La inseguridad en México: entre la percepción y la realidad

julio 20, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments


HE LEÍDO con interés y cuidado la información dada a conocer recientemente por el Secretario de Marina, Almte. José Rafael Ojeda basada en los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y el INEGI sobre seguridad. Con franqueza digo: lo que me parece más relevante de la información presentada sobre la inseguridad en México no es tanto el ranking de las cincuenta ciudades con más violencia, entre las que se cuenta mi terruño, Naucalpan, como el contraste, por primera vez expuesto de forma mediática como nota informativa, entre las cifras oficiales con base en delitos denunciados y/o perseguidos y los datos de medida de la percepción ciudadana. Estos últimos se han venido recabando mediante la Encuesta de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública desde hace por lo menos una década, pero no se habían mostrado al público sino como datos aislados o en abstrusos informes que casi nadie consulta. En 2017 el gobierno de Enrique Peña Nieto cambió la metodología para recabar y medir estos datos, haciendo más precisa la información y dicho método es el que aún hoy se sigue, para despecho del actual gobierno y sus simpatizantes que orondos se paran el cuello como inventores del hilo negro y el agua tibia.

En este tema cabe destacar la publicación poco difundida del Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia 2014-2018 publicado en el Diario Oficial el 30 de abril de 2014, como uno de tantos ejemplos que podrían citarse.

Denunciar o no denunciar es el dilema

Ayer yo compartía en el grupo de estos Indicios Metropolitanos en Facebook mi experiencia personal respecto del espionaje, dada la noticia sobre el programa de espionaje Pegasus y sobre el acercamiento que tuvieron hacia mí funcionarios del ámbito de la seguridad local, estatal y federal en 2015. Lo que no conté, para no abusar en detalles fue que, del tiempo dedicado a la charla con ellos destacaron los cuestionamientos que me hicieron en la línea de obtener de mi parte (como si yo fuera quién) sugerencias para el mejoramiento de la seguridad.

Recuerdo que les dejé bien asentado que las autoridades estaban en un dilema, pues mientras por una parte aparentemente estaban haciendo su trabajo en la consecución y disminución de los índices de inseguridad, por otro, la percepción de la gente indicaba lo contrario y ello sustentaba el descontento y el temor que había llevado entonces y aun antes (y todavía) a las manifestaciones y protestas en diversos lugares del país como las ocurridas en Las Torres de Satélite y de las que di puntual reporte aquí. Es decir, les enfaticé que en temas de percepción se debe considerar la doble cara de la misma frente a los datos recabados en la realidad ominosa: mientras el ciudadano percibe un panorama, el gobierno construye su propia percepción a partir de los datos oficiales, algunos de los cuales pueden presentarse maquillados y por lo tanto distorsionan la verdad.

Nunca olvidaré que les sugerí entonces, entre otras cosas, que se hiciera una doble medición, por una parte la dura, basada en los datos concretos de denuncias, aprehensiones, y similares, y por otro lado medir la opinión popular siempre basada en datos más cualitativos que cuantitativos como los que resultan de los sentidos, con su grado de sesgo e inexactitud, pero nada despreciables al momento de formar un criterio acerca de un hecho específico. Es decir, les dije que el gobierno y los partidos tienen que conocer de veras a su "consumidor" gobernado, cosa que nunca han hecho, por lo menos hasta ahora.

En la medida que se conoce a fondo al consumidor, en este caso de los efectos del poder, es decir al ciudadano, entonces partidos, candidatos y gobiernos pueden orientar más efectivamente las políticas públicas para satisfacer necesidades reales y no nada más dar respuestas instrumentales, efímeras y de relumbrón. Como consecuencia derivada, la confianza en el gobierno se ve modificada tanto para bien como para mal según los resultados palpables, calificables frente a los resultados patentes con registro cuantificable. Y hasta hoy todos los gobernantes de todos los niveles junto con sus asesores en comunicación y mercadotecnia política han adolecido de no mirar al ciudadano como beneficiario de sus virtudes e incluso sus defectos, a pesar incluso de la transparencia que hoy tanto se prodiga.

Se ha criticado que los publicistas ofrezcan en las campañas a los candidatos y las marcas de sus partidos como "productos"; pero, sí, eso son, guste o no. Productos ideológicos que los votantes compran una vez en los comicios para consumir por todo el período para el que son electos y cuando un diputado cambia de bandera y color, la sensación, la percepción que deja en el consumidor es la del fraude  moral: El votante ha comprado un detergente con aroma equis, pero la fórmula impresa en el envase individual o de coalición no advierte que a la primera de cambios, apenas se quite la tapa, el cloro contenido habrá de descomponer las moléculas aromáticas hasta eliminarlas por puro proceso químico. ¡Si por lo menos apestara, pero ya ni eso! O sea,  la obsolescencia política también existe y también se nos presenta programada.

Luego, los chapulines son causa primordial del desencanto y así, toda confianza se esfuma más pronto de lo esperado. ¡Cómo no desilusionarse y mirar a todos bajo el mismo rasero!, cuando todos o la mayoría de los políticos y funcionarios burócratas, antes que procurar el bien común propenden al propio. Así, el dilema frente a la inseguridad es más pedestre, denunciar o no. Lo denunciado genera registro y dato y riesgo y, en un sistema corrompido, incertidumbre más que certitud; lo no denunciado abulta la percepción y consuela con la conformidad de que al menos hay certeza de haber sido o ser posible víctima hasta de uno mismo.

Poniendo remedios con carácter preventivo

El gobierno actual, aun más que los anteriores, ha dedicado un espacio para abrir la información estadística oficial acerca de la incidencia delictiva. El colega periodista Jorge Ramos, entre muchos otros, ha utilizado esa información oficial para cuestionar los avances en el tema, obteniendo de parte del presidente Andrés Manuel López Obrador una respuesta cínica y tangencial siempre: "Yo tengo otros datos". Pues, si es así, entonces la misma presidencia desacredita los datos oficiales presentados, presumidos y valorados por su gobierno; es tanto como darse un balazo en el propio pie, un balazo como aquel que AMLO diera por juguetón y caprichoso a su hermano en una nalga y que le costara la vida.

Fuente: Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (marzo 2021), INEGI


2021 presenta la medida más baja en la percepción sobre inseguridad para algunas ciudades del país desde que comenzó a levantarse anualmente la Encuesta sobre Seguridad Urbana (ENSU) por el INEGI en 2013. Si bien tiene razón el presidente al señalar que estadísticamente la incidencia no ha ascendido, también es verdad que no ha disminuido notablemente. Y los factores son muchos, el más evidente descansa en la lucha encarnizada de los cárteles del crimen organizado por ganar plazas, territorio e influencia, lo que sin duda eleva los índices de determinados delitos. No obstante, el cruce de información entre lo percibido y lo hecho tendría que permitir tanto al gobierno como a los gobernados y medios un panorama más claro y balanceado  del estado que guarda el tema con miras a la certidumbre y la prevención, pues resulta falso y odioso que la gente diga que ahí viene el lobo mientras el gobierno, hacha en mano, clama ya haberlo destripado y Caperucita temerosa ya ve lobos hasta debajo de las piedras.

Del modo como para los alimentos se decidió incluir etiquetas gazmoñas para indicar y ayudar al consumidor a decidir sobre su consumo razonado tras notar cuándo un alimento tiene exceso de azúcares o de sodio o carbohidratos, algo semejante tendría que hacerse en dos vías.

En lo electoral, para etiquetar a los candidatos de modo que su ideología, promesas y propuestas sean obvias a los ojos de los votantes y, de incumplirse el contenido, puedan ser incluso desechados a medio camino o juzgados sin miramientos (de ahí la importancia de las consultas venideras, la primera de las cuales ha de ser respondida en estricto sentido de la pregunta planteada y no de la entelequia morenista, lopezobradorista de pretender enjuiciar sólo a ciertos y muy específicos personajes; o todos coludos o todos rabones, AMLO incluido, por "las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos".

La segunda vía, en la seguridad, haciendo no nada más el cruce de la información perceptual y dura, sino, a partir de ese cruce hacer contrastes entre logros y objetivos, entre promesas y resultados, entre expectativas ciudadanas y bienestar real obtenido. En salud, por ejemplo, se cometió el craso error de explicar a la población el comportamiento de la pandemia a partir de una curva normal, cuando el desenvolvimiento es logarítmico, razón por la que la curva jamás descenderá y el "aplanamiento" es paulatino sin límite matemático a cero. El virus Covid-19 y sus mutaciones llegaron para quedarse de por vida y lo más que podemos hacer es adaptarnos a controlar sus efectos.

Reza el dicho: "por sus obras los conoceréis"; y parece —es percepción— que las obras de López Obrador en varios rubros todavía dejan mucho que desear. Y entre las fallas están los procedimientos mismos para garantizar la procuración de la justicia, asunto que pasa por los tres poderes del Estado y no solo los atribuidos al Ejecutivo.

Es muy común desacreditar los datos perceptuales por implicar equívocos; pero, vistos con sensatez, muchas veces son más determinantes en la consciencia que los datos duros, oficiales o no y de ahí también el peso que las noticias falsas o las verdades a medias han tenido hoy en la desinformación y la mala información del público más acostumbrado a leer de pasadita que a detenerse en el análisis de las cosas. De ahí también, hay que decirlo, la importancia y el tino (mejor que el desatino) de la nueva "sección" de "Quién es quién en las mentiras" incluida como parte del programa de entretenimiento en que se ha convertido, desvirtuado, el noble ejercicio de comunicación que deberían ser las "mañaneras".

Los ciudadanos ya son distintos, más politizados y esto sin importar si son o no de clase media o por lo menos de esa con la que sueña el presidente. Ya no se tragan cualquier cuento, cualquier promesa, cualquier dato lanzado al viento con singular irresponsabilidad retórica. Cada día exigen, exigimos más certidumbre, pues mientras la autoridad dice que en tal ciudad los datos arrojan un índice más elevado de inseguridad, el miedo a flor de piel y entre los miembros de la sociedad del poblado de enfrente dicen lo contrario, que los bueyes del compadre están mejor resguardados que los propios y solo así se justifica aquello otro de que, viceversa, se haga justicia entre los bueyes propios antes que en los ajenos.

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