La flor más bella del ejido
ALLÁ EN MIS TIERNOS AÑOS de la secundaria, tenía yo un profesor, el Profesor Montaño, por mejor apodo "Monín", que era dado a comenzar sus clases de Ciencias Sociales e Historia de la manera como se narra un cuento. Me parece oírlo con su voz tipluda invitarnos diciendo:
¡Muchachos!, bienvenidos a un viaje por el tiempo o destiempo en la política mexicana, subámonos a un helicóptero y recorramos el país donde los tapados eran como esos regalos sorpresa en Navidad, pero en lugar de ilusionarnos, solo nos dejaban con la boca abierta y el ceño fruncido. Hoy, en pleno dos mil veinticuatro, la cultura del tapado parece estar resurgiendo con miras a las próximas elecciones presidenciales. ¡Es como si estuviéramos en una máquina del tiempo, pero sin los efectos especiales!
Antes de sumergirnos en la locura del presente, retrocedamos unas cuantas décadas, a los años anteriores a la década de los ochentas del siglo pasado. En aquellos tiempos, el tapado era una figura mítica, una especie de fantasma político que aparecía de la nada para convertirse en el candidato presidencial. Nadie sabía quién era, excepto el presidente en turno, quien guardaba celosamente su identidad como si fuera el último secreto del universo. Había más rumores y especulaciones en torno al tapado que sobre el monstruo del Lago Ness. ¡Vaya misterio! Ni siquiera la maestría de Abel Quezada consiguió develar jamás, a pesar de conocer sus miríficas propiedades divinas con las cuales cualquiera podría identificarlo o identificarla.
Pero lo interesante es cómo se llevaba a cabo toda esta obra de teatro política. Imaginen esto: solo había un candidato en la boleta electoral. Sí, leyeron bien, ¡solo uno! El pueblo mexicano no tenía opciones para elegir, pero eso no impedía que se gastara una fortuna en campañas electorales, porque, ¿quién necesita la diversidad democrática cuando puedes tener un solo sabor de helado en el menú?
Las campañas eran todo un espectáculo. Había propaganda por doquier, desde mascadas hasta discos de vinilo y hasta libros con la ideología del partido. Aunque solo hubiera un candidato, todos tenían que hacer como que competían. Era como jugar un partido de fútbol sin oponente, pero con una multitud de fanáticos aplaudiendo y vitoreando al único jugador en el campo. Al conjunto de aspirantes y sus afiliados se le conocía como "La Cargada" y si, por alguna razón, los indiciados aparecían deslucidos, entonces se consideraba, en términos muy revolucionarios, que "la caballada estaba flaca". Razón por la que se hizo tradicional también que los políticos charros demostraran su adhesión con una cabalgata multitudinaria, si bien no faltaba el Sancho que montaba burro o mula por aquello del no te entumas. ¿Dónde quedó la emoción de la competencia? Hoy ni caballos ni jaripeo; puros tamales de chipilín empujados con pozol endulzado con jarabe de pico.
Pero, amigos míos, ¡prepárense! Porque si creían que esos tiempos eran extraños, la cultura del tapado en la política mexicana de hoy en día nos está dando una lección magistral en absurdo y desconcierto. En lugar de desvanecerse en la historia, el tapado ha resurgido con más fuerza que nunca. Es como si el pasado se hubiera metido en una máquina del tiempo y decidiera hacer una visita en pleno siglo XXI.
En el año dos mil, el año de la transición democrática, en un inolvidable ensayo publicado por la revista Letras Libres —hoy calificada por el régimen de turno como "conservadora"—, Carlos Monsiváis advertía: "la cargada cambia de signo ideológico". Ayer como hoy esto es igualmente válido, y si en aquel tiempo los humoristas hicieron sorna del ambiente político inventando el FUL (Frente Unido de Lambiscones) hoy son los políticos mismos los que han inventado el FAM (Frente Amplio por México) como caricatura involuntaria de sus propias aspiraciones,
¡El Tapado está de vuelta! ¡Y esta vez es aún más divertido!
Según nuestro querido presidente, Andrés Manuel López Obrador, el tapado ya no existe, pero parece haber olvidado mencionárselo a sus colegas políticos. ¿O acaso están todos jugando a ser magos y ocultistas, él incluido con su frase "lo que diga mi dedito"? Cada día aparecen nuevos nombres y candidatos sorpresa, como si fueran personajes de una telenovela de enredos políticos. ¡Y el público solo puede mirar con asombro y confusión!
La verdad es que la cultura del tapado en la política mexicana es un juego de simulación y manipulación. Nos hacen creer que tenemos elecciones libres y justas, pero en realidad, el tapado ya está predestinado a ocupar el puesto más alto. Es como una tragicomedia donde todos actúan sorprendidos, pero en el fondo saben cómo terminará la historia.
Y así, queridos lectores, llegamos al final de este viaje en el tiempo por la cultura del tapado en la política mexicana. ¿Acaso podemos reír o llorar ante esta farsa electoral? Tal vez ambas cosas. Pero algo es seguro: debemos reflexionar y tomar acción. No podemos permitir que el tapado sea la norma, la tradición que se repite una y otra vez, por graciosa y entretenida que nos parezca, con todo y sus botargas, caricaturas y monigotes. Debemos exigir transparencia, competencia real y una democracia que no sea solo un juego de tronos, una democracia sin adjetivos, para citar a otro San Benito mártir de la 4T, Enrique Krauze.
¡Despierten, mexicanos! La elección presidencial de 2024 se acerca, y es hora de dejar de lado los juegos de tapados y exigir un verdadero cambio. No caigamos en el engaño y la complacencia. Es hora de que la política mexicana deje de ser un chiste y se convierta en una fuerza transformadora para el bienestar de todos.
La cargada de los seiscientos
Como si fuera un capítulo de la historia de una Esparta de petate, o una torpe batalla en una Crimea de una Ucrania de algún universo paralelo, en medio de una trama política repleta de ironías y contradicciones, en el vertiginoso escenario político de México, el Jerjes tabasqueño y su MORENA han dejado en claro su desprecio hacia instituciones clave como el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Instituto Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (INAI).
Esta hostilidad se desarrolla en un contexto complejo, donde se entrelazan varios elementos: las próximas elecciones presidenciales de 2024; las denominadas "precampañas que pretenden no ser precampañas", tanto del partido MORENA como de la coalición del Frente Amplio por México conformada por la alianza PRI-PAN-PRD; el papel de los partidos Movimiento Ciudadano (MC) —que crece pero no se mueve—, Verde Ecologista de México (PVM) y del Trabajo (PT) —que nadie sabe para quiénes trabajan—, y los satélites y apéndices que saldrán de la carga ligera de los seiscientos priyistas encabezada por los audaces Miguel Ángel Osorio Chong —suerte de Leónidas hidalguense—, y Claudia Ruiz Massieu —la Cardigan institucionalista—, y la participación destacada de mujeres políticas como Beatriz Aguirre, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum. Todo esto se enreda como dictado por el oráculo de Delfina Gómez:
Mirad, habitantes de la extensa República Mexicana, o bien vuestra poderosa y eximia nación es arrasada por los descendientes del Peje, o no lo es; pero en ese caso, la tierra de Polemón llorará la muerte de un rey de la estirpe de Plutarco, y de Elías, y de Calles. Pues al invasor no lo detendrá la fuerza de los toros o de los leones o de los equis González, ya que posee la fuerza de Kukulkán. Proclamo, en fin, que no se detendrá hasta haber devorado a una u otro hasta los huesos.
En un país donde las elecciones presidenciales se asemejan a un juego de poder, el presidente López Obrador parece haber adoptado una estrategia sacada del Manual de Arbitraje del siglo XIV al cuestionar al árbitro en plena quinta etapa de su gobierno. Tal vez la etimología de "umpire", proveniente del antiguo francés "non per", que significa "número impar, no par", puede explicar de manera más adecuada su enfoque. ¿Por qué conformarse con un árbitro imparcial cuando puedes ser tú mismo el protagonista de la contienda? Dicho esto, resulta pertinente mencionar el famoso dicho beisbolero que el presidente AMLO suele citar: "ni pichas, ni cachas, ni dejas batear". Esta expresión, enlazada con su actitud desafiante hacia los demás poderes, refleja su voluntad de tomar el control absoluto de la situación y no permitir que nadie más tenga influencia en el juego político.
Las precampañas que no son precampañas: ¿Un déjà vu del viejo PRI?
En el contexto de las próximas elecciones presidenciales del 2024, donde la oposición mexicana busca unirse para presentar una opción real, el partido MORENA y el Frente Amplio por México, conformado por el PRI-PAN-PRD, parecen estar reviviendo los viejos tiempos del PRI. Las denominadas "precampañas que supuestamente no son precampañas" nos transportan al pasado, cuando el PRI gobernaba con mano firme y los candidatos ya estaban predestinados. ¿Será este un caso de déjà vu político o simplemente un nuevo capítulo en el juego de poder mexicano?
Mujeres políticas en el tablero: De heroínas a peones en el juego de poder.
En medio de este juego de poder, no podemos olvidar la participación de mujeres políticas destacadas para bien o mal. Beatriz Aguirre, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum son algunas de las protagonistas femeninas en este tablero político. Sin embargo, a pesar de su valía y liderazgo, parecen ser tratadas como peones en un juego donde los hombres aún tienen el control. ¿Será el papel de las mujeres políticas solo un espejismo de igualdad en medio de un sistema que sigue perpetuando las desigualdades entre los sexos?
En conclusión, el escenario político en México se asemeja a un juego de tronos lleno de ironías y contradicciones. La animadversión de López Obrador y MORENA hacia instituciones como el INE y el INAI refleja una estrategia en la cual el poder y la manipulación son moneda corriente. Mientras los partidos juegan sus cartas en las próximas elecciones presidenciales, las "precampañas que supuestamente no son precampañas" se convierten en un nuevo capítulo del antiguo libro del PRI. En este juego, partidos como Movimiento Ciudadano, el PT y el PVM intentan encontrar su lugar, pero ¿serán simples comparsas o árbitros reales? Y en medio de todo esto, las mujeres políticas, aunque presentes, parecen estar relegadas a un papel secundario, incluso cuando las vistan de huipil, pipa y guante. Este escenario político nos invita, sin lugar a dudas, a reflexionar sobre el juego de poder y las desigualdades que persisten en nuestro sistema político. Es momento de cuestionar, de exigir un cambio real y de no permitir que el futuro de nuestro país se decida en un juego de tronos donde la justicia y la equidad son meras piezas de ajedrez. ¡Levantemos nuestras voces y construyamos un México más justo y democrático para todos!