Comunicación entre líneas

(Texto originalmente publicado en mi blog VETA Literaria con el título "Fundición")

Tengo tanto por decir, mas no sé cuánto podré decir... Son tantas ideas y tan pocas palabras; tantos los significados y tan pocos los sentidos... La interpretación, pues, se reduce a los límites expresivos.

Entre más ideas, menos expresiones. Entre más expresiones, menos ideas.

Dice el dicho y no sé si dice bien o hasta dónde bendice: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno". Veamos y pongamos a examen su certeza.

Léanse los siguientes enunciados:
¡Hola!¡Hola, Carmen!¡Hola, Carmen! ¡Cuánto sin vernos!¡Hola, Carmen! ¡Cuánto tiempo sin vernos!¡Hola, Carmen, amiga! ¡Cuánto tiempo teníamos sin vernos!

Desde la primaria, tal vez.¡Hola, amiga! Desde la primaria no nos veíamos.

No se requiere un examen concienzudo de estos enunciados para percatarse que el problema básico de la expresión no estriba en su brevedad o en la falta de ella, sino en la intencionalidad y la intensionalidad del mensaje; sin olvidar su contexto.

Una sola palabra dice tanto y tan poco...

Y la suma de palabras tampoco es garantía suficiente de claridad y eficiencia comunicativas. Apenas los signos de puntuación ayudan mínimamente a la función del texto. Y es con mucho el contexto lo que provee de dirección y sentido al constructo surgido de la unión de moléculas conceptuales.

Esta misma explicación adolesce de excesos tanto como de omisiones, pues lo que se pone invariablemente a prueba en el fenómeno comunicativo, no es la habilidad de hablar o escribir (de expresar), y cuantimenod la de informar. Lo que en realidad se pone a prueba es la apertura o cerrazón, la flexibilidad del nexo entre expresión e información.

La intuición descansa, juguetea y se esconde entre líneas, entre palabras e incluso entre la insignificancia aparente de cada signo individual. Eso es lo que se pone a prueba cuando se emplea el lenguaje, en cualquiera de sus formas, para decir o callar el pensamiento o el sentir.

Lo probado es la razón...

Lo puesto en entredicho y a examen de conciencia es lo que un Yo indeclinable pretende con o contra un Tú diferenciado; o lo que deja de proponerse. Porque en el acto comunicativo está la decisión o la falta de ella. Se decide amar u odiar, o simplemente ignorar al ser semejante al Uno que toma la iniciativa de emitir su dicho o de atender el de otro.

Lo que se pone a prueba y evidencia y verifica es la humanidad del ser, la existencia de la persona humana, presente o ausente.

Al escribir esta disquisición me hallé presente ante mí. Siendo mismo. Mas, al leerme tú, ahora, me sabes ausente de algún modo corpóreo y sustancial y, sin embargo, estoy presente virtualmente por gracia de mi obra en expresión; por obra y gracia de mi invención.

Porque, al conjuntar estas ideas y las que las anteceden, me invento y creo una imagen esencial aunque vaga (o quizá vaga por esencial) de Mí. Ingreso en el terreno metafísico y me convierto en un fenómeno; el de la comunicación. Pero me vuelvo un fenómeno que se absorbe en sí mismo y se transforma en mí, mutándome, dándome doble valencia; pues al escribir me leo y al leer me describo.
Soy en este instante consumidor de líneas de palabras que, en un comienzo, alguien a quien llamo autor dejó en libertad sobre la superficie que ahora recorren mis ojos.

Lo que leo, no lo escribí yo sino otro y, sin embargo, por mencionarme, encuentro que mi ser está fundido al de otro. Sus palabras son ahora mías.

Ya no leo al autor...

Me escucho siguiendo un tren de ideas como provenientes de mí. Están en mi cabeza y es mi cabeza la que les da el sentido. Escribo con mis ojos y mi mente lo que el autor primario dejó volar hasta mí.
Este texto es ahora mío. La comunicación se ha producido.

La preocupación de otro ahora me pertenece. Puedo hacer con ella lo que me plazca: olvidarla, ampliarla, resolverla, difundirla y comunicarla a otros que, como yo, en su momento y espacio, repasaría mis propias construcciones ideológicas.

Entonces, como en el amor, dejaré de ser yo para ser otro, fundido ni más ni menos que tuyo, en una espiral continua y constante que va del silencio al estruendoso descubrimiento del Ser en mí.