Un día antes

junio 05, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Foto: Cuartoscuro. Fuente: Animal político.

DICE Lorenzo Córdova, titular del INE: el fraude está acotado y yo no puedo estar más de acuerdo como ex funcionario de casilla que he sido por cinco veces (dos de las cuales como presidente). Confío en mis vecinos para tan grave responsabilidad como confío en la autonomía e imparcialidad del INE.

Esta vez no resulté insaculado para formar parte de la mesa. Por una parte, qué bueno, qué descanso. Por otra, qué pena. Sin embargo, se me ha invitado a fungir como representante de partido, aun siendo yo apartidista. Así, estaré presente en la casilla indicada observando, siguiendo de cerca del desenvolvimiento de estas elecciones tan históricas como las de 2018, las de 2000 y 2012.

Reitero mi postura: no está dirimiéndose la democracia vs. la posibilidad de una "dictadura". Lo que está en cuestionamiento es el sistema de partidos, la partidocracia que ha dado ya de sí y está agotada, resultando inservible para la democracia mexicana. Lo que atestiguaremos y protagonizaremos en estas elecciones no será una confrontación entre partidos sino de la ciudadanía, de la sociedad contra los partidos en general.

Y quiero dejar también constancia de mi opinión: yerran los que, sea como simpatizantes de MORENA o como opositores a la misma se cuelgan de la figura presidencial de Andrés Manuel López Obrador para hacer valer sus argumentaciones, vituperios de ida y vuelta, sus divisionismos incluso hacia adentro de sus respectivos partidos. La codicia por el poder los ha cegado a todos. El presidente SÍ aparece en la boleta porque ustedes así lo quieren ver, y muy aparte de las torpezas y necedades o aciertos, así sean pocos, del mismo AMLO. Ese afán de verlo como el paladín enemigo, o de él en ver a los otros como conservadores contumaces, gigantes con pies de barro y aspas como brazos, no nos ha llevado ni nos está llevando ni nos llevará por un camino virtuoso. Todo lo contrario.

Amigos lectores, no pierdan de vista que lo que está en pugna es el poder local, no el federal, aunque así nos lo han querido vender los partidos políticos de toda bandera y factura. No esperen ni apuesten a que se producirá una participación ciudadana masiva, estableciendo récord frente a otras elecciones intermedias anteriores y por más que los votos duros de los partidos acudan de dos en montón a depositar su sufragio. El porcentaje promedio, por mucho que pueda elevarse, no lo hará más allá del 48% por una razón simple: el común denominador de los ciudadanos no entiende esta etapa del proceso democrático, lo local les parece secundario y siguen valorando más la figura presidencial como razón de ser de los destinos de los mexicanos. Otro motivo por el cual aparece por tirios y troyanos la sombra presidencial en las boletas, porque restarle peso en el contrapeso legislativo unos lo toman como afrenta a esa figura y otros lo ven como necesidad imperiosa, cueste lo que cueste.

Estoy seguro de que el Congreso quedará dividido. Que MORENA obtendrá casi la mayoría absoluta, pero con tal margen que se verá obligada a negociar con los restantes partidos al no gozar de la mayoría calificada que es la más importante, como expliqué en un video en mi canal.

Contrario a lo que creen el común denominador de la gente, la democracia no se hizo para dar voz a las mayorías, sino a las minorías; y en una circunstancia como la planteada, los minoritarios venderán caro su voto en el Congreso para la promulgación de leyes. Ya veo a esos mismos partidos hoy de oposición o satélites cobrando sus intereses a una y otra fuerzas con más escaños y curules, para sumarse a las mayorías. Todos tienen su precio y no es necesariamente el relativo a las necesidades de sus supuestos representados dentro del pueblo, como sí entre los representados dentro de los intereses que los impulsaron a ocupar el cargo. Por eso, nada garantiza que las cosas realmente cambiarán de forma muy notable para el siguiente periodo legislativo. No soy pesimista, soy analista y realista. Los datos los tenemos a la vista y basta mirar la calidad de muchos de los candidatos a legisladores, ya no digamos a ayuntamientos y gobiernos locales.

Entre la incongruencia y la conciencia

Seguro se preguntarán algunos, bueno, si así pienso y vislumbro el porvenir cercano, ¿por qué aceptaría yo representar a un partido determinado? Y mi respuesta es sencilla: para estar, atestiguar lo que de otra manera quedaría en el nivel de la especulación. Sí, dirán, también pudiste hacerlo como observador independiente. Lo que no sabe la gente es que los observadores electorales solo pueden estar durante unos pocos minutos, sin intervenir, en las casillas que visitan durante el periodo de emisión de votos. En cambio, los representantes de partido, además de vigilar el proceso y que transcurra conforme a la ley, registran y reportan de manera constante las irregularidades e incidentes que pudieren suceder.

Mi afán reporteril, aquí, justifica mi presencia. Por supuesto que, estando en la representación de un instituto político, como cuando fui funcionario, mi comportamiento será eminentemente institucional: como funcionario lo fui en tanto árbitro, haciendo valer el proceso en sí mismo; ahora, aunque mis inclinaciones personales y civiles puedan parecer incongruentes, la misión será cuidar y hacer valer el voto hacia el partido representado, sin ánimo de generar conflictos, respetando a la autoridad, señalando lo injusto y lo extraordinario, validando lo correcto.

Estar de ambos lados de la mesa será sano para tener el panorama completo de cómo se preparan los partidos para estos momentos, para no quedarme como antes con el solo dicho de los actores; y del contraste con las experiencias previas seguro hallaré conclusiones interesantes.

Por lo pronto, una primera que me queda clara es que los partidos no confían en los ciudadanos, fuera de aquellos que les son simpatizantes o militantes. Siembran la suspicacia de que, incluso por la pandemia, pudiera un ciudadano ceder a la tentación de "vender su voto", y los partidos (todos) están dispuestos a comprarlos y trazan artimañas para, en el medio del proceso, justificar conductas por lo menos sospechosas cuando no francamente reprobables, todo en el afán por obtener de la duda sembrada la ganancia efectiva. Así, a sus ojos, de suceder algún fraude este halla su razón de ser en el uso y abuso de las fuerzas políticas de las necesidades de los votantes. O también por causa del recelo, del resentimiento de los mismos, más dispuestos a sumarse al mejor postor. Me parece esa una posición no solo mezquina sino injusta y estúpida de parte de los partidos que siguen menospreciando al electorado como un sujeto manipulable.

Llegando a este punto, también no faltarán los lectores que cuestionarán cuál fue mi precio para aceptar representar a un partido. Y digo pronto que ninguno. Lo hice por convicción y conveniencia personal y ciudadana, sin obtener ninguna paga fuera de los alimentos que me darán esa mañana y esa tarde de la jornada electora, mientras otros partidos darán alimentos y tal vez pago en efectivo, mientras a los funcionarios de casilla, en el mismo tenor que ya viví, percibirán una ridícula dieta de escasos $250 pesos por cabeza o un alimento, a pesar de, ellos y representantes, llevarse la soba de la vida en toda la jornada. ¿Eso no cuenta para valorar a los ciudadanos, vecinos dispuestos a realizar la democracia mexicana? Ahí radica la democracia.

Y seguramente también en este punto te preguntarás si, por aceptar ser representante de partido estaré obligado al menos moralmente a emitir mi voto en favor del mismo. Y también pronto respondo que no, el voto es individual, propio de mí, no es ni inducido ni impuesto ni comprado, ajustado a mi sola conciencia y abiertamente reitero lo que dije en otro artículo: votaré para alcalde en blanco, anotando mi nombre: José Antonio de la Vega Torres, el mismo que les presto a todos si ninguna otra opción les convence; para diputaciones locales y federales anularé mi voto, porque nada ni nadie me obliga a sufragar en favor ni del "menos pior", ni del "malo por conocido que bueno por conocer". Porque esta forma de votar asegura la redistribución estadística y no implica, a pesar de las mentiras de los que gustan de espantar a los incautos con el petate del muerto, que son "votos inútiles" o que serán "destinados" a tal o cual partido, como si se tratara de repartición de tortillas en la mesa. Y quepa decir que, aun cuando no hubiera sido invitado a participar de esta manera, mi voto lo tenía decidido desde antes que comenzara el periodo de campañas.

Un apunte final sobre las líneas últimas del párrafo anterior. No olvides, amigo lector, que:

1) Al dar un voto a un partido específico se lo das a su candidato y por consecuencia a su grupo de legisladores nominales y plurinominales.

2) Cuando das el voto a uno o varios de los partidos que conforman una coalición, das el voto a su candidato común y los legisladores nominales y el voto se reparte proporcionalmente entre los legisladores plurinominales de los partidos favorecidos con el voto, lo que de manera teórica implica un control de la sobrerrepresentación partidista en las cámaras.

3) Al anular o votar en blanco, tu voto no se desvía, no se cancela, no se suma o resta a los otros partidos y candidatos, no se queda como un mero dato estadístico, aunque los oportunistas así lo plantean para incentivar un voto dirigido. Ese voto, dado el caso de resultar mayor puede dar la vuelta a toda la elección en una casilla, un distrito o un proceso entero, abriendo la posibilidad de anularlo partial o totalmente, si hablamos del voto nulo, o abriendo la posibilidad de que un candidato o partido no registrado resulte triunfador a despecho de los registrados.

Entonces, piensa tu voto. No lo emitas ni por miedo, ni por resentimiento, ni por conveniencia, sino en estricto apego a tus razones y afectos.

En fin, ya estaré narrando en este espacio la nueva experiencia, para dejar asentados los hechos en una especie de continuidad autobiográfica.

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