Una teoría de herencia familiar

julio 08, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments


LA GRAN FALACIA de la segunda mitad del siglo XX y esta primera del XXI y que han comprado con singular y alegre ignorancia los "caudillos" latinoamericanos es esa afirmación de que "para ser de izquierda hay que abrazar el marxismo y el marxismo-leninismo". Una falacia anclada en ideologías entecas, caducas, aun cuando el marxismo todavía tiene vigencia filosófica; curiosamente como sostén no del populismo ni de la socialdemocracia como sí del propio capitalismo en sus distintas vertientes hasta el neoliberalismo. Dicha falacia sostiene entre otros al candidato por la "izquierda" a la presidencia de Perú, Pedro Castillo.

Lo que enamoró a los obtusos, los renegados, los rebeldes, los resentidos y los "arribistas paladines de la justicia social" del comunismo (ni siquiera del socialismo) no fue, preciso es decislo, la amplia descripción y análisis de los sistemas económico-sociales de la época en que Carlos Marx esbozó junto con Federico Engels su pensamiento (ni siquiera revolucionario ni original), sino esa parte sensible acerca de la estructura y la superestructura social basada en las clases sociales, y nunca entendieron el fundamento del materialismo y la dialéctica subyacente en esa "lucha de clases", la que vieron como una eterna confrontación entre dominantes-dominadores al más rancio y burdo estilo mal interpretado de la teoría darwiniana y motivo del que luego abrevó justo el neodarwinismo social que nutrió tanto al socialismo real como al capitalismo real. Al primero ya lo vimos caer estrepitosamente a finales del siglo XX (aunque quedan resabios nostálgicos) y hoy estamos experimentando al segundo cimbrarse y desmoronarse desde sus mismos cimientos.

Quienes andamos (o andan, perdón por sumarme a los que sí son expertos y más enterados) escribiendo críticamente sobre el capitalismo real desde los noventas, no pretendemos más sino poner los puntos sobre las íes de un sistema y una ideología que derivó en conductas y nociones nocivas, perniciosas.

Líderes y candidatos como el relatado en esa nota referida en el hipervínculo del primer párrafo o los que ya sufrimos en México, con toda su carga no populista sino francamente demagógica, no hacen sino distorsionar aún más los fundamentos con miras no tanto a una verdadera reivindicación como, en cambio, un trastocamiento destructor.

Es cierto que muchas veces se puede construir sobre lo destruido, los japoneses tienen experiencia en ello. Sin embargo, también es cierto que muchas veces sobre los cimientos originales solo basta recomponer lo útil, derribar lo riesgoso, levantar lo nuevo y complementario. Desafortunadamente en países como el nuestro donde el reconcomio permanece como cicatrices de las heridas en las almas indígena y criolla, de piel por lo tanto muy sensible, el afán furibundo por arrasar vuelve a la inequidad fuente de inquina, en vez de motivo para la reflexión conciliadora. Y aquellos liberales que tratamos de abordar esto último somos vistos como "conservadores" pusilánimes, y hasta nuestra condición personal o social nos es asestada como guantazo no retador, sino descalificador.

En México, a lo largo de tres años del actual gobierno, ¿qué hemos hecho... todos? Se los dejo como tema para la reflexión, pues México y Perú no son ni se parecen a Venezuela. México parecería más bien encaminarse cada vez más a aquella vieja Colombia narcotizada que preocupaba al Dr. Jorge Carpizo y, lo peor, en connivencia con China, Rusia y EE.UU., como centro de inflexión de los poderes hegemónicos en pugna hoy.

Suena muy "mesiánico" y caritativo aquello de "abrazos, no balazos". Aforismo y paráfrasis de un "alma buena de Macuspana" (veremos quiénes reconocen a Shen-Te, el alma buena de Sezuán). No obstante...

Entre Perú y  México

Un dato histórico que no es menor para imaginar el futuro y los indicios conexos. Durante la Colonia, Perú, en tanto Virreinato, llegó a tener tanto peso e importancia  en el Imperio Español que era comparable con la Nueva España (sobre todo por causa de la minería).

Un pariente mío por línea paterna (perdón por la digresión genealógica), el Virrey Don Juan de Acuña Bejarano (se le nombra de varias maneras, lástima del segundo apellido que recuerda ciertas "ligas" de infausta memoria) era presidente de la Real Audiencia de Lima cuando fue nombrado 37º Virrey de la Nueva España y resultó uno muy conocido y reconocido por distintos logros y hazañas. No entraré en largos y profusos detalles históricos (para mí apasionantes). Quede solo barruntado un momento histórico desde el cual podemos imaginar las rutas de conexión e identificación ideológicas, económicas y geopolíticas, aparte de las culturales.

Y ahora es momento de explicar la razón del título de esta entrega y, siendo temporada de lluvias e inundaciones, el interés por amarrar con Sezuán lo que vivimos en México.

Años atrás tuve la "ocurrencia" de presentar ante colegas en un congreso de comunicación una teoría que había comenzado a trazar entonces. En ella proponía la idea de que las líneas de poder político, económico y social en los países hispanoamericanos aun más que en otras culturas, tenía una base genealógica y trenzada con las líneas de parentesco tanto por linaje como por consanguinidad, un asunto que persiste hasta nuestros días aun cuando la dinámica genealógica encubra con las nuevas maneras de registro parental la herencia bendita o maldita de algunos.

Yo había llegado a esa hipótesis tras mis primeros escarceos en la investigación sobre la genealogía personal y descubrir varios personajes, puntos y momentos de inflexión en la historia cuando esos personajes ostentaron poder difuso o franco, incidiendo además en hechos y decisiones históricas clave en el desarrollo de distintos países, para empezar mi México.

Quizás por la forma como presenté la idea o por lo "alocada" que parecía, algunos la tomaron como "jalada de los cabellos" y se burlaron e hicieron escarnio. Motivo, uno de tantos, por los que opté por no volver a involucrarme en simposios, congresos o similares. La petulancia académica de mis pares me purgó. Así, por lo que a la academia se trata, me concentré en lo más burdo y pedestre que significa para la administración pedagógica, atender mis asignaturas, y mientras, por debajo de mi mesa particular, continué y continúo mis investigaciones sin tener una valiosa o verdadera oportunidad para publicarlas, distraído además como me hallo en, como se dice coloquialmente, buscar el bolillo. Pero, la teoría ahí está, en mis apuntes y cuando es oportuno, como ahora, salpico y coqueteo con ella, como aquellos personajes dramáticos de una historia sobre la dialéctica entre el bien y el mal, sobre las dificultades de vivir justamente en un mundo donde la justicia solo puede implantarse adoptando los mecanismos del mal que trata de combatir. Donde es prácticamente imposible mantenerse puro entre rufianes y donde la inocencia es un lastre. ¿El bien y el mal se adquieren o se heredan? Si fueran mexicanos Rousseau o Maquiavelo...

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