Cuando la gramática perdió valor o la desunión de los opuestos. Un discurso nunca pronunciado.


Lectoras y lectores, amigas y amigos, seguidoras y seguidores de estos Indicios Metropolitanos que tienen a bien justipreciar las palabras y los enunciados que aquí vierto con amor a mi oficio de escritor y a la lengua que me sostiene:

SI BIEN EN PERIODISMO la objetividad es discutible, casi tanto como la neutralidad, por aquello de la intervención que sobre la narración de un hecho imprimen el periodista o el medio para el cual trabaja, ya desde el punto de vista elegido para la descripción o el argumento empleado para la explicación, es aún más cierto que en Lingüística el valor del signo depende del significante y nunca al revés, y que el referente es la piedra de toque mediante la cual el triunvirato consigue la cabal comprensión.

Leo una nota en el diario El Financiero cuyo titular dice de manera errada: "Estos son los requisitos que pedirá EU para las y los viajeros que ingresen al país".

¿Cuál es el error en esta nota, ya desde su encabezamiento? Muy aparte de abreviar equivocadamente el nombre de Estados Unidos, debiendo decir EE.UU., pues el estúpido e insistente, machacón afán por insertar un discurso "políticamente correcto" más producto de la imbecilidad de la lucha de géneros y, por ello, incidir obtusamente en la innecesaria redundancia gramatical la cual también requiere de ser empleada con algo de virtuosismo, cuando viene a efecto.

Que lo hagan los estúpidos políticos ya resulta chocante como para que además incurran en ello los colegas periodistas que se supone conocen y dominan el lenguaje.

Basta decir "los viajeros", que el artículo "los" en el doblete, aunque masculino, en su semántica contextual se hace neutro y abarca a todos los géneros y siglas estúpidas que quieran incluir del impronunciable LGTTTBIQ o como sea. Ahora, he dicho, "semántica contextual" porque el contexto es relevante y la concordancia gramatical indica que el adjetivo vuelto sustantivo por el uso del artículo determinado (en el ejemplo no decimos "las mujeres viajeras", sino se apocopa a "las viajeras") ha de adoptar el género del artículo que le precede. Así que, ¡oh, sorpresa!, al colocar en segundo lugar a "los", las mujeres (independientemente de si pertenecen a alguna de las siglas mencionadas o son francas) han quedado de nuevo excluidas por la concordancia. Igual pasaría viceversa, si se dijera "los y las viajeras". Sería incorrecto decir "los y las viajeros" o "las y los viajeras". Entonces, la estupidez queda en evidencia. Así sucede también cuando, como vemos en los anuncios del INE para el actual periodo electoral hacia los comicios en México, en julio de 2021, se destaca que "todas y todos votamos", cuando el pronombre indefinido, repito, indefinido, "todos", por su indefinición ya incluye a todos los géneros, y digo todos por "respeto y corrección política" (valga la ironía al propósito), porque al cabo solo hay dos géneros independientemente de las variantes que en identificación hagan los individuos; hay masculino y femenino y sanseacabó, así se hable de una lesbiana o de un lesbiano (que en estricto sentido no aplica a un varón a menos que sea oriundo de la isla Lesbos). "Esto ocurre" —explicaba ya en 2007 el catedrático de la Lengua José Antonio Martínez en la revista Pensamiento Crítico— "porque la concordancia –como procedimiento formal de integración de la información léxica– es sistemática e implacable, y una vez desencadenada, ya no se puede hacer otra cosa que tirarse en marcha e interrumpir el discurso, incurriendo en lo que se conoce con el feo nombre de anacoluto". Para "los y las" que no quieran remitirse al diccionario por pereza intelectual, se llama anacoluto a la inconsistencia en la construcción del discurso, y eso es lo que estamos atestiguando ya todos los días.

Pero, ¿qué no se dan cuenta todos esos que defienden semejante aberración lingüística que, en la búsqueda de incluir e integrar a los grupos, para formar identidad de pertenencia, a la vez promueven la exclusión, la discriminación endógena? ¡Sí!, la que reza y espeta a la cara del otro "soy esto y a mucha honra y hazle como quieras", olvidando que quien se yergue digno es tan persona como quien lo mira o ataja o señala, con o sin razón, justa o injustamente.

En vez de unirnos más como especie, en la "defensa de los derechos" estamos consiguiendo dividirnos más y más, vernos como extraños en vez de como iguales.

Que conste que no estoy en contra de la defensa de los derechos, del esfuerzo que ha costado conseguir y hacer conciencia, y que estoy claro que aun falta camino por andar al respecto; pero, cada día me convenzo más de que el camino que creíamos adecuado, correcto, ha sido el fallido, lleno de recovecos, meandros, grietas, circunvoluciones, divergencias, perversiones que desvían de lo que tenemos como objetivo: ser mejores seres humanos.

Si antes nos veíamos con desprecio acusando raza, clase social, hoy a esas categorías hemos sumado más clasificaciones y, si por un lado significa la aceptación de la diversidad, por otro lado significa la exultación de lo distinto no para comprender lo que nos equipara, sino para establecer fronteras más sutiles y próximas y peyorativas y egoístas de las ya existentes entre países, sistemas, ideologías.

El discurso de género es una mini ideología que busca asentar mini idiosincrasias. Tras la caída del Muro de Berlín, ¿creímos habernos liberado de la taxonomía provista y promovida por el Estado? ¡Sorpresa! Ni fue así y, al contrario, llevados por el rencor, el miedo y el afán reivindicatorio hemos prohijado una nueva Torre de Babel y una taxonomía más especializada, reduccionista y maniquea. Un discurso de odio disfrazado de tolerante comprensión y asimilación, plagado de eufemismos disfrazados de enunciados sensibles aunque tan segregacionistas como lo mismo que pretenden descontinuar.

Así como en la música, por ejemplo, a la cultura del bolero se opuso la contracultura del rock, a la cultura del machismo  grotesco se ha opuesto la contracultura del feminismo a ultranza y, ya se sabe lo que ocurre con todas los movimientos de contracultura: tarde o temprano el sistema los absorbe, adopta y adapta, no para aplastarlos, sino para insuflarlos hasta el paroxismo y luego, con carácter dominante, imbricarlos como parte de la política misma, consiguiendo que los miembros se ostenten como "triunfadores" frente al sistema, cuando en realidad han sido sumados al mismo, como una pieza más del engranaje que lo hace funcionar sin que ello signifique una suerte de ramplón o retorcido conspiracionismo. Al bolero le siguió el rock, le siguió la salsa, le siguió la banda y así, como una paráfrasis del poema de Gertrude Stein que reza que una rosa es una rosa es una rosa. Y la traigo a cuento porque Gertrude Stein (1874-1946) era, nos recuerda el articulista andaluz Carlos Manuel López:

[...] feminista y lesbiana y además una ferviente trabajadora del lenguaje literario; y, en este sentido, su caso es comparable al de Teresa de Jesús: habitante, hacía siglos, del mismo distrito infernal.

[...] Al igual que la monja abulense, Miss Stein, fundadora de lengua,  practicó una libertad  perfecta a la hora de escribir. Inventó una nueva forma de concebir la frase, una nueva forma de puntuación radicalmente distinta y libérrima con el objetivo de romper las numerosas  barreras inútiles de la sintaxis, y, por añadidura, lograr la nitidez y la exactitud expresivas.

[...] El pensamiento helicoidal característico de Gertrude Stein avanza mediante estructuras deliberadamente  reiterativas  para obtener un preciso reflejo de la realidad, la existente y la inexistente: cuando la realidad se transmuta en ultima ratio regis. Ella deseaba plasmar la cadencia del mundo visible, mientras vivía atormentada por el problema de lo externo y lo interno.

[...] La teoría literaria de Gertrude Stein gira reincidentemente alrededor de la pasión intelectual por la exactitud, y esto la asemeja a Santa Teresa, que se esforzaba en transmitir, con el mayor rigor posible, la inefabilidad de sus experiencias místicas. [LOPEZ, op.ref.].

La gramática, aunque sujeta a la evolución dinámica del habla en su funcionalidad semántica, en cambio en su estructura sintáctica da coherencia que mira más allá de esa evolución, busca y procura la exactitud. Ello no la hace inamovible, pero da certitud sobre lo dicho y lo por decir. Toda esa sabiduría milenaria está sintetizada en los artículos neutros, los artículos y pronombres indeterminados capaces de referirse al ser y no a su accidente, pues el género es eso, un accidente y nada más. Podrá alegarse que el recurso retórico de añadir esa "precisión" políticamente correcta abona al desarrollo de una estilística contemporánea de una política inclusiva; pero, hace justo lo contrario al extraer del indeterminado "los" el femenino "las". ¿No sería en ese caso más preciso, siguiendo el estilo de Gertrude Stein, decir: "Estos son los requisitos que pedirá EE.UU. a quienes viajen a su territorio". ¿Están o no están todos y todas incluidos e incluidas, valga la redundancia?

Valga también traer a cuento la recomendación del citado académico de la Lengua en relación del uso de semejante doblete referencial característico en la oratoria de más rancio cuño [ibid.]:

Esta fórmula –que prolonga el señoras y señores de siempre– se ha generalizado en los actos de palabra públicos y formales: mítines políticos, solemnes alocuciones, aperturas de curso…, hasta el punto de que no seguir esta convención verbal sería hoy ya casi una grosería. El doblete puede resultar elegante, pero siempre que no sobrepase los límites del vocativo. Porque, cuando entra en las normales funciones sintácticas del enunciado, puede amargarle la elocución al más temerario de los oradores, y también meter al auditorio en una situación de nerviosismo incontrolable [...].

Se alegará nuevamente que el ejemplo empleado para este ensayo crítico no sobrepasa los límites del vocativo sumando doblete tras doblete como suele hacerse en los saludos de preámbulo oratorios, cierto; no obstante, el que se haga ya tan usual en todos los políticos, en todos los actos con cualquier pretexto y ya no nada más en los ámbitos políticos raya en los límites del vocativo por extensión cotidiana por vía de los medios masivos de comunicación, las redes sociales, los servicios de mensajería digital convertidos en modernos templetes. Así, y para terminar, aun cuando la "corrección política" oratoria, discursiva apunta a un noble fin, yerra en su consecuencia. Verdad, errar es humano, dobletear es cortés y no quita lo valiente; pero, abusar del tropiezo tantas veces y a propósito con la misma piedra ya es cosa de imbéciles.

"Sanitizar" no existe

HACE RUIDO leer aquí y por allá que se empleen palabras que no existen como son "sanitizar" o "sanitización", anglicismos chabacanos que se han venido a poner "de moda" a raíz de la pandemia, cuando lo correcto (por ahora) es el uso de las palabras respectivas y más exactas en español como son desinfección o limpieza o higienización.

Lo mismo aplica para otras palabras, verbos como "potencializar", "movilizar" (esta última ya registrada en el diccionario de la RAE).

El sufijo "-izar", muy común en inglés, es necesario en lenguas romances solo en casos donde no hay derivación etimológica de sustantivo a verbo mediante los sufijos "-ar", "-er", "-ir".

Claro que la lengua es dinámica y quizás en un futuro las palabras puedan ser incluidas en el diccionario como resultado del "mal uso" y la frecuencia respectiva, lo que no significa su triunfo por bondad sino por ignorancia compartida. Pero, si amamos nuestra lengua y presumimos de conocerla tanto que hasta podemos abrazar un bilingüismo (una falacia, primero hay que dominar la lengua materna, de lo contrario la mezcla redunda en esperpentos lingüísticos), lo mejor que podemos hacer es poner el ejemplo a las nuevas generaciones, usando con la mayor propiedad posible el idioma que llevamos en nuestra sangre. Si podemos evitar un mal uso, hagámoslo, por bien de las palabras ya existentes y hasta más bellas, eufónicas, claras y precisas en su voz.

Personalmente, no han faltado quienes me han conminado a armar o promover cursos de redacción, por ejemplo. Lo hice un tiempo y terminé declinando, porque a la gente hispanohablante no le importa mejorar su dicho ni su escritura, ya no digamos tener cuidado con la ortografía o la pronunciación, confiada de que "domina" su idioma materno. Y los extranjeros tienen más interés en aprender a hablar lo fundamental para cerrar negocios. Así, he preferido, me he "conformado" con hacer mi labor desde mi blog y las redes sociales, no sin que ello a veces me suponga ataques, descalificaciones de todo tipo.

Mi esperanza es que este mensaje pueda generar conciencia, reflexión, mayor interés por la lectura crítica y comprensiva, y más respeto hacia algo que nos constituye como hispanohablantes, que ha dado fuerza, penetración y alcance extraordinarios a nuestra cultura frente a otras (el español es la segunda lengua más hablada detrás del chino, por población, y la segunda lengua más socorrida detrás del inglés en una perspectiva pragmática) y, por qué no, como orgullosos egresados de escuelas que, creo, quiero pensar, confiaron haber hecho de nosotros personas de bien, con conocimientos sólidos, con capacidad de influir positiva y críticamente en nuestra sociedad.



Qué sigue al 2020 (primera de varias partes)



ESTÁ POR TERMINAR 2020, un año para muchos aciago, trágico, ominoso, inolvidable, sin embargo pletórico de indicios sorprendentes, esperanzadores, preocupantes, inspiradores; un año provocador de angustias y aun así apasionante en las posibilidades a que orilla. Mucho podemos decir, difícil sintetizarlo. Aun así valga el esfuerzo para acomodar algunos indicios dignos de resaltar, para dejar memoria sucinta en un conjunto de varios artículos al efecto, así sea en calidad de balazos buscapiés.

En un México austero...

  • Como si se tratara de un trabalenguas, en México, el presidente de la transformación se quiere despresidencialitransformar, quien logre despresidencialitransformarlo un gran opositor será.

En 2020, el peso mexicano parece fortalecido con una cotización de poco más de veinte pesos por dólar.
Seguramente el gobierno actual encabezado por Andrés Manuel López Obrador se parará el cuello, alegando un logro económico, olvidando que fue en el período del presidente Ernesto Zedillo cuando se determinó que el valor de nuestra moneda fuera "volátil", "flotante", ajustado a los vaivenes del mercado monetario en vez de a decisiones concretas del gobernante en turno y su gabinete económico. Por supuesto que no faltarán los que digan que tales decisiones inciden directa o indirectamente al propiciar la inversión o al restarle estímulos.
Igual sucedió, en un esquema diferente, para los precios de los combustibles, cuando se decidió "liberarlos" en 2016; liberación que fue disfrazada desde el momento cuando los gobiernos mexicanos, incluido el actual, continuaron ejerciendo el control discrecional por medio de la imposición del discutible Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) que no es más que una de tantas marrulleras formas de cobrar impuestos sobre impuestos a los productos y servicios sobre la idea de estar basados en derivados del petróleo, por lo que los argumentos acerca de los "gasolinazos" nunca han tenido un verdadero sustento económico cuando sí ideológico, útil solamente como recurso engañabobos para soliviantar a resentidos e ignorantes. Es decir, por causa de la liberación de precios, no existen los gasolinazos en tanto decisiones de gobierno; pero, siguen habiéndolos por fórmula fiscal que debemos agradecer año con año a los legisladores más preocupados por justificar su estancia en la curul que ocupan, en vez de verdaderamente representar a sus votantes.
Y, digámoslo con todas sus letras: esa falacia de que los mexicanos "no pagan impuestos" se cae apenas uno mira lo que compone a los precios.
Ricos o pobres pagamos porque no queda de otra y más bien habremos de leer de ahora en adelante que, en la frase, el verbo "pagar" debería ser sustituido, leído, intepretado como "declarar". Al hacerlo, nos daríamos cuenta de que esos a los cuales la opinión pública mira con recelo, esos millonarios, sea de manera chueca o derecha, con o sin subcontratación (outsourcing) sí declaran sus impuestos, mientras que millones de adinerados informales no lo hacen al amparo de quienes, funcionarios públicos coludidos, otorgan permisos con singular alegría, como si tóxicos dulces de regaliz.
La gráfica que acompaña a estas líneas, con base en información obtenida mediante el portal Investing.com es un retrato del comportamiento histórico del peso a lo largo de los dos años del actual gobierno y los seis del anterior, encabezado por Enrique Peña Nieto.
De la gráfica se desprende que, en ese período comprendido por dos presidencias, el peso mexicano llegó a tener un valor máximo histórico de casi veintiséis pesos por dólar en abril de 2020, contra un mínimo histórico de casi doce pesos por dólar en mayo de 2013.
Muchos se preguntan cómo y por qué puede ser esto. Ya en noviembre de este año, el consultor financiero y columnista del diario Milenio, Manuel Somoza, explicaba:
Las dos causas fundamentales que explican el valor de nuestra moneda son: en lo externo, la debilidad o fortaleza del dólar, y en lo interno, el equilibrio o desequilibrio de las finanzas públicas. Desde principios de mayo el dólar se debilitó respecto al resto de las monedas del mundo, por ejemplo, contra el euro se ha devaluado alrededor de 7%, y 18% contra el peso; los motivos son la baja tasa de interés puesta por la Reserva Federal y la enorme emisión de dólares que hizo, ambas medidas para apoyar la actividad económica; amén [sic.] de una perspectiva donde las tasas en nivel cero pueden permanecer un par de años más y tal vez mantenga vigente la expansión monetaria al menos otros seis meses. 
Los datos podrían hacer pensar que el gobierno de Peña mostró un mejor comportamiento del peso, pero en realidad fue el comienzo de una devaluación progresiva ocasionada por múltiples factores, entre ellos el "apego" al dólar estadounidense, que a la fecha asciende a alrededor del 54%. Es decir, que en lo que va de dos gobiernos juntos, el peso perdió frente al dólar el 54% de su valor monetario de intercambio, lo que, a pesar de las campanas al vuelo de los opositores de AMLO y de los reconcomios de sus simpatizantes; a pesar de las vanaglorias del gobierno en turno y los reclamos de los "reaccionarios", lo que refleja el valor del peso es lo que en síntesis afirmó Manuel Somoza: "tenemos un peso fortalecido frente al dólar, pero una economía que no genera oportunidades ni riqueza" por hallarse, a querer o no, estancada siendo el dato, además, indicio de la despomposición generalizada de la economía mundial puesta en tirantez por el enfrentamiento de las estrategias expansionistas chinas contrastadas con las medidas proteccionistas estadounidenses.

Como anillo al dedo

  • Si el anillo aprieta, ponle jabón o salivita al menos, así y con el tiempo marcará al dedillo, o la punta le pondrá bien prieta.

El pico de caída mayor se registró justo a mediados de la primera etapa pandémica. Muchos achacarán entonces a Peña el decaimiento de nuestra moneda y excusarán al actual bajo el argumento de la pandemia y la recesión económica mundial, así como aplaudirán que el peso mexicano recuperara terreno justo entre abril y mayo de este año, a la sombra de noticias como la declaración presidencial "Hemos podido domar a la pandemia", "México supera los seis mil muertos por Covid estimados por López-Gatell el 4 de mayo" y la ingenua o conservadora proyección de que hasta treinta mil personas podrían morir en México, cuando ahora nos pesa la cifra de casi ciento catorce mil fallecimientos atribuibles al SARS-Covid-19.

Muertes globales al 14 de diciembre de 2020.
Fuente: Johns Hopkins Universiti of Medicine. Coronavirus Resource Center

Ya en agosto, los especialistas como Alfonso García Araneda, articulista de El Financiero, apuntaban, advertían y distinguían: "Todos saben que la fortaleza de una moneda es consecuencia de la fortaleza de su economía"; pero, en este caso queda claro, "la recuperación temporal del peso es consecuencia de la debilidad del dólar, por lo que estos niveles son para tomar coberturas".
Estas coberturas son las que ni siquiera fueron contempladas realmente en el paquete económico del gobierno mexicano para el 2021, elaborado con un inopinado optimismo, subestimando los gastos y sobreestimando los ingresos, pasándose por el arco del triunfo las proyecciones internacionales y planteando una suerte de sueño guajiro anclado en escasos 5 proyectos de obra pública e infrastructura que van a contrapelo de lo necesario y de las expectativas mundiales, como si de ellos dependiera la vida o la muerte de una nación encerrada en su crisálida, como ya decía yo en un viejo artículo; una refinería (en tiempos que son la marca del final de la Era del Petróleo); un tren maya que recuerda al circuito ferroviario del parque de Chapultepec, pero en grande, sin una prístina utilidad sobre su verdadero fin fuera del argumento turístico; otro tren transístmico, pesadilla porfiriana, remedo de canal panameño; un aeropuerto extraído de la Isla de la Fantasía; y una cobertura nacional de la internet en un país donde Telmex, como si fuera CONAGUA, OAPAS, CFE y similares, marca la pauta, sostiene la infraestructura y a la menor deuda restringe el suministro, reduciendo la velocidad del fluido a pesar de circular por banda ancha de la conexión, cortando así el servicio total o parcialmente (lo que no se considera aun como un condicionamiento y limitación de un derecho humano, que lo es: el de estar cabalmente comunicado). Ya ni hablar de lo que se avecina con la 5G.
Faltaría añadir un sexto proyecto, el de la Banca del Bienestar; pero, digamos que ese camina transversalmente a los otros, cruzando la idea de allegar la institución bancaria hasta el último rincón del último hormiguero.
Así, en un México marcado por una política de austeridad, forzado por la circunstancia pandémica y recesiva mundial a mantenerse austero, con un presidente que considera azas justo tener un par de suelas (a saber en qué condiciones) y nada más, que lo otro es pecar de vanidad; así, decía, resulta que lo que sigue al 2020 no se antoja nada halagüeño y, sin embargo... (continuará)