Habemus revocación de mandato

enero 19, 2022 Santoñito Anacoreta 0 Comments


EL HUMO BLANCO asomó en las chimeneas del INE anunciando que se cumplió el requisito de ley para efectuar el ejercicio constitucional de la figura democrática de la revocación de mandato, es decir que se juntaron las tres y medio firmas ciudadanas necesarias y aún más, parece haberse rebasado con suficiencia.

Muy al margen de los dimes y diretes alrededor de la revocación de mandato, el que se haya cumplido y tal vez rebasado el mínimo de firmas para la solicitud es sin duda un éxito. Explico por qué.

Las dos caras de la moneda

El hecho es sin duda un triunfo que más de uno utilizará para colgarse la medallita, empezando por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, siguiendo con sus huestes y de la runfla de detractores que, llevados por la inquina, unos y otros, se movilizaron para hacer posible que se lanzara al aire la moneda y en la esperanza de que, en el volado, caiga y se asiente una de las dos caras, la revocación o su anverso, la ratificación.

Siendo una figura plebiscitaria (que no consulta popular) de acuerdo con la ley solo puede ser requerida por la ciudadanía, concretamente por un porcentaje específico del padrón electoral, "poco importa" que el Presidente haya sido el primer promotor. Ese hecho de suyo ilegal, digamos que por ser la primera vez que se hace este ejercicio, como la consulta popular, podríamos hacernos de la vista gorda y dejarlo pasar, pues al fin alguien tenía que mover las aguas y crear las ondas que pusieran en acción semejante novedad que, a todas luces, enriquece mejor que empobrece nuestra democracia.

Cierto, la consulta popular pasada fue una farsa, pero fue una farsa necesaria como describí en su momento:

Más allá de lo supuesto, la consulta popular es un recurso de participación ciudadana necesario, noble y legal que necesita ponerse en práctica para volverse vinculante. Lo mismo sucederá próximamente con el plebiscito (que no consulta) a votarse el 21 de marzo de 2022 en relación a otro tema fundamental como lo es la revocación de mandato. Por ahora, lo de menos es la pregunta o la respuesta, lo que vale es el ejercicio y no las engañifas y ruidosos llamados a la confusión. La gente tiene ganas, afán de tomar parte activa en las decisiones del estado y no nada más sufrir vigilante las consecuencias de las decisiones peregrinas de sus gobiernos.

¡Primera llamada, primera!

Siempre hay una primera vez para todo en esta vida, y todos los primerizos pasan angustias y sinsabores. Esto no podía, no puede ser distinto. La experiencia previa de la consulta popular hecha formalmente con apoyo en la institucionalidad del INE abrió el camino, a trompicones si se quiere, para que en el futuro puedan hacerse otras consultas, claro, con medida y sensatez, haciendo preguntas oportunas, pertinentes y convenientes en los términos que indica la Constitución, empleando las vías institucionales para el efecto y no como ahora, con una pregunta amañada, confusa, manoseada y ocurrente, pero sin duda provocadora en esencia, o de las formas desaseadas, gazmoñas, pueriles de la mano alzada que solía hacer AMLO en campaña y al comienzo de su gobierno, aunque pueda alegarse que fueron prácticas de un didactismo populista para preparar al pueblo para estos ejercicios y aprender a valorar su significado y alcances.

Lo mismo podemos decir de la revocación de mandato; o ratificación, si lo prefieren, que los dos conceptos son complementarios y no solo opuestos como caras de la misma moneda. Ya en otro artículo aquí escribí acerca de las posibilidades de resultados que pueden derivar de este ejercicio de realizarse.

[…S]olo podemos especular.

Si vota una mayoría por arriba del 40% de participación del padrón electoral, la revocación será vinculante, si no, solo una anécdota para las efemérides de nuestra historia democrática.

Si es solicitada por la ciudadanía, es vinculante. Pero, la solicita ¡el propio mandatario! Andrés Manuel López Obrador lo que la vuelve inoperante por ilegal tal como está planteada ahora. Otro gallo o ganso nos cantaría si, ateniéndonos a la definición de plebiscito del DRAE fuera una "consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre una cuestión política o legal". Sólo así se justificaría el hecho de que AMLO, en tanto poder público, solicitara dicha "consulta". En los hechos, la letra está confusa y no se diga el pueblo. ¡Y los legisladores en Babia! cuando tendrían que hacer ipso facto y fast track una reforma legal que permitiera ajustar la letra a los hechos según lo esperado.

 Bueno, como se esperaba, los resultados de aquella consulta resultaron un fiasco y sin embargo no pasó sin pena ni gloria para nadie, dejó algunas lecciones. De entonces en adelante ya tenemos más barrido el caminito para futuras consultas que pudiere tener necesidad de hacer algún gobierno. Y esa experiencia sentó precedente para la que viene ahora que sí se llevará a efecto. Luego es momento de ahondar en los probables resultados.

Por una parte tenemos el tema presupuestal y la andanada de ataques al INE, ataques que no llegarán más allá de meros petardazos ruidosos que dejarán tiznados a sus incendiarios. Esto porque la solidez de la autonomía de dicha institución ha probado con creces que es de largo alcance, pero también no está exenta de excesos, excesos que sí es necesario revisar y moderar, y los que en buena medida tienen culpa los partidos empecinados en mantener a como dé lugar un sistema político de partidocracia que ya demostró ser una verdadera vasca.

Desde un punto de vista legal, como bien ha apuntado el Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en cuestión de sueldos y prestaciones fue la legislatura (previa) la que autorizó lo que hoy devengan los funcionarios consejeros, y solo el Congreso puede reformar tal hecho para ajustarlo como pretenden los morenistas a una "austeridad republicana" que busca la aplicación virtuosa de aquella máxima administrativa de hacer más con menos. Y, si bien es posible, es claro también que solo puede suceder con detrimento de algo, ya sea la calidad o la cantidad de lo que se busca obtener, en este caso la extensión, alcance y penetración del ejercicio mismo de la revocación de mandato por ejemplo con la instalación de muchas menos casillas, mermando así la representatividad del voto. Pero, como dije más arriba, de nuevo, poco importa hoy si no se cumplen las condiciones. ¿Por qué? Pues por tratarse solo de un ensayo general, al estilo de lo que se hace en teatro: no se necesitan todas las mamparas de la escenografía, ni toda la iluminación, utilería y parafernalia, bastan los actores de base, el árbitro o director y un público dispuesto a ser comparsa de la función previa al estreno. Eso y no otra cosa será y por ello más vale que cueste lo menos posible para que el dispendio no nos duela más de lo justo, pero también para que podamos tomar nota de lo faltante y sobrante para futuras ocasiones.

Como no podrá ejercerse el resultado, sobre todo si es positivo, es decir como no podrá revocarse el mandato del régimen actual encabezado por AMLO por no ser la ley retroactiva y estar obligado el Presidente a terminar el período para el cual fue electo, el único camino para dar continuidad secuencial a la figura de la revocación sería que el Presidente, acatando el voto popular, aun no siendo mayoritario, en el supuesto de una participación que no alcanzara el porcentaje vinculatorio, podría renunciar al cargo. Parecería un cisma, pero sería un capítulo más en el desarrollo de la democracia participativa y sobre todo una vuelta de tuerca para afinar las leyes relativas a la transición de poder en situaciones extraordinarias previstas en la Constitución. Es decir, para saber qué tal está de sazonado un platillo, el chef, en este caso el pueblo, tiene que probarlo y así determinar qué falta y qué sobra, de otro modo quedaría la figura democrática en calidad de letra muerta. Así, del mismo modo que la consulta popular, la revocación de mandato necesita ser puesta a prueba, practicada así sea como simulacro. Si hoy no se aplica, lo más probable es que nunca se haga. Si hoy se aplica, ya sabremos como cocinarla en el futuro de ser necesaria y a cualquier nivel desde el municipal hasta el federal. Esto, de algún modo, convierte al Presidente en el "piloto de pruebas", al INE en el staff de pits, y a los ciudadanos en algo más que simples espectadores.

Por lo tanto, ¡bienvenida la revocación en su ejercicio! Ahora falta ver el grado de participación el que estimo no rebasará el veinte por ciento del padrón electoral por factores como la confusión, el desencanto, la abulia, el desconocimiento, la pandemia, la reducción de casillas a que orillará una reducción presupuestal, entre otros.

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