Indicios Magazín-e: Año 1, Vol. 1, Núm. 1

mayo 25, 2007 Santoñito Anacoreta 2 Comments

Sucede en ocasiones que los primeros indicios no son los más adecuados para establecer las bases de un nuevo proyecto.

Como suele ocurrir a cualquier proyecto vivo, esta revista electrónica ha estado sujeta a mejoras, modificaciones y replanteamientos, todos tendientes a propiciar la conformación de un medio de comunicación eficiente y satisfactorio, tanto para sus hacedores como a los ojos de sus lectores y patrocinadores, ya sean habituales o esporádicos.

Borrón y cuenta nueva

Indicios Magazin-e comenzó a hacerse visible con algunos tímidos coqueteos hacia noviembre de 2006, en otro sitio muy distinto de este. Luego, en marzo de 2007, lanzó lo que denominó su primer número "oficial". Tras varios intentos, análisis y reflexiones, luego de atender a comentarios, opiniones y consejos de propios, ajenos, expertos, neófitos y usuarios, ahora sale en este nuevo formato, atendiendo a razones centradas en la mejor difusión y administración de los contenidos, así como la más eficiente funcionalidad publicitaria y con la aspiración a dejar una huella decidida en el ánimo de los visitantes, seguidores y patrocinantes.

En el afán de hacer de la experiencia el sello distintivo, así, nuestra pretensión es presentar nuestros indicios de manera más amable, fresca, interactiva, pero sin menoscabo de la formalidad editorial. Se trata de una honesta proposición desde nuestra VETA Creativa.

La finalidad es salir de lo usual en la hechura de medios de expresión similares y proveer al internauta algo más que una simple colección de blogs, o diarios personales para el desahogo de las emociones, o espacios para el intercambio y el entretenimiento.

Mapa del sitio y contenido

Cada palabra, imagen y composición, podrá estar seguro el lector, apuntan a la formación de un criterio, al reforzamiento del español como segunda lengua en uso en la Internet, al interés de llenar en lo posible los huecos analíticos en el marasmo informativo de hoy.

Al explorar nuestras VETAS, ya sea a través de las secciones, columnas, colaboraciones y entregas de esta revista, o mediante los servicios de nuestra VETA Creativa y de nuestros patrocinadores, hallará indicios, señas suficientes para la reflexión y el diálogo.

A partir de la publicación actual, el lector encontrará debajo de esta editorial un índice con los textos que conforman al número mostrado. Ahora, por única vez, incluimos los títulos primigenios y quizá el lector no tuvo oportunidad de conocer en su momento. Algunos de estos textos originarios se han reubicado para su mejor localización. Por esto, desde este número, la información estará mejor organizada, será más interactiva; se abre la posibilidad de aceptar colaboraciones y se añaden nuevos elementos y contenidos.

Disfrute pues su estancia y su recorrido; no deje de retroalimentarnos con sus sugerencias, comentarios y colaboraciones. Y a nuestros clientes y anunciantes actuales y potenciales, les agradecemos de antemano su preferencia.



CONTENIDO

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RECORDANDO EL GOZO

mayo 18, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments



Del diario a la experiencia


Por J. Antonio Castillo de la Vega



Enseguida comparto con ustedes la carta que le escribí al ilustre escritor Aurelio Asiain, con motivo de la edición de la revista literaria Paréntesis.

Naucalpan, Edo. de Mex., México, 18 de mayo de 1999




AURELIO ASIAIN

REVISTA PARÉNTESIS

P R E S E N T E




Distinguido señor Asiain:

La presente es para felicitarlo por la reciente presentación y publicación de la revista Paréntesis que usted dirige y, asimismo, para congratularme por el significado personal que supone tal aventura literaria.




Esto último que anoto le parecerá excesivo, pero dista de serlo porque hace algunos años abracé, como ahora usted, la idea de crear una revista justamente con el título de “Paréntesis” como extensión de la columna intitulada igualmente y que, entre 1989 y 1994, escribí asiduamente en el diario El Universal bajo el pseudónimo de J. Antonio Castillo de la Vega con la siempre atinada ilustración de caricaturistas como Trizas, Olivier y Paco Baca, y la cual se definía ya en la primera entrega como: “Un apartado pujante repleto de dudas que van de la preocupación más banal a la más honda. Un aglutinamiento de ideas y opiniones diversas que tienen que ver contigo...”.




Hoy que el sueño toma forma en manos experimentadas me pongo a sus órdenes ofreciéndole mis servicios como colaborador del que, estoy seguro, será un importante medio para el mundo de la cultura. Me parece una buena oportunidad para revivir mi columna e infundirle nuevo aliento, perfilarla más adecuadamente dentro de la filosofía que le dio origen e incluso enriquecerla con la filosofía del paréntesis que ahora se abre de manera aún más patente como un medio de reflexión y de expresión.




Por favor, no me niegue la oportunidad de volver a empuñar la pluma para un medio. Si usted me pregunta cuáles son mis aspiraciones, he de responderle con la voz de Rilke en el corazón que escribir, escribir, ¡escribir! está en el centro de mi vida y, colateralmente, fungir como un líder de opinión veraz, polémico, persistente, conocido y reconocido dentro y fuera de México. En su momento, Paréntesis (la columna) fue un proyecto joven, ha llegado el tiempo de ser fruta madura.




De nuevo reciba un saludo afectuoso. Seguro de su atención y de su pronta respuesta, quedo de usted s.s. Adjunto copia de los últimos Paréntesis publicados en El Universal así como resumen de mi Curriculum Vitae y una propuesta.




Atentamente




Lic. José Antonio de la Vega Torres (J. Antonio Castillo de la Vega, pseud.)




Luego de esta misiva, no supe si la colaboración que envié salió publicada. Sólo compré el número 5, vi que fue creada una versión en línea y la cual después dejó de salir (creo). Si alguien sabe algo comenten al respecto. Espero sus palabras puestas entre paréntesis.

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P.D.: Hoy, 24 de agosto de 2011, el distinguido y apreciable señor Asiain y un servidor compartimos contactos gracias a las modernas redes sociales, como Twitter, nos seguimos mutuamente con gran respeto. Donde él ahora se encuentra, en Japón, continúa laborando y elaborando en las letras, ha abrazado con fruición el oficio de fotógrafo, entre otras ocupaciones. Mientras un servidor sigo escribiendo, ya lo ven, estos Paréntesis y otros Indicios.



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MI VIEJO PARÉNTESIS

mayo 17, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Puntos suspendidos... entre paréntesis
Por J. Antonio Castillo de la Vega

Corría el primer día de junio de 1990, cuando di mi primer "apretón de tinta" a modo de saludo público a través de un medio masivo de comunicación impreso, el diario El Universal.
Así comenzó mi oficio de articulista cuando, convocado junto con otros jóvenes por mi estimado colega y amigo Enrique Bustamante Martínez, me di a la tarea de poner entre "paréntesis" sentimientos e ideas bajo el influjo renacentista de Michel Eyquem de Montaigne.
Ahora, diecisiete años después y en la independencia casi total (siempre se depende de la necesidad y de los caprichos del tiempo), veo la oportunidad de reabrir el Paréntesis que se cerrara el 5 de febrero de 1994, para dar paso a otros signos, puntuaciones y acentos de la vida.
Divertimento en equipo
En aquella primera época, mi viejo Paréntesis fue brillantemente ilustrado por los artistas José Luis Diego Hernández "Trizas" y Paco Baca, quienes con esa agudeza sintética que caracteriza al buen dibujante de cartones (a mucha honra: monero), supieron traducir mis argumentos, sandeces, lúcidas ocurrencias o extravíos verbales, en imágenes breves, editoriales punzantes, crónicas puntuales y bocetos armoniosos y simpáticos.
Tras la etapa iniciática devino, como es natural, la encrucijada. Ante mí se expusieron varios senderos atractivos de la profesión de comunicador y comunicólogo. Curioso e insaciable recorrí varios de ellos: el camino de la docencia, el pasillo de la televisión, el andador mágico de la radio. Ahora, en la carretera de la información, encuentro un espacio idóneo para retomar los corchetes y ofrecer mediante ellos una suerte de fuente de sodas en la que los lectores paren un momento a refrescar la memoria, a alimentar la curiosidad, a descansar la pata rajada. Ojalá vuelva a ser de su gusto.
Paréntesis diseminados
Luego de la primera aventura periodística, el paréntesis pareció diseminarse por el mundo, como se constatará en una próxima entrega. Primero salió una revista literaria editada por el connotado Aurelio Asiain. Luego esta revista tuvo su versión en línea. Más tarde varios canales de televisión de paga usaban la idea del paréntesis para sus cortes promocionales entre programas. Más recientemente he visto que hay revistas y sitios en varios países con el nombre Paréntesis, unos dedicados a la música, otros a la literatura, otros sin un perfil determinado.
En fin... Lo bueno es que el derecho de autor no está a discusión. Porque el paréntesis no puede ni debe ser puesto a disposición de uno solo como propiedad intelectual, pues ¿se imaginan cuántas demandas habría sólo por cada pensamiento que tomara forma en el silencio de nuestra cabeza?

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ACTOR AVEJENTADO INVOLUNTARIAMENTE

mayo 16, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Una palabra y... ¡ni Matusalén!

Por José Antonio de la Vega Torres

Foto: esmas.com/Marco Polo Dávila

En la reciente entrega del premio TVyNovelas, transmitido en vivo el domingo 13 de mayo, distintos errores de redacción por parte de los guionistas en los textos de la narración off abonaron varias perlas lingüísticas dignas de mención. Aquí sólo incluiré dos a modo de muestra.

Manuel Ojeda, la edad y el prestigio
El error más craso lo cometieron cuando, en el segmento cuya conducción quedó a cargo del actor Manuel Ojeda, los escritores pusieron en boca de la locutora una descripción de este importante histrión mexicano calificándolo como "el decano de los actores". ¡Qué! Manuel Ojeda definitivamente debería sentirse ofendido. Estoy seguro que los guionistas no tuvieron intención de afectarlo, pero lo hicieron en su ignorancia, pues al querer loar al personaje por su prestigio, terminaron sumándole años. Decano, conforme al Diccionario de la Real Academia, es un sustantivo (no adjetivo) que denomina a la persona "más antigua de una comunidad, cuerpo, junta, etc. Quien con título de tal es nombrada para presidir una corporación o una facultad universitaria, sin embargo de no ser el más antiguo". Que sepamos, Manuel Ojeda no cumple la última parte, y con respecto a la primera, si alguien es decano en la comunidad de los actores del cine, el teatro y la televisión mexicanas, ese solamente es hoy por hoy don Ernesto Alonso.

La fea más bella y la lógica
La segunda perla idiomática la apreciamos cuando los escritores pusieron en voz de la locutora que presentaba el segmento del premio al programa más popular, la idea de que, respecto a la telenovela La fea más bella, "nadie en México dejó de ver por lo menos uno de sus capítulos". ¡Vaya lógica! ¿Qué quisieron decir con esa construcción gramatical? El silogismo no cuadra. Si nadie dejó de ver por lo menos uno, entonces todos vieron a lo sumo, o sea cuando mucho, uno. ¡Qué flaco y contradictorio favor le hicieron al innegable alto rating de la mencionada novela. Lo que debieron haber dicho es: Nadie en México se perdió ni uno de sus capítulos.

En fin, errar es humano. Pero una adecuada revisión y correción al estilo de los libretos evitaría semejantes fallas groseras o incongruentes como las mostradas.

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OJO AL GATO Y AL GARABATO

mayo 12, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Cuando Tunik nos convoca
Por J. Antonio Castillo de la Vega
Foto: Guacamole Project



Luego de la espectacular convocatoria para la foto de cueros en el zócalo capitalino, me di a la tarea de investigar en la Internet sobre los sitios que existen especializados en satisfacer los ardores de los mirones (no me refiero a los sitios porno), y me quedé pasmado de cuántos voyeristas profesionales y expertos en voyerismo existen en el mundo. Sin ir más lejos cito sólo uno de carácter enciclopédico: Gente Natural.
Ojear es una actividad extraña a la vez que divertida e irritante que resguarda a quien la ejerce de las complicaciones de la existencia tal y como la padecen los otros en un momento dado, pero que también le hunde en un piélago de calamitosas frustraciones producto de su cobardía revelada, o de su prudente discreción.

Mirones que no son de palo
Los franceses llaman al "ojeador", voyeur (veedor) y a la considerada por muchos fea —por indecente— costumbre que él practica, voyeurisme; y, si bien esta denominación (sustantiva e incluso adjetival), que algunos consideran chocante por extranjera, ha sido utilizada para describir un comportamiento vinculado con ciertas desviaciones de índole sexual, en realidad designa a un personaje de nuestra sociedad que se antoja tristemente simpático o de un patetismo dicaz: el curioso, mirón, metiche, oteador, vigía, centinela, espectador, espía, fiscal, inspector, fisgón, observador.
Criatura del otero, este personaje singular deambula por el mundo escudriñando hasta el más mínimo detalle de las cosas que pueden servir lo mismo para su provecho que para el de otros, y desde su punto de vista cumple una función social, digamos, bien institucionalizada o, por lo menos, reconocida.
La discreción es a veces su disfraz, pero por lo común recurre al cinismo o a una supuesta indiferencia para ocultar las verdaderas intenciones y motivos que lo impulsan a entremeterse en los asuntos que en principio le son ajenos.
Pero me sorprendo de lo que he esbozado hasta aquí; porque he referido veladamente una vocación humana de múltiples facetas, pues todos aspiramos a ser en cierta medida y conocemos alguna clase de "ojeador", o como queramos llamarlo (periodista, científico, político, sacerdote, artista, comadre...).


De entremetidos y oficiosos
Quizá el más familiar es el que hallamos representado en los folletines, las comedias clásicas e incluso en las telenovelas con la figura de la vecina metiche; esa mujer de relativa madurez, cabello entubado, aparentemente distraída, por mencionar sólo algunos rasgos del estereotipo, es capaz de colmar la paciencia del más santo con sus ocurrencias impertinentes y sobre todo con sus intervenciones inoportunas.
Examinarla con lupa ya resulta exasperante, pero también enternecedor, porque esta clase de fisgón aprendiz de espía expresa con su supuesto desatino esencial no más sino su ansia de pertenecer al mundo, mejor dicho, su angustia de saberse ese otro al que todos tememos y rehuimos; y por este reconocimiento que en la mayoría de nosotros está aletargado a causa del ajetreo y las preocupaciones cotidianas, pretende insertarse en la existencia asumiendo un yo de identidad forzada.
Los metiches se entremeten en las vidas que consideran paralelas a la suya, no precisamente por un afán insano de observar lo que no les importa, aunque en la superficie así nos lo parece a todos, sino más bien por impulso de un rasgo infantil inherente al ser humano: la curiosidad.
Si especulamos más, podríamos decir que todo metiche es una criatura (en todo sentido) que aprende vicariamente, o sea mediante las conclusiones que obtiene de lo que ve en o acerca de otros, de modo directo o con el rabillo del ojo, para establecer patrones de conducta acordes con diversas situaciones, y quizá no estaríamos alejados de un tipo de verdad; empero, no podemos pasar por alto que el resultado de dicha experiencia la mayoría de las veces cae en lo prejuicioso por carecer de un método capaz de llevar por buen curso la investigación del entorno en la circunstancia particular. No obstante, cuando el ojeador se percata de la necesidad de establecer vínculos entre lo que percibe y la realidad que trata de definir, poco a poco desarrolla un plan de observación; entonces el metiche se vuelve un vigilante sistemático.

Fisgones metódicos o científicos de profesión
La antesala de la ciencia es la observación y eso ni quien lo dude; pero ocurre que en esa antesala muchos (la mayoría de la humanidad) se duermen en sus laureles apenas han repasado lo evidente, ya sea la silueta femenina o la trayectoria de un electrón (no muy obvia, por cierto). Esos atolondrados no han reparado en la importancia que tiene todo sentido (los cinco de nuestra fisiología, el de la calle, el de un vector y, más, el significado de las cosas).
El niño tentón vive exageradamente tratando de hallar el sentido de lo que existe a su alrededor y la posible reciprocidad de eso para con él. Cuando se da un toque (vulgarmente: choque eléctrico) se coloca lo mismo a un paso de los griegos y egipcios admirados de las facultades del ámbar, que en la proximidad de la muerte. Y descubrir esta dualidad lo conduce, o al camino de la templanza, o al de la angustia temeraria. Cuando este mismo niño se droga (es decir, se da toques) el descubrimiento que hace es similar pero atrofiante y sólo lleva a la confusión de las ideas (en sí mismas, a veces, poderosa droga) y a la autodestrucción.
Detrás de toda observación están las insistentes preguntas qué, cómo, para qué, por qué y quién, y lo que en todo caso diferencia a un espectador de otro es el grado de importancia que cada uno da a cada una de estas cuestiones, en peso, orden y significado; pues no es lo mismo que un centinela inquiera "¿quién vive?", a que un fiscal demande "¿cómo se declara, culpable o inocente?"; o que un inspector de salubridad pida cuentas al propietario de un restaurante; o que un mirón paralice el tránsito por interesarse en ver qué pasó en el carril vecino; o que el público en una sala de cine interpele a su "Ello" acerca de las sensaciones que le despierta una escena determinada. O que un periodista equis cace con el lente o la pluma a fulanito para sacarle sus trapitos al sol; o que una maestra o una madre enseñen al infante a observar las reglas de urbanidad y cierto grado de civismo; o que un "colado" en un velorio examine los designios de Dios.
Quizá este examen es el último, más sutil y difuminado de todos los que hace cualquier "ojeador". El niño en medio del juego, el anciano al disponerse a dormir, la beata, el agradecido al despertar.
El científico busca con insistencia a Dios en las leyes del Universo, pero el límite racional que le impone la incertidumbre, es decir la duda, de la misma manera que le revela el cómo y el cuánto de lo que existe, también lo aleja del por qué y el para qué primigenios; pues al dudar de la inmanencia menoscaba la fe pero, igualmente, al precintar con fervor el orden natural de las cosas reduce la posibilidad del azar y la casualidad.
Vámonos viendo... y dudando
Nuestra sociedad pasa mucho tiempo viendo a través de diversos medios lo que ocurre en la cercanía y en la distancia; las imágenes y las palabras nos asaltan más allá del diario y de la pantalla de televisión, haciendo de nuestra conciencia el crisol justo en que se cuece toda clase de datos para conformar una compota capaz de adherirse a la cotidianidad y despertar en cada uno de nosotros un hambre ansiosa y enfermiza de conocer... sin saber. Y si bien por una parte vuelve más sensible nuestro apetito de noticias y de modas, por otra envisca la imaginación.
Si con Santo Tomás nació la idea de "ver para creer", con Descartes la noción de "dudar para ser", hoy el planteamiento es "ver para dudar".
Entonces, otear sistemáticamente aplica a la ciencia lo mismo que hacerlo con obsesión supone morbosidad. En el primer caso la razón se sobrepone a los deseos, mientras en el segundo se confunde con ellos y así provoca que se desvirtúen el instinto y la imaginación.
Al momento de escribir este ensayo tengo frente a mí una imagen publicada por El Universal el 22 de febrero de 1993 en la que se aprecia un individuo visto de espalda, vestido con una playera en la que puede leerse la leyenda: "observador electoral", y de cuyo hombro pende una cámara fotográfica. Mirar dicha imagen me ocasionó la impresión repentina de estar frente a un espejo peculiar, mágico, en el que uno, al asomarse a la superficie reflejante, como en un acto de redescubrimiento de sí mismo, puede ver la propia nuca.
Ahora que he decidido publicarlo, este ensayo se concentra en las potencialidades inhibitorias del ojo desnudo.

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TODOS OPINAN

mayo 08, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments

La Perinola de la Comunicación

Por J. Antonio de la Vega

Desde finales de los años noventa, la gente parece estar jugando a diario el juego de la perinola comunicativa. Con cada acontecimiento, todos tenemos algo qué decir, algo qué opinar.

Opinión y verdad: dos hermanas rijosas
Buena o mala, enterada o estúpida, la opinión pública es hoy la medida de casi todo lo que sucede en la sociedad, la economía, la política y hasta la casa. Gobernantes y artistas dependen hoy más del qué dirán, que del qué demostrar. El sondeo, la encuesta, la entrevista callejera se han vuelto el reflejo distorsionado y parcial de la realidad nacional o internacional y, sin embargo, sirven de pauta para las decisiones cruciales.
Obras van y vienen, imágenes se crean y destruyen, y en medio de la batahola que suponen los dimes y diretes del enterado bolero, suerte de periodista con la frustración de pulir la palabra en la superficie del zapato; o de la peluquera, remedo de conductora de petate radiofónico, la verdad es puesta en boca de todos y de nadie.
La verdad queda oculta tras los labios de la maledicencia u olvidada por la desmemoria del consumidor de mensajes de segunda mano.

Un mundo de falsos predicadores
Hoy, parafraseando al tango "Cambalache", da lo mismo ser experto que novato, sabio, chorro o estafador. Todos tenemos una palabra de aliento, una frase críptica, el enunciado dicaz y flamígero que arregla el mundo, deshace entuertos y resuelve conflictos.
Todos gozamos, unos más, otros menos, de cierta libertad de expresión y la ejercemos alegremente, sin reparar en las obligaciones que conlleva el derecho que la sostiene.
A cualquiera, creemos ilusos, se le suelta el micrófono, se le planta la cámara, para que diga lo que provenga desde su ronco pecho. Y ya aquella ama de casa teoriza sobre economía, cuando aquel otro viandante aconseja a los senadores sobre cuestiones técnicas legislativas.
La costurera difama a la cantante que le representa su mayor anhelo frustrado, como el periodista amarillo acomete cual burel afiebrado contra la figura opaca de un presunto criminal. Ética, necesidad, ímpetu, solidaridad, descontrol se resuelven en cada titular, en cada emisión radiofónica, en cada cafetería, incluso en espacios de expresión como este.
A la opinión educada le sigue la grosera y, a esta, la petulante violencia verbal, la misma que cuando no encuentra coyuntura dialéctica pasa de la conversación a la pelea sin mediar disculpa ni ejercitar la tolerancia.

Suma de opiniones
Por lo anterior, desde nuestra próxima entrega, aparte de nuestra opinión, nuestros estimados lectores podrán encontrar aquí, a modo de aforismos, extractos de opiniones comentadas de distintas personas en torno a variados temas. Efectuaremos citas que nos proveerán de indicios con los cuales podremos orientar nuestro personal criterio, para concluir lo más pertinente e íntimo sobre lo dicho y acontecido en el mundo, especialmente en el mundo de habla hispana; y México de modo más concreto.
A partir de allí, nuestros lectores nos podrán incluso hacernos llegar su pensamiento y su sentir, a sabiendas de que su opinión también será tomada en cuenta y, quizá, citada junto a la de renombradas personalidades.
Porque, en definitiva, todos tenemos la palabra, pero pocos la tomamos... en serio y con responsabilidad.

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Anuncio víctima de la programación

mayo 07, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Bienvenidos a este espacio, amigos lectores. He querido comenzar este espacio con una especie de divertimento que en ocasiones los analistas ejercemos cuando de atender a los contenidos de los medios se trata.
Para esto he de advertir que, a pesar de lo escrito aquí, las verdaderas intenciones de creadores y programadores suelen ser un misterio, por lo que no nos hacemos responsables si estas son diametralmente distintas de las que finalmente sus actos y obras provocan en el espectador. Nosotros analizamos la obra, por lo que la obra tiene qué decir; no analizamos la pretensión del creador ni los usos o gratificaciones del espectador.

De la teoría a la práctica
Entre las teorías existentes para explicar el fenómeno comunicativo hay dos que nos servirán de sustento para nuestro primer análisis y entrega, para esta interesante y novel revista electrónica Indicios Magazín-e de VETA Creativa. Nos referimos a las teorías del "establecimiento de la agenda" y de la "interpretación".
No nos detendremos en ellas por obvias razones de espacio y temática. Baste con decir que un programador de contenidos de medios define, a partir de ciertos criterios de la empresa para la que labora, cuál es el orden de aquéllos; es decir, determina qué va a ver o escuchar el espectador, en qué canal, a qué hora; y todo esto a despecho del espectador mismo cuya opinión, aun siendo la del consumidor de los mensajes, importa muy poco al programador, a no ser en términos de penetración, alcance, raiting y ranking, entre otras razones de orden mercadológico.



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¡VIVA EL DESMADRE MEXICANO!

mayo 07, 2007 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Por José Antonio de la Vega Torres

(Texto publicado originalmente en marzo de 2007.)

En el programa noticioso De una a tres conducido para la estación 69 del grupo radiofónico Radio Centro por el eximio periodista Jacobo Zabludovsky, en su emisión del 8 de marzo, Jacobo empleó la palabra "desmadre" para referirse al tránsito de la Ciudad de México. No faltó el radioescucha que, ya sea por ignorancia o por escandaloso pudor mal entendido, se espantó con el hecho; mejor, con lo dicho. Jacobo se dio a la tarea inmediata de consultar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española para definir el término empleado y así justificar su uso.
Aquí, en la inauguración de esta columna dedicada a hilar disquisiciones en torno al buen o mal empleo del idioma en los medios de comunicación y la gente, quiero rescatar un comentario de Zabludovsky referente a la importancia del compromiso personal, que cada ciudadano, y especialmente cada periodista y escritor, debemos tener para con nuestro idioma y el lenguaje.



Lenguaje, responsabilidad conjunta
Cada persona viene cargada con una colección de palabras que los especialistas llaman gama léxica. Es una carga genética, pero esta se amplía y mejora, o al contrario se reduce y merma, en la medida de la experiencia cultural de la persona. Entendiendo por experiencia cultural la que se obtiene no sólo por medio de la escuela, los libros y demás productos de la inteligencia humana, sino de manera particular la que se adquiere día a día en el trato con los demás, en la comprensión de los objetos y las situaciones, en la construcción de respuestas adaptativas al entorno; o sea, en el uso, desuso o abuso de las palabras.
Escuchar al taxista cuando manda a la chingada al camionero que le avienta la lata de su transporte, poniendo en riesgo la vida del primero y la de su pasaje, en verdad resulta acústicamente molesto por altisonante. Equivale al sonido de un timbal o un silbato en la proximidad del oído. Por ello ubicamos ciertas palabras como altisonantes. Pero si el sonido, o sea la intensión, lo es, la intención o propósito magnifica o aminora el valor moral del concepto incluso hasta el exceso o la nulidad, para bien o para mal. Esto, sin embargo, más que incomodar debe ser visto simplemente como una función del lenguaje.

Las palabras están para usarse
La moralidad o uso cultural, es decir la costumbre de emplear ciertos vocablos para expresar de bote pronto la emoción que suscita un evento o un acontecimiento específicos, establece la norma y determina las acepciones de las palabras. Esto sucede en todos los idiomas. Y pasa así porque el lenguaje es la herramienta y el indicio fundamental para la comprensión y el basamento de las conductas adaptativas de los seres humanos. Por eso su uso, desuso y abuso son responsabilidad conjunta de todos nosotros y según el contexto al que estemos circunscritos.
Es tarea individual y social ampliar, proteger, redefinir, modificar, crear la colección de palabras que nos prestamos diariamente en ejercicio de la libre expresión, cuidando siempre, eso sí y en la medida de lo posible y el sentido común, no herir la susceptibilidad, no provocar con nuestra expresión sentimientos difamantes o calumniosos por implicar dolo, si bien es cierto que este no puede probarse cabalmente y menos cuando en ocasiones no es causa de lo causado, sino efecto de una causa primigenia, como el desamor.
Por ejemplo, una mujer o un hombre despechados, irracionalmente y llevados por la turbación que el desamor les puede provocar, en un momento determinado mientan la madre al individuo causante de la falta del querer y, acto seguido, diseminan entre propios y extraños improperios y calificativos que difaman al agente a los ojos de otros. Entonces, la persona objeto de atención de los vilipendios se ve en la necesidad de probar la falsedad de lo que para ella resultan calumnias y así solicitar la reparación del daño moral. Ella deberá probar la razón que sostiene a sus dichos y, de ser necesario, destacar la fuente que permita la demostración indefectible a la luz de los hechos y no sólo los dichos.


Actitud estética para la libertad de expresión
Ante los embates del ambiente, las emociones experimentadas por cada persona son relativamente incontrolables, pero no lo es así la forma expresiva elegida para canalizarlas y demostrarlas abiertamente. El beso no contiene la emoción, la expresa. Y hay tantas formas de besar como matices emocionales asociados. ¿Quién tiene el instrumento capaz de medir la subjetividad de los actos emotivos?
En la medida que una persona desarrolla una actitud estética, es decir sensible, frente a las cosas y sus semejantes, abre la posibilidad para la ampliación de recursos adaptativos y por ende expresivos. Todas las palabras cumplen con un objetivo adaptativo y por ello no se las debe temer ni hay razón para su repulsa. Al contrario, obligan a su comprensión esmerada si se quieren evitar fallas de interpretación.
En México, los mexicanos (y no sólo el tránsito, como apuntó Zabludovsky) somos un desmadre. No hay autoridad que nos contenga o nos someta al orden y la disciplina. Nuestra democracia incipiente raya en la anarquía. Retamos al que se nos pone enfrente, ponemos en duda las razones de estado, el control lo vemos como represión, y la represión la revestimos de método libertario. Somos una fiesta constante, embriaguez de los sentidos ante la muerte, el amor y la crisis .
Así, la manifestación pública es un desmadre tanto como las finanzas públicas. El cinismo político termina en desmadre. La mezquindad mesiánica desmadra las buenas conciencias. Los golpes de pecho desbordan la intolerancia correligionaria sin importar su signo. El exceso está a la vuelta de la esquina, todos los días, de distintas maneras, con varias facetas: corrupción, inseguridad, cochupos, mentadas, agandalle, mentiras, promesas exageradas, desempleo, desregulación, reformas y parches legislativos, etc. No deja de ser sintomático de la irresponsabilidad implícita en nuestro desmadre mexicano incluso la doble cara de nuestros connacionales emigrantes que, una vez en Europa o EE.UU., se comportan como niños buenos (no todos, claro) en espera de su estrellita verde, mientras cuando regresan (si regresan) momentáneamente a su terruño en Oaxaca, Zacatecas o Michoacán, presumen su nuevo estatus y acentuando su prepotencia, tras la cual radican sus complejos, desacatan normas como liberados y hacen y deshacen impunemente.
¡Viva el desmadre mexicano!

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