El conocimiento es el mensaje
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TENEMOS ENTENDIDO, siguiendo la teoría de Marshal MacLuhan que el medio es el mensaje y, en un extremo irónico, el medio es el masaje. Y nunca han sido más ciertas ambas máximas que durante el tiempo de la pandemia de covid-19 y aún hoy.
Ya en artículos pasados había abordado el tema de cómo el problema de la difusión de las noticias falsas no radica solo en las redes sociales, los medios o quienes somos profesionales de la comunicación. Incluso señalé que tampoco se debe culpar a la gente cada vez más prosumidora que consumidora de contenidos; que había de comprenderse y hacer comprender al público la dinámica retórica tras el intercambio de información y el doble fenómeno de la naturalización y la desnaturalización de los mensajes y sus contextos, los que con mucha frecuencia son trastocados por el afán de protagonismo, la obtención de rating, ascenso en el ranking; lo que significa mayores proyección, alcance y difusión de las ideas, asimismo el consecuente y esperado incentivo del beneficio monetario y de prestigio por parte de las plataformas de publicación para los creadores.
A título personal, mucho de lo que se comentará en estas líneas ha sido factor de mi aparente defección de la academia en mi ramo como comunicólogo desde hace años para propender mejor hacia un trabajo, no por ser más libre suponerse menos riguroso en el método, y aun cuando eso implique terminar "ninguneado" por los pares que ven con suspicacia y distancia los hallazgos, propuestas, hipótesis, teorías o modelos que haya podido o pudiere desarrollar y promover desde mi particular y aislada trinchera limitada en recursos.
A esta práctica por sobresalir en los medios digitales se le conoce mercadológicamente como clickbait y no es en nada distinto de la técnica del encabezamiento empleada por décadas en el periodismo y la publicidad. Una técnica que utiliza extractos del texto o bajadas, enunciados sintéticos o balazos, imágenes y colores llamativos y una redacción emotiva en los titulares primarios y secundarios, una más o menos informativa en el primer párrafo para darles valor de "carnada" con la que "pique" el interés del público lector o auditorio, los que pueden decidir entre considerarse informados con solo un vistazo o sentir la necesidad de abundar en el resto del contenido ampliando así su permanencia y por lo tanto mejorando las estadísticas de tráfico, quizás incluso compartir lo leído incidiendo de esta manera en un efecto multiplicador.
El objetivo de estos enlaces llamativos es apelar a la curiosidad del usuario que acabará haciendo clic en el titular, porque le generará tanta curiosidad que no podrá evitarlo (ESIC, 2019).
El problema con esta técnica es que más pronto que tarde pierde efectividad y los creadores de contenido se ven forzados a parar de cabeza los recursos creativos para mantenerse en la lucha por la atención de sus lectores, suscriptores, visitantes asiduos o esporádicos, y determinar los temas no necesariamente más relevantes empero más motivadores. De ahí que abunden bodrios mezclados con garbanzos de a libra y se erijan en autoridades auténticos badulaques.
Para que el algoritmo de YouTube, por ejemplo, permita la ubicación destacada de los contenidos en esa acérrima competición de los creadores o difusores, sean grandes corporaciones de medios o simples diletantes ascendidos por el gusto popular en líderes de opinión o influencers; para que eso suceda, decía, estos deben muchas veces recurrir a fórmulas sensacionalistas capaces de provocar en el usuario la atracción y el interés.
Ello aunado a una preocupación por la duración de los contenidos que se ha reducido de largos documentales a efímeras historias de unos pocos segundos con valor de ocurrencias, explica que incluso la divulgación científica haya decaído de la presentación acartonada a la divertida, y más recientemente a la por completo amarillista con tal de conseguir un mínimo de vistas, visitas, comentarios y señales de agrado, en un ejercicio de grosera subestimación de la inteligencia del público no científico al que se le toma como infantes estúpidos y perezosos cuyas opiniones, hasta eso, si no son del agrado del creador o la plataforma que lo sostiene, corren riesgo de ser bloqueadas por una censura chabacana.
Por supuesto que los consumidores no están del todo exentos de culpa en este proceso, ávidos como están de lo fácil de digerir, de lo pronto y expedito, de lo desechable.
Tal actitud la notamos en cualquiera de las ciencias exactas o sociales, e incluso en las humanidades y es reflejo de la cerrazón que caracteriza a los círculos especializados cada vez más refractarios a la pretensión de compartir el conocimiento haciéndolo asequible para cualquiera. Esto ha redundado en el abaratamiento o, peor, en la distorsión informativa abonando a la llamada "infodemia".
Algunas de las afirmaciones de Renstrom no son nuevas, se conocen desde que comenzaron los estudios sobre el fenómeno comunicativo hacia la década de los treintas del siglo pasado y dieron pie a diversas teorías como la de usos y gratificaciones (Wikipedia, 2021), lo que revela la manifiesta lentitud del desarrollo social comparado con la evolución tecnológica.
De cómo la ciencia insufla la desinformación
Recientemente el sitio sobre temas de comunicación Niemann publicó un artículo crítico (Renstrom, 2022) que, desde la perspectiva del análisis científico deja mal parados a los propios científicos y debería mover a la reflexión a ellos tanto como al público mismo interesado por hacerse con el conocimiento necesario para comprender el mundo, la naturaleza y tomar decisiones de relevante incidencia sobre sus vidas.
No hago esto con frecuencia, pero dada la importancia de lo analizado en la publicación de la autoría de Joelle Renstrom enseguida comparto fragmentos traducidos del texto, el cual refiere que [traducción, corrección, edición, énfasis y adiciones mías]:
Tendemos a culpar del exceso de desinformación en la ciencia a las redes sociales y las noticias, pero el problema a menudo comienza con la propia empresa científica.
Muchos científicos culpan a las redes sociales por la proliferación de falsedades relacionadas con el covid, desde la sugerencia de que el covid podría tratarse bebiendo desinfectantes [(Santoñito Anacoreta, 2020)] hasta la insistencia en que las máscaras no ayudan a prevenir la transmisión. De hecho, Facebook, Twitter, TikTok y otras plataformas han propagado información errónea peligrosa. Sin embargo, las redes sociales son un síntoma del problema más que la causa. La malinformación y la desinformación a menudo comienzan con los propios científicos.
Las instituciones [educativas, laboratorios privados o gubernamentales] a menudo incentivan a los científicos que buscan la titularidad para que se centren en la cantidad en lugar de la calidad de las publicaciones y exageren los resultados del estudio más allá de los límites del análisis riguroso. Las propias revistas científicas pueden aumentar sus ingresos cuando son más leídas. Por lo tanto, algunas revistas pueden aprovechar las presentaciones con títulos jugosos que atraerán a los lectores. Al mismo tiempo, muchos artículos científicos contienen más jerga que nunca, lo que fomenta la mala interpretación, el giro político y una disminución de la confianza pública en el proceso científico. Abordar la desinformación científica requiere cambios de arriba hacia abajo para promover la precisión y la accesibilidad, comenzando con los científicos y el proceso de publicación científica en sí.
En este nuevo mundo, las revistas científicas y los científicos compiten por los clics al igual que las publicaciones [noticiosas o de otro tipo]. Los artículos que más se descargan, leen y comparten reciben un alto "factor de impacto" o puntuación de atención de Altmetric*. Los estudios muestran que es más probable que las personas lean y compartan artículos con títulos breves, redactados de manera positiva o que invoquen emociones.
“Muchos [científicos] deben lograr ciertas métricas para progresar en su carrera, obtener fondos o incluso mantener sus trabajos”, dijo el médico candidato e investigador Benjamin Freeling de la Universidad de Adelaide, quien fue el autor principal de un estudio sobre el tema, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences en 2019. “Hay menos espacio para que un científico trabaje en una cuestión científica de inmensa importancia para la humanidad si esa pregunta no conduce a una cantidad particular de publicaciones y citas”, escribió en un correo electrónico. Valorar la exposición por encima del proceso científico incentiva prácticas descuidadas y poco éticas y demuestra la Ley del economista británico Charles Goodhart: “Cuando una medida se convierte en un objetivo, deja de ser una buena medida”.
El científico de datos de la Universidad de Washington, Jevin West, que estudia la difusión de información errónea, dice que las oficinas de relaciones públicas de las universidades, en tanto responsables de los comunicados de prensa y otras interacciones con los medios “también juegan un papel en la maquinaria publicitaria.
La mayoría de los lectores, incluidos los periodistas, no pueden discernir la calidad de la ciencia. Sin embargo, "la comunidad editorial tarda una eternidad en proporcionar pancartas en los artículos originales" para indicar que "es posible que no lleguen a la conclusión que piensan los lectores", dice West. Las afirmaciones provisionales o sin fundamento pueden tener profundos impactos sociales. West hace referencia a una carta de un párrafo escrita por dos médicos y publicada en el New England Journal of Medicine en 1980, que considera en gran medida responsable de la actual crisis de opioides. Los autores afirmaron que “la adicción es poco común en pacientes tratados con narcóticos”, pero no proporcionaron evidencia de respaldo.
Las impresiones previas [de artículos científicos] representaron aproximadamente el 25% de los estudios relacionados con Covid-19 publicados en 2020. De [esas impresiones previas], el 29% se citó al menos una vez en los principales artículos de noticias. Tomemos el ejemplo infame de la ivermectina, un fármaco desarrollado para el tratamiento de infecciones parasitarias. Una preimpresión que promociona su eficacia en el tratamiento de pacientes con covid-19 apareció en el servidor de la Red de Investigación de Ciencias Sociales (SSRN) en abril de 2021, lo que provocó un interés generalizado y la aprobación del medicamento, incluso por parte de los gobiernos de Bolivia, Brasil y Perú [asimismo el de la capital de México, donde se efectuó un experimento autorizado por la científica y alcaldesa Claudia Sheinbaum (Mora, 2022), (Etcétera, 2022)]. A medida que las personas comenzaron a tomar ivermectina para tratar o prevenir el covid-19, los científicos expresaron su preocupación por los datos utilizados en la preimpresión: datos proporcionados por Surgisphere, una empresa de análisis de atención médica cuyos datos poco confiables anteriormente había dado lugar a retractaciones de artículos en The Lancet y The New England Journal of Medicine. [(Seibt, 2020)] El documento se eliminó de SSRN y, poco después, Surgisphere cerró su sitio web y desapareció.
Muchos reporteros no distinguen entre impresiones previas no examinadas y artículos publicados formalmente; para los detectives casuales de la web, los dos pueden parecer casi iguales. Cuando los hallazgos sin fundamento guían los comportamientos y las políticas personales, incluso un pequeño número de estudios defectuosos puede tener un impacto significativo. Un equipo de investigadores internacionales descubrió que cuando los resultados del primer borrador se comparten ampliamente, "puede ser muy difícil 'desaprender' lo que pensamos que era cierto", incluso cuando los borradores se modifican más adelante.
Desaprender las falsedades es especialmente desafiante dado el ciclo de noticias sobresaturado de hoy. Los agregadores de noticias en línea sindican publicaciones locales y nacionales y presentan a los lectores un aluvión interminable de información a través de notificaciones y correos electrónicos. En este contexto, no sorprende que los lectores tiendan a hacer clic en titulares y artículos llamativos que confirman sus creencias preexistentes. “La ciencia está integrada en un ecosistema de información que fomenta el clickbait y facilita el sesgo de confirmación”, dice West.
Y cuando las personas intentan explorar la investigación detrás de los titulares, se topan con barreras: los artículos científicos son cada vez más difíciles de entender, ya que los investigadores los llenan de más jerga que nunca. Un grupo de investigadores suecos que evaluaron resúmenes científicos escritos entre 1881 y 2015 encontraron una disminución constante en la legibilidad con el tiempo. Para 2015, más del 20% de los resúmenes científicos requerían un nivel de lectura posterior a la universidad. Un gran problema es el uso intensivo de siglas; a partir de 2019, el 73% de los resúmenes científicos los contenían. Los propios científicos a veces evitan citar artículos llenos de jerga porque ni siquiera ellos pueden analizarla con confianza. Todos hemos oído hablar de "legalese"**, pero "science-ese" puede ser igualmente inescrutable y alienante para los lectores.
Abordar el problema de la desinformación impulsada por la ciencia requerirá una "reestructuración profunda de cómo funciona la 'industria' de la ciencia", dice Benjamin Freeling. Una recomendación es que las revistas ayuden a los lectores a ver la preimpresión como un trabajo en progreso, no como el resultado final.
Los científicos también pueden comunicarse de manera más efectiva con el público aprovechando las redes sociales. La ecologista de agua dulce Lauren Kuehne, cuyo trabajo incluye una devoción por la comunicación científica, aboga por publicaciones informativas en blogs, hilos de Twitter, videos de TikTok y charlas públicas para construir relaciones. Pero la comunicación abierta tiene sus propios problemas, especialmente equilibrar el deseo de influencia con la confiabilidad. […] Dice Kuehne[:] "hace 10 años, el debate giraba en torno a si los científicos deberían dedicar su tiempo a relacionarse con el público", mientras que ahora la pregunta no es "si es importante, sino cómo hacerlo".
La participación pública directa es la mejor manera de ayudar a las personas [no científicas] a comprender que incluso los hechos científicos más canonizados alguna vez estuvieron sujetos a debate. Hacer que el proceso científico sea más transparente expondrá fallas e incluso puede generar controversia, pero en última instancia permitirá a los científicos fortalecer los mecanismos de corrección de errores y generar confianza pública.
*Altmetric: sitio especializado en medir estadísticamente los ratings de las publicaciones y las investigaciones científicas
**Legalese: lenguaje usado por abogados y en documentos legales que es dificil de comprender por la gente ordinaria (Cambridge University Press, 2022). En español se traduce por galimatías.
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Referencias
- Seibt, S. (2020, June 8). Covid-19: "La extraña empresa detrás del cambio de opinión de la OMS sobre la Hidroxicloroquina". France24. Recuperado el 11 de junio de 2022 desde: https://www.france24.com/es/20200608-cambio-opinion-oms-hidroxicloroquina-surgisphere
- Mora, K. (2022, February 8). "Claudia Sheinbaum habla sobre el caso Ivermectina en CDMX" - El Sol de México | Noticias, Deportes, Gossip, Columnas. El Sol de México. Recuperado el 11 de junio de 2022 desde: https://www.elsoldemexico.com.mx/metropoli/cdmx/claudia-sheinbaum-habla-sobre-el-caso-ivermectina-en-cdmx-7835866.html
- Etcétera, R. (2022, February 23). "Sheinbaum 'experimento' uso de ivermectina en población: BMJ". Etcetera. Recuperado el 11 de junio de 2022 desde: https://www.etcetera.com.mx/nacional/sheinbaum-experimento-ivermectina-en-poblacion-de-la-cdmx-british-medical-journal/
- Renstrom, J. (2022, June 9). "How science helps fuel a culture of misinformation" | Nieman Journalism Lab. Recuperado el 11 de junio de 2022 desde: https://www.niemanlab.org/2022/06/how-science-helps-fuel-a-culture-of-misinformation/?utm_source=Weekly+Lab+email+list&utm_campaign=bce7cb7a30-weeklylabemail&utm_medium=email&utm_term=0_8a261fca99-bce7cb7a30-392034301
- ESIC Business & Marketing School.. (2019, November 1). "¿Qué es el clickbait y cómo usarlo de forma correcta?" | ESIC. Esic. Recuperado el 11 de junio de 2022 desde: https://www.esic.edu/rethink/marketing-y-comunicacion/que-es-el-clickbait-y-como-usarlo-de-forma-correcta#:~:text=El%20clickbait%20(pronunciaci%C3%B3n%20en%20ingl%C3%A9s,generar%20ingresos%20publicitarios%2C%20especialmente%20a
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