Esa casa de los espejos que son las redes sociales

enero 17, 2022 Santoñito Anacoreta 0 Comments


ERA DE LA OPINIÓN... de que la censura era un filtro perverso... ¡Y lo es!

Censura y falsedad

Semanas atrás, todavía siendo 2021, alguno de los miembros del grupo de este blog en Facebook, llevado por el prurito y su derecho, compartió una información que le pareció relevante, mas sin cuidado de verificarla es decir "irresponsablemente".

Como autor y administrador recibí la notificación de parte de Facebook. El miembro se sintió herido en su libertad de expresión y publicación y en cierto modo lo fue, sobre todo si consideramos que entre las políticas del grupo está la de no censurar a ninguna voz, por muy discordante que pueda parecer y a despecho de las políticas generales de la plataforma que buscan una idílica armonía entre los miembros de una comunidad de amplitud amorfa e indefinida.


Facebook añadió a la publicación la verificación correspondiente y mandó al fondo del historial por noventa días la publicación como si no fuera suficiente el ritmo normal y diario, el cual más pronto que tarde termina acumulando en el cieno de la red lo publicado

Atendiendo el "derecho de réplica"  de este miembro retomé la publicación y la verificación y a mi vez hice los apuntes pertinentes resultando también amonestado como "difusor de información falsa". Ambos hechos ocasionaron que Facebook bajara la categoría del grupo de forma automática y muy  a pesar de mi reclamo y explicación.

El tema persiste y queda como una mancha para el grupo entero (poco importo yo, que se me resbalan las cosas) y afecta también en la manera como los contenidos generales del grupo son difundidos en la red social, dado su carácter público.


El efecto nos afecta a todos los miembros como explica el propio Facebook:

¿Por qué es importante?

Agregamos un aviso a la información falsa que revisaron verificadores de datos independientes y reducimos su distribución situándola más abajo en la sección de noticias de las personas. Si un grupo comparte información falsa, es posible que también reduzcamos la distribución de sus publicaciones y dejemos de sugerir a las personas que se unan a él.

Por ello y digamos que con un interés educativo comparto ahora con ustedes las sugerencias elementales que el propio Facebook ha redactado para que todos y cada uno (sobre todo los que no tienen la costumbre, método y sistema como quienes somos profesionales del análisis de información) tenga a bien cuidar lo que comparte.

Las sugerencias de Facebook

Con la idea de homologar, unificar criterios, uniformar contenidos, la red social desarrolló un documento en el que expone a los miembros de la red unas sugerencias para el cuidado de los contenidos que se publican y comparten. Pero, como apuntaré más adelante, por muy nobles que sean en principio tienen sus "a segunes".

Queremos detener la difusión de noticias falsas en Facebook. […] Mientras trabajamos para detener su difusión, aquí te mostramos algunas sugerencias que te ayudarán a identificarlas:

  1. Duda de los títulos. Las noticias falsas suelen presentar títulos llamativos escritos en letras mayúsculas y con signos de exclamación. Si un título contiene afirmaciones sorprendentes y poco creíbles, es probable que se trate de información falsa.
  2. Observa con atención la URL. Una URL impostora o que imita una original puede ser una señal de advertencia que indica que se trata de una noticia falsa. Muchos sitios de noticias falsas realizan pequeños cambios en la URL de las fuentes de noticias auténticas para imitarlas. Puedes visitar el sitio para comparar la URL con las fuentes establecidas.
  3. Investiga la fuente. Asegúrate de que la noticia esté escrita por una fuente de confianza respaldada por una reputación de exactitud en la información. Si la noticia proviene de una organización desconocida, verifica la sección "Información" para obtener más detalles.
  4. Detecta si el formato es poco común. Muchos sitios de noticias falsas contienen errores ortográficos o diseños extraños. Lee con atención si observas estas señales.
  5. Presta atención a las fotos. Las noticias falsas suelen contener imágenes o videos manipulados. En ocasiones, es posible que la foto sea auténtica, pero que la hayan sacado de contexto. Puedes buscar la foto o imagen para verificar de dónde proviene.
  6. Comprueba las fechas. El orden cronológico de las noticias falsas puede resultar ilógico, o incluso pueden estar alteradas las fechas de los eventos.
  7. Verifica las pruebas. Comprueba las fuentes del autor para confirmar que sean precisas. Si no se aportan pruebas o se confía en expertos cuya identidad no se menciona, es posible que la noticia sea falsa.
  8. Consulta otros informes periodísticos. Si ningún otro medio está reportando la noticia, es posible que sea falsa. Si aparece en varias fuentes de confianza, es más probable que sea verdadera.
  9. ¿La noticia es un engaño o una broma? En ocasiones, suele ser difícil distinguir una noticia falsa de una publicación humorística o satírica. Comprueba si la fuente de donde proviene suele realizar parodias, y si los detalles y el tono de la noticia sugieren que puede tratarse de una broma.
  10. Algunas noticias son falsas de forma intencional. Reflexiona acerca de las noticias que lees y comparte solo las que sabes que son creíbles.

Un apunte crítico a estas sugerencias

Si bien en una primera lectura las anteriores sugerencias nos parecen atingentes y sensatas, en realidad las aristas y huecos que las rodean y definen son mayúsculos y se prestan tanto para confusiones, como a yerros o manipulación censora. ¿A qué me refiero?

El llamado clickbait (que puede traducirse como "cebo para clicar") es un recurso, una forma retórica empleada por la publicidad y la mercadotecnia para provocar la atención sobre un producto (en este caso contenidos) y como consecuencia "pescar" al consumidor potencial de los mismos, para generar lo que se conoce técnicamente como índice de retorno, el que puede traducirse en beneficios como el aumento de estadísticas de vistas, tiempo de permanencia en el contenido, impulso de redistribución o referencialidad y hasta ventajas en ingresos económicos, posicionamiento y ventas. Un titular y una imagen llamativa son, en la más rancia tradición del sensacionalismo y el amarillismo, las formas más comunes de cebo para atraer a los ingenuos. No es una práctica nueva, existe desde que existe la prensa y aun más lejos, desde que existen los heraldos.


Pensemos en los creadores de contenidos como pregoneros en un mercado que buscan, junto con los merolicos, jalar la atención y concentrar al mayor número de potenciales comp(a)radores (la etimología asocia la palabra "comprar" con "comparar") de lo que ofrecen. Todos queremos vender algo, ya sea un pescado o una idea, una sartén o un libro, la propia persona. Todos por lo tanto somos en suerte vendedores que, hoy más que nunca antes, nos vemos en la necesidad de publicitar y mercadear lo que tenemos para dar, sea bazofia o delicia. Y como dice el refrán muy mexicano, quien tiene más saliva, traga más pinole. (Quizás por eso yo me la paso ahogado y tosijoso con apenas un discutible nicho de afanosos interesados en lo que hago.)

Pero, como la burra no era arisca, sino años de abuso en el empleo de tal recurso la hicieron así, hoy los consumidores de contenidos —salvo los ignorantes o los ingenuos o los distraídos— se muestran reacios a abrazar los cebos incitantes y ello ha llevado a los creadores a recurrir a mayores sutilezas o a sumarse francamente a la burda trampa con tal de competir con los más solicitados por el público que, aun quejándose de la mierda, lo fugaz, lo fútil, se muestra más y más adicto a consumirlo. Entonces, ahora contenidos edificantes son anunciados como pendejadas entretenidas y divertidas, pero cuando el consumidor da el primer bocado, al poco rato escupe lo que no se ajustaba a su expectativa lúdica. Viceversa, contenidos burdos, intrascendentes, ahora son anunciados como sesudos y relevantes para atraer a los renegados del cebo, los que llegan al contenido que acaban consumiendo entero aun descubriendo frustrados que no consiguió satisfacerlos o creyendo que son la verdad del osito Bimbo, así quieren más y topan y topan con más y más bazofia, consumiéndola toda en la búsqueda incansable por hallar la pièce de résistance anhelada para su mejor conocimiento.

Entonces, ¿cómo saber aun con todas las sugerencias previas si uno está o no ante una información auténticamente falsa cuando está visto que cada sugestión por si sola es insuficiente y en conjunto abona más a la duda que a la certitud?

El miedo a lo falso es un falso temor

Vayamos más al fondo. ¿Cuál es el afán y de parte de quién para eludir, tachar, censurar, erradicar lo supuestamente falso? ¿Quién, qué organización tiene la estatura moral y no solo legal, profesional, para aseverar que algo es ciento por ciento falso?

A esta pregunta se antojan respuestas fáciles y de bote pronto que hacen los basamentos de los equipos y consejos revisores de las redacciones de medios y redes sociales hoy, tanto como de las políticas y deontologías que guían y norman los algoritmos de búsqueda, como si se tratase del afán detrás de la mano del apedreador.

¿Por qué rehuir, borrar, cancelar, encasillar la falsedad y a partir de su difusión vituperada establecer parámetros y cánones inquisitoriales por los que santiguar a diestra y siniestra colocando sambenitos que conducen al descrédito y el vilipendio? ¿Acaso somos incapaces de efectuar una pedagogía a partir del contraste virtuoso de lo falso y lo verdadero?

La lógica nos permite conocer que dentro de cada verdad hay un rasgo de falsedad y, viceversa, dentro de cada falsedad existe la posibilidad de lo cierto y verídico sabiendo efectuar la prueba respectiva. Nada ganamos y más perdemos si pretendemos que cada publicación y detrás de cada titular se ancle una tautología, es decir una verdad absoluta acomodada, ¡vaya relatividad!, al contento sistemático y metodológico de una persona física o moral, de determinados intereses económicos, políticos o sociales.

La misma naturaleza nos da lecciones para aprender a discriminar lo falso de lo verdadero sin que ello signifique la denostación y la extinción de lo falso: la falsa coralillo utiliza el recurso para defenderse de sus depredadores alertados de que puede ser ponzoñosa, lo que coloca a la verdadera coralillo como un ente no solo de cuidado sino mortal. La verdad no peca, pero incomoda. Pues igual sucede con la falsedad, no peca, pero se acomoda, nos es de ayuda en el proceso de adaptación y cuando aprendemos a distinguir el insecto palo o la oruga en su mímesis de la varita de veras, hasta nos maravillamos del ingenio y aprendemos cosas nuevas desde él. Ahí tenemos la égloga que nos presenta a Moisés engañando al faraón con su vara "mágica" que se vuelve sierpe, y el caduceo, motivo judío para recordar al benefactor divino de la salud del pueblo. Parafraseando al mago e ilusionista David Copperfield recordemos que la magia consiste en tomar la verdad y volverla causa de asombro, puya para la curiosidad; y si para ello es factible volverla ilusión, por muy reprobable que parezca, la falsedad no es más que el reverso de la misma moneda.

La programación de los contenidos conduce a errores que no por fuerza implican falsedad. Una nota escrita hoy sobre una plantilla mal configurada puede parecer escrita hace dos semanas o mantener fija una fecha, y ello no hace al contenido ni más ni menos valioso y útil. Y hasta lo falso con toda intención, por lo mismo puede justificarse en un propósito específico constructivo cuya finalidad, tristemente, es ser falso con tal de atraer la atención sobre un dato, un hecho o dicho concretos que, de otra manera, no serían atendidos suficientemente como para generar conciencia sobre algo o alguien. Porque así somos de ingratos los consumidores de contenidos. ¡Cuántas obras consideraras falsas por causa de la torpeza técnica, metodológica, expresiva que las define han pasado sin pena ni gloria a los ojos de los censores en un momento determinado hasta que un rescatador crítico les da la oportunidad de resarcirse. Y no estoy hablando aquí de cuestiones de gusto o estilo, como ha pasado a muchos pintores o escritores revivificados por la crítica póstuma, por ejemplo, sino de auténticos Pedros que han anunciado hasta el hartazgo que ahí viene el lobo y que, ante la falta de evidencia o justa verificación de los receptores del mensaje estos optan por hacer oídos sordos y soberbios a los "falsos" llamados a la cautela. Estoy hablando de que, tras discursos como los de Donald Trump o la sección y las actitudes presidenciales de Andrés Manuel López Obrador en su cacería de "quién es quien en las mentiras" más parecemos niños asustados con la sola idea del Coco, que esas mismas madres, abuelas, tías, nanas impacientes, represoras que lo anuncian como depredador de inocencias.

Viene a mi memoria aquella ocasión cuando, impartiendo la cátedra de Antropología Social y llegado al tema de la mitología expuse a los estudiantes un documental de National Geographic sobre los dragones. Es una ficción documental, pero tan bien lograda que el ingenuo e ignorante puede tomar por ciertas las "pruebas" paleontológicas e históricas mostradas ahí. Muchos de mis estudiantes se tragaron el cuento, no fueron más allá para investigar su veracidad y ello los llevó a reprobar el examen a efecto. Solo una estudiante, curiosa, inquieta, indignada con su calificación, se dio a la tarea de ahondar y, cuando descubrió la verdad detrás de la falsedad me mentó la madre literalmente. En ese momento la califiqué con un diez redondo y la felicité por no quedarse solo con lo superficial, por su hambre de conocimiento y dedicación para verificar por encima incluso de la autoridad.

No siempre podemos tener acceso a las fuentes originales de algo, y con frecuencia buscarlas requiere un esfuerzo mayúsculo de investigación al cual no todos estamos dispuestos. A veces tenemos que conformarnos con fuentes secundarias o terciarias y hacer un acto de fe en la esperanza de que otro, con mayor capacidad, pueda verificar las cosas. Claro que tampoco hace bien que uno se empecine en tomar a pie juntillas lo hallado como potencialmente cierto, aun tratándose de la fuente original.

En todo caso, dentro de las redes sociales, los medios de comunicación, como esas peculiares casas de espejos y de espantos que son imprescindibles en la feria de la vida, la falsedad y la mentira no tendrían que ser motivo para poner en el cadalso a alguien, llevar al olvido un dato quizás útil por su misma deformación, o proscribir lo que luce distorsionado, enajenante. Todo lo contrario, tendríamos que ubicarlas en el contexto como los factores complementarios que son y que cumplen con la meta de confrontarnos con lo diverso (lo di-vertido), lo perverso (per-vertido), para propiciar en consecuencia la subversión y reversión entre lo virtuoso y lo vicioso. Los monstruos, nos lo dejan claro la mitología y más específicamente las especialidades fenomenológicas de la teratología y la criptozoología, son seres y categorías poco comprendidas por la crítica e incluso son considerados temas tabú sobre los que es recomendable ni siquiera aventurarse.

La verdad no es esa luz en el camino

La verdad no es esa luz que asoma en la oscuridad, que vislumbramos al final del camino. Como tampoco la falsedad son esos luceros acechantes entre los matorrales. Y sé que más de un cientificista ya estará aquí vociferando en mi contra tachándome de teosofista. Bien puede ser que aquella iluminación tras la arboleda nos ciegue impidiendo ver el abismo delante. Bien puede ser que esos falsos ojos ocultos en la enramada sean luciérnagas inofensivas. Tanto una razón como la otra merecen que les demos la oportunidad de trazarnos la ruta de la aventura que es el conocimiento, pues no todo el que emite mentiras y falacias es desconocedor de la verdad que pretende ocultar, obviar, omitir, eludir o conocer por vías torcidas; y tampoco el verificador contumaz es un valedor asaz admirable, confiable, porque autoridad no implica veracidad ni viceversa, lo veraz no dota de autoridad. Se puede hablar con verdad y sin embargo no ser honorable. Se puede ser probo y aun así creer en mentiras. Goya lo sintetizó magníficamente en sus grabados: el sueño de la razón produce monstruos.


Dicho lo anterior y llegados al extremo, la noticia más falsa que puede haber es aquella que nos informa de la existencia de dioses falsos y se empecina en plantear, contradictoriamente, que solo hay un dios verdadero, según la óptica de cada cual.

La falsedad, ese peculiar espantapájaros, pocas veces es catalogada entre los monstruos que nos quitan el sueño y no obstante tiene su pedestal en el panteón de las infamias; porque, como afirma Lourdes Quintanilla, "los hombres adoran las certezas. Creer en cualquier cosa antes que creer en nada" [cf. GARCÍA-ROBLES, 1990: 45]. Y al final todos tenemos derecho, también, de equivocarnos y de edificar a partir de falsas bases, de preconcepciones y prejuicios. Ya se encargará la realidad, así sea con un sismo ridículo, de derribar lo endeble que siempre termina cayendo por su propio peso. El intolerante tarde o temprano topa con su propio reflejo.

Hay que temer al hombre de un solo libro, reza el refrán. Pero, ¿por qué? ¿Acaso porque ese solo libro encierra la verdad o porque su contenido es una sarta de falsedades que deforman y, si esto, según quién o qué parámetro? Si en vez de tachar lo aparentemente falso de tal ipso facto nos detuviéramos a analizar sus entrelíneas, sus funciones y estructura, nos daríamos cuenta más pronto que tarde que la falsedad, por muy monstruosa que parezca ayuda a la divulgación de ideas. Esto se debe, nos explica Héctor Santiesteban, a que "lo sobrenatural impresiona y atrae" lo cual aplica también para lo exagerado, lo deforme, lo deficiente. Cuántas veces leemos una nota, un reportaje que es un adefesio prácticamente en cuanto a su técnica de factura y sin embargo damos los hechos y dichos que presenta como ciertos, aunque estén mal descritos, narrados y explicados, con yerros gramaticales. Lo sustancial no siempre da valor a lo esencial. Las obras de relumbrón tienen como finalidad deslumbrar y en la ceguera ocasionada promover el enigma tras lo ostentoso.

[… A] veces, el enigma es el conocimiento para vencer al monstruo; por otro lado, el vencimiento puede deberse casi al solo conocimiento de su ser esencial, que es su enigma.

El monstruo es una clave, una llave para descifrar y comprender. El símbolo y la palabra se usan para nombrar, al nombrar se explica, y la explicación requiere conocimiento, el conocimiento permite la posesión. Uno de los aspectos más relevantes del símbolo es el de su poder vinculativo entre el hombre y lo sacro. Se trata de un modo de doble circulación, de comunicación, de comunión. El monstruo es una forma de conocimiento. El portento muestra el futuro y se convierte de esta manera en presagio, en un conocimiento del porvenir; pero, el monstruo no solo muestra, sino que también enseña; el monstruo no solo enseña, también evidencia. Evidenciar es mostrar lo superlativo [SANTIESTEBAN, 2003: 304].

Publicar, difundir noticias falsas, recurrir al clickbait sensacionalista sirve, dicho lo anterior, para orientar mejor que para desorientar, aunque esto último pueda ser el objetivo de arranque. El lector, el consumidor o prosumidor de contenidos en las modernas redes sociales y la Internet y sus plataformas variadas siempre tiene las opciones de adoptar el papel del alcalde de la aldea que busca incinerar al monstruo de la falsedad, creer en la bondad inocente del monstruo torpe que ahoga a la verdad, o comprender los motivos detrás de la búsqueda del científico enajenado que pretende superar los límites de lo convencional.

__________

Referencias

  • GARCÍA-ROBLES (resp.) / QUINTANILLA (aut.), Jorge y Lourdes. "El declive de la utopía", publicado en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Año XXXVI, Nueva Época Abril-Junio de 1990, Núm. 140, UNAM - Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, México.
  • SANTIESTEBAN Oliva, Héctor (2003). Tratado de Monstruos. Ontología Teratológica. Plaza y Valdés, México

0 comentarios:

Gracias por sus comentarios con "L" de Lector.