El futuro es de quien se atreve



BAJO EL ESPÍRITU CRÍTICO del pensamiento de Octavio Paz, la promulgación efectuada por el presidente Enrique Peña Nieto de la Reforma Energética cifró el momento culminante de su primer año de mandato en una nueva democracia mexicana hoy marcada por las venturas de la alternancia.

El PRI, que hoy gobierna, se distingue claramente del PRI de antaño al menos en un aspecto: está "reformado". Era necesario "reformar" para que el peso específico, no de una persona como la presidencial bastante disminuida por las reformas políticas de años anteriores, sino de los jóvenes cuadros que comienzan a despuntar pudieran asomarse como promesas del México que queremos.

Las paleontológicas generaciones de políticos de todo tinte y logotipo tenía y aún tiene atorados en los gañotes así como en el alma, la leyenda, el mito, los dogmas a los que aludía Octavio Paz en muchos de sus ensayos críticos como esas anclas densas que han mantenido a la barcaza encallada en el estero. La izquierda, la derecha, la etiqueta que se quiera mencionar han coexistido con sus temores, sus ensueños, sus ambiciones, sus intereses particularísimos pasándose por el arco del triunfo las necesidades verdaderas del pueblo, de la nación entera. La acumulación de poder político, de riqueza, de mendicidad ha hecho de México un país que, siendo mosaico natural, se ha convertido en un caleidoscopio de vergüenzas. Quien mira a través de su lente solo puede sentir tristeza, asco, y esbozar una sonrisa irónica. Sin embargo, quien sabe mirar, entre esos trozos de cristal halla el verde de la esperanza.

México, con todo el dolor que la incertidumbre de hoy le lacera, es más fuerte que cualquier mezquindad barata. Los recursos en su subsuelo, mares, terreno y atmósfera son y seguirán siéndole propios, empero compartidos —como debe ser— con el resto de la humanidad que conforma el planeta, y esto sin importar la nominación monetaria del dinero invertido en su explotación y aprovechamiento.

Los de hoy son tiempos de transformación. Un pueblo que se entiende como dador de parte del patrimonio de la humanidad ya no puede apostar a la exclusividad de nada y menos en una era donde la interdependencia es más que marcada, es la consigna cotidiana.

Cada vez, los seres humanos nos encaminamos más y más a la unidad necesaria. Y lo estamos haciendo por vía de la integración sistemática, ora de los recursos, ora de los afectos, ora de la economía, ora de la ecología. En la medida que nos vayamos entendiendo más como administradores obligados solidarios de la necesidad y menos como abusivos mercedarios de la abundancia, entonces la caridad, que siempre debe comenzar por casa, tendrá más sentido y sus huellas serán los indicios de un mejor mañana.

Una reforma energética, una educativa, una hacendaria, una anticorrupción, etc., son apenas el primer paso para modificar lo justo. Pero como bien apuntó Ricardo Anaya, cuando fuera presidente de la Cámara de Diputados, aún falta lo más arduo y clave que es la implementación de dichas reformas. Ponerlas en práctica va revelando la pertinencia y bondad de las mismas o todo lo contrario. Entonces y al cabo de un plazo mediano de unos 20 años sabremos los mexicanos si la promulgación fue un acierto o un yerro, como por ahora nos va pareciendo en algunos puntuales aspectos.

La historia se construye paso a paso, con buenas y malas intenciones, pero también con el reconocimiento del infortunio o la fortuna de las decisiones de unos pocos que, al amparo del poder presumiblemente otorgado por el libre sufragio, pretenden signar como afirmaciones de lo promisorio.

Es la primera ocasión que las fuerzas políticas de México hacen algo ¿realmente pensando a futuro?; quizá porque los problemas que se vislumbran van materializándose lenta, paulatina, irremisiblemente. No son tiempos de gobernar solo en función del ahora, así en lo privado como en lo público, sino de hacerlo con la claridad de que el futuro pertenece a quien se atreve al cambio.

No debemos olvidar que somos, como decía Octavio Paz, "contemporáneos de los otros hombres".

LA SUPREMA PUTA

Quizá de las cosas que más me pueden seducir, aparte de las bellas formas de una mujer, está el lenguaje, el poder de la palabra bien acomodada, reluciente, empleada con buen propósito.

Recientemente nuestros magistrados de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en México, han sentenciado censurar, ¡censurar!, ¡penalizar más bien! el empleo de las palabras "puto", "puñal", "joto", entre otras para referirse a una persona (especialmente los homosexuales). Es la más imbécil y deleznable forma de lacerar lo que nos sustenta como hispanohablantes: nuestra lengua común, fundamento de nuestra cultura, dicho esto sin desmedro de las otras lenguas que la enriquecen so pena histórica del pecado del olvido y la conquista como son las indígenas, tan deliciosas y musicales. No se trata, eso sí bien dicho por los magistrados, de contravenir la libertad de expresión y voy de acuerdo que no debe ser excusa esta para el inadecuado uso de esas u otras palabras con un propósito ofensivo. Pero entonces lo que debe ser penalizado es la acción del decir, aún más la intención detrás del dicho. La intención en esto sí es lo que cuenta, pero como es tan difícil probar la intencionalidad de un acto, la ley ahora hace jurisprudencia para anclarse en lo más "evidente": la palabra.

PALABRAS PRESAS

Bajo la publicación de cierto amigo venezolano en Facebook se dio una "confusión" lingüística luego que bromeé con él al apuntar que sólo me anda "cucando" con las imágenes de las bellas amigas que me comparte (sólo en foto, ¡qué caray!). ¡Se quedó estupefacto, algo ofendido por que usé la palabra "cuca"! Me explicó que no sabía qué quería decir y que en Venezuela es una "mala palabra", sin entrar en detalles.

Yo, ni tardo ni perezoso, me di a la tarea de hacer la pertinente aclaración apuntando la definición de "cucar"del Diccionario de la Real Academia y no solamente:

El verbo también acepta la forma "cuquear" (derivación onomatopéyica del sonido del pájaro Cu Cú, empleado desde antiguo a modo de señal para provocar a los compinches en determinada acción a actuar conforme a lo planeado). En efecto, siguiendo la Enciclopedia del Idioma de Martín Alonso y el Diccionario de Latinoamericanismos del Dr. Santamaría o distintos diccionarios de sinónimos como el de Miguel Doezis, se dan como acepciones para "cucar": azuzar, provocar, incitar, guiñar, instigar, impeler a un animal o persona humana para que actúe de determinada manera.

Alguien más agradeció la "corrección" y seguí (edito, actualizando y ampliando):

El breviario cultural tuvo a bien, sin ánimo petulante, ayudarnos a todos a seguir aprendiendo, algo que no dejamos de hacer todos los días en distintos ámbitos. Ayer no habías escuchado o leído "cucar", hoy tu bagaje, tu acervo (que no acerbo) en cuanto a léxico se ve ampliado por un vocablo nuevo, reconocimiento de la ortografía y ampliación de relaciones significativas y de uso. ¡Es lo rico de leer!

Después, con una pena que comprendo bien, mediante correo privado, mi amigo me solicitó no insistir en el tema y tras explicarme que en Venezuela popularmente se llama "cuca" a la vagina. Así hice (respetando su muro) y su identidad nacional, no sin ceder a la tentación de ampliar el breviario cultural con buen humor de este modo:
Gracias por enriquecer mi acervo. Jajaja... No seguiré, pero ¡qué te preocupas! Si tú no tienes cuca, no puedes cuquear, jajaja. Y menos mal que ninguno tenemos una tía a la que digan de cariño Cuca, ahí va Doña Cuca, jeejejejeje (muy común en México y en España y otros países hispanohablantes como diminutivo de Refugio (Cuca, Cuquita) como ella http://cucacooking.blogspot.mx/ o como nombre para alguna mascota (derivado de cucita, como se denomina en zoología a la perrita faldera. 
Por cierto, últimamente hay muchas cucas (abreviatura de cucaracha, el insecto, que también en el caló mexicano se refiere groseramente a la vagina) rondando mi casa, ¡hay plaga! (del insecto, ojalá hubiera de las otras, sería más entretenido y suculento).
Ahora me doy a la tarea de abundar, para enriquecimiento y solaz de todos aquellos interesados en ampliar su vocabulario, incluso de aquellos magistrados, ministros de la Suprema Corte de Justicia que ahora repiensan la posibilidad de revertir su sentencia penalizante de las palabras maricón, puñal, joto en tanto presumibles alusiones a la homosexualidad de una persona.

Hay también la persona cuca o cuco (la taimada y astuta, solapada, pilla, calculista que ante todo mira por su medro o comodidad), la que se pone cuca (arreglada en el vestir y la apariencia, coqueta). Cuca es una oruga o larva de cierta mariposa nocturna (muy aparte de esta aquí retratada, inspirada en aquella). Es otro nombre para el cuclillo, ave trepadora; ¡cuco! es la expresión empleada en un juego de naipes también conocido como "malcontento", para señalar que se tiene el rey y no trocar. Es otra manera de referirse al tahúr. En Andalucía se llama así al culero del niño, al calzón interior femenino, al oriundo de Almodóvar del Río. En Santander, España, es una acepción para la nuez. En Salamanca dícese del ganado vacuno que tiene los cuernos excesivamente cerrados. En Guadalajara, España, es otra forma de referir al coquero, culero, talega, lienzo que se pone atrás a los niños pequeños para que hagan sus necesidades. En México, la frase "hacer a uno cuco o cuca" es hacer burla de alguien. Cuco también es otra manera de llamar al coco o fantasma que se figura para meter miedo a los niños.

De lo anterior se derivan: cucología, que en Navarra es la cuquería, es decir la gramática parda, o sea la habilidad para conducirse en la vida y para salir a salvo o con ventaja de situaciones comprometidas. Cucón, en Navarra es la coca o coco o golpe que se da en la cabeza de otro con los nudillos de la mano cerrada.

Si en Venezuela cuca popularmente refiere a la vagina, miembro femenil, la cucona es, por contraste en Argentina el pene o miembro viril. Los cucos, en Rioja, son una especie de guisantes muy pequeños para pienso del ganado.

En fin, que no podemos andar por cada región penalizando palabras. ¡Como si pudiéramos encarcelar la lengua a punta de cucas (dicho sea esto sin albur)!

Y para rematar, qué tal imaginarnos a las palabras que vayamos penalizando por virtud de la inteligencia jurídica y el criterio de los magistrados y legisladores cómo pasarían el tiempo entre los barrotes del desuso y el olvido. Yo creo que el gran Cuco Sánchez, puede darnos buena idea.