Apostillas preelectorales para las intermedias de 2021
ERA DE LA OPINIÓN... de que todo iba mal y podría ir peor, sin embargo...
Aun a despecho de algunos de quienes me hacen la deferencia de leer las cosas que escribo y que tienen a bien seguir mis publicaciones y compartir sus comentarios y contenidos que consideran de interés común dentro del grupo de este blog en Facebook, estoy consciente de que mantener o procurar una postura relativamente neutral, objetiva se antoja casi imposible. Sin embargo, en Indicios Metropolitanos trato de hacerlo con base en un análisis crítico serio de la información y las opiniones seleccionadas por un servidor para difundir entre y desde ustedes, en el afán de formar un criterio sensato, modesto, equilibrado, fundado en las voces más disímbolas.
No siempre estoy ni estaré de acuerdo con ciertos dichos y hechos, y así lo he expresado sin ánimo de erigirme en sabihondo, no sea que hasta el presidente Andrés Manuel López Obrador me tache de lacra intelectual como ha hecho con algunos muy reconocidos y respetables colegas y escritores de aquí y allá, solo por contradecirlo, ejemplo más reciente es el insigne Gabriel Zaid. Este "no sea", no significa sin embargo un temor al poder o al qué dirán, sino en todo caso irónica prudencia más para no faltar al respeto a quienes, con todas sus razones, pudieran sentirse heridos en sus particulares susceptibilidades, inclinaciones, preferencias, gustos, pensar y sentir y disentir.
Hoy, por ejemplo, leo el artículo intitulado "AMLO, el 'dictador' que no reprime, no asesina y no desaparece" escrito por Alejandro Cardiel Sánchez dentro del portal de la revista Polemón y no puedo sino coincidir, así sea parcialmente con la mayoría de lo dicho, aunque preciso hacer algunos matices. Primero, cito. Dice Cardiel:
En 2018, los mexicanos elegimos cambiar de régimen. Andrés Manuel López Obrador llegó a la presidencia con una votación histórica. Los cambios que ha venido trabajando responden a las necesidades y los anhelos de la mayoría de la población. Las encuestas elaboradas por los medios afines a los regímenes anteriores le siguen reconociendo un apoyo superior al 50%.
Eso como toda la relación que precede en su artículo es indudable, incuestionable, irrebatible. Pero, en otra parte afirma:
Los procesos democráticos son complejos y de largo aliento. Como ciudadanos podemos equivocarnos, tal como lo hicimos con Fox o con Peña Nieto. También podemos rectificar el camino y dar un golpe de timón tal como sucedió en 2018 [y en 2000 y en 2012, añado yo]. ¿Nos equivocamos al haber elegido a López Obrador como presidente? Mi opinión personal es que no. Sin embargo, será la historia y el tiempo los que nos permitirán ver este momento en perspectiva [corrección de estilo mía].
La pregunta está en el aire y las elecciones del próximo domingo serán una respuesta inequívoca a tal pregunta, muy independientemente de los resultados, pues es sabido que el porcentaje de participación en intermedias no rebasa el 46% (como señalé en mi artículo "Políticos mostrencos", por si no lo han leído ya).
A las urnas no deberemos ir pensando en esa pregunta concreta, a diferencia de lo que piensan unos y otros. No es el cargo de presidente lo que está en sufragio, sino cargos de representación popular, legislaturas, cuando mucho gubernaturas y alcaldías, es decir poderes locales. El poder ejecutivo federal no está en la palestra ni en la boleta a no ser de manera indirecta mediante la tramposa sinécdoque publicitaria de "ya sabes quién", ni en estos últimos casos de gobernadores y ediles. No es una dicotomía entre democracia y dictadura, por mucho tremor paranoico y suspicacia que susciten las estupideces del actual gobierno y la tozudez del presidente en algunos miembros de la atolondrada oposición. Tampoco está a escrutinio la permanencia del ejecutivo ni el enjuiciamiento de los ex presidentes, aunque se la "consulta popular" para revocación de mandato sigue agendada para el 21 de marzo de 2022 en vez de la proposición original de que se efectuara a la par de las elecciones del 6 de junio de 2021. Tampoco ha de confundirse con la consulta ciudadana sobre el posible juicio a ex presidentes y cuya pregunta modificó la Suprema Corte de Justicia, consulta que se pospuso para realizarse el 1 de agosto de 2021. Lo que está a examen es el sistema de partidos, la partidocracia.
Al marcar en la boleta nuestra decisión, esta habrá de basarse en razones democráticas, pragmáticas, mejor que en resquemores sociales o políticos, o en temores quizás infundados o no. No votaremos por un individuo concreto, ni por un grupo de personas, sino por la permanencia o transformación (aquí sí) de un sistema de partidos que, ya está más que claro, dio de si hasta el hartazgo. Esta elección puede definir, entonces, el final o casi de la partidocracia y enfilarnos hacia la simiente de un sistema más bien parlamentario, tal vez de corte socialdemócrata.
Tras el análisis de la información y muy aparte de la más reciente encuesta efectuada por diversas firmas estadísticas, incluidos los sondeos de medios como el diario Reforma en conjunto con Latinus, estoy convencido de que MORENA no obtendrá mayoría en el Congreso. Pero, es necesario matizar y comprender a qué mayoría me refiero pues hay dos conceptos que aplican en este tema: la mayoría absoluta y la mayoría calificada.
Nuestras leyes definen mayoría absoluta:
Porcentaje de votación correspondiente a la mitad más uno de los integrantes de alguna de las cámaras del Congreso de la Unión al momento de tomar una decisión o realizar una votación.
También pueden considerarse las siguientes acepciones para ampliar el sentido del término: 1) es la suma de más de la mitad de los votos emitidos en un mismo sentido, cuando se opta entre dos propuestas; 2) es la mitad más uno de los votos que se diferencia directamente de la mayoría simple; 3) es aquella que se consigue con más de la mitad de los votos de los integrantes que componen la sesión; y 4) significa tener el 50 por ciento de una votación más uno.
Nuestras leyes definen mayoría calificada [énfasis mío]:
Es la que exige un porcentaje especial de votación. En el Congreso mexicano ésta corresponde a las dos terceras partes, cuando menos, de los legisladores que se encuentran presentes en el salón de plenos de alguna de las Cámaras del Congreso al momento de tomar una decisión o realizar una votación. Considerando que la Cámara de Diputados está integrada por 500 legisladores, se requieren 334 votos para alcanzar una mayoría calificada —o un número menor, según el total de asistentes a la sesión—; en la Cámara de Senadores se requerirían 85 de 128 legisladores para lograr dicha mayoría, variando el número en función de los senadores presentes en la sesión de Pleno.
En general, se considera mayoría calificada a aquella donde se exigen porcentajes especiales de votación, como dos tercios o tres cuartas partes del número total de votos o votantes. Su significado se explica en la necesidad de ampliar el consenso entre las fuerzas políticas integrantes, que vayan más allá de la simple mitad más uno de los votantes, sobre todo cuando se trate de determinadas reformas legales o asuntos trascendentes, donde se requiera por su importancia un apoyo considerable del cuerpo que integra un Parlamento o Poder Legislativo.
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