia, o de las formas desaseadas, gazmoñas, pueriles de la mano alzada que solía hacer AMLO en campaña y al comienzo de su gobierno, aunque pueda alegarse que fueron prácticas de un didactismo populista para preparar al pueblo para estos ejercicios y aprender a valorar su significado y alcances.

Lo mismo podemos decir de la revocación de mandato; o ratificación, si lo prefieren, que los dos conceptos son complementarios y no solo opuestos como caras de la misma moneda. Ya en otro artículo aquí escribí acerca de las posibilidades de resultados que pueden derivar de este ejercicio de realizarse.

[…S]olo podemos especular.

Si vota una mayoría por arriba del 40% de participación del padrón electoral, la revocación será vinculante, si no, solo una anécdota para las efemérides de nuestra historia democrática.

Si es solicitada por la ciudadanía, es vinculante. Pero, la solicita ¡el propio mandatario! Andrés Manuel López Obrador lo que la vuelve inoperante por ilegal tal como está planteada ahora. Otro gallo o ganso nos cantaría si, ateniéndonos a la definición de plebiscito del DRAE fuera una "consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre una cuestión política o legal". Sólo así se justificaría el hecho de que AMLO, en tanto poder público, solicitara dicha "consulta". En los hechos, la letra está confusa y no se diga el pueblo. ¡Y los legisladores en Babia! cuando tendrían que hacer ipso facto y fast track una reforma legal que permitiera ajustar la letra a los hechos según lo esperado.

 Bueno, como se esperaba, los resultados de aquella consulta resultaron un fiasco y sin embargo no pasó sin pena ni gloria para nadie, dejó algunas lecciones. De entonces en adelante ya tenemos más barrido el caminito para futuras consultas que pudiere tener necesidad de hacer algún gobierno. Y esa experiencia sentó precedente para la que viene ahora que sí se llevará a efecto. Luego es momento de ahondar en los probables resultados.

Por una parte tenemos el tema presupuestal y la andanada de ataques al INE, ataques que no llegarán más allá de meros petardazos ruidosos que dejarán tiznados a sus incendiarios. Esto porque la solidez de la autonomía de dicha institución ha probado con creces que es de largo alcance, pero también no está exenta de excesos, excesos que sí es necesario revisar y moderar, y los que en buena medida tienen culpa los partidos empecinados en mantener a como dé lugar un sistema político de partidocracia que ya demostró ser una verdadera vasca.

Desde un punto de vista legal, como bien ha apuntado el Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en cuestión de sueldos y prestaciones fue la legislatura (previa) la que autorizó lo que hoy devengan los funcionarios consejeros, y solo el Congreso puede reformar tal hecho para ajustarlo como pretenden los morenistas a una "austeridad republicana" que busca la aplicación virtuosa de aquella máxima administrativa de hacer más con menos. Y, si bien es posible, es claro también que solo puede suceder con detrimento de algo, ya sea la calidad o la cantidad de lo que se busca obtener, en este caso la extensión, alcance y penetración del ejercicio mismo de la revocación de mandato por ejemplo con la instalación de muchas menos casillas, mermando así la representatividad del voto. Pero, como dije más arriba, de nuevo, poco importa hoy si no se cumplen las condiciones. ¿Por qué? Pues por tratarse solo de un ensayo general, al estilo de lo que se hace en teatro: no se necesitan todas las mamparas de la escenografía, ni toda la iluminación, utilería y parafernalia, bastan los actores de base, el árbitro o director y un público dispuesto a ser comparsa de la función previa al estreno. Eso y no otra cosa será y por ello más vale que cueste lo menos posible para que el dispendio no nos duela más de lo justo, pero también para que podamos tomar nota de lo faltante y sobrante para futuras ocasiones.

Como no podrá ejercerse el resultado, sobre todo si es positivo, es decir como no podrá revocarse el mandato del régimen actual encabezado por AMLO por no ser la ley retroactiva y estar obligado el Presidente a terminar el período para el cual fue electo, el único camino para dar continuidad secuencial a la figura de la revocación sería que el Presidente, acatando el voto popular, aun no siendo mayoritario, en el supuesto de una participación que no alcanzara el porcentaje vinculatorio, podría renunciar al cargo. Parecería un cisma, pero sería un capítulo más en el desarrollo de la democracia participativa y sobre todo una vuelta de tuerca para afinar las leyes relativas a la transición de poder en situaciones extraordinarias previstas en la Constitución. Es decir, para saber qué tal está de sazonado un platillo, el chef, en este caso el pueblo, tiene que probarlo y así determinar qué falta y qué sobra, de otro modo quedaría la figura democrática en calidad de letra muerta. Así, del mismo modo que la consulta popular, la revocación de mandato necesita ser puesta a prueba, practicada así sea como simulacro. Si hoy no se aplica, lo más probable es que nunca se haga. Si hoy se aplica, ya sabremos como cocinarla en el futuro de ser necesaria y a cualquier nivel desde el municipal hasta el federal. Esto, de algún modo, convierte al Presidente en el "piloto de pruebas", al INE en el staff de pits, y a los ciudadanos en algo más que simples espectadores.

Por lo tanto, ¡bienvenida la revocación en su ejercicio! Ahora falta ver el grado de participación el que estimo no rebasará el veinte por ciento del padrón electoral por factores como la confusión, el desencanto, la abulia, el desconocimiento, la pandemia, la reducción de casillas a que orillará una reducción presupuestal, entre otros.

Un día antes

Foto: Cuartoscuro. Fuente: Animal político.

DICE Lorenzo Córdova, titular del INE: el fraude está acotado y yo no puedo estar más de acuerdo como ex funcionario de casilla que he sido por cinco veces (dos de las cuales como presidente). Confío en mis vecinos para tan grave responsabilidad como confío en la autonomía e imparcialidad del INE.

Esta vez no resulté insaculado para formar parte de la mesa. Por una parte, qué bueno, qué descanso. Por otra, qué pena. Sin embargo, se me ha invitado a fungir como representante de partido, aun siendo yo apartidista. Así, estaré presente en la casilla indicada observando, siguiendo de cerca del desenvolvimiento de estas elecciones tan históricas como las de 2018, las de 2000 y 2012.

Reitero mi postura: no está dirimiéndose la democracia vs. la posibilidad de una "dictadura". Lo que está en cuestionamiento es el sistema de partidos, la partidocracia que ha dado ya de sí y está agotada, resultando inservible para la democracia mexicana. Lo que atestiguaremos y protagonizaremos en estas elecciones no será una confrontación entre partidos sino de la ciudadanía, de la sociedad contra los partidos en general.

Y quiero dejar también constancia de mi opinión: yerran los que, sea como simpatizantes de MORENA o como opositores a la misma se cuelgan de la figura presidencial de Andrés Manuel López Obrador para hacer valer sus argumentaciones, vituperios de ida y vuelta, sus divisionismos incluso hacia adentro de sus respectivos partidos. La codicia por el poder los ha cegado a todos. El presidente SÍ aparece en la boleta porque ustedes así lo quieren ver, y muy aparte de las torpezas y necedades o aciertos, así sean pocos, del mismo AMLO. Ese afán de verlo como el paladín enemigo, o de él en ver a los otros como conservadores contumaces, gigantes con pies de barro y aspas como brazos, no nos ha llevado ni nos está llevando ni nos llevará por un camino virtuoso. Todo lo contrario.

Amigos lectores, no pierdan de vista que lo que está en pugna es el poder local, no el federal, aunque así nos lo han querido vender los partidos políticos de toda bandera y factura. No esperen ni apuesten a que se producirá una participación ciudadana masiva, estableciendo récord frente a otras elecciones intermedias anteriores y por más que los votos duros de los partidos acudan de dos en montón a depositar su sufragio. El porcentaje promedio, por mucho que pueda elevarse, no lo hará más allá del 48% por una razón simple: el común denominador de los ciudadanos no entiende esta etapa del proceso democrático, lo local les parece secundario y siguen valorando más la figura presidencial como razón de ser de los destinos de los mexicanos. Otro motivo por el cual aparece por tirios y troyanos la sombra presidencial en las boletas, porque restarle peso en el contrapeso legislativo unos lo toman como afrenta a esa figura y otros lo ven como necesidad imperiosa, cueste lo que cueste.

Estoy seguro de que el Congreso quedará dividido. Que MORENA obtendrá casi la mayoría absoluta, pero con tal margen que se verá obligada a negociar con los restantes partidos al no gozar de la mayoría calificada que es la más importante, como expliqué en un video en mi canal.

Contrario a lo que creen el común denominador de la gente, la democracia no se hizo para dar voz a las mayorías, sino a las minorías; y en una circunstancia como la planteada, los minoritarios venderán caro su voto en el Congreso para la promulgación de leyes. Ya veo a esos mismos partidos hoy de oposición o satélites cobrando sus intereses a una y otra fuerzas con más escaños y curules, para sumarse a las mayorías. Todos tienen su precio y no es necesariamente el relativo a las necesidades de sus supuestos representados dentro del pueblo, como sí entre los representados dentro de los intereses que los impulsaron a ocupar el cargo. Por eso, nada garantiza que las cosas realmente cambiarán de forma muy notable para el siguiente periodo legislativo. No soy pesimista, soy analista y realista. Los datos los tenemos a la vista y basta mirar la calidad de muchos de los candidatos a legisladores, ya no digamos a ayuntamientos y gobiernos locales.

Entre la incongruencia y la conciencia

Seguro se preguntarán algunos, bueno, si así pienso y vislumbro el porvenir cercano, ¿por qué aceptaría yo representar a un partido determinado? Y mi respuesta es sencilla: para estar, atestiguar lo que de otra manera quedaría en el nivel de la especulación. Sí, dirán, también pudiste hacerlo como observador independiente. Lo que no sabe la gente es que los observadores electorales solo pueden estar durante unos pocos minutos, sin intervenir, en las casillas que visitan durante el periodo de emisión de votos. En cambio, los representantes de partido, además de vigilar el proceso y que transcurra conforme a la ley, registran y reportan de manera constante las irregularidades e incidentes que pudieren suceder.

Mi afán reporteril, aquí, justifica mi presencia. Por supuesto que, estando en la representación de un instituto político, como cuando fui funcionario, mi comportamiento será eminentemente institucional: como funcionario lo fui en tanto árbitro, haciendo valer el proceso en sí mismo; ahora, aunque mis inclinaciones personales y civiles puedan parecer incongruentes, la misión será cuidar y hacer valer el voto hacia el partido representado, sin ánimo de generar conflictos, respetando a la autoridad, señalando lo injusto y lo extraordinario, validando lo correcto.

Estar de ambos lados de la mesa será sano para tener el panorama completo de cómo se preparan los partidos para estos momentos, para no quedarme como antes con el solo dicho de los actores; y del contraste con las experiencias previas seguro hallaré conclusiones interesantes.

Por lo pronto, una primera que me queda clara es que los partidos no confían en los ciudadanos, fuera de aquellos que les son simpatizantes o militantes. Siembran la suspicacia de que, incluso por la pandemia, pudiera un ciudadano ceder a la tentación de "vender su voto", y los partidos (todos) están dispuestos a comprarlos y trazan artimañas para, en el medio del proceso, justificar conductas por lo menos sospechosas cuando no francamente reprobables, todo en el afán por obtener de la duda sembrada la ganancia efectiva. Así, a sus ojos, de suceder algún fraude este halla su razón de ser en el uso y abuso de las fuerzas políticas de las necesidades de los votantes. O también por causa del recelo, del resentimiento de los mismos, más dispuestos a sumarse al mejor postor. Me parece esa una posición no solo mezquina sino injusta y estúpida de parte de los partidos que siguen menospreciando al electorado como un sujeto manipulable.

Llegando a este punto, también no faltarán los lectores que cuestionarán cuál fue mi precio para aceptar representar a un partido. Y digo pronto que ninguno. Lo hice por convicción y conveniencia personal y ciudadana, sin obtener ninguna paga fuera de los alimentos que me darán esa mañana y esa tarde de la jornada electora, mientras otros partidos darán alimentos y tal vez pago en efectivo, mientras a los funcionarios de casilla, en el mismo tenor que ya viví, percibirán una ridícula dieta de escasos $250 pesos por cabeza o un alimento, a pesar de, ellos y representantes, llevarse la soba de la vida en toda la jornada. ¿Eso no cuenta para valorar a los ciudadanos, vecinos dispuestos a realizar la democracia mexicana? Ahí radica la democracia.

Y seguramente también en este punto te preguntarás si, por aceptar ser representante de partido estaré obligado al menos moralmente a emitir mi voto en favor del mismo. Y también pronto respondo que no, el voto es individual, propio de mí, no es ni inducido ni impuesto ni comprado, ajustado a mi sola conciencia y abiertamente reitero lo que dije en otro artículo: votaré para alcalde en blanco, anotando mi nombre: José Antonio de la Vega Torres, el mismo que les presto a todos si ninguna otra opción les convence; para diputaciones locales y federales anularé mi voto, porque nada ni nadie me obliga a sufragar en favor ni del "menos pior", ni del "malo por conocido que bueno por conocer". Porque esta forma de votar asegura la redistribución estadística y no implica, a pesar de las mentiras de los que gustan de espantar a los incautos con el petate del muerto, que son "votos inútiles" o que serán "destinados" a tal o cual partido, como si se tratara de repartición de tortillas en la mesa. Y quepa decir que, aun cuando no hubiera sido invitado a participar de esta manera, mi voto lo tenía decidido desde antes que comenzara el periodo de campañas.

Un apunte final sobre las líneas últimas del párrafo anterior. No olvides, amigo lector, que:

1) Al dar un voto a un partido específico se lo das a su candidato y por consecuencia a su grupo de legisladores nominales y plurinominales.

2) Cuando das el voto a uno o varios de los partidos que conforman una coalición, das el voto a su candidato común y los legisladores nominales y el voto se reparte proporcionalmente entre los legisladores plurinominales de los partidos favorecidos con el voto, lo que de manera teórica implica un control de la sobrerrepresentación partidista en las cámaras.

3) Al anular o votar en blanco, tu voto no se desvía, no se cancela, no se suma o resta a los otros partidos y candidatos, no se queda como un mero dato estadístico, aunque los oportunistas así lo plantean para incentivar un voto dirigido. Ese voto, dado el caso de resultar mayor puede dar la vuelta a toda la elección en una casilla, un distrito o un proceso entero, abriendo la posibilidad de anularlo partial o totalmente, si hablamos del voto nulo, o abriendo la posibilidad de que un candidato o partido no registrado resulte triunfador a despecho de los registrados.

Entonces, piensa tu voto. No lo emitas ni por miedo, ni por resentimiento, ni por conveniencia, sino en estricto apego a tus razones y afectos.

En fin, ya estaré narrando en este espacio la nueva experiencia, para dejar asentados los hechos en una especie de continuidad autobiográfica.

Apostillas preelectorales para las intermedias de 2021

ERA DE LA OPINIÓN...  de que todo iba mal y podría ir peor, sin embargo...

Aun a despecho de algunos de quienes me hacen la deferencia de leer las cosas que escribo y que tienen a bien seguir mis publicaciones y compartir sus comentarios y contenidos que consideran de interés común dentro del grupo de este blog en Facebook, estoy consciente de que mantener o procurar una postura relativamente neutral, objetiva se antoja casi imposible. Sin embargo, en Indicios Metropolitanos trato de hacerlo con base en un análisis crítico serio de la información y las opiniones seleccionadas por un servidor para difundir entre y desde ustedes, en el afán de formar un criterio sensato, modesto, equilibrado, fundado en las voces más disímbolas.

No siempre estoy ni estaré de acuerdo con ciertos dichos y hechos, y así lo he expresado sin ánimo de erigirme en sabihondo, no sea que hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador me tache de lacra intelectual como ha hecho con algunos muy reconocidos y respetables colegas y escritores de aquí y allá, solo por contradecirlo, ejemplo más reciente es el insigne Gabriel Zaid. Este "no sea", no significa sin embargo un temor al poder o al qué dirán, sino en todo caso irónica prudencia más para no faltar al respeto a quienes, con todas sus razones, pudieran sentirse heridos en sus particulares susceptibilidades, inclinaciones, preferencias, gustos, pensar y sentir y disentir.

Hoy, por ejemplo, leo el artículo intitulado "AMLO, el 'dictador' que no reprime, no asesina y no desaparece" escrito por Alejandro Cardiel Sánchez dentro del portal de la revista Polemón y no puedo sino coincidir, así sea parcialmente con la mayoría de lo dicho, aunque preciso hacer algunos matices. Primero, cito. Dice Cardiel:

En 2018, los mexicanos elegimos cambiar de régimen. Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia con una votación histórica. Los cambios que ha venido trabajando responden a las necesidades y los anhelos de la mayoría de la población. Las encuestas elaboradas por los medios afines a los regímenes anteriores le siguen reconociendo un apoyo superior al 50%.

Eso como toda la relación que precede en su artículo es indudable, incuestionable, irrebatible. Pero, en otra parte afirma:

Los procesos democráticos son complejos y de largo aliento. Como ciudadanos podemos equivocarnos, tal como lo hicimos con Fox o con Peña Nieto. También podemos rectificar el camino y dar un golpe de timón tal como sucedió en 2018 [y en 2000 y en 2012, añado yo]. ¿Nos equivocamos al haber elegido a López Obrador como presidente? Mi opinión personal es que no. Sin embargo, será la historia y el tiempo los que nos permitirán ver este momento en perspectiva [corrección de estilo mía].

La pregunta está en el aire y las elecciones del próximo domingo serán una respuesta inequívoca a tal pregunta, muy independientemente de los resultados, pues es sabido que el porcentaje de participación en intermedias no rebasa el 46% (como señalé en mi artículo "Políticos mostrencos", por si no lo han leído ya).

A las urnas no deberemos ir pensando en esa pregunta concreta, a diferencia de lo que piensan unos y otros. No es el cargo de presidente lo que está en sufragio, sino cargos de representación popular, legislaturas, cuando mucho gubernaturas y alcaldías, es decir poderes locales. El poder ejecutivo federal no está en la palestra ni en la boleta a no ser de manera indirecta mediante la tramposa sinécdoque publicitaria de "ya sabes quién", ni en estos últimos casos de gobernadores y ediles. No es una dicotomía entre democracia y dictadura, por mucho tremor paranoico y suspicacia que susciten las estupideces del actual gobierno y la tozudez del presidente en algunos miembros de la atolondrada oposición. Tampoco está a escrutinio la permanencia del ejecutivo ni el enjuiciamiento de los ex presidentes, aunque se la "consulta popular" para revocación de mandato sigue agendada para el 21 de marzo de 2022 en vez de la proposición original de que se efectuara a la par de las elecciones del 6 de junio de 2021. Tampoco ha de confundirse con la consulta ciudadana sobre el posible juicio a ex presidentes y cuya pregunta modificó la Suprema Corte de Justicia, consulta que se pospuso para realizarse el 1 de agosto de 2021. Lo que está a examen es el sistema de partidos, la partidocracia.

Al marcar en la boleta nuestra decisión, esta habrá de basarse en razones democráticas, pragmáticas, mejor que en resquemores sociales o políticos, o en temores quizás infundados o no. No votaremos por un individuo concreto, ni por un grupo de personas, sino por la permanencia o transformación (aquí sí) de un sistema de partidos que, ya está más que claro, dio de si hasta el hartazgo. Esta elección puede definir, entonces, el final o casi de la partidocracia y enfilarnos hacia la simiente de un sistema más bien parlamentario, tal vez de corte socialdemócrata.

Tras el análisis de la información y muy aparte de la más reciente encuesta efectuada por diversas firmas estadísticas, incluidos los sondeos de medios como el diario Reforma en conjunto con Latinus, estoy convencido de que MORENA no obtendrá mayoría en el Congreso. Pero, es necesario matizar y comprender a qué mayoría me refiero pues hay dos conceptos que aplican en este tema: la mayoría absoluta y la mayoría calificada.



Nuestras leyes definen mayoría absoluta:

Porcentaje de votación correspondiente a la mitad más uno de los integrantes de alguna de las cámaras del Congreso de la Unión al momento de tomar una decisión o realizar una votación.

También pueden considerarse las siguientes acepciones para ampliar el sentido del término: 1) es la suma de más de la mitad de los votos emitidos en un mismo sentido, cuando se opta entre dos propuestas; 2) es la mitad más uno de los votos que se diferencia directamente de la mayoría simple; 3) es aquella que se consigue con más de la mitad de los votos de los integrantes que componen la sesión; y 4) significa tener el 50 por ciento de una votación más uno.

Nuestras leyes definen mayoría calificada [énfasis mío]:

Es la que exige un porcentaje especial de votación. En el Congreso mexicano ésta corresponde a las dos terceras partes, cuando menos, de los legisladores que se encuentran presentes en el salón de plenos de alguna de las Cámaras del Congreso al momento de tomar una decisión o realizar una votación. Considerando que la Cámara de Diputados está integrada por 500 legisladores, se requieren 334 votos para alcanzar una mayoría calificada —o un número menor, según el total de asistentes a la sesión—; en la Cámara de Senadores se requerirían 85 de 128 legisladores para lograr dicha mayoría, variando el número en función de los senadores presentes en la sesión de Pleno.

En general, se considera mayoría calificada a aquella donde se exigen porcentajes especiales de votación, como dos tercios o tres cuartas partes del número total de votos o votantes. Su significado se explica en la necesidad de ampliar el consenso entre las fuerzas políticas integrantes, que vayan más allá de la simple mitad más uno de los votantes, sobre todo cuando se trate de determinadas reformas legales o asuntos trascendentes, donde se requiera por su importancia un apoyo considerable del cuerpo que integra un Parlamento o Poder Legislativo.