Listones o festones en Bulevar Luis Donaldo Colosio


TRISTE Y ALEGRE puede considerarse la entrega que hizo este domingo 4 de diciembre el Presidente Municipal, Edgar Armando Olvera Higuera, de la primera etapa de la rehabilitación del Boulevard Luis Donaldo Colosio, en beneficio de más de 170 mil habitantes, en el marco de su Primer Informe de Gobierno.

Alegre, porque como parte de su manejo de imagen personal y gubernamental, cortó el listón de una obra que representa una inversión total de 43.97 millones de pesos y forma parte del Programa de Mejoramiento de Imagen Urbana que, desde el inicio de la administración, se realiza en las principales vialidades de la demarcación, con el objetivo de elevar la calidad de vida de los naucalpenses.

Olvera Higuera, indicó que:
Los trabajos en Luis Donaldo Colosio  permitirán disminuir los accidentes viales que constantemente se registran en esta arteria, al tiempo que se mejora la seguridad de los habitantes de las colonias aledañas, al contar con un muro central que impedirá que los delincuentes puedan escapar fácilmente cruzando la vialidad.

La idea principal es que nuestras colonias se sientan a gusto y seguras, y nosotros podamos tener más efectividad como gobierno en la seguridad y vigilancia de la zona. Empezamos por avenidas principales para poner orden y el próximo año estaremos trabajado al interior de las comunidades”, señaló el Edil.
Y aquí viene lo triste, porque apenas dijo tales palabras el alcalde Olvera Higuera, por la noche de ese mismo domingo la "renovada" avenida se estrenó con un aparatoso accidente.



El alcalde, horas antes había explicado que el proyecto completo de la rehabilitación del boulevard abarca los seis kilómetros. En esta primera etapa se entregó la rehabilitación de tres, en los cuales se aplicaron 40 toneladas de asfalto para bacheo y se sustituyeron 197 luminarias LED, que permitirán un ahorro en el consumo de energía y brindarán  mejor iluminación.

Asimismo, se construyeron 516.17 metros cuadrados de escalinatas, se colocaron 160 metros de barandales, se rehabilitaron 13 puentes peatonales y se construyó una bahía de ascenso y descenso de transporte, para dar fluidez a la circulación vehicular. 

Para dar seguridad a quienes transitan y cruzan esta vialidad, se instaló una de cuatro torres tácticas que  reforzarán  la vigilancia de la zona, la cual  es de acero, tiene  una altura de 5 kilómetros, cámaras, sirena, binoculares, wi-fi, red metálica y reflector.

Acompañado por integrantes del Cuerpo Edilicio, directores de área, la Presidenta del DIF municipal, Liliana de Olvera, y vecinos de las comunidades beneficiadas, Olvera Higuera, destacó  que junto con  esta obra se realizaron acciones complementarias en colonias aledañas como pintura de fachadas,  guarniciones, canchas y un parque, además de trabajos de bacheo.

Por su parte la Directora General de Gobierno del Estado de México, Región Naucalpan, Jessica Salazar Trejo, reconoció el trabajo que esta administración  realiza  a lo largo y ancho del municipio.
Los hechos hablan por sí solos.

(Con información de comunicado de prensa y Diario de Naucalpan.)

Llenando el hueco


AL CREAR ESTOS INDICIOS METROPOLITANOS hace ya casi diez años, lo hice bajo muy claras premisas. La primera, elaborar una revista que, aun partiendo de un punto de vista personal, permitiera el abordaje de las temáticas que, desde la localidad y el interés propio permitieran catapultar su valor universal por la carga significativa que conllevan no solo para un individuo aislado, sino para comunidades enteras.

De la anterior premisa salió el propósito no menor de apostar a los hechos y dichos de quienes, en el ámbito de mi localidad, pudieran dar elementos para circunscribir más allá de esa sola localidad los efectos de las decisiones de gobierno, empresariales, académicas y que a veces terminan en el olvido por quedarse en el nivel de lo actual, al menos en el marco de la narración periodística común.

Semejantes premisas obligan a uno, en tanto profesional de la comunicación y el periodismo, a replantear la manera de atajar los retos que la misma profesión implica al efecto. Porque estamos muy acostumbrados a leer los reportajes y las notas que tratan de los grandes temas, o los que la clase política y los medios tradicionales marcan como los temas determinantes; estamos muy hechos a la idea de que esos temas, en el contexto de la formación de una opinión decantan lo que debería fundar lo que creemos ser y hacer con justicia. Pero las nuevas tecnologías han venido a mostrar que las cosas pueden hacerse a la inversa y que no es desde los medios, como antes, que se filtra la información hacia la sociedad, sino ahora es la sociedad misma la que impone su voluntad, para bien o mal, en la selección de los temas que son de su interés y competencia, y que por lo tanto requieren de la atención adecuada de parte de quienes laboramos en la construcción de los mensajes informativos y de opinión.

Tiempo atrás algún lector, funcionario público municipal, me hizo la observación de que estos, mis Indicios Metropolitanos, estaban inaugurando una nueva forma de comunicación al nivel municipal, porque generalmente los grandes diarios dedicaban poco espacio y líneas a los acontecimientos locales, los pocos periódicos locales o rayan en pasquines al servicio de específicos intereses políticos o económicos, viviendo directa o indirectamente del presupuesto, y los articulistas cuando mucho hacen menciones esporádicas acerca de los hechos y dichos de las personalidades municipales.

Cierto, esa ha sido mi preocupación; y tanto, que mientras otros buscan agrandarse en sus alcances, yo he ido, viceversa, achicando la mira, en afán de ser más asertivo y más acertado en los comentarios o testimonios que puedo hacer para el interés de la comunidad inmediata que me rodea.
Sí, al principio pensé en grande, como cualquiera. Comenzar con un blog que creciera hasta cotas insospechadas como sucedió con algunos que, incluso unidos en colmenas mediáticas, han llegado a construir “emporios” en la Internet como el ahora muy citado Huffington Post. Yo he ido, en cambio, al revés. Ya no privilegio tanto las noticias internacionales, sino en estricta relación con los hechos locales. Así, publicar algo sobre la empresa OHL y sus cuitas en España tiene como finalidad establecer las conexiones que, desde aquellas latitudes explican la realidad alrededor de obras más próximas a mí y a mi gente como el Viaducto Bicentenario, enfrente de mi casa, el fraccionamiento La Florida. De esta manera la lupa crítica concentra la luz sobre lo inmediato, lo que, a decir verdad, aumenta la temperatura de lo que uno puede afirmar, razón de más por la que uno ha de ser más cuidadoso, porque ya se sabe que, a pueblo chico, infierno grande.

Aun cuando puede parecer similar hacer señalamientos sobre los problemas y corrupciones en torno a la Presidencia de la República y los que se suscitan en un ayuntamiento, los efectos a corto plazo no lo son. Decir que tal presidente de una asociación de colonos comete tropelías, puede ser visto por quienes miran desde muy arriba como un asunto de chisme, anecdótico, pero la experiencia reciente —que no dista de lo que ha pasado siempre— indica, como la máxima esotérica, que, como es arriba, es abajo. Y tan lícito es señalar la falta del vecino, como pisar el callo del edil, denunciar la prepotencia de un gobernador o exhibir los tejes y manejes de los ministros más encumbrados.
Las redes sociales hacen más factible y legítima la ansia del pueblo por comer, no nada más a los gobernantes, sino al mismo pueblo que, contrario al interés común, afecta al resto de la comunidad, ya por prejuicios, ya por actitudes contrarias al derecho o ya en francas rebeldía o indiferencia frente al orden social esperado y convenido.

Semejantes ideas han fundado mis escritos aquí, lo mismo los reportajes que los artículos de opinión, ensayos, los cartones de “Paréntesis”, las crónicas. Empero, algo falta para complementar el trabajo que, parece, ya va dejando huella y haciendo crecer a estos Indicios Metropolitanos —tan míos como tuyos, amigo lector— como en una suerte de efecto por implosión. Eso faltante es la crónica legislativa.



En el pasado he escrito y publicado algunas crónicas. En tanto género del periodismo literario, me resulta uno muy cómodo, pero también de los más complicados. Lo es y tanto que no en balde la impericia, además de la celeridad de los acontecimientos en los tiempos actuales, han ocasionado que esta forma de noble periodismo haya quedado un poco en el olvido o tergiversada, reducida a la publicación de las actas de congreso, las relaciones de acuerdos en forma de resúmenes más parecidos a informes ejecutivos que a crónicas periodísticas, o notas mínimas sobre estos y los dichos de los legisladores.

Al decir legisladores me refiero en concreto a los diputados locales y federales y los senadores. Antaño había muy buenas, entretenidas y puntuales crónicas legislativas, que no nada más recogían los dichos y hechos, sino también registraban las anécdotas y las decisiones cuyo carácter decisorio incidirían en la sociedad y el país, haciendo una descripción y narración capaces de ubicarnos en el teatro de los debates. Además, permitiéndonos conocer mejor y adentrarnos en los personajes mismos, por lo menos los de talla estatal y nacional. Traigo dos ejemplos actuales que podemos tomar como los extremos de lo deseable: las crónicas legislativas que viene elaborando Jorge Reyes Pastrana para el congreso mexiquense (REYES Pastrana, (2016 en proceso)) o la medianamente redactada por Miguel Ángel Cristiani López dentro de su blog Bitácora Veracruz (CRISTIANI González, 2016).

En el marco municipal nunca —que yo sepa— se ha hecho algo así, fuera de la publicación de las actas de cabildo en las gacetas de gobierno (las que ahora, tampoco se difunden con la misma prestancia, pues es más cómodo, útil, fácil y práctico grabarlas en video y montarlas en la red, a falta de un canal abierto o restringido como el del Congreso, y del modo que ya hacen algunos municipios como Naucalpan y Tlalnepantla), mismas que solo acaban leyendo los involucrados en determinado asunto tratado. Pero, ¿el público?

Pausa en la sesión de cabildo de Naucalpan para discutir diferencias "técnicas" en la redacción de
un punto de acuerdo.
Foto: Archivo VETA Creativa

Los periódicos locales, como los nacionales en sus secciones dedicadas a lo local, solo registran la nota, por ejemplo, de la autorización de cierta obra y los pocos datos sensibles que consideran de interés común. Y los gobernados nos sentimos medianamente informados, pero hasta ahí. No nos formamos un criterio respecto de lo que nos atañe de manera inmediata. Porque tampoco hay quien nos ayude a asimilar y comprender lo que producen los cabildos.

Es verdad que existe la figura del Cronista Municipal o de la Ciudad, pero este lo más que hace es concentrar su atención a los hechos que hacen historia grandilocuente, tarea ya en sí complicada y loable, pero muchas veces alejada de lo que el ciudadano común va requiriendo en el día a día para su particular toma de decisiones.

Por ello, he decidido inaugurar aquí, como uno más de estos Indicios Metropolitanos y a partir de las próximas semanas la Crónica Edilicia, equivalente a aquellas viejas crónicas legislativas, con miras a retratar y registrar los dichos y decisiones más relevantes que atañen, por lo pronto —no puedo abarcar más de lo que me es humanamente posible— en el municipio que habito, Naucalpan.

Dichas crónicas las publicaré cada domingo, considerando que cada viernes hay sesión de cabildo en Naucalpan, pero no me sujetaré al calendario del gobierno tanto como a la agenda de estos mismos Indicios Metropolitanos, dado que soy el hombre orquesta y puedo, de pronto, fallar en las tareas de elaboración de mis contenidos. Hay plan gustoso, pero no obligación.

Las agruparé bajo la sección “Archivo de Crónicas” y podrán localizarse organizadas también con las categorías “Crónica Edilicia” y las que sean pertinentes, según el tema. Espero hacerlas lo suficientemente entretenidas como informativas y, dado que la crónica es un género más literario que ejecutivo, espero también que la crítica que me caracteriza pueda hacer su aparición en contexto y no solo, como hasta ahora, como pretexto para señalamientos y propuestas específicas.

¿Por qué hacer esto? Por algo más que solo “llenar un hueco”. Ya en 2010, Alex Grijelmo, presidente de la Agencia EFE, había reflexionado que la salvación del periodismo impreso reside en la crónica de verbo audaz, dado que los lectores reciben antes las noticias por otros canales más inmediatos:
Hoy en día todos conocemos las noticias a través del celular (móvil), de la radio, de la televisión, del teletexto... Cuando uno compra el periódico es muy difícil que se encuentre una noticia a la que no haya tenido acceso el día anterior o muchas horas antes (INFORMACIÓN, LA, 2016).
Y tiempo después, en 2015, Juan Villoro secundó esta idea, así como las propuestas por Elmer Mendoza:
El periodismo está en una gran crisis debido a las nuevas tecnologías, las versiones en línea son las más consumidas ahora, al ser un servicio “gratuito”.
Esta condición ha castigado mucho a los periódicos, los anunciantes se están retirando, hay documentos que sólo se publican en Internet y no en papel y los periódicos que sólo viven de los anuncios y sus lectores, los que no pertenecen a un gran grupo de negocios, lo están pasando mal.
La crónica podría ser la salvación y el futuro del periodismo.
La crónica es un género que mezcla de manera extraordinaria, la información con la emoción, hay noticias que no nos tocan el alma porque nos parecen datos fríos. Nos dicen, murieron 300 personas en un tsunami en Asia, pues nos afecta porque decimos es algo tremendo, pero no nos involucramos directamente. En cambio, si alguien escribe una crónica en la que vincula esta noticia con el destino personal de quienes padecieron esto, nos podemos sentir identificados […] (VILLORO, 2015).
Esta realidad incuestionable e indiscutible ha obligado a que los medios tradicionales, la prensa, la televisión y la radio, modifiquen sus formatos clásicos privilegiando, más que la crónica, el reportaje en un afán por hacer más comprensible para el respetable lector el significado de los hechos y los dichos, y ello explica el surgimiento de espacios periodísticos —más que noticiosos— dedicados a ese género o la entrevista o el comentario editorial, hasta el debate, aun cuando la crónica sigue quedando para la curiosidad documental. Y es que algo les va fallando a las televisoras y las radiodifusoras donde ni, aun así, consiguen mantener de manera suficiente y bastante la atención del público, de la audiencia, salvo en casos excepcionales. Para la gente, a pesar del esfuerzo, parecerían estar ofreciéndoseles contenidos que son más de lo mismo. ¿Serán? Más sobre este tópico lo abundaré en un texto posterior.

Referencias

CRISTIANI González, M. (18 de agosto de 2016). "Crónica legislativa en Perote". Recuperado el 2 de diciembre de 2016, de Bitácora Veracruz: http://bitacoraveracruz.blogspot.mx/2016/08/cronica-legislativa-en-perote.html
INFORMACIÓN, LA. (30 de noviembre de 2016). "El futuro del periodismo impreso reside en la crónica, según Alex Grijelmo". Recuperado el 2 de diciembre de 2016, de La Información: http://www.lainformacion.com/arte-cultura-y-espectaculos/diarios-periodicos-y-revistas/el-futuro-del-periodismo-impreso-reside-en-la-cronica-segun-alex-grijelmo_OqzdnX6AWhMhUfH4KaQkJ3/
REYES Pastrana, J. ((2016 en proceso)). Crónicas legislativas mexiquenses de la LIX Legislatura del Estado de México Septiembre 2015-Septiembre 2018. Toluca, México: Congreso del Estado de México / Secretaría de Asuntos Parlamentarios.
VILLORO, J. (5 de octubre de 2015). "La crónica, futuro y salvación del periodismo". Recuperado el 2 de diciembre de 2016, de Crónica Legislativa: http://cronicalegislativa.com/2015/10/05/la-cronica-futuro-y-salvacion-del-periodismo/



A brinquitos


ESCUCHAR EL SONIDO de una máquina de escribir estimula la creatividad de quienes crecimos con ese aparato maravilloso; al menos esa es mi impresión. Trae consigo una sensación comparable, toda proporción guardada, con la del tacto de los dedos envolviendo la pluma o el lápiz, y la manera como a través de ese instrumento se percibe la leve rasgadura del papel al momento de grabar en su superficie el signo capaz de deletrear nuestro pensamiento o sentir. La vibración, la dura presión de la tecla sobre el rodillo lo hace imaginarse a uno escultor lapidario que, con la sutileza del cincel más fino, va marcando en la frialdad pétrea de la vida un instante retratado en la forma de un gesto, una expresión. La campanilla del retorno es un aviso de que se ha conseguido trazar más que una línea, un camino adicional en la conformación de las ideas. Es el final de un párrafo, un respiro, una vuelta en el camino. El sonido combinado del rodillo y el papel entrando o saliendo de él, lo primero con cuidado, lo segundo con el vigor de la satisfacción de la página terminada y la historia avanzada, es equivalente a los avisos que anteceden al orgasmo verborreico.

Por qué digo esto, pues por la simple razón de que, por nueva vez, añorando aquellos tiempos cuando me inicié en la escritura creativa a los nueve años de edad, sentado en uno de los escritorios de la fábrica y agencia de publicidad exterior de mi padre, Outdoor S.A., he instalado un programa en mi laptop, como otrora en otro equipo de mesa, que permite tener el efecto del teclado de la máquina de escribir (mecánica o eléctrica) de antaño. No es que desprecie el sonido del teclado de la computadora. Es adorable también en su casi silencioso murmullo, como pasitos de escoba que se desliza por los rincones de la noche. Pero la nostalgia es algo que además acompaña a las palabras, es parte integral de todo signo. Y atender el tic-tic es una manera de medir, de cronometrar el ritmo del pensamiento, la fuerza de la emoción.

Desafortunadamente, aun cuando el sonido es casi idéntico, faltan los demás elementos manuales del aparato: la palanca de regreso, el rodillo, la cinta entintada, el corrector, el escuche, el peso, el diseño, los colores, para hacer más creíble el viaje en el tiempo.


Para quien escribe ficción o poesía, como es mi caso, además de otras formas de texto como los que pueden encontrarse en mis ensayos, artículos de opinión, crónicas, reportajes y notas, aun pareciendo fascinante no deja de resultar el efecto un poco hueco, vacuo, ficticio. Reminiscencia sin más, que ahora, junto con estas palabras queda solo como un eco imaginario que tú, amigo lector, quizá puedas llevar a tu mente como un estímulo pasajero, tan personalizado como lo quieras hacer. Pues de poco vale que te diga que el sonido es semejante al de mi vieja Olivetti, o más parecido a las primeras máquinas electrónicas con memoria, como aquella Smith-Corona de grata remembranza; máxime si eres de la generación de lectores que ya ni siquiera conocieron ese instrumento como otros hechos para facilitar la comunicación en el siglo pasado.

El siglo pasado. No hace tanto que lo dejamos atrás y, sin embargo, solo pensarlo y caer en cuenta que a mi no tan lozana ni todavía siquiera senecta edad ya me sé hombre de un siglo anterior me resulta chocante, deprimente, fascinante. No creo que a la gente de siglos anteriores al XVIII les haya sucedido esta confusión sentimental e intelectual. Porque los avances tecnológicos, el crecimiento de la sociedad en muchos aspectos entre la segunda mitad del siglo XIX y la totalidad del XX y los apenas tres lustros que llevamos del actual XXI son en buena medida los causantes de la conmoción que experimentamos. Estamos envueltos en una vorágine de desarrollo que no nos permite detenernos a pensar en el pasado y, si a eso sumamos las atrocidades cometidas en esos mismos periodos, la sensación que queda es de azoro y temor frente a la promesa del mañana. Aun con todo, en muchos asuntos seguimos siendo decimonónicos queriendo significarnos como si renacentistas, cuando incluso respecto de ciertos temas más parecemos extraídos del medioevo.

Vuelvo la vista al ropero y no puedo más que sentir melancolía, viendo mis maquinas portátiles escolares, la Olivetti Lettera, metálica, roja, donde escribí muchos de mis trabajos desde la preparatoria hasta la universidad; la eléctrica Smith-Corona, de las últimas que se hicieron en tiempos de las primeras computadoras personales, dinosaurio de los noventas del siglo XX que cerró recientemente un capítulo con el fallecimiento hace unos días del último líder con toda la barba, Fidel Castro Ruz. En esa máquina comencé a escribir mi tesis de licenciatura, hasta que la reemplazó en el escritorio mi primera computadora personal, una Elektra de Printaform (copia de la Vectra de IBM), completada con mi primera impresora de punto Star (lo más cercano a la máquina viejita).

Vaya, que me picó el mosco de la añoranza. Será cosa del invierno, del frío que. a mí, por razones personales e íntimas, ya me cala hasta lo hondo. No lo sé. Sí sé, en cambio, que en esta soledad debía escribir algo como esto, no porque pudiera ser útil de manera pragmática a algún lector, no para informar ni para opinar; acaso para entretener, y es que ya se sabe, como bien planteó Alfonso Reyes, hay dos clases de literatura, la ancilar y la que satisface los pruritos del alma. A veces van de la mano; a veces parecen ser de familias aparte.

Llama mi atención una peculiaridad sociológica. Puedo estar equivocado, pero parecería haber una coincidencia temporal entre el momento cuando comenzó a desaparecer la máquina de escribir y cuando empezó a volverse práctica común el tatuaje entre las nuevas generaciones.

Me pregunto si el tatuaje, con toda su carga expresiva y cultural, no es para la sociedad moderna una carnal sustitución de los libros y los diarios, los que han pasado a la forma más digital y electrónica. Es como si nos empecináramos en imprimir algo, así sea la propia piel, no como una regresión al ánimo tribal, sino como una respuesta suspirante a falta de ese punzón que moldeaba en otra piel, tan delgada como el grueso de una hoja o tan gruesa como una novela de mil páginas.

Folio tras folio van sumándose los sueños en el mundo que va creando el escritor. Foja tras foja va construyéndose la justicia en los tribunales y los despachos de abogados, donde los mamotretos, de tan bien alimentados, apenas pueden con su volumen de deberes y derechos. Y así con otros quehaceres, el expediente médico reposa entre las consideraciones clínicas.

Solo un género parece haber sido relegado al mismo rincón que la pluma y la máquina de escribir: el epistolar. Aun cuando tenemos hoy sus versiones más actuales en el correo electrónico, las redes sociales y las aplicaciones de celular, el mensaje personal, el recado, la carta que podía ser un informe detallado, crónica de un viaje o diario de los sentires más íntimos, casi nadie lo practica o, cuando lo hace es con una gramática distinta, con caracteres cuya capacidad sintética obliga a un nuevo alfabetismo. Así, emoticones, memes, clips, archivos adjuntos hacen con la comunicación moderna algo más visual, menos acústico de lo que hacía la máquina de escribir. O sea, si antes escuchábamos, hoy parecemos sordos; cuando antes mirábamos y observábamos tratando de sacar de las entrelíneas las causas y los efectos del decir, hoy apenas vemos lo que la superficie de las cosas nos ofrece en una visión limitada a las fronteras de la pantalla.

Puedo parecer redundante porque ya he abordado parte de este tema con anterioridad. Sin embargo, también vale la pena insistir, porque con la tecnología también llegan bondades, como por ejemplo la posibilidad de hacer del texto algo superior en sus alcances, los que no tenía ni tiene a no ser virtualmente en el papel y todo por la ventaja que ofrece la programación cibernética e informática.

Introducir, combinar, intercalar referencias bibliográficas y documentales ya sea al final de un documento o en la forma de hipervínculos propios del hipertexto son datos y variantes, extensiones que no se podían hacer con la máquina de escribir. Hay, pues, en todo esto, formas distintas de pensar y acomodar las ideas aun cuando en esencia el proceso y el procedimiento parezca el mismo: colocar letra tras letra, palabra tras palabra, en una retahíla de líneas componiendo una trama de argumentos con los que se pretende describir y narrar, explicar algo a la mente de quien los atiende. El hecho solo de poder borrar lo dicho con solo pulsar unas teclas, sin tachaduras, es una estética manera de enmendar y remendar la estupidez, sin que ello signifique —vana trampa sería lo contrario— eliminarla por completo, pues errar es, sin duda, lo más humano entre lo humano.

No obstante, de vez en cuando vuelvo a la pluma; si es fuente, preferible. Y como no puedo volver a la máquina de escribir he de conformarme con estos clics y clacs que hace del clicar un verdadero ejercicio espiritual.