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Estética del horror (apuntes alrededor de lo sublime 2).


En fechas recientes una noticia ha escandalizado a muchos, la relativa a la violencia infantil asociada a un juego muy antiguo y tradicional, con consecuencias más desastrosas que las supuestas por el presidente López Obrador y otros sobre los "efectos nocivos" de videojuegos o las producciones audiovisuales de acción violenta. Lo que confirma que el problema no radica en los contenidos, sino en el uso e interpretación que la gente, adultos o infantes sin guía, hacen de ellos, se traten de información verídica, falsa o exageraciones. La noticia me da pie para continuar un texto previo acerca de la estética del horror.

El ahora malhadado juego conocido en algunos países y por algunas generaciones como "avioncito" o "pulpo" o "calamar" o "tejas" ha sufrido una degeneración perversa cuyas causas tendríamos que investigar a fondo y determinar desde cuándo viene ocurriendo. Dudo que los efectos psicosociales de la pandemia sean el único factor explicativo ni creo que los individuos sean tan "débiles mentalmente" como para dejarse influir so pretexto del ocio de manera tan nefanda por un producto cultural como lo es una serie de TV de misterio y horror que se transmite por Netflix con ese título: El Juego del Calamar.

En los tentáculos de la maldad

La serie, como lo indica su síntesis, plantea que "cientos de jugadores cortos de dinero aceptan una extraña invitación a competir en juegos infantiles" tras los que les esperan premios irresistibles, pero "con un riesgo mortal". La serie se instala en la ya muy larga lista de producciones novelísticas, cinematográficas y televisivas que han explorado esta temática, ya sea asociada a juegos clásicos como juegos de factura moderna, incluidos los videojuegos y los juegos en línea. No se diga que es un derrotero al que pertenecen thrillers que abordan tramas de misterio, terror, horror, cine negro, fantasía y ciencia ficción que incluyen alguna forma de diversión transformada en algo siniestro. Se tratan de producciones que abrevan influencia del pulp fiction, el cine gore y variantes de género más extremas. 

Desde una perspectiva semiótica y una visión macluhaniana, el juego, aun cuando hay antecedentes arqueológicos en ruinas romanas y griegas, se cree originado en el Renacimiento y con base en las lecciones de catequesis y moral cristiana agustiniana (en todas las denominaciones católica, ortodoxa y las posteriores del protestantismo) de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Es similar en su finalidad pedagógica a juegos de mesa como "Serpientes y Escaleras", la lotería y "El juego de la Oca" —este se asocia con el camino de peregrinación a Santiago de Compostela y las estaciones y pruebas de San Ignacio de Loyola (no se descarta la posible influencia del juego de la pelota china, probablemente introducido por Marco Polo como tantas otras cosas).

Consta de una cruz de uno o dos brazos dibujada en el piso con tiza y dividida en nueve o diez cuadros (hay versiones de doce o trece o incluso con combinaciones de figuras geométricas dispuestas para figurar una columna, un portal, un pulpo o calamar o los rayos emitidos por un sol: triángulo, círculo y ocho rectángulos, por ejemplo), numerados del cero al nueve o del uno al diez. Las variantes figurativas son muchas así como las reglas. Los participantes arrojan una teja, piedra, moneda, guijarro, astilla de palo, bola de papel o libro (el objeto ha de ser relativamente plano, para evitar el rebote) y una vez arrojado, el jugador en turno debe recoger el objeto arrojadizo de su pertenencia andando la cruz a brincos con una pierna, con algunos descansos, siguiendo la secuencia numérica de ida y vuelta, y sin perder el equilibrio, por lo que se lo considera un buen método didáctico para el desarrollo de las habilidades de coordinación psicomotora.. Generalmente se juega con algún tipo de apuesta en dinero o especie y gana quien llega más lejos (el cielo, la gloria) en el lanzamiento y en el recorrido, considerándose "santo y bendito" o acreedor al sambenito, aunque este también tuvo connotaciones peyorativas a causa de los castigos inquisitoriales.


El sambenito era en su origen el saco o talega donde los curas guardaban los óbolos obtenidos de las limosnas de los feligreses penitentes. Derivó en la especie de jubón y gorro frigio estilizado en cono con que luego se vestía a los penitentes contritos expuestos en procesión como ejemplo. Ritual que luego se tomó como parte de las procesiones de Semana Santa donde los lacerantes andan flagelándose de distintas maneras y exhibiendo su devoción penitenciaria para acceder al perdón divino (y social) y por tanto a la gloria y el reconocimiento. 

Es, en cierto modo, una variante de la rayuela como también se lo llama, aunque la rayuela básica solo consiste en "pintar una raya" que significa la norma con la cual se reta a los jugadores a hacer lanzamientos y quien quede más próximo a la raya y sin pasarse o transgredirla gana. A veces la raya se pinta cercana a una pared para permitir el rebote del guijarro como un recurso más o menos tramposo aunque convenido para frenar el trayecto del proyectil. Si se juega con monedas (importando o no la denominación), el ganador se queda con todas las monedas ajenas. Si con "cuentas", con todas ellas a modo de "vales" para intercambio inmediato o posterior, según convengan los participantes.


Hay una variante del juego en que hay tantos jugadores como cuadros en la cruz, los jugadores se numeran y deben, al arrojar su cuenta, atinar al número que les corresponde en la cruz; si el objeto cae en la cruz, pero no en el número respectivo, el procedimiento de recoger es el mismo. Si cae afuera de la cruz (en todas las variantes), el jugador queda eliminado de forma automática.

En suma, es un juego que aporta instrucción en valores, competitividad, capacitación psicomotriz, capacitación en reconocimiento de signos, números y cuentas seriales y de sucesión, y coherencia narrativa basada en objetivos y metas. Es una práctica puericultora, una forma pedagógica y un rito de iniciación.

Entre la ficción y la realidad

La versión que escandaliza hoy, resultante de una propuesta televisiva coreana que se difunde en Netflix estriba en la violencia generada contra los perdedores, los que son, peor que despojados de sus pertenencias, golpeados, vejados hasta morir; y los ganadores tampoco la llevan muy bien que digamos.

Algo similar a lo que ocurre al interior de algunas pandillas juveniles como acto de iniciación. El ejemplo más sonado es el de los Mara Salvatrucha, extendidos entre Nicaragua y Chiapas, aunque ya hay influencias suyas en estados del centro de México; y, dentro EE.UU., en California y algunas ciudades fronterizas. Estos ritos de iniciación violentos no son algo nuevo, sin que decir esto los justifique. Ya desde antiguo y todavía, en algunas culturas se estilaba iniciar a los guerreros en ciernes (púberes y adolescentes) a pasar por determinadas pruebas físicas y psicológicas que implicaban la tolerancia al castigo físico y el dolor ante el sacrificio y el autosacrificio. En cierto modo, es el principio arqueológico de la meritocracia.

Estos ritos de iniciación o paso, como se los conoce en Antropología social, aunque impresionantes, junto con todos los demás juegos son elementos culturales de mucha importancia pedagógica como parte del desarrollo individual y grupal de las sociedades t sus miembros. La modernidad con su carga moral ha incidido en tamizar de distintas maneras, usando la ley o la psicología o la institucionalidad, la brutalidad de algunas de esas prácticas, algunas veces considerando que atentan a los derechos individuales (el caso de las niñas sujetas a ablación en algunas culturas asociadas a extremismos islámicos), aunque por otro lado ha permitido y dado continuidad a otras bajo sensatas justificaciones higiénicas (caso de la circuncisión, por ejemplo).

Esta clase de ritos conllevan múltiples dimensiones interpretativas que pasan por la básica didáctica preparatoria del infante para las exigencias y expectativas de la vida adulta y la sobrevivencia, hasta la promoción vocacional que permite acotar los roles. Se inicia de manera distinta al que va a ascender a chamán que a quien va a ascender a ser madre o guerrero. En el ámbito moderno el paso de la educación secundaria a la profesional no está exenta de estos rituales, entre bromas y protocolos institucionales. Como tampoco lo está el ingreso a una organización donde se obtiene un empleo (lo llamamos capacitación) criminal o legal.


Los ritos de paso implican, por muy escalofriantes que puedan resultar algunos, una pedagogía que asegura al conjunto social que quienes, en su proceso de maduración y adhesión se suman al mismo como entes productivos, confiables han de cumplir a cabalidad con las normas convenidas, de lo contrario serán estigmatizados, discriminados y hasta segregados de la comunidad.

La cultura maltesa de la antigüedad se adelantaba al proceso arrojando al mar a los bebés que presentaban algún defecto congénito si era detectable desde el nacimiento. Ello derivó en la llamada eugenesia. Y no se crea que detrás está un vulgar y siniestro apetito por la perfección, sino más bien uno terrible y necesario para asegurar la adaptación del conjunto por sobre el individuo. Hoy, nos resulta tan valioso el tullido como el entero, ya para bien o mal, aunque al primero lo sigamos viendo con reservas "misericordiosas". El respeto a la vida, entonces, se vuelve un pretexto moralista más que un imperativo ético y establece una estética de doble moral: la estética del horror.

La ficción siniestra, desde siempre y más en la actualidad, ha cumplido en este sentido una función catártica que, teóricamente, contiene los bajos impulsos, el salvajismo inherente al ser humano en tanto bestia y sacia su sed de sangre, de venganza, canaliza la maldad subyacente sin necesidad de llevarla a efecto de manera directa al interior de la comunidad. Por supuesto, la clave está en la palabra "teóricamente". Porque los creadores de tales ficciones o de los rituales de este tipo primero que nada expresan sus emociones y en segundo lugar presentan una plataforma imaginaria en la cual los espectadores pueden proyectar las propias, sean de desaprobación y asco o de excitado solaz y esparcimiento.

La perversión como recuerdo de la finitud

La palabra "perverso" en sí no tiene nada de malo. Etimológicamente solo describe lo que atraviesa la vuelta, lo que va transversal a la curvatura de algo, lo que cruza el giro de algo y las consecuencias de ello. Imaginemos la manzana sobre la cabeza del hijo de Guillermo Tell que es atravesada por una flecha. El hecho de la decisión del flechador de usar a su hijo como base del blanco nos parece "perverso" en tanto torcido, malvado. Pero, esa es una sinécdoque nada más, para extender las consecuencias probables de un acto tan espectacular en lo horroroso como la disposición de Abraham para sacrificar a su hijo Isaac como demostración de su fe en la sublimidad divina, ambos sí perversos en el sentido etimológico como es partir una manzana con una flecha o frenar el giro trágico por instrucción divina. Lo perverso entonces no vale, para nuestra conciencia, como un acto de destreza o de fe, sino como una posibilidad divertida (etimológicamente) de la torpeza, el giro que corta la trama original en el probable desenlace trágico: la flecha atravesando no la manzana sino la cabeza del infante, la mano del padre acuchillando el corazón de su prole y, en ambos ejemplos, la evidencia de su mortalidad y de su fidelidad y confianza. Así, lo perverso se convierte en una metáfora más de tantas del memento mori. Dicho lo anterior, en el parecer de Epicuro, el filósofo griego, o dios no puede evitar la maldad que le es inherente como parte de su dicotomía esencial, por lo que no sería omnipotente; o bien no quiere evitarla, por lo que es perverso en su omisión tangencial.

En las razones por las cuales la serie que da pie a este ensayo conmociona subyace también, y no se puede negar, una intención publicitaria para provocar el consumo de los contenidos y por ende los patrocinios relacionados que la facultan para tener presencia entre nuestras opciones mediáticas. Nada es más atractivo que lo enajenado y lo prohibido, el tabú; y nada vende mejor, por lo que los algoritmos de búsqueda de contenidos como los de YouTube orillan, a querer o no, a que los creadores de contenidos tengan que recurrir a frases, palabras clave, imágenes que liguen sus títulos y producciones con las tendencias más "comerciales" con tal de mantener el rating, conservar su lugar en el ranking de búsqueda y no ser empujados al fondo del historial y por lo tanto al olvido.

Es el caso del video que incluyo enseguida que, aun siendo muy interesante en el análisis médico, no deja de ser una de esas tantas cesiones a lo modal en aras de la popularidad. El canal y sus creadores y administradores no pierden vigencia, pero se ven en riesgo de afectar su credibilidad en tanto profesionales de la medicina y divulgadores.


Por otro lado, dicho video nos presenta una forma distinta de abordar la sublimidad del horror. La medicina en general y la forense en especial, tienen como característica perversa el extrovertir lo que tiene apariencia oscura, horrorosa, penosa como son el dolor, la muerte, la sangre, el cuerpo humano descarnado, los humores fétidos para convertirlos en datos de la sublimidad de la existencia: somos más que meros órganos y fluidos y para entender la vida es necesario comprender la muerte. La pasión científica es una forma más de expresar la estética del horror. Y eso lo supieron retratar creadores como Leonardo DaVinci, Goya, Edgar Alan Poe, Arthur Conan Doyle o más modernamente series como Bones.

Las afirmaciones que rescato de una de tantas referencias que podemos encontrar en la Internet acerca de este tema me parecen particularmente interesantes. Como mencioné líneas arriba los ritos de este tipo, algunos ya aligerados, otros llevados al exceso continúan en la era moderna, si bien hoy la barrera es mucho más difusa y las generaciones jóvenes, por distintos factores permanecen en la casa familiar en edades muy adultas o trabajan por poco dinero, por lo que, aun habiendo pasado el ritual, parecería que lo hubieran ¿fallado? y ello los hace sentirse fuera de lugar y tomar decisiones que a veces derivan en situaciones que se antojan horrendas para su desarrollo individual.

Los derechos y obligaciones que adquirimos en la vida son confusos, y jóvenes que son legalmente maduros imitan rituales de tribus ajenas, tatuándose la piel o mutilándose los cartílagos para introducir piercings. Las drogas también juegan su parte, y uno se siente maduro al tomarlas, como quizá lo hicieran sus antepasados. Los tambores de la música tribal siguen presentes, aunque de forma electrónica. Todas las modas de las tribus urbanas no son novedosas, al contrario: son un retorno a épocas primitivas, aunque la mayor parte de las veces los que las practican no sean conscientes de ello.

Está claro que una sociedad sin ritos de paso necesita otras alternativas para que los jóvenes se conviertan en maduros psicológicamente hablando, porque la madurez sexual llega sola y cada vez antes. Pero si no se puede lograr a través de la independencia económica o familiar, quizá lleguemos a los 30 años y todavía hagamos actividades consideradas infantiles, las que nuestros padres nunca ven con buenos ojos porque ellos las descartaron al pasar por sus ritos. Quizá nunca dejemos de ser niños, quizá nunca seremos únicamente adultos. Y entonces, ¿Qué seremos?

En una época cuando la pandemia por dos años nos ha mantenido encerrados, esa pregunta cobra singular importancia, lo mismo para la juventud como para la vejez. Los ritos de paso han quedado sujetos a la intimidad del hogar donde el círculo social se ve constreñido a la familia inmediata, mientras el resto de la sociedad se halla aislada, distante, dependiente de las tecnologías de comunicación para simular extensivamente el contacto indirecto, cronometrado y sin más consecuencias emocionales, intelectuales que las generadas por la palabra y la imagen. Las series dramáticas, los informativos, los videos educativos, las opiniones grabadas, las gracejadas entretenidas, los memes, están conformando el conjunto informativo y formativo, incluso amorfo y deformante de la sociedad actual, y los ritos de paso no son la excepción, estando, como están, ajustados al imaginario colectivo o, peor, a las propuestas estereotípicas transmitidas por los medios abiertos, cerrados o digitales. Esto confunde en vez de orientar a las nuevas generaciones. O quizás las viejas generaciones somos las que no estamos sabiendo adaptarnos a las exigencias de la circunstancia para hacer las reformas correspondientes.


Crónica de un aparente abuso

Recientemente circuló en redes sociales, otra vez, otro caso de un probable abuso sexual por parte de un famoso. Esta vez los implicados son dos "influencers" youtuberos. La crónica puntual y la presentación de evidencias testimoniales que no pruebas la realiza Maire Wink, una chica mexicana en cuyo canal ofrece contenidos sobre manualidades entre otras cosas. Lo que aquí asiento no es la crónica en sí, sino mis personalísimas consideraciones alrededor de su caso y dirigidas a ella. La extensión de las mismas me obliga a publicarlas aquí además a sabiendas de que podrá ser un referente para muchos lectores de estos Indicios Metropolitanos. Primero, la voz de la afectada.


Enseguida, una entrevista para conocer al presunto victimario.


Carta a una youtubera

Maire, veo con mucho interés y preocupación tu video. Interés sin duda solidario y muy respetuoso. Preocupación porque noto también una... ingenuidad ilusa, no exclusiva de ti, no solo respecto del caso específico y sus causas, sino en sus mismos efectos, y una repetición que, desde que yo era chavo, si no es que antes, ya se daba y parece que no cambia la humanidad. Perdona de antemano la extensión de lo que diré.

Mi afán no es polemizar; pero, haciendo un poco de abogado del Diablo... Todo esto se presta a muchas distorsiones interpretativas como el que una amiga tuya te "explicara" el tema en un contexto legal de trata y, siendo muy objetivos y a partir solamente de tu narración, dudo que haya tal. Desarrollo mi idea que puede estar muy equivocada, claro.

El artículo de la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas que citas abre también la posibilidad a evaluar las cosas en sentido contrario. Basta hacer varias preguntas y no quiero con ello que se lean estas líneas como una "defensa" de Ricardo Ponce a quien ni conocía ni conozco por ningún medio pues no suelo seguir canales o contenidos semejantes a reserva de primero investigar su veracidad profesional, cosa que no he constatado todavía en él.

¿En algún momento o por algún medio el individuo en cuestión promovió, solicitó, ofreció, facilitó, consiguió, trasladó, entregó o recibió para él mismo o alguien más a una persona, se entiende tú específicamente, por medio de violencia física o moral engaño o abuso de poder para explotarte sexualmente?

En tu misma narración diste las respuestas

Revisando la página web, Instagram, Twitter y YouTube del individuo, así como otros contenidos que lo refieren en entrevistas diversas, no se evidencia nada que apunte a ello. O sus "víctimas" son muy tontas y solícitas; o el tipo es extremadamente hábil en la labor de seducción o ha llegado a un punto en el que su camino se ha torcido en perjuicio de otros.

Por lo que narras y describes, se te insinuó, flirteó contigo, notó que no te era indiferente, te gustó, te atrajo por su físico, por su trato, sus "conocimientos", su perspicacia, su labia y elocuencia, te sedujo y te sentiste seducida. Te deseó y lo deseabas. Al final, los dos cedieron, y "gozaron", uno más que otro o los dos igual de poco o de mucho según el contexto, el ambiente y el estado emotivo, independientemente del epílogo anecdótico de los desencuentros posteriores. (Me recuerda alguna escena que viví yo mismo tiempo atrás). Tú misma lo reconoces, en el sentido de uno de los videos del mismo señalado, "tú eres la responsable de lo que te pasa". ¿Te forzó, te extorsionó?

Entonces, no lo promovió, aunque sí lo solicitó, como cualquier persona puede solicitar un momento de intimidad con la persona con quien construye una relación, así sea efímera como cuando se liga en el bar para no volverse a encontrar. ¿Ofreció? Sí, lo dices, a veces de forma sutil, alguna vez de forma directa y tú no negaste ni afirmaste; pero, tampoco cerraste la puerta a las señales "ominosas" (de serlo), no saliste corriendo ni cortaste la experiencia.

¿Facilitó? Pues, sí, se puso él mismo en bandeja de plata, según describes, y hasta el viaje, si damos crédito al joven del audio. Era decisión tuya y de muchos más presentes y quizás en la misma situación (veo en sus videos y tus extractos que hay hombres que tal vez también hicieron conexión de la misma manera con otras personas del grupo) tomarlo o dejarlo, al final lo tomaste.

¿Consiguió la intimidad contigo? Obvio, porque tú lo permitiste y no por engaño. Por lo que dices, siempre fue claro. ¿Trasladó? No, te cursó invitación, pero no fue por ti ni mandó por ti para subirte a un vehículo y llevarte hasta él o no lo aclaras a diferencia de lo que aparentemente sucedió con las chavas descritas por el joven del audio (que habrá que cuestionar si no lo mueve también "la envidia" cuando describe al grupo como harem del indicado). De nuevo fue decisión tuya (y de ellas), por curiosidad para empezar. Siendo tan caro el boleto... como decimos en México, "a la gorra ni quien le corra", y "a quién le dan pan, que llore", sino aquel que esperaba bizcocho y obtuvo pan ázimo. ¿Cuántos de los presentes tendrán una narración enteramente distinta, aun habiendo experimentado lo mismo? Cada quien cuenta según le fue en la feria. Y no hubo violencia física ni moral, porque las reacciones "terapéuticas" de los asistentes no caen en ninguna de esas categorías, aun cuando impliquen vulnerar la psique de los "pacientes" en busca de un sentido para sus vidas (eso implica la autosanación).

¿Te sujetó a trabajos o servicios forzados, te extirpó un órgano (no cabe la metáfora de arrancarte el corazón al sentirte decepcionada por el regular sexo que obtuviste o la desfachatez, cinismo y desapego del individuo)?

¿Se trata de veras de una secta? Habría que investigar más a fondo. Hasta donde investigué, el tipo no se ostenta como "gurú" o cosa parecida y su organización no consta como iglesia o semejante, acaso como "fundación". Otro tema es que sus seguidores lo califiquen de tal. En tanto conferenciante (ya para este párrafo he revisado varios de sus videos, para que no me cuenten y en general me parecen sensatos, de sentido común), quizás peca de presentar sus dichos, sentires y pensamientos "honestos" como una "verdad" filosófica adaptable a todos, sensible (hasta sensiblera), y su comportamiento pastoral conduce a más yerros interpretativos de parte del público y quienes, quizás ignorantes de muchos temas, no atan ni desatan que en su perorata revuelve la filosofía socrática con la psicología de Erich Fromm y las meditaciones de Viktor Frankl, entre otras corrientes de pensamiento, tal vez por su formación aparentemente autodidacta.

Sí, concedo y comulgo con la idea de que presumiblemente (no quiero usar a propósito el término "evidentemente") el tipo abusa de su condición y aprovecha la vulnerabilidad para envolver, manipular y seducir, incluso empleando la verdad tras de cada persona. Tú misma lo anotaste en el mensaje que le enviaste para "desindignarte". ¿Qué es la indignación? Según el diccionario: Sentimiento de intenso enfado que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial. ¿Qué te ofendió? ¿Que te sedujera y descubrirte aceptando sus escarceos y sugerencias? ¿Que no fueras la única y exclusiva? ¿Que presuntamente a todas las vea como objetos sexuales para su satisfacción? ¿Que esas otras lo vean igual que tú como un objeto sexual posiblemente capaz de satisfacerlas en su deseo y curiosidad, de llenarlas en lo que no reconocen como vaciedad? ¿Que haya construido todo un aparato a modo de trampa para incautos? Desindignarse no implica perdonar ni disculpar, solo hallar la calma tras la ira. Pero, esa calma puede deberse a una reflexión (el ejercicio del espejo es básico) o al hallazgo de falsas justificaciones, pretextos para eludir y enmendar la propia falla.

En tu mismo mensaje a él dices que "lo quisiste". Querer no es lo mismo que amar. El querer está directamente asociado con el deseo. Así que, lo quisiste y te quiso, y ambos se tuvieron. Y ambos son conscientes de que el sexo no llena el vacío que ambos tienen. Ambos buscando aceptación y amor. Porque ambos, no lo negarán, como todos, es algo que buscan porque lo necesitan. Dice el refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. ¿De qué presume él? ¿De qué presumes tú? ¿De qué presumo yo? ¿Integridad? ¿Estructura emocional? ¿No será que esa pregunta suya a ustedes de por qué no dan oportunidad al amor espera en ustedes la respuesta que él mismo no puede hallar en sí; y viceversa? En las respuestas de él a ti, no afirma ser un iluminado y, al contrario, te invita a mirar la experiencia y lo vivido en ella, lo bueno como lo malo, en tanto mensajes de la divinidad (independientemente de dónde lo ubique cada cual en su religiosidad y creencia). Que conste, no lo estoy excusando. Solo leo, concluyo quizás mal. Pero, nadie sabe lo que trae el costal más que quien lo carga.

Quizás de alguna forma autosanaste o tal vez no. Creo que incluso antes de haber hecho este video que también podría rayar en un acto difamatorio, tuviste que haber pensado no tanto en las consecuencias de tus decisiones y la narraciones de cada cual, o en las causas de las mismas, en si fuiste víctima de él o de tu propia debilidad, sino en lo que hay o falta en el fondo de ti como persona que en principio te llevó a atender sus videos, luego pensar en la posibilidad de acudir a sus retiros (que veo son de distinto tipo, incluidos los sexuales) y finalmente aceptar no nada más la invitación sino el encuentro sexual que, aparte y confiesas, te decepcionó. ¿Qué te decepcionó? ¿Quién te decepcionó?

En mi muy particular experiencia personal y profesional, y quizás habrá más que coincidan y muchos otros que no, desafortunadamente la enorme carga de tabús sexuales, sobre todo entre las mujeres latinas, es buena parte de los conflictos de personalidad y de relaciones. Estamos cargados de prejuicios que nos llevan a mirar el sexo y el amor de maneras no solo equivocadas sino distorsionadas y lo que cae fuera de lo que consideramos "normal" nos parece "raro" (como lo afirma quien dice aquello de que "aquí hay sexo raro"). En la medida que aprendamos a manejar, valorar y conceptualizar adecuadamente nuestra sexualidad como muchas otras cosas que atañen a cada cual, menos nos espantaremos con nuestros cuerpos, deseos, motivaciones, pensamientos o incluso con prácticas que a ojos de la moral resultan a algunos formas de perversión. Por supuesto esto no significa ni sugiere que, en la apertura de los sentidos (y los chakras) y del criterio nos veamos forzados a abrazar aquello con lo que no congeniamos o nos incomoda o lastima. Toda proporción guardada, ¿Sade fue al siglo XVIII lo que Jodorowsky al XX y tal vez Ponce podría ser al XXI?

Está bien cuestionar al "sanador". Pero, si lo que se espera es que el sanador no ocasione dolencia, entonces el doliente está cegado por sus expectativas. Toda terapia implica confrontar los propios demonios y ello duele y mucho. Exorcizar los traumas y frustraciones del yo no puede suceder sin el resquebrajamiento del alma y el espíritu. La transacción no es siempre tersa, por no decir que casi nunca. No de otra manera se consiguen la metamorfosis y la trascendencia, la evolución. Los profesionales de la psicología y la psiquiatría, o los que tenemos bases de dichos conocimientos para nuestra particular profesión (en mi caso soy Comunicólogo, comunicador, escritor) lo sabemos bien. Hasta donde sé, este hombre ni siquiera hace público su currículo profesional y su desenvolvimiento me recuerda, toda proporción guardada, el de Alejandro Jodorowsky que en su momento, en los setentas, experimentó situaciones como las que aquí narras y describes, escandalizando a la sociedad de la época y hoy es un sólido referente teórico para muchos. Yo mismo, en alguna ocasión, como maestro de algunas materias que han requerido contacto físico en los ejercicios respectivos hube de ser tachado injustamente de "acosador" y opté por dejar la práctica, porque enseñar ciertos tópicos y materias "de lejitos" no surte el mismo efecto (aun cuando, sí, se corren determinados riesgos de ida y vuelta). Hoy, la gente está tan de mírame y no me toques... Lo que impera es la incomunicación, empezando con la incomunicación con uno mismo.

¿Cuántas personas más como tú o él puede haber en el mundo distorsionando ya la terapia, ya los resultados, ya los medios,  ya los métodos, los contenidos, ya las finalidades y las consecuencias, sin cuestionarse primero sobre los fundamentos que sostienen sus principios individuales, personales, grupales, y la razón de ser de las cosas? Por lo pronto tú ya nos revelaste a varias "víctimas". Y no, discrepo totalmente contigo, incluso por experiencia propia, no hubiera sido ni un ápice de cómodo haberte quedado callada. Hubiera sido peor, porque no habrías confrontado tus miedos, dudas y certezas, tus sueños y tus falencias. No escuches a los demás, amigos, familiares, especialistas, no leas estas líneas como verdades absolutas. Las únicas respuestas están dentro de ti, en tus lágrimas y tus sonrisas, en tus decisiones, en tus omisiones. Hablaré como escritor de ficción: para que la heroína se desarrolle y recorra el camino de la aventura y el cumplimiento de su misión requiere de un villano y un mentor (a veces encarnados en el mismo), para conocerse y potenciarse, para crecer y sobre todo ser. Aprendiste cosas del modo duro. La vida no es fácil y por ventura y bendición has podido contar tu experiencia que si la comparamos con las de @MujerLunaBella alguien podría calificarlas de pálidas. Pero, son tus experiencias y eso es lo importante.

Ahora yo me pregunto cuando veo videos como los tuyos o los de él: ¿Estos son los influencers de más de cien mil seguidores? ¿Qué están transmitiendo a sus audiencias aparte de tutoriales, entretenimiento, información variopinta, conocimientos? ¿Qué los distingue de nosotros, los que alguna vez hicimos contenidos para los medios tradicionales, radio, prensa y televisión? Me gratifica entonces no tener tantos seguidores ni tantas visualizaciones, ser un despojo del algoritmo de YouTube y aun así estar, a veces, en el ojo del huracán y hasta vigilado por políticos, autoridades y seguidores de seguidores. Algo tengo para dar, parece.

Finalmente, de verdad, con toda honestidad, lamento que hayas tenido esta traumática experiencia. Respeto tu derecho a expresarla y, desde tu óptica, alertar a otras personas, sobre todo mujeres, encendiendo por lo pronto la luz de la duda, siempre bienvenida. Solo sugiero, si me lo permites, que no lo hagas más grande (en tu interior) de lo que realmente podría haber sido o es, y entresaques lo mejor de la experiencia para tu bien, tu crecimiento y desarrollo personales. Y lo mismo digo a quienes lean mi intervención que, antes de emitir ningún juicio sobre lo que he expuesto (ya veo venir la andanada), reflexionen, se cuestionen a sí mismos, como yo he venido haciendo conmigo desde el momento que he atendido tu video. Y, si tu dicho conduce al descubrimiento real de una probable y efectiva comisión de delito, pues que se actúe con justicia. Y si Ricardo Ponce no es delincuente pero está procediendo de formas lesivas, pues tendrá que corregir su actuar.

Remato recordando (aunque suene a Ponce, no es a él a quien me remito) a Miguel de Unamuno que, sin ser enteramente socrático acotaba y llamaba la atención a los otros afirmando en su personalismo: "Hablo de mí porque es el hombre que tengo más a mano". Así, expliquémonos la existencia desde cada cual de nosotros, en vez desde la experiencia vicaria y especulativa de los otros. Sí, podemos y es deseable ser empáticos e indignarnos por el abuso que sufren aquellos, pero empático no significa ni convalidar resquemores ni justificar arbitrariedades. Juzguemos por lo que somos, no por lo que creemos ser y con la humildad de saber que el buen juez por su casa (su corazón y su mente) empieza.

Actualización dos semanas luego

Dos semanas luego de escribir este artículo y de efectuar la influencer que lo detonó las denuncias respectivas iniciando un proceso legal en contra del presunto culpable de su fractura moral, este publicó en su canal de YouTube el siguiente video como "respuesta", sin expresar ninguna frase legalmente comprometedora salvo una afirmación para reflexionar en los términos de lo que ya he escrito en otros artículos

Ningún ser humano debería de crucificar a otro ser humano, mucho menos en redes sociales y mucho menos sin ninguna prueba legal. — Ricardo Ponce.

Si bien es cierto que nadie "puede crucificar a otro ser humano sin pruebas", también es cierto que muchas veces la falta de pruebas por cualquier motivo que puede ir desde el temor, la sorpresa, la indolencia, la ignorancia, la conveniencia de intereses de una o ambas partes, la extorsión, etc., también ha sucedido más de una vez que se regodean los impunes para desgracia de los vulnerables.

Entiendo bien tanto la postura de Ponce como la de las mujeres y hombres que se han manifestado, no en su contra como de sus actos y procederes que hoy puede él mismo "justificar" bajo el discurso de estar en una constante exploración de si mismo, como hacemos todos, y de autosanación (la que nunca es completa y nunca termina sino en el momento de la muerte).

¿La mentira que cambió su vida? Sin duda también la de otros. La pregunta estriba en dónde, no tanto en quién, radica la mentira. Ya veremos en un futuro cercano cómo se resuelve este caso. Lo cierto es que, tanto de un lado como de otro, el daño está hecho.



¡Oremus! Por una sólida filosofía de la comunicación

Foto: Vatican News

EN DÍAS RECIENTES, el Papa Francisco expuso en su catequesis la necesidad de no despreciar a la oración vocal; yo interpreto por ejemplo y para ilustrarte, amigo lector, las fórmulas repetitivas del rosario, en la religión cristiana (y sus variantes como la católica o la protestante), o mantras, como se las conoce en las religiones orientales. Todo ello puede tener versiones escritas, gestuales, posturales y tener representaciones iconográficas, pueden ser recitadas o cantadas.

Muy aparte del aspecto de credo y religión, no puedo sino estar de acuerdo con el Papa. Incluso la ciencias, Física, Neurología y Psiquiatría, incluso la Psicología (aun considerada seudociencia) han demostrado el poder de la "magia", el cual descansa justo en los "encantamientos" basados en la palabra, especialmente la hablada. Es el principio básico de la psicología freudiana, la Gestalt, la neurolingüística e incluso de la informática y de la inteligencia artificial. De ahí lo que alguna vez escribí acerca de la similitud de la palabra y la matemática como traducciones del abstruso lenguaje de la naturaleza y que dio pie a un suceso en mi vida tanto vergonzoso como halagador del que, creo, alguna vez hice algún apunte anecdótico en mi blog, alguna red social o quizá solo lo he dejado a nivel de conversación, no recuerdo bien, acerca de cómo un maestro universitario, siendo yo estudiante, me "puso en evidencia" frente a todo un grupo como alguien de quien se hablaría mucho en el futuro, maestro sobre el que luego me enteraría por otro era un espía jesuita enviado por el Vaticano (Papa Juan Pablo II) para seguir los pasos de los Legionarios de Cristo. ¿Será? Me pregunto a qué futuro se refería, si era vidente, tenía información confidencial sobre mí que le permitiera prever o profetizar algo así, y si ese tiempo ya llegó o ni siquiera lo veré durante mi vida. Por lo pronto, yo hago lo propio sin dejarme influir por la vanidad o por el miedo.

Una de las razones por que soy escritor es justo mi creencia y corroboración del poder de la palabra, no nada más la escrita, la empleada para la ficción o la poesía, o para explicar, describir o narrar. La palabra en la oración expresa lo que alma y corazón encierran, y devela la liga de lo humano y lo universal (o, si se prefiere, lo divino). La pronunciación de la palabra proyecta el poder que la imagen mental ya pergeña.

No es gratuito en las sagradas escrituras de cualquier cultura y no es sino evidente y elemental el reconocimiento de que en el principio fue el verbo, es decir el logos. El filósofo Eduardo Nicol bordó un magnífico ensayo alrededor de ello y sin duda es una de mis pasiones intelectuales en mi afán por construir una filosofía de la comunicación que pasa por los clásicos, Wittgenstein, Chomsky y tantos más.

Asentándome en el pensamiento heideggeriano, el verbo es acción, acto. Así, la luz por ejemplo Es y es hecha y siendo en hecho está. Poco importa si es acto humano o divino, es la realización de una ignota, inefable voluntad emanada de la existencia misma y que, como tal, en tanto volición, quiere, desea y crea dentro de los límites del deber, es decir del necesitar.

Pero, el verbo, mucho más allá de la gramática y la lingüística, es solamente una forma de la palabra y por tanto del logos. Rebasando las explicaciones semióticas, es más que signo y referencia, más que símbolo. Es una forma de intuición activa, transitiva o intransitiva que se conjuga de manera infinitiva y determinante, subjuntiva o potencial, o a veces imperativa. En el primer caso requiere de una persona que la lleve a efecto. En el segundo, lo primordial no es la persona ni el efecto, sino la posibilidad implícita de que el efecto cobre carta de suceso. En el tercer caso, solo vale como instrucción frente a la cual acatar o rebelarse a lo ordenado. Pero, la palabra, como la deidad Jano, tiene dos caras y la contraria es la que define los alcances de la primera en la pasión.

Del mismo modo que en Física hablamos de energías potencial y cinética, igualmente en lingüística y en filosofía de la expresión entendemos paradigma y paradoja como formas de la palabra accionada y de la palabra apasionada. El paradigma es logos que conduce a lo dicho y previamente pensado. La paradoja, de manera complementaria, es logos que conduce a lo pensado y susceptible aun de ser dicho. El paradigma apunta a lo que es. La paradoja, a lo que puede ser.

La iglesia y la política hoy se debaten entre ambos extremos, a veces enquistadas en lo conocido, a veces temerosas de abandonar el dogma por explorar derroteros complementarios.

Lo que consideramos en nuestra limitación imaginativa e intelectual como algo que no existe, ejemplo los fantasmas, por el solo hecho de mentarlos o suponerlos ya existen, son, están, así sea como una negación o una sospecha o una falsificación, lo cual Leibniz empleó (lo explico de manera muy burda) como uno de los motivos argumentales en su labor metafísica para comprobar, demostrar, verificar tanto la existencia como la inexistencia de Dios (lo que se conoce como "argumento ontológico); o Nietzsche para, más allá del "psicótico personaje" y siguiendo el pensamiento de Zaratustra (Zoroastro), anunciar el advenimiento del superhombre y la muerte de Dios, no tanto como deceso sino como transición derivada del cristo (ungido) redivivo (lectura que han pasado desapercibida los detractores del filósofo más dados a distorsionar sus propuestas).

El poder de la oración hoy es innegable, aunque haya quienes lo pongan en duda. Sea que se efectúe de manera oral (vocal, como señala el Papa) o meditativa, para que funcione a nivel cerebral, mental, endócrino y por extensión espiritual, ha de tener un fundamento de creencia, de lo contrario no suscita cambios ni transformaciones neuronales, conductuales, actitudinales o hasta valorales, por lo tanto éticas y de moralidad. Es decir, la oración, como método de comunicación intrapersonal que es el nivel más hondo y básico de la comunicación, requiere de una autoestima estructurada y funcional, además orientada a una meta, un propósito superior a la persona orante y oradora, de otro modo la repetición del estribillo solo redunda en la asimilación fanática de lo pretendido, en vez de soportar y reforzar la creencia en lo existente y cualquiera sea su manifestación sensible. Una máxima de la propaganda eclesiástica o no descansa en la frase de Goebels de que una mentira pasa a ser verdad si se la repite muchas veces y ahí tenemos el ejemplo de tantos bulos que circulan en la Internet y los cuales miles de personas creen a pie juntillas; aunque también es cierto que la verdad sale a flote tarde o temprano, si bien a veces necesita de un empujoncito que abra los ojos a los legos.

Por supuesto, la oración no tiene su ámbito solo en lo religioso o lo lingüístico. Cuando hablamos de oración al construir un texto lo que ponemos en tela de juicio es lo enunciado, lo enunciable y en consecuencia lo inteligible. Porque la palabra va en paralelo con el acto originario de nombrar. Aun antes de crear la luz, Dios la nombró. Y aun antes de nombrarla la concibió. De ahí que la luz, aun antes que un haz de electrones sea un concepto, lo que aplica para otros asuntos como la vida misma que, discusiones pragmáticas o normativas aparte, no halla en el cigoto (óvulo fecundado) el concepto de vida sino incluso antes en el mismo óvulo y el espermatozoide, en tanto células generadoras y portadoras del Ser.

Aunque los sacerdotes lo aleguen como tal en la fórmula litúrgica, la palabra nunca es de Dios, ni como pertenencia ni como posesión ni cómo creación ni como impresión editorial. Porque Dios, en tanto nombre, palabra, es inmanente de sí y originaria de sí, está contenida y expresada en sí misma. Es por ello que Dios tiene miles, cientos, millones de nombres, porque cada vocablo, cada enunciación, cada designación está contenida en tanto idea y esencia, si seguimos a Platón, en espera de sustanciarse en un ente concreto, aun cuando la idea misma ya es de por sí una forma de ser del ente y del Ser. Ninguno, nadie puede abrogarse la palabra como propia y por lo tanto tampoco especificar a una manifestación, parusía enunciada, onomástica de la divinidad como único "Dios verdadero" pues al elegir una denominación asimismo se advoca a todas las sinónimas, aun cuando cada cual apunte a una variante sutil. De ahí que el alegato de musulmanes, judíos, cristianos, católicos al señalar su credo como "el verdadero" execrando del resto cometen apostasía por antonomasia, porque su sola petulancia, su arrogancia posesiva hace del nombre, de la palabra fundamento antonímico de lo que son y simultáneamente no son. Si el judío es el pueblo elegido y tiene por Dios al mismo que los musulmanes llaman por otro nombre, la alegada bastardía de uno no niega su hermandad con el otro y más, no cancela su mutuo y compartido origen en la misma palabra.

Los hombres estamos tan mal acostumbrados a mutilar a la palabra... Y en el proceso perdemos de vista que lo mutilado no es la fonética ni el gramema como en cambio lo que de raíz existencial nos significa. En la palabra está nuestra genealogía metafísica.

La palabra, dicho lo anterior, puede ser vista como una caja china o una matryoshka o, más tentador aún, como la caja de Pandora, en cuyo fondo están todas las virtudes y todos los vicios y que, apenas la abrimos estos se expresan, escapando, excepto uno. Si esta metáfora es correcta, entonces lo que resta por salir es lo que justifica a la duda, a la incertidumbre en un sentido cuántico: el ruidoso, poético silencio que otorga, a lo que paradigmáticamente está siendo, su contradictoria, paradójica razón de no ser.

En estos tiempos de pandemia, recesión y zozobra mundiales, oremos ya sea de viva voz o con el pensamiento solo para que lo que es hoy, mañana ya no sea; y para que sea lo que actualmente está no siendo, sin olvidar que lo bueno de ahora, puede ser lo malo por venir y, viceversa, pues no hay mal que por bien no venga.

Contra el discurso con perspectiva de género



LO QUE DIRÉ, lo sé, no gustará a muchos, especialmente a muchas, y va en el sentido de lo que ya he tratado aquí en artículos previos, abrazando una posición rotundamente contraria al discurso en boga denominado con "perspectiva de género".

Leo en cierto diario una nota roja local entre tantas con la cabeza: "Atacan a balazos a dos mujeres en la colonia Hidalgo, en Naucalpan". La nota, como es costumbre, no entra en demasiados detalles que, es de esperarse, la autoridad competente irá desvelando poco a poco según avance la investigación. Sin embargo, ya y a pesar de la limitada información, en los comentarios debajo de la misma no se han tardado en aparecer los apuntes calificando de cobardes a los criminales, no tanto o solo por el hecho de serlo, sino —se deduce de lo escrito y la autoría— que por haberse cebado sobre dos mujeres. Pero, ¿por qué detenerme a escribir sobre esta nota y no cualquiera otra?

Este tipo de notas, aparte de la estúpida actitud de lo "políticamente incorrecto" a pesar de la incorreción gramatical y lógica típica de los heraldos feministas de hoy y sobre la que no me canso de escribir, son las que me hacen más y más contrario al discurso con perspectiva de género, aun cuando no hace mucho lo veía con simpatía. Esto no significa que pretenda arrinconar a la mujer a un rol circunstancial; de ninguna manera, sus derechos inalienables son indiscutibles tanto como la inequidad en que ha vivido antropológica e históricamente, por lo menos desde épocas posteriores a la Edad Media; y soy de los que piensan que, en términos de igualdad, la deuda hacia ellas es enorme y es necesaria la reivindicación tanto como la conciliación y el mutuo respeto.

La historia —y no es digresión— registra que antes, aun cuando nos quieran dorar la píldora los feministas a ultranza (o los veganos en otros temas), la mujer tenía un papel mucho más protagónico en la estructura social, a pesar de los abusos de que pudiera ser objeto y hay documentaciones, para empezar, de que aun antes de existir el patriarcado, la estructura social se fundaba en el matriarcado y no fue sino en el Holoceno, hace doce mil años atrás que, en la zona de Anatolia, se sucedió la transición hacia una organización patriarcal, tras la confrontación y la conquista de los guerreros cazadores nómadas del norte de los Urales frente a los pueblos recolectores asentados en la región central de lo que hoy es Turquía, donde los roles eran invertidos y las amazonas regían. La recolección dio pie a la agricultura, mientras la cacería lo hizo a la doma y juntos dieron paso a la civilización.

Explicaré mejor mi reacción a esta nota que, junto con muchas más y más abundantes, veo peligrosa en ese sentido de la perspectiva de género.

Enarbolando el banderín de la igualdad de veras

Desde el titular, esa perspectiva está enfatizada con la finalidad de generar en el lector y público una inclinación y tendencia específicas, por supuesto en favor y simpatía (no por fuerza empatía) hacia la mujer. Es una nota a todas luces manipuladora, aun reportando un hecho lamentable, sí, y concreto y ¿muy independientemente? de que haya sido capturada, redactada quizá por una reportera como se intelige de las iniciales asociadas a la redacción. Es un hecho que dos mujeres fueron asesinadas y no es la primera vez ni será la última. Pero, ¿qué es más importante? El acto o la caracterología de las víctimas. He ahí el quid del asunto que me provoca rebelarme.

Si la nota dijera que "dos personas" fueron asesinadas, la neutralidad objetiva sería de corte más humanista y menos humanitario. Y es justo esa confusión —que he acusado no solo en el presidente Andrés Manuel López Obrador sino en muchos sensibleros— lo que ha pasado a partir al estado de derecho, no nada más en México, y a dividirnos como sociedad. Una cosa es el humanismo, otra el humanitarismo. El primero se enraíza en una postura filosófica, el segundo en una actitud psicológica. El primero descansa en la razón, el segundo en la emoción. No están peleados, se complementan; no obstante, es un craso error confundirlos, mezclarlos, invertir sus significados y juzgar desde su distorsión.

A lo largo y ancho del mundo, las indignadas protestas contra la violencia de que son objeto las mujeres no se hacen esperar ya a la más mínima provocación, como hemos atestiguado más de una vez y recientemente incluso en Londres, Inglaterra, donde las mujeres, al igual que en México y otros países, han salido a reclamar airadamente, furibundas, la justicia contra aquellos perpetradores de variedad de abusos y hostigamiento sobre ellas —no siempre por razones sexuales ni a manos de varones—, así se trate de sus parejas, allegados, familiares o de autoridades policiales, gubernamentales, etcétera. A diferencia de ellas o de las protestas con base racial, no hemos visto todavía que los ancianos o niños salgan a hacer protestas similares en favor de sus causas salvo en raras ocasiones, y generalmente han sido acalladas cuando no usadas como objetos accesorios de presión política por parte de actores más colmilludos y aviesos e interesados, en lugar de verdaderamente ser en pro de la defensa de los derechos legítimos de los grupos etiquetados como "vulnerables".

Lo que deberíamos juzgar como sociedad no es si la víctima fue una mujer o varias o jóvenes o infantes o varones o ancianos o negros o miembros de la impronunciable comunidad LGTB... lo que sea que sigue, sino que personas de distintas condiciones han sido privadas de su libertad contra su volición o minada su vida en estilo, calidad o tiempo, que han sido vulneradas en sus derechos elementales. Y esto, por ahora, hasta aquí; pues podríamos incluir en el tema las protestas respecto de los derechos animales o de las plantas. Pero, mientras animales y plantas no sean elevados a la categoría de "ciudadanos del mundo" parte del mismo Estado, conformadores de su población, gobierno y territorio, mientras no veamos a la vaca o al perro o al gato como una clase de personas más acá de meras creaciones de la ficción artística, seguiremos usándolos como imágenes de lo inferior y al primate y al cerdo como metáforas de lo subhumano con cabida solo en la fábula y oportunidad de ejercer su voto solo con su sumisión frente al dominio del amo. Esto es lo único que rescato detrás de la reciente propuesta legislativa mexicana para no emplear a los animales como mascotas publicitarias y de marca.

Esta suerte de rebelión en la granja que vengo planteando apunta a una suerte de defección, por lo que a mí toca, del discurso feminista y, más, del discurso que ha acabado por corromper las ideas de los eternos femenino y masculino, y, por qué no, para que no me digan que no soy incluyente, del eterno andrógino.

¿Sexos aun antes que personas?

¿Es que somos sexos aun antes que personas? Visto desde la perspectiva de género así parece. Y en la visión humanista esta perspectiva nos degrada en nuestra libertad existencial al arrinconarnos como efecto de un mero accidente biológico. Nuestro ser queda limitado en su expresión a la forma evidente sexuada o asexuada, y sus virtudes primigenias quedan supeditadas a su debilidad o fortaleza sea física, psicologica, moral o legal.

Considero pertinente, necesario, señalar que, en un verdadero estado de derecho, estos arquetipos deberían ser revalorados en lo que de esencial tienen y dejar de lado los afeites sustanciales con que la opinioncracia, credos y las legislaciones a modo y gazmoñas los han torcido.

¡Ya nada más de homicidio por comparación con feminicidio o infanticidio o vetericidio —concepto que faltaría introducir en los códigos penales—, por favor y valiendo la cacofonía!

Entiendo el afán clasificatorio, lo comprendo y no lo desdeño desde un punto de vista de la procuración y ejecución de la justicia. Sin embargo, una sola palabra abarca al crimen y todo lo demás no son sino recursos instrumentales legaloides. El homicidio es homicidio, asesinato y punto, sea sobre la persona de una mujer, un varón, o algún grupo de edad o la preferencia sexual, religiosa, política del implicado como víctima del delito.

Valga la ironía: no hablamos del suicidio de una mujer, por ejemplo, como autofeminicidio en el caso de que, por su condición femenina, la víctima de su propia autoestima decida acabar con su vergüenza de ser lo que es.

Al amor también se le mata de mil maneras y para ello todavía no tenemos acuñada una palabra. Aquí propongo una: amoscidio. La pregunta que viene enseguida es qué penas y cómo tendrían que aplicarse a quienes, por desprecio, abandono, u otros motivos nos llevan a la calidad de desamorados y a sentir en el alma los efectos de la muerte o la vejación derivadas del apasionamiento. ¿Qué juez, qué ley puede aplicarse sobre los efectos del corazón? ¿Cómo catalogaríamos los delitos que pudieren relacionarse con el amor propio y el deshonor, más allá de la vulgar deshonra de la vejación a manos de terceros?

Evolución del eterno humano

Ya que tiempo atrás me definí sobre todo como poeta, pienso con Goethe que la mujer simboliza la pura contemplación en contraste con la acción como algo masculino y acompaño la idea nietzcheana de que lo femenino encarna el continuo temporal de la vida y la muerte.

En la revolución tipológica, tal como señalaba Marshal McLuhan, se requiere la transición paulatina desde el arquetipo hasta el ectipo, pasando por el prototipo hacia la fijación del tipo, la repetición pedagógica del clisé y la redundancia de la estereotipia para hacer posible el surgimiento de un nuevo y distinto arquetipo. Esto, hasta donde sabemos, solo ocurre en los campos de la mitología, el arte en general y de forma particular en el cine y el cómic.

El eterno femenino en esto ha llevado la delantera al eterno masculino y eso tenemos que reconocerlo y aplaudirlo. La hembra humanizada se ha asumido y asimilado en toda su complejidad y hoy busca hacer sólido un nuevo arquetipo de lo femenino que resume lo pasivo en la pragmático, lo compasivo en lo proactivo. La mujer de hoy se zafa del estereotipo modoso, amable, cortesano, medieval y trata, sin conseguirlo ciento por ciento, de erigir un nuevo significado a partir de su cuerpo, pero apuntando a su espíritu. El macho, en cambio, a ojos de aquella deshumanizado, se ha sumido en la ataraxia de su panoplia. Comodino con su hombría, el eterno masculino se revela anclado en lo fundamental y primitivo, y se pregunta sobre la necesidad de la transformación en un mundo hecho a su imagen y semejanza, a la vez temeroso de siquiera rozar lo femenino que en él está implícito. El macho calado siempre será una forma de estigma atávico.

Sin embargo, he aquí que la mujer, en la búsqueda y alcance de su igualación con el hombre acaba comportándose, adoptando las formas de lo mismo que execra, así en la forma de proceder que en la de gobernar y, en la tarea de recuperar el matriarcado, acaba conduciéndose cual patriarca. ¿No de eso mismo fue criticada la reina Isabel I de Inglaterra en pleno Renacimiento? En un mundo de hombres, la mujer cree pertinente actuar como tal para hacer valer su feminidad. En un mundo al revés, ¿los hombres harían lo respectivo, actuar como mujeres para validar su hombría?

Mostrando demasiada preocupación por el carácter distintivo, la sociedad, los jueces, los procuradores de justicia y prácticamente todos hemos perdido de vista lo primordial, que son personas y no solo avatares, es decir apariencias eventuales, lo que tendría que estar en el ojo de la justicia. En la nota que dio comienzo a esta meditación antropológica no importa si las víctimas delinquían o cuáles pudieron ser los motivos que condujeron al crimen. Clitemnestra, la reina adúltera asesinada por su hijo Orestes hoy, quizás, hallaría en el discurso de género muchas justificaciones para su biografía como Otelo, en cambio, ha venido a nutrir, para su desgracia, los atavismos desde los que se alimentan igualmente los lamentos de Ariadna frente a los agravios reales o imaginarios de Teseo en medio de un periplo donde el desencuentro es la regla del pretexto, mejor que la consecuencia de la estupidez de ambos.

Cenizas y Pandemia


ESTA SEMANA, para los creyentes cristianos y sobre todo católicos fue Miércoles de Ceniza.

El miércoles de ceniza es un día santo cristiano de oración y ayuno. Se trata de una celebración litúrgica móvil precedida por el Martes de Carnaval y es el primer día de Cuaresma,​ que son las seis semanas de penitencia antes de Pascua. 

Se celebra cuarenta días antes del domingo de ramos, día tras el que comienza la Semana Santa. Y se acostumbra la unción del símbolo cristiano (pez o cruz) en la frente de los creyentes, como un recordatorio de la marca sobre las puertas de los judíos esclavos en Egipto preparatorio de las plagas que derivaron en su liberación, motivo por el cual se celebra la pascua o pesaj y que en 2021 ocurrirá entre el 27 de marzo y el 4 de abril.

La ceniza, cuya imposición constituye el rito característico de esta celebración litúrgica, se obtiene de la incineración de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año litúrgico anterior. Sin embargo, ¿se han preguntado de dónde sale tanta ceniza para ungir a tanto creyente?

Entre la fe y la utilidad

La respuesta de sentido común es que, si es insuficiente el rescoldo de los ramos, se hace más quemando y triturando madera, virutas, papel, tela de ropa vieja, de preferencia hecha con fibras naturales como algodón, lino, seda o lanas.

El comentario que haré podrá parecer insensible, apóstata, por lo menos absurdo a los ojos de algunos. No lo hago con mala intención ni ánimo de ofender; pero, no descarto la posibilidad de que parte de las cenizas también provengan de los hornos crematorios de las funerarias y/o de las quemas e incendios tan comunes a estas alturas de cada año, si bien estas obedecen a otras razones.

Incineración de una víctima de coronavirus
en crematorio de Iztapalapa.
Foto y fuente: Chicago Tribune
¿Por qué digo esto? Porque tiempo atrás supe que las cenizas restantes, en la limpieza de los hornos (por lo menos los de crematorios veterinarios y rastros), eran vendidas, en tratándose de cenizas provenientes de productos orgánicos, para la elaboración de compostas y fertilizantes para la agricultura y la jardinería, e incluso para su procesamiento en la industria química en la elaboración de jabones, cosméticos, pegamentos (y no quiero que esto implique una odiosa remembranza de la industria nazi tras los campos de concentración) o la generación de energía eléctrica. ¿De esto último podría derivarse parte de la "necedad" del actual gobierno mexicano por apostar a la generación eléctrica a partir de la explotación del carbón, en vez de apostar a las energías renovables?

Piénsalo, amigo lector, y puede no resultar descabellada la duda, aunque parezca tétrica y horrorosa: México no es un gran productor de carbón. De hecho, la industria carbonífera mexicana con yacimientos en el norte y el sur lleva varios decenios de capa caída, por no decir que depauperada al punto de que CFE ha tenido que importar carbón, de manera especial, pero no únicamente, de EE.UU. y China, desdeñando la producción nacional como acusó en 2014 la AMDE (Academia Mexicana de Derecho Energético). Al comienzo del actual gobierno, en marzo de 2019, Manuel Bartlett titular de CFE habría afirmado que la empresa no recurriría al carbón para generar electricidad. La pandemia lo llevó a un giro de timón y a contradecirse no solo en los dichos, sino en los hechos y para sorpresa del mundo.

Las decisiones recientes en este tema para dar nuevo impulso a este rubro no nada más van a contrapelo de la tendencia mundial y las recomendaciones de especialistas en cambio climático y energía, sino muy probablemente llevan una segunda intención que es, por una parte, ocultar los tejes y manejes de la industria funeraria y, por otro lado, aprovechar los excedentes (que no han de ser tantos, si nos atenemos a las cifras oficiales de mortalidad; pero, súmense los demás residuos sólidos que generamos diario los seres humanos, y la cosa cambia) para, mezclados, incidir en un "ahorro" presupuestario ad hoc en tiempos de recesión, pandemia y "austeridad republicana". Es decir, si por un lado se apuesta a una industria sucia que incide en el efecto invernadero, por otro se le busca un lado virtuoso al propiciar la generación de energía "limpia" a partir de la incineración de "desechos solidos". Por una parte se promueve la reforestación de maderas preciosas en el sureste, por otro se "rescata" (como hiciera Vicente Fox con los ingenios azucareros) una industria como la carbonífera y, por otro se aprietan las tuercas a la minería extranjera en México, especialmente la canadiense, en un afán retrógrada por recuperar un patrón plata para sostener a un peso cuya dinámica hoy no se basa en ningún metal como antaño sino, y desde el sexenio de Ernesto Zedillo, es volátil en función de los vaivenes del mercado cambiario.

¿Será que el empuje reciente de criptomonedas como el Bitcoin está ejerciendo una presión grande sobre las criptomonedas a las que había apostado AMLO como ya había yo anotado en un artículo previo?



En estos dos primeros meses de 2021 el Bitcoin ha repuntado como nadie imaginaba, partiendo de los ocho mil dólares estadounidenses hasta alcanzar una cotización superior a los cincuenta y dos mil dólares (antes de publicar estas líneas), significando un crecimiento de alrededor del seiscientos cincuenta por ciento. Este dato, en el contexto de la política económica estadounidense no significa para México un buen augurio, pues la liga con esa moneda conlleva el debilitamiento de la nuestra y, según los analistas, no es descartable que entre 2021 y 2022 el nuevo orden mundial lleve a un cambio de moneda patrón al colocarse el yuán chino como la moneda de referencia.


¡Hagan sitio! O cuando nos volvamos carbón

Esto me lleva a un recuerdo anecdótico, escatológico, pero que encierra una cruda verdad. Alguna vez, en la universidad, uno de mis compañeros preguntó a cierto profesor acerca de qué era un determinado personaje sobre el cual teníamos que estudiar. El maestro que era ex militar, ex miembro del Estado Mayor Presidencial y que nos enseñaba entre otras materias Metodología de la Investigación, tosco y seco contestó: «¡Fiambre! ¡Es fiambre!». No entendiendo el compañero la palabra requirió mayor explicación, a lo que el maestro espetó impaciente: «¡Fiambre! ¡Cadáver! ¡Difunto! ¡Despojo! ¡Residuo sólido! ¡Restos mortales!». Y sí, por crudo que suene, eso somos al final de nuestra vida, independientemente de que muramos por causas naturales, pandemias, o acabemos occisos, es decir, muertos por causa violenta, asesinados por cualesquier aviesos motivos del criminal que nos despache. Al final somos fiambre, residuo sólido orgánico que, junto con otros, somos materia convertible en energía y lo que está por discutirse es nuestra huella de carbono y su incidencia en el cambio climático. Si sepultados, nos descomponemos en metano, igual que la basura, y tardamos años, quizás siglos en desintegrarnos, en compostarnos para ser uno con la tierra. Incinerados, en cambio, podemos ser disponibles de manera más pronta, expedita e inmediata para el bien común.

¿Acaso esto recuerda la película y la novela Cuando el destino nos alcance basada en la novela ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (1966), de Harry Harrison? En cierto modo, quizás lo que vemos ahora con esas cenizas es una variante del soylent verde. Se trata de "hacer sitio" a los vivos y, ¡qué interesante! ¡Cómo ajusta todo incluso con una Agenda Habitat de la ONU! a la que se ligan planes de desarrollo urbano como el presentado recientemente en Naucalpan y otros municipios del país para el desarrollo de "ciudades resilientes" y que comenté tiempo atrás. Tema este que pasa por otro también tocado aquí en estos Indicios Metropolitanos y al cual tampoco nadie le quiere entrar a cabalidad, si no es para sacar tajada y raja para su molino; es decir, ni pepenadores ni industriales ni gobiernos municipales: la generación de energía a partir de la basura y la mierda que arrojamos a los cuerpos de agua y afluentes. Solo unos pocos municipios lo hacen en México, lo que tiene muy alejada la meta y propósito del mismo gobierno de López Obrador de generar el 35% de la energía a partir de fuentes renovables para 2024.

Sí, es cierto que entre las soluciones que se han buscado para desminuir la huella de carbono mexicano está la prohibición del uso de ciertos plásticos, aunque la pandemia dio al traste con tal iniciativa de ley en aspectos insospechados como el desarrollo de empaques de alimentos o el reciclaje de las bolsas de plástico mediante la reutilización, mientras por otra parte el consumo y desecho de cubrebocas, guantes, micas y otros insumos preventivos contra el Covid-19 se ha convertido en un problema más en ciudades y costas.

Uno de muchos estudios de especialistas, elaborado en 2019 al respecto, señala:

La creciente producción de residuos sólidos urbanos (RSU) está directamente relacionada con el aumento de la población en áreas urbanas y con el desarrollo económico. Actualmente más de la mitad de la población mundial se ubica en áreas urbanas y la tasa de crecimiento de la población en estas zonas se estima en 1,5%. Con la mayor demanda de bienes y servicios de la población, para el año 2025 se estima que la producción global de RSU será de 2.200 millones de toneladas al año. Por tanto, es urgente para los países en vía de desarrollo, que no poseen programas de gestión integral de residuos sólidos que los implementen, considerando los RSU como un recurso y no como un problema. [Diversos autores] plantean varias alternativas de valorización de los residuos, tales como el reciclaje, el compostaje, y la biodigestión. Adicionalmente, los RSU pueden ser aprovechados para generación de energía a través de procesos bioquímicos (digestión aeróbica y anaeróbica) y procesos termoquímicos (incineración, gasificación y pirólisis). Los procesos termoquímicos tienen mayor potencial energético y mayor capacidad de reducción del volumen de RSU. Se estima que, en todo el mundo, aproximadamente 130 millones de toneladas de RSU son procesadas en plantas de Residuo-a-Energía (RAE) cada año, y producen 45 GW-h.

La incineración de RSU es el método más usado entre los procesos termoquímicos, esto se debe a que tiene la capacidad de procesar residuos con composición heterogénea. Sin embargo, este proceso se da a altas temperaturas, lo que favorece la emisión de sustancias con grave impacto en el ambiente y la salud pública [...]
Sí, sé que suena fantasioso, producto de una mente distorsionada o de una ficción de horror. Pero, no ha de serlo tanto en un país donde las verdades oficiales en torno a la osamenta de la Paca y los 48 desaparecidos de Ayotzinapan o los "otros datos" resultaban increíbles, míticos y luego resultaron una espantosa realidad o la más ominosa mentira alrededor de la cual los gobiernos en turno nos han tenido girando y en vilo.

Polvo somos... y hasta polvo de instituciones

Tengo claro que es este un tema que nadie, en realidad, se ha puesto seriamente a investigar por lo sensible y delicado que es, en lo moral y en lo emocional, lo político y lo legal. No obstante, circunstancias como la pandemia orillan a repensar incluso estos tópicos desde una perspectiva seria, humanista tanto como humanitaria, que son dos cosas distintas. La muerte también obliga a transparencia y, como ya he dicho en otra parte, la transparencia es la más sutil de las trampas. Para saber vivir hay que saber morir, dice el libro tibetano de los muertos.

Para ninguno de nosotros es un secreto o una novedad que a lo largo del ya casi año y medio de pandemia por el SARS-2 Covid-19 (dos años, si contamos los meses previos de sufrimiento en China), uno de los problemas más acuciosos que hemos enfrentado en nuestros países es el de la saturación de las funerarias y por tanto de los crematorios, por causa del aumento en la mortandad. Eso sin mencionar el escandaloso y multitudinario sacrificio, en Dinamarca, en dos ocasiones, de visones contagiados de Covid-19 o de pollos contagiados, en Japón y Europa, por una nueva variante de gripe aviar.

En el grupo de estos Indicios Metropolitanos y su página en Facebook tuve cuidado de dar seguimiento a esas terribles noticias que nos describían incluso el "olor a muerte" en algunas delegaciones de la Ciudad de México y las inmediaciones del Estado de México, aroma ocasionado por las incesantes emanaciones del humo surgido de los hornos crematorios de funerarias y panteones saturados donde se incineraban, por norma, los cuerpos de los fallecidos, máxime si el acta de defunción indicaba como causa el Covid-19.

Ya, tiempo atrás, vecinos cercanos a esos panteones, funerarias y crematorios (algunos incluso clandestinos) habían denunciado en diversos estados de la república la "contaminación" generada por los mismos y dichas denuncias se multiplicaron con la pandemia junto con la desesperación de los deudos que, por la saturación debían velar en las condiciones más insalubres a sus fallecidos en sus casas.

Es triste decirlo, pero la pandemia hizo para la industria de la muerte una discutible bonanza que "favoreció" a constructores de ataúdes e incineradores, pero empobreció a sepultureros. Y aun así, tampoco fue beneficiado ese giro de servicios, porque acabaron rebasados como parte del sistema de salud del que forman parte.

Esto viene entonces a escribir un interesante capítulo en la historia de los cementerios y la historia de la muerte misma que, ya, ha implicado para los gobiernos y los ciudadanos y clérigos de todos los credos un abrupto, forzado cambio de mentalidad y formas de administración, tanto como lo hizo en al menos dos etapas del pasado: en la Edad Media, tras la peste negra que llevó a replantear el papel, ubicación y funcionamiento de las catacumbas y criptas, trasladándolas a los campos circundantes de las ciudades, creando los panteones y los cementerios parroquiales, así como en el enterramiento con cal o la incineración forzosa de los cadáveres y la creación de un sinnúmero de métodos más para la prevención de contagios y menoscabo de la higiene.

Otro caso fueron las epidemias de viruela o, más próxima en el tiempo, la pandemia de influenza española a comienzos del siglo veinte, en cuyo último decenio pareció darse una reversión a la tendencia sobre el control de camposantos, fundamentalmente por dos razones: una, los intereses inmobiliarios; dos, los intereses económicos parroquiales que, en el afán por dar un "servicio de calidad al público", optaron por remodelar templos (el caso más cercano a mí es el templo parroquia de Nuestro Señor del Campo Florido, en el fraccionamiento La Florida, en Naucalpan, Estado de México que, muy a pesar de su valor artístico universal, años atrás el párroco de turno decidió (y obtuvo el permiso) para alojar en la torre del campanario nichos para incensarios para allegarse recursos adicionales a los servicios de consagración, donativos y limosnas; y, como ese, hay numerosos ejemplos donde se quiera ver. En resumen, ya no cabíamos los vivos, y empiezan a no caber los muertos. 

En aquella época medieval, las cenizas de los ramos eran mezcladas ya con las cenizas de los cadáveres y en algunos templos eran ungidas con el dedo del sacerdote o pastor, o mediante el uso de sellos tallados con el símbolo al efecto en huesos de esos mismos cadáveres, humanos o animales, o en madera.

También, otro tema poco estudiado, por considerarse de poco interés noticioso, es el relativo a la especulación inmobiliaria asociada a esa "industria de la muerte" que supone no nada más la construcción de cementerios, el aprovechamiento de amplias zonas incluso "protegidas" para parcelarlas en lotes cuya propiedad temporal o a perpetuidad ha significado un negocio redondo paralelo, incluso del que se han visto beneficiadas notarías que, cuando algún lote no es "cuidado", visitado, conservado, por debajo de la mesa han llegado a cambiar los registros de propiedad permitiendo que en una misma tumba o cripta queden enterrados individuos pertenecientes a distintas familias o, incluso, que sean exhumados restos "no reclamados" (a pesar de la perpetuidad). O, se dan los casos en que los enterradores, coludidos con la administración del cementerio y algún notario, consiguen "clientes" y, conocedores de los lotes "abandonados", se dan a la tarea de exhumar sin permisos o con permisos apócrifos los restos originales para arrojarlos a las fosas comunes y/o los crematorios respectivos, dejando el lote dispuesto para su especulación y venta. Y esa escena escabrosa en la película Poltergeist de féretros saliendo de debajo de la tierra en un poblado residencial de moda construido sobre un antiguo cementerio encierra una sutil crítica.

Los medios modernos tomaron como una novedad el hecho de que el Papa Francisco modificara el rito litúrgico para, en vez de ungir la ceniza en la frente, esparcirla sobre la cabeza de los feligreses, y que otros prelados hicieran lo propio en sus respectivos templos. Pero, no hay tal novedad, sino acaso el retorno de una práctica más antigua como bien lo describen los historiadores.

Papa Francisco espolvoreando cenizas sobre cabeza de prelado.
Foto y Fuente: La Vanguardia.com

Citado por Wikipedia, el estudioso Joaquín Bastús y Carrera Vicenz, explica [énfasis mío]:

La ceniza fue entre muchos pueblos una señal de dolor y de arrepentimiento.

El esparcirse ceniza o polvo sobre la cabeza en lugar de los perfumes con que solían ungirse los orientales, el sentarse en el suelo entre ceniza o polvo, eran las señales con que se expresaban las calamidades públicas, el dolor, la penitencia, el luto de donde se derivó, como dice el señor Torres Amat, la frase comer el pan con ceniza, pues es natural que caería esta de la cabeza del que comía.

Los judíos hacían una lejía o agua lustral con las cenizas de una ternera sacrificada el día de la gran expiación, la que servía para purificar a aquellos que habían tocado algún cadáver o asistido a los funerales. Los griegos y romanos, que observaban la costumbre de quemar a los muertos, tenían urnas llamadas cinerarias en las que ponían las cenizas de aquellas personas que les habían sido queridas y cuyos restos deseaban conservar.

En la primitiva Iglesia el obispo ponía un poco de ceniza en la frente del pecador al principio de su penitencia y de aquí viene la práctica, mandada en el Concilio de Benevento celebrado en el año 1091, de ir a recibir la ceniza el primer día de cuaresma. Hay algunas órdenes monásticas, como los trapenses, que ponen a los religiosos en medio de la iglesia sobre una cruz de ceniza poco antes de morir, para recordarles su origen y a lo que van a parar.

No cabe duda que los tiempos de esta pandemia han sido para más de uno de dolor y arrepentimiento, de reflexión sobre los estilos de vida, las expectativas en más de un aspecto. El nuevo orden mundial que nos hemos visto forzados a experimentar ha sustentado tanto a los más diversos temores como a las más variopintas explicaciones oficiales o conspiracionistas. Pero, en el fondo de todo, lo que queda son los recuerdos de los fallecidos, el sufrimiento de los contagiados y familias, muchas de ellas truncadas por el azar, la desidia, la negligencia o la dinámica propia de la vida aunada al proceso del contagio. Lo que queda es una verdad de las pocas absolutas que debemos enfrentar: polvo somos... hasta nuestras instituciones.


Esos que se van sin decir ¡hola!

Gabo Ferro, cantautor argentino

EL PERIODISMO en general tiende a ser o sobrepreciado o despreciado. El periodismo y los periodistas en general no conocemos medias tintas por lo que toca al juicio social acerca de nuestro trabajo, aunque haya colegas —quizá yo mismo— que nos desempeñamos en la raya de la pusilanimidad, de la medianía, que también tenemos nuestros fantasmas y esqueletos en el clóset, pecados inconfesables, desmemoria o ignorancia parcelaria sobre ciertos tópicos.

Igual ocurre con los géneros del periodismo. Tal vez el más despreciado y despreciable es el que engloba a las esquelas, obituarios y necrológicas. Los primeros dos más emparentados con los boletines y tableros de anuncios, la publicidad y las relaciones públicas para informar sensiblemente acerca de la postura personal u organizacional que una firma, grupo o personas tienen respecto del deceso de un familiar, socio o allegado.

El tercer tipo, sin embargo, es a veces el más temido y despreciado incluso por los mismos periodistas. Pues, con su tendencia y carácter biografico fuerza al que es lego sobre la vida y obra de algún individuo, público o privado, a escarbar en la ropa sucia ajena para extraer lo que puede significar una ofrenda para el fallecido y sus simpatizantes, pero una afrenta a la íntima consciencia ya sea esta ignorante del tópico o, peor, cuando esta contrasta la personal admiración con la soterrada envidia, la que llama a azoro tras el descubrimiento de los talentos deseados o soslayados para uno mismo.

Las necrológicas son una mezcla entre oficio de enterrador y afán coleccionista. En un determinado momento, los periódicos empiezan a acumular  los datos relativos a la vida y obra de alguien cuando se estima que puede estar próximo su fin en la existencia. Aunque también hay ocasiones cuando el acopio debe darse ipso facto, apenas se conoce el fallecimiento y es entonces cuando la pericia periodística se contrasta con la negligencia.

Hay algo mórbido en esta tarea y eso empata al periodista que borda una nota semejante, lo acerca al tabú funerario del forense que, en algunas culturas, por el solo hecho de hacer de la muerte su fuente de ingreso y sostén, el solo contacto con el fiambre lo inviste de un aura fría y oscura, detestable, especie de coraza pulida en la que, tarde o temprano, cada uno de nosotros ve su reflejo caduco. A nadie le gusta que otros le sorrajen en la nariz la mierda que uno es en un ejercicio de escatología moral.

La nota, el reportaje, la crónica o el artículo necrológicos son una mortaja adelantada o tardía. Son tanatología aplicada y el periodista que la lleva a efecto se vuelve, así sea por el tiempo dedicado a las líneas, en un embalsamador que busca no nada más embellecer al cadáver referido —que puede ser el mismo texto a los ojos de los lectores venideros— para hacerlo parecer tan vivo y rozagante como en vida, sino presentable ante los que le antecedieron en su partida a otra dimensión.

En tanto embalsamador, el redactor de necrológicas, casi biógrafo, aspirante a novelista, poeta mundano con especialidad en aforismos y epitafios ha de tener entonces cuidado con cada palabra, con cada adjetivo y adverbio, con cada golpe del cincel en que su pluma se convierte sobre la lápida de papel o la pantalla del computador, evitando la melladura. Andar la tenue línea de lo no dicho como el equilibrista sobre la cuerda floja; hacer música que enaltezca en la melancolía al ido, como ese violinista en el tejado que llora la partida y la diáspora con notas plenas de esperanza fundada en lo que queda. Y esto sucede lo mismo al que escribe de política y sobre políticos que al que enfoca su atención en las formas de las nubes.

Pero, ¿a qué viene toda esta reflexión? Porque con los artistas y los poetas nos sucede algo similar y, aunque en el panteón se nos cuelguen coronas de flores y se canten loas y se graben frases con letras doradas, el tiempo es buen amigo, todo lo cura o todo lo pudre y, si las primeras acaban igual que el rememorado en la composta, a las segundas se las lleva el viento y las terceras pierden brillo y lozanía confundiéndose con el fondo. El olvido puede disfrazarse de tantas maneras...

En tanto escritor, como me defino, y poeta, como palpito, a veces los poemas que escribo llevan tufo de funeraria no tanto por el tema tratado en alguna muestra, sino porque los lectores mismos, en sus visitas esporádicas más parecen extraerlos de urnas y criptas para posar en ellos su ojos curiosos o espantados, enamorados o condescendientes, con displicencia o franca bonhomía.

Textos como el de ahora, prosa burda, parabólica, no siempre es aceptada ni seguida —y nada obliga a ello—. Y esto que digo para la escritura aplica también para las personas que la prodigamos y ejercemos de tanto en tanto y diario, como oficio y como amor perenne. La razón es sencilla: ni todos somos peritas en dulce o monedita de oro, ni todos estamos forzados a conocer y consumir todo y de todo y de todas maneras.

Visto con humildad, el ejercicio de escritor es tan elemental como el del carpintero. Así como no conoce uno a todos los carpinteros, menos a los que están fuera del radio de acción, nadie está obligado a conocerlo a uno. Eso me ha sucedido con el cantautor y poeta argentino, contemporáneo, Gabo Ferro, fallecido diez días atrás; y me ha pasado con tantos, muchos. Vi la noticia y leí las necrológicas y me entró cargo de conciencia.

Estas líneas van pues con afán de servir como acto de contrición para aquellos que lamentan su pérdida y excusarme por desconocer la obra y la vida del artista de cincuenta y cuatro años, apenas tres menos que yo. Disculparme innecesariamente por ser ignorante de su desempeño y reconocerme, así, tan ignoto para sus admiradores, quizá, como si fuera yo el zapatero milagroso al que ya solo los creyentes acuden para reparar sus andanzas. Hay, sin embargo, un raro consuelo en saber que ninguno de los dos cruzamos nuestros caminos en la vida ni en las letras. Su muerte así no me duele como a otros; como a otros no dolerá el que yo deje de estar cuando tal ocurra.

Hoy, mi necrológica acerca de Gabo Ferro, del que ya muchos tuvieron ocasión de escribir y publicar en los días pasads, es más una aspiración de este muerto socialmente que soy para deambular con licencia entre los versos de otros que me han hecho comprender, aún mejor y más que la inspiración propia en poemas semejantes salidos de mi venero, que soy todo lo que recuerdo y que me siento incómodo, incompleto porque, ignorando quién era y qué hacía mi coetáneo y colega poeta, ignoraba de modo vicario quién soy y qué hago; y comprendo que al no recordarlo a él y su obra, por tal motivo, soy entonces, también, un poco menos de ese todo que creía recordar.

Esos que se van sin decir ¡hola!, no saludaron necesariamente por causa de la distancia natural sino quizás por la indiferencia ajena. Si aun no te he dicho ¡hola!, estimado lector que llegas a mis palabras por primera vez, es momento de cerrar la sana distancia para contagiarte de mi amor por la poesía y la escritura. Ojalá hagamos de este ejercicio interpretativo, de esta lección, una pandemia que perdure.