Las tentaciones del cuarto poder

agosto 08, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments


Del extracto de la mañanera que incluye el video debajo de estas líneas rescato a mi vez el momento donde arranca el vínculo. Un cuestionamiento interesante, "sensato" en apariencia de parte del colega Luis Guillermo Hernández, pero que implica una tramposa tentación de la izquierda desde siempre. Contrarrestar la desinformación no se consigue con "políticas públicas" tendientes al "control de la información" como censura velada y oportunista o a modo de los intereses de un conjunto de liga de la moral periodística. Aunque se antoja virtuoso crear una "regulación" que meta al gremio periodista en cintura, siempre cabrá la duda de quién sostendría la vara con que sería medido el ejercicio de nuestras libertades de expresión y de publicación e incluso de equivocación. Mírese lo ocurrido en la ex URSS o lo que pasa ahora en China con el exacerbado e incisivo pretendido control de los medios por parte del PCCH.

El ejercicio de la mañanera, lo he dicho, en su espíritu es buena cosa, pero está podrido por causa de los intereses gubernamentales y la distorsión del usufruto que se consigue de la dizque conferencia de prensa convertida en un show distractor más que orientador, determinante de la agenda informativa de forma más escandalosa en contraste con el modo sutil como se hacía antaño y aún mediante el "boletín de prensa".

La nueva sección de "Quién es quien en las mentiras" ya con un mes de antigüedad, aun siendo una buena oportunidad para el análisis equlibrador, en realidad ha resultado un torpe y perverso juego de espejos donde, como en la casa del jabonero, quien no cae, resbala, incluido el propio Presidente, ese "viejo culero de Palacio Nacional" como dijera un tuit apócrifo atribuido presuntamente al magistrado Reyes Rodríguez Mondragón.

La respuesta dada por el Presidente al colega Hernández es sin duda de las mejores que insistentemente da y con la que siempre concordaré y no por remembrar a Sebastián Lerdo de Tejada: "a la prensa se la controla con la prensa". Sino porque detrás de esa frase lapidaria subyace una estrategia asaz inteligente: al fuego se le combate con fuego, aunque también se trata de una estrategia de riesgos contraproducentes si no se toman las precauciones respectivas.

Una válvula de presión para controlar a la válvula misma

Una de las preguntas que personalmente como profesional de la comunicación me hago constantemente aun desde antes de la pandemia es qué tanto es tantito en materia de información y qué hace que el bombardeo informativo pueda ser considerado infodemia, como se ha calificado hoy a la abundancia de informaciones de toda índole, incluso falsas, que se distribuyen a diestra y siniestra por las redes sociales. ¿A quién culpar de dicha infodemia? ¿A los creadores de las noticias falsas, mentirosas y que sí los hay? ¿O al público crédulo, ignorante que en su pereza, abulia o incapacidad e impericia no verifica los datos, no cuestiona lo presentado como evidencia, lo que se reporta como hechos consumados? Los primeros siembran, pero los segundos cosechan y distribuyen, replican, multiplican, distorsionan. ¿Aquí cabe aquello de que tanto peca el que mata a la vaca como quien le agarra la pata? ¿Quién agarra la pata a la información y quién asesta el golpe que descabella a la razón con despropósitos?

Los afanes más denodados por conseguir una prensa más ética se dieron a finales de la década de los ochenta y comienzos de los noventas del siglo pasado, cuando importantes cadenas noticiosas de medios impresos y televisoras se adelantaron a las preocupaciones gubernamentales con el interés de conservar a las audiencias, conscientes de que estas estaban ya evolucionadas y resultaban menos manipulables que en la primera mitad del siglo XX; audiencias que además reclamaban sus derechos específicos los que creían podrían garantizarse mediante la creación del ombudsman de las audiencias (que no todas las empresas mediáticas han implementado e integrado a no ser como un recurso retórico y legaloide). Entonces plantearon códigos de conducta, deontologías que, de la mano del esfuerzo de desarrollo organizacional buscaba consolidar una visión administrativa asentada en una filosofía capaz de presentar a la empresa de medios como una con responsabilidad social en una línea semejante a la expuesta por otras empresas de distintos giros como las automotrices, las farmacéuticas, etc. ¿Maquillaje? Quizás, si seguimos la crítica al respecto elaborada por filósofos como Jean-François Lyotard o Gilles Lipovetsky. Y tal vez el planteamiento de la nueva sección de la mañanera es un reciclaje de lo mismo, pero desde la óptica gubernamental y como una consecuencia extensiva y heredada de las inquietudes surgidas entre los parlamentarios ingleses ante el descontrol por los cáusticos arranques críticos y sasrcásticos de la prensa allá a finales del siglo pasado, o de las consecuencias excesivas de la crítica de medios como la revista francesa Charlie Hebdó derivados en peores excesos terroristas como el atentado a la misma.

Pretender regular a la prensa es casi tanto como pretender regular el pensamiento, algo que también ya antaño algunos propusieron a través de pedagogías perversas como la fascista, la puritana, la jacobina.

Se antoja admirable que entre los mismos periodistas halla quienes se muestren indignados, preocupados por el tema y las prácticas torcidas, pero ni ellos tienen la fórmula para un periodismo ciento por ciento neutral, objetivo, edulcorado. Todo periodismo es comprometido, más o menos, para empezar con el registro de la verdad y ya se se que esta es no nada más parcial sino depende del color y la pureza del cristal con que se mira.

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