Crónica de un abuso
DÍAS ATRÁS, tantos como casi una semana y con ayuda de un buen amigo publiqué en un chat de WhatsApp, donde no estoy incluido, un anuncio que también repliqué aquí, en Facebook. En el anuncio publicitaba que, entre los más de cien productos de limpieza y perfumería a granel, contratipos, que vendo para ayudarme con mi economía, incluía e incluyo el gel antibacterial, el gel sanitario, el shampoo para manos, cloro, etc. Como buen analista –creo– de los indicios informativos que nos rodean, sabía que, más pronto que tarde, dada la pandemia del covid 19, sería un producto recibiendo el centro de atención y, estando en posibilidad de ofrecerlo en precios económicos podría allegarlo a la gente de mi comunidad caracterizada por estar conformada en su mayoría por ancianos, grupo vulnerable objetivo.
Para sorpresa de mi amigo y mía el anuncio generó una respuesta impresionante. En escasas dos horas la andanada de pedidos se multiplicó 4 veces contra lo que de manera normal solía sucederme incluso con los productos que me son más solicitados para el aseo de la casa, la oficina, el coche o la ropa.
Lo mismo estaba sucediendo con mi proveedor habitual quien de pronto se vio rebasado por compras de pánico en su comercializadora y hubo de apretar tuercas para acelerar la producción en su fábrica.
Lo mismo estaba sucediendo con mi proveedor habitual quien de pronto se vio rebasado por compras de pánico en su comercializadora y hubo de apretar tuercas para acelerar la producción en su fábrica.
Durante todo el fin de semana fue un no parar respondiendo a llamadas, mensajes de WhatsApp y Facebook. Las ventas fluyeron de forma fantástica y claro, no puedo negar que me sentía contento por el repunte de mi economía, de mi proyección personal y profesional, y aun más porque estaba contribuyendo a la prevención y cuidado de la salud de las personas y sus bolsillos.
Claro que esto tuvo, al menos en México, una múltiple explicación: el miedo generado en el mundo por el aumento de casos de coronavirus dados a conocer por algunos colegas periodistas de corte sensacionalista, las torpes decisiones y actitudes del gobierno en turno de Andrés Manuel López Obrador, los funcionarios de su gabinete, los legisladores y sus simpatizantes, el cambio de fecha del puente vacacional adelantado por motivo del 21 de marzo, aniversario del natalicio de Benito Juárez. Esto, sumado a noticias como la caída de los precios del petróleo, de la Bolsa Mexicana de Valores, del peso, la confrontación Arabia-OPEP-Rusia y más, puso a la gente en un estado de psicosis colectiva, detonando compras de pánico. Pero, también influyó, hay que decirlo, el ambicioso afán abusivo de los que, aun escudándose en la ideología anticorrupción, vieron la ola avecinarse y consideraron oportuno montarse en ella.
Surfeando en gel
Hacia medio fin de semana, entre sábado y domingo mis ventas iban muy bien, con cierto control y orden, hasta que el descomunal aumento de la demanda hizo que mi proveedor dejara de apartarme suficiente gel antibacterial como para tener stock destinado a mis clientes. Así, me fue reduciendo las cantidades y aplazando las entregas, porque no se estaba dando abasto. Me enfatizó que el gel no escaseaba, pero que comenzaron a escasear las botellas dispensadoras de ciertas medidas. A mí eso no me hubiera afectado tanto, si no hubiera sido porque la mayoría de mis pedidos solicitaban justo más botellas dispensadoras conteniendo el producto, aparte de su presentación en bolsa para rellenarlas. Este fue el primer atorón. Seguí entregando el producto en bolsas de plástico y no pude dejar de pensar en las ironías a que estas pandemia y recesión mundiales nos están llevando pues, cuando en muchas partes del orbe, y México no es la excepción, se empiezan a aplicar legislaciones que prohiben el uso de popotes y bolsas de plástico, aun sin tener asegurada y garantizada una industria y productos de sustitución, resulta que el gel tenemos que empacarlo en bolsas para desplazarlo y en los restaurantes tenemos que beber los líquidos en los vasos en la esperanza de que estén bien lavados para evitar contagios.
Hacia el lunes el tema de los envases me orilló a plantear a mis clientes la sustitución del producto para surtirles más bolsas que envases. Comencé a sugerir que podían reciclar envases de shampoo, cremas, que tuvieran tapa dispensadora hermética para evitar la evaporación del alcohol. ¡Oh, sorpresa! La cultura y educación del reciclaje no está suficientemente promovida y diseminada entre la población mexicana, a pesar de las leyes, programas, estrategias y políticas de gobierno e intituciones respectivas. La gente no recicla, todo lo tira, pero bien se queja de que ya no hay rellenos sanitarios suficientes o los existentes, legítimos o clandestinos, se han convertido en manzanas de la discordia para gobiernos municipales, empresas, comunidades y gremios, todos echándose la bola unos a otros y nadie tomando las riendas para dar la vuelta al tornillo y entrar de lleno en la generación de energía sostenible, entre otros beneficios aparejados a la basura.
El resultado fue que la paciencia de los clientes comenzó a resentirse. La promesa de dar razones acerca de los envases el martes inmediato sirvió para calmar los ánimos.
El resultado fue que la paciencia de los clientes comenzó a resentirse. La promesa de dar razones acerca de los envases el martes inmediato sirvió para calmar los ánimos.
Llegó el martes y con él el aumento drástico de pedidos. Empecé a dedicar más tiempo de mi noche para mantener el control y el orden. La ventaja es que soy noctámbulo, pero todo tiene un límite, y eso de ir a dormir a las 7 de la mañana para despertar 3 horas luego no es muy sano tampoco y menos cuando por estar en la brega hasta los tiempos de alimento y descanso se ven trastocados. Pero, soy persona responsable y dedicada, acostumbrada a sacrificar cosas cuando es preciso.
Si el lunes sirvió de pausa en la entrega de gel por dedicarlo a la entrega de otros productos de limpieza que también se estaban viendo afectados en su distribución, el martes el gel acaparó la atención. Amigos me enviaron imágenes de lo que estaba sucediendo y ya había anuncios de otros ofreciendo el gel antibacterial con mucha agresividad comercial y precios elevados. Está bien, dije, el sol sale para todos. Sabía que el caos estaba comenzando y que no llevaría a nada bueno. Mi proveedor redujo su entrega a mí y quedé desprotegido, capoteando el temporal. Envases cada vez más escasos o agotados o con precios exagerados. Dado que los otros productos los vendo con envase a cambio (reciclaje), en esos no me afectaba más. Y en el gel ya había yo comenzado una estrategia de control de daños tratando de educar a la gente acerca del reciclaje. Pero, el hombre es un animal de costumbres, necio.
Mis ventas continuaban y el dinero comenzó a quemarme, a sabiendas de que el problema de a distribución no tardaría en afectarme de forma severa no siendo yo mayorista.
Mis ventas continuaban y el dinero comenzó a quemarme, a sabiendas de que el problema de a distribución no tardaría en afectarme de forma severa no siendo yo mayorista.
Haga su propio antibacterial
Martes y miércoles de nuevo fueron de aplazamiento y reducción de entregas, contra la demanda existente. Empezaron a mandarme imágenes de tiendas con estanterías vacías. Empezaron a llamarme amigos y conocidos pidiéndome grandes cantidades de litros para, con toda franqueza, comerciar montándose "en la bonanza" ficticia que supone una ola, una burbuja inflacionaria como esta. Los videos de YouTube elaborados especialmente en España desde diciembre del 2019, tras la declaración de la pandemia, enseñando cómo hacer gel antibacterial casero con la fórmula oficial de la Organización Mundial de la Salud aumentaron de forma increíble sus vistas y suscripciones a cientos de miles o millones. La gente ahora, en la era de la información, contaba con una herramienta conceptual para no "depender" de las grandes corporaciones químicas fabricantes del producto y así en España como ahora en México, los ciudadanos audaces se lanzaron a los establecimientos de venta de insumos como la farmacia París, El Fénix y otros para adquirir los ingredientes y herramientas para fabricar el propio gel, fuera para comerciar o para uso personal o familiar. Esto ocasionó que, al día siguiente, estallara la burbuja.
En la noche del martes, a mi proveedor se le murió un hermano así que cerró temprano y el miércoles la demanda rebasó a sus empleados y a él mismo en pleno duelo y velorio. Yo, aguantando como Ulises amarrado al mástil, para no sucumbir a los cantos de las sirenas y a la vorágine.
El jueves por la mañana, aun a riesgo de parecer insensible, llamé a mi proveedor para conocer el estado de mis entregas y solicitar un pedido grande, que tenía el dinero en la mano para soportarlo y desahogar mi ya larga lista de espera. Su respuesta fue el indicio de que el negocio ya estaba francamente podrido. No podía surtirme más que una cantidad reducida y manteniendo el precio original. Los precios de los insumos fluctuaban mucho, elevados y ni siquiera podía fijar un nuevo precio. Me supe entonces fuera de mercado. En las redes sociales empezó a circular publicidad de esos oportunistas, vendiendo el gel a dos o tres veces el precio regular. Sabía lo que se avecinaba, pues también desde el fin de semana habían comenzado a escasear los cubrebocas, de los que también me habían solicitado una cantidad considerable.
El jueves por la mañana, aun a riesgo de parecer insensible, llamé a mi proveedor para conocer el estado de mis entregas y solicitar un pedido grande, que tenía el dinero en la mano para soportarlo y desahogar mi ya larga lista de espera. Su respuesta fue el indicio de que el negocio ya estaba francamente podrido. No podía surtirme más que una cantidad reducida y manteniendo el precio original. Los precios de los insumos fluctuaban mucho, elevados y ni siquiera podía fijar un nuevo precio. Me supe entonces fuera de mercado. En las redes sociales empezó a circular publicidad de esos oportunistas, vendiendo el gel a dos o tres veces el precio regular. Sabía lo que se avecinaba, pues también desde el fin de semana habían comenzado a escasear los cubrebocas, de los que también me habían solicitado una cantidad considerable.
Mi proveedor me cambió las condiciones, solo atendería mayoristas con pedidos superiores a mil litros y con capacidad de pago de contado inmediato al 100%, sin anticipo al 50%. Entonces, una amistad como caída del cielo me llamó, tenía a su vez un cliente con dicha capacidad, solicitando 10 mil litros para que le fueran entregados con una distancia de 15 días en remesas de 5000 litros. Presenté el caso a mi proveedor y me negó la posibilidad. El mercado estaba vuelto loco y no podía garantizar ni comprometerse con tiempos ni cantidades. Solo me garantizó la entrega de mi exiguo pedido de 20 litros con los cuales yo tendría que hacer malabares para hacer mis entregas. Entonces me confirmé excluido y opté por una actitud de responsabilidad social: lo importante era poner en las manos de mi gente el producto, para la prevención, al fin yo no busqué la burbuja y mi negocio no es lucrar a costa de la necesidad de las personas si bien no soy beneficencia. Así, me concentré en reordenar mi lista de espera e informar a mis clientes la situación sin entrar en detalles enojosos o superfluos, y con afán de surtir a más personas aunque fuera con un litro de gel, mejor que a unos pocos felices de adquirir medianas o grandes cantidades. La cantidad que me surtirían me serviría para repartir gel a 11 personas y no más, de poco más de 50 pedidos. Sí, suena poco para quien acostumbra dejarse llevar por la ambición. Como ya se sabe que la ambición rompe el calzón, preferí quitarme el mío antes de zurrarlo por inconsciente y nada solidario bastante ya me estaba quemando a causa de terceros.
En la noche del jueves, mi proveedor me entregó lo convenido. Charlamos de la situación y me explicó que, aun teniendo la capacidad instalada para solventar incluso pedidos como uno que le llegó de un millón de litros, sencillamente ya no podía fabricar más gel porque no solo aumentaron los insumos sino en especial el alcohol, que es la base principal, estaba agotado a pesar de buscarlo en una veintena de industrias alcoholeras que le proveen a él. Que tal vez sería hasta el martes de la siguiente semana cuando podría tener noticias al respecto.
De esa manera terminé mi día y mi semana, reembolsando lo poco que pude haber ganado a causa de la ola especulativa antes de caer en un círculo pernicioso para mí y para los demás. Me quedó apenas para comer unos días. Me hice a un lado, pues al fin no solo de gel vive este hombre y tengo claro que no es la panacea, sino uno más de entre los muchos productos antisépticos y de aseo que vendo y que podemos usar todos para el cuidado, la prevención y la higiene. Ahora sí que, casi como Pilatos, preferí lavarme mis manos y mirar de soslayo cómo, quizás, esos acaparadores, especuladores oportunistas se quedarán con el producto o, para su fortuna, la desesperación y la ignorancia obtusa de la gente la podría llevar a perder lo más por lo menos. En fin, una raya más al tigre, por no decir al peje.
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