APUNTE DE ULTRATUMBA

Mi madre murió el 30 de enero de 2009. Hacia el 28 de julio de ese mismo año me encontraba en Villahermosa, Tabasco, en medio de la biblioteca que mi madre comenzara a clasificar hace algunos años. Repasando en la memoria la huella de sus pasos, los aromas entremezclados del trópico y su nueva forma de estar presente en la ausencia. Revisaba los libros y algunos documentos personales de su hermana, quien falleció tres años antes que ella, entre ellos de pronto, a modo de separador de hojas, un papel saltó escrito de puño y letra de mi madre. Decía:

Cuando de tu mano caiga
el libro de la vida
quedará una flor marchita
que el tiempo ha secado.

Que no te asuste lo desconocido,
ni tampoco el más allá
si quieres saber algo más
pregúntaselo a las aves.

Si crees que está en tu mano
ya la tersura ya la belleza,
recuerda, no será por siempre,
se te escapará como agua
entre las manos.

ENTENDIENDO EL ALCOHOLISMO


En la revista Speak Without Interruption (SWI) de la que somos colaboradores, el editor publicó un artículo provocador: "No lo entiendo". Suscitó numerosos comentarios. Luego de leer los previos al que nosotros asentamos ahí, fuera de lo que agregue el sentido de nuestro idioma y cultura, es poco lo que podíamos añadir. No obstante, reconocemos que era justo lo que cabía en esta sección de Indicios Magazín-e.
Tras leer dicho artículo es fácil corroborar que no es poco frecuente que en las familias haya al menos un alcohólico o drogadicto o dependiente en algún grado.
Siendo ciertísimo que el peso de la genética determina la enfermedad, desafortunadamente aun existiendo la tecnología más avanzada, no es un dato que se sepa hoy por hoy desde el nacimiento o antes como una medida de prevención, así que en general todos hemos de sucumbir al gusto, a la presión social, a los trastornos neuronales... a nuestra condición de humanos.

Como enfermedad muy estudiada, el alcoholismo en realidad no es difícil de entender a pesar de su complejidad. Y eso quedó claro en algunos de los comentarios ya anotados arriba. En cuanto a sus dimensiones sociológicas, económicas y hasta políticas, tampoco es arduo comprender causas y efectos que la determinan.

Lo preocupante, lo delicado y abstruso es su dimensión fundamental, la humana. Es ahí donde resbalamos fácilmente, tanto los enfermos como quienes los rodeamos o conocemos. El fenómeno ocasiona preguntas alrededor de la identidad del hombre. Invariablemente se asocia con valores como la felicidad, el amor, la vida, la muerte, la razón de ser lo que se es. Si en lo biológico su trasfondo es genético y neuronal, en lo esencial es axiológico.

En la hondura de su alma, el adicto no se pregunta por qué hace lo que hace, no justifica su "vicio", no se identifica como enfermo sencillamente porque está extraviado en su identidad. La pregunta que finalmente le atormenta es "quién soy", y para hallar una probable respuesta siempre cambiante depende de sucedáneos de la iluminación, como muestra en broma el chiste aquel del ebrio que, cuestionado sobre las razones por las que bebe responde: "Bebo, para olvidar"; y el cantinero insiste: "¿Para olvidar, qué?; a lo que contesta el borracho: "Que bebo". Claro que esto puede suceder mientras el enfermo tenga conciencia de su estado, aunque lo niegue; porque en el momento que pierde la noción de lo real, se extravía, como nosotros mediante estas líneas y en cierto modo, en un mundo ficticio, virtual, donde todo se hace posible y hasta lo efímero tiene aspiraciones de eternidad.

Quienes han perdido un ser querido a consecuencia directa o indirecta del alcoholismo, lo difícil de asimilar no es tanto la enfermedad en sí, sino los caminos tortuosos que llevan desde ella a la muerte, accidental o propiciada.

El familiar del alcohólico busca por otros medios menos destructivos comprender lo mismo que el enfermo, pero además en función de éste. No se pregunta tanto, por qué bebía, sino cuestiona cosas más densas como por qué, si "sabía" que eso acabaría con su vida, continuó hasta lo irremediable; por qué procurar la agonía tortuosa del desanimo para apurar el trago amargo de la angustia que sigue a la muerte; por qué tanto egoísmo. Y estas son sólo algunas de miles de dudas que pueden ocurrir en la mente del deudo de un adicto.
Pero aún más, lo importante entonces no es ya si el ser querido y ahora ausente fue o no alcohólico. Con el transcurso del tiempo todo se resume en inquirir ¿por qué él o ella?; ¿por qué así? Preguntas que todos, yo mismo desde hace cinco meses cuando murió mi madre (que para mí fue mi todo), nos hacemos cuando un ser amado fallece y a veces aún antes.

Así, sin restarle importancia, el alcoholismo per se no es lo que inquieta, sino sus causas y efectos en la constitución de eso que denominamos Hombre. Pensar alrededor del alcoholismo es sólo una de muchas meditaciones acerca de lo que significa ser Humano.

RELACIÓN CONTENCIOSA

Anota el diccionario sobre "contencioso": dícese de las materias que son motivo de litigio o desavenencia; o sea, añado, de las que no se avienen, de las que no se entienden por no hallarse en armonía. A veces ocurre en una pareja, entre hermanos o vecinos que los une una relación de este tipo a modo de perversión afectiva, generando dependencia y, mientras no es encausada y encauzada, provocando dolor y pena a los involucrados.
Sobre las consecuencias de la bebida y el vacío existencial, de eso trata el artículo que da título a esta entrega. Publicado originalmente en inglés dentro de la revista electrónica Speak Without Interruption (SWI) de la que somos colaboradores, la fuerza de sus palabras acerca de estar ebrio me embriagó.
La escritora identificada bajo el seudónimo Chica Sobria muestra un sorprendente talento en su pluma. Verdadera y profunda, cada línea contiene el corazón y la experiencia, el sufrimiento y el alivio.
Más que un simple desahogo, esta clase de narración es un acto de contrición. Me recordó cierto ensayo filosófico que leí hace tiempo acerca de la embriaguez, empero no me refiero al escrito por el filósofo Gilles Deleuze.
Dicho ensayo me hizo ver este estado de la conciencia de un modo distinto, lo que no significa una justificación para emborracharse.
Cada uno de nosotros es, en un sentido edificante (aunque no se crea que pueda haber tal sentido), un ebrio. Pero no se me malinterprete. La embriaguez asociada con la vida, el amor, el odio, la felicidad, la depresión, la belleza, la muerte y ocasiones equivalentes puede ser tan poderosa o más que la provocada como efecto conocido del alcohol o las drogas or drugs las que sólo potencian la real embriaguez.
Cuando el vacío llega a la mente en la forma de una ausencia causada por algún tipo de pérdida, cualquiera se marea y se extravía; entonces el sentimiento y el pensamiento se vuelven una confusa niebla de incertidumbre. Semejante enajenación de la identidad personal lleva a la conducta del individuo a fabricar su propia epopeya, una en la que el héroe y el villano son la misma cara ante el espejo. Cuando esos rostros se funden en uno el sentido común, la iluminación sucede.
La debilidad ante la existencia y no ante los elementos estimulantes creados para embrutecer la mente humana es la razón por la que caemos en las trampas de la perdición Independientemente de publicar en una entrega posterior el artículo descrito ya traducido al español para comodidad de nuestros lectores, su lectura en su idioma original ayuda a palpar las vibraciones detrás de la lengua, nos acerca notablemente al hablante. Para leer el original, basta con que hagan click sobre el título de este post. Por lo pronto y sin perder de vista la finalidad de esta sección ni desviarnos del tema dela embriaguez los invito a solazarse también con el poema "Embriaguez del Desierto" de Óscar Portela.