JUSTICIA DESCALABRADA

enero 25, 2013 Santoñito Anacoreta 0 Comments


La indignación nacional de los mexicanos tras la sentencia de la Suprema Corte de Justicia al liberar a Florence Cassez no es para menos.

Más allá de reflejar el sentir y la opinión pública, cartones de la prensa mexicana como los mostrados son una aguda síntesis y explicación del grave descalabro que sufrió la justicia mexicana y, lo peor, por su propia mano. Y no me refiero a la administración de la justicia solo, sino al conjunto de las instituciones que la hacen posible desde la básica etapa de su procuración hasta su ejecución: policías, ministerios públicos, juzgados y Suprema Corte, lo que significa la urgencia cada vez más acusada con que deben los legisladores actuar en consecuencia.

El mencionado descalabro a la justicia mexicana y las reacciones en México y Francia, las declaraciones de los familiares de la secuestradora así como de sus víctimas me hace pensar en la paródica aplicación entre paréntesis de las leyes... de Newton.

Primera Ley: De la Inercia...
El hoy ex presidente Felipe Calderón Hinojosa declaró en una entrevista al diario Milenio que, en México, la aplicación de la justicia debía hacerse con lo que se tenía, "así fueran piedras". Con ello destacaba el mandatario que, en la "guerra" contra la delincuencia organizada no había más que actuar sobre la base inercial de las instituciones, métodos, personal, recursos materiales y procedimientos con los que se contaba en el momento.
Habiendo sido hecha presa Florence Cassez durante el último año del sexenio de Vicente Fox Quezada, el proceso que se la siguió, a decir de la defensa y ahora sentenciado por los Ministros de la Suprema Corte, presentó tantas y tales deficiencias y vicios de forma y fondo (no ha sido caso único ni exclusivo) en su elaboración y ejecución, que afectaba los derechos humanos de la indiciada, razón por la cual era obligado ordenar su inmediata libertad, tal como ya ocurrió. Esto, no obstante, no significa en ningún momento que los Ministros se hubieran pronunciado ni por la inocencia ni por la culpabilidad de la presunta secuestradora identificada como miembro de la banda de los Zodiaco hoy purgando sentencia, en comparación con lo que sí hicieron en su momento los jueces que la sentenciaron a 60 años de cárcel. La inercia con que se recopilaron, organizaron y presentaron las variadas evidencias y testimonios que apuntaban a la culpabilidad de Cassez ocasiona hoy que la categoría de inocencia de víctimas y victimarios quede pendiendo del frágil hilo de la credibilidad.

Esa inercia sistémica, que se ha traducido por mucho tiempo en arbitrariedades y corrupción de diversa factura por parte de las autoridades relacionadas con la procuración y administración de justicia, no se explica sin la correspondiente complicidad jurídica del poder legislativo, toda vez que las leyes con las que se ven obligados a trabajar, a lidiar ya para la defensa o para la acusación en los tribunales tanto los representantes de las víctimas como de los victimarios, también obedecen a una inercia legislativa que se ha caracterizado por dedicarse a vestir la constitución y las leyes que de ella emanan con atuendos formados por parches como paréntesis adheridos con saliva que, ahora comprobamos, a la menor provocación dejan a la vista las miserias de nuestra justicia y el desbalance en la determinación de los derechos prevalecientes en el interés de nuestra sociedad.

De lo anterior se puede desprender el principio que explica la relatividad con que es interpretada la acción judicial en sus diversas etapas, incluso en aquellas para la que los medios justifican los fines y, viceversa, los fines justifican los medios; así como la relatividad con que son interpretados los derechos humanos al margen de la obvia diferencia humanista que debería distinguir al victimario de su víctima. También da elementos para tratar de entender la singular alegría con que las partes involucradas, gobiernos incluidos, tratan las conclusiones derivadas de sentencias y que, por ejemplo, la quejosa Cassez declare a la prensa francesa e internacional falacias tales como "siempre sostuve que era inocente", en un afán de desvirtuar los dichos de las víctimas sobre sus afectaciones, cuyo sufrimiento ahora, muy a pesar de la nueva Ley de Víctimas promulgada recientemente en México (sentando un precedente mundial), quede en calidad de perjurio. ¿Adónde conducirá la inercia? ¿Dónde topará la acelerada indignación popular?

Segunda Ley: De la Dinámica...
El presidente Enrique Peña Nieto empleó como slogan de campaña la idea de la necesidad de "mover a México". No cabe duda que la fuerza de la ley implica el impulso que la sociedad y el país necesitan para ponerse en movimiento, no nada más para la generación de riqueza, la erradicación de la pobreza extrema, el mejoramiento de la educación, el posicionamiento internacional de México como potencia en ciernes, y un largo etcétera encerrado en los cinco ejes de acción del gobierno que apenas comienza. La ley y la justicia que de ella emana es factor fundamental para el dinamismo de la economía, de la sociedad, de la política, de la democracia aquí y en China. Pero una ley muerta, una ley anquilosada, que no es actual o simplemente luce maquillada, tijereteada, pespunteada a las orillas de una Constitución remendada, poco puede aportar a la puesta en movimiento de una nación, sea la que sea.

El caso de Florence Cassez, con todo y la indignación que provoca en parte por la odiosa comparación con otros casos como el "michoacanazo", "Acteal", y tantos que podríamos enumerar, conlleva una gran virtud: la de haber expuesto como poco el endeble andamiaje legal que sostiene a nuestra Constitución en algunos puntuales aspectos, los huecos que los legisladores, en su mayor interés por pelear curules y presupuestos, han provocado cuando no por fuerza de omisión, por fuerza de necedad.

Tercera Ley: Acción-Reacción...
Esta es sencilla y simple de evidenciar, basta leer, ver, escuchar las reacciones producidas por las acciones judiciales, en este caso de hoy como siempre. ¿Hasta cuando tendremos a la justicia cobijada por el paréntesis de la impunidad, la hipocresía y el despotismo? Sí, dije despotismo, porque también es claro que, comparativamente, el poder judicial aún no ha hecho lo conducente para poner el debido orden a sus estructuras e incluso al ominoso modo de distribuir la riqueza entre sus filas. Ya bastante grosero resulta saber y comparar los emolumentos del actual gabinete como para recordar los niveles en que se mueven los señores y las señoras jueces.


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