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El legado de un "Mastín"

Foto: Archivo VETA Creativa
LA MADRUGADA del martes 8 de noviembre, el teléfono anunció una triste noticia a un grupo de naucalpenses. Javier Chávez Tello había fallecido víctima de un infarto fulminante mientras dormía en su domicilio. Una muerte —si cabe decir— placentera, rápida, de esas que algunos consideran “de los justos” y muchos quisiéramos experimentar llegado nuestro momento.

Javier Luis Chávez y Tello nació en un poblado cercano a Delicias, Chihuahua, en 1938. A mediados de los cincuentas llegó al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, para estudiar leyes en la facultad de Derecho de la UNAM. Siempre inquieto y discutidor, interesado en dirimir causas sociales y políticas, pronto se sumó a las filas juveniles del Partido Revolucionario Institucional (PRI), destacándose por sus capacidades como litigante y analista, lo que lo llevó a desempeñar diversos cargos públicos de mediano y alto nivel, así en el gobierno federal, durante el sexenio de Luis Echeverría, como en el Distrito Federal y en el Estado de México, donde, en Naucalpan, fincó el resto de su vida y formó su familia.

De espíritu aguerrido y modos francos, rudos a veces, Chávez Tello se caracterizó —así lo recuerdan sus allegados— por ser un hombre recto, probo, entregado a su trabajo, dedicado a sus amigos, leal a su partido político y sus creencias religiosas dentro del catolicismo.

Por esta razón, además de su interés por incursionar en la operación política, el abogado a quien algunos apodaban cariñosa y respetuosamente con el sobrenombre del “Zorro plateado” (en referencia a su particular mechón canoso en el copete) o “El Padrino”, por su carácter y polémicos procedimientos, dedicó buena parte de su vida a asesorar a distintas instituciones y dependencias de gobierno, a particulares, así como al Episcopado Mexicano y a impartir cátedra sobre diversos tópicos de derecho civil y canónico.

A su sencillo funeral efectuado en la agencia Gayosso Santa Mónica, asistieron sobre todo colaboradores suyos, amigos y correligionarios. Uno de sus más cercanos amigos, David Parra Sánchez, líder moral del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Estado de México y Municipios (SUTEyM-Naucalpan) y excandidato a la alcaldía naucalpense en las pasadas elecciones, comentó en entrevista exclusiva a Indicios Metropolitanos sobre quien fuera su apoderado y brazo fuerte legal:
Al maestro Chávez Tello —yo le digo maestro, porque era un maestro de la vida y del derecho; un hombre muy meticuloso en su trabajo, muy preciso— se le admira porque fue muy profesional como abogado, de esos abogados que son muy rectos y muy fieros en su defensa de las cosas. Nunca perdió un juicio con nosotros. Está pendiente el de Azucena Olivares, pero está bien encausado.
Cuando era abogado del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en 1987 estalló una huelga estudiantil. Entonces, en la Cámara de Diputados se señaló a Chávez Tello como funcionario corrupto, promotor de porros, exigiendo su renuncia.

En las elecciones para alcalde de 2015, como asesor jurídico de Parra Sánchez, Chávez Tello enfrentó uno de sus más complicados retos y quizá su más grande derrota, al ser desestimados los alegatos de nulidad de los comicios que llevaron al triunfo al panista Edgar Olvera Higuera interpuestos ante el Tribunal Electoral del Estado de México (TEEM) y luego, en segunda instancia, haber dictado sentencia en contra la Sala Superior Tribunal Electoral del Poder Judicial del Estado de México (TEPJEM). Pero, ¿no está hecho de victorias y fracasos la vida de todo ser humano? Parra abundó sobre el personaje:
Fue un hombre del que se aprendía mucho, muy claridoso de palabra, de cojones bien puestos, lo que le generaba mucha antipatía entre la gente, pero también mucho respeto de aquellos a los que les decía “su precio”, sin medida ni mediar ningún halago. Los últimos ocho años de su vida los dedicó en cuerpo y alma a defender las tesis de los trabajadores. Nunca lo vi dubitativo. Era entrón. Él se describía como un perro bulldog.

Lo conocí desde que yo tenía once años. Él estaba de Secretario del Ayuntamiento [de Naucalpan]. Él fue tres veces Secretario del Ayuntamiento. Yo entré a trabajar en la época del Lic. Manuel Mateos Cándano (1970-1971) y él estuvo en la época del que le siguió, Manuel de la Torre Abedrop (1971-1972). Por aquellos años él también quiso ser presidente municipal, pero no se le hizo. Le abrió la puerta de Naucalpan al siguiente, Juan Monroy Pérez (1973-1975) como a muchos otros políticos de la época, como Arturo Montiel Rojas [exgobernador de 1999 a 2005]. Los ayudó a ser lo que fueron.

Siempre fue un hombre vertical que vivía de su modesto trabajo, sumamente honrado. Hizo mucha labor social en Naucalpan, desde la creación del equipo de futbol de Tercera División, los famosos “Mastines de Naucalpan” [1967; hoy “Halcones de Naucalpan”]. Él era el dueño [hasta 1977]. Él decía que se cansó de mantener hombres; y obviamente se cansó porque se le acabó la bolsa.

Nunca se terminará de ir. No caerá en el olvido.
Con la muerte de esta personalidad mexiquense, sin duda quedarán muchas cosas y casos en el tintero y cabe preguntar qué sigue. Parra respondió:
Sin Javier viene el reacomodo normal. Tenemos un cuerpo de abogados que él entrenaba constantemente; estarán trabajando con nosotros. Estaremos al pendiente de su familia, de su hijo único, porque fue algo que nos encargó personalmente; se queda solo, tiene un problema de salud y nosotros no podemos dejar solos a los amigos.
Al licenciado Chávez Tello le sobreviven una hermana, que vive en Chicago; y un hijo, su gran amor y su gran pena y preocupación, porque el hoy hombre de mediana edad, también abogado, sufrió mucho emocionalmente tras la muerte de su madre, la esposa de Chávez Tello, hace nueve años, desarrollando esquizofrenia —según explicaron a Indicios Metropolitanos personas cercanas a la familia. De alguna manera, esa humana preocupación ha sido compartida y asumida por los allegados al hoy difunto.

Visiblemente afectada por la pérdida, doña Antonia, trabajadora al servicio de Chávez Tello desde hace más o menos 35 años, no daba crédito al hecho.

Amigos y colaboradores del Lic. Chávez Tello se reunieron para expresar sus condolencias y rendirle respeto.
Foto: Archivo VETA Creativa
Entre los arreglos florales de condolencias, destacaron los enviados por el exlíder del SUTEyM Naucalpan, Rene Palomares Parra, y el Notario 38 del Estado de México, Lic. Leonardo Rojas Sánchez.

Coincidiendo con lo expuesto por David Parra, el Lic. Galo Blanco, expresidente de Colonos de Satélite, comentó también a Indicios Metropolitanos:
La muerte de Javier es una pérdida, en primer lugar, para quienes fuimos sus amigos más cercanos y que estuvimos con él; y, desde luego, para la sociedad naucalpense, porque era una persona reconocida por todos como un guerrero, como un luchador por las causas sociales, siempre atento y trabajador, leal con sus amigos.
Javier Chávez Tello fue una pieza clave en el conflicto que hoy tiene dividida a la Asociación Colonos de Satélite, ya no nada más entre dos grupos, el encabezado por el “presidente legítimo”, Benjamín Macedo, y el organizado grupalmente bajo la Comisión de Honor y Justicia y la mesa directiva interina presidida por don Antonio Gómez Pedroso hasta su muerte reciente. El deceso de este ocasionó que ese grupo se dividiera a su vez entre los que argumentan la urgente necesidad de convocar a elecciones, como Miguel Blanco, Armando Bravo López, Raúl Chaparro Romero (presidente de la Asociación de Empresarios y Ciudadanos del Estado de México Naucalpan (ASECEM)), el propio Galo Blanco (vicepresidente de la misma asociación y expresidente de Colonos de Ciudad Satélite), y los que consideran impertinente hacerlo ante el “vacío de poder” al quedar acéfalo el interinato, como ha expuesto el expresidente Francisco Meixueiro. Al respecto Galo Blanco apuntó:
En la Asociación de Colonos hemos intentado que sea una como siempre ha sido, apartidista; y tratamos de que la gente que tiene intereses de carácter político, partidista, saque las manos de los procesos [internos].
Javier, como era un distinguido colono, intervino en numerosas ocasiones defendiendo los derechos apasionada y acaloradamente. Esa fue su participación personal.

Lo conocí aproximadamente hace unos diez años, cuando yo era presidente de Colonos de Ciudad Satélite. […] Al principio tuvimos unos enfrentamientos muy fuertes, pero eso nos hizo conocernos e identificarnos y, una cosa importantísima, respetar la forma de pensar de cada quien.

El legado que deja Javier a los naucalpenses es el de un luchador social, de un gran funcionario público y una gran trascendencia; y al final, conmigo, de una gran amistad.

Al día siguiente del funeral, es decir en la fecha que escribo estas líneas, PRI-Naucalpan efectuó un homenaje de cuerpo presente con la concurrencia de parte de la plana mayor y la militancia del partido municipal.

Foto de Cuitláhuac Anda (perfil Facebook), compartida por Grupo Generación Naucalpan.
Exdirigentes del partido, representantes de los sectores y organizaciones y líderes sociales, reconocieron el legado histórico que, tras su fallecimiento, deja Chávez y Tello a las generaciones de ayer y hoy.

Los priyistas naucalpenses recordaron la obra del hoy finado, el amor, compromiso, vocación social y sobre todo, la lealtad al instituto político, en el que militó por alrededor de 50 años.
Francisco Guzmán Lazo, exregidor y exfuncionario municipal, aseguró:

Chávez y Tello fue de los pocos priyístas de la vieja usanza que ha dejado impresa su huella.
El 4 de noviembre de 2015, por la mañana, algunos miembros del cabildo del ayuntamiento de Naucalpan de Juárez “reventaron” la sesión, ¡la primera que sería transmitida en vivo por medio del nuevo canal de UStream del ayuntamiento!, al no presentarse y así propiciar la falta de quórum para el examen y votación de la propuesta del regidor priyista Francisco Javier Guzmán Silva, para lograr un punto de acuerdo mediante el cual se invalidara la certificación del domicilio del presidente electo Edgar Olvera por considerarla ilegalmente fundada.
Foto: El Universal.

(Con información de Mario Ruiz.)


Fallece Javier Luis Chávez Tello, personaje histórico de la vida pública de Naucalpan

Durante la penúltima toma de las instalaciones del Centro Cívico
de la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite,
Indicios Metrpolitanos entrevistó por última
ocasión a Javier Chávez Tello.
Foto: Archivo VETA Creativa
EN LA MADRUGADA de este día falleció en su casa, en el fraccionamiento de Ciudad Satélite, a la edad de 82 años, “Don Javier Chávez Tello”, personaje histórico de la vida pública municipal de Naucalpan, a causa de un infarto fulminante.

Con una vida dedicada a la operación política y el derecho, abogado controvertido, oriundo de Chihuahua, Javier Chávez Tello ocupó distintos cargos públicos a lo largo de su carrera. Entre ellos podemos destacar por lo pronto que fue abogado del Instituto Politécnico Nacional (IPN) cuando ocurrió la huelga estudiantil de 1987, uno de los momentos más difíciles en la historia de dicha institución, teniendo entre sus tareas la detección de “líderes problemáticos” para el sistema, para cooptarlos o desactivarlos y en el mejor de los casos asimilarlos.

En otro momento, fungió como Secretario del ayuntamiento en el periodo de gobierno del alcalde Mario Ruiz de Chávez. También se desempeñó como Director de Desarrollo Urbano de Naucalpan, fue Presidente de la Comisión de Límites Territoriales en el Congreso mexiquense, siendo diputado local David Parra Sánchez. Participó activamente como académico y asesor del Episcopado Mexicano.


Como asesor jurídico del Sindicato Único de Trabajadores al Servicio del Estado de México y Municipios (SUTEyM) tuvo a su cargo en 2013 la demanda penal contra la exalcaldesa Azucena Olivares, por daño patrimonial al Sindicato Único de Trabajadores y Municipios (SUTEyM), por un monto de 46 millones de pesos. Demanda que, por cierto, a la fecha sigue sin dar resultados.

También fue relevante su intervención como asesor jurídico del Ing. Manuel Ortiz, Exdirector del Sistema de Aeropuertos, Autopistas, Servicios Conexos y Auxiliares del Estado de México (SAASCAEM), dependiente de la Secretaría de Obras Públicas, hoy de Infraestructura, en 2010 y 2011, durante la construcción del Viaducto Bicentenario, así como su papel en la coordinación de las pláticas con los vecinos quejosos opuestos a la magna obra.


En sus últimas batallas, durante el pasado proceso electoral local fungió como asesor jurídico de su partido y su candidato a la alcaldía, David Parra Sánchez, viviendo quizá su más álgida defensa jurídica en un escenario complicado dadas las reformas electorales y los nuevos tiempos.

Su papel en el conflicto de la asociación Colonos de Satélite que hoy la tiene dividida fue determinante al asesorar a los expresidentes de colonos Francisco Meixueiro y Antonio Gómez Pedroso (q.p.d.), este último nombrado presidente interino durante el impasse. En este conflicto, Chávez Tello coordinó las "demandas" contra Benjamín Macedo (presidente "legítimo") y la documentación de los hechos mediante actas notariales que la contraparte ha estimado como falsas o por lo menos improcedentes.

Durante la penúltima toma de las instalaciones del Centro Cívico de la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite, el 14 de junio de 2016, Indicios Metropolitanos entrevistó por última ocasión a Javier Chávez Tello, quien declinó dar una declaración sobre los hechos. Ya en la noche de una larga jornada, visiblemente disminuido en sus fuerzas, sentado ante la puerta principal mientras en el interior se escuchaban gritos y rotura de vidrios, la voz de Antonio Gómez Pedroso reclamando a los vecinos haberlo dejado solo en la incursión hasta el fondo de las instalaciones, en cierto momento que este medio recababa impresiones de los vecinos, exaltado exclamó refiriéndose al autor de estas líneas:
¡Tú no tienes ninguna facultad para entrevistar a nadie!
Vecinos y amigos de Chávez Tello dieron a conocer la fatal noticia sobre su deceso, el que ha consternado a la clase política de la localidad, más allá de sus naturales diferencias ideológicas con otras representaciones partidistas.

Indicios Metropolitanos extiende su más sentido pésame a sus familiares y amigos y hace extensivos a sus deudos sus más sinceras condolencias.

(Con información de Mario Ruiz.)

Falleció presidente de Colonos de Satélite

Antonio Gómes Pedroso y Francisco Meixueiro. Detrás, Galo Blanco y otros vecinos de Satélite,
durante la toma de las instalaciones del Centro Cívico, el 14 de junio de 2016.
Foto: Archivo VETA Creativa.

NAUCALPAN Méx., a 8 de octubre del 2016.- La madruga de este día falleció en su casa, de un infarto, el presidente interino de la Asociación de Colonos de Ciudad Satélite, Antonio Gómez Pedroso, a la edad de 86 años.

Habitantes del fraccionamiento residencial lamentaron profundamente el deceso de quien calificaron como una persona sumamente comprometida con la sociedad y honesta en el trabajo.

Galo Blanco Mateos, expresidente del colectivo, aseguró que la muerte de Gómez Pedrozo es una pérdida irreparable para Ciudad Satélite. Visiblemente conmocionado por la noticia señaló:

Antonio, fue un ser humano bien intencionado, y un gran ejemplo en su familia, siempre y en todo momento tuvo la disposición de atender desde diferentes áreas de oportunidad, los problemas de Satélite, donde residió por más de 50 años, y su asociación.

Antonio Gómez Pedrozo fue reconocido el pasado mes de junio, junto con Francisco Meixueiro, y Eduardo López Sam, por la Asociación de Ciudadanos y Empresarios del Estado de México (ASECEM) debido a la intensa y comprometida lucha social en favor de Satélite. Q.E.P.D.

(Con información de Mario Ruiz / Vallemex Noticias.)

Fallece exalcalde de Naucalpan, Luis Rene Martínez Souverville

Foto e información: Vallemex Noticias

Por Mario Ruiz Hernández

NAUCALPAN, Méx. a 6 de agosto del 2016.- Hace unas horas, falleció el exalcalde Luis René Martínez Souverville Rivera, quien se encontraba en el Hospital Español.

A ocho días después de haber ingresado al nosocomio, quien fuera también diputado federal, local, delegado especial del CEN del PRI, en diferentes estado de la República, y quizá la carta más fuerte en la resolución del conflicto de la COCEI en Juchitán, Oaxaca en los años ochenta, dejó de existir.

Luis René Martínez Souverville Rivera surgió en la actividad política como dirigente vecinal del fraccionamiento Misiones y vicepresidencia de una Unión de Colonos, en la época en la que los representantes asumían la auto prestación de los servicios públicos.

Asimismo fue alcalde de Naucalpan entre los años 1985-1987 y más tarde, el 22 de octubre de 2013, ocupó el cargo de titular de la Procuraduría de la Defensa del Colono, dependiente de la entonces Secretario de Desarrollo Metropolitano.

Martínez Souverville, “El Chato”, fue un hombre íntegro de convicciones profundas, de carácter fuerte, pero también un ser visionario, en su periodo de gobierno, logró la creación de numerosas colonias; caminos de penetración, elevó la plusvalía en la zona residencial con nuevos negocios, pero también enfrentó la disidencia en las comunidades populares, quienes avizoraban la ocupación ilegal de predios.

El exalcalde, además fue un eminente defensor del municipalismo y la libertad de su propio fortalecimiento; el respeto a su autonomía y su pleno desarrollo integral.

El lápiz siempre afilado

CONFIESO QUE ME DUELEN dos cosas que leo en algunos perfiles de redes sociales y quizá lo que diré derive en que cancele más de uno la amistad.

Me duele, aunque lo comprendo, el exabrupto de muchos alrededor de Zabludovsky.

Me duelen los comentarios que siguen a ellos.

Me duele que encabecen sus perfiles con consideraciones y llamados a la tolerancia cuando en su decir demuestran todo lo contrario.

Este mensaje no tiene mayor ánimo que hacer una amable excitativa, conminar justo a no ser indiferente.

Yo no soy quien para hacer apología de nada ni nadie. Tengo claros los argumentos de los detractores de Jacobo y las razones que exponen, muchas de ellas injustas porque él en vida no tuvo empeño por desmentir o contradecir las opiniones contrarias. Hizo lo que tenía que hacer en el tiempo que le tocó vivir.

Guste o no a muchos, con él se cierra una época del periodismo. No murió cualquier perro, y menos de esos perros que comen perro por pura rabia.

Desafortunadamente muchos nuevos periodistas han crecido con un "odio" heredado, muchas veces sin saber por qué. Respeto su parecer, pero para mí, que crecí viendo con Jacobo el transcurso de la Historia hasta hoy, semejantes decires, más viniendo de colegas, me duele.

Ya quisiera yo y tal vez ya quisieras tú dejar huella en la vida de una nación y del mundo como personalidades semejantes que a últimas fechas nos han estado dejando. Ellos forjaron, a nosotros nos queda afinar, ajustar, modernizar. Porque está visto que no hay nada nuevo bajo el sol.

Veo con tristeza que la cultura del olvido empieza a cebarse. Alguien, ante esta exposición, me ha "aconsejado":
¿Como cualquier perro? Qué falta de respeto. Toda forma de vida es respetable y demuestras denosto por ella. Que no te duela lo que piense, eres libre de hacer lo propio con tus recursos. Yo jamás he dicho que me da gusto que muriera ni nada parecido. Pero por supuesto que soy una persona crítica de su trabajo. Mejor deja de ser juez y dedícate a ser libre.
Si he de justificar mi postura... Mencioné "perro" en el sentido del argot periodístico de que "perro no come perro". Nunca con el superficial o si se prefiere más profundo significado de la vida en general.

Mi afán no es el de juzgar a quienes de por sí, libremente, ya venían juzgando críticamente el trabajo del periodista.

Mi lamento personal, libre, equivale al del doliente para quien los comentarios justificados o no de hartazgo o crítica respecto del finado por quien se guarda cierto afecto caen de forma impertinente, insensible, con indiferencia.

Recuerdo alguna ocasión cuando, al poco tiempo de fallecida mi madre, cierto familiar expresó su opinión acerca de ella. Y luego ocurrió algo semejante con el deceso de mi padre. Su parecer y su dicho no carecían de razón, pero su impertinencia fue tal que hube de saltar de manera airada. Al lastimar a la memoria por estupidez e insensibilidad no se vilipendia o ensalza al que ya es ausencia, sino se hiere al presente.

Ha llegado a tal grado el desprecio por lo pretérito que en la necia insistencia por vivir el ahora desechamos las raíces de lo que somos. En el caso de Jacobo Zabludovsky, para quien un invento más grandioso que la televisión, el radio o la máquina de escribir lo era el lápiz siempre afilado, el tiempo pondrá en la balanza sus aciertos y desaciertos, sus aportaciones y sus omisiones, cada cual de esas cosas hizo trama en el complejo tejido de Mexico.

Vivir en libertad, aunque supone elección, no implica ser indiferente y mucho menos intolerante. El egoísmo es la antesala de la autocracia.

Obituario indeseado

TENÍA YO POCAS HORAS DE SUEÑO, habiéndome acostado como es mi costumbre entre las tres y cuatro de la mañana y escuché, siendo poco más de las ocho, la noticia aciaga dada, confirmada por Adela Micha: falleció Jacobo Zabludovsky, a la edad de 87 años, luego de dos semanas hospitalizado en el ABC —qué siglas más periodístcas— a causa de una severa deshidratación que derivó en un derrame cerebral. Pensé que lo estaba soñando. Fue como escuchar la voz de mi madre llamándome desde ultratumba. En realidad mi madre me hablaba en sueños, empapada en llanto, a las dos de la madrugada había dejado este mundo su "Güero" adorado mientras yo, en mi desvelo, dedicaba tiempo a remodelar este sitio de mis Indicios Metropolitanos, un rincón más opinativo que informativo, más personal que local, pero hecho con el corazón y con aspiración universal.

Para mí, hablar de Jacobo es tanto como hablar de mi alegre y ocurrente madre. Si bien no trabajé como muchos con él y no conviví de cerca, las cuatro veces que tuve contacto con él de forma personal dejaron en mí honda huella. Era y seguirá siendo un Maestro, de esos que no queda más que afirmar se les reconoce por sus obras.

El primer contacto con el Señor Noticia
Jacobo Zabludovsky entrevistando al Pte. Adolfo López Mateos,
16 de enero de 1960
La primera vez que tuve contacto personal con él fue cuando tenía yo escasos 9 años. Coincidimos en un espectáculo, creo recordar, del Holliday On Ice, en la Arena México. Mi madre lo reconoció en la distancia, lo había conocido en su juventud, como compañero de banca en la Universidad Obrera, tomando clases de Filosofía y francés, dos de las cuatro materias que mi madre cursaba. Él, en entrevistas posteriores, era dado a negar esa etapa de su vida o a simplemente no recordarla y así se lo comenté en la segunda carta que le escribí en mi vida hace escasas semanas de esa remembranza. “El pudo ser tu padre”, decía ella entre broma y en serio, “pero me ganó tu papá y me ganó Sarita”. Así como ella en su juventud quedó prendada de ese “piojito güero” para el resto de su vida en calidad de amor platónico, así yo quedé prendado de Dianita, su hija, y a ella escribí mi primer poema en la vida, si se le puede llamar poema a ese infantil fruto de la infatuación sin rima válida, sin métrica, mera ocurrencia, la primera de tantas. Tras la muerte de mi madre en 2009 ese texto, que creía yo solo un resabio de memoria apareció entre sus cosas; ¡lo había guardado como tantas otras cosas mías y de mis hermanas!, coleccionista como era.

De esas colecciones suyas una va guiando el curso de mis lágrimas y sonrisas melancólicas esta vez: su colección de recortes sobre Jacobo, aun cuando la comenzó en sus últimos años y luego de la salida de Jacobo del noticiario 24 horas, buena coleccionista, supo aquilatar lo poco que acopió, porque supo escoger aquellos trozos de información que sintetizaban una historia propia, una historia nacional, una historia mundial. Colección, además, que nosotros, sus vástagos, sabedores de su “devoción”, prohijábamos.

La historia a cuadro
La segunda vez que tuve contacto con Jacobo fue, como muchos mexicanos, mediante la imagen de televisión. Crecí con la televisión. No me entiendo sin la televisión, ese invento que, en la opinión de mi madre y de Jacobo, es de los más fundamentales de la humanidad. Motivo, para mí, de los primeros desvelos. Me recuerdo arrastrándome por el piso luego de haber sido enviado a la cama a dormir para colocarme, según yo, discretamente bajo el sofá y mirar junto con mi madre las noticias. A veces ella se hacía de ojo chícharo, pero más pronto que tarde me llamaba la atención. Así lo recuerdo, un rostro con orejas gigantescas que luego me enteré eran unos audífonos.

Mientras escribo esto, miles de colegas comunicólogos y periodistas en el mundo entero están elaborando el obituario no deseado, narrando la biografía de un hombre atravesado por la Historia, una biografía que él mismo se encontraba redactando y que ignoro, pero supongo, no terminó, como es de esperarse con las notas del día a día. Están haciendo acopio de anécdotas como estas, evitando de algún modo que el olvido comience tan pronto su corrosivo trabajo. Y seguro lo hacen siguiendo los lineamientos transmitidos por su experiencia institucional, a diferencia de mí pues mi estilo, lo sabes bien, lector, no es tan escueto ni directo, aun cuando lo he practicado.

Iniciado en la Televisión
La tercera vez fue cuando tenía yo doce años y formaba parte junto con queridos amigos de la infancia de un staff de televisión de circuito cerrado en mi primaria La Salle Bulevares. Esa vez mi madre tuvo la idea y gestionó con el director, uno de mis segundos padres, profesor Ramón Hernández, la pertinencia de una visita guiada a Televisa Chapultepec. Ella misma tramitó la visita, la que finalmente se realizó en una de las primeras emisiones del programa sabatino de entretenimiento que por entonces, además, conducía Jacobo de forma desenfadada. Recuerdo ese día como si fuera ayer.

Llegamos todos los equipos del staff, en total alrededor de quince muchachos inquietos y ávidos, nerviosos por la experiencia. Mi madre al tanto de la organización. Entramos a Televicentro, esperamos en el pasillo fuera del Estudio 2. Luego de unos minutos que me parecieron horas salió la secretaria de Jacobo para avisarnos que pronto entraríamos a escena. Poco después Jacobo salió preguntando por mi madre, que no era la única mamá que nos acompañaba. La miré, sus ojos brillaban nerviosos. Estaba cerca de su amor platónico, veinte años después de su primer contacto; contacto que él jamás registró si acaso hasta el momento de leer mi carta, si la leyó. Carta que acompañé con ejemplares de mi novela-antología de cuentos Laberinto Bestial 1; semillero de indicios y mi primer poemario Por Causa de un Amar Tal.

Amable, Jacobo dio las instrucciones correspondientes. Entramos al estudio, nos realizó la visita guiada durante el breve espacio del corte comercial: máster, las entre cajas, camerinos, foro. Eso, creímos, era todo. Una visita de tantas como las que organizaba el colegio a industrias chocolateras como La Azteca, museos, etc. Pero no, un miembro de la producción nos pidió que esperáramos y luego, para nuestra sorpresa volvimos al interior del foro. Nos colocaron tras las cámaras, ¡qué grandes comparadas con las de nuestro escolar estudio! Nos pusieron a manejarlas de la mano de los camarógrafos. Tanta emoción hubo que no recuerdo a qué artista estaba entrevistando Jacobo, quien en el nuevo comercial dejó su sitio para acercarse al grupo. “¿Quién está a cargo de estos muchachos?”, preguntó. Mi madre respondió con una tímida seguridad. “¡Venga conmigo, señora! Vengan muchachos, las demás mamás también!” Nos acomodó en un área de luz y volvió a su sitio donde, de vuelta al aire, en vivo, nos presentó como a unas celebridades. Entrevistó brevemente a mi madre y a dos o tres de nosotros. Fin del paseo inolvidable. Fin del que, hasta ahora lo entiendo, fue el principio de lo que soy ahora.

Unas pocas palabras
La siguiente ocasión y última fue luego de mi titulación como licenciado en Ciencias de la Comunicación Social, carrera a la que me cambié tras desertar de ingeniería en Sistemas Electrónicos. Ya trabajaba yo en Televisa, donde me inicié, como Jacobo, en la radio. Su maestro fue Alonso Sordo Noriega, a quien conoció mi padre; mi maestro ahí fue el productor don Raúl del Campo Jr.

Era el año 1992, tenía poco tiempo de haberme quedado “sin trabajo” aun cuando seguía escribiendo para El Universal mi columna “Paréntesis”, dando clases en el Tecnológico de Monterrey y mi Universidad Anáhuac. El proyecto en cuyo equipo de producción participaba para Cablevisión había terminado. Por consejo de mi madre, otra vez, redacté mi primera carta a Jacobo, elaboré un cuidado currículo, lo guardé entre las páginas de mi tesis de licenciatura y fui una noche a las oficinas de Noticiarios en Televisa Chapultepec, sin cita de por medio, portando mi gafete. Me apersoné con la secretaria de toda la vida de Jacobo y le expliqué el motivo de mi visita: verlo, entregarle mi tesis dedicada al maestro que, sin serlo propiamente, supo hacerme llegar sus lecciones de forma vicaria, mediante amigos colegas, mediante la pantalla y su forma de trabajar disciplinada, ejemplar, humana, precisa, cuidada, respetuosa, rigurosa, divertida, audaz. Esperé alrededor de una hora porque estaba él redactando y organizando el noticiario, que es la forma correcta de mencionar los espacios dedicados a las noticias por contraste con “noticiero”, que es la persona que da las mismas, aunque modernamente se han fundido en un solo concepto, en parte por causa de don Pedro Ferriz Santa Cruz y Jacobo Zabludovsky y otros periodistas de su talla, ya también desaparecidos.

En el ínterin saludé a Heriberto Murrieta, a quien ya conocía porque fue novio de una compañera de la universidad y por medio de esa relación nos dio una plática en los estudios de televisión de la facultad de Comunicación. Saludé también de lejos a Lolita Ayala. Me encontré con algún condiscípulo de la preparatoria que ya laboraba en el equipo de redacción, en el turno de noche.

Finalmente me recibió en el camerino que tenía al lado de su oficina. Vestía una camisa a cuadros y un pantalón caqui de Terlenka. Lo estaban maquillando. En un gancho en la pared colgaban un saco oscuro, una camisa a rayas y una corbata negra. Charlamos unos minutos apenas. Le expliqué el motivo de mi visita. Le expresé mis respetos, pero no me atreví a pedirle trabajo. Él, al ver mi currículo, lo comprendió, pero comprendió también mi obnubilación. Me miraba con sus ojos gachos de una claridad prístina que se sumaba al reflejo de sus gafas. Su cabello más naranja que amarillo brillaba perfectamente acomodado. Las pecas de su tez blanca rosácea iban confundiéndose con el maquillaje con cada aplicación. Le expuse mi afán tras la redacción de mi tesis como una obra no nada más para cumplir un trámite sino con una visión más ambiciosa, como una obra teórica susceptible de veras de sentar huella y precedente como otrora llegaran a hacer trabajos recepcionales de autores como Samuel Ramos, o incluso los grandes pensadores del siglo XIX cuyas tesis sentaron cátedra de una vez y para siempre en la cultura occidental. Jacobo escuchaba atentamente, paternal. Cerca del momento de dirigirse al foro se levantó y con particular cortesía me despidió deseándome suerte en mis emprendimientos.

Aquí termina mi historia con Jacobo; o quizá en verdad comenzó. Porque entonces hice conciencia del peso del personaje en mi formación como individuo. México y el mundo los vi en gran medida, para bien y para mal, pésele a quien le pese, a través de los ojos de Jacobo Zabludovsky que fue mucho más que solo un periodista, un reportero de 24 horas. Fue el inventor del formato de dos columnas de los guiones de televisión, basado en los guiones que ya hacia la década de los sesenta se usaban comúnmente para la creación de audiovisuales. Un formato hoy conocido como “latino”. Introductor de los teléfonos en los foros noticiosos como un elemento adicional de la oportunidad informativa. Y como esto, Jacobo es, ya, un largo etcétera sin el cual no se explican la televisión, el periodismo en México.

Testigo de la historia nacional y mundial, Jacobo deja uno de los más importantes legados para las generaciones actuales y venideras. Legado que incluye los vituperios y detracciones, la mayoría infundados por partir de un conjunto de prejuicios. Su labor, su influencia ya eran motivo de estudio cuando yo estaba en la universidad así desde la perspectiva crítica de la academia, como desde el punto de vista de una opinión pública que él, fundamentalmente, ayudo a construir.
Como muchos de su generación construyó el significado del día a día en la medida de sus posibilidades, de sus limitaciones, a veces a contrapelo de la censura gubernamental, capotéandola como al buen toro de lidia empeñado en embestir con furia al torero distraído para cogerlo en falta y aniquilarlo, como sucedió con Excelsior.

En los tiempos de Jacobo, él era —como seguirá siendo— la referencia básica, el lugar común incluso para sus detractores. Y esto, curioso, contrario a su intención y costumbre creativa de no caer en los lugares comunes.

La última emisión del noticiario “De una a tres” que condujo Jacobo el martes 23 de junio de 2015 me preocupé. Al hombre apasionado por el tango, los toros, París, Madrid, Buenos Aires y el Centro histórico de la Ciudad de México, cuyo bolero predilecto era “Cenizas”, se le escuchaba notablemente cansado, apagado. Pensé lo peor, pero como el tiempo no pasaba por Jacobo y era legendaria su fortaleza que lo llevó a vencer dos veces al cáncer, me pareció inimaginable su ausencia.

Hoy, Jacobo ya no estará. Enterró a casi todos sus amigos; y tuvo muchos. Y eso me hace mirarme en el espejo de mi radical soledad mientras resuena el eco de las memorias hechas cenizas: “El periodista no debería ser motivo de noticia, excepto el día de su lamentable muerte” llegó a decir, según recuerdo, un poco con ánimo crítico respecto de aquellos colegas que, ya por vanidad o por circunstancias de la vida fueron o hemos sido envueltos como actores voluntarios o involuntarios de la noticia. Empieza entonces el ejercicio de la revisión para quienes seguimos de un modo u otro sus pasos por ese “Caminito” que hace de la vida tango memorable por el cual “Volver” al centro de la merced de lo que “Uno” es.


Fallece el Compositor Roberto Cantoral

Buen reportaje, no tengo nada más que añadir.