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Un ayuntamiento de coral 1. Vecinos en el arrecife

COMO EN UN BANCO DE CORAL, el ayuntamiento de Naucalpan y su gobierno entrante se han convertido en un ecosistema en riesgo.

El barco hundido por el capitán Sánchez Guevara, que podría haberse pensado como solución para sembrar el fundamento sobre el cual la fauna municipal recompusiera el arrecife, de tan podrido que estaba ha contaminado con su moho la arena misma de su encallamiento.

Mientras, por una parte, el martes 19 de enero el cabildo de Naucalpan aprobaba un proyecto para que la Dirección de Tesorería elabore un plan tendiente a la contratación de un fideicomiso que tenga como finalidad subvencionar los accidentes de trabajo de los empleados del ayuntamiento, y al final de la sesión el presidente municipal Edgar Olvera declaró a los medios de comunicación que el gobierno de Naucalpan “está a favor y siempre apoyará  las garantías sociales, los derechos y prestaciones de los trabajadores sindicalizados”, horas luego un centenar de trabajadores eventuales “despedidos” de OAPAS Naucalpan se manifestaron en la plaza del ayuntamiento con bombo y megáfono, reclamando ser reinstalados en sus puestos de trabajo con consignas registradas por Indicios Metropolitanos (VEGA Torres, 2016) como: “No somos aviadores, somos trabajadores”; “Olvera, ¡carajo!, devuelve mi trabajo”, criticando también que la administración entrante gaste el poco recurso heredado de la anterior en la remodelación de interiores del palacio municipal.

Poco antes del mitin que describiré, me acerqué por quinta ocasión —en lo que va de medio año— a las oficinas del sindicato, para entrevistar al secretario general. Esta vez sí coincidí y también la secretaria me abrió un espacio en la agenda. Hice antesala. Comenzó el escándalo afuera. Entonces la secretaria me informó que René se reuniría con la estructura del sindicato y no podría atenderme —si es que de veras había pensado darme entrada—. Aparecieron algunos colegas periodistas. Uno de ellos externó a otro que la Dirección de Comunicación Social del ayuntamiento le había reclamado por determinada publicación contraria al presidente municipal Edgar Olvera y lo había chantajeado con evaluar si seguían ayudándolo. Muchos minutos después, René salió de su oficina con paso firme. De inmediato un grupo de sindicalizados lo rodeo acompañándolo hasta el punto de reunión. Ya ahí, en el escenario, se plantó entre los oradores, con una discreta distancia de un par de pasos detrás de ellos.

«Aquí está la gente que sale a romperse la madre todos los días, barriendo, sacando escombro, limpiando las alcantarillas», afirmó Arturo Monjaraz, uno de los seis oradores que, siguiendo la más rancia costumbre extraída de las carpas, “calentaron” el ánimo en el mitin.
Aquí está la gente que lucha todos los días por un mejor municipio para todos. Aquí está la gente que todos los días se desgasta desde que raya el sol hasta el anochecer. Aquí está la gente trabajadora. Aquí no hay ningún aviador como dicen las lenguas de allá arriba, de los que se encuentran en las posiciones más altas de esta administración.

«Queremos que el presidente Olvera vea —afirmó otro orador— […] que él y toda su gente nomás vienen a atropellar y a violentar todos los derechos de los trabajadores. ¡Y no lo vamos a permitir!».

Olvera había aclarado antes que los empleados sindicalizados
[…] no han sido despedidos, toda vez que quienes dejaron de laborar en este ayuntamiento son personal de confianza que terminó su contrato laboral al concluir la administración anterior a la que prestó servicios.
Remitiendo a lo publicado en la Gaceta de Gobierno reiteró que, en 2009, el entonces gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto, había establecido que, para evitar a futuro problemas de laudos con empleados de confianza, estos contratos debían terminar junto con las administraciones. Aparte argumentó que, en cuanto llegó su administración, esta detectó percepciones injustificadas de algunos funcionarios hasta por 50 mil pesos, aun cuando la pasada administración enfrentaba una crisis financiera.

Es de hacerse notar el contraste entre estas declaraciones y lo afirmado en dicho mitin por uno de los oradores, miembro de la estructura sindical, y que antecedió en la palabra a René Palomares:
Todas las administraciones panistas han querido venir a rompernos la madre, valga la expresión. Al sindicato lo quieren destruir. Este problema no se relaciona con los eventuales, el problema es con el sindicato; quieren desestabilizarlo para que ustedes se manifiesten en contra de la organización.
Alegando que la administración actual ha manipulado la información para dejar con mala imagen al sindicato frente a los medios de comunicación, Tomás Palomares Parra aclaró que, contrario a lo expuesto por el director de OAPAS, no hay 60 trabajadores de apellido Palomares o Parra, sino solo están, sindicalizados, Erick y él mismo. A ello siguió una fuerte arenga de la concurrencia: «¡Todos somos uno! ¡Todos somos Parra!», coincidente además con la que utilizaban los simpatizantes del exlíder del sindicato y excandidato oponente de Olvera, David Parra Sánchez, a quien una parte de los trabajadores sindicalizados sigue considerando su “líder moral”.

Un trabajador que dijo llamarse Javier Rojas —según pudo escucharse por el megáfono— expuso en pleno mitin su testimonio queriendo ejemplificar con su caso lo que la estructura sindical consideró una trampa administrativa.
Recibí [de parte de la Dirección de OAPAS] una invitación para que me reincorporara, con menor salario, sin liquidarme y con una promesa de liberarme el pago que me tenían detenido. Yo, educadamente agradecí la invitación y la decliné.
A ello siguió el exhorto a los trabajadores “despedidos” a no firmar nada sin conocimiento del sindicato.
Nosotros [el conjunto de los familiares Parra] siempre hemos estado del lado del trabajador —afirmó Tomás Palomares Parra—. Nosotros venimos de donde ustedes están. Nosotros sabemos lo que aprieta el zapato de cada uno de ustedes cuando no alcanza la quincena […] Por eso felicito a los compañeros que tienen la conciencia de clase y el valor de decir “no” a las propuestas que el gobierno está haciendo de manera ilegal. Porque, ahora resulta, que la justificación que dieron para el despido fue una publicación en la Gaceta de Gobierno. Sin embargo, ¡están ofreciendo un contrato por tiempo indeterminado! al que supuestamente los eventuales no tienen derecho.
Y entonces, como se dice coloquialmente, ¡salió el peine! cuando en medio del discurso se planteó que el gobierno se “sacuda la basura”, exigiendo abiertamente la cabeza del Director de Gobierno Antonio García Mendoza, exdiputado local, expulsado del sindicato, abierto opositor de David Parra y a quien sus excompañeros suteymistas apodan despectivamente “El Roñas”.

En julio de 2014, Antonio García Mendoza junto con otros firmantes publicó una carta abierta dirigida al Presidente Enrique Peña Nieto y el Gobernador Eruviel Ávila, entre otros, denunciando:
[…] acciones de presión, amenazas, represión, hostigamiento laboral, persecución, agresiones físicas y psicológicas, de que hemos sido objeto por parte de David Parra Sánchez, diputado local del distrito XXIX de Naucalpan, del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el estado de México, quien se hace llamar “líder moral” del Suteym-Naucalpan y de su sobrino René Palomares Parra, secretario general de la sección Naucalpan en la organización sindical mencionada. Esta campaña de ataques y difamaciones en contra nuestra (trabajadores del ayuntamiento y del Organismo de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento de Naucalpan) tiene origen en el hecho de que nos atrevimos, con todo derecho, a iniciar una lucha para evitar que el diputado local David Parra Sánchez siga utilizando en beneficio propio, de su familia, de sus amigos y para proyectos político-electorales, nuestras cuotas sindicales. 
[…] descubrimos que David Parra compró el 25 de marzo de 2004 con recursos de los trabajadores suteymistas de Naucalpan, el terreno 23 del Fraccionamiento Residencial Campestre denominado “Las Ánimas”, con una superficie de cinco mil cuatrocientos sesenta y ocho metros cuadrados por la cantidad de 1,200,000 m.n. (un millón doscientos mil pesos 00/100 m.n.) pagando parte de esa cantidad con trece cheques por la cantidad de 75,000.00 m.n. (setenta y cinco mil pesos 00/100 m.n.) cada uno (firmados por él y sin tener cargo alguno en la sección referida) de la cuenta corriente del SUTEyM-Naucalpan, 4017787862 a cargo del banco HSBC, mismos que presentó ante el JUEZ SEXTO CIVIL DE PRIMERA INSTANCIA DEL DISTRITO JUDICIAL DE TLALNEPANTLA CON RESIDENCIA EN NAUCALPAN, ahora JUEZ CUARTO CIVIL DE PRIMERA INSTANCIA DEL DISTRITO JUDICIAL DE TLALNEPANTLA CON RESIDENCIA EN NAUCALPAN, en el expediente 817/2010, como “prueba” de que había comprado ese terreno que pretendía escriturar a nombre de su esposa. Desde ese momento, nos convertimos en enemigos de David Parra Sánchez, su hermana Juana Parra y de su sobrino René Palomares Parra, quienes desde hace veinticinco años tienen secuestrado y ejercen un control absoluto y despótico en la sección Naucalpan del Sindicato Único de Trabajadores del Estado y Municipios (GARCÍA Mendoza, 2014).
No había sido gratuito —lo comenté en una entrega previa (VEGA Torres, 2016)—, que uno de los primeros tropiezos al entrar la administración de Olvera hubiera sido alrededor del tema de la recolección de basura. Uno delicado por donde se le vea, que afecta en general al Estado de México, y que ha servido de pretexto para minar la administración de Olvera desde los “esfuerzos vigilantes” de David Parra y su asociación formada para servir de piedrita en el zapato del alcalde en funciones; pero también para afectar a otras administraciones municipales, como Coacalco, por mencionar una.

Las secciones más “sufridas”, a decir de varios sindicalizados, han sido precisamente la de servicios públicos (limpia, en especial) y la de policías, por lo común entrampados entre tres fuerzas. Los trabajadores de limpia padecen las arbitrariedades de los “señores de la basura” que controlan “el mercado del reciclaje”, pero también de condiciones de trabajo insalubres, peligrosas por la desatención tanto de gobiernos como de líderes sindicales, más interesados unos y otros en utilizar a estos trabajadores como arietes políticos.

Y qué decir de los policías municipales, entrampados entre el crimen, organizado o no, la corrupción y, de nuevo, condiciones laborales indignas que muchas veces atentan contra su integridad física y su vida, eso sin mencionar el desprestigio y la desconfianza ¿ganada a pulso? de parte de los ciudadanos.

«Nuestra conciencia no se vende como ha hecho él con otros partidos políticos y con otras corrientes distintas a la del sindicato», afirmó Tomás Palomares Parra enfático, aludiendo al Director de Gobierno, Antonio García Mendoza “El Roñas”.
Queremos decir al presidente [Olvera] que nosotros estamos en disposición de trabajar de manera constructiva con su administración […] Que sensibilice su actuar y que abra los oídos al clamor de los trabajadores […] Y al director general [de OAPAS …] le decimos que nos da mucha pena que haya tomado esa actitud en contra del trabajador, porque lo único que nos deja ver es una situación de revanchismo […] político.
Indicios Metropolitanos —presente en el mitin— charló entre las oficinas con varios empleados de confianza actuales y, en la plazoleta, con algunos de los manifestantes para conocer sus impresiones y puntos de vista. Varios de ellos contradijeron lo aseverado por el alcalde, explicando que habían sido separados de su cargo en el plazo de la primera quincena de enero; otros señalaron que la administración entrante llegó con mucha soberbia y antipatía, prejuiciada respecto de la plantilla existente.

Varios de los trabajadores despedidos mostraron recibos de pago, alegando no devengar altos sueldos mensuales, sino un promedio de 300 pesos mensuales, además de no ser muchos de ellos trabajadores de "confianza" sino eventuales.

En el mitin, Tomás Palomares insistió en señalar los gastos en la remodelación del ayuntamiento como una distracción del erario cuando ese dinero “se necesita para pagar los sueldos, comprar refacciones” y criticó la contratación de funcionarios salidos de las filas de delegados y consejos de participación ciudadana de zonas residenciales, incluso de municipios aledaños, devengando “sueldos exorbitantes”. Se refirió al “Roñas” en los siguientes términos:
[…] Esa quimera se apellida García Mendoza y nos está echando a perder varios temas laborales.
«¡Muera ese perro!», exclamó a voz en cuello un manifestante, desatando la rechifla discriminadora (ojo CONAPRED).
Gracias a esa persona y a la soberbia del actual alcalde [no se ha] puesto orden con nuestro Secretario General René Palomares Parra para sacar adelante los temas de Naucalpan. Que baje Edgar Olvera y señale uno que gane 60 mil pesos. Que señale uno de esos “60” que, dicen, llevan los apellidos Palomares y Parra. […] No vamos a permitir que nos arrebaten el SUTEyM que es nuestro auténtico patrimonio laboral.
«¡Que baje! ¡Que baje Olvera!», repitió alebrestada una y otra vez la concurrencia enardecida. Siguieron otros oradores arengando, revolviendo temas capaces de calentar el templete y ocasionar más furor, descorriendo el telón para presentar al secretario general.


«Hoy la prepotencia sale a relucir antes que el diálogo —expuso el maestro de ceremonias al cederle la palabra a René Palomares Parra—. Quiero decirles que el SUTEyM, nuestro secretario general, desde un inicio de esta administración ha dado muestras de diálogo, de entrega, de trabajo, de dedicación todos los días para sacar adelante, no a esta administración, sino a nuestro municipio, a las familias naucalpenses».

(Continúa en la segunda parte.)

Silogismos de campaña

Ricardo Anaya en el 29° Aniversario del PRD
Foto: Animal Político

ERA DE LA OPINIÓN… de que 2018 se lo llevará la “izquierda” en las urnas durante las elecciones en México el próximo mes. Y lo sostengo. Y era de la opinión, también, de que las cosas están de alguna manera orquestadas [ (GARCÍA SOTO, 2017), (SDP Noticias, 2014)] para que el PRD se vaya introduciendo, en calidad de “izquierda moderada” en el ejercicio del poder presidencial, teniendo acceso a la información que le daría la participación que lleva ya en la fórmula de la coalición conformada con el PAN y Movimiento Ciudadano. Este ¿ardid? —que ya la realidad va corroborando hecho tras hecho— no resta, sin embargo, peso a AMLO como uno más de esa “izquierda”, si bien representa al extremo más recalcitrante. Debo decirlo, tras dos intentos, para AMLO la tercera es la vencida y esta vez sí tiene muchas probabilidades —al margen de cualquier encuesta.

El reconocimiento de Ricardo Anaya al PRD (ARTETA, 2018) por su papel histórico en la democratización de México ha sido, entre líneas, un reconocimiento tácito al PRI mismo. Es difícil olvidar el papel que el ex presidente Ernesto Zedillo jugó al posibilitar la llegada del PAN al gobierno de la República en la persona de Vicente Fox Quesada, abriendo la oportunidad a la alternancia. Como es difícil olvidar el papel de Jesús Reyes Heroles padre en la creación y organización de los “partidos pequeños” que introdujeron un planificado equilibrio de fuerzas como base de la democracia mexicana, abriendo espacios institucionales para representaciones denominadas de “izquierda”.Tampoco es difícil olvidar el papel que su hijo, Jesús Reyes Heroles González-Garza tuvo en la elección de Felipe Calderón Hinojosa como pivote para el retorno del PRI en la persona del hoy presidente Enrique Peña Nieto, ejecutor de las reformas constitucionales largamente pospuestas, entre ellas la que incidió sobre PEMEX, dependencia de la que fuera director el primero, en el segundo sexenio panista. Y, por supuesto, es imposible olvidar el papel que el propio Andrés Manuel López Obrador, desde su juventud en el PRI, ha jugado por decenios para conjugar, concitar y aglomerar los de por sí dispersos esfuerzos opositores de quienes, en el ámbito más popular y sin liderazgo concreto, se han identificado con una “izquierda” que solo es eso, una simple etiqueta indefinida (VEGA Torres, 2007).



Claro que esta “certeza” se antoja propia de esas teorías de conspiración tejidas en algún café. Sin embargo, las charlas que uno puede ir teniendo con distintos actores de la política mexicana a distintos niveles permiten trazar algunas conclusiones que nos muestran cómo, en el derrotero de las campañas, la retórica partidista y la comprada al efecto por simpatizantes y militantes tiende a fracturar o desintegrar la lógica más elemental, para inundarnos con premisas que no acaban de completar silogismos con la fuerza suficiente para persuadirnos en favor de tal o cual candidato o propuesta, sino, al contrario, más bien se nos presentan con carácter de tautologías viciosas que más abonan al ruido, la confusión y el temor que a la certitud y la verdad.

La retórica del cepo

El cepo es un artefacto ideado para sujetar, retener o inmovilizar a personas como consecuencia de actos contrarios a las normas, alguna determinada conducta del inmovilizado, para la que ha sido ideado, y de la que deriva su forma o el estado de sujeción, la cual puede ser planificada o espontánea, incluso sorpresiva y pícara. Por supuesto, hay distintos tipos de cepos y, aunque no se quiera ver de tal modo, la urna electoral cae en una de las connotaciones tanto como cualquier alcancía.

La retórica de toda campaña política tiene más la apariencia de cepo que otra cosa. Porque busca inmovilizar al elector y su voto en una “trampa” de la cual la única salida, la llave, está atada a la cadena de circunstancias que conllevan al sufragio efectivo o incluso al cooptado. Las campañas, sean sucias o limpias, toman a candidatos y a electores como si pícaros para inmovilizarlos con argumentos o posiciones lógicas que los exhiben como contrarios a lo normal, temerarios o temibles, corruptos o coludidos con tales o cuales pillos y para hacer escarnio de la inteligencia que los acompaña.

En todos lados se cuecen habas.
Fuente: El Independiente.news (blog salvadoreño)

En el cepo electoral caben todas las decisiones, aun el voto blanco y el nulo, opciones pendientes de ser
legisladas para tener un peso y efectos específicos sobre la democracia mexicana.


Desde que Andrés Manuel López Obrador se lanzó por primera vez como candidato a la Presidencia de la República se sentó en la plaza y colocó pies y manos en el cepo bajo el escrutinio público. Así, todo viandante le ha lanzado lo mismo jitomates podridos que vituperios, con o sin razón, con o sin conocimiento de causa, con o sin miedo a lo que imaginan detrás suyo. Y lo mismo ha sido con otros candidatos. Cada uno tiene su propio cepo en la plaza pública. Cada uno sirve de escarmiento para quienes, creyendo en una democracia sin adjetivos, acaban poniéndola cual retablo, prendida de medallitas y milagros y rodeada de velas al mejor santo.




Entre unos y otros, los silogismos y las frases lapidarias son el arma favorita de todos los días, así en spots publicitarios como en templetes, sin detenerse a mirar si lo arrojado a la cara y el entendimiento de los electores y los candidatos obedece a una premisa mayor, una menor o se trata de una conclusión acabada, probada. Los hechos y los dichos, falsos o verdaderos, son lanzados con contundencia, enjundia y fervor tales que a más de uno convencen, persuaden de que, quien tira la piedra, realmente está libre de pecado.

En todas las campañas, mayores o menores, surgen las “evidencias” de cochupos, fraudes, corruptelas, trampas, fabricaciones: boletas quemadas, boletas duplicadas, urnas infladas o embarazadas previas las elecciones y un sinfín de escenas y sketches que más parecen una reminiscencia de las parodias de carpa de la primera mitad del siglo XX. La sofisticación tecnológica ha aportado su parte de “dudable veracidad” y la existencia de “fallos probables” en los sistemas de pre conteo de votos con asistencia de computadores, bases de datos y miles de voluntarios más o menos inexpertos en la materia mueve también a suspicacias sobre la posibilidad de “caídas del sistema” o de “manos negras”.

De la nota a la gota que derrama el argumento

Recientemente, tras la publicación e intercambio en redes sociales de una nota que recogía las acusaciones de miembros del “Movimiento un México sin corrupción y sin partidos políticos”, sobre la total intromisión al proceso electoral 2018 del Instituto de la Función Registral del Estado de México (IFREM), se dio materia para la reflexión de lo que experimentamos y lo que nos espera en estas campañas electorales.

Sin afán de armar polémica o entrar en discusiones bizantinas, acompaño la mayor parte de los dichos y las objeciones y preocupaciones de quienes participaron en los comentarios que siguieron a mi afirmación acerca de que, solo con pruebas fehacientes, pueden hacerse denuncias. El litigio mediático, propio de la que he llamado opinioncracia, siempre es una tentación para los escandalosos, periodistas o no, y las redes sociales han sido ideal caja de Petri para nutrir el caldo de cultivo donde crecen la duda y el temor.

Mi dicho, que no contradice ni desdice al hecho registrado en la noticia, y tanto como lo expuesto por los actores de la misma, gramatical y literalmente es una afirmación. Que yo haya comenzado mi dicho con una sola palabra a modo de frase “Pruebas”, no supone ni implica, como alguien supuso, una pregunta, un cuestionamiento acerca de lo informado.

La lectura es la que abre las otras posibilidades implícitas de interpretación según la óptica de cada lector, que no la del autor ni la del texto en sí y por sí. Es una respuesta a una premisa mayor silogística que aun hoy no halla el resto de las premisas menores complementarias para ofrecer alguna figura probatoria contundente o justificante de lo que, hoy por hoy, solo ha sido un recurso retórico a modo de tautología recurrente en el discurso político de la oposición (sin importar su tinte o bandera). Y es que el contexto de la discusión fue comenzado así cuando uno de los participantes escribió en reacción a la noticia: “Todas las dependencias estatales están desviando recursos a campañas del PRI”. Enunciado que he leído y escuchado campaña tras campaña desde que tengo uso de memoria.

La pregunta, aquí, sí, y aunque parezca ociosa, es si lo que se nos pone por delante es la conclusión de uno o muchos oscuros silogismos indefinidos o apenas las premisas mayores para comenzar uno. Porque, si lo examináramos al revés, puede estar ocurriendo que todas las dependencias estatales estén relacionadas con el PRI, en cuyo caso podríamos pensar en una conspiración orquestada desde el poder (sugestivamente se entiende el poder del gobierno estatal o incluso el federal). Pero, también puede suceder que algunas dependencias estatales no estén relacionadas con el PRI (como ocurre con aquellas relacionadas con los ayuntamientos), en cuyo caso la conclusión supondría una forma de coacción de parte del poder mayor sobre esas dependencias, a menos que estas estén jalando agua para su propio molino (cosa que ya ha sucedido, incluso en aquellas poblaciones regidas conforme a sus usos y costumbres [ (RUIZ Meza, 2015), (NÁJERA, 2018), (GARCÍA Castillo, 2014)], (ROBLES, 2016), (Notimex, 2017), (Nación 3-2-1, 2018), (VILLEDA, 2018), (OLVERA, 2017), (SDP Noticias, 2014), (SUÁREZ, 2018)]; lo que, de ser así, no las haría menos distintas de las otras aun cuando supusieran una minoría relativa.

Las dos lógicas o cuando el león cree que todos son de su condición

La tendencia es a acusar al otro de lo que se cree, se supone, se imagina o en alguna ocasión sentó precedente y se sospecha engendró una conducta viciosa frecuente, recurrente y continuada, como es el caso de los desvíos de recursos. Pero, quizá deberíamos preguntarnos seriamente qué alternativas tienen hoy los partidos políticos para su financiamiento fuera del presupuesto otorgado por ley. ¿Es insuficiente, tanto como para recurrir a artimañas? ¿Y si permitimos la entrada del capital privado? ¡No nos hagamos los inocentes! Los partidos están legalmente capacitados para recibir donaciones en líquido como en especie de parte de los particulares, desde las cuotas individuales de sus miembros y agremiados, hasta las aportaciones de simpatizantes (cualquiera sea el motivo que los hace a serlo). Aquí coincido con la idea de que “privatizar la política y hacer que sólo puedan ser candidatos las personas con el privilegio para financiarse, o con los contactos en la esfera empresarial, es muy peligroso” (VÁQUEZ Torres, 2017) y hasta injusto, como ya se experimentó ahora con el desequilibrio que, desde la misma ley, se impuso a las candidaturas ciudadanas.

Por supuesto, es claro que, con la historia de nuestra democracia mexicana, la mayoría de las baterías se enfocan en disparar las balas, de salva o cargadas, hacia quien fuera el partido hegemónico, el PRI y que, ya solo en el Estado de México suma 84 años en el poder, suficiente tiempo como para destilar la baba de la envidia o del rencor de más de uno, con o sin razón. Es comprensible.

Entonces... Como dijo alguno más de los participantes: es de sorprender que, no nada más en las campañas electorales, pero especialmente en ese período, no se diferencie entre las personas y los institutos; y esto, tanto desde la crítica como desde la práctica misma, sobre todo por parte de los simpatizantes que siguen dejándose llevar por la percepción para ajustar sus criterios de selección al momento del sufragio. Y, a la vez, no es de sorprender cuando desde la misma dinámica institucional se insiste en vanagloriar los triunfos de la hórrida meritocracia y de las figuras personalísimas erigidas en “liderazgos morales” a costa de los liderazgos naturales. ¿Por qué el candidato presidencial de la fórmula PAN-PRD-MC es Ricardo Anaya y no Alejandra Barrales? ¿Quién depende de quién a la hora de la suma de las "fuerzas vivas" en calidad de “voto útil”?

Margarita Zavala y Andrés Manuel López Obrador comenzaron marrulleramente sus campañas desde hace varios años, solo que las autoridades electorales ni las leyes sobre la materia contemplan tales marrullerías como “actos anticipados de campaña”, que si así fuera ni siquiera estarían en la boleta próxima.

La idolatría partidista sigue siendo un cáncer oprobioso para cualquier pretensión democrática de los simpatizantes, militantes y aspirantes que creen en los principios fundamentales de la Carta Magna. Idolatrar la imagen de la mujer con Margarita Zavala o al cacicazgo de viejo cuño con AMLO o la actuada valentía ciudadana de Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” o la jovialidad ilustrada que prefigura Ricardo Anaya o la institucionalidad aparentemente desmarcada de Meade pretende garantizar una continuación ahora con tinte de “izquierda”.

Comulgo con la preocupación de muchos acerca del interés vilipendioso de algunos, incluidos colegas periodistas, al denostar el trabajo honesto y dedicado de muchos militantes de los distintos partidos. Es injusto, aunque obedece claramente a una de dos lógicas mercadotécnicas: una que es planificada fríamente para insuflar los ánimos, provocar la animadversión o la adhesión a programas, banderas, personas, efigies en aras de esa idolatría antedicha; otra que es improvisada, menos sutil, más descuidada en sus fuentes y alcances, y, sin embargo, más potente en sus efectos en la conciencia colectiva. Esta última es la lógica de “mercado” surgida desde las creencias de los mismos simpatizantes, consumidores de mitos, de falacias tanto como de planteamientos verosímiles, y para los que la voz del líder de opinión más cercano a su modo de comprender es más valedero y no requiere cuestionamiento por la proximidad. Es en esta forma de mercadotecnia que se gestan las calumnias, las mentiras, las verdades a medias, los rumores, las falsificaciones que, cuando alcanzan el nivel mediático, se potencian irremisiblemente, para bien o para mal.

Una propende a ser la lógica del que se presume enterado de los dichos y los hechos, aun siendo estos productos edulcorados, pasteurizados por la mercadotecnia política para hacerlos asimilables, persuasivos a pesar de su carácter poco propositivo o de repetición de mentiras que aspiran a volverse verdades.



La otra surge desde las emociones mismas de los que, siendo pueblo, reaccionan visceralmente, de manera irracional, ante lo sucesos que consideran contrarios al interés y el bien comunes. Reacciones, a veces, similares a la que provoca el impertinente e irresponsable grito del bromista que exclama sin fundamento en medio de una turba ¡fuego! La política del miedo no tiene su raíz en la malicia de un demiurgo o un nigromante maquiavélico, sino en los fantasmas que alguna vez la realidad dejó impregnados en la piel de los desheredados.

Puedo decir lo mismo de quienes, dentro de esos mismos partidos y aun siendo militantes, ponen en tela de juicio el desempeño de muchos ciudadanos también honestos que, al momento de las elecciones, insaculados por suerte, nos hemos desempeñado en casillas y oficinas distritales con toda la seriedad de que somos posibles para hacer de cada nueva elección una ejemplar, impoluta en lo que a nosotros ha tocado y tocará, como es mi caso nuevamente, por quinta vez.

Esos que anticipan “fraudes” muchas veces solo lo hacen para generar ruido, confusión, duda que prende vacilante en el ánimo del ciudadano escamado por la historia vivida en el siglo XX. No estoy afirmando, nunca lo he hecho ni lo haré, que no haya una ventana de oportunidad para dichos “fraudes”, cométalos quien los cometa ya entrado en gastos. Sobre lo único que alerto es acerca del insistente afán, de unos y otros, para propiciar y propagar, en cada campaña y temporada electorales, una paranoia y una esquizofrenia colectivas.

La campaña del miedo no sucede nada más de un lado: miedo a lo que representa un candidato o una fórmula, sino miedo a lo que, en el imaginario colectivo es ignoto. Estas reacciones, muchas veces basadas en mitos o en francas mentiras, en fabricaciones o maquinaciones o simple repulsa es, a ciencia social cierta, otra manera aviesa de manipular las conciencias e inclinar balanzas. El poder, recuérdese, no solo puede detentarlo quien lo ostenta, sino también, viceversa, lo ostenta quien lo detenta.




Referencias

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Escisión a la vista 2. Arietes marca A.M.L.O.

Publicado originalmente en mi blog "VETA Personal"
en la plataforma Wordpress el 16 de agosto de 2007

(Nota: Para más antecedentes, en la fecha que republico esta entrega, 5 de mayo de 2015, el lector puede consultar la amplia bibliografía y hemerografía que documenta los antecedentes, un ejemplo es el sitio "Mi decisión" que recoge una semblanza del político tabasqueño.) 

Corría el año 1977. Luego de iniciarse en la política como integrante del equipo de campaña a la gubernatura de Tabasco del insigne poeta Carlos Pellicer, recomendado por él y granjeándose los favores de priístas prominentes de su entidad natal, Andrés Manuel López Obrador obtiene un importante "hueso" al ser nombrado delegado del Instituto Nacional Indigenista de Tabasco. Ese es el comienzo de los contactos políticos reales con el mundo del México bravo, el de la pobreza, los engaños agrarios y las corruptelas.

No estoy afirmando que el propio AMLO haya entrado en el juego. Si bien dada la época no hubiera sido nada extraño, no hay pruebas para sostener semejante apreciación ni lo contrario, fuera de los discursos y declaraciones de principios del propio AMLO. Sin embargo, lo que bien se aprende no se olvida, y si algo aprendió AMLO en aquellos años fue lo lucrativo que resulta políticamente negociar con las carencias de los más necesitados, es decir ser populista. No digo que lo hiciera personalmente, pero pudo atestiguarlo. Quizá su historia personal como proveniente de una familia campesina aunada a sus nuevas obligaciones lo volvieron un provocador profesional. Esa característica tan evidente en AMLO fue bien aprovechada por superiores suyos en ocasiones posteriores, hasta que notaron que podía salírsleles de las manos.

Orquestando campañas, acarreando indígenas y campesinos, trabajadores petroleros, azuzando mercaderes ambulantes, recogedores de basura, en fin, removiendo las aguas turbias del descontento social frente a los embates de un sistema cada vez más desigual, el aprendiz de mesías, el aspirante a libertador, enchido de veneración hacia Benito Juárez (el de los libros de texto, que no del que arremetió contra los pobres amparado en sus conceptos de justicia), AMLO fue abriéndose paso y a la vez fue abriendo camino para las huestes priístas que en el futuro no muy lejano jugarían un papel esencial en el desarrollo de la que yo llamo Nueva Revolución Mexicana.

Hacia un nuevo México
Diez años después de su nacimiento político, hacia 1987, AMLO ya había experimentado tanto la adulación como la reticencia. Pieza oscura, prácticamente invisible a los ojos de los medios aún encadenados a la censura sistémica; en cambio con conductas atractivas para ciertos representantes populares de inclinación izquierdista, AMLO se suma dentro del PRI a las corrientes que definirían el destino del partido y de pilón el suyo.

Con las juventudes priístas, aunque ya no muy joven (cuenta 34 años de edad), bajo la mirada vigilante de prominentes personajes como Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano (CCS), Porfirio Muñoz Ledo (PML) y el propio Enrique González Pedrero (ex gobernador de Tabasco y quien lo encaminara hacia la dirigencia institucional del partido), se suma a la gestación y consolidación de la izquierda priísta bajo la denominación de Frente Juvenil Revolucionario, brazo ejecutor, ariete consolidado de la llamada Corriente Democrática encabezada por el ingeniero Cárdenas (por cierto discípulo en la UNAM de Heberto Castillo (HC), que militaba en el Partido Mexicano Socialista) y Muñoz Ledo. La misión: coordinar en un sólo movimiento a la izquierda mexicana, que por cierto para entonces ya había empezado a ocupar un papel preponderante en la política mexicana tras los acuerdos y las estrategias integradoras y reivindicadoras empujadas por don Jesús Reyes Heroles bajo su gestión en la Secretaría de Gobernación. La misma izquierda que, atomizada, coqueteaba consigo misma en el afán de unificarse.

Con tintes de organización que hoy algunos tacharían de fascistoide (aun cuando los perredistas tachan de lo mismo a la derecha), bajo el argumento justificador de que la perversión había corrompido los ideales priístas, en las filas del FJR, o por lo menos marginalmente y junto a personalidades como Manuel Camacho Solís, y una veintena de muchachos y muchachas como Beatriz Paredes Rangel, en una aparente contracorriente, AMLO aplicó sus conocimientos y experiencias con indígenas y campesinos y, calladamente, junto con otros se dio a la tarea de propiciar la división de uno de los brazos electorales principales del PRI: la Confederación Nacional Campesina, a sabiendas de que con ello la causa de la izquierda priísta y de la izquierda mexicana en general se vería favorecida, pues tras ella seguirían la Confederación Revolucionaria Obrero Campesina (CROC) y finalmente el Congreso de Trabajadores de México (CTM) aglutinador de los sindicatos nacionales.

Se prepara la trampa oposicionista
Criticar al PRI desde su seno, era criticar al gobierno en turno, execrar del sistema político-electoral, rebelarse ante el statu quo. Empatarse con los ideales propios de la oposición.

Incrédula, prudente, empero ávida no nada más de reconocimiento sino especialmente de poder, la izquierda, se unificó bajo la directriz moral disidente del Frente Nacional Democrático resultante de la escisión de la Corriente Democrática priísta. Encabezado por un agudo CCS, un interesado PML y un espiritual HC apostó a la conformación del partido que sería la simiente del actual PRD, el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCR). Era entonces o nunca. Comenzaba la carrera hacia la Transición.

Escisión a la vista 3. Carrera hacia la transición

Publicado originalmente en mi Blog "Tiempo y Destiempo"
sobre la plataforma Wordpress, el 19 de agosto de 2007

Modificadas las instituciones electorales, hechas las reformas necesarias —aunque siempre insuficientes— a la Constitución, con derrotas y victorias a cuestas, caídas y cortes de cabezas, lograda la transición democrática, el PRD se preparó para los siguientes pasos.

Como si siguiera un guión inspirado en los libros de AMLO “Los primeros pasos” y “Del esplendor a la sombra”, adaptadas las ideas y los conceptos a la época moderna y con miras al siglo XXI, el PRD reforzó su forma de organización hacia el exterior, creando redes ciudadanas, ampliando su influencia en los lugares más apartados de la República —como otrora hiciera el mismo PRI en sus inicios—, prometiendo esperanzas algunas de las cuales en el camino resultaron fallidas cuando no falsas y otras en verdad fructificaron, trayendo determinado progreso a la comunidad. Pero, por otra parte, descuidó los intereses y tendencias internas.

La izquierda, siempre atomizada (fenómeno que no es exclusivo de las izquierdas latinoamericanas), fragmentaria por naturaleza en razón de su enteco oposicionismo, comenzó a perder orientación.

Mas, sin perder el hilo, considero prudente hacer aquí una pausa motivada por la respuesta que las anteriores entregas de este análisis han suscitado.

Si alguna corriente de pensamiento ha demostrado a lo largo de la historia tener una piel en extremo sensible a la crítica, esa ha sido la denominada izquierda; etiqueta esta que, como muchas, hoy ya sólo eso son, marcas no siempre justas en su afán por delimitar estereotipos y por lo cual personalmente prefiero no utilizar si no es como un mero recurso descriptivo, para mi gusto grosero por impreciso y simplista.

Es verdad que en cuanto a sensibilidad cutánea ante los señalamientos, la izquierda no está sola ni es la única susceptible a la roña. Creo que nadie está vacunado del todo contra ella, pero no dejan de resultar sintomáticas las respuestas de militantes y simpatizantes cuando uno, cualquiera, incluso correligionarios, diverge en las ideas. Generalmente reaccionan visceralmente, ofendiendo, agrediendo verbal o físicamente, como fieras heridas y perseguidas, poniendo en evidencia una perniciosa característica de los ignorantes, los desesperados, los necios y los atrabiliarios, y que es la gran dificultad que tienen para argumentar a favor de sus causas, sea porque carecen de un vocabulario azas variado para expresarse de múltiples formas, o porque la lógica empleada en la construcción de sus enunciados y proposiciones es incorreca o errada.

Por supuesto, una generalización como la expuesta en las líneas anteriores puede dar pie a la respuesta airada de más de uno; nada más comprensible, sobre todo de quienes de un modo u otro han sido foco de la intolerancia de los otros y, en su inteligencia, acusándola arremeten defensivamente con la misma como estandarte sin reparar que son precisamente los juegos retóricos las más sutiles formas de provocación. Sería mejor preguntarse antes de actuar o hablar por impulso cuán tolerante se puede ser con un intolerante; o viceversa, cuán intolerante se puede ser con el tolerante.

Tras la pausa
Retomando el hilo y sin dejar las consideraciones anteriores como una isla, debo decir que cuando se califica a algún personaje de un modo u otro, el adjetivo empleado implica —mas no fuerza—, una suerte de provocación.

Todo adjetivo, en cuanto elemento retórico de descripción de manera natural incita a la mente a imaginar en cierta forma al objeto o sujeto descrito. Empero, el adjetivo carece en sí mismo de mayor valor que el de un accesorio. Señalar una rosa como roja o amarilla no añade ni sustrae nada esencial a la rosa misma. Como bien resumió Carlos Fuentes apoyado en insignes poetas: Sí, ¿qué hay en un nombre, qué hay en una palabra? “Mi nombre caía bien”, decía Pilar, la hermana de Franco, para explicar candorosamente sus pequeños privilegios. Pero “la rosa sería perfumada aunque cambiase de nombre”, dijo Shakespeare. Y “una rosa es una rosa es una rosa”, confirmó Gertrude Stein. Y después de todo, “aquí no suceden cosas de mayor importancia que las rosas”, escribió Carlos Pellicer [“El poder, el nombre y la palabra”].

Así pues, aun cuando el adjetivo suma al concepto una cualidad virtuosa o defectuosa (no necesariamente desde una perspectiva moralista), lo hace sólo a nivel sustancial, desde y en función de la apariencia presente concreta de la cosa designada. Porque el adjetivo es un accidente.

Esto es, al describir a los jóvenes del FJR del PRI de los años 80 del siglo pasado, entre los que se encontraba nuestro actual sujeto de interés AMLO; al describirlos, decía, como provocadores o como arietes de cierta corriente política de inspiración profundamente demócrata al interior del PRI, no por ello se les transforma en su esencia personal e individual. Mal haría en pretender afectarlos radicalmente sólo con palabras y peor si recurriera a métodos más definitivos y punibles.

AMLO el provocador
No crea el lector que lo aquí expuesto busca erigirse en diatriba ni siquiera en loa del personaje examinado. En un ejercicio de objetividad, no puedo ni debo pecar de parcial. La historia, los acontecimientos documentados son los que muestran el lado incitante de AMLO.

Para quienes no van con su proceder es conveniente recordarles lo que enseñan el Judo y la Lógica. Responder al provocador en la misma propoción, dirección y sentido de su propósito conlleva a la confrontación y por ende al menoscabo del propio equilibrio. El contestatario cae víctima de su propia fuerza defensiva de contra ataque. El papel dinámico respecto del sistema con el cual establece nexos de intercambio o dependencia, ubica al incitador, al soliviantador, como un elemento catalítico y propiciatorio de la crisis, que no del cambio (sobre esto abundaré en otra ocasión). O sea es un factor crítico por antonomasia. Su trabajo en este aspecto es y debe ser delicado, sutil, preciso, contundente, subversivo, con una meta específica: la generación del conflicto. Es decir, para ponerlo en términos teórcos de los sistemas: potenciar la carga energética capaz de poner en movimiento al sistema en su conjunto. Pero hasta aquí llega su desempeño. Nunca el factor de catálisis puede ser el mismo al que deriva la solución.

Alquimia política
AMLO y otros, con sus discursos ácidos, sus conductas y modos de organización contrarios a la norma, en este asunto son originales, agentes originarios del cisma y el desorden. Mas son otros individuos ni más ni menos capaces, simplemente con características distintas, quienes tienen a cargo controlar y evitar la precipitación de los ánimos. Otros más vienen a especializarse en la conformación, evaluación y asiento del producto resultante. He ahí los roles de Leonel Cota, Alejandro Encinas, Carlos Navarrete, Javier González, René Bejarano (con todo y “ligas”) y su esposa Dolores Padierna, por mencionar algunos de los más notorios; sin olvidar por supuesto al líder moral Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y, en su momento, a los personajes zapatistas, líderes sindicales, etcétera.

Entre operadores, consejeros, ejecutores, administradores y voceros, los miembros del PRD han ido llevando a la institución a una encrucijada que ya experimentamos en su punto más álgido en la segunda mitad del año 2006, tras las elecciones presidenciales. La contradicción se hizo un procedimiento de peso estratégico en el que aparentemente la afirmación explosiva de AMLO “al Diablo con las instituciones”, atentaba contra toda forma institucional menos la propia del PRD, lo que a más de uno hizo cuestionar entonces ¿qué es el PRD, si no un instituto político partidista?

La bifurcación de métodos evidenció la escisión anunciada años atrás, producto de rencillas y reconcomios internos de parte de ciertos abusivos, convenencieros, acomodaticios y demás sátrapas politicastros radicales extremistas (nótese el tren de adjetivos), que carentes de lealtad al partido y hambrientos de poder y lo que lo acompaña, incidieron en su resquebrajamiento. ¿Cómo entender al cuerpo en medio de un brazo político pragmático de vigor callejero, radical, impositivo y de otro institucional, protocolario, negociador? ¿Cómo pensar a un “presidente legítimo” que no gobierna sino detrás de las cortinas, como caricatura telenovelesca de un Benito Juarez recorriendo el país en campaña constante sobre su carreta sin posibilidad presupuestal neta y patente para cumplimentar las promesas? ¿Cómo unir las piezas, los hemisferios cerebrales de por sí separados?

Sólo hay un modo, disectando la masa por el cuerpo calloso que, según se sabe, es el encargado del intercambio de información entre los lados izquierdo y derecho del cerebro.

Es por esto, que los mismos perredistas conocen perfectamente, como parte de su historia, que es de esperarse no una fractura —eso sería una exageración infundada—, pero sí una escisión fundamental en los principios que lo determinan. Desde el momento que los convocantes establecieron como uno de los principales motivos para definir al congreso como “extraordinario” la necesidad de efectuar una profunda revisión y reforma estatutaria, la escisión quedó anunciada.

¿Escisión? ¿Cómo? Liderazgos rotos
Si contraponerse al provocador —como erróneamente lo hizo Vicente Fox— conlleva a la confrontación, por otra parte evitarlo, eludirlo, omitirlo, serle indiferente, cancela el diálogo y con ello toda posibilidad de negociación y entendimiento (como le ocurrió a otro provocador y manipulador astuto, Carlos Salinas de Gortari). Entonces, ¿cuál es el punto medio? La sensatez.

En la inercia por obtener y mantener triunfos, el PRD abrió la puerta a renegados y oportunistas de toda factura, tendencia y color. Muchos de ellos encontraron recientemetnte en AMLO un padrino excepcional (Manuel Camacho Solís, por ejemplo, ubicado en los ochentas junto con Enrique González Pedrero entre los principales ideólogos de la Corriente Democrática), y sirvió de escaparate y caldo de cultivo para activistas salidos de las filas del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la UNAM y el Congreso Universitario como Carlos Ímaz, Martí Batres.

Al margen del historial vergonzante de algunos de ellos, lo que cabe decir es que los acomodaticios vieron la ocasión de allegarse un “hueso” a la vieja usanza, gozándolo hasta el final. Cada grupo, cada corriente, cada individuo empezó a ver para su santo; lo mismo radicales que moderados.

Luego de perder las elecciones presidenciales dos veces, fraude o no de por medio, la imagen y el peso políticos del ingeniero CCS decayeron. Qué decir de Porfirio Muñoz Ledo quien en su búsqueda terminó cobijado por la utilitaria sombra de Vicente Fox Quezada. Los jóvenes del otrora Frente Juvenil Revolucionario (FJR) del PRI, purgados de palabra en su momento por Jorge de la Vega Domínguez, hacia los noventa y durante el sexenio foxista, lograron ocupar posiciones clave en las dependencias de gobierno, ya en el ámbito federal ya en el de la capital del país, o en las entidades que poco a poco iba ganando el PRD unas veces mediante coaliciones y otras por mérito propio.

Las bases indígenas y campesinas antes primordialmente priístas y ahora más perredistas se hicieron notar a veces con visos amenazantes. El corte con bisturí en el ánimo nacional, en los principios monolíticos latentes del sistema había comenzado, pero de igual manera había dado inicio la segmentación de la izquierda en facciones.

Con esta escisión a la vista desde hace casi 20 años, lo que ahora se pone en la mesa del congreso perredista bajo el escrutinio de propios y extraños es algo en verdad serio y fundamental: más allá de la unificación del partido, está la definitiva posibilidad de resultar victorioso el partido en las elecciones presidenciales de 2012. ¿Cuál será el destino de AMLO? ¿Qué seguirá al Frente Amplio Progresista?

Viejo PRI, viejo AMLO

Foto: Agencia de Noticias ANDES
UN VIEJO PRI, una viejo AMLO.

Así se expresaba a finales del siglo XX el hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador acerca del modus operandi electoral del PRI, como si fuera una novedad en aquellos años o ahora (con MORENA). Así se expresaba entonces, también, del IFE (Instituto Federal Electoral) posteriormente afinado como INE.

Hoy, ya mandatario de la Nación, en sus planes está desmantelar el INE que tanto dinero, esfuerzo e incluso sangre nos ha , costado a los mexicanos armar como un órgano autónomo, medianamente descentralizado de la partidocracia e independiente del poder presidencial.

El extracto fue "rescatado" por una panista, Claudia, usuaria de Twitter, en su cuenta.

El colega Héctor de Mauleón lo retuiteó con el texto: "Enseñando la huella dactilar. Interesante".

Personalmente no me extraña pues permite notar que es cierto aquello de "genio y figura...." como señalaba ya yo en mi blog, en la serie de artículos previos a esta entrevista e intitulados "Escisión a la vista" y las secuelas que le han seguido.





¿'Ora qué hacemos, Molcas?


ERA DE LA OPINIÓN... de que la imagen corporativa e institucional define no solo lo superficial, sino lo profundo de las cosas hechas por el hombre en un ámbito organizacional. Encierra y sintetiza pues una cultura organizacional que permea a las instituciones y demás órganos que componen al sistema social que constituyen a la empresa o a una nación y su gobierno, dimanando en consecuencia una identidad unificadora y virtuosa basada en una filosofía con la que se abarcan determinados valores y metas subyacentes, con miras a la satisfacción de las necesidades intrínsecas al sistema como conjunto tanto como en relación con sistemas vecinos, de manera directa e indirecta, y que se experimenta vívidamente en las estructuras físicas, metafísicas, funciones mecánicas y sociales de los objetos y sujetos que conforman a dicho sistema nacional (país), empresarial (industria, comercio, banca), proveyendo a los individuos una colección de creencias y de certitudes a partir de las cuales comprenderse como parte de un todo inteligible, dinámico, fijo empero en constante transformación.

La identidad de una organización es la percepción que tiene sobre ella misma, algo muy parecido al sentido que una persona tiene de su propia identidad. Por consiguiente, es algo único. La identidad incluye el historial de la organización, sus creencias y su filosofía, el tipo de tecnología que utiliza, sus propietarios, la gente que en ella trabaja, la personalidad de sus dirigentes, sus valores éticos y culturales y sus estrategias. Puede comunicarse mediante programas de identidad corporativa; pero, la identidad per se es muy difícil de cambiar, ya que constituye el verdadero eje en torno al que gira la existencia de la propia organización.

[… C]uando una compañía sufre un verdadero trauma, […] todo parece indicar que la empresa y su identidad pueden llegar a modificarse en sus propios fundamentos.

[…] La imagen corporativa no es más que la que un determinado público percibe sobre una organización a través de la acumulación de todos los mensajes que haya recibido.

[…] Al contrario de lo que sucede con la identidad, la imagen es relativamente fácil de cambiar. Aunque a veces se requiere un esfuerzo importante para cambiar una imagen muy arraigada, la percepción de una organización se puede crear con gran rapidez [IND, 1992: 3-8].

Y lo último señalado en la cita anterior puede suceder tanto para bien como para mal.

Borrón y cuenta nueva, ¿para qué?

Llevamos tres años del actual gobierno, uno dedicado a dividir, a vapulear e intimidar a todo el que lo contradiga, a imponer su supuesta visión de país anclada en una contradictoria cartilla moral, una historia nacional de contentillo y reacciones majaderas.

Se avecina un probable plebiscito para votar una revocación de mandato que de forma intrínseca implica, como anverso de una moneda y dependiendo del sentido del sufragio, a su reverso, es decir, la ratificación del mandato. Aunque, primero, es probable como ejercicio en función de que se cumpla con el primer requisito que es el mínimo de firmas ciudadanas para justificar la programación, planeación y ejecución de los comicios y esto de forma muy independiente a que haya o no un presupuesto ajustado al efecto. Y segundo dato, como se trata de una figura nueva y un ejercicio también novedoso, y no siendo la ley retroactiva, el resultado no será íntimamente vinculante para el actual gobierno, por lo que, a pesar de simpatizantes y detractores del hecho, el actual gobierno esta obligado por la Constitución a terminar en el período para el que fue legal y legítimamente electo. Por supuesto que, de salir favorable y suficiente la votación para revocar el mandato, el Presidente estaría también en su derecho de renunciar al cargo alegando atenerse a la decisión ciudadana como endeble justificación comprendida en la Carta Magna.

[…] debemos ubicar que existen siete casos básicos en los que puede faltar el presidente mexicano. El primero es porque no se presente a tomar posesión. El segundo, porque no se haya calificado la elección llegado el día de asumir el cargo. El tercero, por impedimento físico. El cuarto, por impedimento mental. El quinto, por prisión. El sexto, por desaparición o deceso. El séptimo, por abandono o renuncia [MORA / ORTIZ / ROMERO, 2001].

Preguntémonos cuál es nuestra identidad como mexicanos. ¿Alguna vez hemos cuestionado asertivamente las imágenes corporativas, institucionales de nuestros gobiernos en todos los niveles más allá de lo superfluo? No hay presidente que no haya sido objeto de escarnio, ni en el siglo XIX ni ahora, ¿por qué tendría que ser la excepción AMLO? Y viceversa, ¿por qué no ensalzar lo positivo, así se trate de una sola cosa? Hay quienes viven, como el Periquillo Sarniento, de travesura en travesura, cagándola aquí y allá, pero basta un acierto para ser recordados como quien dejó honda huella a pesar de excesos, omisiones y estupideces.

En días recientes y una vez más, el presidente Andrés Manuel López Obrador emitió un nuevo decreto en la idea de lo que vamos planteando, y cabe preguntarnos cuán traumatizado podía estar el país entero como para que nuestro gobernante llegara a la conclusión, desde sus tiempos de campaña, de que todo debía ser hecho añicos para, como hacen los japoneses con las casas viejas de madera, derruir para construir un México nuevo. El nuevo decreto instruye la "desaparición" de Indesol (Instituto de Desarrollo Social) para dar paso a la Dirección General de Bienestar y la Cohesión Social. La decisión que se suma a otras como la desaparición de fideicomisos, el desmantelamiento del Estado Mayor presidencial, en Seguro Popular, entre muchas más aburre. Porque implica una falta de propuesta, como tantas otras decisiones del actual gobierno empeñado en usar la goma mejor que sacar punta al lápiz.

Aburre porque implica, a la vieja usanza, más cambios de nombres y siglas y "reestructuración" (física, organizacional, presupuestal) que al cabo de este gobierno volverán a desaparecer para dar sitio al capricho del tlatoani de turno. Algo que, por costos de imagen corporativa, institucional, nadie se ha puesto a medir con cada cambio de gobierno.

Durante el priato, los cambios institucionales eran el pan nuestro de cada sexenio, aunque si hemos de ser objetivos, llevaban una lógica ajustada al interés nacional y no nada más partidista. Ventajas, quizás, de una gobernanza única. Bajo esa costumbre es que se forjó el actual presidente retrógrada y cree que los tiempos son propicios para hacer cambios a diestra y siniestra con la mano en la cintura.


Es verdad que en tiempos difíciles y traumáticos, como los que estamos viviendo, con una recesión económica global, una pandemia que nos tiene apergollados, se imponen recortes presupuestales, un dato contradictorio porque es cuando más se sugiere incurrir en el pulimiento de la comunicación organizacional. En un sentido, las "mañaneras", como ejercicio de comunicación, se ajustan a las expectativas comunicacionales del adecuado manejo de una imagen institucional en tiempos de crisis y es explicable el afán de recorte a áreas como las relacionadas con el INE; pero, por otro lado, es contradictorio porque, si lo que se pretende es aprovechar el impasse para afinar "como anillo al dedo" los fundamentos democráticos del país, las decisiones tendrían que ser más congruentes con la finalidad y, en cambio, estos plumazos organizacionales derivan en gastos de comunicación e imagen necios.

Un gobierno de veras sensible a la economía, a la austeridad, al despilfarro, tendría que unificar el criterio de imagen institucional por uno específico y exclusivo que hablare no del partido o las personas en el poder, sino de México en su totalidad. En este sentido, el único cambio coherente hecho por AMLO es el referente a la reestructuración organizacional de las Fuerzas Armadas, algo que hacía décadas se hacía necesario para las mismas y para dar certitud a sus miembros tanto como al sistema de seguridad nacional, so pena de las sospechas que pudiera prohijar sobre el presumible mayor afán de control.

La imagen institucional importante debería ser la del país entero y no la del gobierno, partido, dependencia de turno. Al final, México es como cualquier empresa y ninguna que se precie de su solidez y sustentabilidad (sostenibilidad aplica a lo ecológico) hace modificaciones, transformaciones drásticas en logotipos, colores, diseños, valores, inventando, fusionando o eliminando direcciones, etcétera por puntada del CEO del momento.

Marcas que dejan huella

Por algo se pensó décadas atrás en el desarrollo de una "marca México" que nunca ha llegado a cuajar del todo por culpa de los intereses políticos, más que económicos.

En un artículo añejo aquí califiqué las típicas provocaciones del hoy presidente como "Arietes marca AMLO" y no me equivocaba. Esa es la marca de este gobierno.

Cada candidato y cada partido busca pervivir en la memoria efímera del período a su cargo, dejando un sello distintivo; y si bien es parte de su derecho personal o institucional, según el caso, no deja de ser una monserga que conlleva obligaciones que podrían moderarse para un bien común, pues con ello incurren en gastos elevados en cambio de papelería, logotipos, colores, y un muy largo etcétera comunicacional que, por otro lado, sí, da trabajo a diseñadores, impresores, publicistas colegas míos y muchos más.

Pero, piensen lo que nos ahorraríamos si desde el poder federal se decretare, en vez de las ocurrencias de uno como si resultado de la ociosidad: "¿Ora qué hacemos Molcas?", hacer una sola imagen unificada de país, adoptada por todos los estados, dependencias y niveles de gobierno, con la única salvedad de los rasgos distintivos propios de cada cual (no de cada partido o el gusto del gobernante en el poder). Es decir, los mismos colores para todo, los mismo patrones, pautas, tal como está previsto en la Constitución para los símbolos patrios, solo que extendiéndolo a todo y no bajo la óptica de un presidente específico, cada seis años o cuatro o tres, según el nivel de gobierno o la legislatura de turno. Económicamente hablando el ahorro sería sustancioso, se invertiría en una imagen y una identidad como país, estado, municipio, capaz de consolidar lo que somos hoy y atravesar el tiempo. Es momento de dejar de ver los estados de cuenta del predial como un volante propagandístico al modo como los reyes y emperadores plasmaban su efigie y triunfos en la acuñación de monedas, si bien en ese tema, el dinero en tanto signo y símbolo es "otro boleto" apasionante sobre el que escribiré en otra ocasión.

De nuevo, preguntémonos, qué definición de país tenemos cada uno. Hemos vivido bajo al argumento de ser una sociedad apuntalada en un mosaico cultural nutrido con una colección de culturas indígenas permeadas por la conquista y la colonia, tanto para bien como para mal, con la influencia española, estadounidense, católica, china. La corrupción ya existía en tiempos prehispánicos como ahora y es un cuento plantear la peregrina idea de que se la borrará como si nada. El concepto del "mexicano enano" ha sido revestido con eufemismos gazmoños que disimulan la podredumbre de nuestra sociedad. Si antes fuimos la imagen del campesino sentado a la sombra de un sombrero de ala y recargado en un nopal, chingón hijo de la chingada, jodido bienaventurado entre los jodidos, entonces cuál es la imagen que ahora queremos dar, ya no solo al resto del mundo sino a nosotros mismos cuando ya no somos del todo indígenas, ni castizos, ni criollos, y sí, sin duda, mestizos. ¿Acaso la de un país administrado por un presidente que goza mirar su efigie de trapo como muñeco de vudú? ¿Quién le hincará los alfileres para curarle las dolencias mientras sus decisiones lo ponen a cada rato a la mesa para comer el antojito junto a los otros muñecos y títeres del closet infantil?

El presidente afectará el carácter de la compañía más de lo que puede querer admitir. Ese efecto será influido por su tenencia del cargo, el carácter prexistente de la compañía, su personalidad y su esfuerzo consciente por desempeñar un papel positivo en la configuración de la compañía. Sólo el último factor es verdaderamente controlable. Un esfuerzo positivo del presidente ayudará a crearle a la compañía una reputación más amplia, más positiva, que tenga ventajas nítidas, distintas.

[…] Como presidente, usted afecta el carácter de su compañía [país] y la forma en que esta es percibida, más que ninguna otra influencia. Esto es válido independientemente de su estilo de gerencia. Sea que opere con una alta visibilidad […] o que prefiera trabajar calladamente, tras bambalinas, a través de los demás, está configurando la personalidad de la organización entera. Esto lo hace de dos formas: a través de las decisiones que toma, de las prioridades que establece, de la estructura de su gerencia y, lo más importante de todo, a través de su personalidad y estilo. Esta última puede ser una influencia mucho mayor de lo que usted querría reconocer. Gústele o no le guste, esta función es una parte tácita de todo contrato de trabajo para el cargo de presidente. Mire hacia atrás y recuerde cuánto tiempo gastaron usted y sus colegas, como equipo de gerencia, tratando de descifrar al jefe. ¿Hacia dónde estaba conduciendo a la compañía? ¿Qué lo irritaba? ¿Qué lo impresionaba? Todas esas eran preguntas que usted tenía que considerar para ir forjando su carrera. La siguiente generación está tomando nota de sus señales en la misma forma.

Esta influencia estará allí, sea o no sea usted consciente de ello. Y no se irá aunque intente ignorarla. Usted tiene la posibilidad de elegir, reconocer ese papel, controlarlo y usarlo para beneficio de la compañía [país], o evitarlo lo mejor que pueda. Eso puede hacerlo por algún tiempo optando por creer que el carácter de la compañía [nación] es algo que heredó, que está implícito en la estructura, y lo cual tiene que aceptar. Esa visión tiene cierta validez cuando es la primera vez que se hace cargo de la dirección de una compañía, pero al final su influencia personal prevalecerá [GARBET, 1991: 216-217]

Los traumas de AMLO no tienen por qué ser los mismos del resto de los mexicanos. La pobreza extrema, la segregación étnica y de clase más que solo racial, el abandono del campo, la medianía procesal jurídica, son algunos de los traumas que nos aquejan como sociedad. ¿Son suficientes, terapéuticamente hablando, como para mandar al diablo las instituciones y cortarnos las raíces de lo que fue para instaurar lo que uno cree pudo haber sido?

Mirar atrás puede ser tan malo como positivo. No todo tiempo pasado fue mejor, como no toda promesa sobre lo porvenir supone una panacea salvadora. Y viceversa, no todo lo de ayer fue para nuestra perdición y merece escarnio y olvido, como no todo lo presente y futuro han de tomar como causa esa finalidad de corregir lo anterior.. Lo hecho, hecho está. Mirar hacia adelante requiere valentía. Ya basta de acusar a los que antecedieron, de patear los escombros y de martillar las paredes en busca del tesoro escondido. No hay nada nuevo bajo el sol y ningún presidente, por bien intencionado que sea, puede tapar el sol con un dedo flamígero.

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Referencias

  • IND, Nicholas. La imagen corportativa. Díaz de Santos, Madrid. 1992
  • GARBETT, Thomas F. Imagen corporativa. Cómo crearla y proyectarla. Legis Editores, Bogotá, 1991.
  • MORA / ORTIZ / ROMERO Apis, Tere / Irma y José Elías "Opiniones sobre la suplencia presidencial" (extracto de carpeta de análisis informativo y de opinión, 2001). H. Cámara de Diputados. Servicios de Investigación y Análisis / Análisis de política interior. Sin fecha de publicación. Consulta: 2 de enero de 2021 desde http://www.diputados.gob.mx/sia/polint/dpi37/6opinion.htm#:~:text=El%20primero%20es%20porque%20no,El%20cuarto%2C%20por%20impedimento%20mental.