Gobernar es cuestión de colores
ERA DE LA OPINIÓN... de que los políticos eran como los concursantes que asistían al programa del Dr. IQ y la historia actual lo confirma.
En Naucalpan se encuentra la manzana de la discordia y está ataviada con toga y birrete. Dice el dicho que quien se ríe, se lleva y que quien con niños se acuesta...
Pederastias aparte, ¡ay, qué chillones han salido los morenistas! Llegaron a todos los niveles pateando y derrumbando todo lo que no les gustaba, como niños malcriados, o como toro en cristalería, dejando un desastre a su paso; y esto así el presidente Andrés Manuel López Obrador como los alcaldes, acomodaticios o no, que se sumaron a un proyecto que prometió el hueso y la "esperanza" al más rancio modo del PRI que amamantó a AMLO y a otros.
En Naucalpan, los morenistas ahora acusan "revanchismo" porque los recién llegados al gobierno, los panistas que les "arrebataron" el triunfo en las elecciones, alegan inviabilidad financiera para crear una Universidad de corte populista por falta de presupuesto y fondos. Los de hoy chillan porque los de antes les dejaron las arcas vacías y los de ayer chillaban porque las arcas no contenían suficiente de donde apalancarse para sus latrocinios abusivos. A David Sánchez Guevara lo metieron al tambo y a Azucena Olivares la exoneraron dejando que las cosas se enfriaran y apostando al olvido.
¿Qué no la anterior alcalde, Patricia Durán, había sido panista? ¡Ah, no, que se vistió de marrón para disimular una oposición a su antecesor y correligionario panista Edgar Olvera! ¡Ya caigo! Todo es fruto de la teoría del color. Ella, como buena arquitecta, lo tuvo claro desde un comienzo.
¿Qué no Enrique Vargas del Villar, el ex alcalde de Huixquilucan señalado de acoso y hoy diputado local mientras su esposa "gobierna" en aquel municipio; qué no el "ex asesor de campaña" de la alcaldesa electa en Naucalpan, Angélica Moya se la tenía jurada a Olvera porque le cerró un antro en el que tenía intereses más que económicos hasta chauvinistas? ¡No, no! Estoy equivocado. Yo ya miro moros con trinchetes. Si nadie tiene motivos para andarse con revanchas y, como dice el dicho, pues juego que tiene desquite, no hay quien se pique.
Cómo volverse morenista sin morir en el intento
Lo que les duele a unos es que no les darán oportunidad de construir su centro de estudios y adoctrinamiento al estilo cartonista y propagandístico del "Fisgón" cual si instituto "para devolver al narco lo confiscado". Y a los otros les duele también que el morenismo haya permeado las filas partidistas a diestra y siniestra como virus pandémico, y como siguiendo una receta extraída del Manual de pintura y caligrafía. La Victoria —y no me refiero al predio que también ha sido puesto como manzana de discordia por el sindicato SUTEyM y los desarrolladores inmobiliarios— en las urnas ha convertido a Naucalpan en la Pandemomium y solo falta ver quién encarnará al arquetipo.
La verdadera mentira es lo no sabido, no lo que sólo fue formulado de acuerdo con aquella centésima de las cien maneras de formular a la que es frecuente llamar mentira. José Saramago
Pero, ¡si no tiene nada de particular! ¡Todos tenemos algo de morenista en la sangre, para empezar, el color! Ya lo declamaba muchos años atrás el afamado Doctor IQ, Jorge Marrón: ¡Arriba a mi derecha! y ¡abajo a mi izquierda!; y, en diciendo, premiando con unos pocos centavos al habilidoso o habilidosa —dicho sin ñoño afán de corrección política—, de izquierda o derecha o del centro del lunetario, capaz de replicar el trabalenguas, imitar el sonido del animal referido, demostrar un mínimo conocimiento o hacer el ridículo sin chistar y con una sonrisa de oreja a oreja —¡ay, como indígnamente se ha prestado Ana Elizabeth García Vilchis, la cara de la sección "Quién es quién en las mentiras" del show matutino La Mañanera del Canal Presidencial.
Lo que ocurre es que en Naucalpan, como en otros lugares, a los políticos se les lenguó la traba y apenas empezaron a comprender que el marrón es la mezcla inteligente y tozuda de los colores primarios, rojo (PRI), azul (PAN) y amarillo (PRD), que también puede derivarse de la mezclas de rojo y verde (PVEM), de naranja (Movimiento Ciudadano) y negro (como nuestra suerte), o de violeta (Partido Encuentro Social) y amarillo (quien así se viste en su belleza confía o de bilis muere).
Cuando mira uno el mapa político de México no puede sino pensar en la paleta del pintor. Y no cabe duda de que el país es como ese artista que, pasando de una faceta a otra, se encuentra actualmente en aquella etapa donde todo lo retrata con algún matiz ya descolorido y tenue o brillante y saturado en la gama de marrones que podemos hallar.
El color del partido MORENA, como es de esperarse y se sabe, es como es a causa de la mayor carga en porcentaje de rojo que lo compone en su origen, así que en su tono ladrillo no es de extrañar la tendencia autocrática y el afán por centralizar el poder y romper vidrieras a tabicazos para sacar de lo perdido lo hallado, o justificar el motivo y el presupuesto para derruir y edificar paredes, edificios, ideas. Solo que a veces se nos olvida que esa gama abarca desde el color de la mugre hasta el chocolate que se rocía en el paladar, el bronce indigenista y el canela que desata odas y canciones por la veredita alegre de la democracia.
No me extrañaría que, si mañana, llevado por la decepción y la angustia iracunda, un atrevido le lanzare un zapato café al presidente, este, tal como es de ocurrente, argumentará con sus reminiscencias del pasado que el agresor quizás había sido empleado del Taconazo Popis.