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El lamento de la mandrágora - Lenguaje inclusivo y más



Como todos los 28 de junio desde 1969, este de 2022 también transcurrió con la celebración del Día Internacional del Orgullo LGBT+, y aunque este texto mío vea la luz a tiempo o destiempo quise dar un paso al frente para abordar el tema desde mi particular perspectiva, y esperando aportar argumentos positivos para el entendimiento entre las personas, así, a secas.

Procuraré no caer en los lugares comunes que alegan tirios o troyanos, aunque mi postura podrá ser y seguro lo será catalogada en alguna de las casillas que la Historia ha preparado para la justificación proscripcionista, si cabe el término.

Tampoco me detendré en consideraciones ya muy sobadas acerca de la convivencia entre sexos, o la guerra de los sexos o la discriminación o hasta la segregación y violencia por motivos asociados al sexo, el que ha sido categorizado erróneamente como género para distinguir ya no nada más lo varonil de lo femenil sino toda una gama de matices intermedios que, la verdad, a veces ni quienes los abrazan y ostentan tienen claro como para describir y explicar a carta cabal en cuanto a lo que hace a sus diferencias sutiles con el resto del arcoiris.

Escribo entonces y ahora este ejercicio ensayístico desde mi limitada perspectiva como escritor y comunicólogo, por supuesto sin afán de ofender a nadie.

Materia que se ancla en algo más que palabras

Como el novelista Arturo Pérez-Reverte y muchos más, he abordado este tema de la inclusividad genérica en varias ocasiones, y lo he hecho llamando a cordura y sensatez humanista, no nada más humanitaria, que así es como entiendo el otorgamiento de la dignidad necesaria que reclaman quienes con razón y sin ella han sido víctimas de sus propios gustos, tendencias, inclinaciones, afanes, apariencias, biología, genética, traumas o decisiones, tanto como de la insidiosa inquina de quienes por las mismas razones les han, además de señalado, puesto al margen como si mostrencos dejados para estorboso recordatorio de la mezquindad humana. Y ya se ve que, no obstante y retratados como monstruos y esperpentos, hasta han sido ejemplos de inspiración, así en la literatura como en la sociedad, que connotan la nobleza humana.

En el interés por revertir la vergüenza, legisladores y activistas, unos más sensibleros que otros, tuvieron la ocurrencia años atrás de que el mal radicaba en el lenguaje mismo, y transformar la situación de la comunidad LGTB+ así como de las mujeres sojuzgadas por una sociedad machista requería arrancar de raíz el mal. Pero, no consideraron que el lenguaje es como la mandrágora y que cada jalón que se da de manera forzada en el afán por extraer el tubérculo humanoide ocasiona el alarido doliente y ensordecedor de este que, noble como es en el desarrollo de su tallo y seductora flor, en su lamento transmite en cambio el mensaje de la muerte de lo que somos.

Para dar cuenta, por ejemplo, de la vergonzosa y torpe manera como se usa el mal llamado lenguaje inclusivo al momento de redactar discursos o las leyes en México, como en otras partes del mundo, hay que señalar no nada más los consabidos retorcimientos sintácticos. Estos, de la mano de las jergas leguleyas, se prestan a juegos interpretativos y la apertura de huecos legales por los que los abogados astutos saben colar sus argumentaciones tramposas para complicar la dictaminación de sentencias jurídicas por parte de los jueces, magistrados y ministros, y a pesar de que la Suprema Corte de Justicia ha conminado a los legisladores, jueces y abogados a emplear un lenguaje más llano y acorde a las necesidades de los ciudadanos legos.

Por poner un párrafo como ejemplo aleatorio permítaseme exponer estos fragmentos tomados de forma aleatoria del Código Electoral del Estado de México [cf. (IEEM, 2020): Artículo 18, párr. 3º].

Con un lenguaje estúpidamente redactado bajo la falacia de una aparente inclusividad retórica, el Código Electoral del Estado de México (como otros documentos legislativos surgidos desde hace una década bajo ese imbécil tenor de un supuesto “discurso de género” en las distintas legislaturas locales y la federal en México) dice:

Las y los integrantes de los Ayuntamientos que tengan interés en reelegirse, deberán separarse del cargo, por lo menos, veinticuatro horas antes del inicio de las campañas, conforme al calendario electoral vigente.

Pero, en otra parte se dice, a la letra:

Artículo 102. Los aspirantes no podrán realizar actos anticipados de campaña por ningún medio. La violación a esta disposición se sancionará con la negativa de registro como candidato independiente.

Artículo 103. Queda prohibido a los aspirantes, en todo tiempo, la contratación de propaganda o cualquier otra forma de promoción personal en radio y televisión. La violación a esta norma se sancionará con la negativa de registro como candidato independiente o, en su caso, con la cancelación de dicho registro.

¿Dónde quedó el “lenguaje inclusivo”? ¡Ahí está, en la neutralidad del "masculino neutro"!, sin necesidad de redundar innecesariamente con una reduplicación cansona del género gramatical que, en el primer caso, se habría subsanado con una redacción como esta: "Aquellos integrantes de los ayuntamientos". ¡Ah, no! ¡Que termina en /-ellos! Bueno, ¿qué tal esto?: "Quienes siendo integrantes de los ayuntamientos…". ¿Quiénes son "quienes"? Pues ellos y ellas, los y las integrantes. ¡No, estás mal, Santoñito! El pronombre relativo no consigue lo que pretendemos: ser visibles, igual que cuando en la celebración nos exhibimos ostentando y restregando en las caras de los demás ciudadanos, a favor o en contra de nuesta causa, nuestros tacones y maquillajes, besándonos libre y descaradamente nuestros bigotes, demostrando que, aunque recuerde a la telenovela, el amor no tiene cara de mujer y no todos somos simplemente María o Yara o Gutierritos. Pero, si se anotara "candidatE independiente" tampoco se conseguiría la visibilidad pretendida ni abarcar la diversidad acusada por la comunidad LGBT+ o el grupo de feministas.

El asunto se complicaría, sin duda, si además llegara un badulaque a pretender que también la diversidad étnica fuera incluida de algún modo retorcido en el lenguaje. ¿Cómo tendríamos que referirnos entonces a un homosexual o transexual mazahua?; que debe haberlos aunque en su etnia implique una vergüenza para sus usos y costumbres.

Quiero dejarlo claro, mi postura no es incluyente ni excluyente ni de hipócrita tolerancia; es humanista. Porque creo que el ser humano es un conjunto de categorías, valores y la distinción misma forma parte de ellas. Somos distintos, ni mejores ni peores, y en ello radica nuestra riqueza personal y cultural.

Quizás las mujeres o quienes teniendo rasgos varoniles se identifican y asumen femeninos pudieran sentirse más cómodas si en la conformación de los mensajes se optara por convención erradicar lo masculino para efectos de generalizaciones, y se hablara de "las personas" que eso son tanto los hombres, las mujeres y las quimeras, grifos, y demás símbolos de la variedad maravillosa con que nos sorprenden la naturaleza o la autodefinición y la autoestima. Pero, entonces, ¿no podría ocurrir al revés, que luego de decenios de practicar tal convención amazónica y matriarcal, los varones y quienes se identifican y asumen masculinos no exigirían igualmente su digna inclusión como miembros fundadores del mismo lenguaje que nos determina como sociedad?

El problema estriba, pienso, no en las palabras por sí mismas ni en el uso, abuso o desuso de ellas (ojo al femenino recurrente para designar a los vocabos, ¡vaya contradicción! que nos ha traído a la interdicción (Castro Salas, 2021)). Estriba en que le hemos dado demasiada importancia a los polos de la hombría y la feminidad y, quienes hoy reclaman, jalonean esos polos hacia un área difusa en el centro de la cuerda ocasionando más bien un nudo gordiano irresoluble a no ser con paciencia, sabiduría o con el tajo de la espada. ¿No era Alejandro Magno homosexual?

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Referencias

  • IEEM, *. (2020, Noviembre 27). Código Electoral del Estado de México. Ieem. https://www.ieem.org.mx/cefode/descargas/otras_publi/CEEM_2021.pdf
  • Castro Salas, E. (2021, September 9). Ella, él y elle: sobre tribunales, pronombres y lenguaje inclusivo – El Juego de la Suprema Corte. Eljuegodelacorte. https://eljuegodelacorte.nexos.com.mx/ella-el-y-elle-sobre-tribunales-pronombres-y-lenguaje-inclusivo/
  • Murillo, E., & https://www.facebook.com/lajornadaonline. (2020, November 10). Desestima SCJN proyecto a favor de lenguaje incluyente en las leyes. Retrieved June 28, 2022, from La Jornada website: https://www.jornada.com.mx/ultimas/politica/2020/11/10/desestima-scjn-proyecto-a-favor-de-lenguaje-incluyente-en-las-leyes-5297.html
  • René Ramírez Benítez. (2020, January 29). El impacto del lenguaje de las sentencias en los derechos de acceso a la justicia y transparencia judicial. Retrieved June 28, 2022, from Derecho en Acción website: https://derechoenaccion.cide.edu/el-impacto-del-lenguaje-de-las-sentencias-en-los-derechos-de-acceso-a-la-justicia-y-transparencia-judicial/
  • Pantin, L. (2021, January 14). Lenguaje claro: la próxima revolución en la justicia. Retrieved June 28, 2022, from México Evalúa website: https://www.mexicoevalua.org/lenguaje-claro-la-proxima-revolucion-en-la-justicia/
  • Comunicación editorial, E. (2022, June 24). Las Telenovelas Socializan De Manera Digna Y Respetuosa La Diversidad Sexual. Elinstituto. https://elinstituto.mx/telenovelas-socializan-la-diversidad-sexual/
  • El Financiero, *. (2021, July 10). Para la RAE usar la letra ‘e’ en el lenguaje inclusivo está de más – El Financiero. Elfinanciero. https://www.elfinanciero.com.mx/culturas/2021/07/10/para-la-rae-usar-la-letra-e-en-el-lenguaje-inclusivo-esta-de-mas/
  • CNCA-Chile, *. (2016, May 18). guia-lenguaje-inclusivo-genero.pdf. Cultura - Gobierno de Chile. https://www.cultura.gob.cl/wp-content/uploads/2017/01/guia-lenguaje-inclusivo-genero.pdf

  • López Romo et.al., H. (2022, June 28). Diversidad sexual en las telenovelas - Documentos de Google. Biblioteca Javitanus. https://docs.google.com/document/d/18MImzPyDZJ9tST7MVEjI00njFwUOEMq3Rzfh6QPQHOQ/edit

El valor divino de las fámulas


ERA DE LA OPINIÓN... de que detrás de cada palabra hay una historia que le da mucho más que sentido, sustenta su dignidad y justifica su existencia. Y sigo siendo de ese parecer.

Recientemente en el foro Quora donde a veces participo alguien preguntó acerca de la razón por que a las criadas se les denomina en México como "gatas". La lectura de las respuestas al cuestionamiento es más molesto que la duda misma. La mayor parte de ellas sesgadas a una visión miope de carácter sociológico y moral muy reduccionista que se ciñe al hecho de la costumbre (más bien moderna) de que la servidumbre tenga sus habitaciones en las azoteas de las casas y edificios, lo cual, como veremos, tiene también su finalidad desde otra perspectiva más noble porque las pone irónicamente más cerca del cielo. Otro enfoque relacionado ahí es el que enfatiza el grosero efecto del machismo y el hembrismo (feminismo a ultranza) que ve en el vocablo un concepto no nada más grosero, rudo, despectivo, sino de efecto segregacionista, como si las palabras hicieran algo más que discriminar como es su función lingüística natural, en tanto clasificación, categorización, organización, descripción, denominación y definición de las cosas que forman parte de nuestro conocimiento cotidiano.

Pensando afuera del arenero

El término "gata" o "gato" para referir a la servidumbre no es exclusivo de México ni solo heredado de España tras la conquista, como lo es.

Término muy antiguo haya su raíz en tiempos milenarios de cuando los griegos conquistaron Egipto. En aquellos albores los esclavos y la servidumbre en general era devota de la deidad Bastet, una diosa con representación felina y que era una diosa familiar dedicada al cuidado de los de la casa, la fertilidad, los secretos femeninos, la atención en el parto, la protección contra los espíritus malignos, la sanación de las enfermedades. Tan es así que en distintas ruinas egipcias se han hallado vestigios de esto e incluso alguna momia de una "hechicera" o partera o curandera. Más aún, Bastet, en una mitología comparada, se ha asociado a Artemisa y por extensión a Isis y a la Virgen María y cuyo culto fue una de las bases culturales del gnóstico catarismo y por lo que se justificó su odioso asedio anti herético y anti maniqueo. Así que, no ha sido más que la ignorancia voluntariosa posterior al cristianismo que muchos de esos antiguos valores se diluyeron en la Historia convirtiendo a personajes clave de la sociedad en clisés (paso posterior de los estereotipos) de lo temible, deleznable, por estar asociado a lo pagano, a lo servil.


Los romanos daban especial importancia a la servidumbre como elemento sustancial da la familia, de la casa y de ahí el término sinónimo de fámula, etimológicamente entendido como miembro menor de la familia y cuya raíz además se relaciona con el carácter  de protegido que con el tiempo se asoció a una circunstancia de explotación depauperante en la idea de lo famélico o intocable, tabú, en tanto los miembros más desnutridos, enfermizos y desfavorecidos de la familia, los esclavos, los obreros.

Cierto, el papel abusivo del varón o incluso de la mujer misma tanto en cualquiera de los sistemas de organización social del patriarcado o matriarcado derivó en hacer a las personas bajo esta categoría víctimas de vejaciones, malas interpretaciones (brujas) y hasta persecución. Pero, hay más que solo eso detrás de la palabra.

Estereotipo con base en la realidad

Uno de las críticas más socorridas acerca de las telenovelas y su uso de los estereotipos acusa, sin el entendimiento suficiente, que estos encajonan la concepción que los individuos tienen de sí de frente a sus expectativas. La promoción de un ideal romántico como puede ser que un personaje encumbrado se enamore de la criada y la tome por esposa es visto como irreal, fatuo, imaginario, falto de veracidad, torcido respecto de la naturaleza social y humana, contradiciendo los pulsos más básicos como la necesidad o las pasiones. Veremos en las siguientes líneas que no es así ni con ese ni con ninguno de los estereotipos cuya base es mitológica, por más que la mercadotecnia los presente como banalidades comerciales.

En inglés un equivalente despectivo de "gata" que se aplica igualmente a la generalidad de las mujeres es bitch, deformación de witch. Pasó al español como "bicho" para referir a toda criatura (gatos, insectos, roedores, personas menesterosas) despreciable, maligna o repugnante o asociada a la suciedad y la proclividad a vivir de manera promiscua, es decir abultados en espacios, guaridas pequeñas o con prácticas en actividades ocultistas, esotéricas, nigrománticas, criminales o conspiracionistas.

La asociación gato-roedor pasó igualmente a formar parte del acervo metafórico para referir, no nada más al acoso sexual (de parte de los patrones como si de una cacería inversa se tratase; o de las criadas con aspiraciones de ascenso en la escala social), sino a la traición familiar entre las "gatas" y los "ladrones", ubicándolas como espías infiltrados, acechantes, agazapados, arribistas, lo mismo en tiempos de guerra o paz.

A diferencia de lo que ocurre con otras maneras de asociar el comportamiento humano con el animal, la naturaleza curiosa felina está asociada a los felinos como también lo está la naturaleza "ardiente" de las hembras felinas (y los conejos) que asegura una amplia progenie (en tiempos medievales o de revoluciones sociales) así como la conducta de abandonar repentinamente los hogares en que paren una vez que las crianzas han alcanzado la edad "independiente".

Prejuicios aparte, esto último ha sido también motivo para asociarlas antropológicamente con la iniciación sexual de los varones adolescentes que hayan en el "gatear" una extensión ulterior de los primeros pasos del andar, erguirse y convertirse en adultos. Entonces, mientras los "gatos" son tomados como rudos guardianes, sombras matonas, vigilantes territoriales, secuaces de sagacidad transformista, las "gatas" han sido consideradas además de todo eso como sacerdotisas con la facultad de guiar a los héroes conquistadores, guerreros, cazadores, en el rito iniciático de la aventura y el desarrollo personal e íntimo.

Por ello no podemos dejar de mencionar que en inglés la connotación sexual con pussy y pussycat (en francés chatt, minou, respectivamente) es una carga significativa aún más asumida y aceptada culturalmente. Tanto que es utilizada con cariño para referir a la muchacha (cuyo apócope "chacha" es usado con todas estas connotaciones que vamos enlistando) hacia cuya virtud se dirigen los apetitos sexuales, el amor cortesano, la protección paternalista o maternalista ya de tutores como de proxenetas y tratantes esclavistas.

Así que, en realidad, en vez de sentirnos ofendidos por el uso (abuso) de una palabra mal entendida por los moralinos, tendríamos que rescatar lo que le dio vida y lugar en nuestras lenguas, pues para eso hacemos las palabras los humanos, para designar, describir las distintas cosas y razones que nos rodean. De ahí, entonces sí, comprender y ajustar las connotaciones que vuelven permisivas y legítimas acciones más bien francamente delincuenciales.

Las palabras son más que meros vocablos

Conocer la historia de las palabras, mejor que tacharlas, enmienda nuestro entendimiento de lo que nos hace humanos. Y nada hay mejor que llamarle al pan, pan, y al vino, vino, sin miedo al qué pensarán los badulaques ignorantes moralinos aferrados a supuestas "causas sociales" que no hacen más que ruido innecesario al amparo de un ñoño discurso de derechos humanos como apunté en este mismo blog en un par de artículos añejos.

En el primero, "Cuando la ausencia se hace presencia", anotaba o recordaba sucintamente el rol social de estos personajes en la crianza de nuestros infantes y cómo en la modernidad, aun despreciándolos, se terminó delegándoles funciones sin la debida remuneración, incurriendo en modos de descrédito laboral que se observa, por ejemplo, en las conductas de muchos padres y estudiantes que tachan a los maestros o a los funcionarios públicos de "sus gatos" solo por entenderlos bajo un tergiversado sistema piramidal de contratación bajo la óptica de un capitalismo depredador.

[…] la modernidad y el necesario afán por balancear las equidades está trastocando los cimientos de la civilización misma, los roles que determinaban el funcionamiento, la manera de delegar tareas en el sistema laboral. La base antropológica es clara: cuando ambos padres se ausentan para laborar, la casa y en ella la crianza quedan a merced de los depredadores, de las fuerzas de la naturaleza (social) y se espera que la fámula, miembro familiar por antonomasia, y el maestro se conviertan en suplentes parentales.

Como votamos en democracia, los electores somos los patronos de los aspirantes a puestos populares y por tanto los "dueños" del país y sus recursos; o eso nos hemos creído. Por lo que esos "esclavos" de lujo nos deben explicaciones de sus actos y decisiones cuyo enfoque debería ser el bien común de la "familia mexicana". Si no dan el ancho, como ha sucedido, los execramos hasta la deshonra. Lo que estamos viviendo ahora en México con el traído y llevado tema en discusión del plebiscito para la revocación de mandato es un botón de muestra que, si bien tiene su razón de ser constitucional, ha derivado en un consejo bizantino que acabará en sorna.

En el segundo, "Guerra de almohadas", teniendo en mente cómo las nanas han dado paso a las guarderías y a formas torcidas de sustitución, a veces corrompida, señalé el exceso político, social y fiscal en que se ha pretendido incurrir al incluir en el paquete de nóminas el trabajo en casa de la servidumbre, del ama de casa, reconociendo los derechos respectivos, sin detenerse a pensar en los costos que las obligaciones asociadas implica para las familias, en especial para quienes las encabezan. La casa es una empresa, claro, pero una que no puede ser tasada y definida como lo empezó a ser en la edad moderna. Aunque, ahora, en tiempos de pandemia y recesión mundial, con las adaptaciones a que nos han orillado la circunstancia, los avances tecnológicos, el propio concepto de familia en tanto unidad económica ya se va viendo obsoleto y tendrá que ser revisado bajo la óptica de un capitalismo socialdemócrata más equitativo, para redefinirse sobre la base de leyes que, no por suplementarias, acaben incidiendo en peores condiciones por efecto de inoperancia. Ya ni hablemos del contrato social en que subyace a partir de los conceptos matri y patrimoniales, los que desde la década de los sesenta del siglo XX sufrieron un cisma con la apertura y reconocimiento de formas de relaciones y asociaciones interpersonales y familiares que abarcan hoy hasta las biparentales demandadas por la comunidad lésbico-homosexual de impronunciables siglas.

Aquí, la lucha feminista en favor de los derechos de las sirvientas es loable, sin duda, y necesaria, pero miope por esto mismo; y ha llevado a nuevas formas de utilizar a los roles sociales como banderas de campaña que derivan más en burla que en programas sociales progresistas de veras.

Alfredo del Mazo apostó a la continuidad: “Yo cuidaré y acrecentaré los programas de desarrollo social que ya tenemos en el Estado de México” y, en el afán de atraer el voto femenino, prometió un “salario rosa” para las amas de casa. Es decir, ahora, la casa, entendida como empresa, deberá fijar una nómina con una sola empleada, el ama de casa y si acaso la fámula, reafirmando así la idea machista del hombre en tanto proveedor.  ¿O será que el estado subsidiará al hogar?

No digo que las gatas no tengan derechos, los tienen y tantos como cualquiera, empezando por el de la dignidad; y servir en una casa jamás ha sido indigno, como sí resultar objeto de explotación y escarnio, el que no subyace para nada en la palabra como en la intención con que es empleada así por defensores como por detractores.

Entre la madre y la gata, la buena crianza

Este tema derivó en el ensayo que ahora lees, por muchas razones, incluida aquella que explica por qué forma parte central de mi mega saga Calima que estoy escribiendo desde hace algunos meses en forma de novela por entregas. Ahí, los gatos y las gatas juegan papeles fundamentales.

Una minucia léxica adicional que también abordé en este blog en el texto "Y vuelve Chencha con calentura". Una palabra asociada a todo esto es la de "puta" o "puto", que aun siendo altisonante, es usada con singular alegría a diestra y siniestra como sufijo para la construcción de una palabra tan común como a veces indigna por corrupta: "diputado".

Lo puto es lo señalado y las gatas por muchos siglos fueron señaladas como las prostitutas de los señores o señoras feudales y todo lo demás ya dicho arriba. Algunos de esos señores adoptaban a las o los micifuces como hijos "putativos" en tanto miembros menores de la familia, para enseñarles, en el mejor de los casos, los honores y virtudes de la casa y honrar el nombre que les acogía, incluso para emplearlas para la nutrición de la progenie legítima (nodrizas), como madres sustitutas (nanas, niñeras), institutrices (tutoras, maestras, profesoras) y hasta para el aseguramiento de la extensión genética.

No son escasas las historias en las genealogías de casos de siervas tomadas por los amos, reyes, hacendados con el derecho de pernada, fuera por ejercicio de domeña y abusiva demostración de poder, o como recurso convencional para asegurar la herencia dada o la infertilidad de la mujer esposada de forma legal o frente a la evidencia contundente y abundante en tiempos antiguos de un alto índice de mortalidad infantil post parto, dato que en la modernidad se redujo notablemente con los avances de las medicinas obstétrica y pediátrica. De ahí también el concepto de padrinazgo y madrinazgo.

Sin ánimo de ofender o escandalizar, el párrafo inmediato anterior busca también situarnos en las razones, reprobables o no, detrás de raptos (pienso en las clásicas sabinas) y violaciones oprobiosas que han seguido a las guerras y las migraciones que provocan, hechos por los que las mujeres son tomadas como botín, sin importar su rango, para volverlas siervas de toda índole, incluida la sexual, por medio de las cuales extender la conquista (al más puro estilo animal) y la conformación de una nueva estirpe.

Llega el momento en toda cultura que la endogamia resulta más problemática que santificadora en contraste con la exogamia. Y tanto es así que hoy más de un país enfrenta el envejecimiento de sus poblaciones y el planeta entero, como ha evolucionado socialmente, se avecina a un problema grave de este tipo al punto que —y sonará a broma de ciencia ficción—, de no entrar en contacto con una civilización alienígena con quién cruzar nuestros genes, correríamos el riesgo relativamente pronto de nuestra extinción como especie.

Basta ver hoy la imbricación genética que ha implicado la migración masiva a que han orillado las guerras fratricidas, colonizadoras, patrocinadas por el socialismo y el capitalismo reales en zonas como África, sur de Asia, Medio Oriente, hacia Europa; o en el Sur de América y el Caribe, hacia EE.UU. El consecuente aumento de los grupos sociales mixtos, mestizos y el aumento de su influencia económica, social, política y cultural dentro de los países que los acogen como es el caso de la hispanización de EE.UU sobre la que Wikipedia anota:

La emigración es un fenómeno que se da en diferentes países del mundo, pero la ley de la oferta y la demanda se impone y los ríos de migrantes hispanos en busca de empleo no dejan de fluir a los Estados Unidos que prometen cumplir con los sueños de superación económica y realización personal. La Oficina del Censo de los Estados Unidos indica actualmente 31.7 millones de hispanos en su territorio —11.7% de la población total—, de los cuales casi veinte millones son de origen mexicano. Por su parte, las autoridades mexicanas señalan que actualmente los mexicanos representan el 65% de los 18 millones de hispanos de Estados Unidos.

Adopta una "gata", dicho sea sin sarcasmo

Un ejemplo digamos que misericordioso: el virrey y luego obispo Juan de Palafox (por cierto bastardo y hoy beato por promoción de Juan Pablo II y Benedicto XIV), fundó durante la colonia uno de los más grandes hospicios y todos los menores huérfanos apadrinados por él llevaron su apellido, lo que explica que sea uno de los apellidos más extendidos y sin un linaje genético rastreable. Así que, vaya aquí un llamado a todos esos moralinos a que dejen de portarse como gatas rabiosas acorraladas por el qué dirán y como inquisidores que ven en cada palabra una razón lacerante. Y no digo esto por la reciente crítica del pontífice Francisco a quienes optan por adoptar —a su juicio de forma egoísta— a perros y gatos y mascotas en general, como si zoolatras, en vez de privilegiar la adopción y apadrinamiento de infantes víctimas de sucesos tras guerras y migración como promueven UNICEF y otras organizaciones caritativas.

Octavio Paz, en su Laberinto de la soledad hizo una magistral y ya clásica revisión de estos conceptos, en especial su asociación con la palabra "chingada" (nada o todo que ver con el rancho del presidente André Manuel López Obrador). Y juntando lo aquí dicho con lo expuesto por el poeta y premio Nobel mexicano, no cabe duda que la expresión "puta madre" hace indicio íntimo a la relación putativa que todos, de un modo u otro, tenemos con la mujer bajo cuya vigilancia nos criamos, se trate de la madre biológica (la que luego ponemos en un nicho), la adoptiva, o la putativa como pueden serlo la nana o la fámula a cargo (que luego ponemos —y vaya el verso sin esfuerzo para acabar bien la cacofonía que ya subyace en este párrafo— en entredicho). "¡Me lleva la chingada!" entonces cobra un valor adicional que lo mismo puede ser temible en la idea del secuestro y abuso (la robachicos) como salvificante en tanto una valía progenitora, así sea de manera metafórica, por lo dicho al comienzo de este ensayo.

La novela, radionovela, película y telenovela El derecho de nacer (cuya versión original escrita por el cubano Félix B. Caignet es de 1948 y en México se produjo para el cine en 1952) retrató magistralmente, como muchas otras obras, esta situación además de otras relacionadas con el tema. Por lo que no se entiende que la crítica popular desdeñe el peso y significado culturales que estas obras tienen y que lo haga solo por el hecho de su capacidad masificadora o hasta enajenante. Gusten o no, estos productos mediáticos han tenido como finalidad todavía más que el entretenimiento y el solaz, servir como tamices y escaparates de los valores universales.



Lenguaracias de la pandemia


CON MIRAS al Día de los Inocentes este 28 de diciembre, no se vayan a dejar sorprender, pues ese día y ya desde hace tiempo se ha vuelto la fecha predilecta para la difusión y diseminación de noticias falsas de toda índole, nuevas o viejas, en broma o con toda mala y perversa intención, y gracias a la potencia que nos dan a los ciudadanos del mundo las redes sociales, tan benditas como malditas, según se las vea o utilice.
Si ya nos venía azorando la celeridad con que se han dado en estos dos años y pico avances y descubrimientos en ciencia, profusión de noticias diversas y apabullamiento de la conciencia por intermediación de las redes sociales, en temas de lingüística y comunicación el vasallaje no ha sido menor, y de ahí el título de este ensayo a partir de un neologismo a propósito derivado del vocablo lenguaraz y so pena de ser tachado de tal lo contenido enseguida.
Probablemente a mediados de 2021 se hayan enterado de que la Real Academia de la Lengua "agregó" nuevas palabras "viralizadas" como efecto de pandémico. Esa fue una noticia no falsa, pero no cierta, para citar a la ya clásica Ana Elizabeth García Vilchis de infausta memoria gracias a su indigna dejadez lambiscona como participante de la sección "Quién es quién en las mentiras" del show de "La Mañanera" que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador como parte de su ejercicio de comunicación institucional.
La susodicha noticia anotaba y cito [apuntes míos]:
Debido a la pandemia, la Real Academia Española (RAE) ha aceptado varias palabras que tienen relación con el coronavirus. Algunas de ellas son: 
  • Covidemia
  • Covidcidio
  • Covidilios
  • Covidesco
  • Covidfobia
  • Covidianidad
  • Covidioma
Sin embargo, la palabra que más llamó la atención dentro de las aceptadas para utilizar en la lengua hispanohablante [sic., la lengua no puede ser sino hispana e hispanohablante lo es quien la emplea como propia o materna] es covidiota.
Esta "covidiota" [Covidiota, 2021] es una palabra a la que además, en México, se le han dado más connotaciones hasta políticas de las propiamente expuestas con valor denotativo en tanto "persona que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio del covid".
Lo que no indicaba la noticia era que el hecho se trataba de una recopilación de usos recientes, en "tiempo real" como parte del modernísimo esfuerzo de la RAE para ir conformando el Diccionario Histórico de la Lengua. Esfuerzo que derivó en una serie de asientos puntuales para dejar registro de la evolución léxica respectiva.


Al principio, consideré un exceso la sola idea y califiqué en mi fuero interno de falsa la información, después de todo, contenidos semejantes han ocasionado que Facebook y su equipo de "revisores" intervengan al punto que el grupo de este blog ahí ahora bajara de categoría por permitir yo, en tanto creador y administrador, que alguno de los miembros compartiera una noticia falsa según verificación de la agencia AP que también incluí para contraste (se dice el pecado, pero no el pecador); sin embargo, el indicio lo mantengo en el historial porque personalmente prefiero eso, en una sana pedagogía liberal de los lectores, a ejercer el papel de censor a mansalva.
Por otra parte, es común que palabras, sobre todo neologismos, surjan, vayan y vengan con singular alegría en el uso popular, sin que ello signifique una panacea lingüística, a menos que, como los virus, sufran mutaciones tales que permitan su convivencia adaptativa con el resto del léxico, así sea por un período relativamente breve, con efectos transculturales, como indicios de carácter histórico y no solo resultantes de ocurrencias vulgares, cotidianas ceñidas al caló o jergas especializadas.
Una revisión somera bastaba para considerar el dato como falso al principio. Remitirse al sitio de la Real Academia de la Lengua, hacer la consabida búsqueda para encontrar la respuesta mostrada en la imagen que sirve de portada a este artículo o esta otra, abajo, adentrándonos en las noticias que suele publicar la RAE como parte de la divulgación de sus trabajos, y entre las que a lo largo de la pandemia pudimos observar indicios fascinantes acerca de los usos actualizados y novedades de palabras variopintas como "cuarentena", "contagio" y un largo etcétera, por no mencionar la inclusión en el diccionario regular de neologismos asociados a los actos y decires resultantes de la circunstancia sanitaria, tecnológica y económica global como "webinario", entre muchas otras. Podemos decir entonces, que entre las consecuencias buenas que ha traído el bicho está la revitalización de la Lengua Española, mejorando su tasa de inmunidad, resiliencia y plasticidad frente y en combinación con otras lenguas. 



Otras noticias

En medio del marasmo, encierro y parálisis en que hemos estado imbuidos desde finales de 2019, un par de noticias pasaron algo inadvertidas, una fue el reciente fallecimiento del insigne lexicógrafo Manuel Seco, el 16 de diciembre pasado, cuya obra nos ha servido a muchos no solo para nuestro desempeño literario o docente, sino en general para la solución de dudas sobre los usos y abusos que solemos hacer de nuestro idioma.
La segunda, no menor, se refiere a la participación de Santiago Muñoz Machado, director de la Real Academia Española, en la firma del Protocolo general de colaboración para el fomento de un lenguaje jurídico moderno y accesible para la ciudadanía. El acto, celebrado en el palacio de Parcent en Madrid, consolidó el compromiso de las principales instituciones estatales del ámbito de la justicia con la clarificación del lenguaje y su accesibilidad a todos los ciudadanos como establece la Constitución, por lo pronto en España. Es deseable que esto mismo ocurra por extensión en el resto de los países hispanohablantes pues es más que cierto, grosero y hasta grotesco que la propia jerga jurídica haya servido por siglos para sentar las bases de la segregación y la injusticia, por causa de anacronismos, referencialidad intraducible (ejemplo, lo que padecen las múltiples etnias latinoamericanas) y una gramática cuya lógica parecería estar más pensada para confundir que para dar certeza jurídica.
Ya bien nos compartía sus buenos deseos a mediados del 2020 el académico y ex director de la RAE Darío Villanueva, al menos desde la perspectiva del lenguaje:
Me parece detectar ya indicios de que el covid está neutralizando un fenómeno terrible que cada vez parecía que ganaba más espacio, que se extendía rápidamente por contagio (como el virus): la pérdida de significado de las palabras. La palabrería hueca sin referencia clara a la realidad, y sobre todo ausente de ese principio básico de toda comunicación verbal que es la veracidad: la correspondencia entre la palabra y la cosa. Recuperar ese significado trae consigo lo que mi admirado compañero de la RAE Antonio Muñoz Molina calificaba en un último artículo “el regreso del conocimiento”. Porque “la realidad nos ha forzado a situarnos en el terreno hasta ahora muy descuidado de los hechos: los hechos que se pueden comprobar y confirmar para no confundirlos con delirios o mentiras”.
La posverdad, que es una forma de mentira, estaba instalada en el lenguaje de los políticos, que ya no se cortaban un pelo en decir una cosa pensando la contraria, o decir una cosa hoy y otra opuesta mañana.
[…]  Este apocalipsis de la veracidad verbal puede acabar; debe acabar; ojalá que se lo lleve el covid. Las palabras van a tener que recuperar en su uso el significado pleno; que ya no se pueda hacer malabarismos falaces con ellas.
Este apocalipsis de la veracidad verbal puede acabar; debe acabar; ojalá que se lo lleve el covid.
Y también puede que se frene la tendencia al eufemismo y la mentira piadosa o, peor, intencionada, a esa censura del lenguaje que se llama corrección política.
[…] Ojalá no quepan ya más juegos censoriales contra las palabras “fuertes”, porque una realidad dramática, implacable, inmisericorde reclamará ser denominada por su propio nombre.
Mirando las tendencias, las vaciladas con que nos salen nuestro tabasqueño presidente y tantos más, de corazón deseo que esos de Villanueva no se queden solo en eso, deseos, y en la transformación global que está en marcha, sean indicios de buena ventura para la especie humana y el mundo hispanohablante. Que palabras como puto o esputo ya no espanten, no nada más a la FIFA, por sus sonidos y menos por sus abusos, que los hay, sin duda, la primera como ofensa genérica, la segunda como arrabalera indolencia capaz de extender el contagio no solo de gérmenes sino de malos hábitos. Que palabras como la propia covid no sirvan de pretexto para la censura de contenidos en redes sociales y buscadores basados en algoritmos de inteligencia artificial en ciernes. Y que hombres y mujeres e intermedios entiendan ya, de una vez por todas, que el lenguaje tiene más capacidad para unir que para separar, para multiplicar que para dividir y no es sumando ocurrencias simplonas y vanas, o siglas a modo de constructo complejo, como desde la lengua se van a reparar las injusticias, las desavenencias, las confusiones individuales o de grupo. Pues la lengua no hace ley ni moral, aunque en su registro gramático pueda incidir en normar su fundamento.
Que a todo se lo lleve el covid, sí, como a las palabras se las lleva el viento. 

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Referencias

  • RAE (2020, 13 de abril). "La RAE impulsa el «Diccionario histórico de la lengua española» con una Red Panhispánica de colaboradores". Publicado por la Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/noticia/la-rae-impulsa-el-diccionario-historico-de-la-lengua-espanola-con-una-red-panhispanica-de, 26 de diciembre de 2021.
  • RAE (2019, 7 de marzo). "El «Nuevo diccionario histórico del español» pone a disposición de los usuarios la consulta de nuevos artículos". Publicado por la Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/noticia/el-nuevo-diccionario-historico-del-espanol-pone-disposicion-de-los-usuarios-la-consulta-de, 26 de diciembre de 2021.
  • RAE (2020, 13 de marzo). "Crisis del COVID-19: apuntes sobre «pandemia» en la lengua española". Publicado por la Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/noticia/crisis-del-covid-19-apuntes-sobre-pandemia-en-la-lengua-espanola, 26 de diciembre de 2021.
  • RAE (2020, 31 de diciembre). "Las palabras del año en el universo hispanohablante". Publicado por la Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/noticia/las-palabras-del-ano-en-el-universo-hispanohablante
  • VILLANUEVA, Darío. "Virus y palabras", en columna "Viajar con las palabras", publicado por Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/noticia/dario-villanueva-virus-y-palabras
  • RAE (2020, 19 de marzo). "Crisis del COVID-19: apuntes sobre «cuarentena» en la lengua española". Publicado por la Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/noticia/crisis-del-covid-19-apuntes-sobre-cuarentena-en-la-lengua-espanola, 26 de diciembre de 2021.
  • BECERRA, J.P. (2020, 15 de agosto). "Los «covidiotas», sus amenazas y 49 mil muertos por venir…". Publicado por El Universal, México. Recuperado desde https://www.eluniversal.com.mx/opinion/juan-pablo-becerra-acosta-m/los-covidiotas-sus-amenazas-y-49-mil-muertos-por-venir, 27 de diciembre de 2021.
  • Covidiota, 2021, 31 de marzo. Entrada incluida en el Diccionario Histórico de la Real Academia de la Lengua, España. Recuperado desde https://www.rae.es/dhle/covidiota. Consulta: 26/12/2021.

Periodistas balconeados y tacos de lengua


YA EN EL PASADO he escrito al respecto de este tema, pero ahora quiero retomarlo para plantearlo desde una perspectiva despertada por un extracto (intitulado al efecto "capítulo 2", por provenir de ese episodio) incluido en el resumen del programa "Joaquín, Marín, de do pingüé" protagonizado por los periodistas mexicanos Joaquín López Dóriga y Carlos Marín y en el cual hacen una puntual crítica acerca del uso del lenguaje en el periodismo por parte de los modernos reporteros cada vez más plagados de vicios (entre ellos uno que me purga y que ellos mismos han incurrido en tal cuando se comen el verbo para añadir a sus apuntes reporteriles "Joaquín, comentar que sucedió tal cosa". Ahí yo apunté en los comentarios al calce que me pareció un agradable resumen, sin duda. Y me dio pie para ampliar algún comentario que puse en referencia al capítulo dos en su momento.

Más que un simple apunte

Si bien en lo general estoy no solo de acuerdo sino además en academia he insistido igual que los colegas objeto de este artículo en el hecho de que la comunicación periodística debe ser sencilla en su decir, también es cierto que el ejercicio periodístico como el publicitario han sido de los más nocivos en el tratamiento del lenguaje, ya por excesos en las florituras, como bien apuntan los personajes y ocasionando confusión o hasta repulsión de parte del común denominador del público; ya sea por sus omisiones y renuncias en la simplificación a ultranza que acaba rebajando al idioma y reduciendo las posibilidades de enriquecimiento lingüístico de parte del público. Es decir, ni tanto que queme a la nota, ni tanto que no ilumine al lector.

Me ha o nos ha tocado leer incluso en encabezamientos periodísticos errores garrafales aun en su sencillez, porque muchas veces los colegas periodistas o los redactores y más ahora que el corrector de estilo es una especie en franca extinción, dependen de la tecnología más que de sus habilidades natas y aprendidas, de sus conocimientos e intuición y no saben ya ligar el sujeto con el predicado ni distinguir la voz pasiva de la activa, por ejemplo. ¡Ay, si viviera Nikita Nipongo!

Hablando de ejemplos, el empleado por Carlos Marín es luminoso, pues si bien es adecuado referir a la "fiebre de los conejos" o tularemia, hablar sobre el tema en un reportaje implica no nada más informar sino formar a la gente en la medida de las posibilidades del periodista y el medio para el que labora, y eso incluye el soltar con precisión, mas no petulante o alegremente o hasta el cansancio esos terminajos técnicos propios de las jergas profesionales y de ese modo imbuir al lector en ámbitos que de común le son ajenos. Las palabras, así las sencillas y coloquiales como las pomadosas, rimbombantes o estridentes, todas están para usarse, no para desusarse y menos para abusarse cuatrapeando (ojo al mexicanismo no incluido en el Diccionario de la Real Academia) la expresión.

Es cierto que la ignorancia o reticencia  de los lectores (y la de periodistas y publicistas) en el uso de ciertas palabras tanto como la impericia en la lectura de comprensión pueden hacer del ejercicio uno chocante e incluso frenar el interés o hasta deformar la idea que se capta y pretende transmitir; pero, bien empleado el lenguaje es de agradecerse que se haga el esfuerzo por ampliar no nada más el vocabulario de quien escribe, sino el de aquellos a quienes se debe quien escribe y siempre, esto es lo importante, sin perder de vista el contexto en que han de emplearse las palabras, entendiendo por contexto incluso el género periodístico en el cual se inscribirán, pues no es lo mismo una nota, lo sabemos, que un artículo de opinión donde cabe una mayor libertad en el estilo literario sin que ello haga de la opinión un extracto de novela.

Cierto, a la mesa entre amigos comensales no pediremos un frasco conteniendo cloruro de sodio granulado al garzón que nos atiende sirviendo la comanda, nos limitaremos a sintetizar la imagen en la palabra salero con que solicitamos la especia al mozo; pero, tampoco, por mucho salero que pidamos a diestra y siniestra adquiriremos duende, gracia, donaire y ¡olé!

Sí, al pan, pan; y al vino, vino. Aunque no es lo mismo un pan de caja que una hogaza de centeno, un moscatel que uno mistela. Que en la variedad está el gusto y en los detalles anda el diablo; y en cuestiones gramaticales, el orden de los factores sí puede alterar el resultado. Si por un lado la multiplicación de los panes puede ser mirífica, la reduplicación de las comas o su ausencia  puede ser tortura infernal.

Por cierto, y para terminar, sin salir del tema, que hayan elegido como titulo del programa la famosa y añeja jitanjáfora "Tin-marín, de-do-pingüé" (y sigue: "yo no fui, fue Teté / pégale, pégale / que ella fue") es una delicia mayor porque, más allá del solo juego de palabras se presta para rememorar al insigne Alfonso Reyes quien abundara en sus lucubraciones ensayísticas (REYES, 1962: T. XIV: 190-230) acerca de esta forma literaria juguetona, provocadora y pedagógica, en este caso como una tendiente, según algunos lucubradores posteriores, a encriptar el misterioso crimen de Martín "Tin" Marín y Ronaldo "Do" Pingüé (Harry_Styles, 2015), o como otros, entre los que me cuento, a mostrar cómo las distorsiones al propósito, figuras retóricas tales como la diástole (adelantar el acento de una silaba a otra para facilitar o propiciar la rima) son capaces de gestar nuevos vocablos o traslapar significados, aquí entre pingüe (1. adj. Craso, gordo, mantecoso. 2. adj. Abundante, copioso, fértil, de acuerdo con el DRAE) con la conjugación en pasado de la segunda persona del verbo pingar. Si originalmente era un juego para la selección de cosas al ritmo de las sílabas, bien podría darse una lectura como "Tin Larín" (en alusión a los famosos chocolates con más de ochenta años de existencia) "dedo pingué" refiriendo probablemente a las acepciones primera o tercera del verbo pingar:

  1. tr. Apartar algo de su posición vertical o perpendicular, inclinar
  2. intr. Pender, colgar.
  3. intr. Dicho de lo que está empapado en algún líquido: gotear (‖ dejar caer gotas).
  4. intr. Brincar, saltar.
  5. intr. rur. Ar. Alzar la bota para beber.

y, por causa de la diástole, transformar ese verbo en algo craso como lo es la confitura mentada. Con lo cual la jitanjáfora nos pintaría la imagen de un dedo goteando chocolate derretido o seleccionando al toque la golosina de la marca citada.

En fin, lo único que nos faltaría por conocer a través de sus intervenciones es si Cúcara es Claudia Sheinbaum o la señalada María Esther "Teté" (espero que no Gordillo) algo tiene que ver en la aparente inocencia tras las felonías periodísticas o publicitarias más arriba acusadas.


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Referencias

  • REYES, Alfonso. Obras completas. Tomo XIV. FCE, México, 1962
  • Harry_Styles. "¿Sabías la historia detrás de "De Tin Marín, de Do Pingüe"?" en Offtopic (blog), publicado el 29 de octubre de 2015, recuperado desde <https://www.taringa.net/+offtopic/sabias-la-historia-detras-de-de-tin-marin-de-do-pingue_hn1om> 17 de septiembre de 2021
  • REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.4 en línea]. <https://dle.rae.es> [17 de septiembre de 2021].

"Sanitizar" no existe

HACE RUIDO leer aquí y por allá que se empleen palabras que no existen como son "sanitizar" o "sanitización", anglicismos chabacanos que se han venido a poner "de moda" a raíz de la pandemia, cuando lo correcto (por ahora) es el uso de las palabras respectivas y más exactas en español como son desinfección o limpieza o higienización.

Lo mismo aplica para otras palabras, verbos como "potencializar", "movilizar" (esta última ya registrada en el diccionario de la RAE).

El sufijo "-izar", muy común en inglés, es necesario en lenguas romances solo en casos donde no hay derivación etimológica de sustantivo a verbo mediante los sufijos "-ar", "-er", "-ir".

Claro que la lengua es dinámica y quizás en un futuro las palabras puedan ser incluidas en el diccionario como resultado del "mal uso" y la frecuencia respectiva, lo que no significa su triunfo por bondad sino por ignorancia compartida. Pero, si amamos nuestra lengua y presumimos de conocerla tanto que hasta podemos abrazar un bilingüismo (una falacia, primero hay que dominar la lengua materna, de lo contrario la mezcla redunda en esperpentos lingüísticos), lo mejor que podemos hacer es poner el ejemplo a las nuevas generaciones, usando con la mayor propiedad posible el idioma que llevamos en nuestra sangre. Si podemos evitar un mal uso, hagámoslo, por bien de las palabras ya existentes y hasta más bellas, eufónicas, claras y precisas en su voz.

Personalmente, no han faltado quienes me han conminado a armar o promover cursos de redacción, por ejemplo. Lo hice un tiempo y terminé declinando, porque a la gente hispanohablante no le importa mejorar su dicho ni su escritura, ya no digamos tener cuidado con la ortografía o la pronunciación, confiada de que "domina" su idioma materno. Y los extranjeros tienen más interés en aprender a hablar lo fundamental para cerrar negocios. Así, he preferido, me he "conformado" con hacer mi labor desde mi blog y las redes sociales, no sin que ello a veces me suponga ataques, descalificaciones de todo tipo.

Mi esperanza es que este mensaje pueda generar conciencia, reflexión, mayor interés por la lectura crítica y comprensiva, y más respeto hacia algo que nos constituye como hispanohablantes, que ha dado fuerza, penetración y alcance extraordinarios a nuestra cultura frente a otras (el español es la segunda lengua más hablada detrás del chino, por población, y la segunda lengua más socorrida detrás del inglés en una perspectiva pragmática) y, por qué no, como orgullosos egresados de escuelas que, creo, quiero pensar, confiaron haber hecho de nosotros personas de bien, con conocimientos sólidos, con capacidad de influir positiva y críticamente en nuestra sociedad.



Palabras pirujas


A VECES LAS PALABRAS salen de nuestra boca como pedo de indio. Y ojo al enunciado y lo que quiere plantear sin ánimo discriminatorio, porque ya voy oyendo a indígenistas repelar por mi dicho, como si la escatología no fuera cosa de todos los días y toda forma de existencia. Pero, ¿por qué afirmo tal?

Tras un año del sonado caso acerca de los dichos del Dr. José Manuel Mireles, ex líder de las autodefensas michoacanas y ahora funcionario público, y que ocasionó revuelo por referirse a las concubinas de los derechohabientes del ISSSTE en Michoacán como "pirujas" y confesar que algún influyente trabajador sindicalizado lo amenazó con llevar 15 mil personas a tomar la delegación si no le daba una base para su "nalguita" nueva, en alusión a su amante de turno., ahora, luego de la histórica, multitudinaria manifestación y protesta feminista de los días 8 y 9 de marzo en contra de la violencia de género en el marco del Día Internacional de laMujer, la Secretaría de la Función Pública impuso la pena de suspender al facultativo por ¡cinco días! Claro que las reacciones de muchos feministas no se dejaron esperar en las redes sociales, considerando la medida una burla oportunista del régimen en turno.

Que conste que ni defiendo ni repruebo a tirios ni troyanos.

Nomás un breviario cultural, cuando revisamos en el diccionario, la palabra "piruja" no tiene ninguna connotación que implique "estereotipo de género" y, en todo caso, de haberlo en la segunda acepción no tendría por qué ser denigrante, ofensiva ni vejatoria; de haberlo en la tercera, por su carácter despectivo, sería con carácter sinónimo y puramente descriptivo:

pirujo, ja

1. adj. El Salv. Que no cumple con sus deberes religiosos.
2. f. Mujer joven, libre y desenvuelta.
3. f. despect. Méx. prostituta.

"Nos han quitado tanto que hasta el miedo nos quitaron"

O sea, la runfla, la caterva de féminas manifestadas el domingo y ausentes de sus trabajos en protesta al día siguiente podrían bien ser calificadas de pirujas desde el momento mismo de autodefinirse como mujeres libres, desenvueltas, muchas de ellas jóvenes de cuerpo y la mayoría jóvenes de espíritu. Y entre las manifestantes pudo haber pirujas prostitutas solidarias con la causa, y pirujos homosexuales de los que ya llevan rato exhibiendo su orgullo y dignidad en afán de hacer valer los legítimos derechos ciudadanos de una comunidad con nombre acrónimo impronunciable (LGTB...).


Y seguro, tras escuchar y leer las expresiones discursivas en arengas y pancartas, entre ellas hubo y hay las que abiertamente se han declarado contrarias a cumplir sus deberes religiosos por atentar contra sus principios íntimos, personalísimos como el derecho sobre su cuerpo.

Estoy cierto de que habrá habido también muchos hombres y mujeres (lesbianas) relacionados con ellas, esposos, novios, concubinos, amasios, amigos con beneficios, amantes que las habrán mirado orgullosos por el valor manifiesto de esas contoneantes, seductoras "nalguitas" que tanto gustan de explorar en sus entrañas y sus sueños y acariciar con deseosa lascivia y amorosas ansias.

Repito lo de siempre. Las palabras, aun las altisonantes, están para usarse, no para abusarse o desusarse, tienen funciones preclaras, históricas, precisas, cambiantes por evolutivas. Le tenemos tanto miedo a las palabras, que nos parece más sencillo censurarlas en vez de enseñar a los otros sus mejores empleos. Y ya en esto voy señalando un indicio contradictorio en los argumentos expresados por las manifestantes que afirman: "Nos han quitado tanto que hasta el miedo nos quitaron", pues, sin embargo, ese miedo a las palabras en bocas de los otros nos lleva a la confrontación, sea por franca ignorancia de sus significados o por culpa de un imaginario colectivo más dependiente de la capacidad perceptiva e interpretativa que del cabal razonamiento del trasfondo de las cosas.

Esas mujeres son las mismas que hoy en las estadísticas suman no solo asesinatos en la categoría de feminicidios, sino aumento del alcoholismo, la drogadicción. Son las mismas que ahora gozan de mostrar su inteligencia igual que si hombres, usando las palabras para alburearse.


Mejor haríamos en temer la intención detrás de quienes las ejercen a mansalva como de quienes las reprueban por ellas mismas y las acallan. Como diría mi madre, lo que no es parejo es chipotudo, dicho sin albur.

Lo que está sancionándose es la conducta errónea, insensible, torpe, no necesariamente explicada por un machismo exacerbado, anquilosado, enteco, caduco, atávico, tradicionalista, que haya su equivalente en un hembrismo igual de nocivo. Pero, está visto que en nuestra cultura hemos hecho de la palabra símil del acto y de la pronunciación sinónimo de la pretensión. Y ahora, hacia donde vamos es a temer siquiera a abrir la boca, no sea que a las idiotas  (dicho en su puro sentido etimológico, histórico y democrático) que se manifestaron estos días se les ocurra suponer que tras este epíteto ya las voy encasillando en el cartabón de la estupidez o me vuelvo apologista del hostigamiento y del acoso no solo sexuales, sobre los que insisto e insistiré que son, en especial el acoso, la cuerda floja sobre la que camina nuestra civilización construida con base en reconcomios.