Uso de la tecnología y ejecución académica
Recientemente una reconocida filóloga española, Beatriz Peña-Acuña (quizás seamos parientes lejanos, por el Acuña), publicó en la plataforma de Academia un estudio acerca del uso de la tecnología y su papel en el ejercicio de los académicos, del profesorado y me ha invitado virtualmente a participar en la discusión del paper (o reporte, en castellano). Las siguientes líneas son mi opinión al respecto.
Tecnología educativa y empatía
El principal problema que veo detrás de este y otros estudios, no solo en España sino en general en el mundo hispanohablante es el enfoque (un poco miope) desde el cual se abordan, sin que lo dicho signifique un menosprecio de mi parte sobre los resultados obtenidos, muy ilustrativos sin duda y útiles.
Al referirme al enfoque pienso en la aproximación que confunde lo pedagógico, con lo didáctico y lo instruccional.
Lo primero a tomar en cuenta, muy aparte de las características de sexo de los educandos (que puede tener un relativo peso, biológica y conductualmente hablando) es la base de desarrollo cognoscitivo ya estudiada por Piaget y muchos más después. A partir de ahí es que pueden desarrollarse la herramientas tecnológicas apropiadas a cada rango de edad, condición socioeconómica, sociocultural, habilidades o inhabilidades específicas. Eso, en cierto modo, ya se ha hecho con los juegos y juguetes, así los infantiles como los enfocados en la capacitación de adultos, pero sin hacer clara distinción sobre los objetivos educativos que se persiguen con cada recurso, adminículo, proyecto. O, cuando se ha hecho, ha sido de forma gazmoña y chabacana.
La tecnología educativa debe estar bien clasificada en función de esos objetivos o mezclas de objetivos para el desarrollo de habilidades diferenciadas o coincidentes: coordinación psicomotriz, lectura de comprensión, y un largo etcétera, del mismo modo que en el pasado se planificaba la agenda de materias escolares y en cada materia su respectivo programa de enseñanza-aprendizaje, así como las actividades para el efecto.
No basta con poner la tecnología específica en las manos del educando, se le tiene que instruir en su uso, pero también capacitarlo para actuar sin la presencia del recurso y para juzgar sus alcances, derechos y obligaciones en relación con su uso y su abuso. Pero, ¡oh, ironía! La tecnología la saben emplear mejor los educandos que los profesores. Aprender a dibujar sobre una tableta o una pizarra no suelta de la misma manera la coordinación visivo-manual para efectuar trazos sobre otras superficies no electrónicas. Puede ser muy cómodo, lo es, pero los colores RGB no son procesados mentalmente del mismo modo que los CYMK. Personalmente he constatado cómo estudiantes de diseño puestos ante un papel o un lienzo no consiguen la misma calidad en sus trabajos por impericia. Eso no necesariamente es una "deficiencia" como un resultado adaptativo (para bien o mal) al medio en sentido inverso y bajo la más pura explicación teórica del tétrade macluhaniano.
La necesidad de una pedagogía de la imaginación
Hoy se impone a los educandos desarrollar la habilidad de visualizar en 2D menos que en 3D y ello ha provocado redundancia cognoscitiva, afectando las posibilidades imaginativas y de conceptualización mediante el proceso de abstraer y extrapolar dimensionalmente las cosas de la realidad tangible hacia ideas intangibles mas realizables.
Mientras que Kandinsky, Modigliani o Picasso, por ejemplo, nos introdujeron en una pedagogía de la reconstrucción a partir de la deconstrucción figurativa pasando por la abstracción, en la escuela en cambio se insiste en mantener un pensamiento figurativo, plano y ejemplo de ello es lo que ha ocurrido con corrientes como el constructivismo para el que, si algo carece de significado inmediato para el educando, entonces carece de relevancia y muchas veces lo relevante no está en lo evidente sino en lo ausente, que fuerza al pensamiento a hallar nuevas conexiones de forma crítica, analítica.
La tecnología de realidad aumentada forzará aun más todo esto que digo provocando nuevas conexiones neuronales, del modo que los juegos de Arcadia o los posteriores ocasionaron ya en las generaciones que hoy lindan los cuarenta años de edad. Las modificaciones cerebrales y corporales (alargamiento de pulgares como consecuencia del joystick, celeridad de procesamiento, por ejemplo) ya son hechos presentes, irreductibles e irreversibles que van dejando huella a nivel genético.
La tecnología jamás podrá sustituir al profesor o a los padres, por más que se pretenda ni aun con la inteligencia artificial. Pero, tampoco se la puede ni debe obviar u omitir. Es solo un instrumento, un acompañante como la pizarra, la tiza, el pupitre, el lápiz, la pluma, la calculadora, las escuadras que debe de ajustarse a finalidades muy concretas y no esperar que, por sus enormes posibilidades, pueda (como ha sido hasta ahora) meter todo en un mismo cazo.
Los contenidos de los juegos electrónicos como los juegos de mesa solo son construcciones seudodidácticas ajustadas a un guión basado en un secuencia de objetivos de desarrollo y aprendizaje, algunos más complejos que otros, no necesariamente divertidos y entretenidos. ¡No todo tiene que ser entretenido para ser di-vertido o per-vertido!
El conocimiento, un activo que ha sido pasivo; y viceversa
Los metamundos como Second Life (raíz de todos) o la entrante Meta (Facebook), de realidad virtual o de realidad aumentada (dos conceptos distintos, pero interdependientes) son el siguiente nivel en el planteamiento de desarrollo de las habilidades. Las necesidades son las mismas. No se inventan nuevas necesidades como nos quieren hacer creer erróneamente los mercadólogos y publicistas (colegas míos) de pacotilla, lo que cambia en todo caso es la forma de satisfacerlas. El individuo necesita correr, activar su circulación sanguínea o fortalecer sus músculos, entonces se ejercita yendo al parque, participando en deportes; pero, encerrado en una habitación recurre a sustitutos y sucedáneos como la caminadora u otros aparatos, incluidos exoesqueletos con las consecuencias de la disminución del impacto sobre las coyunturas, por ejemplo. El arquitecto puede aprender a edificar una estructura dentro del metamundo, trabajar su estética, pero del modelo simulado al modelo real hay una enorme diferencia que implica conocimientos adicionales sobre mecánica de suelos, de materiales, y un largo etcétera.
Hoy, cuando la miniaturización ha llegado a su límite tecnológico y así estará por los menos dos décadas, es momento de repensar la combinación de herramientas tecnológicas digitales y analógicas, con una idea perversa en mente: si el día de mañana todo lo que hoy tenemos se acaba y las nuevas generaciones (o incluso las viejas sobrevivientes) tuvieren que comenzar de cero, ¿estarían preparadas para hacerlo? ¿Llamar por teléfono con un aparato de dial? ¿Sembrar, cuidar las plantas con lo que la propia naturaleza da? ¿Escribir con pluma o pincel? ¿Imprimir con tipos móviles? ¿Componer música no sintetizada? ¿Contemplar el cielo estrellado, el horizonte o una pintura a falta de televisor y cine, sin luz artificial? ¿Narrar historias al calor del hogar a falta de una radio?
Con respecto a las redes sociales, de nuevo el enfoque del análisis resulta miope, ajustado a expectativas "tradicionalistas" respecto de las formas de interrelación e intercambio sociales. Falta, pienso, imaginación metodológica. Se está olvidando que no son más que extensiones de lo mismo que por años se hizo en las aulas, los corrillos en los encuentros de pasillo o hasta las pintas en paredes de baños, bardas, solo que ahora de modo electrónico, masificado, enajenante y anónimo.
Las redes sociales no son algo nuevo ni algo que vaya contrario a los principios pedagógicos. Gremiales como somos, creamos redes, sea en la calle mediante el contacto directo o usando la tecnología (teléfono, correspondencia, red social) para un modo indirecto que puede o no volverse directo parcial (videoconferencia) o totalmente (encuentro presencial cara a cara).
¿Hacia una educación post pandémica?
La pandemia nos ha forzado a explorar esto último y a revalorar las categorías de relación y la forma como los otros apoyan, inciden, influencian las formas de aprendizaje, memoria, registro, clasificación de los contenidos que de forma individual resultan significativos (de nuevo, el constructivismo a lo bestia). Incluso a promover el autodidactismo con o sin tutela. Y eso no está mal, aunque parezca que de pronto se nos sale de control, sobre todo ante la falta de protocolos para verificar la información, protocolos que por ahora se han dejado en manos de comités de revisión, censores, algoritmos o inteligencia artificial, sin que ello redunde por fuerza en una ventaja y a veces al contrario sea una desventaja y una odiosa imposición de quienes (grupos o personas) cretinos establecen lo que consideran "políticamente correcto" para una generalidad que ya no puede ser encajonada.
La salud emocional entonces no pasa por la tecnología, aunque los detractores de juegos de video, por ejemplo, insistan en señalar sus probables efectos nocivos. Se necesitan condiciones previas en los individuos para que entonces la tecnología y los contenidos, su forma de utilización y abuso puedan derivar en afectaciones. Un profesor de matemáticas que no sabe utilizar la pizarra y la tiza para explicar, describir, mostrar, motivar, puede ser tan terrible como el uso de la calculadora a mansalva en detrimento del educando; o el influencer que distorsiona en la síntesis el conocimiento acumulado. Confundir metas distractivas con ejercicios de concentración pueden hacer a un individuo tan dependiente de la tecnología como el abuso habitual o la proclividad adictiva de sustancias o actividades específicas y rodear a las cosas con ideología puede ser tan orientador y justificante como permisivo y deformante.
En resumen y respondiendo a la pregunta sobre qué propuesta de intervención se me ocurre para el profesorado, digo que ninguna especial o novedosa, fuera de un cambio de actitud de parte del profesor sobre la base de aquella definición de locura: hacer las cosas cientos de veces con el mismo resultado, es de locos. El profesor, sea en el aula o a distancia, de forma virtual, debe atender a las necesidades de sus estudiantes tanto como a las limitaciones que les son propias (del estudiante como del profesor), algunos necesitan que se les lleve la mano, aun habiendo instrumentos tecnológicos. Otros están más adaptados. Un indígena tarahumara no puede ser tratado igual que un citadino; y viceversa. Y aunque haya el prurito de buscar la equidad, de igualar conocimientos, habilidades, oportunidades y la tecnología sea un factor adicional en la tarea, jamás debemos olvidar la máxima del Libro de la Sabiduría y del Eclesiastés (y lo digo como agnóstico que soy): Hay un lugar para cada cosa, y cada cosa tiene su lugar; hay un tiempo para cada cosa, y cada cosa tiene su tiempo. La libertad es el basamento de toda pedagogía antropológica. Hoy por hoy la Internet ha hecho posible, en tanto plataforma, la democratización del conocimiento y de las maneras de difundirlo, apreciarlo, registrarlo, transformarlo. Mañana, que está a la vuelta de la esquina, con la Internet 3.0 (de las cosas) y la inteligencia artificial cuestionamientos como los de este estudio quedan rebasados, obsoletos. Es momento que los profesores y las escuelas y sistemas educativos enfoquen su atención a comprender el trasfondo y los alcances prácticos de la teoría del determinismo tecnológico tras el modelo del tétrade de MacLuhan, solo así dejarán de hacerse, valga la expresión obscena, "chaquetas mentales" sobre cómo no perder el control. Quizás es momento de que aprendan a delegarlo en el mismo individuo educando que, al final, es el principal beneficiario de la respuesta cultural que implica la educación para el equilibrio del sistema social, pues está visto lo poco que sirve generar técnicos o profesionistas que, por azares del mercado, terminan haciendo cualquier cosa para sobrevivir, menos aquello para lo que su vocación los impulsaba so pena de que, en la defensa de sus sueños, puedan terminar menoscabados en sus facultades o su crédito económica y moralmente.
Comprendiendo el indeterminado determinismo tecnológico
Y ese es un tema crucial, determinar la vocación no solo de personas físicas, sino de personas morales e incluso países enteros. No todos los países pueden ser industria o campo o maquila o policías o jueces o conquistadores o educadores o una mezcla. La moderna especialización nos llevó a un extremo tan preocupante por insensible como la generalización que le antecedió. Preguntémonos si, por ejemplo, un homosexual lo es por vocación y hasta qué punto, tecnología y moral o no de por medio, los procesos educativos actuales orientan o desorientan esa vocación ocasionando frustración y trauma que derivan en el desencuentro social que cobra factura odiosa en la segregación de clase, etnia, sexo, edad, capacidad.
Primero quisimos hacer empleados, luego quisimos promover empresarios, ahora pretendemos hacer "buenos ciudadanos". ¿y dónde queda el ser humano?