La soledad vive en Babel


Cuando uno mira el muro general queda claro que Babel no fue del todo destruida. No es suficiente con que cada cultura se amolde a una lengua. Hoy, entre redes, cada espacio se amolda a una individualidad. Aún entre hablantes de un mismo idioma hay fronteras a veces infranqueables de gustos, intereses. La coincidencia es la regla de oro. Si hay coincidencia, entonces se da la posibilidad del entendimiento, sin necesidad de diálogo de por medio.
Así, mientras unos andamos extraviados en el afán de construir mundos sostenidos con adobes literarios. Otros fincan terrenos para la vanidad, los de allá, solitarios, deambulan entre perfiles; estos de acá, ríen estúpidamente llevados por la vacuidad de imágenes estáticas o en movimiento; esos otros miran meditabundos el transcurrir de las ideas; allá alguien publica su dolor, mientras allende otro, más díscolo, se encierra apenas lee un comentario sugerente, suspicaz de que no fuera a ser el Diablo quien lo acosa por sus impecables formas o costumbres.
Miro mis cosas. Miro las de los otros. Descubro la humanidad que nos hermana y también el egoísmo que nos divide. Unos, preocupados por el qué dirán esos de ese lado donde quizá ni los asuntan, se santiguan; mientras, otros, desenfadados por el desparpajo de la carne optan por desnudarse, mostrar sus miserias de pensamiento o venales. Se dicen amigos y nunca o casi nunca visitan la casa virtual del denominado como tal.
Cada cual, al fin, muere día a día de manera virtual con cada olvido, con cada omisión, con cada segundo puesto como fondo fiduciario de un futuro que ya va quedando atrás.

PERFECTAMENTE PERFECTO


Sí, en español (o castellano) a veces los adverbios son largos, sobre todo cuando se los deriva de adjetivos. Eso puede casi justificar la pereza para pronunciarlos en el habla diaria. Pero no por ello los vamos a discriminar tórpemente y hacer del gazapo resultante de la ley del menor esfuerzo una nueva "ley" que encaje en la norma el "mal decir" sólo por ser de uso común.

Ejemplo típico, para que tomen nota y desde ellos hagan la corrección correspondiente en su propio pronunciamiento discursivo, o sea, ¡cuando abran la boca!

A: ¡Hola! Ahora que fuiste a la fiesta, ¿la viste? ¿Qué te dijo de mí?
B: Te mandó saludar perfecto

(Aquí, lo único que permite leer y distinguir el significado implícito es el uso de la minúscula en "perfecto", queriendo decir "B" que la manera como se efectuó el saludo fue un modo perfecto. Pudo haber dicho "Te saludó perfectamente", calificando de manera más directa la acción del saludo. Pero, como al hablar nosotros no pronunciamos las minúsculas... Así, puede escucharse igual el adjetivo "perfecto", que el nombre de alguien llamado "Perfecto", razón por la cual el diálogo anterior puede dar pie a confusión entre los dialogantes y seguir como escena característica del teatro del Absurdo (rama del surrealismo) ):

A: ¿Quién es Perfecto?
B: ¿Perfecto? Un vecino de Seguro Perfecto
A: ¿Y por qué me mandó saludar?
B: Pues porque le hablé de ti. Al fin y al cabo fueron pareja, y tú eres mi amigo.
A: Creo que estás perfectamente mal
B: ¿Por qué, a mí me pareció perfecta su relación? ¡Qué pena que terminara!
A: ¡Yo no me he relacionado con ningún Perfecto!
B: Eso lo sé, por eso se acabó tu relación con ella. Tú, el señor perfecto. Y sin embargo, a pesar de todo, ella te mandó saludar perfecto.
A: Ah, ahora entiendo. Ella me mandó saludar perfectamente.
B: Sí, baboso. ¡Pues qué entendiste?
A: Olvídalo; y a ver si hablas con un decir más perfecto la próxima vez y no me confundes diciendo que me relacioné con ese tal Perfecto vecino tuyo en la oficina de Seguro Perfecto, eh.

Los adverbios, aunque nos cansen, existen; y existen para ser usados, no abusados ni como adornos prescindibles.

Crueldad Infantil vs. Maltrato al Infante


A raíz de una foto que compartí en mi perfil de Facebook, estos otros textos de entre muchos que sobre la crueldad puede uno encontrar en la red (http://aprendizdebrujo.net/2009/11/21/sobre-la-crueldad-de-los-ninos-y-la-nariz-de-mi-tia/http://lacomunidad.elpais.com/pat/2007/8/2/crueldad-innata), o las noticias sobre niños asesinos (como el niño sicario mexicano) y ejemplos terribles como este donde unos niños queman a una cría de gato, me di a la tarea de actualizar y ampliar mis conocimientos al respecto del tema a tratar aquí, investigar a fondo, si bien sin ser experto; para fundamentar adecuadamente la siguiente meditación antropológica.

Por más que nos espantamos de la crueldad de los adultos, por sangrienta, la crueldad, sobre todo psicológica, de muchos niños es para dejar pasmado.


El hoy llamado bulling (que experimenté personalmente en mi infancia, cuando fui víctima de linchamiento a los 9 años) es sólo una muestra y tiene distintos grados de gravedad. Y no es un comportamiento solo aprendido de los adultos.

Está probado por la psicología y la psiquiatría infantil que, alrededor de los 9 años y hasta los 15, todo niño y niña (en especial los varones) genéticamente están predispuestos a ejercitar comportamientos de una competitividad que incluye la crueldad sin límites, como parte del crecimiento, el descubrimiento y desarrollo de la identidad, el liderazgo y otras características individuales.

Si nos instalamos en una ñoña postura de paternalismo ciego, tenderemos a justificar muchos comportamientos al amparo de la "inocencia" infantil. No hay tal.

También, mucha de la crueldad que los adultos lloramos y recriminamos cuando la vemos aplicada sobre los "inocentes" animales tiene su fundamento en esos comportamientos de la infancia. Pero a muchos adultos les parece gracioso, disculpable que los niños "jueguen" bruscamente con las mascotas o descarguen en ellas sus frustraciones e ira infantiles, al fin, son arranques de "bebé", o encontramos justificaciones para la brutalidad basadas en el señalamiento de la torpeza natural correspondiente a la edad de desarrollo en que se halle el infante, o en desórdenes psiquiátricos de disociación social. Insistimos en ver a los niños como criaturitas indefensas, angelicales, cuando no los vemos como "símpáticos demonios". Olvidamos que son adultos en potencia, hombres y mujeres en desarrollo y por lo tanto tienen todos los vicios y defectos de nosotros, aun cuando en formación.

Sí, nuestra tarea, ya como adultos "conscientes" y con experiencia y conocimiento de causa es, presumimos, incidir en la adecuada formación, no en la deformación de los niños y los adolescentes. Lo que han querido inculcar algunas escuelas psicológicas idealistas es el concepto de que son "moldeables" las conciencias. Esto es discutible frente al peso de las condiciones biológicas, más cuando están reforzadas por las condiciones sociales. Y sobre esto último, queremos creer que los niños son como visitantes en una sociedad de adultos, como si los adultos hubiéramos inventado la sociedad; o como esponjas que absorben lo bueno y lo malo por ósmosis cuando no por instrucción. Error. Un niño es un ser muy complejo, tanto como el adulto que germinará en su persona.

El tema es arduo, con aristas, muchas de ellas de carácter moral, y la ciencia hoy está aportando poco a poco elementos para comprender más el comportamiento infantil. Seguiré ahondando en él, y más para liberarme de la barahúnda de prejuicios que madres y padres generan por amor a sus hijos. Yo no he sido padre, cierto, pero lo he sido en un sentido putativo de mis sobrinos y mis pupilos. Porque en la labor de formar tanto como en la de procrear, uno no puede, no debe olvidar el origen y la evolución de las especies.

Entre la crueldad, el maltrato y la interpretación de la conducta
¿Es esta una meditación darwinista? Tal vez, y por fortuna abierta a futuras vertientes. El animal humano es una criatura tan apasionante... Lo que sabemos de nosotros es apenas una pincelada que pretende asentar la base para el retrato de quienes somos.

Una cosa me va quedando clara. No es lo mismo la crueldad infantil, la que los infantes ejercen, que el maltrato que los adultos ejercemos sobre ellos. Como tampoco es lo mismo la "crueldad" que el acoso, como también es importante distinguir el acoso del hostigamiento. Y lo apunto para no olvidarlo, porque está muy traído y llevado hasta la confusión el doble concepto para nombrar dos cosas distintas y la facilidad con que mal interpretamos los significados, causas y efectos de determinados comportamientos.


A una chica preocupada por un supuesto caso de acoso de parte de un compañero en su escuela le dije alguna vez a través de las redes sociales:

Seré abogado del Diablo. Hoy es muy fácil acusar de acoso a cualquiera, más cuando el "pretendiente" es torpe en sus empeños por conquistar a la chica o la chica no gusta del "pretendiente" y toma sus empeños como una molestia. Estoy de acuerdo en que, de ser verdadero acoso u hostigamiento (cosas diferentes) acudas a las autoridades respectivas en tu escuela y/o tus padres y los de él para hacer la acusación respectiva, pero primero tienes que estar plenamente segura y, si tienes manera de aclarar las cosas con él, hacerlo primero por ese camino. Piensa también que, así como para las chicas puede ser "traumática" una situación así, una acusación en falso también puede resultar nociva para el presunto acosador. No te dejes llevar por reacciones virulentas, viscerales y violentas como algunas que he leído. Piensa bien antes de actuar.


Así, cuando tú o yo leamos "crueldad infantil" y "maltrato infantil", no olvidemos que un adulto, al maltratar a un niño, no comete "maltrato infantil", sino "maltrato adulto sobre un infante". Tendemos a mal usar de tal manera las palabras... Y lo peor, acabamos conviniendo por comodidad o ignorancia los usos y las gratificaciones que con las palabras nos acomodan. Pero esta digresión ya es tópico para otro momento.

El grado de incidencia del comportamiento cruel sobre la personalidad de cada quién tiene también y mucho que ver con el punto de vista desde el cual el agredido entiende la agresión. ¿Fue cruel el profesor que en la secundaria me impuso el apodo de "Tucán" burlándose de mi nariz? ¿Fueron crueles los compañeros de salón que jugaban a imaginar mi nariz más grande de lo que era, tanto que cuando me llamaban desde las filas de atrás para que volteara, todos los sentados detrás de mí se agachaban risueños, coordinadamente? Si hubiera dado más importancia a cosas como esas, luego de cosas peores y más traumáticas que experimenté más chico, hoy quizá no sería acusado por algunos de cínico. El cinismo fue mi forma de defenderme de las mofas, cuando otros optan por liarse a golpes por la indignación y la impotencia, sintiéndose héroes, vanagloriándose de su "hombría" para enfrentar la adversidad social; o cuando otros optan por retraerse miedosos del grupo, disminuídos en su confianza en los otros y, peor, en sí mismos.

Pero yo también fui cruel y, a sabiendas, por diversión. Inyectaba escarabajos con alcohol, con aire y me divertía verlos inflarse hasta estallar. ¿Por qué lo hacía? Porque jugaba a ser científico, investigaba. Fui cruel con uno de mis mejores amigos, burlándome de su dentadura, obligándolo a comer picante, pero bien que lo defendía cuando los otros se cebaban sobre él. Hoy, somos como hermanos y vemos aquellas situaciones como "chiquilladas", "travesuras". Él mató a una rana que diseccionamos viva cuando, queriendo tomar una muestra de sangre para ver al microscopio pinchó accidentalmente un pulmón. Él compró el conejo que diseccionamos en la escuela. Él no pudo cortarlo, se encariñó con "Rabito", pero otro compañero optó por tasajear al cadáver y bromear con la vejiga, la que cortó contra la advertencia de la profesora de Ciencias Naturales en la secundaria, para apestar el salón.

La crueldad la llevamos en nosotros, mas no por sernos natural hemos de prohijarla. Acaso podemos tratar de contenerla, porque ni modo de "canalizarla" hacia actitudes y actos positivos, porque sería tanto como disfrazarla de mal menor, de hipócrita bondad.