No cambies (Herencias 2)
Siguiendo con la serie de "Herencias" de mi madre Maria Teresa Torres Pallares, recuerdo que de chico y todavía en la adolescencia muchos amigos y maestros me decían, admiradores de mi forma de ser (como si fuera la gran cosa), "nunca cambies". ¿Qué veían en mí que yo jamás he podido hacer suficientemente consciente? ¿Qué valoraban de mi persona que yo, ciego, no he aquilatado del mismo modo?
Pasaron los años, momentos gratos e ingratos vividos en complicidad con mi madre, haciéndose entrambos una relación simbiótica indescriptible. Un buen día sentí que había cambiado... ¿para bien?
Pasaron los años, momentos gratos e ingratos vividos en complicidad con mi madre, haciéndose entrambos una relación simbiótica indescriptible. Un buen día sentí que había cambiado... ¿para bien?
NO CAMBIES
Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era.
Y yo me ofendía, aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara.
Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo; y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado.
Pero un día me dijo: "no cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte".
Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: "No cambies. No cambies... Te quiero...".
Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh, maravilla!, cambié.
Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar a alguien que me quisiera, prescindiedo de que cambiara o dejara de cambiar.
¿Es así como tú me quieres, Dios mío?