Los chivos ciclistas de la política mexicana

febrero 07, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments

Patricia Elisa Durán Reveles, alcaldesa morenista (ex panista), y
Presidente Andrés Manuel López Obrador (ex priyista).
Foto: Mario Ruíz / Cuestión de Polémica

YA COMENZADAS las campañas electorales rumbo a los comicios de julio de este año, la mayoría de las encuestadoras han reflejado una fuerte tendencia en todo el país mostrando que MORENA podría de nuevo hacerse con la mayoría en el Congreso, aunque no le iría muy bien en algunas de las alcaldías ganadas en 2018. ¿Podría obtener una mayoría suficiente como para dar continuidad al desastre que ha significado hasta ahora la 4T o, por el contrario, sería el segundo aire para demostrar que su capacidad y curca de aprendizaje para gobernar es más acelerada y tersa de lo que ha podido verse?

Aun cuando al PAN, al acceder al poder máximo de la presidencia, le sucedió algo similar y México dio algunos tropezones pagando la novatada de la transición democrática, también es cierto que no le tocó bailar mal. Si a Ernesto Zedillo le tocó bailar con la fea dejada por Carlos Salinas, a Andrés Manuel López Obrador le tocó bailar con la fea, tarada y tullida de la fiesta, y como el pelotero no lleva buen ritmo, pues el danzón ha resultado un desastre, en medio de una pandemia y una recesión mundial que ni el más optimista puede descartar como elemento determinante de las decisiones afortunadas y desafortunadas de propios y ajenos.

La pelea de los partidos ahora está, y así lo han expresado sus dirigentes, en restarle mayoría en el Congreso al partido en el poder, para conseguir un mayor balance en las decisiones, listas o torpes, de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, los números no parecen apoyar esa idea si bien es pronto para hacer algún pronóstico determinante.

A ti, ¿ya te llamó Paty?

Esta mañana de domingo recibí una llamada en mi domicilio, una de tantas que en tiempos electorales suelen ocurrir por causa de las encuestadoras que, tomando datos de las telefónicas (¡qué bueno que no se venden las bases de datos!), han convertido en costumbre. Fue una llamada breve, grabada, automatizada, pero que implicó una preocupación, eso me quedó claro: tanto el partido MORENA como la alcaldesa naucalpense Patricia Elisa Durán Reveles están preocupados porque no figuran en los resultados hechos públicos desde mediados del año pasado por encuestadoras como TResearch, Mitofksy, Berumen y otros.


En las mediciones de estas empresas estadísticas e incluso en las elaboradas por la Asociación Nacional de Alcaldes (ANAC A.C.) alcaldes como Patricia Elisa Durán Reveles prácticamente aparecen reprobados por la ciudadanía, ocupando los lugares más bajos de la evaluación o apenas a escasos lugares por debajo de la mediana. Aun cuando tienen excusa en la pandemia y la recesión, sus desempeños han sido magros. No han bastado las ganas, el entusiasmo, el carisma, la belleza, la simpatía o los contactos.

Los alcaldes mejor evaluados en abril de 2020.
Fuente: Página Facebook de ANAC A.C.

La esperpéntica y casi desesperada alianza entre PRI-PAN-PRD no ha mostrado cambio alguno en las tendencias y, al contrario, parece reforzarlas salvo en algunos casos excepcionales como es Naucalpan, municipio de mi particular interés en tanto habitante del mismo. Y no se diga respecto del resto del Estado de México. ¿Por qué? Porque todos, ¡todos los partidos! los gobernantes y los opositores se han dedicado a hacer acopio de impresentables como candidatos a los puestos de elección popular.

Digo, no tengo nada personal en contra de Paquita "La del Barrio" o de Lupita Jones, pero ya que la primera, con gran ingenuidad y franco desconocimiento declarara, palabras más o menos "yo no sé que hago aquí, pero las personas que me rodean me van a enseñar" (ya se verá qué le enseñan), nos pone en tenderete y de manera prístina la calidad de candidatos que tendremos que elegir aquí y allá los mexicanos en julio próximo.

Es verdad que todos tenemos el derecho ciudadano a votar y ser votados, y que la participación ciudadana es vital para el desarrollo de una democracia sana, pero... ¿Tendrán mejor criterio los neófitos que los profesionales de la política para guiar nuestro destino como nación? ¿Tendrán mejor sentido común que los ahora detentadores del poder, desde la cúpula hasta el más humilde regidor?

La preocupación de MORENA naucalpense y de la alcaldesa se hizo notar más tras la designación de la ex alcaldesa panista Angélica Moya como candidata a la alcaldía por parte de la coalición PRI-PAN-PRD. Quizás de entre todos los alcaldes recientes, la menos vapuleada por la política, errores y maledicencias ha sido Moya, cuya gestión, si no impoluta, por lo menos fue de las menos discutibles y carente de escándalos ominosos.

Mucha agua ha pasado por debajo del puente y quizás algunas de las ideas que no pudo implementar en su primera gestión pudiera llevarlas a la práctica ahora, de resultar triunfadora y, claro, haciendo las adecuaciones pertinentes actualizando ideas y expectativas. Pero, la cosa no está tan sencilla, pues aunque por un lado los panistas ven en ella un respiro, el apoyo de AMLO para la ex panista Patricia Elisa Durán Reveles, el que su hermano y ex alcalde José Luis Durán se enfile como candidato a diputado local por el Partido Verde Ecologista de México (siempre satélite del PRI y ahora satélite de MORENA) parecería significar un fuerte obstáculo a vencer.

La diferencia estadística entre noviembre y diciembre era de escasos cuatro puntos porcentuales entre MORENA y el PAN, y se ve difícil que las fuerzas vivas priyistas y las disminuidas perredistas puedan aportar una gran diferencia. Incluso, la diferencia frente a la posibilidad de anulación del voto es para enfatizar. En noviembre, el desencanto llevó a los naucalpanses a preferir al PAN por sobre MORENA, pero el porcentaje de indecisos que puede traducirse en anulación o abstencionismo resultaba ya elevado.


La pregunta telefónica cuestionaba a uno sobre el parecer acerca de la gestión de Patricia Durán, limitándose a preguntar si se estaba de acuerdo o no con su gobierno. Es claro que MORENA y Paty quieren tener claro qué les falta o sobra para remontar una diferencia sustancial frente a Angélica Moya, y deja clara también la intención de Paty para reelegirse, digo, haría bien si lo que quiere es sacarse la espinita de gobernar sin gobernar por culpa de un maldito bicho que ha tenido a todos encerrados, pero que también ha servido de pretexto para la imposición de cuestionables políticas a medio tueste y de planes como el de Desarrollo Urbano que tanto ha dado de qué hablar. Deja claro también que el partido duda en la posibilidad de esa reelección, aunque en realidad desde los comicios anteriores no ha tenido de entre sus filas nadie con tamaños para encaminar al puesto.

Paty, quien alguna vez se declaró fan de este plumífero y este espacio (honor inmerecido), ha tenido en contra una pandemia, una recesión mundial, pero también las malas prácticas políticas de quienes se han dicho paladines contra la corrupción cayendo en lo mismo que señalan frente a los que ellos han llamado, en contraposición, paladines de la corrupción.

Cuando pienso en Paty, promotora de la transparencia en el Estado de México, primero me viene a la cabeza la imagen de Morticia Adams, cuando al comienzo de su gobierno compartía poder con Manuel "Homero" Espino, ni más ni menos que el creador de la frase que encasilló a AMLO como "un peligro para México" y hoy se desempeña como delegado para el mismo. Luego, más me ha hecho imaginarla como Penélope Glamour en medio de peligros, enlodada por el resto de los locos villanos de la carrera política, amenazada desde el inicio de su gobierno por el narcotráfico con multitud de mantas presumiblemente firmadas por Ismael "Mayo" Zambada y en medio de intereses familiares y económicos diversos. Y es que hay que ver que esta es una loca carrera hacia el 2024 que pasa por la pista enredosa y enredada de los comicios de julio de este 2021 y por el acomodo de fuerzas de toda índole para reconstituir a la llamada "mafia en el poder" más allá de la etiqueta retórica gustada y gastada por AMLO.


La división de las huestes morenistas y lopezobradoristas no ayuda a tener un panorama que no parezca de caricatura salida de la pluma de algún momenro de la más burda factura, como tampoco ayuda la división interna del PAN que, dispuesta a reconciliarse con Margarita Zavala, opta marginalmente por hacer como que la virgen le habla. Mientras Ricardo Anaya incursiona en las prácticas lopezobradoristas haciendo campaña para la presidencia desde ahora, tres años antes. Si a aquel le sirvió estar chingue que jode por 18 años, ¿por qué a mí no?; ha de pensar.

Hoy, la revista electrónica Polemón publicó un editorial que revisa la calidad de impresentables de los candidatos a diputados y alcaldías y algunos gobiernos estatales que están siendo promovidos por el Partido Acción Nacional. A primera vista el artículo se antoja indiscutible. Sí, mucho de lo expuesto en él encierra verdad; pero, si hemos de ser objetivos y neutrales, ¿no han hecho lo mismo MORENA, PRI y todos los demás, no ahora sino desde la creación del PRD? Entre chapulines y patiños, los calificativos empleados en este artículo aplican y han aplicado siempre, empezando incluso por el propio Andrés Manuel López Obrador hoy encumbrado a la posición más alta como mandatario mexicano.

Ayer discutía con alguien y le decía: Si en las elecciones de 2018, cuando ganó López Obrador no había realmente un solo candidato medianamente presentable a no ser por filiaciones y fobias que encarrilaron ya a Meade, Anaya (chamaqueado) y AMLO, y por lo mismo votar por alguien (individuo) se hizo muy difícil, hoy la cosa está peor, pues no solamente abundan los impresentables en todos los partidos, sino las condiciones mismas internas de los partidos los hacen impresentables como instituciones políticas. Y el afán necio de AMLO por abrir la boca a contrapelo de lo que indica la ley para los tiempos electorales no ayuda sino, al contrario, insufla los ánimos y promueve aún más el divisionismo. Y ya se sabe la máxima: divide y vencerás, ¿quién? AMLO es el vencedor al más rancio estilo del PRI anterior a 1994, no su partido ni los candidatos. A él le acomoda gobernar un país donde nadie se pone de acuerdo, porque así él puede dictar lo que es propio y adecuado a la imagen mental que se ha hecho del país, sin oposición, con objetivos extraídos de algún raro manual escrito en calidad de diario íntimo y que, por inconfesable, ni siquiera comparte con los más allegados de su gabinete mientras, divertido, observa en la distancia los jalones de unos y otros, lo mismo los conspiracionistas, los amlovers, los "haters" y demás runfla de troles.

A nadie, a ninguno, candidatos o partidos, les interesa verdaderamente resolver los temas que nos apremian hoy de la salud y la economía. Todos y sin excepción están motivados como nunca antes a arrebatarse el poder de entre las manos o conservarlo para hacer más de lo mismo, bajo distintas banderas y siglas, mientras al resto nos lleva Pifas al rancho del presidente. Y así, todos y cada uno en cualquiera de los puestos que ocupan hoy o pretenden ocupar, desde la presidencia de la nación hasta una regiduría, andan como el chivo ciclista: tratando de hacer equilibrio, pero estrellándose, a querer o no, contra el gendarme de la realidad y atropellándonos a todos a su paso.


Pronostiqué más de una vez que el 2018 lo ganaría la izquierda mexicana y muy probablemente MORENA y AMLO. Así fue, sin que ello signifique que tenga voz de profeta. En 2018 yo anulé mi voto y para la presidencia voté en blanco, anotando mi nombre completo, José Antonio de la Vega Torres, como candidato no registrado a la presidencia de la República. Los mismos lopezobradoristas que estaban en la casilla, en calidad de funcionarios escrutadores se burlaron abiertamente del hecho, exhibiendo mi voto expresado a ciencia, paciencia y a mucha honra.

Mi voto está decidido

Para este 2021 no pretendo influir de ninguna manera, solo expreso abiertamente mi sentir y pensar y anuncio desde ahora que este año anularé enteramente mi voto, sin que ello signifique abstenerme de hacerlo.

Reitero lo que he dicho en artículos muy anteriores: el voto es, más que un "deber" ciudadano, un derecho humano y más, una forma de expresión. Más allá de la moralidad, el verdadero humanismo electoral pasa por la definición de dicho acto realizado en forma de sufragio.

Me replicaba esta persona que entonces, si anularé y he anulado mis votos, entonces no me interesa México, ni la gente que ha sido afectada por las decisiones de gobierno y que me importa un bledo quién termine gobernando; y respondí que, al contrario, me interesan y mucho más de lo que puede suponerse. Anular el voto o votar en blanco, ya lo he dicho, no significan, ninguna de las dos formas, claudicar; no significan ceder; no significan eludir; pero, significan una abstención activa, con peso y valor específicos, a diferencia de la abstención pasiva por ausencia, aun cuando sus razones de ocurrencia puedan ser similares y hasta más radicales, en la segunda, como para llevar a la inmovilidad. Su valor no es menor que el del voto marcado y, si es menos "efectivo", es porque la ley y los hombres que la escriben y los jueces que la hacen valer, no le han dado su lugar en una sólida filosofía política.

Francisco I. Madero luchó por un sufragio efectivo y la no reelección de Porfirio Díaz, no por tratarse de un hombre en el poder, sino porque representaba la misma confrontación artificial entre liberales y conservadores encarnada por el mismo Benito Juárez y tantos más en el siglo XIX.

La Revolución nos hizo creer que ese ideal se había concretado a pesar del conflicto entre facciones, y el sistema creado desde Plutarco Elías Calles nos dio una maquillada certeza de que la paz iba de la mano de una supuesta libertad sufragista que "impedía" la reelección, cuando en realidad promovía una distinta manera de reelegir no a los hombres sino la fórmula gobernante y en contubernio con la oposición, dispuesta a mamar del presupuesto en el papel de patiño.

De haber en México un verdadero sufragio "efectivo", si la reelección disfrazada que hemos atestiguado por decenios (primero con el PRI, luego pasando al PAN, luego con MORENA) no ocurriría constantemente haciéndonos creer que nuestro sistema es una democracia en pleno desarrollo.

Si a mí se me presentan dos candidatos A y B y ninguno me resulta una opción viable, nada me obliga a entregar mi voto a la "menos pior" de las opciones. Eso ya lo probamos cuando votamos por el PAN para la presidencia y "sacamos" al PRI del gobierno. Y el PAN gobernó con un congreso medianamente balanceado, por las dudas de que la regara el nuevo presidente. Y lo mantuvimos dos sexenios, dando el beneficio de la duda. Y entonces, la inseguridad nos volvió a meter el miedo y las opciones nos pusieron al menos malo, supuestamente, Enrique Peña Nieto, y volvió el PRI, en ese movimiento pendular observado por don Daniel Cosío Villegas sobre el sistema político mexicano. Y al cabo del sexenio nos pareció habernos equivocado, y nuestras decisiones sufragistas dieron oportunidad a la izquierda, en un nuevo movimiento pendular, permitiendo la llegada, ahora sí de veras y no en medio de un melodrama chabacano a Andrés Manuel López Obrador. Y estoy seguro que tendremos igualmente un segundo sexenio morenista en 2024, quizás teniendo por cabeza a Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal o Claudia Sheinbaum o Perico de los Palotes, con el mismo historial de haber pasado por las filas de este y el otro partidos en su búsqueda acomodaticia. Y estoy seguro que en este 2021 el congreso se equilibrará de nuevo en julio, pero que eso no significará necesariamente un pisotón al acelerador del progreso mexicano.

Nuestra democracia ha demostrado que no puede darse "sin adjetivos", a despecho de Enrique Krauze.

De verdad, ¿más vale malo por conocido...?

Miro los candidatos y miro los partidos y, aunque se coaliguen y alíen —lo que, insisto, es una contradicción de orden ideológico entre partidos—, veo que de todos no se hace uno. Sencillamente no hay a quién irle. Así es muy fácil pasar del grupo de los indecisos al de los que ya tenemos definido el voto desde ahora. Quien tenga su filiación clara, ya sabe para donde jalar. En mi caso, sin duda, la anulación y para alcalde, mi nombre de nuevo en blanco (que no es anulación), como candidato no registrado (¡porque no pienso registrarme ni como independiente, con las trabas existentes ni ganas da; quien quita es clicle y pega, entre broma y en serio!).

En mi caso, repito, la anulación como una reacción virulenta. Para la que sigo esperando la vacuna.

La anulación con la finalidad de que los legisladores acaben por darle significado más que solo estadístico al dato e incluirlo a cabalidad en la ley y el reglamento como una expresión legítima y contable de inconformidad, y para que así sea leída por candidatos y partidos y el sistema entero.

La anulación como un dato capaz de revertir el proceso y generar el cisma necesario para, de veras, transformar las conciencias de los políticos y los ciudadanos.

La anulación como una ruidosa, en lo que de callado tiene, protesta contra el estatus quo.

La anulación como rebelión franca, honesta, determinada.

La anulación como el primer paso revolucionario y pacífico, muestra de desobediencia civil frente a una caterva de imbéciles que no han sabido hacer más que hundirnos, ya con sus buenos e hipócritas propósitos o con sus groseras y aviesas pretensiones y su codicia desmedida.

La verdadera transformación, cuarta, quinta o sexta, pasa por nuestro afán razonado como ciudadanos. Tú, vota por quien, persona física, te parezca la opción adecuada, idónea, pero ya no por el "menos malo" o de lo perdido lo que haya.

Tú, vota por la organización política que llene tus expectativas, no por la que te colme de promesas vanas, recurrentes y calca de tiempos pasados, la misma sopa de siempre.

Vota por lo que sabes, no por lo que crees, supones, imaginas o te cuentan. No te conformes con informarte y participar haciendo boruca, fórmate, lee, aprende, empápate de lo que es la democracia, creada de origen no para dar voz a la mayoría, sino para dar voz, entre la mayoría, a las minorías. La democracia no es, aunque así te la hayan querido vender, el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, y esto por una razón sencilla: el día que la gente del pueblo acceda al poder, ¡Dios nos agarre confesados, en especial a los políticos profesionales! quienes son los actuales y verdaderos detentadores del poder. Para votar y así emitir tu juicio electoral básate en los hechos y no en los dichos, que por sus obras y palabras huecas ya los hemos conocido a los viejos como a los nuevos.

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