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Foto: AP |
ERA DE LA OPINIÓN… que estos Juegos Olímpicos en Brasil 2016
apuntaban a ser de los más deslucidos para México. Y como muchos, me equivoqué
en parte.
Ha habido momentos brillantes, sobre todo porque por primera
vez México ha participado y obtenido algún lugar destacado en disciplinas fuera
de lo acostumbrado. El joven Alberto Álvarez Rodríguez, por ejemplo, consiguió
pasar a las finales con un honroso sexto lugar en las pruebas de salto triple
de longitud. Los clavadistas han estado defendiendo con enjundia sus sitios
contra la superioridad de los chinos, asimismo la gimnasta injustamente humillada
en redes sociales por los aficionados, Alexa Moreno, consiguió una posición
decorosa que ya quisieran siquiera soñar muchas personas. Y así podría
mencionar caso por caso. Sin embargo, haciendo eco a las críticas hechas por
los poco relucientes resultados de la delegación mexicana, quizá la declaración
más contundente de todas las que hayan podido hacer por ahora atletas, políticos,
funcionarios públicos salió de boca del joven pugilista peso mosca Elías
Emigdio “Tigre de Zitlala”.
En entrevista para Claro Video Sports —la empresa televisora
de Carlos Slim Helú única mexicana que transmite las justas olímpicas mediante
Internet y en combinación con Canal 22 en sus dos frecuencias—, el deportista
respondió a pregunta concreta sobre qué sigue en el futuro de su carrera: “Las
medallas no me dan de comer”, por lo que ahora evalúa la posibilidad de
continuar una carrera en el pugilismo profesional y descarta perseguir de nuevo
el sueño olímpico. ¿Cuántos más, decepcionados como él, de sí mismos y del
sistema que los soporta con escasos recursos, pensaran de igual modo?
El mismo día de su derrota en la ronda de eliminatorias 16
(octavos de final), horas antes publicaba en su cuenta de Facebook [sic.]:
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Foto: Página Facebook del pugilista |
Soy originario del municipio de Zitlala en el
estado de Guerrero, un pueblo con muchas carencias pero con personas
extraordinarias que siempre llevo en mi corazón... Represento al estado de
Mexico por falta de apollo pero sepan que soy orgullosamente indigena y peleare
como guerrero jaguar hasta el final...
#Rio2016 #JuegosOlimpicos #Boxeo
#Mexico
Tengo que sacar a mi familia adelante y eso es
lo que importa en este momento
En esa misma entrevista, “El Tigre de Zitlala” expresó su
preocupación y dolor por la “guerra interna” que se vive en su estado natal,
Guerrero. “Ya mucha gente no quiere ir a esas bonitas tierras”. Ese, en su
dicho, es uno de los motivos por los cuales su familia migró al Estado de México,
donde en Naucalpan encontró un lugar dónde vivir, dónde estudiar, donde
entrenar, aun cuando el apoyo tampoco ha sido el mejor.
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Foto: AFP |
Sin duda, México requiere dar un cambio radical en el
enfoque desde el cual se administra y organiza el deporte. Más allá de la
corrupción y el amiguismo que han señalado propios y extraños, ya en la Comisión
Nacional del Deporte (CONADE), la Comisión Nacional de la Juventud (CONAJU), el
Comité Olímpico Mexicano (COM) o los truculentos tejes y manejes a los que nos
tienen mal acostumbrados los medios de comunicación y los clubes deportivos, el
país en su conjunto y en todos los niveles debe mirar el deporte como parte
consustancial de su cultura, de su economía, de su sociedad, de su salud como
nación.
Los esquemas de organización empleados hasta la fecha no han
dado al clavo, si no es por memorables garbanzos de a libra. En las escuelas públicas
cuyos normalistas —en localidades como esas de las que son oriundos el “Tigre
de Zitlala” o el equipo de los niños basquetbolistas triques— optan más por el
mitote que por atender a la infancia en sus necesidades y derechos elementales de
tener un mejor conocimiento, el deporte prácticamente es asignatura en el
olvido, poco menos que un pretexto para el entretenimiento y la distracción. Pero
las universidades públicas y privadas no quedan exentas de la responsabilidad.
El deporte no pasa de ser una sana ocurrencia que acaso se
resuelve en llanos, canchas comunitarias improvisadas o medio desmanteladas.
Mientras en unos países sus ejércitos tienen a cargo la
detección y preparación disciplinada de atletas, en otros el papel recae en las
universidades; en otros, el gobierno hace como que la Virgen le habla en sus
respectivas dependencias a las que se ha encomendado la tarea. En México, como
si pelota de hand ball o “quemados”, todos
se echan la pelotita, sin que alguno se responsabilice ya no solo de los
resultados prometidos, sino de la construcción de expectativas.
Aun cuando también es reprobable que, con miras a las
elecciones venideras en 2017 y 2018 los políticos se cuelguen “la medallita” de
la crítica al sistema deportivo mexicano, no podemos dejar de considerar, bajo
la luz de la declaración del pugilista, cuánta razón llevan esas críticas que
no son de ahora. Como apuntó Ricardo Anaya, presidente del Comité Nacional del
PAN:
El contingente que asistió a Río de Janeiro está
integrado por 126 mexicanos de excelencia. Desgraciadamente, muchos de ellos
han sido víctimas de los malos manejos que existen en México. La frustración y
desesperanza que ellos sienten son comparables a las que sienten millones de
mexicanos, cuando después de dar lo mejor de sí mismos son blanco de injusticias,
inseguridad, empleos mal pagados, servicios de pésima calidad y autoridades
cínicas que no aportan ninguna solución (ANAYA, 2016).
En efecto, las medallas no dan de comer, a menos que se las
venda o empeñe. Pero, ¿el deporte amateur —que es el preponderante en las
Olimpiadas— debería ser objeto de emolumentos además de recompensas en la forma
de preseas y reconocimientos o exiguas becas?
En un pueblo como el nuestro, marcado por el hambre de
justicia, por el hambre de nutrientes, por el hambre de conocimiento, por el
hambre de ser, ¿cómo saciar esa hambre, si no es poniéndonos —por lo pronto en
el tema que nos ocupa— en los tenis o los guantes del atleta?
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El pugilista Misael Rodríguez, primero en asegurar una medalla de bronce para México. Foto: Getty Images |
Un tracto, en la Historia, los héroes fueron aquellos
hombres que dieron su vida por la patria, en guerras fratricidas o contra
enemigos invasores. En los tiempos actuales, cuando ya todos nos sentimos más
ciudadanos del mundo que de un solo terruño, los héroes son de otro barro,
ganan difíciles batallas más nobles contra sí mismos y contra las limitaciones
propias del ser humano. Los de ahora algo tienen de aquellos héroes mitológicos
que dieron origen a las Olimpiadas, pero también algo perdieron en el camino al
ser humanizados por quienes dejaron de creer en los valores que sustentan a la
ambición positiva por correr más rápido, saltar más alto, llegar más lejos.
Referencias
ANAYA, R. (15 de agosto de 2016). "Fracaso en Río
por corrupción". (F. VENEGAS Ramírez, Entrevistador) Recuperado el 15 de
agosto de 2016, de
http://www.plazadearmas.com.mx/noticias/local/2016/08/15/fracaso_rio_por_corrupcion_392198_1013.html