Rumores que son más que una canción
AYER ALGUIEN me preguntaba si creía el "rumor" sobre el estado de salud del presidente Andrés Manuel López Obrador en el supuesto de que padece una embolia y no Covid-19 como se anunciara días atrás.
Respondí que no. Pero, aprovecho mi espacio, nuestro espacio, para extenderme en mis consideraciones.
Sea que solo haya sido contagiado del virus o que haya sufrido una embolia, cualquiera y las dos situaciones pueden ser factibles y posibles en el mandatario, dada su avanzada edad y su condición física y de salud desde el primer infarto que sufriera en 2013 y tomando en cuenta que es diabético; estos dos solos por sí mismos son factores de alto riesgo en esta pandemia, así que el rumor podría contener algo de verdad, siempre y cuando las autoridades de salud y gubernamentales lo confirmaran, cosa que nunca va a suceder.
Hay cosas que los gobiernos se callan, siempre, sobre todo cuando se trata de información cuyos efectos colaterales o derivados pueden implicar nerviosismo financiero, social o político. Hay rumores que, fuera de los más cercanos, en eso quedan, en una información que se lleva el anecdotario. Y en México tenemos muchos ejemplos de eso que, aun teniendo los pelos de la burra en la mano provistos por una fuente cercana, comunicacionalmente acaba confundido en la peluca de la Historia. Uno que me viene a la memoria es la pedrada que supuestamente recibiera Luis Echeverría Álvarez en 1975 durante una visita que hiciera a la UNAM.
No es la primera vez que en México a nuestros mandatarios les ocurren situaciones que afectan a su salud como bien nos recordaba ya en agosto de 2020 Raúl Rodríguez Cortés. Pero, y aquí entra la comezón del régimen, de cualquier régimen, ningún gobierno da su brazo a torcer notificando los pormenores "privados" de la cabeza, aun cuando sea no solo de interés sino de relevancia públicas, a menos que se trate de "minucias" sin grandes consecuencias o hechos incontrovertibles, evidentes y escandalosos, como pudo ser el atentado que cobró la vida de John F. Kennedy o casi mata a Ronald Reagan.
Este es otro dato que nos pone de manifiesto el retroceso en el tiempo que nos ha traído el actual gobierno de la 4T. Aquí y muchos hemos destacado que la forma de gobernar al estilo de los años setenta era no nada más notorio sino anacrónico. Y cada día confirmamos esa lectura. El hecho de la forma como se ha manejado por el gabinete y el equipo detrás del presidente el asunto de su enfermedad solo subraya el dato que creíamos superado luego de que la apertura a los medios se hiciera mucho más franca, en la idea del interés público, en los sexenios de Ernesto Zedillo y de Vicente Fox. Del primero nos enteramos de su operación de rodilla, y los rumores no se hicieron esperar: que si le había disparado un francotirador, etc. En el caso de Fox, sus padecimientos mentales, su medicación psiquiátrica dio tela de donde cortar a periodistas, cartonistas y público en general. Abrir la información entonces, sin embargo y contra lo que piensan los que manejan la secrecía, en vez de suscitar un cisma, calmaron las aguas, dieron certeza o por lo menos dieron cauce positivo a los rumores sin desmentirlos pero matizándolos.
El actual gobierno, ya bastante criticado por los errores, las mentiras, las exageraciones, el divisionismo que ha provocado, no puede darse el lujo ni con simpatizantes ni con opositores de dar motivos para la maledicencia. Y eso es lo que se lee detrás de las contradicciones en este caso tanto como de los rumores, con o sin sustento.
Si la oposición se ve mezquina, por decir lo mínimo, deseándole mal al mandatario como a cualquier persona (nunca desees ni a tu peor enemigo lo que no quieras para ti), del lado de los simpatizantes lo que hemos podido ver a sido una repentina angustia combinada con un exceso de confianza que deriva en más inquina. Y eso no lo pueden permitir ni AMLO ni su gente. Más les valdría a todos que, tan pronto como sea posible aclaren, si se quiere matizado, el rumor. Que nada tendría de particular que el presidente hubiera sufrido una embolia, si es que él y su equipo confían en las instituciones. ¡Ah! ¡Cierto! Olvidaba que el mismo AMLO había declarado años atrás mandar al Diablo las instituciones, entonces, con o sin embolia o Covid-19, lo que pesa en el ánimo es la sensación de orfandad en un pueblo para el que, de nuevo, se le trata como a un infante ingenuo, lento en su desarrollo, inmaduro incapaz de comprender que nuestra Constitución nos brinda los elementos suficientes para resolver casi cualquier situación.
En el supuesto de que el presidente haya sufrido una embolia:
La embolia cerebral es un tipo de infarto cerebral (accidente cerebrovascular), es decir, se trata de una enfermedad vascular que afecta a las arterias del cerebro o a las que llegan a este.
El problema se produce debido a la obstrucción de un vaso sanguíneo, lo que lleva a la formación de coágulos en la sangre. Estos coágulos se pueden generar en cualquier parte del cuerpo, y posteriormente viajan por el torrente sanguíneo hasta el cerebro, produciendo una embolia.
Al ocurrir esto, las células del cerebro quedan sin oxígeno y pierden su función, con lo que producen daño cerebral, lo que compromete la vida, o deja secuelas permanentes en el paciente, tales como parálisis o trastornos del habla.
... De ser cierto, la institución presidencial se vería sujeta por ley a un proceso de restauración, siendo en primera instancia la Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la encargada del despacho (no nada más del despacho de las "Mañaneras") y en ella recaerían las decisiones conducentes a convocar a nuevas elecciones junto con el Congreso, el que se erigiría en Congreso Electoral para designar al presidente sustituto, cargo que podría recaer, de acuerdo con la Constitución, en el Presidente de la Suprema Corte de Justicia Arturo Zaldivar Lelo de la Rea o en el mismo encargado del despacho o en algún candidato sugerido por las bancadas.
También cabe aclarar que todo ello dependería de la gravedad del caso, pues médicamente se han dado casos de embolias cuya recuperación es rápida y no dejan grandes secuelas. Pero, si el cuadro ha sido complicado con la presencia del Covid-19, entonces el pronóstico podría ser reservado.
Los casos de embolia cerebral asociados a los efectos colaterales del Covid-19 no son aislados ni extraordinarios como reportan los informes médicos más diversos, si bien es cierto que en la literatura médica conocida y generada a lo largo de un año se informa que se corresponden con apenas un uno por ciento de las causas de mortalidad. Y en el caso de padecer el presidente de una embolia cerebral, tendría que aclarársele al pueblo mexicano la gravedad de la misma, de la que dependería la incapacidad temporal o definitiva del mandatario. Es decir, AMLO podría seguir gobernando en semejante condición siempre y cuando sus procesos mentales, más que los físicos, no se hallen deteriorados al punto de la invalidez o, para usar el eufemismo, discapacidad y, por supuesto, contando con el apoyo no nada más incondicional sino certero de su equipo, lo que por ahora nomás no es ha visto por haber apostado todos al "gobierno de un hombre". La Historia nos ha presentado muchos casos de discapacitados que, no obstante su condición, no nada más han destacado sino han incidido positivamente en sus pueblos.
La 4T y el gobierno emanado de ella, hoy, tienen que revaluar los dichos y los hechos y empujar al país por la senda de la reconciliación, aun tratándose de tiempos electorales. A nadie hace bien lucrar con los rumores como tampoco acallar información que es vital para el buen desempeño de los mercados, la sociedad y la política de México.
La secretaria Sánchez Cordero hasta ahora ha sido o un pieza caracterizada por una gran discreción o un a franca nulidad en más de un aspecto. El desgaste del canciller Marcelo Ebrard, todólogo, es notorio. En la medida que los partidos enfoquen sus baterías al bienestar del país y no a dar palos al avispero, rumores o no de por medio México saldrá fortalecido.
Y con lo siguiente termino. Si con Trump el tema de su infección fue cierto o una estratagema electoral es casi tan dudoso como en el caso de AMLO. Pero, si con AMLO el rumor de un estado más delicado de salud fuera cierto, ya como estratagema electoral o como verdad, nos pondría en evidencia la mezquindad de tirios y troyanos en la búsqueda por conservar el poder.