Qué sigue al 2020 (primera de varias partes)
ESTÁ POR TERMINAR 2020, un año para muchos aciago, trágico, ominoso, inolvidable, sin embargo pletórico de indicios sorprendentes, esperanzadores, preocupantes, inspiradores; un año provocador de angustias y aun así apasionante en las posibilidades a que orilla. Mucho podemos decir, difícil sintetizarlo. Aun así valga el esfuerzo para acomodar algunos indicios dignos de resaltar, para dejar memoria sucinta en un conjunto de varios artículos al efecto, así sea en calidad de balazos buscapiés.
En un México austero...
- Como si se tratara de un trabalenguas, en México, el presidente de la transformación se quiere despresidencialitransformar, quien logre despresidencialitransformarlo un gran opositor será.
En 2020, el peso mexicano parece fortalecido con una cotización de poco más de veinte pesos por dólar.
Seguramente el gobierno actual encabezado por Andrés Manuel López Obrador se parará el cuello, alegando un logro económico, olvidando que fue en el período del presidente Ernesto Zedillo cuando se determinó que el valor de nuestra moneda fuera "volátil", "flotante", ajustado a los vaivenes del mercado monetario en vez de a decisiones concretas del gobernante en turno y su gabinete económico. Por supuesto que no faltarán los que digan que tales decisiones inciden directa o indirectamente al propiciar la inversión o al restarle estímulos.
Igual sucedió, en un esquema diferente, para los precios de los combustibles, cuando se decidió "liberarlos" en 2016; liberación que fue disfrazada desde el momento cuando los gobiernos mexicanos, incluido el actual, continuaron ejerciendo el control discrecional por medio de la imposición del discutible Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) que no es más que una de tantas marrulleras formas de cobrar impuestos sobre impuestos a los productos y servicios sobre la idea de estar basados en derivados del petróleo, por lo que los argumentos acerca de los "gasolinazos" nunca han tenido un verdadero sustento económico cuando sí ideológico, útil solamente como recurso engañabobos para soliviantar a resentidos e ignorantes. Es decir, por causa de la liberación de precios, no existen los gasolinazos en tanto decisiones de gobierno; pero, siguen habiéndolos por fórmula fiscal que debemos agradecer año con año a los legisladores más preocupados por justificar su estancia en la curul que ocupan, en vez de verdaderamente representar a sus votantes.
Y, digámoslo con todas sus letras: esa falacia de que los mexicanos "no pagan impuestos" se cae apenas uno mira lo que compone a los precios.
Ricos o pobres pagamos porque no queda de otra y más bien habremos de leer de ahora en adelante que, en la frase, el verbo "pagar" debería ser sustituido, leído, intepretado como "declarar". Al hacerlo, nos daríamos cuenta de que esos a los cuales la opinión pública mira con recelo, esos millonarios, sea de manera chueca o derecha, con o sin subcontratación (outsourcing) sí declaran sus impuestos, mientras que millones de adinerados informales no lo hacen al amparo de quienes, funcionarios públicos coludidos, otorgan permisos con singular alegría, como si tóxicos dulces de regaliz.
La gráfica que acompaña a estas líneas, con base en información obtenida mediante el portal Investing.com es un retrato del comportamiento histórico del peso a lo largo de los dos años del actual gobierno y los seis del anterior, encabezado por Enrique Peña Nieto.
De la gráfica se desprende que, en ese período comprendido por dos presidencias, el peso mexicano llegó a tener un valor máximo histórico de casi veintiséis pesos por dólar en abril de 2020, contra un mínimo histórico de casi doce pesos por dólar en mayo de 2013.
Muchos se preguntan cómo y por qué puede ser esto. Ya en noviembre de este año, el consultor financiero y columnista del diario Milenio, Manuel Somoza, explicaba:
Las dos causas fundamentales que explican el valor de nuestra moneda son: en lo externo, la debilidad o fortaleza del dólar, y en lo interno, el equilibrio o desequilibrio de las finanzas públicas. Desde principios de mayo el dólar se debilitó respecto al resto de las monedas del mundo, por ejemplo, contra el euro se ha devaluado alrededor de 7%, y 18% contra el peso; los motivos son la baja tasa de interés puesta por la Reserva Federal y la enorme emisión de dólares que hizo, ambas medidas para apoyar la actividad económica; amén [sic.] de una perspectiva donde las tasas en nivel cero pueden permanecer un par de años más y tal vez mantenga vigente la expansión monetaria al menos otros seis meses.
Los datos podrían hacer pensar que el gobierno de Peña mostró un mejor comportamiento del peso, pero en realidad fue el comienzo de una devaluación progresiva ocasionada por múltiples factores, entre ellos el "apego" al dólar estadounidense, que a la fecha asciende a alrededor del 54%. Es decir, que en lo que va de dos gobiernos juntos, el peso perdió frente al dólar el 54% de su valor monetario de intercambio, lo que, a pesar de las campanas al vuelo de los opositores de AMLO y de los reconcomios de sus simpatizantes; a pesar de las vanaglorias del gobierno en turno y los reclamos de los "reaccionarios", lo que refleja el valor del peso es lo que en síntesis afirmó Manuel Somoza: "tenemos un peso fortalecido frente al dólar, pero una economía que no genera oportunidades ni riqueza" por hallarse, a querer o no, estancada siendo el dato, además, indicio de la despomposición generalizada de la economía mundial puesta en tirantez por el enfrentamiento de las estrategias expansionistas chinas contrastadas con las medidas proteccionistas estadounidenses.
Como anillo al dedo
- Si el anillo aprieta, ponle jabón o salivita al menos, así y con el tiempo marcará al dedillo, o la punta le pondrá bien prieta.
El pico de caída mayor se registró justo a mediados de la primera etapa pandémica. Muchos achacarán entonces a Peña el decaimiento de nuestra moneda y excusarán al actual bajo el argumento de la pandemia y la recesión económica mundial, así como aplaudirán que el peso mexicano recuperara terreno justo entre abril y mayo de este año, a la sombra de noticias como la declaración presidencial "Hemos podido domar a la pandemia", "México supera los seis mil muertos por Covid estimados por López-Gatell el 4 de mayo" y la ingenua o conservadora proyección de que hasta treinta mil personas podrían morir en México, cuando ahora nos pesa la cifra de casi ciento catorce mil fallecimientos atribuibles al SARS-Covid-19.
Muertes globales al 14 de diciembre de 2020. Fuente: Johns Hopkins Universiti of Medicine. Coronavirus Resource Center |
Ya en agosto, los especialistas como Alfonso García Araneda, articulista de El Financiero, apuntaban, advertían y distinguían: "Todos saben que la fortaleza de una moneda es consecuencia de la fortaleza de su economía"; pero, en este caso queda claro, "la recuperación temporal del peso es consecuencia de la debilidad del dólar, por lo que estos niveles son para tomar coberturas".
Estas coberturas son las que ni siquiera fueron contempladas realmente en el paquete económico del gobierno mexicano para el 2021, elaborado con un inopinado optimismo, subestimando los gastos y sobreestimando los ingresos, pasándose por el arco del triunfo las proyecciones internacionales y planteando una suerte de sueño guajiro anclado en escasos 5 proyectos de obra pública e infrastructura que van a contrapelo de lo necesario y de las expectativas mundiales, como si de ellos dependiera la vida o la muerte de una nación encerrada en su crisálida, como ya decía yo en un viejo artículo; una refinería (en tiempos que son la marca del final de la Era del Petróleo); un tren maya que recuerda al circuito ferroviario del parque de Chapultepec, pero en grande, sin una prístina utilidad sobre su verdadero fin fuera del argumento turístico; otro tren transístmico, pesadilla porfiriana, remedo de canal panameño; un aeropuerto extraído de la Isla de la Fantasía; y una cobertura nacional de la internet en un país donde Telmex, como si fuera CONAGUA, OAPAS, CFE y similares, marca la pauta, sostiene la infraestructura y a la menor deuda restringe el suministro, reduciendo la velocidad del fluido a pesar de circular por banda ancha de la conexión, cortando así el servicio total o parcialmente (lo que no se considera aun como un condicionamiento y limitación de un derecho humano, que lo es: el de estar cabalmente comunicado). Ya ni hablar de lo que se avecina con la 5G.
Faltaría añadir un sexto proyecto, el de la Banca del Bienestar; pero, digamos que ese camina transversalmente a los otros, cruzando la idea de allegar la institución bancaria hasta el último rincón del último hormiguero.
Así, en un México marcado por una política de austeridad, forzado por la circunstancia pandémica y recesiva mundial a mantenerse austero, con un presidente que considera azas justo tener un par de suelas (a saber en qué condiciones) y nada más, que lo otro es pecar de vanidad; así, decía, resulta que lo que sigue al 2020 no se antoja nada halagüeño y, sin embargo... (continuará)
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