Por José Antonio de la Vega Torres
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Los paseos del fraccionamiento La Florida, Naucalpan de Juárez, Estado de México, aún conservan su encanto, a pesar del olvido en que algunos puntos parecen encontrarse. (Foto: Guillermo Magaña) |
La Florida, el fraccionamiento donde vivo, mi casa, aún es un sitio hermoso, tranquilo, encantador. En el día, claro, surgen muchos defectos, deficiencias, omisiones, vejestorios ya del gobierno municipal o incluso de nosotros los vecinos, quienes aquí habitamos.
Creemos a veces que por tener el privilegio de gozar de sus camellones, paseos, parques, calles, ubicación, el fraccionamiento recibirá por gracia divina o voluntad política de las autoridades el cuidado que requiere. Que una sonrisa o un ademán bastan para que la basura sea recogida, que el nivel de vida sigue siendo el mismo de hace 20, 30, 40 años... ¡Qué equivocados! Nuestra casa aquí no son sólo el techo y paredes que nos guarecen, ni la calle frente a nuestras fachadas. Son los árboles, las rejillas, el río, los pastos, las aceras, las especies de aves que vuelan sobre nuestras cabezas: la pareja de loros, los tordillos, los zenzontles, los zanates, los gorriones, las torcazas, las palomas casi recién llegadas, el aguilucho, los colibríes; y lo son también nuestras mascotas, miembros más de nuestras familias, a los que irresponsablemente dejamos sueltos o, al contrario, con responsabilidad paseamos con correa y recogiendo sus deposiciones.
Nuestra casa son las bancas que aún no tenemos para que descansen nuestros ancianos en medio de sus caminatas, las flores que hace años dejamos de ver en los camellones, el área de comercios, las entradas y salidas, los fresnos, ficus, sauces, cipreses, colorines, dollar, truenos, laureles, hiedras, buganvilias y hasta las hermosas pero terribles jacarandas, más propias del blando fango y pantano tropicales que de estos suelos de duro tepetate. Son las bicicletas, las sonrisas de los niños, el sonido de los balones rebotando en las canchas, el respeto a la convivencia vecinal, las paredes antaño libres de pintas.
La Florida es mi casa tanto como tuya, aquí crecí, aquí amé, aquí conocí la muerte, la ausencia, la soledad; aquí he gozado de los amigos. Es mi querencia, digo citando a la presidenta municipal Azucena Olivares Villagómez, como tal vez lo es para ti, pero ¿tú qué haces para mantener, ya no digamos tu sala, tu cochera, tu fachada, sino aún más, tus camellones, tu fauna, fu flora, tus comercios y servicios, tus calles, tus relaciones sociales o políticas con los que comparten contigo el mismo espacio? Tal vez ya te fuiste y dejaste en tu lugar una oficina, una casa de huéspedes, un inmueble en oferta de venta o alquiler; tal vez acabas de llegar y defiendes tu territorio personal como un coto de poder aislado dentro de los linderos de una colonia de fantasmas, ancianos, memorias, de hombres y mujeres que aquí mudaron su infancia en adultez. Tal vez tu economía no es la mejor y eso incide en la ecología de tu hábitat íntimo.
¿Dónde quedó aquella Florida que semejaba un "pueblito" donde muchos nos conocíamos; donde todos nos preocupábamos por todos; donde el sentido de pertenencia hacía de una zona poco delimitada el sinónimo de hogar?
Defiende a La Florida A.C. nació porque tú la pediste. Defiende la Florida... comunicando lo cree por mí, para mí, desde ti. ¿Hasta dónde llega? Mira las estadísticas en el mapa. Cualquiera diría que hay más interés por nuestra casa fuera de ella que dentro. Que Las Torres son mejor comprendidas y valoradas por los vecinos del mundo fuera de las fronteras, los historiadores del arte, los artistas, que por nosotros para quienes es el emblema más distintivo, aún más que de Satélite, la referencia básica para localizarnos incluso desde las imágenes satelitales.
Se aproxima un nuevo año. Termina el de las conmemoraciones centenarias y bicentenarias. Pero el tiempo de la reflexión continúa y se intensifica por obra y gracia de la Navidad. A un año de incursionar en el "activismo" político en la defensa de nuestra casa, el silencio, la apatía ocupan su lugar bajo el árbol de los presentes a la espera de ser desenvueltos junto con los otros regalos de nuestra tan criticada independencia.
La Florida es mi casa y no sólo estas paredes bajo las que escribo estas líneas y bajo las que se fraguaron las "conspiraciones" en "contra" de las "arbitrariedades" de los gobiernos estatal y municipal so pretexto de la construcción del Viaducto Bicentenario. Aquí, las estaciones del año guían nuestros pasos y la nomenclatura da colorido a la imaginación. Y como mi casa es tu casa, siéntete cómodo en ella, que las hojas muertas vuelven mullido al deseo frustrado.