SUMA DE NEGLIGENCIAS

junio 06, 2011 Santoñito Anacoreta 0 Comments

A veces me pregunto si la negligencia es un asunto relacionado con la moda, si su causa es la dejadez o la ineficacia, o si es un complejo de estupideces que llevan a un ser humano a convertirse en el más mezquino y deleznable de los obtusos. Pero pongamos entre Paréntesis el tema.

Viene a mi mente el recuerdo del día cuando murió mi madre y los diversos acontecimientos de entonces: tránsito imposible, manifestaciones de sindicatos y organizaciones no gubernamentales y en pro de determinados derechos, corrupción policial, desidia de ciertos paramédicos en contraste con la dedicación de otros, maltrato y ninguneo de personal del IMSS, peatones y conductores cruzando del modo y por las vías más indebidas. En fin, caos. Como  suele vivirse en ciudades como la del Distrito Federal, independientemente de quién la gobierne. Mi madre estaba destinada, tal vez, a que ese fuera su último día, pero no había necesidad de que padeciera un viacrucis de dolor por nueve horas continuas. Casos similares ocurren desafortunadamente todos los días y mientras unos culpan a otros y nunca o de manera eventual se resuelve el hecho, por lo general tapando el ojo al macho con una manita de gato, una embarrada de mano o resarciendo el daño con metálico contante y sonante "pa´que no se diga"; mientras eso sucede, decía, el dolor causado por el egoísmo de cada cual cala y cala y cala hasta que la cuerda de la paciencia revienta.

El mexicano es un ciudadano, un gobernado noble. Ahí donde nos vemos alebrestados y retobones, la verdad nos pasamos de mensos y dejados, de crédulos y hasta de inocentes. Lo que nos dice el sacerdote o la comadre o el profesor o mamá o el amigo nos lo tomamos con total seriedad o con irresponsable valemadrismo.

¿Y los legisladores? Bien, gracias
De nada sirve hacer leyes inaplicables, letra muerta que encierra buenas intenciones, si aún atendiendo a los reclamos sociales la misma ciudadanía incumple lo mismo que demandó en cierta ocasión. Ahí están tantos y tantos ciudadanos empleando el celular en los bancos a tiro de las cámaras de seguridad, portando sus cachuchas y sus lentes oscuros, tan aparentemente comunes como los delincuentes que vemos en las fotografías en los mismos bancos, sin mencionar a los conductores de automóviles (hombres tanto como mujeres, los mismo los jóvenes que los grandulones) pegados al celular reduciendo sus posibilidades de reacción al mínimo, toreando el peligro, muy seguros de su control y sus habilidades de choferes de Fórmula 1. Pero nos vale y ni reclamamos los demás que nos hallamos en el sitio, ni los empleados tienen los tompiates suficientes para exigir el respeto a un ordenamiento, ¡cómo, se vaya a molestar el cliente!, y con eso de que "el cliente siempre tiene la razón...". Y si algún cliente con consciencia llama la atención a otro, el primero queda como neurótico y el segundo como gran señor.

Otra, somos dados a escandalizarnos de los pecados de los otros sin reparar y hacer acto de contrición por los propios. Si es grave que haya pederastía entre las filas de los clérigos de cualquier religión, no lo es menos que la iglesia (feligreses y clero) hagan como que la virgen les habla y se pongan a chiflar mientras intentan lenta y ominosamente tragar el pinole de la complicidad; complicidad que incluso se da desde la casa, porque la violencia intrafamiliar no comienza con un golpe mal dado o un grito o una caricia depravada y seviciosa, ni se continúa morbosamente en los servicios periciales del ministerio público. Y esto, que lo sabe muy bien el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, por ser esa entidad la número uno a nivel latinoamericano en feminicidios y casos de violencia intrafamiliar, rebasando por mucho la historia ya de por sí negra de Ciudad Juárez, y que está sirviendo de tema central en la campaña política de Alejandro Encinas, candidato de la alianza izquierdista formada por los partidos PRD, Convergencia y Partido del Trabajo; esto, decía entre Paréntesis, es sencilla causa de vergüenza para cualquiera que la tenga.

México, una sumatoria de negligencias
Porque semejante omisión en la que caemos todos por comodidad, displicencia, negación y muchas otras causas que vemos repetidas hasta la locura en la casa, la escuela, el gobierno, la empresa nos convierte en una sociedad negligente; hipócritamente negligente, que si bien cuando urge y es necesario actúa con solidaridad, en el trato y desempeño cotidiano somos así: negligentes. ¡Y que no nos pongan la mano dura para que nos comportemos conforme a derecho porque nos ofendemos toditos!

Ahí tenemos un caso reciente de entre miles, a propósito del Estado de México, de lo que puede ocasionar la negligencia: la caída (anunciada) de un diz que puente peatonal sobre el Viaducto Bicentenario, con las consiguientes muertes y laceraciones a personas como tú o yo. Los vecinos de la zona llevan más de un año exigiendo a la empresa OHL y las autoridades de SAASCAEM, encargadas de la construcción de dicha vialidad tan polémica, que los puentes peatonales sean repuestos de manera puntual y adecuada, pero... Sólo un largo Paréntesis de silencio, detrás del cual, seguramente, nadie se hará responsable o, como en el sonado caso de la Guardería ABC en Hermosillo, Sonora, más tarde que pronto saltarán al banquillo de los acusados los típicos chivos expiatorios, mientras los dolientes vivirán con el corazón estrujado por la pérdida, ya no nada más de un ser querido o la integridad o la salud, sino de la justicia y la seguridad.

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