Los árboles mueren de pie
DESDE HACE ALGUNOS MESES —para ser preciso desde octubre de dos mil veintidós—, he venido buscando hacer conciencia entre mis vecinos y conocidos, y más allá, llamar la atención de las autoridades competentes y académicos investigadores acerca de un tema preocupante como lo es la numerosa mortandad de especies arbóreas en el centro de México, la que se ha incrementado en los recientes tres a cinco años.
Todo comenzó cuando, aficionado como soy desde niño a la biología y otras ciencias, y no nada más a la literatura, las humanidades y las ciencias sociales, empecé a notar que en algunos árboles de mi vecindario surgían unas pequeñas bolas de heno y algunas plantas colgantes en troncos y entre las ramas. Jamás las había visto ni de niño ni en mi adolescencia, ni en mi joven vida adulta hasta ahora con mis sesenta años de edad, y eso que llevo cincuenta y cinco años viviendo en esta zona de Naucalpan, en el Estado de México.
Primero me pareció gracioso, pero mi curiosidad —a veces criticada por algunos— me llevó a investigar, y pronto me preocupé de veras al descubrir lo que eran esos especímenes y su papel en el ecosistema. Pero vayamos por partes, pues no he sido el primero ni seré el último en tomar nota de hechos como el que nos ocupa y que me recuerda los efectos nocivos y la pérdida de numerosos pirúes por causa de un peculiar liquen amarillo, también conocido como heno amarillo que plagó Ciudad Satélite hace unos veinticinco años.
Los árboles del norte y centro de México.
El cambio climático es una de las principales causas de la mortandad de árboles en todo el mundo, y el centro de México no es una excepción. Los cambios en los patrones de temperatura y precipitación pueden afectar la salud de los árboles, haciéndolos más susceptibles a enfermedades, plagas y sequías. Además, los eventos climáticos extremos, como las heladas tardías y las sequías prolongadas, pueden debilitar a los árboles y llevarlos a su muerte prematura.
La propagación de plagas y enfermedades forestales también ha contribuido a la mortandad de árboles en el centro de México. Por ejemplo, el gorgojo descortezador del pino (Dendroctonus mexicanus) ha causado estragos en los bosques de la región, especialmente en especies como el pino ocote (Pinus montezumae). Estos insectos se alimentan de la corteza de los árboles, interrumpiendo el flujo de nutrientes y debilitándolos hasta provocar su muerte.
La deforestación y el cambio de uso de suelo son factores determinantes en la mortandad de árboles en el centro de México. La expansión de la agricultura, la ganadería y la urbanización ha llevado a eliminar y degradar grandes extensiones de bosques, dejando a los árboles restantes más expuestos a los efectos negativos del clima, las plagas y las enfermedades. Además, la fragmentación de los bosques puede interrumpir los procesos ecológicos y reducir la capacidad de recuperación de los ecosistemas forestales.
La intervención humana también ha desempeñado un papel en la mortandad de árboles en el centro de México. Actividades como la tala ilegal, la extracción de recursos forestales no sostenible y la contaminación pueden causar daños directos a los árboles y degradar su entorno. Además, el manejo inadecuado de los bosques, la falta de planes de reforestación y la falta de conciencia sobre la importancia de la conservación forestal contribuyen a la disminución de la salud y la vitalidad de los árboles. Es innegable la necesidad de viviendas, pero el abuso de inmobiliarias, especuladores y funcionarios corruptos ha propiciado una presión excesiva sobre los servicios públicos, la movilidad y por supuesto que alterado los ecosistemas hasta su desertificación. No está muy lejos en mi memoria cuando las colinas alrededor de Naucalpan vibraban con vida silvestre y hoy lucen áridas, repletas de casas y edificios. No hay ya una sola colina libre del efecto humano.
Es importante abordar estas causas y tomar medidas para mitigar los efectos negativos en los árboles. En la Ciudad de México, por ejemplo, el año pasado, dos mil veintidós, se inició el "Programa de Saneamiento de Árboles y Palmeras" para abordar el deterioro causado por plagas y enfermedades. El programa busca coordinar esfuerzos entre el gobierno central, los municipios locales y los ciudadanos para controlar las plagas y enfermedades, con una inversión inicial de sesenta millones de pesos. Por su parte, gobiernos municipales como el de Naucalpan han efectuado campañas de reforestación que, hemos de hablar con verdad, han sido no nada más insuficientes en sus efectos sino más bien un burdo recurso electorero. Solo recientemente se han están llevando al cabo acciones para controlar la propagación de organismos y parásitos que afectan a los árboles en la megalópolis que es la zona metropolitana. El plan de recuperación de la Ciudad de México incluye métodos de control como la poda y el uso del Liquidador Integral de Muérdago (LIM) para los árboles afectados por muérdago, pero la labor es ardua, exahustiva de esas que al final no redundan en votos necesariamente.
En el año dos mil trece, el ingeniero forestal José Javier Robledo Morales (MORALES, 2013) ya exponía en su tesis de licenciatura que desde hacía diez años atrás el heno motita se había convertido en un serio problema de salud para los bosques del país incluyendo bosques de pinos piñoneros, mezquitales y una gran variedad de plantas latifoliadas y plantas del desierto.
Un par de años después, la doctora en ciencias Luz de Lourdes Saavedra (SAAVEDRA, 2015) señalaba varios agentes que estaban ocasionando severos daños foliares en los cuerpos arbóreos del Bosque de San Juan de Aragón, próximo al municipio de Texcoco. Los agentes descritos por la investigadora en fitosanidad y fitopatología, además de reducir la estética del árbol reducen de modo considerable el área foliar activa fotosintéticamente, lo que a largo plazo afecta el crecimiento adecuado de las especies arbóreas.
Aunque en aquel año se identificaron con menor frecuencia el muérdago y el heno motita, el último, aunque es considerado epífito se mostró en competencia con el hospedante por espacio y luz, aunado a ello se observó que el heno motita produce una especie de compresión (cinchado) en las ramas de sus hospederos restringiendo el flujo de nutrimentos. Y ya Saavedra advertía que la presencia combinada de heno motita y muérdago podría en el corto plazo convertirse en una gran problema como ya estamos corroborando ahora en la mitad del año dos mil veintitrés.
Si bien el heno motita ha sido utilizado con relativa frecuencia como forraje para rumiantes (vacas, caballos, etc.), la atención más formal e institucional se puso sobre el heno motita hacia el año dos mil tres, cuando el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP-Campo Experimental Saltillo) y la CONAFOR (Comisión Nacional Forestal) realizaron estudios encaminados a determinar los efectos de patógenos como el heno motita en los bosques de coníferas del norte del país.
En su tesis, el ingeniero Morales (op.cit.) proponía entre otras cosas la posibilidad de compostar el heno motita para utilizarlo como un sustrato alternativo en la germinación de los cedros americanos (cedrela odorata), de la familia de las meliáceas de la zona intertropical americana, y cuya madera tiene un gran valor comercial que por su calidad se utiliza en ebanistería y carpintería, además de servir como árbol ornamental en avenidas, parques, plazas. Pero su estudio arrojó que el heno motita no era adecuado para utilizarse como composta, por su bajo rendimiento en la germinación.
Hacia dos mil cinco se hizo evidente una alta población de heno motita o musgo bola en las áreas forestales de Coahuila, Chihuahua, Nuevo León, y San Luis Potosí considerándoselo un problema fitosanitario que se agravó al notarse la presencia adicional de diferentes tipos de muérdago pendiendo de las ramas de los árboles hospederos.
Por qué es un problema. Comprendiendo al enemigo.
El heno motita, conocido científicamente como Tillandsia recurvata, como musgo o paixtle bola, es una planta que crece en los árboles y pertenece al grupo de las plantas epífitas de la familia Bromeliacea, es decir, aquellas que se adhieren a otras plantas para vivir sin ser propiamente parásitas. Se distribuye en zonas semiáridas desde el sur de Estados Unidos hasta Argentina.
A diferencia de las plantas parásitas, el heno motita no absorbe agua ni nutrientes de sus hospederos, sino que los obtiene del medio ambiente a través de sus hojas cubiertas de tricomas especializados.
Esta planta tiene una adaptación única, ya que realiza la fotosíntesis principalmente durante la noche y cierra sus estomas durante el día para evitar la pérdida de humedad. En la época de otoño sobre todo, aprovecha los vientos nocturnos para diseminar sus esporas del tamaño de semillas. Sin embargo, hasta donde se sabía, no afectaba directamente a los árboles ni absorbía sus nutrientes, sino que utilizaba al árbol como sustrato para desarrollarse sobre la corteza. Pero algo ha sucedido en las décadas recientes, pues se ha observado que su presencia en grandes cantidades sobre los árboles puede dificultar su desarrollo normal y afectar su salud hasta matarlos de arriba para abajo convirtiéndolos en graves riesgos a considerar por las dependencias de protección civil.
El heno motita puede afectar negativamente a los árboles hospederos al obstruir los tejidos vasculares, modificar su anatomía y disminuir la eficiencia de la fotosíntesis. Se lo considera un "parásito estructural" de los árboles de mezquite y ha sido reconocido como una "plaga" en ciertas regiones de México por CONAFOR, SEMARNAT y SAGARPA (FLORES, 2017). Para controlar las poblaciones de heno motita, se emplean métodos como la poda y quema de ramas infestadas o tratamientos químicos específicos.
Aunque la sobrepoblación de heno motita no era grave años atrás a decir de algunos especialistas, y a pesar de que el heno motita no causa daño directo a los árboles, su proceso de fotosíntesis requiere una mayor cantidad de agua y luz solar en comparación con los árboles huéspedes, por lo que esta planta consume nutrientes esenciales para el desarrollo de los árboles en los que se encuentra adherida. Esta situación y las condiciones climatológicas oportunas pueden permitir que el heno motita y otras plantas epífitas, o incluso aquellas francamente parásitas como varios tipos de muérdago, se reproduzcan más rápidamente. El clima templado y subhúmedo favorece el rápido desarrollo del heno motita, especialmente en árboles como las jacarandas.
A diferencia de las plantas trepadoras que siempre están arraigadas en el suelo, los epífitos germinan en los troncos y ramas de los árboles, y de esta manera alcanzan una posición favorable para recibir los rayos del sol. La mayoría de las plantas epífitas como el musgo, los líquenes, ciertos helechos y la mayoría de las orquídeas no son parásitas ya que se sujetan en los árboles mediante unas raíces especiales que solo hacen las veces de soporte. Estos vegetales se alimentan de los aportes aéreos y de la lluvia, sin embargo ha habido reportes de que algunas de estas plantas sí pueden ejercer algún efecto nocivo en algunos de sus árboles hospedadores o bien conocidos como forófitos. Y esto puede deberse a que, como parte del proceso de sujeción, estrangulan las ramas, o que, dada su proliferación, aumentan el sombreo sobre el follaje interrumpiendo la fotosíntesis. También está la hipótesis de que secretan hacia el interior de los hospedadores sustancias alelopáticas con la función de, mejor que inhibir la circulación de nutrientes, más bien redirigirlos a las plantas inquilinas, especialmente en situaciones de estrés climático como los que vienen experimentando bosques de coníferas, templados y selvas tropicales y negras (de montaña) desde hace décadas a consecuencia del cambio climático.
Las sustancias alelopáticas son compuestos químicos producidos por las plantas que pueden afectar el crecimiento y desarrollo de otras especies vegetales. Se ha propuesto que tanto el heno motita como el muérdago podrían liberar sustancias alelopáticas que tienen un efecto negativo en los árboles hospederos, contribuyendo así a su mortandad. Sin embargo, se requiere de investigaciones adicionales para comprender mejor la naturaleza y el alcance de estas sustancias alelopáticas, y su relación con la mortandad de árboles en el centro de México.
Por otro lado, también la población de muérdagos, pertenecientes a la familia Loranthacea, plantas parásitas que se encuentran en casi todos los ecosistemas naturales, ha aumentado y se los ha visto creciendo en simbiosis junto con el heno motita en las mismas especies de árboles afectadas, unas más que otras. Se han identificado alrededor de 150 especies de muérdagos, y algunos géneros como Arceuthobium, Psittacanthus, Phoradendron y Struthanthus son especialmente perjudiciales para los árboles como manzanos, encinos, pinos, sauces, fresnos y olmos. Y si bien el muérdago no suele causar la muerte de los árboles, su presencia puede debilitarlos al absorber agua y nutrientes de sus hospederos.
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El muérdago ha sido utilizado en terapias complementarias y alternativas para el tratamiento del cáncer, y se han estudiado sus extractos en diversos ensayos clínicos. Estos extractos han demostrado resultados positivos en términos de mejoría en la supervivencia y reducción de reacciones adversas en pacientes con cáncer de mama y cáncer colorrectal no metastásico. Sin embargo, cabe destacar que la relación del muérdago con la mortandad de árboles en el centro de México requiere de una investigación adicional para determinar su implicación específica. Quizás de la abundancia nociva podría beneficiarse la industria químico-medica mexicana, sobre todo ahora que en nuestro país y como efecto de las torpes decisiones gubernamentales en torno a la pandemia, así como el recorte presupuestal para la compra de medicamentos contra el cáncer, propició escasez de estos insumos. Tal vez, el interés conjunto podría redundar en beneficios para el bienestar tanto de los árboles como de los seres humanos. Lo mismo puede decirse del heno motita o paxtle bola para el interés agropecuario (PANORAMA AGROPECUARIO, 2014).
Los muérdagos, en tanto parásitos, invaden los árboles e incluso arbustos de gran tamaño, y se alimentan de su savia, debilitando su estructura hasta ocasionar la muerte del árbol afectado. Se propagan mediante la dispersión de semillas a través de aves, animales e insectos que consumen sus frutos y luego depositan las semillas en otras ramas, donde germinan y comienzan a desarrollarse nuevamente. En áreas urbanas donde no eran muy frecuentes, han podido observarse estas plantas adaptadas al ambiente y pudiendo crecer en superficies tales como grietas de edificios, entre muros, y desde ahí extendiéndose hacia las copas de los árboles. Esto ha llevado a considerar el muérdago como una plaga silenciosa que ha causado la muerte de más de 100,000 árboles en la Ciudad de México en los últimos cinco años.
Algunos observadores han notado un aparente patrón de comportamiento. Primero aparece el muérdago cuyo follaje se confunde con las copas de los árboles a los ojos de los viandantes inexpertos que no notan su presencia, y al cabo de un tiempo surge a la vista el heno motita. En otros casos ha sido al revés, apareciendo primero el musgo bola en troncos, por lo general en la cercanía de algunos líquenes, tímidamente y en cuanto va extendiéndose a las ramas superiores las aves encuentran más espacio donde posarse y defecar las semillas del muérdago en la corteza, permitiendo su instalación y prosperidad.
Esto puede ocasionar efectos como estos:
- Competencia por recursos: Aunque el heno motita no absorbe directamente los recursos de sus hospederos, su presencia en grandes cantidades puede competir por la luz solar, el agua y los nutrientes disponibles en el entorno. Esto puede afectar negativamente el crecimiento y la salud de los árboles hospederos, debilitándolos y haciéndolos más susceptibles a enfermedades y otros factores de estrés.
- Sombreamiento: El heno motita forma densas matas sobre las ramas de los árboles, lo que puede generar sombreado excesivo en las hojas y ramas de los árboles hospederos. El sombreado prolongado puede reducir la capacidad de fotosíntesis de los árboles, disminuyendo su producción de energía y debilitando su crecimiento y supervivencia.
- Acumulación de humedad: La presencia del heno motita sobre los árboles puede retener la humedad, creando un ambiente propicio para el desarrollo de microorganismos patógenos, como hongos y bacterias, que pueden infectar y debilitar a los árboles. Además, la acumulación de humedad en las ramas y troncos puede favorecer la descomposición y la aparición de pudriciones, lo que también puede contribuir a la muerte de los árboles afectados.
En Tula de Allende, Hidalgo, hacia dos mil diecisiete [(CONAFOR, 2017); (RESÉNDIZ & SÁNCHEZ-TRUJILLO, 2021)] se había observado un serio avance del heno motita ya considerado franca plaga. Ello motivó entonces como ahora a los agricultores a requerir, sobre todo de parte de las autoridades respectivas, acciones urgentes para salvar a los árboles, sin embargo la desatención al campo por parte de los gobiernos estatales y federales ha empeorado el problema.
Esta plaga, que no solo se adhiere a árboles vivos sino también a árboles muertos, petrificados, incrementó su presencia en las zonas boscosas urbanas y rurales del centro de México y ya no nada más en el norte, como se había reportado años atrás. Ahora se sabe también que se alimenta de la contaminación y se encuentra presente en diversos lugares no solo rurales sino urbanos, incluso en cables de transmisión de energía eléctrica, lo que aumenta su riesgo para el desarrollo local y regional, aun cuando la CFE (Comisión Federal de Electricidad) no se ha pronunciado en años al respecto.
A pesar de que las epífitas, como el heno motita, no absorben agua ni nutrientes de las plantas hospederas y se ignora lo que las lleva a adherirse a cables de energía eléctrica, y si bien se creía que solo afectaba a pocas especies de árboles, hoy se ha observado que la lista de especies afectadas se ha ampliado, por lo que es necesario tomar medidas para controlar su proliferación, ya que puede interferir con la producción de árboles frutales y dañar la infraestructura.
Un problema para tomarlo como personal.
Los primeros reportes recientes a la luz de ls opinión pública sobre árboles enfermos en el centro del país fueron notas aisladas, en medios locales de Hidalgo y Querétaro. Los campesinos de esas entidades habían notado que los árboles morían de pie —sí, como metafóricamente reza la obra teatral del dramaturgo español Alejandro Casona con dicho título—. A ellos siguieron aislados apuntes en redes sociales de vecinos del Bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México.
Que yo notara personalmente un árbol en mi calle, un majestuoso jacarandá seco, por entero, en cuestión de medio año, falleciendo luego de más de veinte años de lento y mirífico crecimiento, fue otro indicio para tomar en cuenta, ir más a fondo en la investigación e incidir en la medida de mis posibilidades en generar conciencia sobre el asunto. Así, no solo recorrí mi terruño sino platiqué con la gente, cara a cara, niños, familias, evidenciándoles el tema, explicándoles su importancia desde mi humilde y limitado conocimiento de escritor, comunicólogo, periodista.
Hoy veo con agrado nuevas noticias esperanzadoras, un poco más de compromiso de algunos ciudadanos y de gobiernos locales como el de mi municipio Naucalpan de Juárez, con cuya actual directora del medio ambiente, Amaya Bernárdez, del gobierno encabezado por Angélica Moya, coincido en sus dichos [VENEGAS, 2023); (LEÓN, 2023)], aunque me atrevo a afirmar, sin afán de correrirle la plana, que el porcentaje que menciona del 60% del "arbolado urbano" enfermo por las plagas es solo una cifra conservadora y parcial.
De hacerse un censo adecuado y puntual que abarcara las zonas boscosas y parques como Los Remedios, Naucalli, Presa Iturbide, etc., nos espantaríamos al verificar el problema. Y más, al momento de sumar los casos indebidamente reportados desde hace dos años por las entidades aledañas de Querétaro, Hidalgo, Ciudad de México, Michoacán, Guerrero y Morelos, los más afectados tanto en zonas rurales como urbanas. ¿En qué condiciones se encuentran Villas del Carbón, Cuautitlán Izcalli, Atizapán, y otros municipios caracterizados por sus zonas boscosas y grandes parques naturales?
Un voto para la sensatez. Eligiendo el árbol de la vida.
Mientras unos hoy se pavonean por haber ganado electoralmente el Estado de México y otros hacen lo propio respecto de Coahuila, entre urnas y bosques desde el norte hasta el centro del país, el heno motita y el muérdago hacen otra clase de estragos a la larga más nocivos que los hechos por políticos o narcotraficantes, estragos acaso solo comparables con los incendios forestales y la tala ilegal e inmoderada.
Sería de esperarse que el gobierno estatal, ahora a ser encabezado por la morenista gobernadora electa Delfina Gómez, tome cartas en el asunto de manera más decisiva, coordinada incluso con el gobierno federal hasta ahora omiso en el tema, y más allá de motivos electoreros rumbo al dos mil veinticuatro.
Los pulmones del norte y centro de México están en riesgo, además, porque estas plagas que hoy los afectan justo proliferan en condiciones climáticas como las que tendremos todo este año y el siguiente por el efecto de El Niño, la sequía que propicia, de por sí ya afectando los recursos hídricos como ha notado y reportado OAPAS Naucalpan, y los cada vez más violentos huracanes provenientes del Pacífico, cuyas ráfagas contribuyen a la diseminación de esporas y semillas justo a lo largo de la Sierra Madre Occidental y el Eje Volcánico.
Estas condiciones climáticas fuerzan a los árboles a dosificar la circulación de nutrientes mediante su savia, lo que los debilita, y estas plagas de muérdagos y heno motita lo que hacen es depositar en las células enzimas que instruyen a los árboles a dirigir los nutrientes hacia ellas, por lo que en vez de alimentar las ramas alimentan a los inquilinos que prosperan a sus anchas.
Para resolver este problema preocupante podrían tomarse medidas como las siguientes:
- Campañas de concienciación: Realizar campañas educativas para informar a la población sobre la importancia de los árboles, su papel en el ecosistema, incluso como atrayentes y recopiladores de agua de lluvia para el mantenimiento de los mantos acuíferos, y los peligros que enfrentan. Promover la responsabilidad individual y colectiva en la protección y cuidado de los árboles.
- Reforzamiento de la vigilancia fitosanitaria: Fortalecer los programas de vigilancia fitosanitaria para detectar y tratar rápidamente enfermedades y plagas que afectan a los árboles. Aumentar en número y capacitar al personal encargado de la vigilancia forestal rural y urbana para mejorar sus habilidades de detección y control.
- Restauración y reforestación: Implementar programas de restauración y reforestación que se centren en especies resistentes a las plagas y adaptadas a las condiciones climáticas locales. De preferencia especies endémicas. Fomentar la participación de la comunidad en estas actividades. Incluso promover la creación de huertos urbanos, jardines verticales que, aunque sea en poca medida, ayuden a mitigar los efectos de la urbanización y del cambio climático.
- Investigación científica: Promover la investigación científica para comprender mejor las causas de la mortalidad de los árboles y desarrollar métodos efectivos de prevención y control de las plagas. Fomentar la colaboración entre instituciones académicas, científicas y gubernamentales.
- Políticas serias y comprometidas de protección ambiental: Establecer y fortalecer políticas de protección ambiental que incluyan medidas específicas para la conservación de los árboles. Crear áreas protegidas, regular los desarrollos inmobiliarios, el comercio de especies vegetales y promover prácticas sostenibles en el sector agrícola y forestal.
Si yo fuera candidato al congreso o a la presidencia de la república, digo siguiendo un poco la ironía crítica de un artículo mío anterior en este mismo blog, no echaría estas propuestas (que no promesas vacuas) en saco roto.
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Referencias
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- CONAFOR, Gerencia Estatal de Hidalgo. (2017). Comisión Nacional Forestal. Retrieved June 12, 2023, from https://iefectividad.conanp.gob.mx/i-efectividad/orden_docs/ivonne/PN%20El%20Chico_REV_EIBM/PN%20El%20Chico/Componente%20de%20Manejo/Instrumento%20de%20Protecci%C3%B3n/Diagn%C3%B3stico%20Fitosanitario%20Del%20Estado%20De%20Hidalgo%202017.pdf.
- FAO. (2023). Fao.org. https://www.fao.org/3/y5031s/y5031s0f.htm
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- CONAFOR. 2023. "Sanean Mil Hectáreas Forestales Plagadas En Aguascalientes". Gobierno de México https://www.gob.mx/conafor/prensa/sanean-mil-hectareas-forestales-plagadas-en-aguascalientes?idiom=es-MX.
- FLORES, Joel Dr. (2017). "El 'heno motita' en San Luis Potosí.¿Es una planta parásita del mezquite?". Pulso San Luis. https://pulsoslp.com.mx/slp/el-heno-motita-en-san-luis-potosi-es-una-planta-parasita-del-mezquite/1539631.
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- BENÍTEZ, P. (2022, April 22). Los enfermos árboles y palmeras de la Ciudad de México. Https://Www.cronica.com.mx/; La Crónica de Hoy. https://www.cronica.com.mx/metropoli/arboles-palmeras-ciudad-enfermos.html
- SAAVEDRA Romero, Luz de Lourdes. (2015.). INDICADORES DE SALUD FORESTAL Y SU APLICACIÓN EN ÁREAS VERDES URBANAS CAMPUS MONTECILLO POSTGRADO DE FITOSANIDAD FITOPATOLOGÍA. Retrieved June 13, 2023, from http://colposdigital.colpos.mx:8080/jspui/bitstream/10521/2899/1/Saavedra_Romero_LL_DC_Fitopatologia_2015.pdf
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