La mesa está puesta
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ERA DE LA OPINIÓN... lo he dicho en otras ocasiones, y lo repito: MORENA se corresponde con la cuarta transformación pero de los fundamentos del PRI hegemónico y autoritario, y no con las ficciones que nos han querido vender bajo el paraguas de un discurso proveniente de un izquierdismo rancio, enteco, caduco, trasnochado. Es una especie de "segunda temporada reloaded".
Estos cambios y reformas son además parte de las condiciones puestas bajo la mesa por China para justificar los financiamientos que ha venido haciendo en muchos de los proyectos empresariales encabezados de un modo u otro por los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Si a otros países China les ha exigido el pago en recuperación y, al no cumplírseles se ha quedado con la infraestructura para su beneficio (ejemplos los tenemos en Grecia, los puertos y astilleros; en varios países africanos ha "financiado" minas, proyectos urbanísticos), en varios lugares como México la condición ha sido el acomodo de las condiciones políticas para asegurar el cierre del broche que significa nuestro país para la Nueva Ruta de la Seda y sacar a Estados Unidos de la ecuación. Es un intervencionismo que no interviene. Y lo digo así porque ha sido característico de ese gigante asiático a lo largo de su historia por contraste con la política de doble moral estadunidense del "Big stick or big money". EE.UU. siempre aplicó en México lo segundo, salvo en las dos intervenciones militares, de las que una derivó en una invasión oportunista, aprovechando la división interna, la que no sucedió cuando Francia pretendió poner su bota. Mientras los gringos nos agarraron desprevenidos, los franceses toparon con nuestro hartazgo investido de nacionalismo. Hoy, los gringos nos tienen hasta la madre por tenernos como extensión de sus abusos, y los chinos, expertos instigadores, deslizan sus escamas siseando en nuestros oídos promesas de nuevas oportunidades. ¿Serán?
Los recientes intercambios de declaraciones entre AMLO y el embajador estadounidense, sin olvidar las de los candidatos presidenciales y otros actores en el vecino país del norte, o incluso Canadá, abren la ventana para la liquidación del proyecto de economía regional conjunta que nos impulsara como nación regionalmente y ante la OCDE. Sí, leíste bien, ve diciendo adiós al T-MEC antes Tratado de Libre Comercio impulsado por Carlos Salinas de Gortari. Las baterías ahora se enfocan a una relación más determinante y combinada con ambas hegemonías, la china y la estadounidense (gústele a esta o no), y eso requiere nuevos términos en los contratos, términos apelando a un nuevo orden mundial multipolar.
A lo largo del actual gobierno esa fue la consigna, la que en buena parte hubo de seguir Marcelo Ebrard como Secretario de Relaciones Exteriores y Tatiana Clouthier como Secretaria de Economía, y por eso no extraña que ahora Claudia Sheinbaum, en el interés de dar continuidad al proyecto (ni siquiera lopezobradorista, sino de mayor envergadura, pienso en la Agenda 2030) lo nombrara para encabezar la cartera de la Secretaría de Economía, y también de ahí que Tatiana Clouthier haya buscado reacomodarse encabezando el Instituto de Mexicanos en el Exterior (IME) dependiente de SRE. Es decir, la mancuerna Clouthier-Ebrard será vital en la consolidación de esa denominada cuarta transformación, en la parte más fina del hilado. Ya con las elecciones recientes los mexicanos dieron carta blanca y todo el poder a Claudia Sheinbaum, incluso más que el tenido por AMLO, para hacer y deshacer. Solo falta que se acomoden las piezas en el que será de ahora en adelante el partido hegemónico PRI.2, es decir MORENA, donde veo que podrían acomodarse en la presidencia partidista personajes como Gerardo Fernández Noroña (en una suerte de premio de consolación nada despreciable), Ifigenia Martínez (en reconocimiento a su trayectoria y para hacer virtuosa mancuerna feminista con Claudia Sheinbaum, primera presidente o presidenta de México, da igual cómo se diga) o Dolores Padierna Luna (por aquello del liguero que la sostiene en la izquierda, y también por su condición de mujer preparada).
Eso explica la necesidad de dar una vuelta de tuerca al sistema judicial, para acomodar la administración de la justicia y el cumplimiento de las leyes conforme a las nuevas expectativas, sin obstáculos legaloides, pero igualmente ajustados a otras clases de intereses no solo económicos sino ahora además políticos. Y poco importa si en el proceso quedan sacrificadas muchas de las libertades conseguidas paso a paso tras la Revolución. Y también poco importan (a los promotores de dicha reforma) los costos económicos que implicaría la elección popular de jueces en todos los órdenes. El desorden que se avecina en este tema es mayúsculo y tendrá proporciones descomunales que solo mediante el autoritarismo podrían solventarse. Ahí está, otra vez, el ejemplo del sistema judicial chino que varios autores han cuestionado cuán independiente y eficaz ha sido sobre todo después de la revolución maoista [(GAROT, 2009); (LIN, n.d)], sobre todo luego de los acontecimientos suscitados en Hong Kong durante y después de la pandemia. Datos nada menores que hacen cuestionarnos qué ha habido realmente detrás del altercado del cónsul adscrito en Shangai, Leopoldo Michel Díaz, con funcionarios de la embajada incluido el cónsul general Miguel Ángel Isidro Rodríguez, o el ambiente anómalo que se vive en el Consulado General de México en Nogales, Arizona, desde la llegada del cónsul Marcos Moreno Báez desde el veintitrés de mayo de dos mil veintidós, en un caso que parece involucrar un tema de acoso, violencia organizacional y discriminación sexual.
Naciones con semejanzas más allá del ideograma
Hacia los años cuarenta y cincuenta, Ángel Palerm, un importante etnólogo catalán afincado en México hacia los años cuarenta, introductor de la Antropología Social y creador de la licenciatura y posgrado al respecto en la Universidad Iberoamericana, y la cual diera pie a la fundación de la Escuela Nacional de Antropología, decía mediante sus estudios que si había dos naciones casi gemelas en su desarrollo antropológico esas eran México y China.
Hoy más de uno, no solo el colega Pedro Ferriz de Con y quienes le rodean, se espantan ante la posibilidad de que México se vuelva comunista. Y yo siempre he dicho, eso no va a ocurrir. Y no va a ocurrir por una razón: la vocación socialista de México. Y no es lo mismo el socialismo que el comunismo. De hecho, al crearse el PRD la finalidad era, en parte, explorar la posibilidad de un giro en el sistema político mexicano para anclarlo de manera más decisiva en el socialismo democrático. Desafortunadamente en el camino las tribus izquierdistas pudrieron el esfuerzo. A ello se debió, en buena medida, el surgimiento de MORENA como he escrito en este mismo espacio.
Los espantados olvidan que a lo largo de su historia moderna, el interés social del sistema político mexicano ha sido el fundamento de las luchas intestinas desde la Independencia. Los teóricos de la Revolución Rusa dejaron claro que esta se inspiró en muchos aspectos en la Revolución Mexicana, más que en las propuestas de Rosa de Luxemburgo, Marx o el propio Lenin. La gran mayoría de los caudillos revolucionarios fueron impulsados por alguna idea de corte socialista, mejor que comunista. En los años sesenta, Adolfo López Mateos y sus variadas reformas y desarrollos, la creación del IMSS, la creación de los libros de texto en la educación pública, y etcétera tuvieron un corte socialista. Así, todos fuimos, hemos sido educados en una línea socialista con tintes de un capitalismo progresista. En los ochentas y noventas del siglo pasado los programas sociales siguieron la línea, aunque se reconoció la necesidad de insertarlos en un esquema más depredador para acelerar el desarrollo, generando así un incremento en la brecha de desigualdad, tristemente. Eso es lo que muchos llamaron "neoliberalismo". Fue necesario, hoy ya no. El mundo es distinto como las fuerzas enfrentadas en una circunstancia que, punto por punto, confirma los pronósticos dados a finales del siglo veinte por autores como Samuel Huntington augurando un choque civilizacional.
Los conflictos bélicos actuales son un eslabón más como lo son las polémicas obras lopezobradoristas en la construcción del último tramo de la Nueva Ruta de la Seda.
Y mientras nosotros seguimos sumidos en la falsa ilusión de soberanía y autonomía, los verdaderos dueños del tablero mueven las fichas a su antojo, ignorando las líneas trazadas en constituciones, tratados y convenios. Lo que vemos no es más que un reflejo distorsionado de lo que sucede en las sombras, donde las decisiones más trascendentales se toman sin siquiera consultarnos, ocultas tras capas de discursos patrioteros y promesas vacías.
Así, el juego de poder continúa, con México atrapado en su rol de peón en un tablero global donde los alfiles y las torres ya no pertenecen a las viejas potencias, sino a nuevos jugadores que no necesitan declarar guerras para conquistar. Y mientras algunos siguen preocupados por si seremos rojos o azules, ya hemos sido pintados de un color que ni siquiera conocemos. ¿Será que en medio de todo esto hemos olvidado lo más importante: quiénes somos y hacia dónde realmente queremos ir? El tiempo, como siempre, tendrá la última palabra. Pero, ¿nos atreveremos a escucharla antes de que sea demasiado tarde?
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Referencias.
GAROT, Marie-José, 2009. https://indret.com/wp-content/themes/indret/pdf/629_es.pdf.
LIN, Li, n.d. https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/7/3020/5.pdf.