La flor más bella del ejido




ALLÁ EN MIS TIERNOS AÑOS de la secundaria, tenía yo un profesor, el Profesor Montaño, por mejor apodo "Monín", que era dado a comenzar sus clases de Ciencias Sociales e Historia de la manera como se narra un cuento. Me parece oírlo con su voz tipluda invitarnos diciendo:

¡Muchachos!, bienvenidos a un viaje por el tiempo o destiempo en la política mexicana, subámonos a un helicóptero y recorramos el país donde los tapados eran como esos regalos sorpresa en Navidad, pero en lugar de ilusionarnos, solo nos dejaban con la boca abierta y el ceño fruncido. Hoy, en pleno dos mil veinticuatro, la cultura del tapado parece estar resurgiendo con miras a las próximas elecciones presidenciales. ¡Es como si estuviéramos en una máquina del tiempo, pero sin los efectos especiales!

Antes de sumergirnos en la locura del presente, retrocedamos unas cuantas décadas, a los años anteriores a la década de los ochentas del siglo pasado. En aquellos tiempos, el tapado era una figura mítica, una especie de fantasma político que aparecía de la nada para convertirse en el candidato presidencial. Nadie sabía quién era, excepto el presidente en turno, quien guardaba celosamente su identidad como si fuera el último secreto del universo. Había más rumores y especulaciones en torno al tapado que sobre el monstruo del Lago Ness. ¡Vaya misterio! Ni siquiera la maestría de Abel Quezada consiguió develar jamás, a pesar de conocer sus miríficas propiedades divinas con las cuales cualquiera podría identificarlo o identificarla.


Pero lo interesante es cómo se llevaba a cabo toda esta obra de teatro política. Imaginen esto: solo había un candidato en la boleta electoral. Sí, leyeron bien, ¡solo uno! El pueblo mexicano no tenía opciones para elegir, pero eso no impedía que se gastara una fortuna en campañas electorales, porque, ¿quién necesita la diversidad democrática cuando puedes tener un solo sabor de helado en el menú?

Las campañas eran todo un espectáculo. Había propaganda por doquier, desde mascadas hasta discos de vinilo y hasta libros con la ideología del partido. Aunque solo hubiera un candidato, todos tenían que hacer como que competían. Era como jugar un partido de fútbol sin oponente, pero con una multitud de fanáticos aplaudiendo y vitoreando al único jugador en el campo. Al conjunto de aspirantes y sus afiliados se le conocía como "La Cargada" y si, por alguna razón, los indiciados aparecían deslucidos, entonces se consideraba, en términos muy revolucionarios, que "la caballada estaba flaca". Razón por la que se hizo tradicional también que los políticos charros demostraran su adhesión con una cabalgata multitudinaria, si bien no faltaba el Sancho que montaba burro o mula por aquello del no te entumas. ¿Dónde quedó la emoción de la competencia? Hoy ni caballos ni jaripeo; puros tamales de chipilín empujados con pozol endulzado con jarabe de pico.

Pero, amigos míos, ¡prepárense! Porque si creían que esos tiempos eran extraños, la cultura del tapado en la política mexicana de hoy en día nos está dando una lección magistral en absurdo y desconcierto. En lugar de desvanecerse en la historia, el tapado ha resurgido con más fuerza que nunca. Es como si el pasado se hubiera metido en una máquina del tiempo y decidiera hacer una visita en pleno siglo XXI.

En el año dos mil, el año de la transición democrática, en un inolvidable ensayo publicado por la revista Letras Libres —hoy calificada por el régimen de turno como "conservadora"—, Carlos Monsiváis advertía: "la cargada cambia de signo ideológico". Ayer como hoy esto es igualmente válido, y si en aquel tiempo los humoristas hicieron sorna del ambiente político inventando el FUL (Frente Unido de Lambiscones) hoy son los políticos mismos los que han inventado el FAM (Frente Amplio por México) como caricatura involuntaria de sus propias aspiraciones,

¡El Tapado está de vuelta! ¡Y esta vez es aún más divertido!

Según nuestro querido presidente, Andrés Manuel López Obrador, el tapado ya no existe, pero parece haber olvidado mencionárselo a sus colegas políticos. ¿O acaso están todos jugando a ser magos y ocultistas, él incluido con su frase "lo que diga mi dedito"? Cada día aparecen nuevos nombres y candidatos sorpresa, como si fueran personajes de una telenovela de enredos políticos. ¡Y el público solo puede mirar con asombro y confusión!

La verdad es que la cultura del tapado en la política mexicana es un juego de simulación y manipulación. Nos hacen creer que tenemos elecciones libres y justas, pero en realidad, el tapado ya está predestinado a ocupar el puesto más alto. Es como una tragicomedia donde todos actúan sorprendidos, pero en el fondo saben cómo terminará la historia.

Y así, queridos lectores, llegamos al final de este viaje en el tiempo por la cultura del tapado en la política mexicana. ¿Acaso podemos reír o llorar ante esta farsa electoral? Tal vez ambas cosas. Pero algo es seguro: debemos reflexionar y tomar acción. No podemos permitir que el tapado sea la norma, la tradición que se repite una y otra vez, por graciosa y entretenida que nos parezca, con todo y sus botargas, caricaturas y monigotes. Debemos exigir transparencia, competencia real y una democracia que no sea solo un juego de tronos, una democracia sin adjetivos, para citar a otro San Benito mártir de la 4T, Enrique Krauze.



¡Despierten, mexicanos! La elección presidencial de 2024 se acerca, y es hora de dejar de lado los juegos de tapados y exigir un verdadero cambio. No caigamos en el engaño y la complacencia. Es hora de que la política mexicana deje de ser un chiste y se convierta en una fuerza transformadora para el bienestar de todos.

La cargada de los seiscientos

Como si fuera un capítulo de la historia de una Esparta de petate, o una torpe batalla en una Crimea de una Ucrania de algún universo paralelo, en medio de una trama política repleta de ironías y contradicciones, en el vertiginoso escenario político de México, el Jerjes tabasqueño y su MORENA han dejado en claro su desprecio hacia instituciones clave como el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI).

Esta hostilidad se desarrolla en un contexto complejo, donde se entrelazan varios elementos: las próximas elecciones presidenciales de 2024; las denominadas "precampañas que pretenden no ser precampañas", tanto del partido MORENA como de la coalición del Frente Amplio por México conformada por la alianza PRI-PAN-PRD; el papel de los partidos Movimiento Ciudadano (MC) —que crece pero no se mueve—, Verde Ecologista de México (PVM) y del Trabajo (PT) —que nadie sabe para quiénes trabajan—,  y los satélites y apéndices que saldrán de la carga ligera de los seiscientos priyistas encabezada por los audaces Miguel Ángel Osorio Chong —suerte de Leónidas hidalguense—, y Claudia Ruiz Massieu —la Cardigan institucionalista—, y la participación destacada de mujeres políticas como Beatriz Aguirre, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. Todo esto se enreda como dictado por el oráculo de Delfina Gómez:

Mirad, habitantes de la extensa República Mexicana, o bien vuestra poderosa y eximia nación es arrasada por los descendientes del Peje, o no lo es; pero en ese caso, la tierra de Polemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Plutarco, y de Elías, y de Calles. Pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones o de los equis González, ya que posee la fuerza de Kukulkán. Proclamo, en fin, que no se detendrá hasta haber devorado a una u otro hasta los huesos.

En un país donde las elecciones presidenciales se asemejan a un juego de poder, el presidente López Obrador parece haber adoptado una estrategia sacada del Manual de Arbitraje del siglo XIV al cuestionar al árbitro en plena quinta etapa de su gobierno. Tal vez la etimología de "umpire", proveniente del antiguo francés "non per", que significa "número impar, no par", puede explicar de manera más adecuada su enfoque. ¿Por qué conformarse con un árbitro imparcial cuando puedes ser tú mismo el protagonista de la contienda? Dicho esto, resulta pertinente mencionar el famoso dicho beisbolero que el presidente AMLO suele citar: "ni pichas, ni cachas, ni dejas batear". Esta expresión, enlazada con su actitud desafiante hacia los demás poderes, refleja su voluntad de tomar el control absoluto de la situación y no permitir que nadie más tenga influencia en el juego político.

Las precampañas que no son precampañas: ¿Un déjà vu del viejo PRI?

En el contexto de las próximas elecciones presidenciales del 2024, donde la oposición mexicana busca unirse para presentar una opción real, el partido MORENA y el Frente Amplio por México, conformado por el PRI-PAN-PRD, parecen estar reviviendo los viejos tiempos del PRI. Las denominadas "precampañas que supuestamente no son precampañas" nos transportan al pasado, cuando el PRI gobernaba con mano firme y los candidatos ya estaban predestinados. ¿Será este un caso de déjà vu político o simplemente un nuevo capítulo en el juego de poder mexicano?


Mujeres políticas en el tablero: De heroínas a peones en el juego de poder.

En medio de este juego de poder, no podemos olvidar la participación de mujeres políticas destacadas para bien o mal. Beatriz Aguirre, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum son algunas de las protagonistas femeninas en este tablero político. Sin embargo, a pesar de su valía y liderazgo, parecen ser tratadas como peones en un juego donde los hombres aún tienen el control. ¿Será el papel de las mujeres políticas solo un espejismo de igualdad en medio de un sistema que sigue perpetuando las desigualdades entre los sexos?



En conclusión, el escenario político en México se asemeja a un juego de tronos lleno de ironías y contradicciones. La animadversión de López Obrador y MORENA hacia instituciones como el INE y el INAI refleja una estrategia en la cual el poder y la manipulación son moneda corriente. Mientras los partidos juegan sus cartas en las próximas elecciones presidenciales, las "precampañas que supuestamente no son precampañas" se convierten en un nuevo capítulo del antiguo libro del PRI. En este juego, partidos como Movimiento Ciudadano, el PT y el PVM intentan encontrar su lugar, pero ¿serán simples comparsas o árbitros reales? Y en medio de todo esto, las mujeres políticas, aunque presentes, parecen estar relegadas a un papel secundario, incluso cuando las vistan de huipil, pipa y guante. Este escenario político nos invita, sin lugar a dudas, a reflexionar sobre el juego de poder y las desigualdades que persisten en nuestro sistema político. Es momento de cuestionar, de exigir un cambio real y de no permitir que el futuro de nuestro país se decida en un juego de tronos donde la justicia y la equidad son meras piezas de ajedrez. ¡Levantemos nuestras voces y construyamos un México más justo y democrático para todos!

¡Oh, capitán! ¡Mi capitán!

Foto: Archivo Indicios Metropolitanos. "¡Oh, capitán, mi capitán!", imagen generada con inteligencia artificial.
Autor: Alfred Steppenwolf


ERA DE LA OPINIÓN…, influenciado por la mercadotecnia política, de que los candidatos eran simples cosas de quita y pon, corcholatas, cartas de una baraja, removibles a veces por la gracia de un prodigioso dedo flamígero, a veces por algo que los dizque entendidos llaman la voluntad popular. ¡Qué equivocado estaba! O debería decir que estábamos, tú y yo, amable lector. Todos.

El voto en la mano no es letra de cambio ni garantía de calidad.

Los electores, aunque se los quiera ver como individuos, en el contexto de una elección  y más de una campaña, solo son parte de la masa y, la masa, lo saben bien Carlos Alazraky y otros colegas, no piensa, reacciona. Por eso, las campañas propagandísticas apelan a lo que las masas consumen: popularidad, atractivo, motivación, sentimientos. Buscan satisfacer lo más inmediato o, cuando mucho, lo más mediato en cuanto a carencias, resolver deficiencias. No más.

Eso explica también por qué políticos, empresarios e intelectuales acaban juntándose en clubes donde conciliar sus sueños y fantasías, separados del conglomerado y creyéndose los semidioses mandamases sobre la comunidad, aunque esta los vea con recelo. Desprecian al vulgo suponiéndole mera recua a la que es obligado guiar a punta de chicote, chiflido, golosina o canciones, mientras comprenden la travesía del modo como haría el capitán de un navío desfallecido en la cubierta, al lado del timón.

Claro está, es deseable que el elector, ya en la soledad de la cabina donde asienta su sufragio a depositar en la urna, como el individuo que es, sopese los planes, proyectos, ideas, propuestas (mejor que promesas), personalidades, pros y contras de un candidato y su partido respecto de los contendientes, por comparación, y que exprese mediante la boleta su aprecio por tal o cual específico, o en alianza con otras fuerzas, intereses e ideologías distintas de la imperante. Al final eso sucede, de malas o de buenas. Pero mal hacen los sobrios petulantes en pretender que, para los cargos de representación popular, y más los de la envergadura del presidencial, solo tengan cabida, a despecho y contrapelo de los derechos fundamentales asentados en la Carta Magna, los individuos candidatos con "capacidad", "experiencia", "conocimientos", así sean feos, inmorales o impopulares; o, ya de perdida, que cumplan con un diez por ciento de capacitación y un noventa por ciento de leal probidad.

Con toda la legitimación que conforme a derecho le asista a un individuo, ni el ejercicio de una profesión, ni los grados académicos, ni la experiencia, ni el sentido común garantizan que, ya no digamos un candidato, sino el mismo triunfador de unos comicios, será lo non plus ultra. La falibilidad humana siempre será un factor determinante en el ejercicio del poder, tanto como en el de cualquier acción realizada por el hombre (y aquí hablo del ser humano, para que no me tachen de misógino los socotrocos de apostadores por el lenguaje inclusivo y dizque políticamente correcto).

En algún momento de nuestra historia democrática, el voto era un mero trámite. Hoy se procura darle significado como efectiva, eficiente y eficaz forma de expresión de las preferencias ciudadanas, en cualquiera de las maneras que adopte: voto nulo, blanco, directo, indirecto, virtual o abstención.

Pero el voto también podemos verlo metafóricamente como un equilibrista caminando sobre una cuerda floja sin red de seguridad debajo, un violinista danzando sobre un tejado. Basta un mal paso o un soplo más fuerte de lo calculado para que las cosas salgan como no se habían imaginado.

Lemas como "La honestidad valiente, "La corrupción somos todos", "Arriba y adelante, "Por el bienestar de todos", "La esperanza de México", "La solución somos todos" y muchos más, ponen en evidencia sintética lo expuesto en lo antedicho. Los hechos y dichos están ahí, incontrovertibles, registrados por esos mismos medios oficialistas o no, a los que tanto se aplaude cuando no se los ataca.

¡Votando, que es gerundio!

La popularidad es fundamental para la construcción de liderazgos. No lo digo yo, lo dicen —valga la cacofonía entrante— los expertos psicólogos, sociólogos, politólogos o colegas comunicólogos, y no de ahora, sino desde que comenzaron los estudios sobre el tema allá por la década de los treintas del siglo pasado. No es un tema nuevo. De ahí que el populismo no es malo en sí, al contrario —ya se lo explicaba el presidente Obama al presidente Enrique Peña Nieto—, tiene una función específica en el arrastre de los grupos y masas. El problema se suscita cuando el populismo, basado en la popularidad, insisto, se pervierte y da pie a la demagogia. Y esta puede darse indistintamente entre quienes se definen de "derecha" como en quienes lo hacen cual de "izquierda", o hasta de "centro". En la casa del jabonero, el que no cae, resbala. Nada tiene que ver con afanes comunistas, socialistas, socialdemócratas o capitalistas. Sú único afán es provocar a las conciencias, seducirlas para conseguir su atención y favores con miras a una supuesta misión compartida y que alguien, puede ser cualquiera el ungido, no sabemos quién, ha de encabezar. Poco importa si la muchedumbre es tarada, imbécil, idiota o enterada. Hasta ahora la costumbre ha sido que quien levanta la mano y dice "¡yo quiero!" es tomado como feliz cordero para el sacrificio, noble sacrificio de sufrir la gloria o el infierno. Pero vivimos tiempos de transformación. Tal vez la bendición o maldición recaiga sobre mí, o sobre este o ese de allende. ¡Del agua mansa nos salve Dios!; y tengamos cuidado con lo que deseamos, pues los deseos, tarde o temprano, para bien o mal, se cumplen.


Por lo tanto, quienes se rompen la cabeza por hallar quién puede ser el capitán del navío, deben buscar candidatos populares, con capacidad de arrastre pero que no sean demagogos ni den pie al amotinamiento. Para no caer en la demagogia, su tipo de liderazgo ha de ser lo que debe definirse de entre los nueve existentesCabe destacar que estos estilos de liderazgo no son mutuamente excluyentes, y muchos líderes pueden combinar diferentes enfoques según las circunstancias y las necesidades de la comunidad (según se la vea como sistema de grupos organizados, conjunto de equipos o con el vago término de "sociedad civil"):

  1. Liderazgo autocrático: Este tipo de liderazgo se caracteriza por un control centralizado y una toma de decisiones unidireccional. El líder autocrático toma decisiones sin consultar al equipo y espera obediencia total.
  2. Liderazgo democrático: En este estilo de liderazgo, se promueve la participación activa de los miembros del equipo en la toma de decisiones. El líder democrático valora las opiniones y aportes de los demás antes de tomar una decisión final.
  3. Liderazgo laissez-faire: En este enfoque, el líder adopta un enfoque de "dejar hacer" y otorga a los miembros del equipo una gran autonomía y libertad para tomar decisiones. El líder se convierte en un recurso y brinda apoyo cuando se solicita, pero no se involucra de manera activa en la dirección del equipo.
  4. Liderazgo transformacional: Este tipo de liderazgo implica inspirar y motivar a los miembros del equipo para alcanzar niveles más altos de desempeño y lograr objetivos comunes. Los líderes transformacionales fomentan la creatividad, la innovación y el desarrollo personal de los seguidores.
  5. Liderazgo transaccional: Aquí, el líder establece acuerdos y recompensas claras con los miembros del equipo a cambio de un rendimiento determinado. El líder monitorea el cumplimiento de las tareas y ofrece incentivos o sanciones según los resultados.
  6. Liderazgo carismático: Los líderes carismáticos ejercen una fuerte influencia sobre los seguidores a través de su personalidad carismática y su capacidad para comunicar una visión convincente. Inspiran a los demás y generan entusiasmo y compromiso.
  7. Liderazgo situacional: Este estilo de liderazgo se basa en la idea de que no hay un enfoque único que sea efectivo en todas las situaciones. Los líderes situacionales adaptan su estilo de liderazgo según las necesidades y la madurez de los miembros del equipo.
  8. Liderazgo visionario: Los líderes visionarios tienen una visión clara del futuro y son capaces de comunicarla de manera persuasiva a los demás. Inspiran a los seguidores con un propósito común y los guían hacia metas a largo plazo.
  9. Liderazgo orientado a los resultados: Los líderes orientados a los resultados se centran en la consecución de objetivos y en la mejora del desempeño. Establecen estándares altos, fomentan la rendición de cuentas y dirigen a los miembros del equipo hacia el logro de resultados tangibles.

Las relaciones peligrosas o qué sabroso pollito con papas.

El término "sociedad civil" tiene sus orígenes en la filosofía política y ha sido utilizado y desarrollado por varios pensadores y académicos a lo largo de la historia. Sin embargo, se atribuye al teórico político inglés del siglo XVII, John Locke, la formulación más influyente del concepto de "sociedad civil".

Locke planteó la idea de una sociedad civil como un ámbito separado y distinto del gobierno y la autoridad política. En su obra Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil (1690), estableció la distinción entre la sociedad política, que era el ámbito de la autoridad estatal y la legislación, y la sociedad civil, que se refiere a las relaciones y asociaciones voluntarias entre los individuos en la sociedad. Le faltó hacer la distinción con el ámbito de la autoridad judicial, porque entonces no existía la división de poderes como hoy la conocemos.

Posteriormente, otros filósofos y teóricos políticos, como Jean-Jacques Rousseau y Alexis de Tocqueville, contribuyeron a desarrollar el concepto de sociedad civil en sus propias obras. Desde entonces, el término ha sido ampliamente utilizado en la teoría política y el discurso académico para referirse a la esfera de la actividad social, económica y cultural que existe fuera del ámbito del gobierno, y que involucra la interacción y la organización de los individuos en asociaciones y organizaciones no estatales. Pero también, a ciencia y paciencia, a querer o no, se fue propiciando el divorcio franco entre los gobernantes y los gobernados llevando a dos visiones de mundo: a) quienes ven el mundo como el tablero de ajedrez donde se ejerce el poder mientras la sociedad civil conforma las piezas del juego; b) quienes ven a los gobernantes, autoridades, funcionarios y representantes como empleados sujetos al dictado de una vaga razón popular. Lo que hoy estamos viviendo y atestiguando en México y el mundo, ese afán popular por someter a los líderes traza una fina y peligrosa raya que separa la democracia, por imperfecta que sea, y la oclocracia, la que puede conducir a una toma de decisiones impulsiva y a la vulneración de los derechos y las libertades de aquellos que no están en línea con la opinión o la voluntad de la mayoría, o de una minoría que se autodefine como representantes virtuosos de dicha amorfa mayoría.

Esa forma de categorizar al gobernante, en tanto funcionario público, como "empleado del pueblo", como subalterno de una autoridad difusa es un craso error. Como lo es también la visión extrema contraria. El elegido no es por definición ni caudillo ni mártir, ni ogro filantrópico ni capataz, ni pedagogo ni pescador de hombres.

Los líderes válidos no se autonombran o autoeligen o autoproponen. Para que un liderazgo, cualquiera de sus tipos, sea sólido, este debe ser reconocido y aceptado por los otros, por la gente que conforma el grupo al que pertenece ese individuo; y el rol debe ser asumido por quien lo detenta. Si uno de estos dos factores no ocurre, el liderazgo, tarde o temprano, pierde fuerza, poder y queda reducido a una función complementaria, lo cual tampoco es despreciable, pues siempre se espera y sucede que convivan los nueve tipos de liderazgo en un mismo grupo y de forma simultánea, complementándose. No quiere decir que solo unos pocos pueden ser líderes. Todo lo contrario, en cada persona hay una o más formas de liderazgo como respuestas adaptativas a las situaciones que envuelven a la organización de la que son parte. La dinámica de la alternancia del liderazgo es una constante en todo sistema social.

De ahí, la importancia en la selección de candidatos radica no en el plan, programa, proyecto o visión de campaña, sino en la personalidad con el potencial de llevar a efecto dicho plan, y de adaptarse a la circunstancia de su aplicación. De entenderse y coordinarse con los otros tipos de liderazgo para conducir la nave a buen puerto. Para que eso ocurra, el elegido debe estar arropado por un equipo que abarque los restantes tipos de liderazgos que lo complementen. Es verdad que en algún momento estos otros podrían sustituirlo, pero para que eso suceda debe ser por causas mayores o un cambio radical en la circunstancia de origen.

¿Quiénes seleccionan a esos nueve liderazgos? Mejor dicho, ¿quiénes los reconocen entre la multitud? Los otros, la gente misma en un proceso "natural" de "¡sigan al bueno", al audaz, al inteligente, al poderoso, al carismático, al conocedor, al relacionado, al sensible, al calculador estratega o al ferviente místico. Eligiendo siempre con apego a la circunstancia que aqueja definiendo la situación del grupo o la masa. No lo hacen de forma artificial y artificiosa con base en métodos y protocolos retorcidos, densos, cartabones inflexibles sujetos a los lineamientos de una ideología.

El verdadero líder no tiene necesidad de ir de casa en casa recabando firmas. La gente con solo mirarlo, escucharlo, leerlo y tratarlo lo identifica. Poco importa su sexo o su preferencia sexual.

De ahí también que, por años, la mercadotecnia política ha estado equivocada en mirar a los candidatos individuales, como productos y, a los partidos que los contienen e impulsan, como marcas. Sólo hay algo cierto en ese enfoque y es la posibilidad de que el producto, asociado a la marca, con base en sus propiedades y objetivos, motive la adhesión del elector visto, de nuevo un error, como público consumidor. Sí, también es cierto que todo candidato, visto como producto, está sujeto a una fecha de caducidad, pero no como individuo, como persona. De ahí que lo elegido no son botellas de refrescos, unos burbujeantes otros libres de azúcares, sino personas. La mercadotecnia, pues, ha sido el factor pervertidor de la política ya de por sí podrida desde antaño. Pero es la mercadotecnia también la que, revisando sus principios aplicados a este tema, puede transformar la manera como los electores, ya en su individualidad, voten conforme a su leal saber, entender y sentir, y muy aparte de lo que la masa puede sugerir por inercia social.

Hoy México es una nave encallada. Su capitán, su Ulises, atado al mástil no consiguió eludir los cantos de las sirenas y nos llevó a derivar por una odisea en la que los monstruos a enfrentar fueron, en su mayoría, productos de su delirio. Entre otras cosas, eso explica nuestra división. Ahora está por verse si nosotros seremos capaces de remar o nadar hasta la orilla. En esta circunstancia, cabe recordar a Walt Whitman.

¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado.
La nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio.
Próximo está el puerto, ya oigo las campanas y el pueblo entero que te aclama,
Siguiendo con sus miradas la poderosa nave, la audaz y soberbia nave;
Más, ¡ay!, ¡oh corazón!, ¡mi corazón!, ¡mi corazón!
No ves las rojas gotas que caen lentamente,
Allí, en el puente, donde mi capitán
Yace extendido, helado y muerto.
¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Levántate para escuchar las campanas.
Levántate. Es por ti que izan las banderas. Es por ti que suenan los clarines.
Son para ti estos búcaros, y esas coronas adonardas.
Es por ti que en las playas hormiguean las multitudes,
Es hacia ti que se alzan sus clamores, que vuelven sus almas y sus rostros ardientes.
¡Ven, capitán! ¡Querido padre!
¡Deja pasar mi brazo bajo tu cabeza!
Debe ser sin duda un sueño que yazgas sobre el puente.
Extendido, helado y muerto.
Mi capitán no contesta, sus labios siguen pálidos e inmóviles,
Mi padre no siente el calor de mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
La nave, sana y salva, ha arrojado el ancla, su travesía ha concluido.
¡La vencedora nave entra en el puerto, de vuelta de su espantoso viaje!
¡Oh, playas, alegraos! ¡Sonad, campanas!
Mientras yo, con dolorosos pasos,
Recorro el puente donde mi capitán
Yace extendido, helado y muerto.

Con la mesa puesta



HACIA LAS DOS DE LA MAÑANA del cinco de junio, con casi el 90% de las actas computadas, la candidata Alejandra del Moral de la alianza PRI-PAN-PRD repuntó quedando separada por escaso 8% frente a la virtual triunfadora de las elecciones en el Estado de México, la morenista Delfina Gómez.

El dato no permitía entonces hablar de un "empate técnico", y menos por ocurrir en un panorama que, además, ponía en duda la legitimidad de la ganadora tanto como de la perdedora al registrarse menos del 50% de participación ciudadana.

Probablemente, de haber habido además elecciones al congreso local, quizás la oposición conformada por la alianza habría obtenido una mayoría significativa como para contrarrestar y balancear los poderes. Pero Delfina Gómez llegó con un congreso local dominado por MORENA. Habrá que verse cómo sortearán las decisiones estatales los alcaldes de la oposición, como Angelica Moya M.

Los verdaderos perdedores y ganadores.

Hablando en plata y a la luz de las pruebas y evidencias, quien de veras ganó las elecciones en el Estado de México y Coahuila fue el abstencionismo. En tanto expresión ciudadana del sufragio y como ya he escrito con anterioridad, el abstencionismo debe ser leído como un mensaje claro del hartazgo que, en general la clase política y el sistema de partidos, entre otros factores, han ocasionado en el ánimo de los ciudadanos y electores. Ya no ha bastado anular el voto o votar en blanco para enviar el mensaje. Ahora, la ciudadanía fue más tajante con un ausentismo escandaloso, quizás de los mayores en la historia de las elecciones intermedias o nacionales en México.

El presidente Andrés Manuel López Obrador es el gran perdedor, aunque es posible que no lo reconozca nunca. En su momento afirmó con determinación que MORENA arrebató al PRI el control del Estado de México, pero esa victoria no fue significativa considerando su origen y trayectoria política, ya que proviene del PRI. Podríamos decir que nos encontramos ante una situación ambigua. Además, la derrota de MORENA en Coahuila implica la perpetuación del control de los intereses fácticos en una región industrial emergente y en crecimiento como Coahuila, donde se ha descubierto uno de los yacimientos de litio más grandes del mundo y se ha atraído a Tesla para establecerse en Nuevo León. En contraste, el Estado de México está experimentando un declive en este sentido, exacerbado por los conflictos entre los cárteles de narcotráfico que han perturbado el orden legal y la paz en la región.

Es decir, MORENA y AMLO perdieron lo más por lo menos, y sus seguidores y afiliados felices y miopes, cuando no francamente ciegos, dicen y dirán que la zanahoria al final de la pértiga se veía más sabrosa que el norteño campo tapizado de alfalfa. Qué más, en eso consisten las victorias pírricas.

Por supuesto no se hicieron esperar los ataques a los consejeros y la estructura del INE previa a las recientes reformas como una justificación que, de nuevo, pondrá en tela de juicio la integridad y amable disposición de los ciudadanos insaculados para ser funcionarios de casilla. En este gobierno, la culpa siempre es ajena y una reminiscencia del pasado (tan acendrada en la memoria como los repetitivos y rancios anecdotarios historicistas del mandatario). Y si a ello sumamos la aparente sumisión de los nuevos consejeros electorales, pues podríamos decir que la mesa está casi puesta para el dos mil veinticuatro.

Pero, hay otro gran perdedor y ese es el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en franca decadencia y perdiendo terreno, cuando no hasta el registro en varias entidades, hecho que lo muestra ahora ya ni siquiera como el apéndice extraído del PRI, sino como la bazofia restante de la cantera al punto que podemos afirmar que ha cumplido su ciclo político y enfrenta una crisis profunda que pone en duda su supervivencia como una fuerza relevante en México.

El final del PRD o los estertores la socialdemocracia mexicana.

Como mencioné en este blog tiempo atrás y varias veces, el PRD fue creado como apéndice del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y como un intento de aglutinar a las diversas corrientes de izquierda en el país. Sin embargo, a lo largo de los años, el PRD ha experimentado escisiones y divisiones internas, lo que ha debilitado su cohesión y su capacidad para representar efectivamente a las izquierdas en México. Acotaba René Torres-Ruiz, investigador en temas electorales:

[…] el PRD es resultado de un gran caleidoscopio de partidos y organizaciones sociales de izquierda, y de la propia Corriente Democrática del PRI, que le dan un sello particular. Es un partido que recupera y se nutre, desde su fundación misma, de la larga y dificultosa lucha de las izquierdas por transformar y democratizar el país. Así, las organizaciones y los movimientos sociales fueron un actor central en la creación del partido, no sólo apoyando e impulsando su constitución, sino aportando ideas, estrategias de lucha, un debate nutrido y crítico frente a una realidad política que estaba en plena transformación. […] Maurice Duverger, señaló en algún momento que “[…] los partidos sufren profundamente la influencia de sus orígenes” (Duverger, 1996: 15). En el caso del PRD esta idea ha quedado claramente de manifesto ([TORRES-RUIZ, 2021], p.29).

Y lo dicho por Duverger es aplicable también a MORENA e incluso las alianzas y coaliciones que de un tiempo a esta fecha han llevado a los distintos partidos a construir relaciones de franca y burda conveniencia. A decir de Esperanza Palma (cit. [TORRES-RUIZ, 2021], p.33), en la década de mil novecientos noventa, para los fundadores y simpatizantes: "La tesis dominante dentro del PRD […] era que la extinción del PRI era una condición necesaria para la democratización del país". Pero la realidad poco a poco lo hizo derivar a un campo sembrado de intereses más bien mezquinos.

La extinción del PRI no sucedió, como sí en cambio su adecuación a los tiempos, casi de la manera como pasó en sus inicios al cambiar mucho más que solo de siglas entre ser el Partido Nacional Revolucionario (PNR, de 1928 a 1938), luego Partido Revolucionario Mexicano (PRM, de 1938 a 1946), y afianzarse como Partido Revolucionario Institucional (PRI, desde 1946), hecho este que, en todo caso, ha llevado a pensar a algunos estudiosos si no estamos atestiguando una nueva metamorfosis y actualización de todo el aparato en reacción a los procesos sociopolíticos nacionales e internacionales de hoy, tal como evidentemente ocurrió al crearse bajo la simulación de una ruptura el PRD y ramificarse en MORENA y Movimiento Ciudadano, pues todos los políticos o la mayoría de los fundadores de dichos partidos han tenido sus raíces justo en el PRI y, al no ser favorecidos por el sistema, optaron por actuar desde una supuesta marginalidad progresista y seudo opositora.

Acomodos y enterramientos.

El proceso no ha sido terso y ha estado constantemente minado por diversos intereses fácticos que pasan por los empresariales y topan con los del narcotráfico y la delincuencia organizada, ocasionando una preocupante y creciente cantidad de muertes en México, incluida la de específicas instituciones como podría ser el PRD (POLEMÓN, 2023).

Respecto de las altas cifras de personas asesinadas y desaparecidas en México, una cantidad importante corresponde a personas ligadas también a la política, ya sea en puestos de elección popular, como activistas o relacionados, en mayor o menor medida, con actividades delictivas como el narcotráfico. Solo entre dos mil veinte y dos mil veintiuno, de acuerdo con fuentes consultadas por BBC de Londres, se contabilizaron más de ciento cincuenta asesinatos de carácter político (BROOKS, 2021).

El debilitamiento del PRD ha dejado un vacío en el panorama político mexicano, y algunos se preguntan si esto podría abrir la puerta a una mayor consolidación de una opción socialdemócrata en el país. La socialdemocracia, como una corriente política que busca combinar los principios de la democracia y la justicia social, ha tenido una presencia limitada en México. Aunque el PRD permitió la identificación de corrientes socialdemócratas en el país, la percepción de la moderación aún es vista por muchos como "tibieza".

La vocación política de los mexicanos todavía se encuentra anclada en maneras autocráticas, tanto de derecha como de izquierda. Esto ha dificultado la consolidación de una socialdemocracia fuerte en México. Sin embargo, es importante destacar que el panorama político es dinámico y está sujeto a cambios. A medida que la sociedad evoluciona y se transforma, las preferencias políticas también pueden cambiar. Es posible que en el futuro, México se perfile hacia una mayor aceptación y adopción de principios socialdemócratas, pero esto dependerá de múltiples factores, incluyendo la evolución de la sociedad y la capacidad de los partidos políticos para articular y promover propuestas socialdemócratas convincentes.

El tránsito del partido único al tripartidismo.

Existe la posibilidad de que México, en un futuro cercano, pueda evolucionar hacia un sistema tripartidista que permita organizar a las izquierdas, las derechas y los partidos moderados socialdemócratas en tres organizaciones solamente. Actualmente, el sistema político mexicano se caracteriza por la presencia de múltiples partidos políticos con diferentes ideologías y enfoques. Sin embargo, la fragmentación política ha sido un desafío para la gobernabilidad y la estabilidad política del país.

La consolidación de un sistema tripartidista podría ayudar a simplificar el panorama político y promover una mayor cohesión y articulación de propuestas políticas. Esto permitiría una mejor organización de las fuerzas de izquierda, derecha y moderadas, facilitando el debate y la toma de decisiones. Sin embargo, la transición hacia un sistema tripartidista requeriría cambios significativos en el marco legal y en la cultura política del país. No se descarta la elaboración de una nueva Carta Magna, idea promovida ya desde el surgimiento del PRD y hoy vuelta a poner sobre la mesa por Andrés Manuel López Obrador. Además, sería necesario que los partidos políticos logren establecer alianzas y coaliciones sólidas, capaces de atraer a un amplio espectro de votantes. De alguna manera la alianza conformada recientemente por PRI, PAN y PRD para oponerse a MORENA podría pensarse en esta línea, aun cuando para el PRD en concreto supone más bien una tabla de salvación. No solo eso, sería necesario proponer un cambio radical en la forma de gobierno para transitar a uno semi parlamentario que, ya se ve, podría ser más ajustado a la vocación mexicana.

Según mis proyecciones y análisis, preví y preveo todavía que la izquierda morenista podrá ganar las elecciones presidenciales nuevamente en 2024. Sin embargo, estimo que la izquierda morenista no obtendrá una mayoría en el congreso, el cual quedará dividido como en sexenios anteriores. Esto por el desencanto causado por la llamada Cuarta Transformación de un partido que se erigió en la "esperanza de México" y no ha sido tal por sus torpes decisiones, el nulo combate a la corrupción y la demagogia que le caracteriza.

Este escenario plantea desafíos para la gobernabilidad y la implementación de políticas, ya que la falta de una mayoría legislativa dificulta la aprobación de reformas y la toma de decisiones. El Congreso dividido puede llevar a un mayor debate y confrontación política, lo que podría obstaculizar el avance de la agenda legislativa propuesta por el presidente y su partido. En este contexto, se requerirá una mayor capacidad de negociación y diálogo político para lograr consensos y avanzar en la implementación de políticas públicas. Y para que ello ocurra el candidato de izquierda con la mayor capacidad negociadora y visión de estadista podría hallarse entre personajes como Marcelo Ebrard Casaubon o Ricardo Monreal. Mientras, por el lado opositor, parecería que los únicos con semejante perfil podrían ser Xóchitl Gálvez, José Ángel Gurría o Santiago Creel, si no sale por ahí un ciudadano sin tanta fama pero mayor sensibilidad política.

El ir y venir de las tendencias

Considerando el comportamiento pendular del sistema político mexicano, es difícil realizar un pronóstico preciso sobre qué fuerza política podría acceder al poder presidencial en 2030. El sistema político mexicano ha sido caracterizado por cambios de gobierno y alternancia entre diferentes fuerzas políticas a lo largo de su historia. Estos cambios han sido impulsados por diversos factores, como la insatisfacción ciudadana, los resultados de las elecciones y los cambios en el contexto político y social.

Sin embargo, basándonos en la historia política de México y el comportamiento pendular del sistema, es posible aventurar que podría haber un cambio de fuerza política en el poder presidencial en 2030. Dada la polarización y la volatilidad política en el país, podríamos anticipar que podría haber un regreso de la derecha al poder, o incluso el surgimiento de nuevas fuerzas políticas que actualmente no están en el centro del debate.

Es importante tener en cuenta que los pronósticos políticos siempre son inciertos y están sujetos a múltiples variables. El comportamiento pendular del sistema político mexicano es solo una de las muchas variables que pueden influir en el resultado de las elecciones y en el acceso al poder presidencial en 2030. Otros factores, como la economía, el desempeño de los gobiernos y las preferencias electorales de la ciudadanía, también desempeñarán un papel importante en la configuración del panorama político futuro.

El sistema político mexicano ha experimentado cambios de gobierno y alternancia política a lo largo de su historia, lo que refuerza la idea de un comportamiento pendular. Un ejemplo destacado es el periodo conocido como la "docena trágica" en 1913, cuando Victoriano Huerta dio un golpe de Estado y derrocó al presidente Francisco I. Madero, quien representaba la vía democrática y reformista [5].

Otro ejemplo importante es el periodo de 2000 a 2012, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) rompió con la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y gobernó el país. Durante este periodo, Vicente Fox y Felipe Calderón, ambos del PAN, ocuparon la presidencia de México. Este cambio de gobierno representó un giro significativo en la historia política del país y demostró la posibilidad de alternancia política.

Además, en los últimos años, la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento Morena ha sido otro ejemplo de cambio político y alternancia en el sistema mexicano. López Obrador, quien fundó Morena después de abandonar el PRD, ha sido un actor central en la escena política mexicana y ha propuesto una agenda de transformación que ha sido respaldada por amplios sectores de la población.

Estos ejemplos ilustran cómo el sistema político mexicano ha experimentado cambios y alternancias a lo largo del tiempo, reflejando el comportamiento pendular y la capacidad de adaptación del sistema político a las demandas y preferencias de la sociedad.

Movimiento Ciudadano, ¿esquirol o la nueva versión del PRD?

El partido Movimiento Ciudadano ha emergido como una fuerza política relevante en México en los últimos años. En las elecciones de 2024, se espera que Movimiento Ciudadano desempeñe un papel importante como una de las opciones para los votantes que buscan una alternativa a los partidos tradicionales.

El partido ha ganado presencia y apoyo en distintas entidades del país, destacando en estados como Jalisco y Nuevo León. Su mensaje de lucha contra la corrupción y de impulsar una agenda progresista ha resonado en algunos sectores de la población, lo que le ha permitido obtener escaños en el Congreso y en gobiernos locales.

Sin embargo, es importante señalar que el escenario político puede cambiar en los próximos años, y el papel de Movimiento Ciudadano en las elecciones de 2024 dependerá de diversos factores, como la coyuntura política, la estrategia del partido y la respuesta de los electores ante sus propuestas.

Hasta hoy, salvo en raras ocasiones, Movimiento Ciudadano (MC) ha apostado por ir solo en las elecciones y mostrar una cara socialdemócrata moderada más próxima a los principios que dieron origen al PRD. Por lo cual no sería difícil que, en caso de desaparecer este, muchos de sus simpatizantes y militantes derivaran a engrosar las filas de MC. De tal forma, una nueva metamorfosis del PRI podría llevarlo a escindirse de nuevo en dos vías. Una conduciría a la derecha priyista a sumarse al PAN, mientras la restante más centralista encontraría acomodo en MC. La desintegración del PRI, entonces, sí se ve cercana, pero no por los motivos que guiaban a la izquierda que encausó a PRD y MORENA, sino por razones más pragmáticas e instrumentales. Entonces, podemos empezar a decir que PRI y PRD ya son historia.

En conclusión, el PRD ha cumplido su misión histórica de aglutinar a las diversas izquierdas en México, permitiendo la identificación de corrientes socialdemócratas en el país. Sin embargo, la posibilidad de que México se encamine hacia una socialdemocracia como modelo político definitivo aún enfrenta desafíos y obstáculos, como la resistencia a la moderación y la percepción de esta como "tibieza" por parte de algunos sectores de la sociedad.

En cuanto a la configuración del sistema político mexicano, la posibilidad de un sistema tripartidista que organice a las izquierdas, las derechas y los partidos moderados socialdemócratas en tres organizaciones solamente es una idea interesante, pero su viabilidad dependerá de diversos factores y dinámicas políticas, incluso decisiones legislativas.

Con respecto a los pronósticos sobre las elecciones futuras y el acceso al poder presidencial en 2030, es importante reconocer que los resultados electorales y las preferencias políticas son difíciles de predecir con certeza. No obstante, los datos registrados y el comportamiento pendular del sistema político mexicano permiten vislumbrar el panorama político del país.


Referencias

  • TORRES-RUIZ, René. (2021). "Historia del PRD, surgimiento, desarrollo y decadencia de un partido de izquierda". Revista Mexicana de Estudios Electorales, volumen 5, número 26, segundo semestre de 2021 (julio-diciembre). Recuperado desde https://www.researchgate.net/publication/353299359_Historia_del_PRD_surgimiento_desarrollo_y_decadencia_de_un_partido_de_izquierda el 1 de julio de 2023.
  • BROOKS, Darío (2021). "Las decenas de políticos que han sido asesinados en México durante la campaña de la elección intermedia" - BBC News Mundo (20 de mayo 2021). Recuperado: 1 July 2023, desde https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-57166582.
  • POLEMÓN. 2023. “PRD En El Hoyo Y a Punto de Perder Su Registro.” Polemón. Polemón. July 2023. https://polemon.mx/prd-en-el-hoyo-y-a-punto-de-perder-su-registro/.‌