Podredumbre humana

julio 23, 2014 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Alrededor del llevado y traído tema de Mamá Rosa, más que y además de ver moros con tranchete, exorcizar fantasmas morales so pretexto de probables comisiones de delito deberíamos atender el trasfondo de las circunstancias de miseria y mezquindad con que tratamos todos a los migrantes, a los reos, a los ancianos, a los huérfanos, a los discapacitados, a los enfermos mentales, a los animales.

No por ser historias de horror y vergüenza asaz conocidas deben de redundar en la indiferencia de todos nosotros. Las condiciones de insalubridad, indigencia, promiscuidad (entiéndase lo que es: hacinamiento y lo que de él deriva) que imperan y describen nuestras cárceles y reclusorios (hágase la distinción), asilos, orfanatos, guarderías, internados, separos, "toritos", hospitales, clínicas, gasolineras y muchos otros sitios, unos más visibles que otros, públicos y privados, donde se coleccionan las consecuencias de la necesidad, la pobreza y la corrupción rayan francamente en la más grosera de las porquerías que humanamente podemos realizar.

Gobiernos van y vienen, generaciones van y vienen y seguimos leyendo, escuchando, viendo, olfateando, atestiguando la mendicidad, así la de la calle como la que se suscita entre las paredes de lugares hechos en principio con la intención de ayudar pero que, por causa de los mezquinos, requieren aún más de auxilio que los socorridos.

Que se dan abusos. Cierto. Y cierto es que no en todos los casos, aunque digan que en todos lados se cuecen habas.

En vez de dedicarnos a santiguar y darnos golpes de pecho y arrancarnos las vestiduras y señalar con dedo flamígero culpables a diestra y siniestra y espantarnos por lo que aparente o evidentemente puede estar sucediendo en lugares así, mejor deberíamos poner el remedio y hacer que la dignidad humana cobre carta cabal, una carta que no se escribe solo por afán caritativo o determinación de los ogros filantrópicos,  ni con el tizón de la ardiente justicia moralina, sino con la pluma de la conciencia de estar construyendo los cimientos de un mañana donde los únicos deportados de la existencia sean el sentimiento de abandono, la dejadez, las reservas discriminadoras, los prejuicios.

Ignoro todo lo relativo a Mamá Rosa, fuera de lo publicado recientemente y que se encuentra en el atril para disfrute de los oradores más disímbolos. Por ello, era de la opinión como lo sigo siendo, de que más pronto cae un hablador que un cojo. Habrá que ver en casos como este quién es más hablador, quiénes han salido a la defensa o los acusadores, porque me parece que el cojo ya va siendo desde siempre nuestra ínclita sociedad.

P.D.: Comulgo con la afirmación que escribe al final de su colaboración semanal en el diario El Universal (mi antigua casa) la periodista y colega Denise Maerker:

Ninguna explicación puede ni debe servir de justificación. Cada responsabilidad tiene que ser atribuida y asumida en lo individual. Pero el contexto importa si no queremos caer en juicios fáciles.

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