Esa casa de los espejos que son las redes sociales


ERA DE LA OPINIÓN... de que la censura era un filtro perverso... ¡Y lo es!

Censura y falsedad

Semanas atrás, todavía siendo 2021, alguno de los miembros del grupo de este blog en Facebook, llevado por el prurito y su derecho, compartió una información que le pareció relevante, mas sin cuidado de verificarla es decir "irresponsablemente".

Como autor y administrador recibí la notificación de parte de Facebook. El miembro se sintió herido en su libertad de expresión y publicación y en cierto modo lo fue, sobre todo si consideramos que entre las políticas del grupo está la de no censurar a ninguna voz, por muy discordante que pueda parecer y a despecho de las políticas generales de la plataforma que buscan una idílica armonía entre los miembros de una comunidad de amplitud amorfa e indefinida.


Facebook añadió a la publicación la verificación correspondiente y mandó al fondo del historial por noventa días la publicación como si no fuera suficiente el ritmo normal y diario, el cual más pronto que tarde termina acumulando en el cieno de la red lo publicado

Atendiendo el "derecho de réplica"  de este miembro retomé la publicación y la verificación y a mi vez hice los apuntes pertinentes resultando también amonestado como "difusor de información falsa". Ambos hechos ocasionaron que Facebook bajara la categoría del grupo de forma automática y muy  a pesar de mi reclamo y explicación.

El tema persiste y queda como una mancha para el grupo entero (poco importo yo, que se me resbalan las cosas) y afecta también en la manera como los contenidos generales del grupo son difundidos en la red social, dado su carácter público.


El efecto nos afecta a todos los miembros como explica el propio Facebook:

¿Por qué es importante?

Agregamos un aviso a la información falsa que revisaron verificadores de datos independientes y reducimos su distribución situándola más abajo en la sección de noticias de las personas. Si un grupo comparte información falsa, es posible que también reduzcamos la distribución de sus publicaciones y dejemos de sugerir a las personas que se unan a él.

Por ello y digamos que con un interés educativo comparto ahora con ustedes las sugerencias elementales que el propio Facebook ha redactado para que todos y cada uno (sobre todo los que no tienen la costumbre, método y sistema como quienes somos profesionales del análisis de información) tenga a bien cuidar lo que comparte.

Las sugerencias de Facebook

Con la idea de homologar, unificar criterios, uniformar contenidos, la red social desarrolló un documento en el que expone a los miembros de la red unas sugerencias para el cuidado de los contenidos que se publican y comparten. Pero, como apuntaré más adelante, por muy nobles que sean en principio tienen sus "a segunes".

Queremos detener la difusión de noticias falsas en Facebook. […] Mientras trabajamos para detener su difusión, aquí te mostramos algunas sugerencias que te ayudarán a identificarlas:

  1. Duda de los títulos. Las noticias falsas suelen presentar títulos llamativos escritos en letras mayúsculas y con signos de exclamación. Si un título contiene afirmaciones sorprendentes y poco creíbles, es probable que se trate de información falsa.
  2. Observa con atención la URL. Una URL impostora o que imita una original puede ser una señal de advertencia que indica que se trata de una noticia falsa. Muchos sitios de noticias falsas realizan pequeños cambios en la URL de las fuentes de noticias auténticas para imitarlas. Puedes visitar el sitio para comparar la URL con las fuentes establecidas.
  3. Investiga la fuente. Asegúrate de que la noticia esté escrita por una fuente de confianza respaldada por una reputación de exactitud en la información. Si la noticia proviene de una organización desconocida, verifica la sección "Información" para obtener más detalles.
  4. Detecta si el formato es poco común. Muchos sitios de noticias falsas contienen errores ortográficos o diseños extraños. Lee con atención si observas estas señales.
  5. Presta atención a las fotos. Las noticias falsas suelen contener imágenes o videos manipulados. En ocasiones, es posible que la foto sea auténtica, pero que la hayan sacado de contexto. Puedes buscar la foto o imagen para verificar de dónde proviene.
  6. Comprueba las fechas. El orden cronológico de las noticias falsas puede resultar ilógico, o incluso pueden estar alteradas las fechas de los eventos.
  7. Verifica las pruebas. Comprueba las fuentes del autor para confirmar que sean precisas. Si no se aportan pruebas o se confía en expertos cuya identidad no se menciona, es posible que la noticia sea falsa.
  8. Consulta otros informes periodísticos. Si ningún otro medio está reportando la noticia, es posible que sea falsa. Si aparece en varias fuentes de confianza, es más probable que sea verdadera.
  9. ¿La noticia es un engaño o una broma? En ocasiones, suele ser difícil distinguir una noticia falsa de una publicación humorística o satírica. Comprueba si la fuente de donde proviene suele realizar parodias, y si los detalles y el tono de la noticia sugieren que puede tratarse de una broma.
  10. Algunas noticias son falsas de forma intencional. Reflexiona acerca de las noticias que lees y comparte solo las que sabes que son creíbles.

Un apunte crítico a estas sugerencias

Si bien en una primera lectura las anteriores sugerencias nos parecen atingentes y sensatas, en realidad las aristas y huecos que las rodean y definen son mayúsculos y se prestan tanto para confusiones, como a yerros o manipulación censora. ¿A qué me refiero?

El llamado clickbait (que puede traducirse como "cebo para clicar") es un recurso, una forma retórica empleada por la publicidad y la mercadotecnia para provocar la atención sobre un producto (en este caso contenidos) y como consecuencia "pescar" al consumidor potencial de los mismos, para generar lo que se conoce técnicamente como índice de retorno, el que puede traducirse en beneficios como el aumento de estadísticas de vistas, tiempo de permanencia en el contenido, impulso de redistribución o referencialidad y hasta ventajas en ingresos económicos, posicionamiento y ventas. Un titular y una imagen llamativa son, en la más rancia tradición del sensacionalismo y el amarillismo, las formas más comunes de cebo para atraer a los ingenuos. No es una práctica nueva, existe desde que existe la prensa y aun más lejos, desde que existen los heraldos.


Pensemos en los creadores de contenidos como pregoneros en un mercado que buscan, junto con los merolicos, jalar la atención y concentrar al mayor número de potenciales comp(a)radores (la etimología asocia la palabra "comprar" con "comparar") de lo que ofrecen. Todos queremos vender algo, ya sea un pescado o una idea, una sartén o un libro, la propia persona. Todos por lo tanto somos en suerte vendedores que, hoy más que nunca antes, nos vemos en la necesidad de publicitar y mercadear lo que tenemos para dar, sea bazofia o delicia. Y como dice el refrán muy mexicano, quien tiene más saliva, traga más pinole. (Quizás por eso yo me la paso ahogado y tosijoso con apenas un discutible nicho de afanosos interesados en lo que hago.)

Pero, como la burra no era arisca, sino años de abuso en el empleo de tal recurso la hicieron así, hoy los consumidores de contenidos —salvo los ignorantes o los ingenuos o los distraídos— se muestran reacios a abrazar los cebos incitantes y ello ha llevado a los creadores a recurrir a mayores sutilezas o a sumarse francamente a la burda trampa con tal de competir con los más solicitados por el público que, aun quejándose de la mierda, lo fugaz, lo fútil, se muestra más y más adicto a consumirlo. Entonces, ahora contenidos edificantes son anunciados como pendejadas entretenidas y divertidas, pero cuando el consumidor da el primer bocado, al poco rato escupe lo que no se ajustaba a su expectativa lúdica. Viceversa, contenidos burdos, intrascendentes, ahora son anunciados como sesudos y relevantes para atraer a los renegados del cebo, los que llegan al contenido que acaban consumiendo entero aun descubriendo frustrados que no consiguió satisfacerlos o creyendo que son la verdad del osito Bimbo, así quieren más y topan y topan con más y más bazofia, consumiéndola toda en la búsqueda incansable por hallar la pièce de résistance anhelada para su mejor conocimiento.

Entonces, ¿cómo saber aun con todas las sugerencias previas si uno está o no ante una información auténticamente falsa cuando está visto que cada sugestión por si sola es insuficiente y en conjunto abona más a la duda que a la certitud?

El miedo a lo falso es un falso temor

Vayamos más al fondo. ¿Cuál es el afán y de parte de quién para eludir, tachar, censurar, erradicar lo supuestamente falso? ¿Quién, qué organización tiene la estatura moral y no solo legal, profesional, para aseverar que algo es ciento por ciento falso?

A esta pregunta se antojan respuestas fáciles y de bote pronto que hacen los basamentos de los equipos y consejos revisores de las redacciones de medios y redes sociales hoy, tanto como de las políticas y deontologías que guían y norman los algoritmos de búsqueda, como si se tratase del afán detrás de la mano del apedreador.

¿Por qué rehuir, borrar, cancelar, encasillar la falsedad y a partir de su difusión vituperada establecer parámetros y cánones inquisitoriales por los que santiguar a diestra y siniestra colocando sambenitos que conducen al descrédito y el vilipendio? ¿Acaso somos incapaces de efectuar una pedagogía a partir del contraste virtuoso de lo falso y lo verdadero?

La lógica nos permite conocer que dentro de cada verdad hay un rasgo de falsedad y, viceversa, dentro de cada falsedad existe la posibilidad de lo cierto y verídico sabiendo efectuar la prueba respectiva. Nada ganamos y más perdemos si pretendemos que cada publicación y detrás de cada titular se ancle una tautología, es decir una verdad absoluta acomodada, ¡vaya relatividad!, al contento sistemático y metodológico de una persona física o moral, de determinados intereses económicos, políticos o sociales.

La misma naturaleza nos da lecciones para aprender a discriminar lo falso de lo verdadero sin que ello signifique la denostación y la extinción de lo falso: la falsa coralillo utiliza el recurso para defenderse de sus depredadores alertados de que puede ser ponzoñosa, lo que coloca a la verdadera coralillo como un ente no solo de cuidado sino mortal. La verdad no peca, pero incomoda. Pues igual sucede con la falsedad, no peca, pero se acomoda, nos es de ayuda en el proceso de adaptación y cuando aprendemos a distinguir el insecto palo o la oruga en su mímesis de la varita de veras, hasta nos maravillamos del ingenio y aprendemos cosas nuevas desde él. Ahí tenemos la égloga que nos presenta a Moisés engañando al faraón con su vara "mágica" que se vuelve sierpe, y el caduceo, motivo judío para recordar al benefactor divino de la salud del pueblo. Parafraseando al mago e ilusionista David Copperfield recordemos que la magia consiste en tomar la verdad y volverla causa de asombro, puya para la curiosidad; y si para ello es factible volverla ilusión, por muy reprobable que parezca, la falsedad no es más que el reverso de la misma moneda.

La programación de los contenidos conduce a errores que no por fuerza implican falsedad. Una nota escrita hoy sobre una plantilla mal configurada puede parecer escrita hace dos semanas o mantener fija una fecha, y ello no hace al contenido ni más ni menos valioso y útil. Y hasta lo falso con toda intención, por lo mismo puede justificarse en un propósito específico constructivo cuya finalidad, tristemente, es ser falso con tal de atraer la atención sobre un dato, un hecho o dicho concretos que, de otra manera, no serían atendidos suficientemente como para generar conciencia sobre algo o alguien. Porque así somos de ingratos los consumidores de contenidos. ¡Cuántas obras consideraras falsas por causa de la torpeza técnica, metodológica, expresiva que las define han pasado sin pena ni gloria a los ojos de los censores en un momento determinado hasta que un rescatador crítico les da la oportunidad de resarcirse. Y no estoy hablando aquí de cuestiones de gusto o estilo, como ha pasado a muchos pintores o escritores revivificados por la crítica póstuma, por ejemplo, sino de auténticos Pedros que han anunciado hasta el hartazgo que ahí viene el lobo y que, ante la falta de evidencia o justa verificación de los receptores del mensaje estos optan por hacer oídos sordos y soberbios a los "falsos" llamados a la cautela. Estoy hablando de que, tras discursos como los de Donald Trump o la sección y las actitudes presidenciales de Andrés Manuel López Obrador en su cacería de "quién es quien en las mentiras" más parecemos niños asustados con la sola idea del Coco, que esas mismas madres, abuelas, tías, nanas impacientes, represoras que lo anuncian como depredador de inocencias.

Viene a mi memoria aquella ocasión cuando, impartiendo la cátedra de Antropología Social y llegado al tema de la mitología expuse a los estudiantes un documental de National Geographic sobre los dragones. Es una ficción documental, pero tan bien lograda que el ingenuo e ignorante puede tomar por ciertas las "pruebas" paleontológicas e históricas mostradas ahí. Muchos de mis estudiantes se tragaron el cuento, no fueron más allá para investigar su veracidad y ello los llevó a reprobar el examen a efecto. Solo una estudiante, curiosa, inquieta, indignada con su calificación, se dio a la tarea de ahondar y, cuando descubrió la verdad detrás de la falsedad me mentó la madre literalmente. En ese momento la califiqué con un diez redondo y la felicité por no quedarse solo con lo superficial, por su hambre de conocimiento y dedicación para verificar por encima incluso de la autoridad.

No siempre podemos tener acceso a las fuentes originales de algo, y con frecuencia buscarlas requiere un esfuerzo mayúsculo de investigación al cual no todos estamos dispuestos. A veces tenemos que conformarnos con fuentes secundarias o terciarias y hacer un acto de fe en la esperanza de que otro, con mayor capacidad, pueda verificar las cosas. Claro que tampoco hace bien que uno se empecine en tomar a pie juntillas lo hallado como potencialmente cierto, aun tratándose de la fuente original.

En todo caso, dentro de las redes sociales, los medios de comunicación, como esas peculiares casas de espejos y de espantos que son imprescindibles en la feria de la vida, la falsedad y la mentira no tendrían que ser motivo para poner en el cadalso a alguien, llevar al olvido un dato quizás útil por su misma deformación, o proscribir lo que luce distorsionado, enajenante. Todo lo contrario, tendríamos que ubicarlas en el contexto como los factores complementarios que son y que cumplen con la meta de confrontarnos con lo diverso (lo di-vertido), lo perverso (per-vertido), para propiciar en consecuencia la subversión y reversión entre lo virtuoso y lo vicioso. Los monstruos, nos lo dejan claro la mitología y más específicamente las especialidades fenomenológicas de la teratología y la criptozoología, son seres y categorías poco comprendidas por la crítica e incluso son considerados temas tabú sobre los que es recomendable ni siquiera aventurarse.

La verdad no es esa luz en el camino

La verdad no es esa luz que asoma en la oscuridad, que vislumbramos al final del camino. Como tampoco la falsedad son esos luceros acechantes entre los matorrales. Y sé que más de un cientificista ya estará aquí vociferando en mi contra tachándome de teosofista. Bien puede ser que aquella iluminación tras la arboleda nos ciegue impidiendo ver el abismo delante. Bien puede ser que esos falsos ojos ocultos en la enramada sean luciérnagas inofensivas. Tanto una razón como la otra merecen que les demos la oportunidad de trazarnos la ruta de la aventura que es el conocimiento, pues no todo el que emite mentiras y falacias es desconocedor de la verdad que pretende ocultar, obviar, omitir, eludir o conocer por vías torcidas; y tampoco el verificador contumaz es un valedor asaz admirable, confiable, porque autoridad no implica veracidad ni viceversa, lo veraz no dota de autoridad. Se puede hablar con verdad y sin embargo no ser honorable. Se puede ser probo y aun así creer en mentiras. Goya lo sintetizó magníficamente en sus grabados: el sueño de la razón produce monstruos.


Dicho lo anterior y llegados al extremo, la noticia más falsa que puede haber es aquella que nos informa de la existencia de dioses falsos y se empecina en plantear, contradictoriamente, que solo hay un dios verdadero, según la óptica de cada cual.

La falsedad, ese peculiar espantapájaros, pocas veces es catalogada entre los monstruos que nos quitan el sueño y no obstante tiene su pedestal en el panteón de las infamias; porque, como afirma Lourdes Quintanilla, "los hombres adoran las certezas. Creer en cualquier cosa antes que creer en nada" [cf. GARCÍA-ROBLES, 1990: 45]. Y al final todos tenemos derecho, también, de equivocarnos y de edificar a partir de falsas bases, de preconcepciones y prejuicios. Ya se encargará la realidad, así sea con un sismo ridículo, de derribar lo endeble que siempre termina cayendo por su propio peso. El intolerante tarde o temprano topa con su propio reflejo.

Hay que temer al hombre de un solo libro, reza el refrán. Pero, ¿por qué? ¿Acaso porque ese solo libro encierra la verdad o porque su contenido es una sarta de falsedades que deforman y, si esto, según quién o qué parámetro? Si en vez de tachar lo aparentemente falso de tal ipso facto nos detuviéramos a analizar sus entrelíneas, sus funciones y estructura, nos daríamos cuenta más pronto que tarde que la falsedad, por muy monstruosa que parezca ayuda a la divulgación de ideas. Esto se debe, nos explica Héctor Santiesteban, a que "lo sobrenatural impresiona y atrae" lo cual aplica también para lo exagerado, lo deforme, lo deficiente. Cuántas veces leemos una nota, un reportaje que es un adefesio prácticamente en cuanto a su técnica de factura y sin embargo damos los hechos y dichos que presenta como ciertos, aunque estén mal descritos, narrados y explicados, con yerros gramaticales. Lo sustancial no siempre da valor a lo esencial. Las obras de relumbrón tienen como finalidad deslumbrar y en la ceguera ocasionada promover el enigma tras lo ostentoso.

[… A] veces, el enigma es el conocimiento para vencer al monstruo; por otro lado, el vencimiento puede deberse casi al solo conocimiento de su ser esencial, que es su enigma.

El monstruo es una clave, una llave para descifrar y comprender. El símbolo y la palabra se usan para nombrar, al nombrar se explica, y la explicación requiere conocimiento, el conocimiento permite la posesión. Uno de los aspectos más relevantes del símbolo es el de su poder vinculativo entre el hombre y lo sacro. Se trata de un modo de doble circulación, de comunicación, de comunión. El monstruo es una forma de conocimiento. El portento muestra el futuro y se convierte de esta manera en presagio, en un conocimiento del porvenir; pero, el monstruo no solo muestra, sino que también enseña; el monstruo no solo enseña, también evidencia. Evidenciar es mostrar lo superlativo [SANTIESTEBAN, 2003: 304].

Publicar, difundir noticias falsas, recurrir al clickbait sensacionalista sirve, dicho lo anterior, para orientar mejor que para desorientar, aunque esto último pueda ser el objetivo de arranque. El lector, el consumidor o prosumidor de contenidos en las modernas redes sociales y la Internet y sus plataformas variadas siempre tiene las opciones de adoptar el papel del alcalde de la aldea que busca incinerar al monstruo de la falsedad, creer en la bondad inocente del monstruo torpe que ahoga a la verdad, o comprender los motivos detrás de la búsqueda del científico enajenado que pretende superar los límites de lo convencional.

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Referencias

  • GARCÍA-ROBLES (resp.) / QUINTANILLA (aut.), Jorge y Lourdes. "El declive de la utopía", publicado en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Año XXXVI, Nueva Época Abril-Junio de 1990, Núm. 140, UNAM - Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, México.
  • SANTIESTEBAN Oliva, Héctor (2003). Tratado de Monstruos. Ontología Teratológica. Plaza y Valdés, México

Uso de la tecnología y ejecución académica


Recientemente una reconocida filóloga española, Beatriz Peña-Acuña (quizás seamos parientes lejanos, por el Acuña), publicó en la plataforma de Academia un estudio acerca del uso de la tecnología y su papel en el ejercicio de los académicos, del profesorado y me ha invitado virtualmente a participar en la discusión del paper (o reporte, en castellano). Las siguientes líneas son mi opinión al respecto.

Tecnología educativa y empatía

El principal problema que veo detrás de este y otros estudios, no solo en España sino en general en el mundo hispanohablante es el enfoque (un poco miope) desde el cual se abordan, sin que lo dicho signifique un menosprecio de mi parte sobre los resultados obtenidos, muy ilustrativos sin duda y útiles.

Al referirme al enfoque pienso en la aproximación que confunde lo pedagógico, con lo didáctico y lo instruccional.

Lo primero a tomar en cuenta, muy aparte de las características de sexo de los educandos (que puede tener un relativo peso, biológica y conductualmente hablando) es la base de desarrollo cognoscitivo ya estudiada por Piaget y muchos más después. A partir de ahí es que pueden desarrollarse la herramientas tecnológicas apropiadas a cada rango de edad, condición socioeconómica, sociocultural, habilidades o inhabilidades específicas. Eso, en cierto modo, ya se ha hecho con los juegos y juguetes, así los infantiles como los enfocados en la capacitación de adultos, pero sin hacer clara distinción sobre los objetivos educativos que se persiguen con cada recurso, adminículo, proyecto. O, cuando se ha hecho, ha sido de forma gazmoña y chabacana.

La tecnología educativa debe estar bien clasificada en función de esos objetivos o mezclas de objetivos para el desarrollo de habilidades diferenciadas o coincidentes: coordinación psicomotriz, lectura de comprensión, y un largo etcétera, del mismo modo que en el pasado se planificaba la agenda de materias escolares y en cada materia su respectivo programa de enseñanza-aprendizaje, así como las actividades para el efecto.

No basta con poner la tecnología específica en las manos del educando, se le tiene que instruir en su uso, pero también capacitarlo para actuar sin la presencia del recurso y para juzgar sus alcances, derechos y obligaciones en relación con su uso y su abuso. Pero, ¡oh, ironía! La tecnología la saben emplear mejor los educandos que los profesores. Aprender a dibujar sobre una tableta o una pizarra no suelta de la misma manera la coordinación visivo-manual para efectuar trazos sobre otras superficies no electrónicas. Puede ser muy cómodo, lo es, pero los colores RGB no son procesados mentalmente del mismo modo que los CYMK. Personalmente he constatado cómo estudiantes de diseño puestos ante un papel o un lienzo no consiguen la misma calidad en sus trabajos por impericia. Eso no necesariamente es una "deficiencia" como un resultado adaptativo (para bien o mal) al medio en sentido inverso y bajo la más pura explicación teórica del tétrade macluhaniano.

La necesidad de una pedagogía de la imaginación

Hoy se impone a los educandos desarrollar la habilidad de visualizar en 2D menos que en 3D y ello ha provocado redundancia cognoscitiva, afectando las posibilidades imaginativas y de conceptualización mediante el proceso de abstraer y extrapolar dimensionalmente las cosas de la realidad tangible hacia ideas intangibles mas realizables.

Mientras que Kandinsky, Modigliani o Picasso, por ejemplo, nos introdujeron en una pedagogía de la reconstrucción a partir de la deconstrucción figurativa pasando por la abstracción, en la escuela en cambio se insiste en mantener un pensamiento figurativo, plano y ejemplo de ello es lo que ha ocurrido con corrientes como el constructivismo para el que, si algo carece de significado inmediato para el educando, entonces carece de relevancia y muchas veces lo relevante no está en lo evidente sino en lo ausente, que fuerza al pensamiento a hallar nuevas conexiones de forma crítica, analítica.

La tecnología de realidad aumentada forzará aun más todo esto que digo provocando nuevas conexiones neuronales, del modo que los juegos de Arcadia o los posteriores ocasionaron ya en las generaciones que hoy lindan los cuarenta años de edad. Las modificaciones cerebrales y corporales (alargamiento de pulgares como consecuencia del joystick, celeridad de procesamiento, por ejemplo) ya son hechos presentes, irreductibles e irreversibles que van dejando huella a nivel genético.

La tecnología jamás podrá sustituir al profesor o a los padres, por más que se pretenda ni aun con la inteligencia artificial. Pero, tampoco se la puede ni debe obviar u omitir. Es solo un instrumento, un acompañante como la pizarra, la tiza, el pupitre, el lápiz, la pluma, la calculadora, las escuadras que debe de ajustarse a finalidades muy concretas y no esperar que, por sus enormes posibilidades, pueda (como ha sido hasta ahora) meter todo en un mismo cazo.

Los contenidos de los juegos electrónicos como los juegos de mesa solo son construcciones seudodidácticas ajustadas a un guión basado en un secuencia de objetivos de desarrollo y aprendizaje, algunos más complejos que otros, no necesariamente divertidos y entretenidos. ¡No todo tiene que ser entretenido para ser di-vertido o per-vertido!

El conocimiento, un activo que ha sido pasivo; y viceversa

Los metamundos como Second Life (raíz de todos) o la entrante Meta (Facebook), de realidad virtual o de realidad aumentada (dos conceptos distintos, pero interdependientes) son el siguiente nivel en el planteamiento de desarrollo de las habilidades. Las necesidades son las mismas. No se inventan nuevas necesidades como nos quieren hacer creer erróneamente los mercadólogos y publicistas (colegas míos) de pacotilla, lo que cambia en todo caso es la forma de satisfacerlas. El individuo necesita correr, activar su circulación sanguínea o fortalecer sus músculos, entonces se ejercita yendo al parque, participando en deportes; pero, encerrado en una habitación recurre a sustitutos y sucedáneos como la caminadora u otros aparatos, incluidos exoesqueletos con las consecuencias de la disminución del impacto sobre las coyunturas, por ejemplo. El arquitecto puede aprender a edificar una estructura dentro del metamundo, trabajar su estética, pero del modelo simulado al modelo real hay una enorme diferencia que implica conocimientos adicionales sobre mecánica de suelos, de materiales, y un largo etcétera.

Hoy, cuando la miniaturización ha llegado a su límite tecnológico y así estará por los menos dos décadas, es momento de repensar la combinación de herramientas tecnológicas digitales y analógicas, con una idea perversa en mente: si el día de mañana todo lo que hoy tenemos se acaba y las nuevas generaciones (o incluso las viejas sobrevivientes) tuvieren que comenzar de cero, ¿estarían preparadas para hacerlo? ¿Llamar por teléfono con un aparato de dial? ¿Sembrar, cuidar las plantas con lo que la propia naturaleza da? ¿Escribir con pluma o pincel? ¿Imprimir con tipos móviles? ¿Componer música no sintetizada? ¿Contemplar el cielo estrellado, el horizonte o una pintura a falta de televisor y cine, sin luz artificial? ¿Narrar historias al calor del hogar a falta de una radio?

Con respecto a las redes sociales, de nuevo el enfoque del análisis resulta miope, ajustado a expectativas "tradicionalistas" respecto de las formas de interrelación e intercambio sociales. Falta, pienso, imaginación metodológica. Se está olvidando que no son más que extensiones de lo mismo que por años se hizo en las aulas, los corrillos en los encuentros de pasillo o hasta las pintas en paredes de baños, bardas, solo que ahora de modo electrónico, masificado, enajenante y anónimo.

Las redes sociales no son algo nuevo ni algo que vaya contrario a los principios pedagógicos. Gremiales como somos, creamos redes, sea en la calle mediante el contacto directo o usando la tecnología (teléfono, correspondencia, red social) para un modo indirecto que puede o no volverse directo parcial (videoconferencia) o totalmente (encuentro presencial cara a cara).

¿Hacia una educación post pandémica?

La pandemia nos ha forzado a explorar esto último y a revalorar las categorías de relación y la forma como los otros apoyan, inciden, influencian las formas de aprendizaje, memoria, registro, clasificación de los contenidos que de forma individual resultan significativos (de nuevo, el constructivismo a lo bestia).  Incluso a promover el autodidactismo con o sin tutela. Y eso no está mal, aunque parezca que de pronto se nos sale de control, sobre todo ante la falta de protocolos para verificar la información, protocolos que por ahora se han dejado en manos de comités de revisión, censores, algoritmos o inteligencia artificial, sin que ello redunde por fuerza en una ventaja y a veces al contrario sea una desventaja y una odiosa imposición de quienes (grupos o personas) cretinos establecen lo que consideran "políticamente correcto" para una generalidad que ya no puede ser encajonada.

La salud emocional entonces no pasa por la tecnología, aunque los detractores de juegos de video, por ejemplo, insistan en señalar sus probables efectos nocivos. Se necesitan condiciones previas en los individuos para que entonces la tecnología y los contenidos, su forma de utilización y abuso puedan derivar en afectaciones. Un profesor de matemáticas que no sabe utilizar la pizarra y la tiza para explicar, describir, mostrar, motivar, puede ser tan terrible como el uso de la calculadora a mansalva en detrimento del educando; o el influencer que distorsiona en la síntesis el conocimiento acumulado. Confundir metas distractivas con ejercicios de concentración pueden hacer a un individuo tan dependiente de la tecnología como el abuso habitual o la proclividad adictiva de sustancias o actividades específicas y rodear a las cosas con ideología puede ser tan orientador y justificante como permisivo y deformante.

En resumen y respondiendo a la pregunta sobre qué propuesta de intervención se me ocurre para el profesorado, digo que ninguna especial o novedosa, fuera de un cambio de actitud de parte del profesor sobre la base de aquella definición de locura: hacer las cosas cientos de veces con el mismo resultado, es de locos. El profesor, sea en el aula o a distancia, de forma virtual, debe atender a las necesidades de sus estudiantes tanto como a las limitaciones que les son propias (del estudiante como del profesor), algunos necesitan que se les lleve la mano, aun habiendo instrumentos tecnológicos. Otros están más adaptados. Un indígena tarahumara no puede ser tratado igual que un citadino; y viceversa. Y aunque haya el prurito de buscar la equidad, de igualar conocimientos, habilidades, oportunidades y la tecnología sea un factor adicional en la tarea, jamás debemos olvidar la máxima del Libro de la Sabiduría y del Eclesiastés (y lo digo como agnóstico que soy): Hay un lugar para cada cosa, y cada cosa tiene su lugar; hay un tiempo para cada cosa, y cada cosa tiene su tiempo. La libertad es el basamento de toda pedagogía antropológica. Hoy por hoy la Internet ha hecho posible, en tanto plataforma, la democratización del conocimiento y de las maneras de difundirlo, apreciarlo, registrarlo, transformarlo. Mañana, que está a la vuelta de la esquina, con la Internet 3.0 (de las cosas) y la inteligencia artificial cuestionamientos como los de este estudio quedan rebasados, obsoletos. Es momento que los profesores y las escuelas y sistemas educativos enfoquen su atención a comprender el trasfondo y los alcances prácticos de la teoría del determinismo tecnológico tras el modelo del tétrade de MacLuhan, solo así dejarán de hacerse, valga la expresión obscena, "chaquetas mentales" sobre cómo no perder el control. Quizás es momento de que aprendan a delegarlo en el mismo individuo educando que, al final, es el principal beneficiario de la respuesta cultural que implica la educación para el equilibrio del sistema social, pues está visto lo poco que sirve generar técnicos o profesionistas que, por azares del mercado, terminan haciendo cualquier cosa para sobrevivir, menos aquello para lo que su vocación los impulsaba so pena de que, en la defensa de sus sueños, puedan terminar menoscabados en sus facultades o su crédito económica y moralmente.

Comprendiendo el indeterminado determinismo tecnológico

Y ese es un tema crucial, determinar la vocación no solo de personas físicas, sino de personas morales e incluso países enteros. No todos los países pueden ser industria o campo o maquila o policías o jueces o conquistadores o educadores o una mezcla. La moderna especialización nos llevó a un extremo tan preocupante por insensible como la generalización que le antecedió. Preguntémonos si, por ejemplo, un homosexual lo es por vocación y hasta qué punto, tecnología y moral o no de por medio, los procesos educativos actuales orientan o desorientan esa vocación ocasionando frustración y trauma que derivan en el desencuentro social que cobra factura odiosa en la segregación de clase, etnia, sexo, edad, capacidad.

Primero quisimos hacer empleados, luego quisimos promover empresarios, ahora pretendemos hacer "buenos ciudadanos". ¿y dónde queda el ser humano?

El valor divino de las fámulas


ERA DE LA OPINIÓN... de que detrás de cada palabra hay una historia que le da mucho más que sentido, sustenta su dignidad y justifica su existencia. Y sigo siendo de ese parecer.

Recientemente en el foro Quora donde a veces participo alguien preguntó acerca de la razón por que a las criadas se les denomina en México como "gatas". La lectura de las respuestas al cuestionamiento es más molesto que la duda misma. La mayor parte de ellas sesgadas a una visión miope de carácter sociológico y moral muy reduccionista que se ciñe al hecho de la costumbre (más bien moderna) de que la servidumbre tenga sus habitaciones en las azoteas de las casas y edificios, lo cual, como veremos, tiene también su finalidad desde otra perspectiva más noble porque las pone irónicamente más cerca del cielo. Otro enfoque relacionado ahí es el que enfatiza el grosero efecto del machismo y el hembrismo (feminismo a ultranza) que ve en el vocablo un concepto no nada más grosero, rudo, despectivo, sino de efecto segregacionista, como si las palabras hicieran algo más que discriminar como es su función lingüística natural, en tanto clasificación, categorización, organización, descripción, denominación y definición de las cosas que forman parte de nuestro conocimiento cotidiano.

Pensando afuera del arenero

El término "gata" o "gato" para referir a la servidumbre no es exclusivo de México ni solo heredado de España tras la conquista, como lo es.

Término muy antiguo haya su raíz en tiempos milenarios de cuando los griegos conquistaron Egipto. En aquellos albores los esclavos y la servidumbre en general era devota de la deidad Bastet, una diosa con representación felina y que era una diosa familiar dedicada al cuidado de los de la casa, la fertilidad, los secretos femeninos, la atención en el parto, la protección contra los espíritus malignos, la sanación de las enfermedades. Tan es así que en distintas ruinas egipcias se han hallado vestigios de esto e incluso alguna momia de una "hechicera" o partera o curandera. Más aún, Bastet, en una mitología comparada, se ha asociado a Artemisa y por extensión a Isis y a la Virgen María y cuyo culto fue una de las bases culturales del gnóstico catarismo y por lo que se justificó su odioso asedio anti herético y anti maniqueo. Así que, no ha sido más que la ignorancia voluntariosa posterior al cristianismo que muchos de esos antiguos valores se diluyeron en la Historia convirtiendo a personajes clave de la sociedad en clisés (paso posterior de los estereotipos) de lo temible, deleznable, por estar asociado a lo pagano, a lo servil.


Los romanos daban especial importancia a la servidumbre como elemento sustancial da la familia, de la casa y de ahí el término sinónimo de fámula, etimológicamente entendido como miembro menor de la familia y cuya raíz además se relaciona con el carácter  de protegido que con el tiempo se asoció a una circunstancia de explotación depauperante en la idea de lo famélico o intocable, tabú, en tanto los miembros más desnutridos, enfermizos y desfavorecidos de la familia, los esclavos, los obreros.

Cierto, el papel abusivo del varón o incluso de la mujer misma tanto en cualquiera de los sistemas de organización social del patriarcado o matriarcado derivó en hacer a las personas bajo esta categoría víctimas de vejaciones, malas interpretaciones (brujas) y hasta persecución. Pero, hay más que solo eso detrás de la palabra.

Estereotipo con base en la realidad

Uno de las críticas más socorridas acerca de las telenovelas y su uso de los estereotipos acusa, sin el entendimiento suficiente, que estos encajonan la concepción que los individuos tienen de sí de frente a sus expectativas. La promoción de un ideal romántico como puede ser que un personaje encumbrado se enamore de la criada y la tome por esposa es visto como irreal, fatuo, imaginario, falto de veracidad, torcido respecto de la naturaleza social y humana, contradiciendo los pulsos más básicos como la necesidad o las pasiones. Veremos en las siguientes líneas que no es así ni con ese ni con ninguno de los estereotipos cuya base es mitológica, por más que la mercadotecnia los presente como banalidades comerciales.

En inglés un equivalente despectivo de "gata" que se aplica igualmente a la generalidad de las mujeres es bitch, deformación de witch. Pasó al español como "bicho" para referir a toda criatura (gatos, insectos, roedores, personas menesterosas) despreciable, maligna o repugnante o asociada a la suciedad y la proclividad a vivir de manera promiscua, es decir abultados en espacios, guaridas pequeñas o con prácticas en actividades ocultistas, esotéricas, nigrománticas, criminales o conspiracionistas.

La asociación gato-roedor pasó igualmente a formar parte del acervo metafórico para referir, no nada más al acoso sexual (de parte de los patrones como si de una cacería inversa se tratase; o de las criadas con aspiraciones de ascenso en la escala social), sino a la traición familiar entre las "gatas" y los "ladrones", ubicándolas como espías infiltrados, acechantes, agazapados, arribistas, lo mismo en tiempos de guerra o paz.

A diferencia de lo que ocurre con otras maneras de asociar el comportamiento humano con el animal, la naturaleza curiosa felina está asociada a los felinos como también lo está la naturaleza "ardiente" de las hembras felinas (y los conejos) que asegura una amplia progenie (en tiempos medievales o de revoluciones sociales) así como la conducta de abandonar repentinamente los hogares en que paren una vez que las crianzas han alcanzado la edad "independiente".

Prejuicios aparte, esto último ha sido también motivo para asociarlas antropológicamente con la iniciación sexual de los varones adolescentes que hayan en el "gatear" una extensión ulterior de los primeros pasos del andar, erguirse y convertirse en adultos. Entonces, mientras los "gatos" son tomados como rudos guardianes, sombras matonas, vigilantes territoriales, secuaces de sagacidad transformista, las "gatas" han sido consideradas además de todo eso como sacerdotisas con la facultad de guiar a los héroes conquistadores, guerreros, cazadores, en el rito iniciático de la aventura y el desarrollo personal e íntimo.

Por ello no podemos dejar de mencionar que en inglés la connotación sexual con pussy y pussycat (en francés chatt, minou, respectivamente) es una carga significativa aún más asumida y aceptada culturalmente. Tanto que es utilizada con cariño para referir a la muchacha (cuyo apócope "chacha" es usado con todas estas connotaciones que vamos enlistando) hacia cuya virtud se dirigen los apetitos sexuales, el amor cortesano, la protección paternalista o maternalista ya de tutores como de proxenetas y tratantes esclavistas.

Así que, en realidad, en vez de sentirnos ofendidos por el uso (abuso) de una palabra mal entendida por los moralinos, tendríamos que rescatar lo que le dio vida y lugar en nuestras lenguas, pues para eso hacemos las palabras los humanos, para designar, describir las distintas cosas y razones que nos rodean. De ahí, entonces sí, comprender y ajustar las connotaciones que vuelven permisivas y legítimas acciones más bien francamente delincuenciales.

Las palabras son más que meros vocablos

Conocer la historia de las palabras, mejor que tacharlas, enmienda nuestro entendimiento de lo que nos hace humanos. Y nada hay mejor que llamarle al pan, pan, y al vino, vino, sin miedo al qué pensarán los badulaques ignorantes moralinos aferrados a supuestas "causas sociales" que no hacen más que ruido innecesario al amparo de un ñoño discurso de derechos humanos como apunté en este mismo blog en un par de artículos añejos.

En el primero, "Cuando la ausencia se hace presencia", anotaba o recordaba sucintamente el rol social de estos personajes en la crianza de nuestros infantes y cómo en la modernidad, aun despreciándolos, se terminó delegándoles funciones sin la debida remuneración, incurriendo en modos de descrédito laboral que se observa, por ejemplo, en las conductas de muchos padres y estudiantes que tachan a los maestros o a los funcionarios públicos de "sus gatos" solo por entenderlos bajo un tergiversado sistema piramidal de contratación bajo la óptica de un capitalismo depredador.

[…] la modernidad y el necesario afán por balancear las equidades está trastocando los cimientos de la civilización misma, los roles que determinaban el funcionamiento, la manera de delegar tareas en el sistema laboral. La base antropológica es clara: cuando ambos padres se ausentan para laborar, la casa y en ella la crianza quedan a merced de los depredadores, de las fuerzas de la naturaleza (social) y se espera que la fámula, miembro familiar por antonomasia, y el maestro se conviertan en suplentes parentales.

Como votamos en democracia, los electores somos los patronos de los aspirantes a puestos populares y por tanto los "dueños" del país y sus recursos; o eso nos hemos creído. Por lo que esos "esclavos" de lujo nos deben explicaciones de sus actos y decisiones cuyo enfoque debería ser el bien común de la "familia mexicana". Si no dan el ancho, como ha sucedido, los execramos hasta la deshonra. Lo que estamos viviendo ahora en México con el traído y llevado tema en discusión del plebiscito para la revocación de mandato es un botón de muestra que, si bien tiene su razón de ser constitucional, ha derivado en un consejo bizantino que acabará en sorna.

En el segundo, "Guerra de almohadas", teniendo en mente cómo las nanas han dado paso a las guarderías y a formas torcidas de sustitución, a veces corrompida, señalé el exceso político, social y fiscal en que se ha pretendido incurrir al incluir en el paquete de nóminas el trabajo en casa de la servidumbre, del ama de casa, reconociendo los derechos respectivos, sin detenerse a pensar en los costos que las obligaciones asociadas implica para las familias, en especial para quienes las encabezan. La casa es una empresa, claro, pero una que no puede ser tasada y definida como lo empezó a ser en la edad moderna. Aunque, ahora, en tiempos de pandemia y recesión mundial, con las adaptaciones a que nos han orillado la circunstancia, los avances tecnológicos, el propio concepto de familia en tanto unidad económica ya se va viendo obsoleto y tendrá que ser revisado bajo la óptica de un capitalismo socialdemócrata más equitativo, para redefinirse sobre la base de leyes que, no por suplementarias, acaben incidiendo en peores condiciones por efecto de inoperancia. Ya ni hablemos del contrato social en que subyace a partir de los conceptos matri y patrimoniales, los que desde la década de los sesenta del siglo XX sufrieron un cisma con la apertura y reconocimiento de formas de relaciones y asociaciones interpersonales y familiares que abarcan hoy hasta las biparentales demandadas por la comunidad lésbico-homosexual de impronunciables siglas.

Aquí, la lucha feminista en favor de los derechos de las sirvientas es loable, sin duda, y necesaria, pero miope por esto mismo; y ha llevado a nuevas formas de utilizar a los roles sociales como banderas de campaña que derivan más en burla que en programas sociales progresistas de veras.

Alfredo del Mazo apostó a la continuidad: “Yo cuidaré y acrecentaré los programas de desarrollo social que ya tenemos en el Estado de México” y, en el afán de atraer el voto femenino, prometió un “salario rosa” para las amas de casa. Es decir, ahora, la casa, entendida como empresa, deberá fijar una nómina con una sola empleada, el ama de casa y si acaso la fámula, reafirmando así la idea machista del hombre en tanto proveedor.  ¿O será que el estado subsidiará al hogar?

No digo que las gatas no tengan derechos, los tienen y tantos como cualquiera, empezando por el de la dignidad; y servir en una casa jamás ha sido indigno, como sí resultar objeto de explotación y escarnio, el que no subyace para nada en la palabra como en la intención con que es empleada así por defensores como por detractores.

Entre la madre y la gata, la buena crianza

Este tema derivó en el ensayo que ahora lees, por muchas razones, incluida aquella que explica por qué forma parte central de mi mega saga Calima que estoy escribiendo desde hace algunos meses en forma de novela por entregas. Ahí, los gatos y las gatas juegan papeles fundamentales.

Una minucia léxica adicional que también abordé en este blog en el texto "Y vuelve Chencha con calentura". Una palabra asociada a todo esto es la de "puta" o "puto", que aun siendo altisonante, es usada con singular alegría a diestra y siniestra como sufijo para la construcción de una palabra tan común como a veces indigna por corrupta: "diputado".

Lo puto es lo señalado y las gatas por muchos siglos fueron señaladas como las prostitutas de los señores o señoras feudales y todo lo demás ya dicho arriba. Algunos de esos señores adoptaban a las o los micifuces como hijos "putativos" en tanto miembros menores de la familia, para enseñarles, en el mejor de los casos, los honores y virtudes de la casa y honrar el nombre que les acogía, incluso para emplearlas para la nutrición de la progenie legítima (nodrizas), como madres sustitutas (nanas, niñeras), institutrices (tutoras, maestras, profesoras) y hasta para el aseguramiento de la extensión genética.

No son escasas las historias en las genealogías de casos de siervas tomadas por los amos, reyes, hacendados con el derecho de pernada, fuera por ejercicio de domeña y abusiva demostración de poder, o como recurso convencional para asegurar la herencia dada o la infertilidad de la mujer esposada de forma legal o frente a la evidencia contundente y abundante en tiempos antiguos de un alto índice de mortalidad infantil post parto, dato que en la modernidad se redujo notablemente con los avances de las medicinas obstétrica y pediátrica. De ahí también el concepto de padrinazgo y madrinazgo.

Sin ánimo de ofender o escandalizar, el párrafo inmediato anterior busca también situarnos en las razones, reprobables o no, detrás de raptos (pienso en las clásicas sabinas) y violaciones oprobiosas que han seguido a las guerras y las migraciones que provocan, hechos por los que las mujeres son tomadas como botín, sin importar su rango, para volverlas siervas de toda índole, incluida la sexual, por medio de las cuales extender la conquista (al más puro estilo animal) y la conformación de una nueva estirpe.

Llega el momento en toda cultura que la endogamia resulta más problemática que santificadora en contraste con la exogamia. Y tanto es así que hoy más de un país enfrenta el envejecimiento de sus poblaciones y el planeta entero, como ha evolucionado socialmente, se avecina a un problema grave de este tipo al punto que —y sonará a broma de ciencia ficción—, de no entrar en contacto con una civilización alienígena con quién cruzar nuestros genes, correríamos el riesgo relativamente pronto de nuestra extinción como especie.

Basta ver hoy la imbricación genética que ha implicado la migración masiva a que han orillado las guerras fratricidas, colonizadoras, patrocinadas por el socialismo y el capitalismo reales en zonas como África, sur de Asia, Medio Oriente, hacia Europa; o en el Sur de América y el Caribe, hacia EE.UU. El consecuente aumento de los grupos sociales mixtos, mestizos y el aumento de su influencia económica, social, política y cultural dentro de los países que los acogen como es el caso de la hispanización de EE.UU sobre la que Wikipedia anota:

La emigración es un fenómeno que se da en diferentes países del mundo, pero la ley de la oferta y la demanda se impone y los ríos de migrantes hispanos en busca de empleo no dejan de fluir a los Estados Unidos que prometen cumplir con los sueños de superación económica y realización personal. La Oficina del Censo de los Estados Unidos indica actualmente 31.7 millones de hispanos en su territorio —11.7% de la población total—, de los cuales casi veinte millones son de origen mexicano. Por su parte, las autoridades mexicanas señalan que actualmente los mexicanos representan el 65% de los 18 millones de hispanos de Estados Unidos.

Adopta una "gata", dicho sea sin sarcasmo

Un ejemplo digamos que misericordioso: el virrey y luego obispo Juan de Palafox (por cierto bastardo y hoy beato por promoción de Juan Pablo II y Benedicto XIV), fundó durante la colonia uno de los más grandes hospicios y todos los menores huérfanos apadrinados por él llevaron su apellido, lo que explica que sea uno de los apellidos más extendidos y sin un linaje genético rastreable. Así que, vaya aquí un llamado a todos esos moralinos a que dejen de portarse como gatas rabiosas acorraladas por el qué dirán y como inquisidores que ven en cada palabra una razón lacerante. Y no digo esto por la reciente crítica del pontífice Francisco a quienes optan por adoptar —a su juicio de forma egoísta— a perros y gatos y mascotas en general, como si zoolatras, en vez de privilegiar la adopción y apadrinamiento de infantes víctimas de sucesos tras guerras y migración como promueven UNICEF y otras organizaciones caritativas.

Octavio Paz, en su Laberinto de la soledad hizo una magistral y ya clásica revisión de estos conceptos, en especial su asociación con la palabra "chingada" (nada o todo que ver con el rancho del presidente André Manuel López Obrador). Y juntando lo aquí dicho con lo expuesto por el poeta y premio Nobel mexicano, no cabe duda que la expresión "puta madre" hace indicio íntimo a la relación putativa que todos, de un modo u otro, tenemos con la mujer bajo cuya vigilancia nos criamos, se trate de la madre biológica (la que luego ponemos en un nicho), la adoptiva, o la putativa como pueden serlo la nana o la fámula a cargo (que luego ponemos —y vaya el verso sin esfuerzo para acabar bien la cacofonía que ya subyace en este párrafo— en entredicho). "¡Me lleva la chingada!" entonces cobra un valor adicional que lo mismo puede ser temible en la idea del secuestro y abuso (la robachicos) como salvificante en tanto una valía progenitora, así sea de manera metafórica, por lo dicho al comienzo de este ensayo.

La novela, radionovela, película y telenovela El derecho de nacer (cuya versión original escrita por el cubano Félix B. Caignet es de 1948 y en México se produjo para el cine en 1952) retrató magistralmente, como muchas otras obras, esta situación además de otras relacionadas con el tema. Por lo que no se entiende que la crítica popular desdeñe el peso y significado culturales que estas obras tienen y que lo haga solo por el hecho de su capacidad masificadora o hasta enajenante. Gusten o no, estos productos mediáticos han tenido como finalidad todavía más que el entretenimiento y el solaz, servir como tamices y escaparates de los valores universales.