Un par de cuentos pa'l que trague más pinole
Foto: Sergio Vázquez / La Prensa |
ERA DE LA OPINIÓN… de que, como dice el refrán, quien tiene más saliva traga más pinole. Pero parece que el Presidente Andrés Manuel López Obrador, como buen tabasqueño aficionado a esa bebida refrescante y energética que es el pozol, hasta se le atragantan los hielos como las palabras que salen de su boca.
Lo anterior lo acoto luego de que, como parte de los escarceos que ha sostenido el mandatario con la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, la ministra Norma Piña, un conjunto de la ciudadanía se volcó con manifestaciones variopintas clamando "La Corte no se Toca" y en redes sociales se ha viralizado el extracto de video de cuando el hoy presidente recibió en la Corte su constancia de legitimidad tras haber obtenido el triunfo en las elecciones de dos mil dieciocho. En esa ocasión y como parte de su discurso, Andrés Manuel López Obrador aseveró palabras más o menos que, en apego al respeto interinstitucional de los poderes de la nación, no sería un entrometido en los asuntos del Poder Judicial, cosa que en la práctica y sobre todo a poco más de un año de estar próximo el final de su mandato, no ha cumplido a cabalidad lanzando contra jueces, magistrados y ministros, como antes contra medios, nosotros los periodistas, abogados, empresarios y etcétera, una andanada inmisericorde de diatribas, máxime cuando las cosas no salen como a él se le antojan, como si los demás fueran los culpables de su estupidez e ineptitud como gobernante.
Algunos tijeretazos al estilo Corte Inglés
La Constitución no es ningún traje a la medida. Constantemente requiere ajustes y de ahí la justificación de las reformas incesantes que parece definir el papel del Poder Legislativo, como si los legisladores, en vez de representar los intereses de las mayorías y de las minorías por igual, fueran una suerte de sastrecillos valientes.
Es una falacia en el discurso y en los hechos esa propuesta retórica de "La Corte no se toca". Pero tampoco nos vayamos con la finta y veamos a los legisladores de tal modo, pues si la moraleja del cuento de los hermanos Grimm inculca que el ingenio puede ser más poderoso que la mayor de las fuerzas, por otro lado también enseña de manera indirecta lo importante que es la autoconfianza, al caso que nos ocupa tanto de la oposición como del pueblo. Ya que de no ser por lo mucho que el propio sastrecillo cree en sí mismo —y aquí me refiero al grupo de sastrecillos que conforman la bancada morenista que se ha mostrado muy envalentonada—, no hubiese sido nunca capaz de realizar las hazañas que logró.
¡Por supuesto que al "gigante" de la Corte debe tocársele! Igual que al gigante autócrata que hoy nos gobierna, triste es decirlo pero es verdad, legítimamente. Un gigante con ínfulas de caudillo mesiánico tentado a revivir las viejas usanzas del presidencialismo imperial —para citar a Enrique Krauze, hoy vapuleado por los esbirros que componen la actual intelectualidad orgánica de turno.
No por defender la institucionalidad de un poder componente de nuestra República hemos de pasar por alto una dolorosa y grave realidad. Me refiero al hecho indubitable y multifactorial de la corrupción en el poder judicial, en todos los niveles, de varias maneras, y que hemos padecido todos los mexicanos en mayor o menor medida. Corrupción dada en la impartición de justicia además coludida por la existente en la procuración de justicia dependiente del ejecutivo, y amparada en la perversa interpretación de las leyes de la mano de la ineptitud o la socarronería de abogados, asimismo de la ignorancia y analfabetismo legal del grueso de la población, por no mencionar la artera voluntariedad del gobernante en turno en cualquier nivel, del municipal al federal. ¿O no ha utilizado el propio AMLO los argumentos judiciales para pararse el cuello cuando las sentencias salen a su favor? Y, cuando fue Jefe de Gobierno en la Ciudad de México, ¿no dio trazas de ser un un atrabiliario capaz de saltarse leyes y sentencias? Ahí están los ejemplos de la construcción de los segundos pisos y más recientemente la arbitraria manera de expropiar las vías de Ferrosur, que podría ser un acto justificado pero en la práctica mostró la calaña de presidente que elegimos, para el que sus dichos lo definen de pies a cabeza cuando ha expresado con exabruptos: "A mí no me vengan con que la ley es la ley", o "Quien no está conmigo está contra el movimiento".
En esta sastrería, para muestra basta un botón
Ministerios públicos, jueces, magistrados y ministros tanto como los legisladores y los funcionarios dependientes del poder ejecutivo hoy deben ceñirse, entre otras, a una ley de salarios máximos que está mal redactada y en el texto falla a su espíritu desde el momento que toma como cota superior el sueldo de una función como la del Presidente del Ejecutivo, cuando en realidad la cota tendría que ser pareja como techo igualando el sueldo de los presidentes de los tres poderes y de ahí, hacia abajo, disminuir proporcionalmente los emolumentos.
Hoy, ese hueco en la ley es uno de los factores interpretativos para que por un lado los consejeros del INE y por otro los ministros devengaran y devenguen más que el Presidente del Ejecutivo. El alegato es atendible, razonable, aunque se preste también a triquiñuelas políticas por parte de los partidos.
Yendo más allá, esa ley de salarios máximos, como propuse hace años, justo cuando estaba por crearse dicha ley, tendría ya que hacerse extensible al resto de los mexicanos para impedir la concentración de la riqueza en unas pocas manos y propiciar una mejor distribución de la riqueza en general, así en el gobierno como en la empresa privada. Ningún empresario, ninguna celebridad del medio del espectáculo o los deportes, por ejemplo, tendría por qué obtener como salario más que las cabezas de los poderes estatales, aquí o en China, aunque la dinámica económico-financiera sea distinta. Eso lo expliqué en un conjunto de textos de mi autoría en mi blog añales atrás:
- Ley de salarios máximos (2009)
- Todos coludos o todos rabones (1) y (2)
Entonces, para terminar. la SCJN está tan sujeta a revisión y reformas constitucionales como cualquiera de los otros poderes e instituciones gubernamentales. Toda ley es perfectible y la división de poderes no significa que no puedan incidir unos sobre otros en una constante labor de equilibrio, por supuesto sin que ello signifique la violación de las atribuciones respectivas. Si a la Corte la imaginamos intocable, es tanto como prohijar los abusos desde las existente lagunas constitucionales.
El verdadero problema no estriba en la crítica dizque injerencista que AMLO ha hecho sobre la Corte u otras instituciones autónomas como el INE o el INAI, sino en el tono y la dudosa intencionalidad de sus querellas y diatribas a las que, como si también hubiera salido de un cuento, personajes como la ministra Norma Piña han salido al paso como Juan Sin Miedo.
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