Las guerras del agua
Imagen comparativa del Lago de Pátzcuaro. A la izquierda, su condición actual con menos del 15% de su capacidad. A la derecha, su capacidad normal |
DESDE HACE UN LUSTRO, poco más o menos, México ya experimenta las anunciadas "guerras del agua", tanto internamente como con nuestro vecino EE.UU.
En un año, el segundo, de sequía profunda; cuando, en más del sesenta por ciento del territorio nacional, los cuerpos de agua están por debajo del cincuenta por ciento de capacidad o en franco desecamiento, se antoja apocalíptica la advertencia que hace años se hizo sobre el avance de la desertificación por la acción humana.
Detrás de la administración pública del agua hay elementos de abuso corrupto, pero también razones de economía que explican los comportamientos tarifarios no solo en el cobro de los servicios para la distribución del agua, sino incluso para el comercio de los productos piscícolas. Estudios como el hecho en Quintana Roo por el Instituto de Administración Pública de Quintana Roo acerca de la forma como afectan a la economía doméstica y comercial las tarifas deberían extenderse por todo el país para ser más justos hacia adelante en el tiempo y desde ya, para atender y satisfacer la necesidad más importante de todas, más que solo un elemental derecho: la necesidad de agua.
Mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador, oriundo de una entidad como es Tabasco, acostumbrada a la abundancia de agua, apostó por el petróleo en vez de las energías renovables, mientras el resto del mundo se concentra en otros intereses igual de mezquinos, la naturaleza lentamente ha venido cobrándonos factura a los seres humanos.
Ojalá los políticos que este año contenderán en elecciones en diversos países tomen nota de esto para, desde sus congresos, enfocar las propuestas legislativas sobre asuntos de vital relevancia antes que pensar en acomodar las leyes y políticas públicas a los intereses de grupos con los que, para mal o bien, están vendidos.
No es cosa menor ni pasajera, aunque reversible, que lagos como Cuitzeo, Pátzcuaro, Avándaro, etc., o cuencas como la del Cutzamala estén en riesgo, no solo por la naturaleza climática, sino por los excesos y malos usos humanos. No es de extrañar que los organismos encargados de la administración y distribución del agua aumenten sus tarifas en una elemental aplicación de la ley de la oferta y la demanda. La presión económica poco a poco se traduce además en presión social a la que muy pocos están viendo.
Urge, más que nada, impedir que iniciativas y ocurrencias de AMLO como la pachotada imbécil de afirmar que "se traerá agua de los estados del sur" sucedan. Esa visión centralista de gobernar, esa visión centralista de los pobladores de la megalópolis, y de un buen número de políticos en general es la que creíamos superada. México es más grande y no es pellizcando aquí y allá como se consigue el balance entre las entidades.
Antes, y aún, la queja sobre los efectos del centralismo obligaron a pensar de veras en el federalismo, procurando una mejor distribución de la riqueza territorial, favoreciendo a cada estado. Pero sigue siendo desequilibrado el reparto presupuestal. Las tentaciones de rapiña y compadrazgos siguen a la orden del día en la búsqueda de cuotas político electorales. Esto ha llevado a la confrontación entre gobernadores y gobierno federal.
Entre los actuales aspirantes a puestos de elección popular veo más un afán rijoso y revanchista que un auténtico afán por de veras resolver los problemas que nos aquejan. Mientras por un lado la llamada 4T apunta a un continuismo anquilosante, la oposición se regodea con reclamos que, aun estando fundados, distraen de lo verdaderamente importante que aqueja a la nación. La seguridad está rebasada sí, pero la seguridad nacional no pasa solo por contrarrestar los efectos del crimen organizado, el cual, por cierto, ya no nada más abarca los rubros que acostumbraba como la trata de personas, narcotráfico, prostitución, blanqueo de fondos financieros, industria inmobiliaria, sino se ha diversificado acaparando recursos que tendrían que haber sido vigilados por las instituciones gubernamentales, esas mismas que el propio Andrés Manuel López Obrador con su caterva de seguidores obtusos optó por literalmente mandarlas al diablo.
Es increíble, aunque comprensible, que un gobernante "provinciano" como AMLO siga manejando el país con la visión provinciana propia de la colonia traducida en las malas prácticas del México de los setentas, y esto en pleno primer cuarto del siglo XXI. Sí, estamos en un año electoral decisivo, pero aunque en la boleta tendremos tres nombres contendiendo por la presidencia: Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez, Jorge Álvarez Máynez, para esos candidatos y la ciudadanía el verdadero nombre a vencer es del de Andrés Manuel López Obrador.
La popularidad de Sheinbaum se ancla en la popularidad de AMLO, aunque ella se resista a aceptarlo aduciendo que sí, que ella tiene su propia personalidad y no es un títere, calca en gestos, modos, discurso de su patrocinador. La popularidad de Xóchitl, menor, también está anclada en el descrédito de AMLO, por lo que igual depende de la imagen controversial y provocadora del mandatario para hallar el punto de equilibrio para su propia campaña. Ambas deben mostrar independencia de miras, separarse del discurso y agenda oficial. Álvarez Máynez no les va a la saga, aunque las cifras digan lo contrario. Pues una cosa son las encuestas, los porcentajes estadísticos y otra muy distinta la conformación estructural y funcional de lo que sustenta a un candidato. En cuanto a propuestas programáticas, Álvarez Máynez no está lejos de las contrincantes, pues también recurre al mismo discurso con copia por triplicado, acusando a una de marioneta, descalificando a la otra. Yo les diría a los tres que no se trata de "regresar" al pasado corrupto, o de dar continuidad a la corrupción reciente heredada de la anterior, tampoco de reparar con cinta adhesiva lo roto por los rencorosos abusivos. Se trata de mirar hacia adelante con perspectiva de Estado y propositiva. Espero y deseo sinceramente que los tres candidatos consigan sacudirse semejantes modos y procederes, centren sus propuestas en lo de veras fundamental, para conducir al país por la ruta correcta.
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