Y sin embargo, se mueve

marzo 26, 2014 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Una amistad en Facebook afirma en su muro: "Los verdaderos amig@s siempre llegan a tiempo y los demás cuando tienen tiempo. !!"

A lo que respondo:

Noooo, pues si con semejantes argumentos se mide a la gente, pues ya me fregué para toda la vida y con toda la gente, al menos contigo, porque yo, que creo ser buen amigo jamás he tenido entre mis virtudes la puntualidad, vaya ¡ni para nacer! (mis padres y hermanas no me dejarán mentir). Eso sí, quien me busca, para bien o mal, siempre me encuentra.

El tiempo es (demostrado científicamente) cosa relativa como muchas otras, pero nos empeñamos en quererlo usar como la medida más determinante de la exactitud. Es, parece, el último bastión que nos queda para aferrarnos a una dignidad de lo que creemos netamente humano. ¡Qué estúpidos somos!

Primero dejamos la tierra plana y llamamos loco al que afirmara su redondez; luego dejamos de ser el centro del universo (sistema solar) y tachamos con el sambenito de hereje o nigromante al que demostrara lo contrario; después nos supimos emparentados con los primates y cínicos nos burlamos de todo lo que implicara el término evolución hasta que estalló la revolución de las clases y puso en tela de juicio la brutalidad humana; enseguida y más recientemente nuestro ego se atomizó por causa nuestras culpas por más que querramos soterrarlas en el subconsciente y aunque optemos por fincarlas en nuestros ancestros; casi a la vez se nos dijo eso, que el tiempo es relativo y de pronto nos dimos cuenta que casi todo en esta vida y la sociedad también lo es, pero los principios administrativos con que nos guiamos se aferran a contradecir los hechos porque "así funcionamos bien".

Más para acá que para allá, se nos advirtió que el fin de la historia estaba cerca y ocurrió y como no leímos o ni siquiera ojeamos a Fukuyama y malinterpretamos a Huntington en su observaciones sobre el choque de civilizaciones pues nos reímos, como nos espantamos en cambio (a querer o no) con el advenimiento de las fechas límite 2000, 21 de diciembre de 2012, y remitiéndonos a las profecías más abigarradas nos investimos de apologistas del final de los tiempos. Pero insisto, el tiempo es algo relativo y lo que no acabó para ti hoy, acabará en algún mañana.

El ser humano todavía transita su párvula edad, pero se cree como señalaba Dalí en broma surrealista: el non plus ultra. Como el artista, aun cuando pelea por la igualdad y la libertad propende a proclamarse monárquico en sus aspiraciones capitalistas e imperialista en sus pretensiones de solidaridad socialdemócrata, entre doloridos golpes de pecho exultados por una pederastia santificada por los medios.

En otra ocasión, otro amigo, de mucho más tiempo en mi vida, afirmó palabras más o menos aquí: estar ocupado no es lo mismo que ser productivo. ¿Será? Miro hacia arriba el tiempo, espacio y palabras y signos que he ocupado para escribir ¿o producir? estas líneas y, lejos de toda tentación keynesiana, tayloriana o fayoliana o mayoyiana (Elton Mayo) estoy claro que no supondrán en conjunto la equivalencia esperada de time = money para un sistema social como el nuestro, sin embargo, la productividad asociada está aquí, presente, como lo está en las ruinas piramidales en Giza o en las ruinas humanas de cientos de miserables pernoctando bajo los puentes de las grandes ciudades. Mis dedos son máquinas que avanzan a una velocidad de ¿cuántos caractéres por minuto? Mis ojos son máquinas que leen ¿cuántas palabras, cuántas imágenes por minuto? Mi mente, tan inasible, de manera misteriosa produce ¿cuántas ideas por minuto? Esas ideas, ¿valen dinero por lo que son o son por lo que pueden valer en dinero o simplemente son aun cuando no valgan ni un centavo a los ojos de quien hasta aquí ha llegado, pacientemente, para extraer alguna utilidad y beneficio de ellas?

Ensayar con las palabras es esto. Hablar aparentemente de todo y nada. Tomar un tema y desde él derivar las reflexiones capaces de construir un discurso que llegue (o no) a una conclusión específica. ¿La pregunta que sigue para terminar por ahora es? ¿Importa lo que yo colija? Si expongo mi corolario, no faltará quien me tache (ya ha sucedido más de una vez entre propios y extraños) de petulante engreído rollero que por mi manera de decir las cosas pretendo imponer mi razón. Si dejo el espacio abierto para que tú, amable lector, concluyas... ¿qué dirías sobre lo escrito? ¿Cuántas palabras, signos, tiempo emplearías en las empresas de pensar, organizar ideas, expresarlas en un medio como este? ¿Tu brevedad o largura serían efecto de tu capacidad o de tu incapacidad de síntesis o de análisis? 

Tiempo, medida, relatividad, evolución, ego, administración, ocio y negocio, sociedad, ser humano, productividad, fueron algunos conceptos literal o marginalmente tratados aquí a partir del dicho de una par de amistad o contactos tan comunes como tú o yo, tan poco o muy enterados en los autores mentados como tú o yo. ¿Sabios... como tú o yo? La palabra, sin embargo, se mueve.

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