Una inteligente frase tonta

agosto 13, 2021 Santoñito Anacoreta 0 Comments

 


PARA QUIENES se han ido con la finta meritocrática por años (y no precisamente "aspiracionista" en el sentido peyorativo que hoy algunos quieren plantear por error). Esa frase de "lo importante no es ganar sino competir" fue acuñada por el Barón Pierre de Coubertain, creador de los Juegos Olímpicos y no han falltado los sofistas que han tergiversado su valor considerándola tonta y contradictoria, por perder de vista su peso filosófico. Rescato uno de tantos textos que puede uno hallar por ahí:

El famoso barón Pierre de Coubertin, fundador de los juegos olímpicos, dijo una frase sumamente tonta: –Lo importante no es ganar, sino competir. ¿Por qué tonta? Porque empezando es una frase contradictoria per sé. ¿Qué significa competir? La Real Academia de la Lengua Española nos dice lo siguiente: Competir significa “intr. Luchar, rivalizar entre sí varias personas por el logro de algún fin.” Es decir, uno compite para ganar. Entonces, esa frase que dice lo importante no es ganar, sino competir, se contradice por sí misma porque al decir que lo importante es competir, entonces lo importante es ganar. Si lo importante no es ganar, entonces tampoco sería importante competir. Es como si la frase dijera: -La riqueza económica no es importante, sino ganar dinero.

¿Por qué tacho de sofista esta postura? Porque lee con la lógica equivocada el fundamento detrás del principio olímpico clásico más antiguo.

Si nos remitimos a Platón, filósofo que vivió en el tiempo de los primeros juegos olímpicos, o más tarde revisamos la filosofía de Nietzsche o los ensayos de José Ortega y Gasset sobre las primeras olimpiadas modernas, nos damos cuenta de que el utilitarismo ha acabado por imponerse tristemente en general en toda actividad y la deportiva no es la excepción.

Revisando con profundidad las ideas de Ortega, Jesús Conill Sancho apunta:

[...] hay que aprovechar las ricas reflexiones de Ortega y Gasset sobre el deporte, que tienen un alcance muy relevante para la entera vida humana, a partir de la reivindicación de una noción de cuerpo viviente (Leib) y de una nueva noción de la vida. El deporte forma parte de un horizonte vital no reducido por la estrecha perspectiva utilitaria, sino que anuncia la forma superior de la existencia humana, la apertura a un sentido festival y creativo de la vida. Ésta exige una disciplina, que no se conforma con el mero cumplimiento correcto de unas normas, sino que incita a perfeccionarse indefinidamente. La cualidad de lo deportivo es la vitalidad creativa, una nueva forma de entender la vida. Porque desde esta nueva perspectiva vital, ya no sirve como modelo el homo oeconomicus, sino que el fenómeno vital entendido de modo deportivo es festival, alegre, creativo, agonal y olímpico [por lo tanto divino, añado yo], libérrimamente esforzado, fuente de energía con sentido. La vida es en principio creación, experimento creador, como en la concepción nietzscheana.

Es decir, si bien competir es "luchar, rivalizar entre varios" y en efecto la acción se enfoca a una meta concreta, un fin, este no implica por fuerza la victoria como único objetivo, solo es un dato predicativo en el enunciado. Que ganar conlleva la satisfacción personal o de grupo del reconocimiento y el premio de los laureles y la fama, sin duda; pero, no es la razón de ser en el hecho de competir, sino solo es la consecuencia accidental (filosóficamente hablando), sustancial de la competición tanto como de la competencia, que es necesario decir son conceptos distintos, pues alguien puede no ser competente (capaz) y sin embargo competir, rivalizar con otro (y el mejor ejemplo, también ninguneado al nivel de mera curiosidad caritativa, lo tenemos en las paraolimpiadas). No es en la presea donde radica la construcción del ser humano, sino en la disciplina, en el esfuerzo, en el afán, en el conocimiento, en la práctica, en la honradez competitiva, en la nobleza rival. Es eso lo que nos hace héroes, cercanos a lo divino y por lo tanto admirables y dignos de encomio, reconocimiento y premio.

Tal vez nuestros deportistas que consiguieron una medalla son ahora despreciados por los badulaques por haber obtenido bronce, o los que quedaron en la raya con un cuarto lugar son ninguneados. Pero, ellos, aun con todas las dificultades y limitaciones se midieron contra otros campeones. ¿Qué han hecho esos badulaques sofistas con sus vidas? ¡Que muestren sus galardones si tienen para presumir!

De lengua me como un taco. No faltan los especialistas en deportes y los que no lo son que anotan bien y con crítica justa el tema de los apoyos, o incluso el aspecto psicológico que define al competidor; pero, el error está, por mediocridad revanchista y complejo de inferioridad acendrado, en insistir en desarrollar una "mentalidad ganadora" y de "excelencia", como también el error está en sobrevalorar el carácter "luchón" del mexicano. Ser luchón no implica ser competitivo o acaso competente, como alcanzar la excelencia no hace al triunfador una mejor persona.

El muchacho que tiene que luchar para llevar un mendrugo a su casa y además estudiar rinde poco, compite por sobrevivir aun sin ser asaz competente por desnutrición, por ejemplo, y sin embargo eso no lo hace menos "olímpico" en los términos que he subrayado.

Yo los conmino a reflexionar sobre el trasfondo filosófico de los Juegos Olímpicos, pacifista aun cuando en su origen era practicado por los guerreros destacados de las ciudades griegas y cuyos éxitos no derivaban en la rendición del enemigo, su sometimiento y humillación.

Todos los deportistas que se dieron cita ahora en Tokio 2020 fueron ejemplo, primero que nada, de entereza y cuidado preventivo a pesar del cual, en medio de la pandemia, muchos fueron alcanzados por el mal antes de las justas, durante o lo serán después y tras haberse expuesto tan abiertamente al contagio, mientras nosotros mirábamos con amarga alegría desde nuestro encierro, muchos sin tener oportunidad siquiera de competir en el interés por la sobrevivencia diaria dada la recesión económica, la cuarentena y etcétera.

Esto que digo no significa tampoco y por supuesto un pretexto para justificar el conformismo en cualquiera de sus muy mexicanas formas. Al contrario. Tendría que ayudar a comprender que el deporte como otras actividades del quehacer humano implican ante todo del desarrollo y como conclusión del mismo y siempre inacabada la gloria, sea en la derrota, sea en la victoria, pues para que alquien gane, alguien tiene que quedar detrás y ello, si ocurre con denuedo, no es menos honroso.

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