¡Y vuelve Chencha con calentura!
Era de la opinión... de que los cuentos comenzaban con un verbo...
Hace unos días el político de filiación panista Carlos Manuel Treviño Núñez, quien fuera secretario de Desarrollo Social en Querétaro entre 2006 y 2009, publicó en Twitter el siguiente mensaje ―borrado instantes luego― en relación al alboroto ocasionado por la llegada a México del jugador brasileño de fútbol Ronaldinho y la afectación que significó para el tránsito:
Ay, ¡cómo les encanta buscarle chichis a las víboras! (sí, algunas tienen, lo reconozco, y dos patas). ¡Si todos somos simios! Evolucio-nados pero simios. ¡Bola de jarritos de Tlaquepaque que al primer soplo se sienten! Ignórenlo y ya. Ya están como los holandeses con el grito de guerra de ¡Puto! No sean ¡putos!
A ver, algunas incongruencias y contradicciones que he escuchado y leído hoy de colegas comunicadores. Chillan porque el politiquete mentado usó el sustantivo (que no adjetivo, como algunos apuntaron) "simio" para referirse despectivamente al jugador de fútbol Ronaldinho Gaúcho recién llegado (comprado, como se hacía con los esclavos, y como se hace hoy con toda esta moderna forma de gladiadores que son los deportistas) por el equipo de Los Gallos de Querétaro propiedad de, entre otros, Olegario Vázquez Saldir uno de "los amos de México" (dicen).
También escuché y leí por ahí, en contraste, justificaciones a este tal Treviño (de los tantos Treviños como Pérez hay, con perdón de mi carnalito Alex Trevino G) en el sentido de "estar en su derecho de expresar su malestar" en la forma de un exabrupto semejante, pero eso no le da derecho ―consideran― a ofender a nadie "y menos utilizando adjetivos". ¡Caray! ¡Que alguien me explique!
Voy por partes. Si quiero ofender a alguien sin emplear adjetivos, tendría yo que construir un enunciado como el siguiente: "El señor Toño es", punto. Sujeto y predicado; y en el predicado solo el verbo, ningún objeto directo, ningún objeto indirecto, ningún complemento circunstancial de modo, tiempo o lugar.
Quienes hacen esa crítica se ponen en evidencia en su supina ignorancia de la herramienta de trabajo que deberían conocer y dominar más: el lenguaje, el propio idioma. Porque el lenguaje, sin importar el idioma, tiene una función primordialmente descriptiva, secundaria-mente narrativa. La proporción estadística de usos adjetivales, de partículas adjetivales, de palabras adjetivas, de combinaciones retóricas descriptivas es notablemente superior a los sustantivos y sus empleos. Basta que revisen todo lo que llevo escrito aquí para que se den color de lo que señalo. Son idiotas quienes apelan heridos por las palabras a que no se usen por temor de "ofender" a alguien.
Lo he dicho y repetiré hasta el cansancio y más si es preciso, la ofensa no está en la palabra, sino en la intención, en el propósito de quien la emplea. Que el politicucho ese, al calor del enojo haya dicho misa, no implica por fuerza que su propósito haya sido fríamente calculado para denigrar al jugador. Y que conste que no lo estoy excusando.
Por otra parte, insisto, la ofensa está también del lado del presunto ofendido, siempre y cuando este se dé por tal o simplemente por aludido. ¡Cuántas veces me han dicho que soy un pendejo! Y yo no me ofendo, sí, lo soy, como cualquiera, cuantas veces sea necesario o innecesario. Me han tildado de puto y yo respondo que sí, Chucha, como no, lo que tú digas y sigo mi camino como el otro el suyo. El valiente vive hasta que el cobarde quiere, dice el refrán.
Al jugador brasileño le quedan dos caminos: darse por ofendido y reclamar la disculpa en réplica pública, para que sea equivalente a la causa, incluso demandar una reparación monetaria por difamación discriminatoria; o no darse por enterado y dejar que el "ofensor" se arregle con su conciencia.
Al político panista le quedan dos caminos: agachar la cabeza ante la opinión pública recalcitrante, chueca o derecha, y reparar el daño ya sea del modo antedicho o cara a cara y en privado; o mandar a tiznar a su madre a todos los criticones y dejarlos con su muina acumulada en algún rincón del hígado.
Otra... De esos mismos comunicadores. Se llenan la boca de propiedad moral republicana ¿democrática? en casos como estos o incluso en aquellos donde las "víctimas" son los animales, pero si tratan la noticia de las atrocidades de, digamos los terroristas, a ellos sí les aplican todos los adjetivos habidos y por haber y hasta de "bestias", "animales" los califican "porque no queda de otra". Entonces, ¿dónde quedan los animales? ¿Son o no sujetos de derechos? Por aquí iba mi publicación de hace unos días en cuanto al absurdo de la defensa a ultranza de los derechos. O todos coludos o todos rabones.
O sea, ¿quién puede resultar más ofendido, el simio con quien se compara en un exabrupto a Ronaldinho? ¿El futbolista a quien tachan de simio o tratan de distraer al grito de ¡puto!? No me cabe duda que los ofendidos son otros, ni más ni menos que los que viven del qué dirán, esos a los que les hace tiritar hasta el viento que cruza la ventana de un vecino del otro lado del mundo, esas pieles delgadas que toman todo a pecho. Cuando me topo con semejantes "críticos" es cuando admiro a los gringos con sus calzones reproduciendo su bandera (aun cuando no comparto la irreverencia, la aplaudo), por ejemplo.
Sí, ya sé que a esta altura me saldrán los defensores de los derechos humanos a ultranza: ¡es que la discriminación y patatí y patatá! Les digo: ¡la manga del muerto! Y ¡negra! a quien me discrimine por expresar esto así, aquí, ahora. Bola de simios putos. Y ojalá el gobernador de Michoacán apruebe el decreto para hacer de la Tauromaquia un patri-monio cultural de ese estado (y de México todo, ojalá), pero también, para dar lugar a las contrapartes, ojalá los defensores de la tauromaquia opten por cambiar sus formas y erradiquen, mejor que la fiesta, las prácticas que lastiman al animal y a la sensibilidad de los quejosos, tan respetable como todo lo otro.
Y ya me voy, porque uno de mis gatos ya se puso de impertinente a reclamar atención, comida y me reclama que esté escribiendo estas "sandeces" (así dijo... huy me ha ofendido, marramiau).
No me salgo por ninguna tangente. Si digo algo, y lo hago patente a la letra, lo sostengo. Y si hace falta ampliarlo lo hago. Y si es necesario aclarar, lo hago. Igual si se presta la ocasión a la disculpa o al señalamiento.
En relación al tema del dicho del panista Treviño, en ningún momento dije, a la letra o entrelíneas ―como se constata en los antecedentes anteriores― algo semejante a una justificación, o una loa o una defensa abierta o velada. Que alguien quiera leerlo así y tomarlo como palpable "evidencia" será su lectura. Por fortuna me tienen a mí como autor directo para aclarar cualquier duda que tengan, que de lo contrario una discusión como la que se ha suscitado alrededor del tópico terminaría no solo tergiversando el sentido de mis palabras ―por ausencia― como derivando en una cena de "negros", tan simios como tú y yo. Y a quien le duelan las palabras que aprenda a convivir con sus silencios.
Nadie ha dicho, cuantimenos yo (me remito a lo que publiqué), que no se entienda lo que quiso decir el panista Treviño. Sí, es y fue claro; como claridoso el decir de alguien que, tras mi opinión dijo: «Las cosas por su nombre, no nos hagamos pendejos que se entiende perfecto (sic) lo que el politiquillo quiso decirle al futbolista. A mí no me jodan con eso de que todos somos simios». Pero el hecho de que se entienda no obsta para que conste mi punto de vista, con todo lo pendejo o hipócri-ta (como alguno lo calificó) que pueda parecer ―y que ya está visto que en tales calificaciones ya se me está marginando en una también clara manera de discriminación por pensar distinto y atreverme a expresarlo.
Quienes me conocen de veras saben que de ningún modo soy "apologista" de lo que va contra la persona y su dignidad, pero también saben ―aunque les choca― que soy el primero en acentuar el hecho innegablemente natural de la discriminación como proceso. Y, de nuevo, ya se va viendo que entre discriminadores me estoy viendo, que como en el trabalenguas discriminan al discriminador porque quien logre discriminar a los discriminadores buen discriminador será.
Aquí yo no he ni siquiera intentado callar a nadie ni menospreciar ninguna crítica y menos siendo sensata; mi única intención ha sido y será la de servir de fiel de la balanza cuando leo tanto en una parte como en la contraria el desatino de calificar a la ligera, así, justo como lo hizo Treviño por causa de su exabrupto. ¡Caminemos de exabrupto en exabrupto!, dando a cada cual que le sigue el "toque" de razón suficiente y veremos dónde acabaremos, unos contra otros, jugando el juego que todos jugamos. Yo por eso, no le busco chichis a las víboras, sino las trato como lo que son.
Como dijo alguien más, parafraseo, no me jodan, no nos hagamos pendejos, todos pero TODOS discriminamos de uno u otro modo. Como eso en México es un delito, TODOS somos delincuentes más de una vez en el día, a querer o no. Y quien esté libre de diatribas que tire el primer resorterazo, porque mucha de la discriminación que se comete es a sotto voce, en lo oscurito, en el callado "¡fúchila! que te apesta el sobaco"; y nos pavoneamos con el sombrero lleno de plumas de los derechos humanos y la igualdad. Sí, todos queremos esto, la igualdad, pero para llegar a ella tenemos que aprender primero el valor de aceptarnos diferentes como somos. Pero siguiendo el camino que algunos andan hoy, terminaremos ―mi perspectiva casi siempre arranca en la trinchera lingüística y comunicativa― erradicando palabras que lesionan por punzantes (ya lo intentaron los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los del Registro Civil) y apostaremos al discurso del silencio. Cuando no tengamos palabras suficientes para describir lo que nos corroe en un momento, así nos tachen de discriminadores, lerdos, majaderos, entonces quizá ¿podríamos llamarnos más humanos? Perdónenme, pero lo dudo. Más me parece que el ejercicio humanizador va en sentido totalmente contrario; y aclaro, por aquello del no te entumas, que no me refiero a ir en el sentido de hacernos más majaderos o insensibles.
P.D. Una cosa me queda prístina: las sobre reacciones siempre se dan cuando cosas así le suceden a algún ente público, a que sí cualquiera de nosotros lo hubiera dicho en una esquina nadie siquiera nos habría chistado.
Y que sigue una tercera parte
El reclamo por mis dichos siguió. Una de las personas en la discusión retomó:
Debía contestar y lo hice de la siguiente manera, no por necedad o pundonor, sino por consecuencia lógica.
Hace unos días el político de filiación panista Carlos Manuel Treviño Núñez, quien fuera secretario de Desarrollo Social en Querétaro entre 2006 y 2009, publicó en Twitter el siguiente mensaje ―borrado instantes luego― en relación al alboroto ocasionado por la llegada a México del jugador brasileño de fútbol Ronaldinho y la afectación que significó para el tránsito:
En serio trato de ser tolerante, pero DETESTO EL FÚTBOL, y el fenómeno idiotizante que produce... Lo detesto aún más porque la gente estorba e inunda las avenidas para hacer que tarde dos horas para llegar a casa... Y todo para ver a un SIMIO... Brasileño, pero si-mio aun. Esto ya es un circo ridículo.Tras las reacciones yo me dediqué a leer y escuchar a algunos colegas comunicadores y opté por la postura que publiqué (en Facebook) de la siguiente manera:
Ay, ¡cómo les encanta buscarle chichis a las víboras! (sí, algunas tienen, lo reconozco, y dos patas). ¡Si todos somos simios! Evolucio-nados pero simios. ¡Bola de jarritos de Tlaquepaque que al primer soplo se sienten! Ignórenlo y ya. Ya están como los holandeses con el grito de guerra de ¡Puto! No sean ¡putos!
A ver, algunas incongruencias y contradicciones que he escuchado y leído hoy de colegas comunicadores. Chillan porque el politiquete mentado usó el sustantivo (que no adjetivo, como algunos apuntaron) "simio" para referirse despectivamente al jugador de fútbol Ronaldinho Gaúcho recién llegado (comprado, como se hacía con los esclavos, y como se hace hoy con toda esta moderna forma de gladiadores que son los deportistas) por el equipo de Los Gallos de Querétaro propiedad de, entre otros, Olegario Vázquez Saldir uno de "los amos de México" (dicen).
También escuché y leí por ahí, en contraste, justificaciones a este tal Treviño (de los tantos Treviños como Pérez hay, con perdón de mi carnalito Alex Trevino G) en el sentido de "estar en su derecho de expresar su malestar" en la forma de un exabrupto semejante, pero eso no le da derecho ―consideran― a ofender a nadie "y menos utilizando adjetivos". ¡Caray! ¡Que alguien me explique!
Voy por partes. Si quiero ofender a alguien sin emplear adjetivos, tendría yo que construir un enunciado como el siguiente: "El señor Toño es", punto. Sujeto y predicado; y en el predicado solo el verbo, ningún objeto directo, ningún objeto indirecto, ningún complemento circunstancial de modo, tiempo o lugar.
Quienes hacen esa crítica se ponen en evidencia en su supina ignorancia de la herramienta de trabajo que deberían conocer y dominar más: el lenguaje, el propio idioma. Porque el lenguaje, sin importar el idioma, tiene una función primordialmente descriptiva, secundaria-mente narrativa. La proporción estadística de usos adjetivales, de partículas adjetivales, de palabras adjetivas, de combinaciones retóricas descriptivas es notablemente superior a los sustantivos y sus empleos. Basta que revisen todo lo que llevo escrito aquí para que se den color de lo que señalo. Son idiotas quienes apelan heridos por las palabras a que no se usen por temor de "ofender" a alguien.
Lo he dicho y repetiré hasta el cansancio y más si es preciso, la ofensa no está en la palabra, sino en la intención, en el propósito de quien la emplea. Que el politicucho ese, al calor del enojo haya dicho misa, no implica por fuerza que su propósito haya sido fríamente calculado para denigrar al jugador. Y que conste que no lo estoy excusando.
Por otra parte, insisto, la ofensa está también del lado del presunto ofendido, siempre y cuando este se dé por tal o simplemente por aludido. ¡Cuántas veces me han dicho que soy un pendejo! Y yo no me ofendo, sí, lo soy, como cualquiera, cuantas veces sea necesario o innecesario. Me han tildado de puto y yo respondo que sí, Chucha, como no, lo que tú digas y sigo mi camino como el otro el suyo. El valiente vive hasta que el cobarde quiere, dice el refrán.
Al jugador brasileño le quedan dos caminos: darse por ofendido y reclamar la disculpa en réplica pública, para que sea equivalente a la causa, incluso demandar una reparación monetaria por difamación discriminatoria; o no darse por enterado y dejar que el "ofensor" se arregle con su conciencia.
Al político panista le quedan dos caminos: agachar la cabeza ante la opinión pública recalcitrante, chueca o derecha, y reparar el daño ya sea del modo antedicho o cara a cara y en privado; o mandar a tiznar a su madre a todos los criticones y dejarlos con su muina acumulada en algún rincón del hígado.
Otra... De esos mismos comunicadores. Se llenan la boca de propiedad moral republicana ¿democrática? en casos como estos o incluso en aquellos donde las "víctimas" son los animales, pero si tratan la noticia de las atrocidades de, digamos los terroristas, a ellos sí les aplican todos los adjetivos habidos y por haber y hasta de "bestias", "animales" los califican "porque no queda de otra". Entonces, ¿dónde quedan los animales? ¿Son o no sujetos de derechos? Por aquí iba mi publicación de hace unos días en cuanto al absurdo de la defensa a ultranza de los derechos. O todos coludos o todos rabones.
O sea, ¿quién puede resultar más ofendido, el simio con quien se compara en un exabrupto a Ronaldinho? ¿El futbolista a quien tachan de simio o tratan de distraer al grito de ¡puto!? No me cabe duda que los ofendidos son otros, ni más ni menos que los que viven del qué dirán, esos a los que les hace tiritar hasta el viento que cruza la ventana de un vecino del otro lado del mundo, esas pieles delgadas que toman todo a pecho. Cuando me topo con semejantes "críticos" es cuando admiro a los gringos con sus calzones reproduciendo su bandera (aun cuando no comparto la irreverencia, la aplaudo), por ejemplo.
Sí, ya sé que a esta altura me saldrán los defensores de los derechos humanos a ultranza: ¡es que la discriminación y patatí y patatá! Les digo: ¡la manga del muerto! Y ¡negra! a quien me discrimine por expresar esto así, aquí, ahora. Bola de simios putos. Y ojalá el gobernador de Michoacán apruebe el decreto para hacer de la Tauromaquia un patri-monio cultural de ese estado (y de México todo, ojalá), pero también, para dar lugar a las contrapartes, ojalá los defensores de la tauromaquia opten por cambiar sus formas y erradiquen, mejor que la fiesta, las prácticas que lastiman al animal y a la sensibilidad de los quejosos, tan respetable como todo lo otro.
Y ya me voy, porque uno de mis gatos ya se puso de impertinente a reclamar atención, comida y me reclama que esté escribiendo estas "sandeces" (así dijo... huy me ha ofendido, marramiau).
Y vino la segunda parte
En las redes sociales no es infrecuente encontrarse con personas que son dadas a poner palabras en la boca y el espacio del otro. No ha faltado quien, ante mis dichos y mis consiguientes aclaraciones tras alguna reacción me califica de huidizo, de salirme por la tangente y afirmar que no he dicho lo que he dicho.No me salgo por ninguna tangente. Si digo algo, y lo hago patente a la letra, lo sostengo. Y si hace falta ampliarlo lo hago. Y si es necesario aclarar, lo hago. Igual si se presta la ocasión a la disculpa o al señalamiento.
En relación al tema del dicho del panista Treviño, en ningún momento dije, a la letra o entrelíneas ―como se constata en los antecedentes anteriores― algo semejante a una justificación, o una loa o una defensa abierta o velada. Que alguien quiera leerlo así y tomarlo como palpable "evidencia" será su lectura. Por fortuna me tienen a mí como autor directo para aclarar cualquier duda que tengan, que de lo contrario una discusión como la que se ha suscitado alrededor del tópico terminaría no solo tergiversando el sentido de mis palabras ―por ausencia― como derivando en una cena de "negros", tan simios como tú y yo. Y a quien le duelan las palabras que aprenda a convivir con sus silencios.
Nadie ha dicho, cuantimenos yo (me remito a lo que publiqué), que no se entienda lo que quiso decir el panista Treviño. Sí, es y fue claro; como claridoso el decir de alguien que, tras mi opinión dijo: «Las cosas por su nombre, no nos hagamos pendejos que se entiende perfecto (sic) lo que el politiquillo quiso decirle al futbolista. A mí no me jodan con eso de que todos somos simios». Pero el hecho de que se entienda no obsta para que conste mi punto de vista, con todo lo pendejo o hipócri-ta (como alguno lo calificó) que pueda parecer ―y que ya está visto que en tales calificaciones ya se me está marginando en una también clara manera de discriminación por pensar distinto y atreverme a expresarlo.
Quienes me conocen de veras saben que de ningún modo soy "apologista" de lo que va contra la persona y su dignidad, pero también saben ―aunque les choca― que soy el primero en acentuar el hecho innegablemente natural de la discriminación como proceso. Y, de nuevo, ya se va viendo que entre discriminadores me estoy viendo, que como en el trabalenguas discriminan al discriminador porque quien logre discriminar a los discriminadores buen discriminador será.
Aquí yo no he ni siquiera intentado callar a nadie ni menospreciar ninguna crítica y menos siendo sensata; mi única intención ha sido y será la de servir de fiel de la balanza cuando leo tanto en una parte como en la contraria el desatino de calificar a la ligera, así, justo como lo hizo Treviño por causa de su exabrupto. ¡Caminemos de exabrupto en exabrupto!, dando a cada cual que le sigue el "toque" de razón suficiente y veremos dónde acabaremos, unos contra otros, jugando el juego que todos jugamos. Yo por eso, no le busco chichis a las víboras, sino las trato como lo que son.
Como dijo alguien más, parafraseo, no me jodan, no nos hagamos pendejos, todos pero TODOS discriminamos de uno u otro modo. Como eso en México es un delito, TODOS somos delincuentes más de una vez en el día, a querer o no. Y quien esté libre de diatribas que tire el primer resorterazo, porque mucha de la discriminación que se comete es a sotto voce, en lo oscurito, en el callado "¡fúchila! que te apesta el sobaco"; y nos pavoneamos con el sombrero lleno de plumas de los derechos humanos y la igualdad. Sí, todos queremos esto, la igualdad, pero para llegar a ella tenemos que aprender primero el valor de aceptarnos diferentes como somos. Pero siguiendo el camino que algunos andan hoy, terminaremos ―mi perspectiva casi siempre arranca en la trinchera lingüística y comunicativa― erradicando palabras que lesionan por punzantes (ya lo intentaron los magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y los del Registro Civil) y apostaremos al discurso del silencio. Cuando no tengamos palabras suficientes para describir lo que nos corroe en un momento, así nos tachen de discriminadores, lerdos, majaderos, entonces quizá ¿podríamos llamarnos más humanos? Perdónenme, pero lo dudo. Más me parece que el ejercicio humanizador va en sentido totalmente contrario; y aclaro, por aquello del no te entumas, que no me refiero a ir en el sentido de hacernos más majaderos o insensibles.
P.D. Una cosa me queda prístina: las sobre reacciones siempre se dan cuando cosas así le suceden a algún ente público, a que sí cualquiera de nosotros lo hubiera dicho en una esquina nadie siquiera nos habría chistado.
Y que sigue una tercera parte
El reclamo por mis dichos siguió. Una de las personas en la discusión retomó:
Es que la forma en que lo presentas es: "todos discriminamos, to-dos somos discriminadores, en consecuencia hagamos nuestro exa-men de consciencia" el resto se sigue por lógica elemental. Escribes como si dijeras: "es que no sabes leerme"....es absurdo que preten-das regañarnos sin regañarnos, que digas que dices pero no dices, sutilmente nos llamas al silencio, e insistes en ello....Tu estilo es com-plejo pero no imposible. Y por cierto, éste no es tu espacio, es el espacio de […], al cual estamos invitados. [Las omisiones son mías].
Debía contestar y lo hice de la siguiente manera, no por necedad o pundonor, sino por consecuencia lógica.
- Sí, eso justo digo: "todos discriminamos, todos somos discriminadores, en consecuencia hagamos nuestro examen de consciencia", lo derivado dependerá del proceso lógico, chueco o derecho, de cada cual; y si me “saben” leer o no, depende de mí solo en la estricta y mínima medida de mi forma de expresión y depende de los otros en la estricta mínima o máxima medida de su capacidad de comprensión.
- Yo no soy quién para regañar a nadie, menos cuando soy muy mal portado; no tengo vocación de acusador moral ni mi dedo es tan flamígero que queme lo que señala.
- Puedo, esto lo concedo, y lo hago, sugerir entre líneas muchas cosas; sugerir no es decir. Cuando digo que he dicho algo me refiero estrictamente a lo "evidente", no a lo supuesto; y eso lo tengo clarísimo tanto por profesión como por oficio. Porque lo sugerido tiene una doble finalidad, mover a reflexión por lo no revelado o confundir por lo que se presume revelado.
- Yo no he dicho ni diré jamás a nadie que se calle, a menos que lo amerite y me colme ―en eso sí soy como el Rey Juan Carlos de Borbón, hoy abdicado , y aun así lo pienso dos y más veces antes de amordazar― aun cuando lo que pueda decir me incomode, hiera, insulte u otra cosa; al contrario, promuevo que se expongan las posturas y más, así como tú, que se sostengan en ellas o abracen aquellas otras con las que quizá no comulguen pero les den una ampliación en su perspectiva. También, al contrario de como lees, no orillo al silencio tanto como quien, señalando el vicio discriminador pretende ―llevado al extremo― erigirse tan intolerante como el intolerante, y ajustar a este y su conciencia a acallar su modo de comprender el mundo, aun cuando no sea compartido por otros. Mi postura es darle cabida a todos, sin excepción. Lo que sí puedo y de hecho señalo y re-pruebo es que tirios o troyanos, al amparo de exclusión preten-dan que el mundo gire conforme a su parecer por considerarlo el más moralmente sensato.
- Y cierto y no que este espacio es de […]; lo es porque ella lo ha abierto y lo administra como parte de su perfil y en ese tenor tiene a bien compartirnos sus inquietudes, invitarnos, tolerar-nos, o no; cosa que siempre es de agradecer porque abona al diálogo y todos, en la medida de la configuración del propio perfil lo hacemos igualmente; y no, porque en el momento que a Facebook se le antoje, por causa de sus políticas, puede con la mano en la cintura moderar, censurar o eliminar este espacio o el perfil completo, así haya sido puesto con configuración privada.