Escuela para gobernantes

junio 24, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments


EN LA HISTORIA DEL PAÍS (sin ser el único caso) hemos tenido de todo en puestos públicos. Durante años, sobre todo el siglo XIX y la primera mitad del XX, abundaron los administradores, administradores públicos y sobre todo abogados, contadores, escritores, clérigos, periodistas, sin olvidar militares y médicos, maestros, algunos de ellos hechos sobre la marcha: Benito Juárez, Porfirio Díaz, Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas, Belisario Domínguez, Ignacio Ramírez "El Nigromante", Agustín Yáñez, Salvador Díaz Mirón, son solo unos cuantos de la larguísima lista que podría citarse. ¿Qué sabían ellos de gobernar, de interpretar una ley, administrar proyectos públicos, sino solo lo que el sentido común les dictaba en sus respectivas épocas y oportunidades? Y sin embargo nos legaron el país que tenemos, con sus fortunas y sus sinsabores.

Aspirantes a gobernar

De todos los que podríamos enlistar solo dos fueron preparados desde la infancia para ser gobernantes. Uno fue hecho a un lado por la conquista y en su momento rechazó aliarse con los conquistadores, aunque su descendencia ha sido amplia y fructífera. Me refiero a Moctezuma II. El segundo fue Maximiliano de Habsburgo.

A partir del segundo tercio del siglo XX se sumaron otras profesiones al servicio público, ya fuera desde el activismo, como meros empleados burócratas, gestores o, para recordar a Rodolfo Usigli, como extensionistas de las políticas de gobierno: agrónomos, normalistas, ingenieros de diversas especialidades, economistas, sociólogos. Andrés Manuel López Obrador es sociólogo, y en su juventud fue criticado por ser un fósil en la UNAM y titularse tardíamente y su preparación y práctica nunca fueron de gobierno hasta que consiguió ser Jefe del Distrito Federal.

Así como no hay escuela para padres, nadie nace sabiendo y las universidades solo proveen las bases "elementales" de conocimientos que luego la experiencia y solo ella va matizando junto con los intereses, gustos y habilidades personales en la aplicación práctica. Así que mucho de lo que se hace en la experiencia cotidiana de gobernar, de ejercer la política y administrar lo público recurre al sentido común (aun si se trata del sentido común de unos pocos privilegiados, corruptos, oportunistas, narcisitas y acomodaticios). La clave no está tanto en los conocimientos —sin que por ello los menosprecie, todo lo contrario—, sino en la astucia, la inteligencia, la sagacidad y sensibilidad de los actores económicos, sociales, políticos no nada más para aprovecharse, sino para incidir en beneficios concretos para la colectividad.

Ronald Reagan era actor como lo es Rocío Banquells y gobernó al país más poderoso, y en su tiempo nadie daba un dólar por él. Como ya planteaba Denis Diderot en la época de la Ilustración: hay dos clases de hombres, los actores y los espectadores. Políticamente hablando y trayendo a cuento los inicios de la democracia, los primeros son los que gobiernan los quehaceres, los segundos quienes disfrutan o padecen sus efectos.

La maldita y estúpida meritocracia nos ha querido imbuir el cerebro por generaciones con la idea de que obtener un título de grado académico o un cargo ascendente justifican una carrera y un desempeño; pero, la experiencia nos demuestra que ello no garantiza ni la inteligencia, ni la capacidad, ni la perspicacia de los legisladores y gobernantes y funcionarios públicos (como tampoco en el ámbito privado) al momento de la toma de las decisiones que determinan el curso y destino de una familia, una organización social o empresarial o una nación. No es un asunto de género, raza o condición o clase sociales.  Y si las leyes son sujetas a interpretación no es sino por los resquicios que la voluntad política, la impericia o la perversidad lingüísticas provocan en su posibilidad de aplicación y no solo lectura comprensiva.

La aspiración radica en el querer tanto como en la necesidad

Los países, como los individuos, también tienen vocaciones, pero nadie se ha detenido a clarificar cuál es la vocación de México o de China para su inserción en el concurso de las habilidades y cooperación planetarias.

Por mucho tiempo fuimos educados para ser "empleados" (eufemismo moderno para referirnos a la esclavitud institucionalizada y permitida), luego, al no ser eso suficiente para satisfacer nuestros afanes y necesidades, introdujimos la idea de preparar a las generaciones nuevas para "emprender" en un mundo donde las oportunidades de competencia se han vuelto absorbentes, agresivas, aniquilantes. Pasamos de la sociedad de la erudición a la de la especialización cada vez más atomizada y por lo mismo anquilosada; transitamos de la administración de bienes a la administración del conocimiento, de la burocracia a la opinioncracia (concepto que acuñé en este blog Indicios Metropolitanos) en los límites de la infosfera. Hoy hay agrónomos que son excelentes comerciantes, abogados que son grandiosos administradores, médicos conformes con conducir un taxi, hombres y mujeres pervertidos por la necesidad o la ambición que acaban prostituyéndose, corrompiéndose a sí mismos y a otros, científicos felices de ser "obreros de la educación", etcétera.

Pues lo mismo pasa en política, donde todos buscamos, aspiramos ejercer y ejercitar nuestros derechos, pero no nuestras obligaciones; mamar del presupuesto, eludiendo las correspondientes imposiciones que implica la reciprocidad entre gobernantes y gobernados. Ese inalienable derecho a votar y ser votado empieza a mostrar su rostro pervertido como otros derechos que hemos llevado al extremo y aquí y así sufrimos las consecuencias. Todo por qué, por vivir de supuestos, de apariencias, de percepciones como Narciso.

El confusionismo amloísta que no es confucionismo

Tras las declaraciones recientes del presidente Andrés Manuel López Obrador señalando a la clase media mexicana como el nuevo villano de la película, como el autor de las derrotas del partido MORENA en las elecciones del seis de junio de 2021, una palabra quedó clavada en la palestra y en el ánimo de los mexicanos como uno más de los adjetivos divisionistas, sumándose a "chairos", "fifís", "liberales" y "conservadores" que han conformado el provocador léxico lopezobradorista.

La palabra "aspiracionista" no existe como tal en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua. Sin embargo, se trata de un vocablo adjetival construido con el verbo "aspirar" para el que el DRAE anota en sus connotaciones quinta a séptima: 

5. tr. desus. inspirar (‖ infundir afectos, ideas, etc.).

6. intr. Desear o querer conseguir lo expresado por un complemento introducido por a. "Aspira A una vida mejor" (por ejemplo)

7. intr. desus. Alentar, respirar.

De ninguna manera tiene una connotación directa de corte negativo.

Aún más. La palabra está compuesta con el sufijo -ista que también el DRAE recoge a partir de la etimología con las siguientes acepciones:

1. suf. Forma adjetivos que habitualmente se sustantivan, y suelen significar 'partidario de' o 'inclinado a' lo que expresa la misma raíz con el sufijo -ismo. Comunista, europeísta, optimista.

2. suf. Forma sustantivos que designan generalmente a la persona que tiene determinada ocupación, profesión u oficio. Almacenista, periodista, taxista.

Así, en estricto sentido, la palabra no tiene un valor negativo. El valor, sin embargo, puede cambiar por virtud de los elementos metalingüísticos que rodeen a la palabra empleada. Y en este caso ha sido claro el tono peyorativo, despreciativo, denigrante usado por el presidente López Obrador con base en un claro prejuicio que pervierte el significado de la palabra con base en, eso sí, mezquinas experiencias que algunos individuos o grupos (no necesariamente clasemedieros como el mismo presidente es) pudieran haber tenido o los mueven.

El mismo presidente luego trató de matizar, llevando por las ramas una discutible filosofía moralina acerca de la construcción de una "nueva clase media" más solidaria, humanista (siempre confunde el término con "humanitario", ya lo he escrito varias veces aquí y en redes sociales) y en cierto modo más dúctil con base en el conocimiento acrítico de la información oficial o crítico solo respecto de lo contradictorio frente al discurso del poder (excluyendo cómodamente al poder presidencial).

Ese señalamiento, en esos términos y tono hacia quienes conforman el 70% de la población mexicana y cuya mayoría le dio indiscutiblemente su voto de confianza para hacer gobierno, hoy ofende en tan torpes declaraciones.

Los matices posteriores hechos por el presidente Andrés Manuel López Obrador caen en el equívoco al enfatizar al "neoporfirismo" como causal de todos nuestros males. Esos matices, extraídos de su libro Neoporfirismo: hoy como ayer, abrevan y pretenden actualizar los planteamientos del economista don Jesús Silva Herzog (padre del hoy acérrimo crítico del presidente, Jesús Silva-Herzog Márquez) expuestos en un ensayo intitulado "Porfirismo y Neoporfirismo" donde el autor Silva Herzog desmenuzó las analogías entre el porfirismo y lo que, como bien destacaron en 2013 Pedro Salmerón Sanginés en La Jornada y antes, 2001, Lorenzo Meyer en Letras Libres. décadas antes el historiador don Daniel Cosío Villegas acusó como "neoporfirismo" y de cuya lectura se desliza una peregrina idea de lo que subyace en el planteamiento de el multimentado y opaco concepto de la "cuarta transformación":

La historia contemporánea de México puede dividirse en tres etapas: la Revolución, los Gobiernos revolucionarios de Venustiano Carranza a Lázaro Cárdenas y el Neoporfirismo que apenas se inicia con Ávila Camacho y se consolida desde el gobierno de Miguel Alemán hasta el de Gustavo Díaz Ordaz.

Las tesis porfiristas fueron la consolidación de la paz, bien supremo anhelado por todos los mexicanos; orden y progreso; poca política y mucha administración; y pan o palo, lo primero para los amigos y lo otro para los enemigos [...] En el Neoporfirismo la palabra "paz" se sustituye por estabilidad y "orden y progreso" por desarrollo estabilizador" [...] La tesis de poca política y mucha administración despolitizó al pueblo mexicano [...]

Hoy AMLO el provocador aspira a repolitizar al pueblo mexicano. Lo pretendió desde sus primeros ejercicios de aspiración al poder como un egresado más de las amplias filas de la clase media tabasqueña en su momento perjudicada tanto como beneficiada por Pemex. No vive nada más en el pasado, como algunos creen, ni sueña con una utopía petrolífera. Experimenta, como reza el bolero ranchero, los efectos de "un mundo raro" donde a esas tres etapas que él mismo trastocó para argumentar tres momentos de la historia mexicana: la Independencia, La Revolución y El 68, quiere añadir una secuela sin aclararnos cómo la vislumbra en esa cuarta transformación. Habla de un código moral, de una clase media nueva "más fraterna, más humana y más solidaria". No niega querer que exista una clase media, pero la quiere, y es noble pensamiento, más amplia y en la que se sumen:

[...] millones de mexicanos que mejoren sus condiciones de vida y trabajo, pero que también no dejen de voltear a ver a los desprotegidos, y que no le den la espalda al que sufre y que además estén más conscientes y politizados para que resistan campañas de manipulación; que no sean presa fácil de la manipulación que orquestan y llevan a cabo los grupos de intereses creados.

Pregunto, ¿en esos grupos de intereses creados AMLO incluye al gobierno mismo con sus mañaneras, sus personeros y lambiscones?

El presidente, con sus decisiones y ocurrencias y necedades está consiguiendo lo contrario, borrar la clase media que ya venía desmoronándose, desdibujándose por efectos del neoliberalismo y, en cambio, ha ampliado la base de pobres con una clase media depauperada. Su paternalismo gubernamental y demagógico requiere justo eso, más manos estiradas y en apariencia agradecidas como el perro domeñado.

El confucianismo se centra en los valores humanos como la armonía familiar y social, la piedad filial entre la bondad y el humanitarismo, y construye un sistema de normas rituales que determina cómo una persona debe actuar para estar en armonía con la ley del Cielo. El problema del lopezobradorismo y por extensión del morenismo es que confunde la doctrina de Confucio, con las aspiraciones evangelistas. Y en el proceso de administrar las ideas extravía el código y los principios, optando por decisiones planteadas como progresistas en el discurso, pero que resultan retrógradas en la aplicación pragmática dentro de un contexto mundial, global y nacional. No se trata solo de la economía, imbécil, diría el clásico, sino ahora se trata de muchos más factores que rebasan las tesis de un sociólogo e historiador trasnochado.

Puedo comulgar y acompañar al presidente, al hombre que es AMLO en el trasfondo de sus nobles ideas y aspiraciones, pero sus decisiones y orientación, y las lecturas que sus comparsas hacen terminan pudriendo la digna, loable nobleza de sus sueños.

Querer es poder

La definición de AMLO y sus seguidores para "aspiracionista" como:

1. n. masc. y fem. y adj. Persona que ambiciona el poder y el triunfo y hace cualquier cosa por llegar a conseguirlos. Los aspiracionistas solo votan lo que les conviene a ellos, no lo mejor para todos. Es despectivo.

2. adj. Relacionado con la ambición por el poder y el triunfo. La actitud aspiracionista de esos votantes da muestras de su egoísmo.

o sea como quien busca progresar pasando sobre quien sea y lo que sea, describiendo con ello a muchos empresarios y políticos que abusan de los trabajadores y de su poder para someter inclusive gobiernos, y que se cuela en sitios como Diccet.com que pretenden "rescatar" expresiones lingüísticas "actualizadas" (deformadas, opino) por el uso cotidiano ni siquiera empata con lo planteado por la psicología (ninguna de las escuelas y corrientes) en tanto: "Nivel de meta que el sujeto se establece a sí mismo al realizar una tarea determinada", y menos con el planteamiento básico de las necesidades como motivos aspiracionales que determinan ese nivel sin necesidad de que ello signifique una visión darwiniana del hombre (aun siendo un dato fundamental). Tampoco tiene que ver a carta cabal con el concepto de la meritocracia que también ha resultado en formas perversas de asociacionismo que lo mismo pasan por aspirar de forma no nada más discriminatoria sino francamente segregacionista a tener puros graduados en puestos directivos a preferir la honestidad por sobre las capacidades y los conocimientos, como adujo el mismo AMLO, subalternos con "lealtad a toda prueba".

Tampoco tiene que ver (para quienes abrazan el pensamiento socialista, que no comunista, son distintas corrientes) con el planteamiento de Carlos Marx para quien, como explica sucintamente la colega periodista Lucía Liester en una breve reseña:

La clase media estaba formada por quienes poseen algo de propiedad, pero no la suficiente como para poder dedicarse a la explotación de la clase trabajadora. La relación de los pequeñoburgueses —sinónimo, en Marx, de la clase media— con el trabajo es ambivalente. Defiende por un lado la propiedad privada de los medios de producción, pero se opone a los principios políticos de la gran burguesía, partidaria de la liberalización irrestricta, al ser consciente de que es incapaz de competir con aquella. Esta ambigüedad, que se refleja en conflictos internos, reduce el papel de esta clase como actor político.

Esa perversión conceptual, aun cuando señala un comportamiento lesivo de cualquier persona y no único de empresarios de cualquier clase social (que los hay en todas, desde el comerciante informal hasta el potentado) ni de funcionarios públicos (desde el más "humilde" burócrata hasta el propio presidente cuyo sueldo base rebasa el de cualquier clasemediero); esa perversión, decía, proviene de otra confusión. El presidente y quienes siguen su pensar revuelven los rasgos del "narcisista" y los asocian con la idea de ser aspiracionista.

Sin ir lejos, Wikipedia asienta: 

La personalidad narcisista se caracteriza por un patrón grandioso de vida, que se expresa en fantasías o modos de conducta que incapacitan al individuo para ver al otro. La visión de las cosas del narcisista es el patrón al cual el mundo debe someterse. Para los narcisistas, el mundo se guía y debe obedecer a sus propios puntos de vista, los cuales considera irrebatibles, infalibles, autogenerados. Las cosas más obvias y corrientes, si se le ocurren al narcisista, deben ser vistas con admiración y se emborracha en la expresión de las mismas. Hay en el narcisista una inagotable sed de admiración y adulación. Esta necesidad lo incapacita para poder reflexionar tranquilamente y valorar sereno la realidad. Vive más preocupado por su actuación, en cuanto al efecto teatral y reconocimiento externo de sus acciones, que en la eficacia real y utilidad de las mismas. En resumen, las personas narcisistas, aun cuando pueden poseer una aguda inteligencia, esta se halla obnubilada por esa visión grandiosa de sí mismas y por su hambre de reconocimiento. Llama la atención, entonces, cómo muchas personas pudiendo ser exitosas, productivas y creativas, someten su vida a aduladoras mediocridades. Cuando los narcisistas ejercen posiciones de poder, se rodean de personas que por su propia condición son inferiores a él o ella y de otras que le harán la corte solo en función de un interés mezquino. Ellas, drogadas por su discurso auto-dirigido, no son capaces de reflexionar y escuchar lo que el mundo externo les grita.

No es malo ser narcisista. La personalidad narcisista es, en sí misma, una forma de supervivencia. Pero, llevada a excesos se convierte en un serio trastorno.

La personalidad narcisista nace de una violencia, de un terrible trauma, de una herida inferida al individuo en sus primeras etapas del desarrollo o antes, cuando la herida es la madre y ella trasmite al hijo su resentimiento, su dolor, su rabia y su temor. Se refugia, el traumatizado, en su propia imagen de grandiosidad, ello le permite elevar su maltrecha auto-estima y sentirse un poco mejor consigo mismo. Su hambre insaciable de reconocimiento se asila en la admiración y la adulación de quienes lo circundan.

Ahora pregunto, ¿acaso no describe esta definición muchos de los rasgos de personalidad de Andrés Manuel López Obrador visto con toda objetividad? ¿Acaso no describe esta definición muchos rasgos de grupos sociales mexicanos que acumulan en su historia una forma de ser "revanchista", "resentida" por cientos de causas y momentos históricos y de los que, no obstante, se ha levantado hasta colocar al país como una de las principales economías y una nación admirada por otros? ¿No ha sido la clase media la orquestadora tanto de nuestras desgracias como de nuestras revoluciones? Encomenderos, criollos, mestizos, caciques indígenas, líderes sindicales, profesionistas, comerciantes, profesores...

AMLO el noble insensato o el regreso del ogro filantrópico

Lo digo con toda claridad, esto pienso a despecho de los detractores del presidente de quien he sido también muy crítico y quien me ha leído lo sabe: AMLO no esta mal de sus facultades mentales de ninguna manera. Solo es tan narcisista, en su propio estilo, como en su momento lo fueron, Agustín de Iturbide, Antonio López de Santana, José López Portillo o Carlos Salinas de Gortari.

Las aspiraciones de AMLO para dirigir el PRI de Tabasco, de gobernar Tabasco, de gobernar el DF, ser secretario del PRD, llegar a la presidencia y tras el "fraude" hacer la parodia de sí mismo en 2006 invistiéndose con una "banda presidencial" en el Zócalo capitalino para autoproclamarse presidente legítimo y armando un "gobierno alterno", todo eso, ¿no ha revelado algo en el transcurso del tiempo?

En el país de los ciegos (y los hartos y desesperados, añado), el tuerto es rey y uno que anda orondo mostrando su desnudez con invisibles oropeles que sugieren una pretendida austeridad republicana que nos ha costado más de lo esperado (ni siquiera que lo prometido).

Al presidente, no lo dudo, en su espíritu lo mueven causas nobles y eso lo hizo atractivo a los ojos de quienes le brindaron su voto así en 2018 como ahora en 2021; pero, se haya definitivamente perdido en medio de los intereses, incluidos los del narcotráfico que hoy, lo digo con coraje y tristeza ha añadido a nuestra democracia un prefijo para ser vista como una "narcodemocracia".

Nunca mejor que ahora cabe recordar a José Francisco Ruiz Massieu cuando, previo a su asesinato, declarara: "los demonios andan sueltos y han triunfado". ¿Cuáles serían esas "reformas que él promovía y no convenían" en 1994 y que su asesino expuso como uno de los motivos detrás del crimen?

Hoy, las puertas del infierno mexicano han sido abiertas de par en par, con una serie de reformas que han cimbrado en muchos ámbitos. La división del país, casi comparable con la experimentada en la segunda mitad del siglo XIX es semillero de inquina. De un lado, de forma tan evidente que hasta pintada en el mapa se ve tan clara, el país está dominado por el cártel Jalisco Nueva Generación, del otro por el cártel del Golfo, entre corredores las cucarachas deambulan de norte a sur y estará próxima la dura y terrible batalla por el centro. Ojalá, para los creyentes, ya la Virgen de Guadalupe, Dios, la Santa Muerte, Valverde o quien sea nos agarren confesados.

Si en los noventas temíamos la colombianización de México, creo que hoy ese temor al fin se ha hecho una trágica verdad, en parte por el afán presidencial de dividir a los mexicanos, encasillándolos en etiquetas odiosas, exacerbando los resentimientos sociales históricos. En parte por la franca ineptitud del gobierno todo en turno, aspirante a abarcar todo lo más posible como otrora hiciera en los setentas del siglo pasado y la soterrada, pero evidente y ominosa corrupción que, en vez de ser corregida, el propio gobierno ha soliviantado con burdas justificaciones. En parte, tambié, por la perniciosa inercia que los intereses creados imprimieron en los gobiernos previos que no están exentos de culpabilidad. Digamos que este sexenio o lo que va de él ha sido la gota que, pandemia y recesión mundial al margen, derramó el vaso que ya unos veían medio lleno y otros medio vacío.

En su paso por el Instituto Nacional Indigenista, AMLO experimentó en carne propia lo planteado por el dramaturgo Felipe Santander en El Extensionista. Si Rodolfo Usigli reescribiera El Gesticulador, así como hizo sus tres "Coronas" (Corona de Luz, Corona de Fuego y Corona de Sombras para examinar los niveles de la verdad), haría El Aspiracionista como cierre de una tétrada que incluiría El Presidente y el Ideal, y Buenos días, señor presidente, para señalarle a AMLO y sus seguidores el gran yerro conceptual, intelectual, moral y político en que ha caído escupiendo al cielo.

P.D.: Valga añadir que, mientras redacto los párrafos finales de este ensayo, afuera de mi casa en Naucalpan, alrededor, las ráfagas de balazos compiten con el piar de los pájaros despertando al amanecer.

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