EL HUMO BLANCO asomó en las chimeneas del INE anunciando que se cumplió el requisito de ley para efectuar el ejercicio constitucional de la figura democrática de la revocación de mandato, es decir que se juntaron las tres y medio firmas ciudadanas necesarias y aún más, parece haberse rebasado con suficiencia.
Muy al margen de los dimes y diretes alrededor de la revocación de mandato, el que se haya cumplido y tal vez rebasado el mínimo de firmas para la solicitud es sin duda un éxito. Explico por qué.
Las dos caras de la moneda
El hecho es sin duda un triunfo que más de uno utilizará para colgarse la medallita, empezando por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, siguiendo con sus huestes y de la runfla de detractores que, llevados por la inquina, unos y otros, se movilizaron para hacer posible que se lanzara al aire la moneda y en la esperanza de que, en el volado, caiga y se asiente una de las dos caras, la revocación o su anverso, la ratificación.
Siendo una figura plebiscitaria (que no consulta popular) de acuerdo con la ley solo puede ser requerida por la ciudadanía, concretamente por un porcentaje específico del padrón electoral, "poco importa" que el Presidente haya sido el primer promotor. Ese hecho de suyo ilegal, digamos que por ser la primera vez que se hace este ejercicio, como la consulta popular, podríamos hacernos de la vista gorda y dejarlo pasar, pues al fin alguien tenía que mover las aguas y crear las ondas que pusieran en acción semejante novedad que, a todas luces, enriquece mejor que empobrece nuestra democracia.
Cierto, la consulta popular pasada fue una farsa, pero fue una farsa necesaria como describí en su momento:
Más allá de lo supuesto, la consulta popular es un recurso de participación ciudadana necesario, noble y legal que necesita ponerse en práctica para volverse vinculante. Lo mismo sucederá próximamente con el plebiscito (que no consulta) a votarse el 21 de marzo de 2022 en relación a otro tema fundamental como lo es la revocación de mandato. Por ahora, lo de menos es la pregunta o la respuesta, lo que vale es el ejercicio y no las engañifas y ruidosos llamados a la confusión. La gente tiene ganas, afán de tomar parte activa en las decisiones del estado y no nada más sufrir vigilante las consecuencias de las decisiones peregrinas de sus gobiernos.
¡Primera llamada, primera!
Siempre hay una primera vez para todo en esta vida, y todos los primerizos pasan angustias y sinsabores. Esto no podía, no puede ser distinto. La experiencia previa de la consulta popular hecha formalmente con apoyo en la institucionalidad del INE abrió el camino, a trompicones si se quiere, para que en el futuro puedan hacerse otras consultas, claro, con medida y sensatez, haciendo preguntas oportunas, pertinentes y convenientes en los términos que indica la Constitución, empleando las vías institucionales para el efecto y no como ahora, con una pregunta amañada, confusa, manoseada y ocurrente, pero sin duda provocadora en esencia, o de las formas desaseadas, gazmoñas, pueriles de la mano alzada que solía hacer AMLO en campaña y al comienzo de su gobierno, aunque pueda alegarse que fueron prácticas de un didactismo populista para preparar al pueblo para estos ejercicios y aprender a valorar su significado y alcances.
Lo mismo podemos decir de la revocación de mandato; o ratificación, si lo prefieren, que los dos conceptos son complementarios y no solo opuestos como caras de la misma moneda. Ya en otro artículo aquí escribí acerca de las posibilidades de resultados que pueden derivar de este ejercicio de realizarse.
[…S]olo podemos especular.
Si vota una mayoría por arriba del 40% de participación del padrón electoral, la revocación será vinculante, si no, solo una anécdota para las efemérides de nuestra historia democrática.
Si es solicitada por la ciudadanía, es vinculante. Pero, la solicita ¡el propio mandatario! Andrés Manuel López Obrador lo que la vuelve inoperante por ilegal tal como está planteada ahora. Otro gallo o ganso nos cantaría si, ateniéndonos a la definición de plebiscito del DRAE fuera una "consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo para que apruebe o rechace una determinada propuesta sobre una cuestión política o legal". Sólo así se justificaría el hecho de que AMLO, en tanto poder público, solicitara dicha "consulta". En los hechos, la letra está confusa y no se diga el pueblo. ¡Y los legisladores en Babia! cuando tendrían que hacer ipso facto y fast track una reforma legal que permitiera ajustar la letra a los hechos según lo esperado.
Bueno, como se esperaba, los resultados de aquella consulta resultaron un fiasco y sin embargo no pasó sin pena ni gloria para nadie, dejó algunas lecciones. De entonces en adelante ya tenemos más barrido el caminito para futuras consultas que pudiere tener necesidad de hacer algún gobierno. Y esa experiencia sentó precedente para la que viene ahora que sí se llevará a efecto. Luego es momento de ahondar en los probables resultados.
Por una parte tenemos el tema presupuestal y la andanada de ataques al INE, ataques que no llegarán más allá de meros petardazos ruidosos que dejarán tiznados a sus incendiarios. Esto porque la solidez de la autonomía de dicha institución ha probado con creces que es de largo alcance, pero también no está exenta de excesos, excesos que sí es necesario revisar y moderar, y los que en buena medida tienen culpa los partidos empecinados en mantener a como dé lugar un sistema político de partidocracia que ya demostró ser una verdadera vasca.
Desde un punto de vista legal, como bien ha apuntado el Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, en cuestión de sueldos y prestaciones fue la legislatura (previa) la que autorizó lo que hoy devengan los funcionarios consejeros, y solo el Congreso puede reformar tal hecho para ajustarlo como pretenden los morenistas a una "austeridad republicana" que busca la aplicación virtuosa de aquella máxima administrativa de hacer más con menos. Y, si bien es posible, es claro también que solo puede suceder con detrimento de algo, ya sea la calidad o la cantidad de lo que se busca obtener, en este caso la extensión, alcance y penetración del ejercicio mismo de la revocación de mandato por ejemplo con la instalación de muchas menos casillas, mermando así la representatividad del voto. Pero, como dije más arriba, de nuevo, poco importa hoy si no se cumplen las condiciones. ¿Por qué? Pues por tratarse solo de un ensayo general, al estilo de lo que se hace en teatro: no se necesitan todas las mamparas de la escenografía, ni toda la iluminación, utilería y parafernalia, bastan los actores de base, el árbitro o director y un público dispuesto a ser comparsa de la función previa al estreno. Eso y no otra cosa será y por ello más vale que cueste lo menos posible para que el dispendio no nos duela más de lo justo, pero también para que podamos tomar nota de lo faltante y sobrante para futuras ocasiones.
Como no podrá ejercerse el resultado, sobre todo si es positivo, es decir como no podrá revocarse el mandato del régimen actual encabezado por AMLO por no ser la ley retroactiva y estar obligado el Presidente a terminar el período para el cual fue electo, el único camino para dar continuidad secuencial a la figura de la revocación sería que el Presidente, acatando el voto popular, aun no siendo mayoritario, en el supuesto de una participación que no alcanzara el porcentaje vinculatorio, podría renunciar al cargo. Parecería un cisma, pero sería un capítulo más en el desarrollo de la democracia participativa y sobre todo una vuelta de tuerca para afinar las leyes relativas a la transición de poder en situaciones extraordinarias previstas en la Constitución. Es decir, para saber qué tal está de sazonado un platillo, el chef, en este caso el pueblo, tiene que probarlo y así determinar qué falta y qué sobra, de otro modo quedaría la figura democrática en calidad de letra muerta. Así, del mismo modo que la consulta popular, la revocación de mandato necesita ser puesta a prueba, practicada así sea como simulacro. Si hoy no se aplica, lo más probable es que nunca se haga. Si hoy se aplica, ya sabremos como cocinarla en el futuro de ser necesaria y a cualquier nivel desde el municipal hasta el federal. Esto, de algún modo, convierte al Presidente en el "piloto de pruebas", al INE en el staff de pits, y a los ciudadanos en algo más que simples espectadores.
Por lo tanto, ¡bienvenida la revocación en su ejercicio! Ahora falta ver el grado de participación el que estimo no rebasará el veinte por ciento del padrón electoral por factores como la confusión, el desencanto, la abulia, el desconocimiento, la pandemia, la reducción de casillas a que orillará una reducción presupuestal, entre otros.
ERA DE LA OPINIÓN... de que la censura era un filtro perverso... ¡Y lo es!
Censura y falsedad
Semanas atrás, todavía siendo 2021, alguno de los miembros del grupo de este blog en Facebook, llevado por el prurito y su derecho, compartió una información que le pareció relevante, mas sin cuidado de verificarla es decir "irresponsablemente".
Como autor y administrador recibí la notificación de parte de Facebook. El miembro se sintió herido en su libertad de expresión y publicación y en cierto modo lo fue, sobre todo si consideramos que entre las políticas del grupo está la de no censurar a ninguna voz, por muy discordante que pueda parecer y a despecho de las políticas generales de la plataforma que buscan una idílica armonía entre los miembros de una comunidad de amplitud amorfa e indefinida.
Facebook añadió a la publicación la verificación correspondiente y mandó al fondo del historial por noventa días la publicación como si no fuera suficiente el ritmo normal y diario, el cual más pronto que tarde termina acumulando en el cieno de la red lo publicado
Atendiendo el "derecho de réplica" de este miembro retomé la publicación y la verificación y a mi vez hice los apuntes pertinentes resultando también amonestado como "difusor de información falsa". Ambos hechos ocasionaron que Facebook bajara la categoría del grupo de forma automática y muy a pesar de mi reclamo y explicación.
El tema persiste y queda como una mancha para el grupo entero (poco importo yo, que se me resbalan las cosas) y afecta también en la manera como los contenidos generales del grupo son difundidos en la red social, dado su carácter público.
El efecto nos afecta a todos los miembros como explica el propio Facebook:
¿Por qué es importante?
Agregamos un aviso a la información falsa que revisaron verificadores de datos independientes y reducimos su distribución situándola más abajo en la sección de noticias de las personas. Si un grupo comparte información falsa, es posible que también reduzcamos la distribución de sus publicaciones y dejemos de sugerir a las personas que se unan a él.
Por ello y digamos que con un interés educativo comparto ahora con ustedes las sugerencias elementales que el propio Facebook ha redactado para que todos y cada uno (sobre todo los que no tienen la costumbre, método y sistema como quienes somos profesionales del análisis de información) tenga a bien cuidar lo que comparte.
Las sugerencias de Facebook
Con la idea de homologar, unificar criterios, uniformar contenidos, la red social desarrolló un documento en el que expone a los miembros de la red unas sugerencias para el cuidado de los contenidos que se publican y comparten. Pero, como apuntaré más adelante, por muy nobles que sean en principio tienen sus "a segunes".
Queremos detener la difusión de noticias falsas en Facebook. […] Mientras trabajamos para detener su difusión, aquí te mostramos algunas sugerencias que te ayudarán a identificarlas:
Duda de los títulos. Las noticias falsas suelen presentar títulos llamativos escritos en letras mayúsculas y con signos de exclamación. Si un título contiene afirmaciones sorprendentes y poco creíbles, es probable que se trate de información falsa.
Observa con atención la URL. Una URL impostora o que imita una original puede ser una señal de advertencia que indica que se trata de una noticia falsa. Muchos sitios de noticias falsas realizan pequeños cambios en la URL de las fuentes de noticias auténticas para imitarlas. Puedes visitar el sitio para comparar la URL con las fuentes establecidas.
Investiga la fuente. Asegúrate de que la noticia esté escrita por una fuente de confianza respaldada por una reputación de exactitud en la información. Si la noticia proviene de una organización desconocida, verifica la sección "Información" para obtener más detalles.
Detecta si el formato es poco común. Muchos sitios de noticias falsas contienen errores ortográficos o diseños extraños. Lee con atención si observas estas señales.
Presta atención a las fotos. Las noticias falsas suelen contener imágenes o videos manipulados. En ocasiones, es posible que la foto sea auténtica, pero que la hayan sacado de contexto. Puedes buscar la foto o imagen para verificar de dónde proviene.
Comprueba las fechas. El orden cronológico de las noticias falsas puede resultar ilógico, o incluso pueden estar alteradas las fechas de los eventos.
Verifica las pruebas. Comprueba las fuentes del autor para confirmar que sean precisas. Si no se aportan pruebas o se confía en expertos cuya identidad no se menciona, es posible que la noticia sea falsa.
Consulta otros informes periodísticos. Si ningún otro medio está reportando la noticia, es posible que sea falsa. Si aparece en varias fuentes de confianza, es más probable que sea verdadera.
¿La noticia es un engaño o una broma? En ocasiones, suele ser difícil distinguir una noticia falsa de una publicación humorística o satírica. Comprueba si la fuente de donde proviene suele realizar parodias, y si los detalles y el tono de la noticia sugieren que puede tratarse de una broma.
Algunas noticias son falsas de forma intencional. Reflexiona acerca de las noticias que lees y comparte solo las que sabes que son creíbles.
Un apunte crítico a estas sugerencias
Si bien en una primera lectura las anteriores sugerencias nos parecen atingentes y sensatas, en realidad las aristas y huecos que las rodean y definen son mayúsculos y se prestan tanto para confusiones, como a yerros o manipulación censora. ¿A qué me refiero?
El llamado clickbait (que puede traducirse como "cebo para clicar") es un recurso, una forma retórica empleada por la publicidad y la mercadotecnia para provocar la atención sobre un producto (en este caso contenidos) y como consecuencia "pescar" al consumidor potencial de los mismos, para generar lo que se conoce técnicamente como índice de retorno, el que puede traducirse en beneficios como el aumento de estadísticas de vistas, tiempo de permanencia en el contenido, impulso de redistribución o referencialidad y hasta ventajas en ingresos económicos, posicionamiento y ventas. Un titular y una imagen llamativa son, en la más rancia tradición del sensacionalismo y el amarillismo, las formas más comunes de cebo para atraer a los ingenuos. No es una práctica nueva, existe desde que existe la prensa y aun más lejos, desde que existen los heraldos.
Pensemos en los creadores de contenidos como pregoneros en un mercado que buscan, junto con los merolicos, jalar la atención y concentrar al mayor número de potenciales comp(a)radores (la etimología asocia la palabra "comprar" con "comparar") de lo que ofrecen. Todos queremos vender algo, ya sea un pescado o una idea, una sartén o un libro, la propia persona. Todos por lo tanto somos en suerte vendedores que, hoy más que nunca antes, nos vemos en la necesidad de publicitar y mercadear lo que tenemos para dar, sea bazofia o delicia. Y como dice el refrán muy mexicano, quien tiene más saliva, traga más pinole. (Quizás por eso yo me la paso ahogado y tosijoso con apenas un discutible nicho de afanosos interesados en lo que hago.)
Pero, como la burra no era arisca, sino años de abuso en el empleo de tal recurso la hicieron así, hoy los consumidores de contenidos —salvo los ignorantes o los ingenuos o los distraídos— se muestran reacios a abrazar los cebos incitantes y ello ha llevado a los creadores a recurrir a mayores sutilezas o a sumarse francamente a la burda trampa con tal de competir con los más solicitados por el público que, aun quejándose de la mierda, lo fugaz, lo fútil, se muestra más y más adicto a consumirlo. Entonces, ahora contenidos edificantes son anunciados como pendejadas entretenidas y divertidas, pero cuando el consumidor da el primer bocado, al poco rato escupe lo que no se ajustaba a su expectativa lúdica. Viceversa, contenidos burdos, intrascendentes, ahora son anunciados como sesudos y relevantes para atraer a los renegados del cebo, los que llegan al contenido que acaban consumiendo entero aun descubriendo frustrados que no consiguió satisfacerlos o creyendo que son la verdad del osito Bimbo, así quieren más y topan y topan con más y más bazofia, consumiéndola toda en la búsqueda incansable por hallar la pièce de résistance anhelada para su mejor conocimiento.
Entonces, ¿cómo saber aun con todas las sugerencias previas si uno está o no ante una información auténticamente falsa cuando está visto que cada sugestión por si sola es insuficiente y en conjunto abona más a la duda que a la certitud?
El miedo a lo falso es un falso temor
Vayamos más al fondo. ¿Cuál es el afán y de parte de quién para eludir, tachar, censurar, erradicar lo supuestamente falso? ¿Quién, qué organización tiene la estatura moral y no solo legal, profesional, para aseverar que algo es ciento por ciento falso?
A esta pregunta se antojan respuestas fáciles y de bote pronto que hacen los basamentos de los equipos y consejos revisores de las redacciones de medios y redes sociales hoy, tanto como de las políticas y deontologías que guían y norman los algoritmos de búsqueda, como si se tratase del afán detrás de la mano del apedreador.
¿Por qué rehuir, borrar, cancelar, encasillar la falsedad y a partir de su difusión vituperada establecer parámetros y cánones inquisitoriales por los que santiguar a diestra y siniestra colocando sambenitos que conducen al descrédito y el vilipendio? ¿Acaso somos incapaces de efectuar una pedagogía a partir del contraste virtuoso de lo falso y lo verdadero?
La lógica nos permite conocer que dentro de cada verdad hay un rasgo de falsedad y, viceversa, dentro de cada falsedad existe la posibilidad de lo cierto y verídico sabiendo efectuar la prueba respectiva. Nada ganamos y más perdemos si pretendemos que cada publicación y detrás de cada titular se ancle una tautología, es decir una verdad absoluta acomodada, ¡vaya relatividad!, al contento sistemático y metodológico de una persona física o moral, de determinados intereses económicos, políticos o sociales.
La misma naturaleza nos da lecciones para aprender a discriminar lo falso de lo verdadero sin que ello signifique la denostación y la extinción de lo falso: la falsa coralillo utiliza el recurso para defenderse de sus depredadores alertados de que puede ser ponzoñosa, lo que coloca a la verdadera coralillo como un ente no solo de cuidado sino mortal. La verdad no peca, pero incomoda. Pues igual sucede con la falsedad, no peca, pero se acomoda, nos es de ayuda en el proceso de adaptación y cuando aprendemos a distinguir el insecto palo o la oruga en su mímesis de la varita de veras, hasta nos maravillamos del ingenio y aprendemos cosas nuevas desde él. Ahí tenemos la égloga que nos presenta a Moisés engañando al faraón con su vara "mágica" que se vuelve sierpe, y el caduceo, motivo judío para recordar al benefactor divino de la salud del pueblo. Parafraseando al mago e ilusionista David Copperfield recordemos que la magia consiste en tomar la verdad y volverla causa de asombro, puya para la curiosidad; y si para ello es factible volverla ilusión, por muy reprobable que parezca, la falsedad no es más que el reverso de la misma moneda.
La programación de los contenidos conduce a errores que no por fuerza implican falsedad. Una nota escrita hoy sobre una plantilla mal configurada puede parecer escrita hace dos semanas o mantener fija una fecha, y ello no hace al contenido ni más ni menos valioso y útil. Y hasta lo falso con toda intención, por lo mismo puede justificarse en un propósito específico constructivo cuya finalidad, tristemente, es ser falso con tal de atraer la atención sobre un dato, un hecho o dicho concretos que, de otra manera, no serían atendidos suficientemente como para generar conciencia sobre algo o alguien. Porque así somos de ingratos los consumidores de contenidos. ¡Cuántas obras consideraras falsas por causa de la torpeza técnica, metodológica, expresiva que las define han pasado sin pena ni gloria a los ojos de los censores en un momento determinado hasta que un rescatador crítico les da la oportunidad de resarcirse. Y no estoy hablando aquí de cuestiones de gusto o estilo, como ha pasado a muchos pintores o escritores revivificados por la crítica póstuma, por ejemplo, sino de auténticos Pedros que han anunciado hasta el hartazgo que ahí viene el lobo y que, ante la falta de evidencia o justa verificación de los receptores del mensaje estos optan por hacer oídos sordos y soberbios a los "falsos" llamados a la cautela. Estoy hablando de que, tras discursos como los de Donald Trump o la sección y las actitudes presidenciales de Andrés Manuel López Obrador en su cacería de "quién es quien en las mentiras" más parecemos niños asustados con la sola idea del Coco, que esas mismas madres, abuelas, tías, nanas impacientes, represoras que lo anuncian como depredador de inocencias.
Viene a mi memoria aquella ocasión cuando, impartiendo la cátedra de Antropología Social y llegado al tema de la mitología expuse a los estudiantes un documental de National Geographic sobre los dragones. Es una ficción documental, pero tan bien lograda que el ingenuo e ignorante puede tomar por ciertas las "pruebas" paleontológicas e históricas mostradas ahí. Muchos de mis estudiantes se tragaron el cuento, no fueron más allá para investigar su veracidad y ello los llevó a reprobar el examen a efecto. Solo una estudiante, curiosa, inquieta, indignada con su calificación, se dio a la tarea de ahondar y, cuando descubrió la verdad detrás de la falsedad me mentó la madre literalmente. En ese momento la califiqué con un diez redondo y la felicité por no quedarse solo con lo superficial, por su hambre de conocimiento y dedicación para verificar por encima incluso de la autoridad.
No siempre podemos tener acceso a las fuentes originales de algo, y con frecuencia buscarlas requiere un esfuerzo mayúsculo de investigación al cual no todos estamos dispuestos. A veces tenemos que conformarnos con fuentes secundarias o terciarias y hacer un acto de fe en la esperanza de que otro, con mayor capacidad, pueda verificar las cosas. Claro que tampoco hace bien que uno se empecine en tomar a pie juntillas lo hallado como potencialmente cierto, aun tratándose de la fuente original.
En todo caso, dentro de las redes sociales, los medios de comunicación, como esas peculiares casas de espejos y de espantos que son imprescindibles en la feria de la vida, la falsedad y la mentira no tendrían que ser motivo para poner en el cadalso a alguien, llevar al olvido un dato quizás útil por su misma deformación, o proscribir lo que luce distorsionado, enajenante. Todo lo contrario, tendríamos que ubicarlas en el contexto como los factores complementarios que son y que cumplen con la meta de confrontarnos con lo diverso (lo di-vertido), lo perverso (per-vertido), para propiciar en consecuencia la subversión y reversión entre lo virtuoso y lo vicioso. Los monstruos, nos lo dejan claro la mitología y más específicamente las especialidades fenomenológicas de la teratología y la criptozoología, son seres y categorías poco comprendidas por la crítica e incluso son considerados temas tabú sobre los que es recomendable ni siquiera aventurarse.
La verdad no es esa luz en el camino
La verdad no es esa luz que asoma en la oscuridad, que vislumbramos al final del camino. Como tampoco la falsedad son esos luceros acechantes entre los matorrales. Y sé que más de un cientificista ya estará aquí vociferando en mi contra tachándome de teosofista. Bien puede ser que aquella iluminación tras la arboleda nos ciegue impidiendo ver el abismo delante. Bien puede ser que esos falsos ojos ocultos en la enramada sean luciérnagas inofensivas. Tanto una razón como la otra merecen que les demos la oportunidad de trazarnos la ruta de la aventura que es el conocimiento, pues no todo el que emite mentiras y falacias es desconocedor de la verdad que pretende ocultar, obviar, omitir, eludir o conocer por vías torcidas; y tampoco el verificador contumaz es un valedor asaz admirable, confiable, porque autoridad no implica veracidad ni viceversa, lo veraz no dota de autoridad. Se puede hablar con verdad y sin embargo no ser honorable. Se puede ser probo y aun así creer en mentiras. Goya lo sintetizó magníficamente en sus grabados: el sueño de la razón produce monstruos.
Dicho lo anterior y llegados al extremo, la noticia más falsa que puede haber es aquella que nos informa de la existencia de dioses falsos y se empecina en plantear, contradictoriamente, que solo hay un dios verdadero, según la óptica de cada cual.
La falsedad, ese peculiar espantapájaros, pocas veces es catalogada entre los monstruos que nos quitan el sueño y no obstante tiene su pedestal en el panteón de las infamias; porque, como afirma Lourdes Quintanilla, "los hombres adoran las certezas. Creer en cualquier cosa antes que creer en nada" [cf. GARCÍA-ROBLES, 1990: 45]. Y al final todos tenemos derecho, también, de equivocarnos y de edificar a partir de falsas bases, de preconcepciones y prejuicios. Ya se encargará la realidad, así sea con un sismo ridículo, de derribar lo endeble que siempre termina cayendo por su propio peso. El intolerante tarde o temprano topa con su propio reflejo.
Hay que temer al hombre de un solo libro, reza el refrán. Pero, ¿por qué? ¿Acaso porque ese solo libro encierra la verdad o porque su contenido es una sarta de falsedades que deforman y, si esto, según quién o qué parámetro? Si en vez de tachar lo aparentemente falso de tal ipso facto nos detuviéramos a analizar sus entrelíneas, sus funciones y estructura, nos daríamos cuenta más pronto que tarde que la falsedad, por muy monstruosa que parezca ayuda a la divulgación de ideas. Esto se debe, nos explica Héctor Santiesteban, a que "lo sobrenatural impresiona y atrae" lo cual aplica también para lo exagerado, lo deforme, lo deficiente. Cuántas veces leemos una nota, un reportaje que es un adefesio prácticamente en cuanto a su técnica de factura y sin embargo damos los hechos y dichos que presenta como ciertos, aunque estén mal descritos, narrados y explicados, con yerros gramaticales. Lo sustancial no siempre da valor a lo esencial. Las obras de relumbrón tienen como finalidad deslumbrar y en la ceguera ocasionada promover el enigma tras lo ostentoso.
[… A] veces, el enigma es el conocimiento para vencer al monstruo; por otro lado, el vencimiento puede deberse casi al solo conocimiento de su ser esencial, que es su enigma.
El monstruo es una clave, una llave para descifrar y comprender. El símbolo y la palabra se usan para nombrar, al nombrar se explica, y la explicación requiere conocimiento, el conocimiento permite la posesión. Uno de los aspectos más relevantes del símbolo es el de su poder vinculativo entre el hombre y lo sacro. Se trata de un modo de doble circulación, de comunicación, de comunión. El monstruo es una forma de conocimiento. El portento muestra el futuro y se convierte de esta manera en presagio, en un conocimiento del porvenir; pero, el monstruo no solo muestra, sino que también enseña; el monstruo no solo enseña, también evidencia. Evidenciar es mostrar lo superlativo [SANTIESTEBAN, 2003: 304].
Publicar, difundir noticias falsas, recurrir al clickbait sensacionalista sirve, dicho lo anterior, para orientar mejor que para desorientar, aunque esto último pueda ser el objetivo de arranque. El lector, el consumidor o prosumidor de contenidos en las modernas redes sociales y la Internet y sus plataformas variadas siempre tiene las opciones de adoptar el papel del alcalde de la aldea que busca incinerar al monstruo de la falsedad, creer en la bondad inocente del monstruo torpe que ahoga a la verdad, o comprender los motivos detrás de la búsqueda del científico enajenado que pretende superar los límites de lo convencional.
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Referencias
GARCÍA-ROBLES (resp.) / QUINTANILLA (aut.), Jorge y Lourdes. "El declive de la utopía", publicado en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, Año XXXVI, Nueva Época Abril-Junio de 1990, Núm. 140, UNAM - Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, México.
SANTIESTEBAN Oliva, Héctor (2003). Tratado de Monstruos. Ontología Teratológica. Plaza y Valdés, México
Recientemente una reconocida filóloga española, Beatriz Peña-Acuña (quizás seamos parientes lejanos, por el Acuña), publicó en la plataforma de Academia un estudio acerca del uso de la tecnología y su papel en el ejercicio de los académicos, del profesorado y me ha invitado virtualmente a participar en la discusión del paper (o reporte, en castellano). Las siguientes líneas son mi opinión al respecto.
Tecnología educativa y empatía
El principal problema que veo detrás de este y otros estudios, no solo en España sino en general en el mundo hispanohablante es el enfoque (un poco miope) desde el cual se abordan, sin que lo dicho signifique un menosprecio de mi parte sobre los resultados obtenidos, muy ilustrativos sin duda y útiles.
Al referirme al enfoque pienso en la aproximación que confunde lo pedagógico, con lo didáctico y lo instruccional.
Lo primero a tomar en cuenta, muy aparte de las características de sexo de los educandos (que puede tener un relativo peso, biológica y conductualmente hablando) es la base de desarrollo cognoscitivo ya estudiada por Piaget y muchos más después. A partir de ahí es que pueden desarrollarse la herramientas tecnológicas apropiadas a cada rango de edad, condición socioeconómica, sociocultural, habilidades o inhabilidades específicas. Eso, en cierto modo, ya se ha hecho con los juegos y juguetes, así los infantiles como los enfocados en la capacitación de adultos, pero sin hacer clara distinción sobre los objetivos educativos que se persiguen con cada recurso, adminículo, proyecto. O, cuando se ha hecho, ha sido de forma gazmoña y chabacana.
La tecnología educativa debe estar bien clasificada en función de esos objetivos o mezclas de objetivos para el desarrollo de habilidades diferenciadas o coincidentes: coordinación psicomotriz, lectura de comprensión, y un largo etcétera, del mismo modo que en el pasado se planificaba la agenda de materias escolares y en cada materia su respectivo programa de enseñanza-aprendizaje, así como las actividades para el efecto.
No basta con poner la tecnología específica en las manos del educando, se le tiene que instruir en su uso, pero también capacitarlo para actuar sin la presencia del recurso y para juzgar sus alcances, derechos y obligaciones en relación con su uso y su abuso. Pero, ¡oh, ironía! La tecnología la saben emplear mejor los educandos que los profesores. Aprender a dibujar sobre una tableta o una pizarra no suelta de la misma manera la coordinación visivo-manual para efectuar trazos sobre otras superficies no electrónicas. Puede ser muy cómodo, lo es, pero los colores RGB no son procesados mentalmente del mismo modo que los CYMK. Personalmente he constatado cómo estudiantes de diseño puestos ante un papel o un lienzo no consiguen la misma calidad en sus trabajos por impericia. Eso no necesariamente es una "deficiencia" como un resultado adaptativo (para bien o mal) al medio en sentido inverso y bajo la más pura explicación teórica del tétrade macluhaniano.
La necesidad de una pedagogía de la imaginación
Hoy se impone a los educandos desarrollar la habilidad de visualizar en 2D menos que en 3D y ello ha provocado redundancia cognoscitiva, afectando las posibilidades imaginativas y de conceptualización mediante el proceso de abstraer y extrapolar dimensionalmente las cosas de la realidad tangible hacia ideas intangibles mas realizables.
Mientras que Kandinsky, Modigliani o Picasso, por ejemplo, nos introdujeron en una pedagogía de la reconstrucción a partir de la deconstrucción figurativa pasando por la abstracción, en la escuela en cambio se insiste en mantener un pensamiento figurativo, plano y ejemplo de ello es lo que ha ocurrido con corrientes como el constructivismo para el que, si algo carece de significado inmediato para el educando, entonces carece de relevancia y muchas veces lo relevante no está en lo evidente sino en lo ausente, que fuerza al pensamiento a hallar nuevas conexiones de forma crítica, analítica.
La tecnología de realidad aumentada forzará aun más todo esto que digo provocando nuevas conexiones neuronales, del modo que los juegos de Arcadia o los posteriores ocasionaron ya en las generaciones que hoy lindan los cuarenta años de edad. Las modificaciones cerebrales y corporales (alargamiento de pulgares como consecuencia del joystick, celeridad de procesamiento, por ejemplo) ya son hechos presentes, irreductibles e irreversibles que van dejando huella a nivel genético.
La tecnología jamás podrá sustituir al profesor o a los padres, por más que se pretenda ni aun con la inteligencia artificial. Pero, tampoco se la puede ni debe obviar u omitir. Es solo un instrumento, un acompañante como la pizarra, la tiza, el pupitre, el lápiz, la pluma, la calculadora, las escuadras que debe de ajustarse a finalidades muy concretas y no esperar que, por sus enormes posibilidades, pueda (como ha sido hasta ahora) meter todo en un mismo cazo.
Los contenidos de los juegos electrónicos como los juegos de mesa solo son construcciones seudodidácticas ajustadas a un guión basado en un secuencia de objetivos de desarrollo y aprendizaje, algunos más complejos que otros, no necesariamente divertidos y entretenidos. ¡No todo tiene que ser entretenido para ser di-vertido o per-vertido!
El conocimiento, un activo que ha sido pasivo; y viceversa
Los metamundos como Second Life (raíz de todos) o la entrante Meta (Facebook), de realidad virtual o de realidad aumentada (dos conceptos distintos, pero interdependientes) son el siguiente nivel en el planteamiento de desarrollo de las habilidades. Las necesidades son las mismas. No se inventan nuevas necesidades como nos quieren hacer creer erróneamente los mercadólogos y publicistas (colegas míos) de pacotilla, lo que cambia en todo caso es la forma de satisfacerlas. El individuo necesita correr, activar su circulación sanguínea o fortalecer sus músculos, entonces se ejercita yendo al parque, participando en deportes; pero, encerrado en una habitación recurre a sustitutos y sucedáneos como la caminadora u otros aparatos, incluidos exoesqueletos con las consecuencias de la disminución del impacto sobre las coyunturas, por ejemplo. El arquitecto puede aprender a edificar una estructura dentro del metamundo, trabajar su estética, pero del modelo simulado al modelo real hay una enorme diferencia que implica conocimientos adicionales sobre mecánica de suelos, de materiales, y un largo etcétera.
Hoy, cuando la miniaturización ha llegado a su límite tecnológico y así estará por los menos dos décadas, es momento de repensar la combinación de herramientas tecnológicas digitales y analógicas, con una idea perversa en mente: si el día de mañana todo lo que hoy tenemos se acaba y las nuevas generaciones (o incluso las viejas sobrevivientes) tuvieren que comenzar de cero, ¿estarían preparadas para hacerlo? ¿Llamar por teléfono con un aparato de dial? ¿Sembrar, cuidar las plantas con lo que la propia naturaleza da? ¿Escribir con pluma o pincel? ¿Imprimir con tipos móviles? ¿Componer música no sintetizada? ¿Contemplar el cielo estrellado, el horizonte o una pintura a falta de televisor y cine, sin luz artificial? ¿Narrar historias al calor del hogar a falta de una radio?
Con respecto a las redes sociales, de nuevo el enfoque del análisis resulta miope, ajustado a expectativas "tradicionalistas" respecto de las formas de interrelación e intercambio sociales. Falta, pienso, imaginación metodológica. Se está olvidando que no son más que extensiones de lo mismo que por años se hizo en las aulas, los corrillos en los encuentros de pasillo o hasta las pintas en paredes de baños, bardas, solo que ahora de modo electrónico, masificado, enajenante y anónimo.
Las redes sociales no son algo nuevo ni algo que vaya contrario a los principios pedagógicos. Gremiales como somos, creamos redes, sea en la calle mediante el contacto directo o usando la tecnología (teléfono, correspondencia, red social) para un modo indirecto que puede o no volverse directo parcial (videoconferencia) o totalmente (encuentro presencial cara a cara).
¿Hacia una educación post pandémica?
La pandemia nos ha forzado a explorar esto último y a revalorar las categorías de relación y la forma como los otros apoyan, inciden, influencian las formas de aprendizaje, memoria, registro, clasificación de los contenidos que de forma individual resultan significativos (de nuevo, el constructivismo a lo bestia). Incluso a promover el autodidactismo con o sin tutela. Y eso no está mal, aunque parezca que de pronto se nos sale de control, sobre todo ante la falta de protocolos para verificar la información, protocolos que por ahora se han dejado en manos de comités de revisión, censores, algoritmos o inteligencia artificial, sin que ello redunde por fuerza en una ventaja y a veces al contrario sea una desventaja y una odiosa imposición de quienes (grupos o personas) cretinos establecen lo que consideran "políticamente correcto" para una generalidad que ya no puede ser encajonada.
La salud emocional entonces no pasa por la tecnología, aunque los detractores de juegos de video, por ejemplo, insistan en señalar sus probables efectos nocivos. Se necesitan condiciones previas en los individuos para que entonces la tecnología y los contenidos, su forma de utilización y abuso puedan derivar en afectaciones. Un profesor de matemáticas que no sabe utilizar la pizarra y la tiza para explicar, describir, mostrar, motivar, puede ser tan terrible como el uso de la calculadora a mansalva en detrimento del educando; o el influencer que distorsiona en la síntesis el conocimiento acumulado. Confundir metas distractivas con ejercicios de concentración pueden hacer a un individuo tan dependiente de la tecnología como el abuso habitual o la proclividad adictiva de sustancias o actividades específicas y rodear a las cosas con ideología puede ser tan orientador y justificante como permisivo y deformante.
En resumen y respondiendo a la pregunta sobre qué propuesta de intervención se me ocurre para el profesorado, digo que ninguna especial o novedosa, fuera de un cambio de actitud de parte del profesor sobre la base de aquella definición de locura: hacer las cosas cientos de veces con el mismo resultado, es de locos. El profesor, sea en el aula o a distancia, de forma virtual, debe atender a las necesidades de sus estudiantes tanto como a las limitaciones que les son propias (del estudiante como del profesor), algunos necesitan que se les lleve la mano, aun habiendo instrumentos tecnológicos. Otros están más adaptados. Un indígena tarahumara no puede ser tratado igual que un citadino; y viceversa. Y aunque haya el prurito de buscar la equidad, de igualar conocimientos, habilidades, oportunidades y la tecnología sea un factor adicional en la tarea, jamás debemos olvidar la máxima del Libro de la Sabiduría y del Eclesiastés (y lo digo como agnóstico que soy): Hay un lugar para cada cosa, y cada cosa tiene su lugar; hay un tiempo para cada cosa, y cada cosa tiene su tiempo. La libertad es el basamento de toda pedagogía antropológica. Hoy por hoy la Internet ha hecho posible, en tanto plataforma, la democratización del conocimiento y de las maneras de difundirlo, apreciarlo, registrarlo, transformarlo. Mañana, que está a la vuelta de la esquina, con la Internet 3.0 (de las cosas) y la inteligencia artificial cuestionamientos como los de este estudio quedan rebasados, obsoletos. Es momento que los profesores y las escuelas y sistemas educativos enfoquen su atención a comprender el trasfondo y los alcances prácticos de la teoría del determinismo tecnológico tras el modelo del tétrade de MacLuhan, solo así dejarán de hacerse, valga la expresión obscena, "chaquetas mentales" sobre cómo no perder el control. Quizás es momento de que aprendan a delegarlo en el mismo individuo educando que, al final, es el principal beneficiario de la respuesta cultural que implica la educación para el equilibrio del sistema social, pues está visto lo poco que sirve generar técnicos o profesionistas que, por azares del mercado, terminan haciendo cualquier cosa para sobrevivir, menos aquello para lo que su vocación los impulsaba so pena de que, en la defensa de sus sueños, puedan terminar menoscabados en sus facultades o su crédito económica y moralmente.
Comprendiendo el indeterminado determinismo tecnológico
Y ese es un tema crucial, determinar la vocación no solo de personas físicas, sino de personas morales e incluso países enteros. No todos los países pueden ser industria o campo o maquila o policías o jueces o conquistadores o educadores o una mezcla. La moderna especialización nos llevó a un extremo tan preocupante por insensible como la generalización que le antecedió. Preguntémonos si, por ejemplo, un homosexual lo es por vocación y hasta qué punto, tecnología y moral o no de por medio, los procesos educativos actuales orientan o desorientan esa vocación ocasionando frustración y trauma que derivan en el desencuentro social que cobra factura odiosa en la segregación de clase, etnia, sexo, edad, capacidad.
Primero quisimos hacer empleados, luego quisimos promover empresarios, ahora pretendemos hacer "buenos ciudadanos". ¿y dónde queda el ser humano?