Y Lázaro se levantó y anduvo
ERA DE LA OPINIÓN... de que los tiempos actuales están marcados por una crisis de contenidos, y sigo sosteniendo la idea aunque con algunos matices como expondré enseguida.
En una reciente publicación del blog Think with Google escrita por Annette Sánchez, Gerente de YouTube Marketing para Latinoamérica, y a contrapelo y actualización de otras críticas que yo y otros pudimos haber hecho en el pasado en blogs como este o en las redes sociales, la empresa líder en la búsqueda de información hace algunas consideraciones conclusivas a partir de los datos que la misma empresa recopila por medio de las búsquedas de contenido que hacen los usuarios de la Internet y en particular de la plataforma hermana de YouTube.
Las estadísticas, a veces, no mienten y los ejemplos incluidos en la publicación a partir de los datos generados por la propia empresa son buenas muestras de lo que propone analíticamente el artículo como un derrotero de orden y orientación mercadológicos. Cabe señalar que los argumentos en el texto dan por sentado el cruce tecnológico entre las pantallas de televisión, las computadoras y los adminículos móviles al punto que hoy parecerían no solo integrados sino uno y el mismo, aun cuando todavía no lo están físicamente del todo y la tendencia, lo sabemos, ha sido consistente con ese objetivo. La actual situación de pandemia y recesión global han contribuido a forzar este cambio determinista. Dice Sánchez:
Con la proliferación de las TV conectadas, más y más personas hicieron de la pantalla de TV el principal dispositivo para ver videos. De hecho, fue el que creció más rápidamente a lo largo de 2020. Y esto coincide con que, en el primer cuatrimestre del año pasado, el tiempo de visualización aumentó un 25% en todo el mundo. ¿Cuáles son los géneros que más audiencias están atrayendo?
Desde hace años, los creadores vienen encontrando en YouTube [y no solamente, agrego yo] un espacio donde romper los límites del contenido, redefiniendo los formatos con los que crecimos y que marcaron la evolución de los medios, para ofrecer nuevas formas de entretenimiento para todas las generaciones. Desde los podcasts y los shows de revista hasta la cobertura de deportes han sido "reinventados" [comillas mías] por (y para) una audiencia que abarca desde los Millennials hasta la Generación Z.
Seguramente esta explicación de Google-YouTube acerca de los por qués del éxito de ciertos contenidos, aunque simplista, será del interés de muchos, empezando por colegas comunicólogos investigadores, pues confirma dos cosas desde la perspectiva mcluhana o mcluhaniana en el sentido de lo que plantea en el ensayo que comenté y compartí un par de días atrás tanto en el grupo de este blog en Facebook como en el blog de mi tesis, sobre la dinámica de apropiación que implica el determinismo tecnológico.
Es lo mismo, pero no es lo mismo
Lo que con la llegada de nuevas tecnologías parece volverse obsoleto (formatos, personalidades, contenidos), tras una vuelta de tuerca, más pronto o más tarde es recuperado con leves transformaciones. Ello explica que empresas y personalidades maduras o hasta octagenarias como Yordi Rosado, Guillermo Ochoa, Joaquín López Dóriga, Carlos Alazraki, Ricardo Rocha, Carlos Loret de Mola, Víctor Trujillo "Brozo", Pedro Ferriz de Con y muchos más en todos los países se hayan incrustado como parte del elenco de los "nuevos medios", solos o acompañados, con recursos propios o de terceros, con toda su experiencia y a veces desplazando a los iniciadores y resultando unos con más fortuna que otros. Su know how profesional se ve revivificado y las plataformas nuevas se notan más organizadas. Ya no se trata nada más de la necesidad de los medios clásicos como las cadenas de radiodifusión, televisoras y periódicos por sumarse a la ola con tal de sobrevivir y abrir nuevos mercados. Sin embargo, las fusiones empresariales de los dueños de las plataformas nuevas no distan mucho de las sucedidas en los años noventa entre los grandes consorcios de medios.
Los diletantes como Chumel Torres y una pléyade de jóvenes inquietos, algunos catalogados en la peyorativa categoría de "Ninis" que tenían una leve noción profesional en la misma medida han continuado evolucionando hasta empatar las viejas usanzas refrescadas por los puntos de vista más joviales y desparpajados o incluso haciendo aparentes nuevas propuestas por lo pronto en el modo de tratar y presentar los contenidos, y los viejos lobos de mar que han sabido y querido adaptarse andan a sus anchas y creciendo como nadie podía esperar de algo que algunos consideraban caduco. O sea, estamos ante la realización de la parábola bíblica de Lázaro que, pensándosele muerto y putrefacto, por virtud de alguna clase de milagro, para maravilla de los incrédulos se levantó y "andó" o anduvo pendejo un rato.
Ni hilo negro ni agua tibia
Esta realidad incuestionable e indiscutible ha obligado a que los medios tradicionales, la prensa, la televisión y la radio, modifiquen sus formatos clásicos privilegiando, más que la crónica, el reportaje en un afán por hacer más comprensible para el respetable lector el significado de los hechos y los dichos, y ello explica el surgimiento de espacios periodísticos —más que noticiosos— dedicados a ese género o la entrevista o el comentario editorial, hasta el debate, aun cuando la crónica sigue quedando para la curiosidad documental. Y es que algo les va fallando a las televisoras y las radiodifusoras donde ni, aun así, consiguen mantener de manera suficiente y bastante la atención del público, de la audiencia, salvo en casos excepcionales. Para la gente, a pesar del esfuerzo, parecerían estar ofreciéndoseles contenidos que son más de lo mismo. ¿Serán?
Ya vemos que en cierto modo sí, empero ahora los géneros más socorridos y recuperados que buscan instalarse son la entrevista, el talk show, las series, si bien las temáticas dominantes persisten a pesar de las abiertas y también clásicas inconformidades de un sector del público siempre autocalificado como "amante defensor de la cultura", la que entiende dentro de un cartabón. Es decir, entretenimiento, comedia, juegos, transmisiones en vivo, chismes del espectáculo, deportes y política llevan la delantera en contraste con las reseñas de libros, las anécdotas personales, los vlogs confesionales y otros contenidos ligeros o críticos o básicos que van quedando atrás en el gusto popular.
Además y en parte por causa de la programación "censora", "estadísticamente discriminante" del algoritmo de Google y YouTube y de consejos de revisión de contenidos en esas plataformas y Facebook, sobre todo, dichos contenidos primigenios junto con otros tópicos como los de divulgación de la ciencia, las artes, cursos didácticos de todo tipo han decaído aun habiendo sido en cierto modo parte de la punta de lanza de estas plataformas digitales, y quedando entonces en un muy secundario lugar tal como ya ocurría en los medios tradicionales. Recordemos los bajos tirajes de los suplementos culturales y los terribles horarios destinados a programas sobre literatura, reflexión, educación, servicio social, espiritualidad.
En España, por ejemplo, la palabra Covid-19 está prácticamente vetada y los contenidos son, cuando no descartados, bloqueados, castigados, enviados al fondo del historial, afectando así a diestra y siniestra lo mismo contenidos banales como los más sesudos, serios, críticos, analíticos y propositivos. En este sentido China es el extremo máximo de censura y control.
El periodismo ciudadano también se ha insertado aquí. Hoy cualquiera está en posibilidad de hallar la nota y volverla viral, incluso si la "nota" es falsa, torcida, fragmentaria, o todo menos noticiosa. Basta con que genere expectativa y satisfaga el morbo para diseminarse y encender como río de pólvora. Cada vez más la cultura, en su acepción más amplia, se reafirma como espectáculo y esto ha encendido las luces de alerta de los moralistas que se han lanzado a la caza de las fake news en el afán de verificar cada dicho y hecho descrito y narrado por el grueso del público. Es, esa, una tarea no solo ardua sino que se apetece casi imposible pues desde el origen de la humanidad el teléfono descompuesto ha sido norma consustancial.
Las formas de medir la penetración, el alcance, la aceptación de los contenidos más que variar, como algunos pensaban al principio más bien se ha reconfigurado. El rating es a las vistas de nuevo como el ranking lo es a los likes y clics. Las cifras sobre distribución o tiraje se empatan con la acción de compartir y viralizar. La detección de los puntos de corte, tránsito, brinco y abandono de contenidos equivale al botoneo en la sintonización de los canales de televisión o de estaciones radiofónicas, lo que vale también para el tiempo de atención sobre anuncios en sus distintos formatos: incrustados, orgánicos, pop up, es decir casi con la misma dinámica que se vivía al emplear los cortes comerciales para efectuar otras actividades o pasar la página de lectura.
Vale añadir que también se confirma en este sentido la vieja máxima de que el sexo ¡vaya que vende!, como sea que se lo presente e incluso a pesar de los que, argumentando la defensa de los derechos humanos propugnan por la eliminación de los estereotipos, como si eso pudiera hacerse de forma sana socialmente por decreto o capricho en medio de distorsiones retóricas eufemísticas moralinas caracterizadas como "corrección política". Y esto aun cuando los canales y prosumidores de productos audiovisuales eróticos o pornográficos han visto el negocio en franca decadencia económica ante el embate competitivo de las plataformas de webcams y la oportunidad democrática para los inquietos videastas amateur pornógrafos de subir sus creaciones y distribuirlas de manera casi o totalmente gratuita, unas más elaboradas que otras, algunas incurriendo en francos delitos como es el caso de los pederastas y los tratantes de personas.
Para sorpresa de muchos, el efecto de noticiarios, documentales y series de ficción ha cobrado no solo fuerza sino ha reimpulsado los contenidos de larga duración que muy al comienzo eran vistos como mercadológicamente poco deseables cuando no francamente deleznables y aburridos por las generaciones más jóvenes que cuando mucho conseguían mantener la atención por quince minutos. Amazon, Netflix o plataformas "piratas" como Cuevana y otras son los equivalentes modernos de Blockbuster, solo que virtuales, sin estanterías no obstante que la información catalogada ocupa un espacio de considerables dimensiones en términos electrónico-digitales y de recursos económicos.
No todos los huevos en la misma canasta, pero huevos al fin
La ventaja del control total de cada individuo sobre el contenido ha sido un factor determinante, de nuevo, desde la perspectiva mcluhaniana en cuanto a la re-mediación, inversión, reversión, subversión y extensión de los contenidos y sus temáticas, pues los miembros del público establecen o creen establecer la agenda de su interés, con los horarios y capacidades de su interés, sea eligiendo contenidos como transmisiones en vivo con posibilidad de interacción que de antiguo casi no se tenía a no ser como público pasivo en un foro o sujeto a las limitaciones de la comunicación telefónica y postal, o seleccionando la observación diferida de esos contenidos, con la facilidad de pausarlos, regresarlos, repetirlos, compartirlos, comentarlos abiertamente y distribuirlos, incluso a veces obteniendo alguna ganancia económica gracias a reseñarlos o involucrándose como patrocinadores de los contenidos, canales y personalidades que les son favoritas.
Si por una parte la industria musical se atomizó y hoy los consumidores optan por adquirir piezas sueltas más o en vez de álbumes enteros, como antaño, por otra la publicación de contenidos seriales por episodios o entregas ha sufrido ajustes por lo que se refiere a extensión, duración, formato al más puro estilo de lo que ya se acostumbraba con las telenovelas durante la segunda mitad del siglo XX o las novelas y ensayos por entrega del siglo XIX y primer tercio del XX. Las radionovelas que dejaron de producirse en los ochentas han sido retomadas en plataformas como Spotify, Mixcloud, etc., aunque con calidad muy discutible tanto en guiones como en actuaciones y producción, en buena medida por la distorsión que sobre el género y el formato indujo la cultura eminentemente visual del cine y la televisión que, por años, dio pie a críticas acerca del anquilosamiento aparente de la imaginación en las generaciones respectivas. Los actores no proyectan mediante la voz, los efectos de sonido son ambientaciones mecánicas aisladas. Los programas de radio y televisión abierta se limitan a ser replicados enteros o en fragmentos para competir con lo producido directamente para las plataformas digitales, tal como ya venían haciendo a finales del siglo XXI cuando los audios de TV se transmitían por radio en un equivalente al "copiar-pegar" que hoy es tan acusado y tolerado como forma pragmática de edición replicante.
Los blogs escritos, como este, no han escapado a los efectos de esta evolución como en cierto modo he descrito en relación al método para escribir mi mega saga de ficción Calima o hasta el otro blog donde recupero mi tesis de licenciatura. Apunta Annette Sánchez, la autora de la publicación que ha dado pie a estas consideraciones [apostillas mías]
[…] la creatividad de los creadores [lo que técnicamente y a efecto de las nuevas tecnologías y nuevos medios digitales y redes sociales los comunicólogos llamamos "prosumidores" acrónimo de productores y a la vez consumidores de contenidos y productos culturales] ha sido el motor de esta revolución que ha transformado la manera en que estos contenidos se producen y se consumen. Pero que, además, han encontrado en [las nuevas plataformas los aliados perfectos], porque [son los nexos] donde ellos pueden conectar sin intermediarios con una comunidad lista para la participación y ansiosa de tener el mayor acceso posible a sus voces y eventos favoritos.
Entonces, una primera conclusión que se antoja y deriva es que los medios se han transformado físicamente y parecen haberlo hecho en el fondo, pero la sociedad aun mantiene la misma visión esencial en el anclaje de sus expectativas. Por lo tanto, no estamos descubriendo el hilo negro ni el agua tibia sino sorprendiéndonos con la misma gata nada más que revolcada.