Eso no lo dijo quien tú crees

junio 02, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments


RECIENTEMENTE una amistad me hizo llegar mediante WhatsApp un ensayo que es conmovedor, reflexivo, cosa que siempre se agradece. Se trata de un conjunto de pensamientos que viene circulando por las redes sociales, como Facebook desde hace un año aproximadamente, atribuido de manera falsa al actor británico Anthony Hopkins, por lo que se trata de un bulo. No es que Anthony Hopkins no haya escrito algo, como podemos constatar en su misma lista de lecturas sugeridas en Goodreads, pero no eso en particular. El ensayo se intitula en español "Deja ir a la gente que no está lista para amarte" y en realidad es de la autoría de la joven escritora estadounidense Briana Wiest quien además no aparece en dicha lista de sugerencias del actor y cuyas ideas para algunas mujeres resultan o polémicas, por reaccionarias sobre el papel de la mujer actual, como contradictoriamente tradicionalistas.


La falta de aclaración al respecto de la fuente, la sospecha de que se tratara de un bulo, me llevó no solo a investigar sino motivó este artículo y más: decidir la creación de un blog a partir de un proyecto que barrunté muchísimos años atrás, cuando por mi amor por la lectura y el hallazgo de un viejo libro en mi biblioteca intitulado El Templo de la Idea, junto a otros sobre citas, frases célebres y aforismos, me dediqué a recortar, copiar, fotocopiar, extraer fragmentos de obras diversas de ficción, teatro, poesía, ensayos que llamaban mi atención por su fuerza, puntualidad, filosofía, sensibilidad, para acopiarlos sin catalogar en un juego de libretas y carpetas. Por desgracia dudo que vaya a llevar al efecto dicho blog o tal vez sí me anime, aún dudo y explico enseguida por qué.

La idea no es nueva, claro. Pero, lo nuevo está en que, de hacer ese blog, yo procuraría asentar de modo especial al autor o autores y la fuente de donde tomaría el aforismo o fragmento, tan cortos o largos como pudieren ser. Por supuesto, la labor se antoja exhaustiva, titánica y lo ha sido y seguirá siendo.

Por supuesto, en Internet encontramos ya muchos sitios web y blogs en forma de catálogos de aforismos. ¿Sería el mío uno más? Quizás, pero tendría esa mínima y gran diferencia ya descrita que, hasta ahora, no he hallado en ninguno. ¿Por qué lo escribo conjugando en condicional? Pues, de realizarlo, lo más probable es que me pondría en más riesgo de lo que podría suponerse; aunque, al no ser un bloguero muy solicitado, o eso creo, igual paso desapercibido hasta para los algoritmos.

Los derechos de autor, entre la atribución desprendida y el mercantilismo

Si bien hace tiempo hay una especie de reacción negativa de algunos académicos hacia la utilización de aforismos, en parte esta se explica por lo mismo que ahora y desde hace unos años vengo haciendo en defensa de los autores (#defensadelautor) todavía más que del derecho de autor, en el sentido de respetar la razón originaria de una idea y un pensamiento concretos mucho más que en el sentido mercantilista al cual ha derivado ese derecho, sentido que, lo he expresado abiertamente, execro inclinándome más por el derecho del uso común o copyleft por contra del copyright, sin que ello menoscabe el usufructo de los beneficios y regalías que en derecho corresponden al autor original, de nuevo, sin que ello implique tampoco medrar de cualquier manera incluso por el mismo autor codicioso y acaparador (sea un individuo o una firma editora o productora). Al final, cuando uno es autor lo que busca es que su obra se difunda, dejar algo en la mente, sentidos y memoria y vida de los otros que tienen a bien atender lo que uno crea. Por supuesto que también ganar y vivir de ello honestamente; pero, mezquino sería uno de estar reclamando propinas por cada mirada. ¡Ni las teiboleras!

Por esta última razón no haría el blog, porque no me expondría yo a una o muchas demandas de autores, agentes, abogados, organizaciones, empresas filmadoras, productoras, editoras, plataformas periodísticas o de estriming, medios en general señalándome de falsario, difamador, oportunista, descontextualizador, desvirtuador, matarife literario o, peor, jifero metodológico con eso de que ya ahora hasta existen programas de computadora y algoritmos para determinar cuando un texto, una obra, incurren en presunto plagio.

También por esa misma razón en muchos de mis artículos y publicaciones en estos Indicios Metropolitanos he optado por incluir una bibliografía y ser cuidadoso con que los vínculos sean evidentes, prístinos en tanto referencias, aun cuando puedan derivar a sitios dudosos o relativamente inseguros.

Esa maldita manía de algunos lectores; ¡honor a quien honor merece!

Volviendo al caso que nos ocupa, no es la primera vez que escribo sobre el tema del plagio ni en defensa de los autores. Ahí están, en el tiempo y con distintos enfoques en el contenido, mis artículos:

        ▶ ¡Que me plagien! (primera y segunda partes)
        ▶ Una metodología para el autoplagio

No es por lo mismo la primera vez que señalo el hecho del abuso o tontería de los lectores, famosos o incluso editores, y por supuesto escritores —no estamos exentos— de atribuir textos de unos a personalidades diversas, a veces por ignorancia, a veces con mala intención, a veces por simple estupidez, ocasionando o admiración en el vulgo hacia el orador como un "ilustrado" o sorna hacia el mismo por razón contraria, como le pasó al presidente Enrique Peña Nieto, o una confusión creciente.

Ejemplos sobran de poemas, cuentos, ensayos atribuidos digamos a Jorge Luis Borges ("Instantes", "Valgo", originales de Nadine Stair; "Dime", original de Gustavo Alejandro Castiñeiras, título original: "Poema de un Recuerdo"; "Con el tiempo" o "Después de un tiempo" o "Carta a un amigo", original de Verónica Shoffstall y también atribuido a William Shakespeare y a otros), Gabriel García Márquez, Mario Benedetti ("No te rindas", original de Guillermo Mayer) y un largo etcétera.





En ocasiones los autores originales se han enterado y no le toman importancia, en otras se ofenden con justa razón y en ocasiones han llegado a la demanda legal. Los fallecidos y los clásicos poco tienen qué decir en su defensa a no ser mediante los académicos o las editoriales que resguardan en exclusividad los derechos de regalías. Pero, también estos, a veces, se han prestado a inducir la confusión con sus especulaciones, inexactitudes y lucubraciones alrededor de, por ejemplo, textos inéditos o probables falsificaciones, o por motivos mercadológicos y publicitarios.

También ocurre que a las personalidades a quienes se atribuyen ciertas cosas sin ser suyas, lo toman como una puntada menor y hasta agradecen con ironía o gratitud que les atribuyan obras, dichos, hechos que pueden estar gozando de mayor popularidad que su obra original. Así hizo García Márquez cuando se enteró que le achacaron el poema "Marioneta de Trapo" original del ventrílocuo mexicano Johnny Welch. Claro, no faltan los que ya en el colmo de la inopia intelectual o falta de curiosidad optan hasta por catalogar obras conocidas como anónimas o de "dominio público" o le dan valor apócrifo (solo porque es muy socorrido).


Pero, la necedad de muchos internautas o incluso intelectuales y críticos literarios en insistir en el afán por compartir estos contenidos equívocos, si por una parte abona a que se lea más y se aprecie la literatura, se consuma más contenido de calidad, por otro abona, como bola de nieve en avalancha, a la distorsión y por tanto a la ignorancia, por no decir que a la falta de respeto hacia los autores, tanto los originales como los atribuidos, a los primeros porque los ningunea tal actitud del público imbécil, a los segundos porque los honra y ensalza inmerecidamente, llevándolos a hacer en el imaginario colectivo caravana con sombrero ajeno.

¿Indignarse? No creo que haya motivos. No hay que olvidar que, a pesar de todo, como lo muestra un ejemplo citado más arriba, hay personas a quienes la lectura de "Instantes" ha llevado a descubrir Ficciones. Quizá la historia de la literatura sea la historia de algunos grandes errores de lectura. [...] El problema es que la crítica literaria no obedece a la lógica binaria: poder afirmar que un texto no es de Borges no es haber probado que su autor es Nadine Stair. Así, los "stairistas" no han mostrado mayor rigor intelectual que los "borgistas" (ALMEIDA, 2001).

¿Qué hacer? Simple, dudar, investigar, verificar y respetar las fuentes. Así como he hecho ahora. Cuando se conoce el estilo de algún personaje en su obra, es relativamente fácil darse cuenta si algo que se le atribuye es o no verdad. Y la verdad siempre sale a flote, tarde o temprano. Y esto que aplica para las citas y aforismos, aplica también para las noticias falsas hoy tan llevadas y traídas con singular alegría y credulidad por parte de los usuarios de las redes sociales, los móviles, los mensajeros, incluso las citas entre políticos; para los descubrimientos científicos, las patentes de inventos (ejemplo, el teléfono), etc. Pues ese constante llevar y traer citas se presta para la desmemoria o la desvergüenza, como es el caso de la frase sobre el presidente de México Andrés Manuel López Obrador "AMLO es un peligro para México" expresada en algún momento y atribuida a Manuel Espino, quien a su vez ¿avergonzado? se deslindara de la misma y la atribuyera al experto en Relaciones Públicas asesor del entonces candidato Felipe Calderón Antonio Solá (por cierto, Calderón confirmó la autoría en una charla con el publicista Carlos Alazraki).

Lo único peregrinamente cercano que podría ligar al actor Anthony Hopkins con las ideas contenidas en el ensayo motivo de este que ahora lees, amable lector, es que en alguna entrevista de 2016 acerca de su participación en el filme Premonición, Hopkins refirió haber sugerido a la producción incluir en el guion un poema alusivo al tema de la muerte y el desapego escrito por el sacerdote jesuita y poeta británico Gerard Manley Hopkins intitulado "Eco plomizo" y que el tema, de alguna manera marginal surgiera de nuevo tras diversas afirmaciones del actor o críticos de su trabajo o entrevistas tras haber recibido otra vez el Óscar ahora por su trabajo en el filme El Padre.

Sea como sea vale traer a cuento la conclusión a que llega José Antonio Tejada:

Mientras la información fluye, el conocimiento permanece. Como reza el título de una obra que recoge las conversaciones que en torno a su pasión bibliófila mantuvieran Umberto Eco y el dramaturgo Jean-Claude Carrière, «nadie acabará con los libros». Y a estos deberíamos recurrir (sean digitales, físicos, o vivientes   —como pasaba con los libros parlantes de Fahrenheit 451 [de Ray Bradbury, aclaro; o la enciclopedia holográfica de la biblioteca futurista de La máquina del tiempo de H. G. Wells, agrego]—), o, en general, acudir a información confiable y legitimada en términos académicos, antes que al rumor que con irresponsabilidad juguetona se transforma en autoridad  —una autoridad inaudita— en la idolatrada Internet (TEJADA, 2018). 


Referencias

◾ ALMEIDA, Iván. "Jorge Luis Borges, autor del poema 'Instantes'"  Borges Studies Online. On line. J. L. Borges Center for Studies & Documentation. Internet: 17/06/01 Recuperado el 1 de junio de 2021 de http://www.borges.pitt.edu/bsol/iainst.php.

◾ TEJADA Sandoval, José Antonio. "Pobre Borges, o de la literatura en la era digital". Universidad Privada del Norte. Perú. Recuperado el 1 de junio de 2021 de https://blogs.upn.edu.pe/estudios-generales/2018/07/19/pobre-borges-o-de-la-literatura-en-la-era-digital/


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