Palabras pirujas

marzo 10, 2020 Santoñito Anacoreta 0 Comments


A VECES LAS PALABRAS salen de nuestra boca como pedo de indio. Y ojo al enunciado y lo que quiere plantear sin ánimo discriminatorio, porque ya voy oyendo a indígenistas repelar por mi dicho, como si la escatología no fuera cosa de todos los días y toda forma de existencia. Pero, ¿por qué afirmo tal?

Tras un año del sonado caso acerca de los dichos del Dr. José Manuel Mireles, ex líder de las autodefensas michoacanas y ahora funcionario público, y que ocasionó revuelo por referirse a las concubinas de los derechohabientes del ISSSTE en Michoacán como "pirujas" y confesar que algún influyente trabajador sindicalizado lo amenazó con llevar 15 mil personas a tomar la delegación si no le daba una base para su "nalguita" nueva, en alusión a su amante de turno., ahora, luego de la histórica, multitudinaria manifestación y protesta feminista de los días 8 y 9 de marzo en contra de la violencia de género en el marco del Día Internacional de laMujer, la Secretaría de la Función Pública impuso la pena de suspender al facultativo por ¡cinco días! Claro que las reacciones de muchos feministas no se dejaron esperar en las redes sociales, considerando la medida una burla oportunista del régimen en turno.

Que conste que ni defiendo ni repruebo a tirios ni troyanos.

Nomás un breviario cultural, cuando revisamos en el diccionario, la palabra "piruja" no tiene ninguna connotación que implique "estereotipo de género" y, en todo caso, de haberlo en la segunda acepción no tendría por qué ser denigrante, ofensiva ni vejatoria; de haberlo en la tercera, por su carácter despectivo, sería con carácter sinónimo y puramente descriptivo:

pirujo, ja

1. adj. El Salv. Que no cumple con sus deberes religiosos.
2. f. Mujer joven, libre y desenvuelta.
3. f. despect. Méx. prostituta.

"Nos han quitado tanto que hasta el miedo nos quitaron"

O sea, la runfla, la caterva de féminas manifestadas el domingo y ausentes de sus trabajos en protesta al día siguiente podrían bien ser calificadas de pirujas desde el momento mismo de autodefinirse como mujeres libres, desenvueltas, muchas de ellas jóvenes de cuerpo y la mayoría jóvenes de espíritu. Y entre las manifestantes pudo haber pirujas prostitutas solidarias con la causa, y pirujos homosexuales de los que ya llevan rato exhibiendo su orgullo y dignidad en afán de hacer valer los legítimos derechos ciudadanos de una comunidad con nombre acrónimo impronunciable (LGTB...).


Y seguro, tras escuchar y leer las expresiones discursivas en arengas y pancartas, entre ellas hubo y hay las que abiertamente se han declarado contrarias a cumplir sus deberes religiosos por atentar contra sus principios íntimos, personalísimos como el derecho sobre su cuerpo.

Estoy cierto de que habrá habido también muchos hombres y mujeres (lesbianas) relacionados con ellas, esposos, novios, concubinos, amasios, amigos con beneficios, amantes que las habrán mirado orgullosos por el valor manifiesto de esas contoneantes, seductoras "nalguitas" que tanto gustan de explorar en sus entrañas y sus sueños y acariciar con deseosa lascivia y amorosas ansias.

Repito lo de siempre. Las palabras, aun las altisonantes, están para usarse, no para abusarse o desusarse, tienen funciones preclaras, históricas, precisas, cambiantes por evolutivas. Le tenemos tanto miedo a las palabras, que nos parece más sencillo censurarlas en vez de enseñar a los otros sus mejores empleos. Y ya en esto voy señalando un indicio contradictorio en los argumentos expresados por las manifestantes que afirman: "Nos han quitado tanto que hasta el miedo nos quitaron", pues, sin embargo, ese miedo a las palabras en bocas de los otros nos lleva a la confrontación, sea por franca ignorancia de sus significados o por culpa de un imaginario colectivo más dependiente de la capacidad perceptiva e interpretativa que del cabal razonamiento del trasfondo de las cosas.

Esas mujeres son las mismas que hoy en las estadísticas suman no solo asesinatos en la categoría de feminicidios, sino aumento del alcoholismo, la drogadicción. Son las mismas que ahora gozan de mostrar su inteligencia igual que si hombres, usando las palabras para alburearse.


Mejor haríamos en temer la intención detrás de quienes las ejercen a mansalva como de quienes las reprueban por ellas mismas y las acallan. Como diría mi madre, lo que no es parejo es chipotudo, dicho sin albur.

Lo que está sancionándose es la conducta errónea, insensible, torpe, no necesariamente explicada por un machismo exacerbado, anquilosado, enteco, caduco, atávico, tradicionalista, que haya su equivalente en un hembrismo igual de nocivo. Pero, está visto que en nuestra cultura hemos hecho de la palabra símil del acto y de la pronunciación sinónimo de la pretensión. Y ahora, hacia donde vamos es a temer siquiera a abrir la boca, no sea que a las idiotas  (dicho en su puro sentido etimológico, histórico y democrático) que se manifestaron estos días se les ocurra suponer que tras este epíteto ya las voy encasillando en el cartabón de la estupidez o me vuelvo apologista del hostigamiento y del acoso no solo sexuales, sobre los que insisto e insistiré que son, en especial el acoso, la cuerda floja sobre la que camina nuestra civilización construida con base en reconcomios.

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